Vacunación “récord” durante el fin de semana con más de 350 mil dosis aplicadas

De acuerdo a los datos del Monitor Público de Vacunación, fueron distribuidas 15.272.890 vacunas, de las cuales 12.257.297 ya fueron aplicadas: 9.476.406 personas recibieron la primera dosis y 2.780.891 ambas.

El Ministerio de Salud informó este lunes que durante el último fin de semana la aplicación de vacunas contra el Covid-19 “fue récord”, con 156.463 inmunizaciones el sábado y 194.137 el domingo, lo que constituye un total de 350.600 inoculaciones.

“Tenemos que continuar ampliando la campaña de vacunación más grande de la historia del país”, explicó el jefe de Gabinete, Santiago Cafieroal recibir este lunes al vuelo AC 7326/30 de Air Canadá con 2.148.600 dosis de AstraZeneca cuyo componente activo se produjo en la Argentina.

“Es el embarque más grande desde que se inició la entrega de vacunas. Tenemos por delante otras entregas, y esperamos que los envíos sigan siendo así de importantes”, ponderó Cafiero.

A su vez, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, puntualizó que “el escenario que tenemos es de una escalada de vacunación importante”, y apuntó que se van “a completar todos los esquemas de vacunación”.

“El 29 de mayo 156.463 personas recibieron su vacuna, con lo que se transformó en el sábado con más aplicaciones, seguido por el del 24 de abril con 117.670 y el 10 de abril con 112.144 colocaciones”, de acuerdo al informe oficial distribuido esta el lunes por el Gobierno nacional.

En tanto, se explicó que el 30 de mayo se aplicaron 194.137 dosis, más del doble que el domingo que le siguieron en inoculaciones, que fueron el 23 de mayo con 81.918 y el del 25 de abril con 79.755.

En todo el país, durante los dos días del fin de semana fueron 350.600 los argentinos y argentinas que recibieron la inyección como parte del Plan Estratégico para la Vacunación Contra la Covid-19.

De esa forma, en total, se precisó que “en todo el país, durante los dos días del fin de semana fueron 350.600 los argentinos y argentinas que recibieron la inyección como parte del Plan Estratégico para la Vacunación Contra la Covid-19”.

Con la llegada del embarque de este lunes de más de dos millones de dosis de AstraZeneca, la Argentina ya recibió 17.631.945 vacunas, de las cuales 2.785.200 arribaron la semana pasada.

Del total de dosis recibidas desde el inicio del plan de vacunación, se consignó que 8.115.745 corresponden a Sputnik V (6.975.585 del componente 1 y 1.140.160 del componente 2), 4.000.000 a Sinopharm, 580.000 a Astrazeneca – Covishield, 1.944.000 a Astrazeneca por el mecanismo Covax y 2.992.200 a las de AstraZeneca-Oxford, esta última la primera partida de las vacunas cuyo principio activo se produjo en la Argentina.

Hasta este lunes a la mañana, de acuerdo a los datos del Monitor Público de Vacunación, el registro online que muestra en tiempo real el operativo de inmunización en todo el territorio argentino, fueron distribuidas 15.272.890 vacunas, de las cuales 12.257.297 ya fueron aplicadas: 9.476.406 personas recibieron la primera dosis y 2.780.891 ambas.

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    Más allá de «Viva el Rey», los errores garrafales del discurso del embajador de Milei en España

     

    Wenceslao Bunge Saravia demostró que el saco le queda grande.

    Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

    El caso del embajador argentino en España, Wenceslao Bunge Saravia, es una postal perfecta del entreguismo servil y la falta de capacidad de quienes rodean a Milei. Su discurso en Cádiz, donde quedó más cerca de aplaudir a la monarquía que de defender los intereses nacionales, no es un hecho aislado: es parte de una matriz de subordinación que el gobierno exhibe con orgullo.

