El próximo lunes 10 de enero se dará inicio a las Colonias de Vacaciones que organiza la Dirección de Deportes de la Municipalidad de Villa Regina en la Isla 58.
La primera semana (del 10 al 14 de enero) estará destinada a alrededor de 100 niños de los siguientes barrios:Don Bosco, Borgatti, Del Trabajo, Cívora, Matadero, Este, Provincial, Namuncurá, Belgrano y 201 viviendas. El horario de las actividades comenzará a las 13.15 y se extenderá hasta las 18.30 horas.
Se solicita que los Barrios Don Bosco, el Trabajo y Cívora se acerquen al Polideportivo Cumelen (Colón 107) para realizar la inscripción. En Borgatti y 201 Viviendas, las inscripciones se reciben el mismo barrio. En Matadero, en la Junta Vecinal. Y Provincial, Namuncurá y Belgrano, integrantes de la Dirección de Deporte harán las inscripciones de forma personal.
Asimismo, a partir de mañana, 4 de enero, se comienza con las inscripciones para la Colonia de Adultos Mayores y Colonia de Discapacidad en las instalaciones del Polideportivo Cumelen en el horario de 8 a 13 horas.
Para más información comunicarse al teléfono 2984651398 de 8 a 13 horas.
Podríamos intentar aplicar la lucha de clases a la zoología mientras el gato persigue al ratón y el perro al gato. Pero, ¿quién persigue al perro? ¿Otro perro? Quizás tengamos que adentrarnos en el silogismo ondulatorio de un delfín mientras los plásticos se transforman en inertes peces flotando a la deriva, y el surfista escala…
Cuando el resultado de la elección mostró que se habían equivocado por una diferencia de 20 puntos, en la redacción de la revista estadounidense Literary Digest se querían morir. De hecho, tiempo después fue la propia revista la que murió. Había logrado instalarse como la principal predictora de las decisiones de los votantes, pero en 1936 el error garrafal la llevó a la ruina. Es que predecir resultados consultando solo a sus lectores no era un camino confiable.
Lo peor de todo fue la competencia que tuvieron ese año. Un joven profesor de la Universidad de Columbia llamado George Gallup predijo el resultado de la elección con un mínimo margen de error. Fue el nacimiento de las encuestas de opinión basadas en muestras representativas e inferencias estadísticas. Y ya nada sería igual: no solo antes de cada votación, sino casi para cada decisión de gobierno los sondeos de opinión comenzaron a ascultar lo que la gente quería. Los políticos y los medios aprendieron a leer y necesitaron de esos números como si fueran las entrañas de una sociedad. Se transformaron en una brújula imprescindible.
Pero en los últimos años, el oráculo empezó a fallar. Los errores comenzaron a multiplicarse: Trump, el Brexit y —más cerca— la irrupción de Milei en la Argentina, las recientes elecciones en Bolivia y las de la provincia de Buenos Aires, hace un mes y medio. Cada elección repite el mismo ritual: titulares que explican por qué “las encuestas volvieron a fallar.” Ya no sorprende el error: sorprende que sigamos creyendo en ellas.
La IA generativa, ¿cómo podría ayudarnos a resolver el problema de las encuestas cada vez menos contestadas?
Es que casi un siglo después de los tiempos de Gallup, ¿quién tiene todavía un teléfono fijo en su casa? ¿Quién responde a un número desconocido cuando suena el celular? ¿Y quién dedica el tiempo que dura el cuestionario de una encuesta que hace una voz automatizada del otro lado de la línea?
Quizás el problema no sea solo técnico, sino de época. Vivimos en un mundo donde los ciudadanos nos convertimos en usuarios digitales, expuestos a más de veinte mil estímulos publicitarios diarios. Invadir a alguien por teléfono o en la calle para preguntarle qué piensa ya no parece una práctica científica, sino una intromisión. Buscamos respuestas en un espacio donde ya nadie responde. Y sin embargo, seguimos intentando.
Las encuestas tal como las conocíamos están desnorteadas. Es un fenómeno que se aceleró exponencialmente en el último tiempo. Las consultoras de opinión pública suman nuevas estrategias para generar predicciones electorales confiables: desde estudios de redes sociales hasta el manejo estadístico de grandes volúmenes de datos disponibles.
Si estamos atravesados por los avances de la inteligencia artificial generativa, ¿por qué no explorar cómo podría ayudarnos a resolver el problema de las encuestas cada vez menos contestadas? Como sucede para todos los temas, ya la ciencia ficción imaginó algo así: en 1955 Isaac Asimov publicó el cuento “Sufragio universal” en el que una computadora hiper potente con nombre de vacuna, la Multivac, podía predecir el resultado de las elecciones al contar con los datos disponibles del universo de electores. Solo era necesario entonces un único elector, el elector promedio, para agregar el “factor humano”, es decir, los sentimientos, a lo que la Multivac ya sabía. Una vez más, el futuro ya llegó. Pero no idéntico.
