Villa Regina no es particularmente una ciudad con una fuerte impronta muralera, si bien está presente la cultura en la calidad y cantidad de artistas con los que contamos, el arte callejero no se percibe en su fachada.
El mural del 8M, realizado en la convocatoria al Paro Internacional de Mujeres 2018 ubicado en Av 9 de julio a un lado de La Hormiga Circular se borró y se blanqueó la pared, es por eso que el Consejo Local de las Mujeres y varias organizaciones locales que suscribieron hicieron circular un comunicado en repudio a ese violento accionar que tuvo como agente ejecutor al Área de la Mujer y Diversidad.
Como toda acción tiene una reacción… y otra, en función de ese escrito la agrupación Disidencias y Comunidad inclusiva quién va a realizar un nuevo mural en esa pared de la garita ubicada en la zona céntrica de la ciudad, respondió con una nota, en este caso explicativa.
Mural convocatoria 8M
Mural blanqueado
“Manifestamos nuestro repudio enérgico a la decisión arbitraria y totalmente innecesaria del Área Mujer y Diversidad que, en absoluto desconocimiento de lo que significa el activismo y la militancia feminista, facilitó y financió a una agrupación para que blanqueara y borrara, sin un ápice de respeto, un mural de producción colectiva realizado en la convocatoria al Paro Internacional de Mujeres 2018 como manifestación por el reconocimiento de las tareas de cuidados como trabajo no remunerado, por la igualdad salarial, contra el acoso laboral y la segregación ocupacional por género”, expresa el comunicado del Consejo de las Mujeres.
Cristina Bay referente del Consejo dijo, “nosotras queremos que mínimamente se respeten ciertos códigos de convivencia entre organizaciones, no podés tapar una realización colectiva por más autorización que tengas. Hay responsabilidad del municipio y también de la Disidencias y Comunidad Inclusiva (DYCI)”.
“Repudiamos el pisoteo del arte en todas sus expresiones y en ese sentido, reivindicamos el reconocimiento del espacio, sobre el que se construyó el mural, como propiedad de la Cooperativa de Trabajo Artístico La Hormiga Circular y no de Obras Púbicas como se quiere sostener para justificar el avasallamiento sobre la voluntad de esta institución”, continua la nota.
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El mural se borró y la pared se blanqueó con el propósito de llevar a cabo un nuevo mural impulsado por la agrupación DYCI a realizarse para el 17 de mayo, f echa en la que se conmemora el “Día Internacional de la lucha contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género”.
No tardó en llegar la nota explicativa y aclaratoria de DYCI en respuesta al repudio expresado por las demás organizaciones con el Consejo de las mujeres a la cabeza.
“Nosotres fuimos los que propusimos el proyecto, pero no fuimos quienes determinamos el lugar de realización. Fue el Área de Mujer y Diversidad del Municipio que nos dijo que el espacio que nos cedían es el paredón de la Calle 9 de Julio. Este paredón es parte de una construcción antigua que utiliza la Dirección de Obras Publicas para guardar herramientas para el mantenimiento de plazas, creemos que por ser utilizada las instalaciones por un Área del Municipio será de su propiedad. Nosotres no somos quienes para hacer una investigación previa de quien es el titular ya que el Área que tiene la administración del lugar ya nos había dado el permiso.”, expresa la nota exceptuándose la agrupación de la decisión del espacio físico donde realizar el mural.
Además agregan que el mural en cuestión estaba realizado por el mismo Área de Mujer y Diversidad del Municipio que fue quien autorizó a realizar el Mural de la Diversidad, que se realizó gracias a la iniciativa del Área y de mujeres que fueron parte, principalmente de la planta de trabajadoras del Municipio. Y además que una de las mujeres precursoras y gestoras del Mural del 8 M fue la Sra. Jaqueline Nievas que se desarrolla en el mismo Área de Mujer y Diversidad actualmente.