    Como ya señalamos en la nota de Noticias La Insuperable sobre el “¡Viva el Rey!”, el mileísmo no se preocupa por disimular la genuflexión. Al contrario, la institucionaliza. Lo que debería ser política exterior se reduce a pleitesía y foto protocolar, mientras los problemas reales de los argentinos quedan relegados.

    Pero por qué hablamos de «incapacidad». Pues porque el embajador, papel en mano, no solo titubeó en su discurso, como puede apreciarse en el recorte que subió la misma embajada, sino que además cometió dos errores garrafales.

    Un desastre en tres actos

    La misma cuenta de la Embajada argentina en España, como se ve en la cuenta de Instagram, fue quien seleccionó estos tres momentos del discurso:

    1. Titubeos y «celebración»

    «Este domingo 17, se celebran, se cumplen, 175 años del paso de la inmortalidad de Don General Don José de San Martín», leyó el Embajador

    Más allá del «Don General», repito, papel en mano, indicó en primera instancia que era una instancia de «celebración», aunque luego se corrige. El “Paso a la inmortalidad” es una expresión que por si misma indica que se recuerda el fallecimiento de San Martín: no un nacimiento ni un logro festivo. Es un acto de memoria histórica, no de fiesta. Implica recordar y honrar a alguien o un hecho histórico con respeto, reflexión y homenaje.

    • 2. Error histórico

    «Evocamos no solo la gesta libertadora de América, sino también los lazos entrañables que lo unen con Cádiz y con España. San Martín, en el hecho de su muerte, dijo, seamos libres y lo demás no importa».

    En primera instancia aclaremos que la frase exacta es «seamos libres y lo demás no importa nada». No es un hecho menor la corrección, recordemos que el Embajador está leyendo, lo cual demuestra taxativamente lo mal preparado de su discurso.

    Pero peor aún, no es para nada una frase que San Martín haya enarbolado en su lecho de muerte, sino que la escribió 31 años antes, y constituyó el concepto central de la Orden General que dirigió a su ejército desde Mendoza, el 27 de julio de 1819.

    Repito: alguien escribió ese discurso y su desidia es llamativa.

    La Orden General del 27 de julio de 1819, emitida por José de San Martín al Ejército de los Andes, se inscribe en un contexto histórico de gran tensión y determinación estratégica. En ese momento, las fuerzas patriotas habían logrado victorias significativas en Chile, pero la lucha por la independencia aún enfrentaba desafíos considerables. San Martín, consciente de las dificultades materiales y humanas, utilizó esta orden para fortalecer la moral de sus tropas y reafirmar el compromiso con la causa de la libertad. Como señala el historiador Esteban Domina, la frase «seamos libres y lo demás no importa nada» sintetiza la convicción del Libertador de que la independencia era el objetivo supremo y debía priorizarse por encima de cualquier sacrificio inmediato.

    Este pronunciamiento también se vincula estrechamente con el Plan Continental de San Martín, una estrategia que abarcaba la liberación de Argentina, Chile y Perú del dominio colonial español. El plan contemplaba la formación de un ejército en Mendoza, el cruce de la Cordillera de los Andes para liberar Chile y, desde allí, avanzar hacia Lima para atacar el centro del poder español en América. Según el análisis de Domina, la orden de 1819 subraya la disposición de San Martín y su ejército para enfrentar las adversidades con tal de alcanzar la independencia total, fortaleciendo la moral y la cohesión del Ejército de los Andes.

    En definitiva, la Orden General del 27 de julio de 1819 no solo es un documento histórico, sino una manifestación del liderazgo de San Martín, quien supo inspirar a sus tropas con ideales de libertad y sacrificio. Tal como enfatiza Norberto Galasso, el mensaje era un llamado a priorizar la independencia sobre cualquier dificultad cotidiana, consolidando a San Martín como una figura central en la historia de la independencia de América Latina.

    • 3. Y por último, la genuflexión

    «Nuevamente, gracias por su presencia, viva Argentina, viva San Martín, viva Cádiz, viva España, viva el rey, viva la libertad».

    ¿Se imaginan la reacción de San Martín si lo escuchase?