A ese futuro se asoma AugurIA: un método que utiliza la inteligencia artificial para predecir elecciones a partir de la creación de agentes sintéticos. Hace dieciocho meses desde la consultora Methodo –Patricio Hernández es el CEO y Agustín Gosende el Director de Investigaciones no tradicionales, ambos coautores de esta nota- comenzó a experimentarlo, mientras buscaba entender los comportamientos humanos.
¿Qué es un agente sintético? Una IA capaz de reflexionar, razonar y responder como una persona.
En mayo de 2024, un paper de la Universidad de Stanford (“Simulating Human Behavior with AI Agents”) describió algo muy parecido: modelos capaces de replicar el comportamiento humano con precisión inédita. El estudio mostró que los agentes podían imitar hábitos, reacciones y decisiones con una consistencia que antes solo atribuíamos a los humanos. Leerlo generó en Methodo una mezcla de alivio y vértigo: otros estaban experimentando algo similar desde otro camino. Por ahora, los de Methodo serían los únicos estudios que utilizan agentes sintéticos para predecir elecciones: AugurIA es experimentación e innovación.
¿Y qué es exactamente un agente sintético? Inteligencias digitales capaces de reflexionar, razonar y responder como personas. Podría decirse que es un espejo que no copia la superficie, sino el movimiento. Un modelo de inteligencia artificial que no solo analiza datos: los habita. Se alimenta de conversaciones, emociones, microdecisiones. Aprende de las contradicciones humanas. No reemplaza a nadie: nos reproduce. Y al hacerlo, devuelve algo inquietante: una versión de nosotros mismos a veces más coherente que la original.
Para la elección de este domingo 26 de octubre, Methodo cuenta con 1600 agentes sintéticos que representan a electores de toda la Provincia de Buenos Aires. De estos agentes se sabe el nombre, el género, su edad, la dirección en donde vive, con quién y en qué tipo de vivienda, la cantidad de años que estudió, de qué trabaja, cuánto gana, su nivel socioeconómico, su religión, cómo son sus consumos, su capacidad de ahorro, qué noticias le llegan, cómo utiliza las redes sociales, qué votó en elecciones pasadas, su ideología y la seguridad con que decide su voto.
Si una encuesta para la provincia de Buenos Aires usualmente contacta a una muestra de entre 800 y 1000 personas, con una tasa de no respuesta cada vez más alta, aquí tenemos a 1600 agentes sintéticos que responden pacientemente a todo lo que nos animemos a preguntarles y que son una muestra representativa de la totalidad de lo votantes. La información se genera a partir de múltiples datos disponibles, como los del INDEC, la Encuesta Permanente de Hogares y otras fuentes de información pública, además de estudios de consumo de medios y de redes sociales, estudios cuantitativos y cualitativos, noticias de lo que sucede en el país que van alimentando a AugrIA.
El laboratorio de Methodo no se parece a un lugar mágico. Son computadoras encendidas, pantallas llenas de gráficos, conversaciones transcritas, simulaciones que se ejecutan en silencio. Y, sin embargo, ahí ocurre algo que antes parecía imposible: los datos empiezan a comportarse como personas. A veces, cuando las simulaciones corren, alguna de las quince personas del equipo se queda mirando las pantallas en silencio. En una, un agente “habla” sobre una medida económica hipotética. En otra, un agente “siente” que esa medida amenaza su bienestar. Ambos son algoritmos, pero el intercambio parece humano: una conversación que nadie pronunció, pero que podría suceder mañana.
Si una encuesta para la provincia de Buenos Aires contacta a una muestra de entre 800 y 1000 personas, aquí tenemos a 1600 agentes sintéticos que responden a todo.
AugurIA se probó primero en un terreno desafiante: el consumo. Se realizaron entrevistas a personas que estaban por tomar decisiones de compra. Primero, una entrevista en profundidad para construir al agente sintético; luego, otra entrevista noventa días después, cuando la compra ya se había concretado. El resultado fue desconcertante: el 78% de los entrevistados acertó sobre lo que haría con su consumo; los agentes sintéticos anticiparon el 84%. Una versión digital del yo supo mejor lo que haría el yo de carne y hueso. Somos mucho más predecibles de lo que nos gusta reconocer.
Después buscamos ir más allá: experimentar con AugurIA en la provincia de Buenos Aires durante las últimas elecciones legislativas. En septiembre, se registraba una diferencia de dieciocho puntos entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza. Era un número sorprendente: se alejaba radicalmente del consenso de las encuestadoras de la opinión pública. Decidimos no hacerlo público: el método seguía en etapa experimental y preferimos mantener la cautela. Finalmente, la distancia en la elección fue de 14 puntos. Podíamos seguir afinando.
Al comenzar a medir la elección de octubre, la brecha se redujo a seis puntos. Luego estalló el escándalo del candidato José Luis Espert por sus vínculos con el narcotráfico y la distancia volvió a ampliarse: los agentes mostraban ahora una diferencia de más de diez puntos. Ese episodio alteró el tablero. Días después, Espert renunció a su candidatura y fue reemplazado por Diego Santilli, quien encabezará la boleta única (que se utilizará por primera vez) pero no figura en ella, porque las boletas ya estaban impresas. En este país vertiginoso, se suman los acuerdos con Estados Unidos, el subibaja de los mercados, novedades sobre el caso Libra y una larga lista de sorpresas preelectorales que se van cargando a AugurIA para que haga sus predicciones.