Si bien la agrupación DYCI no es responsable de la decisión del espacio como bien lo expresa su nota, también fundamenta algunos puntos por los cuales avala la decisión “El dibujo en cuestión no estaba considerado de interés municipal, tampoco tenía mantenimiento, ya que se encontraba dañado, gastado y arruinado por el paso del tiempo y el abandono. La pared se encontraba con partes de revoque caídas, la pintura estaba saltada y arruinada por las inclemencias del tiempo. Si la idea era visibilizar la lucha consideramos que no es la manera. Primero no solicitando que ese mural sea considerado de interés municipal para que nadie plasme nada sobre el mismo. El objetivo de la Lucha de las mujeres por medio de este mural se había dejado atrás, por las pruebas que hacemos referencia en el presente escrito.”
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Está claro que borrar un mural para hacer otro, no tiene sentido y se contradice en su accionar desde un principio mismo. En una ciudad donde no sobran expresiones culturales de arte callejero que visibilicen luchas, movimientos, que expresen y reflejen factores y variables que enriquecen la ciudad y dan sentido de pertenencia y unidad; es por lo menos un error.
En este sentido la nota de repudio del Consejo de la Mujer expresa: “Consideramos que ninguna manifestación que diga realizarse enarbolando banderas de justicia e igualdad debe, bajo ningún punto de vista, erigirse sobre la destrucción y el ultraje de otras expresiones populares y culturales. Es por ello, que para diferenciarnos de las acciones hostiles y poco empáticas que hemos sufrido con este ultraje, hacemos un llamamiento al diálogo a esta agrupación para que conozca la historia detrás de ese mural y podamos reconstruir de manera conjunta lo que destruyeron.”
Para finalizar la nota de repudio el comunicado dice: “no vamos a ser benevolentes con el Área Mujer y Diversidad del Municipio de Villa Regina ya que para ocupar esos cargos, mínimamente, se debe ser sensible de las cuestiones de género y sus expresiones, sin desentenderse de los diversos recorridos de los feminismos en la historia local. Nos llama la atención que habiendo tantos paredones en la ciudad para realizar una intervención eligieran destruir una bella y significativa obra, sobre todo, en un espacio sobre el que no les corresponde tomar decisiones. Por todo lo expuesto exigimos al Área Mujer y Diversidad y al Municipio de Villa Regina que pida disculpas por este violento hecho y que otorgue un resarcimiento económico, al Consejo Local de las Mujeres, equivalente a la pintura necesaria para la realización de un nuevo mural sobre este paredón, si la Hormiga Circular así lo dispusiese, o sobre un paredón gestionado por el propio Gobierno Municipal para tales fines.”
En contraposición a este cierre, la agrupación DYCI dice “consideramos que el Área Municipal de Mujer y Diversidad de la ciudad de Villa Regina y quienes están a su cargo se encuentra junto a nosotres, en la misma lucha porque desde el primer momento que acudimos a su oficina nos han recibido con los brazos abiertos para colaborar y generar proyectos. Además les responsables de tal organismo son personas que están totalmente preparadas, son idóneas, se preparan constantemente en diferentes capacitaciones y creemos que se encuentran al alcance de las necesidades de cualquier persona, agrupación o asociación que solicita ayuda. Por esto decimos que acompañamos en todo lo que realice el Área”.
Y cierran “Al detallar nuestro esfuerzo conjunto con organismos tanto municipales como provinciales queremos convocar por medio de la presente nota a otras agrupaciones, asociaciones y personas que comparten nuestro camino, así de esta manera concretamos políticas sociales de altura a las circunstancias imperantes contra la violencia y el pisoteo principalmente por el patriarcado. Desde nuestra agrupación no generamos y no es nuestra intención generar ningún tipo de distanciamiento de otras agrupaciones o asociaciones.”