     

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  • ¿Cómo enfrentar el “contragolpe cultural”?

     

    Así como las afirmaciones terraplanistas no modifican el hecho de que la Tierra sea redonda, así como los movimientos antivacunas no cambian la naturaleza contagiosa del Covid, el conservadurismo cultural, expresado hoy por fuerzas como las que lideran Javier Milei y Donald Trump, no modifica esta realidad: las sociedades humanas son constitutivamente diversas, heterogéneas y desiguales; en todas las comunidades humanas, pero aun más en aquellas donde existen el dinero y el Estado, hay multiplicidades y hay disparidades.

    Qué hacer con esta diversidad es un debate que viene concentrando la mayor parte de la historia ideológica, filosófica y política, y que por supuesto no está saldado. Dentro de estas controversias, uno de los capítulos centrales es el concepto de libertad, que ha sido utilizado por la extrema derecha como una de sus banderas. Para los conservadores, hoy llamados libertarios, la libertad se basa en la idea de que somos todos iguales: un rico y un pobre son consecuencia del modo distinto en que cada uno usó sus posibilidades. En esta mirada, la desigualdad fáctica es una consecuencia de una igualdad ontológica. Para las corrientes conservadoras, la libertad agiganta desigualdades. El rol del Estado, además de garantizar seguridad y justicia, debe ser restringir la diversidad: el Estado, que no debería cobrar impuestos, sí debe decretar que hay dos géneros, que la familia debe estar constituida de cierta manera y que las mujeres no pueden disponer de sus cuerpos.

    Desde una mirada democrática y progresista que asume que las sociedades son por naturaleza diversas, en cambio, la igualdad es algo a construir. Pero esa perspectiva hoy está a la defensiva. A través de una serie de subterfugios de ingenieros del caos, la posición histórica que conjuga liberalismo cultural, pluralismo político y justicia social ha sido estigmatizada como “woke” o “progresista”. La expresión “woke” surgió en Estados Unidos, un territorio de alta intensidad en la batalla cultural, en referencia a “despertar” (awake) ante la discriminación (“despierto” en el sentido de “concientizado”); pero hoy se usa de modo despectivo, que es la connotación que le dio Milei en su discurso en Davos. Como si las personas que descienden de esclavos o de pueblos originarios, como si las mujeres, que hasta hace setenta años no podían votar, hoy, justamente porque se reconocieron algunas de esas desigualdades, contaran con privilegios.

    La derecha conservadora está presente en distintas corrientes políticas, del mismo modo que la corriente que defiende las diversidades está presente –aunque no de modo uniforme– en partidos distintos. En Argentina, el peronismo, el radicalismo, el socialismo y la izquierda cuentan entre sus integrantes con personas que defienden este punto de vista. Se trata de una corriente que busca principalmente dos metas: que las personas y los grupos sean cada vez más libres, y que esa libertad se sostenga en formas igualitarias que la hagan real y no puramente declarativa o formal. Es una corriente de opinión que pone en escena grandes tradiciones culturales de la modernidad, heredadas de la Revolución Francesa y la Estadounidense, y que no tiene una única posición en materia de desarrollo económico, justicia distributiva o lucha por la igualdad. Ese “progresismo” no está en contra de ninguna religión, pero sí lucha por una separación completa de cualquier religión y del Estado. Ninguna ley puede sustentarse en creencias religiosas. Pero sí debe haber leyes que, por motivos universalistas, exijan el respeto de todas las religiones. Esta perspectiva, sometida hoy a una fuerte ofensiva, merece una reflexión autocrítica.

    Acerca de la autocrítica

    La hegemonía cultural de la extrema derecha impacta en el campo progresista. ¿Los movimientos por la libertad de las diversidades se “pasaron de rosca”? La ofensiva cultural de Milei y las derechas extremas, la derrota electoral del peronismo y los niveles de inflación y pobreza que dejó el gobierno de Alberto Fernández han planteado ese debate. ¿Hay una incidencia de la lucha por las diversidades en el oscurantismo que estamos viviendo hoy? ¿No habremos ido demasiado lejos? ¿Se puede seguir sosteniendo la defensa del colectivo LGTBQi+ en el contexto actual?