Los agentes sintéticos son una versión digital del yo que suelen saber qué hacer mejor que el yo de carne y hueso.
Cómo afectarán estas noticias a la percepción del electorado es algo que Methodo aún sigue modelando y que probablemente siga estudiando hasta horas previas a la elección. Para la provincia de Buenos Aires, las estimaciones dan una victoria de Fuerza Patria por sobre La Libertad Avanza de entre 5 y 9 puntos, dependiendo del nivel de participación: cuando la simulación estima una participación del 62%, como en la última elección en la Provincia, los números dan entre 8 y 9 puntos de diferencia, pero cuando la participación se acerca al 70%, la diferencia se reduce a 5 ó 6 puntos.
Estas predicciones no contemplan entrevistas en profundidad, lo cual permitiría un nivel de precisión mayor, como sucedió con la experimentación sobre el consumo. Más que anticipar el resultado electoral, lo que se busca comprender es cómo se puede utilizar la inteligencia artificial para suplantar las limitaciones de las encuestas, cómo una secuencia de eventos puede reconfigurar emocionalmente a un proceso político y cómo se puede perfeccionar la herramienta en el futuro haciendo una combinación de técnicas cuantitativas y cualitativas, que incluya entrevistas.
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Durante siglos, los humanos intentamos anticipar lo que todavía no había ocurrido. Los romanos miraban el cielo: el vuelo de los pájaros era una señal de victoria o desastre. Los griegos consultaban oráculos, los chinos observaban el movimiento de las estrellas. Cada época tuvo su forma de leer el futuro. La nuestra —al menos hasta ahora— fue la encuesta.
Pero las encuestas siempre tuvieron limitaciones: en la década del ’60 del siglo pasado Elizabeth Noelle-Neumann advertía sobre cómo por miedo al aislamiento social la gente prefería no dar una opinión contraria a la mayoría y cómo esto generaba una “espiral de silencio” difícil de capturar. En su famosa conferencia “La opinión pública no existe”, Pierre Bourdieu afirmaba que las encuestas generaban la sensación de que existía una opinión, que no era más que la agregación estadística de opiniones preguntadas con un sentido político determinado, asumiendo que todas las personas tienen algo para decir y que todas las opiniones valen lo mismo. Algo similar a la idea de la “borrachera democrática” de Alain Minc, que decía que los gobiernos quedaban cada vez más atrapados por la tiranía de las encuestas de opinión tratando de bailar al ritmo de los contestadores de encuestas.
¿Y si los problemas que desvelaban a estos intelectuales se disipan? Ya no más personas que esconden lo que piensan o que deciden no responder, ya no más un grupo de preguntas reducido a un cuestionario administrado a pocos casos, ya no más muestras representativas sino el mapa que imaginaba Borges de la misma escala del territorio.
Más que anticipar el resultado electoral, se busca comprender cómo una secuencia de eventos puede reconfigurar emocionalmente un proceso político.
Pero la inteligencia artificial también tiene sus límites: “no puede pensar porque no se le pone la piel de gallina”, dice Byung-Chul Han. Le falta la vibración analógica, la emoción que los datos no pueden medir. Es ese “factor humano” que necesitaba la computadora de Asimov para ser infalible. Y supone riesgos: ¿si además de las encuestas ya tampoco son necesarias las elecciones? ¿Qué futuro le espera a la democracia atravesada por la inteligencia artificial?
El desafío no está en producir certezas matemáticas ni mapas inservibles, sino en acercarse a las emociones que mueven nuestras decisiones. En cada simulación, detrás de cada número, la búsqueda es por leer la tensión, la duda, el deseo o el miedo que empuja a una persona a elegir. Entender el sufrimiento, la emoción y la belleza de lo humano. Porque toda predicción, si no incluye compasión, es apenas estadística. En un mundo saturado de ruido, escuchar es el acto más radical de todos.
Mirar el comportamiento humano desde los datos implica una forma nueva de poder: la de comprender sin pedir permiso. ¿Hasta dónde puede llegar la observación antes de volverse vigilancia? La diferencia está en la intención. La predicción siempre fue una forma de poder. Lo sabían los oráculos, lo aprendieron los encuestadores y hoy lo intuyen los programadores. Quien puede anticipar el comportamiento ajeno tiene, de algún modo, la capacidad de performar la realidad. Pero también una responsabilidad: no usar la inteligencia artificial como herramienta de control, sino de comprensión.
Este domingo los argentinos volvemos a las urnas. En un país que nos tiene acostumbrados a la imprevisibilidad, tal vez esté naciendo un instrumento que entienda mejor que nosotros mismos qué es lo que queremos y hacia dónde vamos.