Estas asociaciones acompañan con su firma la nota de repudio del Consejo de las Mujeres:
• Cooperativa de Trabajo Artistico La Hormiga Circular • Asociación Civil MuGeReS. • Atts Villa Regina • Agrupación Celeste y Blanca. • Socorro Rosa Villa Regina. • Mujeres Autoconvocadas Villa Regina. . • CTA T- Villa Regina • Frente Feminista del FdT Villa Regina. • Sec. De Género ” Nueva Militancia”. • Nueva Mayoría- Frente Patria Grande • Partido Comunista- Villa Regina. • Colegio de Arquitectxs- Villa Regina. • Unter- Villa Regina
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Hay un desaparecido de la basura. Diego Duarte tenía 15 años cuando lo tapó el contenido de un camión de residuos en un relleno sanitario. Fue sobre el Camino del Buen Ayre, en José León Suárez, el 15 de marzo de 2004. Federico, su hermano mellizo, vio la escena y logró huir. Habían estado buscando metales para vender y los hostigaba la policía. Federico sobrevivió. De Diego no se supo nada más. Por él, el 15 de marzo se estableció el Día del Cartonero. Difícil no encontrar analogías en otras injusticias de la historia, que no se repite, se espirala: en el basural de esa localidad bonaerense, el 9 de junio de 1956, fueron fusilados siete militantes peronistas, el derrotero que Rodolfo Walsh narra en su Operación masacre.
A Diego Duarte le debe su nombre el Centro Verde de Avenida de los Constituyentes 6259, cerca de la General Paz. Ahí funciona El Álamo, una de las tres cooperativas de recuperadores urbanos que trabajan en el cálculo de reducción de huella de carbono: Buenos Aires es la primera ciudad del mundo en la que los recicladores hacen este aporte.
Según datos oficiales del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, la Ciudad gestiona 5.705 toneladas diarias de residuos. Hay más de 6.500 recuperadores urbanos organizados en 12 cooperativas, 16 Centros Verdes y el Centro de Reciclaje de la Ciudad (CRC). Cada día recuperan 3.450 toneladas: para tener una idea, es aproximadamente el peso de 47 aviones comerciales
Según cálculos de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), hay aparte 11.000 los cartoneros por fuera del sistema.
¿Qué pasó con la ley 1854 de Basura 0, que establecía la reducción progresiva de residuos y su correcto procesamiento y que este año cumple 20 desde su sanción? ¿Y la 992 de 2002, que establece pautas claras para el trabajo de los recuperadores urbanos? ¿Por qué recrudeció la persecución del gobierno? Para escuchar las distintas voces, recorro cooperativas, hablo con las responsables técnicas del proyecto de reducción de la huella de carbono generada por Fundación Avina y la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), me comunico con el ministerio de Espacio Público. Quiero entender.
Un mundo interior
La cita en El Álamo es un viernes de agosto, a las 10 de la mañana. Una encargada de seguridad nos pide los datos al fotógrafo y a mí. Entramos en un cubículo diminuto y la empleada anota. Tengo una cita con Alicia Montoya, del equipo técnico de la cooperativa y de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR). Mientras esperamos, veo: en una fila de sillas contra la pared del pasillo de ingreso al gran galpón de reciclaje hay varias personas sentadas. Algunas, sabré luego, están en tiempo de descanso entre dos turnos. Dos de ellos cumplen con su horario pero solo pueden ejercer sus funciones parcialmente por falta de insumos en el predio. Eso me contará Alicia en una sala donde, en un rincón, se arrumba un maniquí desmembrado. Mientras ella habla, se cuelan voces y risas que vienen del galpón donde trabajan los recuperadores con distintas funciones.
Afuera: recolectar, trasladar.
Adentro: descargar, separar, colocar en la tolva, seleccionar en la cinta clasificadora, retirar los bolsones, prensar, enfardar, levantar, acomodar, esperar.
–Hacemos la medición de la huella de carbono desde el año 22 –dice Alicia.
Y esto es algo que los distingue de los demás recicladores del mundo:
–Fundación Avina y la Universidad de San Martín (UNSAM) crearon una herramienta para medir las emisiones –explica Alicia–. Los resultados muestran una relación favorable de 1 a 37: es decir, por cada tonelada de carbono emitida por la actividad, evitamos que se generen otras 37 toneladas que sumarían su carga al calentamiento global y el cambio climático. Tengo que empezar de cero, porque necesito entender: ¿qué es la huella de carbono?
Leeré en el informe Huella de Carbono de Centros de Reciclaje de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina (2024): “La huella de carbono (HC) es un indicador ambiental que cuantifica todas las emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero (GEI) de una organización o producto. Estos gases de origen natural y antropogénico absorben y emiten radiación y son cruciales para regular la temperatura terrestre, particularmente el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). No obstante, las actividades humanas han intensificado este efecto, contribuyendo al cambio climático y sus impactos globales en el ambiente y la sociedad.”