    Los procesos sociales y políticos siempre son imperfectos. Conocer esas imperfecciones, practicar la autorreflexión, es clave para mejorarlos. Por otro lado, se trata de movimientos profundos y de larga duración. En Argentina, por ejemplo, el movimiento masivo de mujeres de los últimos años comenzó en 2015 con el “Ni Una Menos”, una gigantesca movilización contra la violencia de género. ¿Frenar el reclamo contra los asesinatos de mujeres hubiera sido “menos radicalizado”? Y hoy, ¿qué está más vigente? ¿El reclamo de que no mueran más mujeres por el hecho de ser mujeres o la propuesta oficial de retirar del Código Penal el agravante por femicidio?

    La autocrítica no equivale a autoflagelación; debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican. Entre las múltiples causas que produjeron esta nueva etapa histórica global de las derechas extremas están, en efecto, los profundos déficits de la izquierda, la centroizquierda y los partidos tradicionales. Pero no coincido con quienes, subidos a la marea reaccionaria, afirman que la culpa es del progresismo, de un supuesto “wokismo” o de una “excesiva” ampliación de derechos civiles. Ese argumento puede terminar en diputados que voten con Milei regresiones culturales o puede llevar a un catolicismo de gobierno en contra de la libertad de las personas y los grupos. Empieza cuestionando el DNI no binario y termina aboliendo el divorcio.

    Pero entonces, ¿cuáles son esos errores de la izquierda? Si hubiera que elegir uno, diría lo siguiente: mientras las vocaciones igualitarias y de justicia social se tornaban cada vez más difíciles de lograr, en gran parte por no tener una alternativa concreta al capitalismo neoliberal, la izquierda avanzó con leyes y políticas tendientes a garantizar derechos civiles. Dependiendo de los países, se avanzó en materia de identidad de género, aborto, discriminación positiva, educación sexual, matrimonio igualitario, derechos de los pueblos originarios y los migrantes. Cuantas más dificultades aparecían en materia económica y social, cuanto más complicado se hacía sostener el horizonte de movilidad social, más se acentuaron estos derechos como compensación.

    La autocrítica no equivale a autoflagelación: debe ser una reflexión sobre prácticas y políticas que nos implican.

    Ese fue el gran problema. Las libertades civiles no pueden compensar el fracaso económico o social. Si son las únicas banderas que se agitan cuando se desfinancia el Estado de Bienestar, se retiran regulaciones públicas o se producen escaladas inflacionarias, como en el caso argentino, se corre el riesgo de que las fuerzas democráticas queden reducidas y debilitadas. Los límites para corregir o superar el neoliberalismo los terminan pagando los avances en materia de diversidad o pluralismo.

    Mi primera tesis es que, frente a quienes creen que la ampliación de libertades favoreció a la derecha extrema, creo que su causa es el fracaso económico.

    En segundo lugar, la cuestión de los particularismos. Mientras Martin Luther King buscó cambios que mejoraran la desigualdad estructural de la sociedad norteamericana, muchas políticas de la identidad del siglo XXI se concentraron en derechos particulares. Y es difícil pedirles algo más que simpatía pasiva o inactividad a quienes no están directamente involucrados en la conquista de un derecho. Esto no implica que movimientos como “Ni Una Menos”, “Black Lives Matter” o la “Marcha anti-fascista” de febrero de 2025 no hayan sido señales contundentes en la dirección correcta, sino simplemente llamar la atención sobre cuál puede ser el alcance de esas convocatorias.

    Algo similar ocurre con el “lenguaje inclusivo”. Se trata de un cambio cultural crucial, que busca ampliar libertades e incluir diversidades. Pero debe expandirse a partir de la posibilidad, no como imposición. Los mayores fracasos del cambio cultural ocurrieron cuando se pretendió imponer a través de prescripciones. El liberalismo cultural busca ampliar, no restringir, las posibilidades de las personas.