Este 11 de octubre se cumplen 140 años del nacimiento de Alicia Moreau de Justo, médica, feminista, socialista y luchadora incansable por los derechos políticos y sociales de las mujeres argentinas. Su vida fue una batalla constante por la igualdad, la educación y la justicia social, desde el aula y desde la calle.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
El 11 de octubre de 1885 nacía en Londres una niña llamada Alicia Moreau, que poco después se convertiría en una de las figuras más trascendentes del siglo XX argentino. Llegó al país siendo apenas una niña, junto a sus padres exiliados por razones políticas. Años más tarde, su compromiso con la libertad y la justicia la transformaría en una pionera del feminismo y del pensamiento socialista argentino.
Su nombre se asocia a luchas que aún hoy siguen vigentes: el voto femenino, la igualdad salarial, la educación pública y la defensa de la salud como derecho. Fue médica cuando pocas mujeres podían siquiera acceder a la universidad, y activista cuando serlo significaba desafiar todos los mandatos sociales.
Una mujer adelantada a su tiempo
Alicia Moreau de Justo se recibió de médica en 1914, en una época en la que el ámbito científico era casi exclusivo de los hombres. Desde entonces combinó su práctica profesional con un intenso trabajo político y social. Fundó el Centro Feminista y fue una de las organizadoras del Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, en 1910, desde donde reclamó por la educación mixta, la igualdad de derechos civiles y la protección laboral de las mujeres.
Su militancia se consolidó en el Partido Socialista, donde conoció a Juan B. Justo, su compañero de vida y de ideales. Juntos impulsaron un proyecto de país basado en la justicia social, la educación pública, la organización obrera y la igualdad de oportunidades. Tras la muerte de Justo, Alicia continuó su labor política y se convirtió en una de las dirigentes más respetadas del movimiento socialista, una voz lúcida frente a las injusticias del poder conservador y los autoritarismos militares.
El voto femenino y la lucha por la ciudadanía
Décadas antes de la sanción del voto femenino, Alicia Moreau ya recorría el país organizando charlas, congresos y manifestaciones. En 1918 fundó la Unión Feminista Nacional, desde donde impulsó el derecho al sufragio y la participación política de las mujeres.
En 1947, cuando se aprobó finalmente la ley de voto femenino, impulsada por Eva Perón, Alicia celebró el logro sin mezquindades, pese a las diferencias ideológicas con el peronismo. Lo importante, decía, era que las mujeres argentinas por fin tuvieran voz y voto. Esa actitud la convirtió en una referente transversal del feminismo nacional: su compromiso estaba por encima de las banderas partidarias.
Médica, educadora y pacifista
Además de su labor política, Alicia fue una médica ejemplar. En los hospitales públicos de Buenos Aires se destacó por su atención a mujeres y niños en situación de vulnerabilidad. También promovió campañas de prevención sanitaria y educación sexual en tiempos en que esos temas eran tabú.
Durante las décadas del 50 y 60, fue una de las fundadoras de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y del Movimiento por la Paz, desde donde denunció la violencia institucional y las persecuciones políticas. Se opuso con valentía a las dictaduras, defendiendo la libertad de expresión y la democracia, aun cuando eso le valió censura y vigilancia.
Un legado que no envejece
Alicia Moreau de Justo murió en 1986, a los 100 años, lúcida y activa hasta el final. Había visto nacer la democracia recuperada y confiaba en que las nuevas generaciones continuarían su lucha. Su vida atravesó tres siglos y fue coherente con una idea simple y poderosa: que una sociedad justa solo puede construirse si las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, y si el Estado está al servicio de los más humildes.
A 140 años de su nacimiento, su ejemplo sigue iluminando los debates actuales sobre igualdad, salud pública, derechos laborales y equidad de género. En una Argentina donde los discursos de odio y la desigualdad resurgen con fuerza, recordar a Alicia Moreau de Justo no es un gesto de nostalgia: es un acto de resistencia y memoria feminista.
Las fuertes oscilaciones que tuvo este lunes la cotización del dólar que arrancó la jornada desplomándose y luego subió fuerte, en el mercado la atribuyeron a una decisión del Tesoro norteamericano que aprovechó el previsible derrumbe post electoral del dólar para recuperar parte de los dólares invertidos y de paso hacerse de una ganancia interesante.
La jugada, aseguran, habría sido ejecutada a través de sus bancos de siempre, JP Morgan, Citi y Santander, que operan como brazo largo del Tesoro en los mercados emergentes.
El dólar, que llegó a caer hasta los $1.320 en las primeras horas de la mañana, rebotó con fuerza para cerrar en $1.460. El salto encendió el tablero en las mesas de dinero, donde algunos leyeron la intervención como una señal que el Tesoro de Estados Unidos no solo vende cuando quiere ayudar al gobierno libertario, sino que también compra cuando el precio se derrumba. Micromanagement del peso argentino.
«Es la típica operación de Bessent y compañía: primero empujan y después salen a precio de ganga», resumió un operador porteño.
La escena fue cinematográfica: en cuestión de horas, el humor financiero dio una vuelta completa. A las 10 de la mañana, el dólar oficial caía de $1.515 a $1.370, casi un 10% en una hora. Al mediodía, el billete recuperaba 50 pesos y se ubicaba en torno a $1.420. En el tramo final, con las pantallas de BYMA encendidas y las mesas al rojo vivo, la divisa trepó hasta $1.460, donde terminó el día.