Empiezo a pensar en las contradicciones del mundo del reciclado. O debería decir: en las contradicciones de nosotros, humanos.
Como aprendí que preguntar lo obvio nunca está de más, le digo a Alicia que no entiendo del todo cómo es, en la práctica, ese aporte ecológico de las cooperativas. Me lo explica en un recorrido por la sala, que se convierte en un aula donde soy estudiante privilegiada. Alicia es docente jubilada y eso se nota. Aprendo.
–Vos colectás materiales puerta a puerta. Nuestra recolección se hace con triciclos, no se usa combustible fósil. Aunque el transporte posterior sí lo utiliza, el material recuperado evita el uso de materia prima virgen. Se mide todo eso, más el consumo eléctrico, que también contamina. Todas esas toneladas que yo recuperé evitaron utilizar material virgen. Lo que te estoy diciendo es una grosería científica, es una reducción.
Lo que decía: un montón de contradicciones. Contamino y no contamino todo junto y al mismo tiempo.
Un cálculo científico para poner en valor el trabajo
Para entender mejor hablo por zoom con Romina Malagamba, investigadora y docente de la UNSAM y responsable de la Unidad de Ciencia de Datos de la Fundación Avina. Me explica que allí, por primera vez, compensaron sus emisiones de 2022, 2023 y 2024 con el trabajo de tres organizaciones de recicladores: además de El Álamo, lo hicieron con RUO y Las Madreselvas. Estas cooperativas aplicaron una calculadora de emisiones evitadas diseñada para poner en cifras su aporte ambiental.
–Estaba claro el impacto social y económico de las cooperativas. La gran pregunta era si el modelo de reciclaje inclusivo tiene un impacto positivo en términos climáticos–, dice Malagamba. Hace un paréntesis y aclara que hay que hablar de cálculo y no de medición, y luego sigue:
–La herramienta compara dos escenarios: qué pasaría si esos residuos fueran a rellenos o incineradoras (en Buenos Aires, al CEAMSE), con lo que implica la quema de residuos a nivel ambiental, y cuánto costaría producir el mismo material desde materias primas vírgenes. Según estándares del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), materiales como el aluminio, que es altamente contaminante y tarda mucho tiempo en degradarse, reducen drásticamente las emisiones cuando se reciclan.
En 2023, un piloto con nueve organizaciones de siete países mostró resultados contundentes: todas tenían un efecto positivo en evitar emisiones.
El proyecto introduce el concepto de tonelada justa, inspirado en el comercio justo: un reciclaje que no solo mitigue el cambio climático, sino que garantice derechos laborales y equidad económica. Hoy, gran parte del negocio de la basura —que en algunos municipios representa entre el 20% y el 40% del presupuesto— se sostiene sobre la precarización:
–Y ahí hablamos de toneladas de sangre, como en diamantes de sangre -señala Malagamba- hay trabajadores que cobran incentivos, no sueldos, y son el primer eslabón de una cadena de valor millonaria.
En Buenos Aires, la situación refleja estas desigualdades. Las organizaciones recuperan la mayor parte de la fracción seca, mientras enfrentan condiciones laborales riesgosas: tracción a sangre, exposición a residuos contaminantes y pagos en especie. El conflicto reciente con el gobierno porteño a partir de recortes de subsidios y de multas aplicadas a quienes “revuelvan la basura” llevó a Avina a presentar informes técnicos:
–Si se dice que estos tipos no aportan, ahora tenemos números y metodologías para demostrar lo contrario – advierte Malagamba.
La investigadora resume así su filosofía:
–Historias sin datos son historias emotivas; datos sin historias automatizan la desigualdad.
Casos como el de Soledad Mella, que comenzó juntando desechos en la calle y llegó a ser presidenta de la Asociación Nacional de Recicladores Chile, referente a nivel regional, revelan el valor simbólico de las métricas: “Hasta este momento, cuando decía ‘¿Cuál es mi aporte?’, eran 40 años en la calle. Ahora puedo ponerle un número”. Mella se propone como vocera de los 20 millones de recicladores que se calculan en el mundo. Llegó a ser candidata presidencial en Chile por la Lista del Pueblo en 2021, el mismo año que en la Argentina Natalia Zaracho se convertiría en la primera diputada nacional cartonera.