    El caso de las cuotas

    Muchas veces, en lugar de luchar por cambiar una legislación, una política o un presupuesto, las reivindicaciones progresistas se enfocaron en personas concretas: los varones blancos, incluyendo casos de punitivismo extra-judicial, como escraches a adolescentes, altamente polémicos. En aquellos casos, hubo voces feministas potentes que alertaron que el feminismo no surgió para cambiar al dueño del poder del patriarcado, sino para modificar un tipo de poder y de dominación. El punitivismo y la cultura de la cancelación fueron algunos de los errores más graves. Pero no es verdad que sean inherentes a los reclamos por la diversidad y la libertad: fueron casos minoritarios en causas justas.

    Detrás de este tipo de cuestiones aparece un problema que vale la pena debatir a futuro: la tensión entre lo particular y lo universal. Si cada uno de los grupos discriminados reclamara sólo para sí mismo, si todo se tradujera en una simple cuota por grupo, a largo plazo se terminarían socavando algunos de los consensos culturales necesarios para mantener las políticas de acción afirmativa. Un ejemplo es el de las universidades. En la mayoría de los países del mundo existe un sistema de examen de ingreso a la universidad y cupos por carrera. Al observar las universidades se hacía evidente que la abrumadora mayoría de los alumnos eran varones blancos. Eso llevó a reclamar políticas de cuotas raciales, étnicas y nacionales, como las que se terminaron concretando en Estados Unidos y Brasil. Este sistema garantizaba una mayor presencia de diversidades, restando lugares a los blancos. Pero, ¿qué quedaba, por ejemplo, para los blancos pobres? ¿Quién se preocupó de su situación? En muchos casos fueron los grandes olvidados, lo que contribuyó a que volcaran su respaldo a fuerzas políticas conservadoras que dicen defenderlos. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera incluido una cuota general para los estudiantes de colegios públicos de bajos recursos en el ingreso a la universidad? Mientras en un terreno puramente cultural la especificidad por grupo es adecuada, en cuotas vinculadas a desigualdades puede no producir las consecuencias buscadas.

    En un mundo dominado por la incertidumbre económica, en el que se achican los recursos públicos, muchos países optaron por un modelo de cuotas para asegurar la presencia de los grupos discriminados no sólo en el acceso a la universidad sino también al empleo público –y en ocasiones al empleo privado–. Esto implica que los logros de la ampliación hacia los sectores discriminados se hicieron sobre la base de una reducción relevante de la participación de los sectores anteriormente privilegiados. Y esta estrategia, correcta desde un punto de vista filosófico, se topa con un problema político. Las personas de carne y hueso que se ven afectadas, que no logran ingresar a la universidad o no consiguen empleo, se van pasando en masa al ejército del “contragolpe cultural”, esperando el surgimiento de un Trump, un Milei o cualquier otro líder que proponga revertir la situación.

    Se trata de un error recurrente del progresismo: no percibir el dolor de las víctimas de sus políticas, y no elaborar una respuesta. Mi punto es sencillo: si se presuponen las restricciones económicas, como de hecho las aceptaron la mayoría de las fuerzas de centroizquierda en Europa y América, que los perdedores de la discriminación positiva pasen al otro lado es inexorable. Pero si se cuestiona un modelo que reduce los impuestos a la riqueza y desfinancia al Estado, y se usa ese dinero para ampliar el acceso a la universidad y el empleo, logrando mejorar la diversidad sin afectar drásticamente los espacios previos, la base política de la derecha extrema quedará reducida. Es cierto que esto no es posible para los varones privilegiados, que inexorablemente se verán afectados: será necesario pensar una política cultural específica para ellos.