En el mercado mayorista el movimiento fue similar: piso en $1.350, cierre en $1.435. La volatilidad fue tal que algunos la compararon con una corrida «a la inversa»: no por fuga, sino por entrada. «Cuando el tipo de cambio cae 200 pesos y el Tesoro de EE.UU. aparece comprando, no es una corrida, es una aspiradora de dólares», bromeó un gestor local. En esa lógica, el derrumbe inicial habría sido una trampa perfecta para los fondos globales que venían expectantes de una señal de estabilización.
Es la típica operación de Bessent y compañía: primero empujan y después salen a precio de ganga.
Pero el Gobierno si tuvo una mejora financiera importante. El riesgo país, que venía en 1.080 puntos el viernes, se derrumbó 40% para cerrar en 650 puntos basicos. Una mejora impresionante, aunque la tasa de financiamiento sigue siendo prohibitiva: el 11% anual en dólares, un nivel que sigue dejando a la Argentina fuera de los mercados voluntarios.
El telón de fondo es político: el triunfo libertario tranquilizó los mercados. Desde la noche misma de la elección, los primeros indicios ya estaban ahí: el dólar cripto se desplomó y las acciones argentinas en Wall Street se dispararon hasta un 40% en el premarket.
El lunes por la mañana, la tendencia se consolidó. Los bonos rebotaron entre 15% y 23%, mientras las ADR de los bancos, grandes perdedores de las últimas semanas, encabezaban la recuperación con subas de hasta 50%.
En Nueva York, los bancos y energéticas argentinas lideraron el ranking de subas: Galicia, Macro y BBVA se dispararon más de 45%. Las acciones de YPF también acompañaron el rally. Los bonos globales, en tanto, cerraron la jornada con alzas de dos dígitos: el AL30 saltó 18%, el GD35 trepó 22%.
Aun así, los operadores más veteranos pidieron cautela. «El alivio es técnico, no estructural. Todavía no esta resuelto el problema de solvencia del país», advirtió un portfolio manager desde Miami. Otro fue más filosos: «Esto no es confianza, es oportunismo».
Así como las afirmaciones terraplanistas no modifican el hecho de que la Tierra sea redonda, así como los movimientos antivacunas no cambian la naturaleza contagiosa del Covid, el conservadurismo cultural, expresado hoy por fuerzas como las que lideran Javier Milei y Donald Trump, no modifica esta realidad: las sociedades humanas son constitutivamente diversas, heterogéneas y desiguales; en todas las comunidades humanas, pero aun más en aquellas donde existen el dinero y el Estado, hay multiplicidades y hay disparidades.
Qué hacer con esta diversidad es un debate que viene concentrando la mayor parte de la historia ideológica, filosófica y política, y que por supuesto no está saldado. Dentro de estas controversias, uno de los capítulos centrales es el concepto de libertad, que ha sido utilizado por la extrema derecha como una de sus banderas. Para los conservadores, hoy llamados libertarios, la libertad se basa en la idea de que somos todos iguales: un rico y un pobre son consecuencia del modo distinto en que cada uno usó sus posibilidades. En esta mirada, la desigualdad fáctica es una consecuencia de una igualdad ontológica. Para las corrientes conservadoras, la libertad agiganta desigualdades. El rol del Estado, además de garantizar seguridad y justicia, debe ser restringir la diversidad: el Estado, que no debería cobrar impuestos, sí debe decretar que hay dos géneros, que la familia debe estar constituida de cierta manera y que las mujeres no pueden disponer de sus cuerpos.
Desde una mirada democrática y progresista que asume que las sociedades son por naturaleza diversas, en cambio, la igualdad es algo a construir. Pero esa perspectiva hoy está a la defensiva. A través de una serie de subterfugios de ingenieros del caos, la posición histórica que conjuga liberalismo cultural, pluralismo político y justicia social ha sido estigmatizada como “woke” o “progresista”. La expresión “woke” surgió en Estados Unidos, un territorio de alta intensidad en la batalla cultural, en referencia a “despertar” (awake) ante la discriminación (“despierto” en el sentido de “concientizado”); pero hoy se usa de modo despectivo, que es la connotación que le dio Milei en su discurso en Davos. Como si las personas que descienden de esclavos o de pueblos originarios, como si las mujeres, que hasta hace setenta años no podían votar, hoy, justamente porque se reconocieron algunas de esas desigualdades, contaran con privilegios.
La derecha conservadora está presente en distintas corrientes políticas, del mismo modo que la corriente que defiende las diversidades está presente –aunque no de modo uniforme– en partidos distintos. En Argentina, el peronismo, el radicalismo, el socialismo y la izquierda cuentan entre sus integrantes con personas que defienden este punto de vista. Se trata de una corriente que busca principalmente dos metas: que las personas y los grupos sean cada vez más libres, y que esa libertad se sostenga en formas igualitarias que la hagan real y no puramente declarativa o formal. Es una corriente de opinión que pone en escena grandes tradiciones culturales de la modernidad, heredadas de la Revolución Francesa y la Estadounidense, y que no tiene una única posición en materia de desarrollo económico, justicia distributiva o lucha por la igualdad. Ese “progresismo” no está en contra de ninguna religión, pero sí lucha por una separación completa de cualquier religión y del Estado. Ninguna ley puede sustentarse en creencias religiosas. Pero sí debe haber leyes que, por motivos universalistas, exijan el respeto de todas las religiones. Esta perspectiva, sometida hoy a una fuerte ofensiva, merece una reflexión autocrítica.