    La defensa de la libertad

    Estamos ante un feroz ajuste a las libertades y es urgente emprender una fuerte defensa de políticas por la libertad basada en igualdades. La libertad, convertida en el eslogan hueco de la extrema derecha, no puede ser resignada por las fuerzas democráticas y progresistas. El principio básico de la lucha por la libertad es maravilloso: que las personas y los grupos puedan autorrealizarse en todas las dimensiones de la vida. Esto incluye su identidad de género, étnica, nacional, local, religiosa, así como su libertad de expresión, en la familia, en el trabajo…

    Esas libertades tienen un requisito: un piso de igualdad, porque quien sufre desnutrición no puede ser libre, quien no puede acceder a la escuela no puede ser libre. Una comunidad libre es aquella que garantiza un piso de igualdad para todos sus miembros.

    Los libertarios conservadores de la extrema derecha afirman que ser iguales es que cada uno se las arregle como pueda. Es una propaganda basada en la negación de la historia tal como sucedió. Los esclavos existieron hasta el siglo XIX bajo el imperio de la ley, y los afrodescendientes continúan siendo discriminados en prácticamente todos los países de América y Europa hasta hoy. La conquista colonial existió. El patriarcado y la desigualdad de géneros existieron… y todavía existen. En muchos países las mujeres votan recién desde hace algunas décadas. Y en la mayoría de los países europeos y americanos jamás hubo una presidenta o una primera ministra mujer. El capitalismo, por su parte, tiene mecanismos poderosos para reproducir la desigualdad de clases entre generaciones: a través de la herencia y también de la “herencia de clase”. La mayoría de los hijos de personas pobres son pobres. La movilidad social ascendente está en crisis en la mayoría de los países, y los mecanismos sociales que la hacían posible se están debilitando a un ritmo vertiginoso. Los libertarios conservadores quieren liquidar esos mecanismos, del mismo modo que se proponen atacar las leyes que tienden a asegurar libertades vinculadas a la diversidad y la disidencia. Esto implicará también contrarrestar su ofensiva individualista poniendo en valor la solidaridad, lo común y lo público. Enfrentar políticamente aquel proyecto exige autorreflexión y determinación.

     

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  • Nuevos audios ahora meten a Sturzenegger en el escándalo de Spagnuolo

     

    Una nueva filtración de audios de Diego Spagnuolo metieron a Federico Sturzenegger en el escándalo de coimas de la Agencia Nacional de Discapacidad y motorizaron al peronismo a citar al ministro de Desregulación para que dé explicaciones en el Congreso.

    De acuerdo a los audios, Sturzenegger le instruyó al removido director de la Andis a que diera de baja la mayor cantidad de pensiones por discapacidad. Además, Spagnuolo revela que el ministro se oponía a que hubiera una revisación medica de cada uno de los pensionados, sino que pedía darlos de baja de facto.

    “Federico me dijo personalmente que me venían a dar una mano. Decime si me venís a dar una mano o si me venís a controlar o a decirme cómo hacer mi trabajo”, dice el audio de Spagnuolo. “Es todo un desmadre. Se te meten en tu organismo y, sin estar intervenidos, te intervienen”, se quejaba el entonces titular de la Agencia.

    El diputado nacional de Unión por la Patria, Eduardo Valdés, presentó este lunes un proyecto de resolución por el que solicita la citación del ministro de Desregulación para que brinde explicaciones.

    Siempre de acuerdo a los audios, Sturzenegger impulsó el cese de personal de auditoría interna -que pasó de 16 a 5 integrantes- que debía velar por la transparencia de la gestión, además de presionar para disminuir la cantidad de pensiones por discapacidad que otorga la Andis.

    Para Valdés, estas decisiones empujadas por Sturzenegger habrían debilitado los mecanismos de control y facilitado maniobras de corrupción vinculadas a la compra de medicamentos de alto costo.

    El diputado peronista señaló que “no se trata solo de un hecho de corrupción, sino de un ataque directo a los derechos de las personas con discapacidad”. “Estamos frente a un escándalo institucional de enorme gravedad. La Cámara de Diputados tiene la obligación de que el ministro rinda cuentas ante la sociedad”, dijo Valdés.

     

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