Acerca de la autocrítica
La hegemonía cultural de la extrema derecha impacta en el campo progresista. ¿Los movimientos por la libertad de las diversidades se “pasaron de rosca”? La ofensiva cultural de Milei y las derechas extremas, la derrota electoral del peronismo y los niveles de inflación y pobreza que dejó el gobierno de Alberto Fernández han planteado ese debate. ¿Hay una incidencia de la lucha por las diversidades en el oscurantismo que estamos viviendo hoy? ¿No habremos ido demasiado lejos? ¿Se puede seguir sosteniendo la defensa del colectivo LGTBQi+ en el contexto actual?
Los procesos sociales y políticos siempre son imperfectos. Conocer esas imperfecciones, practicar la autorreflexión, es clave para mejorarlos. Por otro lado, se trata de movimientos profundos y de larga duración. En Argentina, por ejemplo, el movimiento masivo de mujeres de los últimos años comenzó en 2015 con el “Ni Una Menos”, una gigantesca movilización contra la violencia de género. ¿Frenar el reclamo contra los asesinatos de mujeres hubiera sido “menos radicalizado”? Y hoy, ¿qué está más vigente? ¿El reclamo de que no mueran más mujeres por el hecho de ser mujeres o la propuesta oficial de retirar del Código Penal el agravante por femicidio?
La autocrítica no equivale a autoflagelación; debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican. Entre las múltiples causas que produjeron esta nueva etapa histórica global de las derechas extremas están, en efecto, los profundos déficits de la izquierda, la centroizquierda y los partidos tradicionales. Pero no coincido con quienes, subidos a la marea reaccionaria, afirman que la culpa es del progresismo, de un supuesto “wokismo” o de una “excesiva” ampliación de derechos civiles. Ese argumento puede terminar en diputados que voten con Milei regresiones culturales o puede llevar a un catolicismo de gobierno en contra de la libertad de las personas y los grupos. Empieza cuestionando el DNI no binario y termina aboliendo el divorcio.
Pero entonces, ¿cuáles son esos errores de la izquierda? Si hubiera que elegir uno, diría lo siguiente: mientras las vocaciones igualitarias y de justicia social se tornaban cada vez más difíciles de lograr, en gran parte por no tener una alternativa concreta al capitalismo neoliberal, la izquierda avanzó con leyes y políticas tendientes a garantizar derechos civiles. Dependiendo de los países, se avanzó en materia de identidad de género, aborto, discriminación positiva, educación sexual, matrimonio igualitario, derechos de los pueblos originarios y los migrantes. Cuantas más dificultades aparecían en materia económica y social, cuanto más complicado se hacía sostener el horizonte de movilidad social, más se acentuaron estos derechos como compensación.
La autocrítica no equivale a autoflagelación: debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican.
Ese fue el gran problema. Las libertades civiles no pueden compensar el fracaso económico o social. Si son las únicas banderas que se agitan cuando se desfinancia el Estado de Bienestar, se retiran regulaciones públicas o se producen escaladas inflacionarias, como en el caso argentino, se corre el riesgo de que las fuerzas democráticas queden reducidas y debilitadas. Los límites para corregir o superar el neoliberalismo los terminan pagando los avances en materia de diversidad o pluralismo.
Mi primera tesis es que, frente a quienes creen que la ampliación de libertades favoreció a la derecha extrema, creo que su causa es el fracaso económico.
En segundo lugar, la cuestión de los particularismos. Mientras Martin Luther King buscó cambios que mejoraran la desigualdad estructural de la sociedad norteamericana, muchas políticas de la identidad del siglo XXI se concentraron en derechos particulares. Y es difícil pedirles algo más que simpatía pasiva o inactividad a quienes no están directamente involucrados en la conquista de un derecho. Esto no implica que movimientos como “Ni Una Menos”, “Black Lives Matter” o la “Marcha anti-fascista” de febrero de 2025 no hayan sido señales contundentes en la dirección correcta, sino simplemente llamar la atención sobre cuál puede ser el alcance de esas convocatorias.
Algo similar ocurre con el “lenguaje inclusivo”. Se trata de un cambio cultural crucial, que busca ampliar libertades e incluir diversidades. Pero debe expandirse a partir de la posibilidad, no como imposición. Los mayores fracasos del cambio cultural ocurrieron cuando se pretendió imponer a través de prescripciones. El liberalismo cultural busca ampliar, no restringir, las posibilidades de las personas.
El caso de las cuotas
Muchas veces, en lugar de luchar por cambiar una legislación, una política o un presupuesto, las reivindicaciones progresistas se enfocaron en personas concretas: los varones blancos, incluyendo casos de punitivismo extra-judicial, como escraches a adolescentes, altamente polémicos. En aquellos casos, hubo voces feministas potentes que alertaron que el feminismo no surgió para cambiar al dueño del poder del patriarcado, sino para modificar un tipo de poder y de dominación. El punitivismo y la cultura de la cancelación fueron algunos de los errores más graves. Pero no es verdad que sean inherentes a los reclamos por la diversidad y la libertad: fueron casos minoritarios en causas justas.
Detrás de este tipo de cuestiones aparece un problema que vale la pena debatir a futuro: la tensión entre lo particular y lo universal. Si cada uno de los grupos discriminados reclamara sólo para sí mismo, si todo se tradujera en una simple cuota por grupo, a largo plazo se terminarían socavando algunos de los consensos culturales necesarios para mantener las políticas de acción afirmativa. Un ejemplo es el de las universidades. En la mayoría de los países del mundo existe un sistema de examen de ingreso a la universidad y cupos por carrera. Al observar las universidades se hacía evidente que la abrumadora mayoría de los alumnos eran varones blancos. Eso llevó a reclamar políticas de cuotas raciales, étnicas y nacionales, como las que se terminaron concretando en Estados Unidos y Brasil. Este sistema garantizaba una mayor presencia de diversidades, restando lugares a los blancos. Pero, ¿qué quedaba, por ejemplo, para los blancos pobres? ¿Quién se preocupó de su situación? En muchos casos fueron los grandes olvidados, lo que contribuyó a que volcaran su respaldo a fuerzas políticas conservadoras que dicen defenderlos. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera incluido una cuota general para los estudiantes de colegios públicos de bajos recursos en el ingreso a la universidad? Mientras en un terreno puramente cultural la especificidad por grupo es adecuada, en cuotas vinculadas a desigualdades puede no producir las consecuencias buscadas.
En un mundo dominado por la incertidumbre económica, en el que se achican los recursos públicos, muchos países optaron por un modelo de cuotas para asegurar la presencia de los grupos discriminados no sólo en el acceso a la universidad sino también al empleo público –y en ocasiones al empleo privado–. Esto implica que los logros de la ampliación hacia los sectores discriminados se hicieron sobre la base de una reducción relevante de la participación de los sectores anteriormente privilegiados. Y esta estrategia, correcta desde un punto de vista filosófico, se topa con un problema político. Las personas de carne y hueso que se ven afectadas, que no logran ingresar a la universidad o no consiguen empleo, se van pasando en masa al ejército del “contragolpe cultural”, esperando el surgimiento de un Trump, un Milei o cualquier otro líder que proponga revertir la situación.
Se trata de un error recurrente del progresismo: no percibir el dolor de las víctimas de sus políticas, y no elaborar una respuesta. Mi punto es sencillo: si se presuponen las restricciones económicas, como de hecho las aceptaron la mayoría de las fuerzas de centroizquierda en Europa y América, que los perdedores de la discriminación positiva pasen al otro lado es inexorable. Pero si se cuestiona un modelo que reduce los impuestos a la riqueza y desfinancia al Estado, y se usa ese dinero para ampliar el acceso a la universidad y el empleo, logrando mejorar la diversidad sin afectar drásticamente los espacios previos, la base política de la derecha extrema quedará reducida. Es cierto que esto no es posible para los varones privilegiados, que inexorablemente se verán afectados: será necesario pensar una política cultural específica para ellos.
La defensa de la libertad
Estamos ante un feroz ajuste a las libertades y es urgente emprender una fuerte defensa de políticas por la libertad basada en igualdades. La libertad, convertida en el eslogan hueco de la extrema derecha, no puede ser resignada por las fuerzas democráticas y progresistas. El principio básico de la lucha por la libertad es maravilloso: que las personas y los grupos puedan autorrealizarse en todas las dimensiones de la vida. Esto incluye su identidad de género, étnica, nacional, local, religiosa, así como su libertad de expresión, en la familia, en el trabajo…
Esas libertades tienen un requisito: un piso de igualdad, porque quien sufre desnutrición no puede ser libre, quien no puede acceder a la escuela no puede ser libre. Una comunidad libre es aquella que garantiza un piso de igualdad para todos sus miembros.
Los libertarios conservadores de la extrema derecha afirman que ser iguales es que cada uno se las arregle como pueda. Es una propaganda basada en la negación de la historia tal como sucedió. Los esclavos existieron hasta el siglo XIX bajo el imperio de la ley, y los afrodescendientes continúan siendo discriminados en prácticamente todos los países de América y Europa hasta hoy. La conquista colonial existió. El patriarcado y la desigualdad de géneros existieron… y todavía existen. En muchos países las mujeres votan recién desde hace algunas décadas. Y en la mayoría de los países europeos y americanos jamás hubo una presidenta o una primera ministra mujer. El capitalismo, por su parte, tiene mecanismos poderosos para reproducir la desigualdad de clases entre generaciones: a través de la herencia y también de la “herencia de clase”. La mayoría de los hijos de personas pobres son pobres. La movilidad social ascendente está en crisis en la mayoría de los países, y los mecanismos sociales que la hacían posible se están debilitando a un ritmo vertiginoso. Los libertarios conservadores quieren liquidar esos mecanismos, del mismo modo que se proponen atacar las leyes que tienden a asegurar libertades vinculadas a la diversidad y la disidencia. Esto implicará también contrarrestar su ofensiva individualista poniendo en valor la solidaridad, lo común y lo público. Enfrentar políticamente aquel proyecto exige autorreflexión y determinación.
Raúl Jalil salió de la reunión del jueves con Javier Milei convencido de que puede apoyar la reforma laboral sin que el peronismo tenga autoridad para cuestionarlo, después de haber ganado su provincia con más de 10 puntos de ventaja.
El gobernador catamarqueño soportó críticas del kirchnerismo durante los dos primeros años de gestión libertaria, por haber enviado a sus diputados a respaldar el RIGI o los vetos presidenciales a los aumentos para las universidades y los jubilados en 2024. Sin embargo, ahora se siente reivindicado por las urnas, donde cosechó 45,66 por ciento de los votos con el sello de Fuerza Patria, relegando a La Libertad Avanza al segundo puesto con 33,63 por ciento.
Los legisladores que le responden actualmente son cuatro: Silvana Ginocchio, Dante López Rodríguez, Fernanda Ávila y Sebastián Nóblega. A partir del 10 de diciembre, Fernando Monguillot y Claudia Palladino relevarán a Ginochio y López Rodríguez, quienes terminan su mandato.
En Catamarca confían que el nuevo cuarteto podría a llegar a funcionar de forma más cohesionada que en la actualidad. Desde que asumió Milei se notó en distintas ocasiones que Ginocchio se diferenciaba de sus colegas catamarqueños y compartía posturas con el kirchnerismo. Como es pareja de Jalil, al gobernador le jugaron la chanza más de una vez con que su esposa era de La Cámpora.
Pero Jalil no está solo en su apuesta colaborativa con la Casa Rosada. Los cordobeses de Martín Llaryora, que aspiran a conformar un bloque de entre 16 y 20 legisladores bajo el sello de Provincias Unidas, también entienden que el mensaje de las urnas fue «que los dirigentes se pongan de acuerdo». «Sabemos que hay reformas laborales y reformas laborales, iremos viendo pero tenemos que ponernos de acuerdo», dijeron a LPO.
Pese a la derrota que sufrieron a manos de Gonzalo Roca, un hombre sin demasiado nivel de conocimiento público que La Libertad Avanza llevó al tope de su lista, en el Panal creen que los libertarios no hicieron una buena elección. «Milei sacó 74 puntos en el ballotage y ahora 42 pero Macri, en las intermedias del 17, sacó 56», dijo un cordobesista.
Llaryora y Pullaro, llegando a Casa Rosada.
Un gobernador peronista que no fue invitado a la tertulia del jueves comentó con sorna que «cada uno (de los gobernadores) fue con su carpetita de reclamos, Milei les pidió que lo banquen pero no les va a cumplir».
En efecto, el chubutense Ignacio Torres pidió que le bajen las retenciones al petróleo, el entrerriano Rogelio Frigerio solicitó que le aumenten de 2 mil a 6 mil millones de pesos mensuales la cuota por el déficit de la caja previsional y el correntino Gustavo Valdés demandó, además de la compensación por jubilaciones, la reactivación de obras públicas nacionales pactadas el 11 de julio de 2024 con el saliente Guillermo Francos.
El ministro de Economía de mi provincia se comunicó con el Ministerio de Economía de la Nación y me dijo que, por lo menos, ahora tienen el mismo número de expediente el gobernador y Toto Caputo.
En una provincia aliada a Milei advirtieron que el cumplimiento de los acuerdos «se va a ver muy rápido, con el presupuesto».
Tal como publicó LPO, los opositores en la Cámara Baja lograron emplazar a la comisión de Presupuesto para que se dictamine el proyecto de ley el próximo martes, algo que Milei quisiera patear para después del recambio parlamentario. Por eso, el oficialismo trabaja sobre los gobernadores para que el peronismo, el pichettismo y los radicales de Facundo Manes se queden sin quórum y el tema se posponga hasta las sesiones extraordinarias.
Gustavo Valdés.
Pese a que la oposición podría reunir la cantidad de firmas suficientes para sacar despacho de mayoría este martes, el panorama se vuelve difuso: Martín Menem exige a los aliados que no se sienten en sus sillas para que los opositores no incorporen partidas para universidades, Garrahan y emergencia en discapacidad. Un legislador de Democracia Para Siempre confesó ante LPO que «la situación es muy vidriosa».
Por caso, un senador de una provincia del norte admitió antes de las elecciones que los gobernadores ya se salteaban el contacto con Francos y hablaban directamente con Luis «Toto» Caputo. Aún así, las dificultades para construir confianza política eran densas: «El ministro de Economía de mi provincia se comunicó con el Ministerio de Economía de la Nación y me dijo que, por lo menos, ahora tienen el mismo número de expediente el gobernador y Toto Caputo», dijo.
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