El proyecto consiguió que Brasil incorporara la calculadora a políticas públicas para que el Estado se haga cargo del servicio ambiental urbano de los recicladores, quienes allí recuperan el 90% de los materiales reciclables. En América Latina, el promedio supera el 50%. La meta es expandir la herramienta a África y Asia y consolidar una metodología de tonelada justa avalada por universidades, que sirva para canalizar fondos climáticos directamente a las organizaciones.
Pero ahora estoy en un centro verde de la Ciudad de Buenos Aires, con Alicia, que habla visiblemente enojada:
–Hoy es un día nublado y adentro estamos casi a oscuras. Faltan lámparas y el autoelevador que deberían mandar para cambiarlas nunca llegó. Los dos trabajadores que viste sentados en el pasillo no tienen la culpa. La empresa cobra millones por mantenimiento, pero no manda ni las herramientas. Así trabajamos.
Un negocio golpeado
Al centro verde llegan los bolsones identificados de unos 60 cartoneros que recorren los barrios de Villa Pueyrredón, Agronomía, Parque Chas, Villa del Parque, Villa Ortuzar, Villa Devoto y Villa Santa Rita. Cada trabajador recibe un subsidio estatal de 390.000 pesos y el valor del material vendido sin intermediarios. En total, son 200 los trabajadores de El Álamo. Los empleados de planta cobran 680.000 pesos, pero Alicia subraya un incumplimiento histórico:
–Desde 2008 el gobierno se comprometió a pagar el monotributo social. Nunca lo hizo. Hay compañeros que están por jubilarse sin aportes. A eso se suman los retrasos en los pagos, que hacen que no accedan a la obra social.
Cuando días más tarde me comunique con el Ministerio de Espacio Público de la Ciudad, la respuesta en relación a los reclamos, se limitará a cinco palabras: “No respondemos a acusaciones falsas”.
Sin embargo, no dejo de oír capas de dificultades. El negocio del reciclaje también está golpeado.
–El cartón, que en diciembre de 2023 valía 300 pesos el kilo, hoy apenas llega a 150 – dice Alicia-. La apertura de importaciones y el derrumbe del consumo afectaron a toda la cadena: se verifica en la domiciliaria y en los programas de grandes generadores. Nosotros gestionamos todos los centros comerciales del grupo IRSA y ahí también se ve una caída en el consumo. Como resultado de esta política, las pymes cierran, el consumo se desploma y los ingresos de los cartoneros también.
Los pibes entran rotos
Omar Rodríguez acaba de volver del recorrido en su triciclo para recolectar material. No sé leer ni escribir, dice. Me gusta River, el Ford Falcon y los Rolling Stones. Me gusta Kiss, agrega. Omar vive en José León Suárez y se levanta todos los días a las 3 de la mañana para llegar a horario. Trabaja en la calle, pero hoy trajo el material para clasificar después de dos días de lluvia en los que no pudo hacer nada. Omar enumera: –Papel blanco y color, el cartón, el diario, la revista, el blanco. soplado, tetra, film… laburo con todo, menos con lo húmedo.
Para los recuperadores urbanos, lo húmedo es basura. Salvo en los contados casos en los que las personas compostan. En la Ciudad de Buenos Aires todo lo que no se recicla alimenta el extenso relleno sanitario del CEAMSE (acrónimo de Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado), allí donde Diego Duarte desapareció bajo un montón de basura.
Omar llegó al barrio de Villa Pueyrredón a cartonear con la crisis de 2001:
–Vine con un objetivo: hacer mi casa para mis hijos. Aprendí cosas que nunca imaginé y las transmito a los compañeros: son 25 años de lucha. Me considero fundador de esta cooperativa porque la vine a hacer crecer. Peleé contra vecinos, policía, lluvia, viento. En 2003 nos desalojaron porque tomamos un predio judicializado. Peleé con la policía y el gobierno para recuperar nuestro material. Nos acusaban de robos; estábamos en contra del trabajo infantil. Nos rompíamos el lomo vendiendo barato hasta que conseguimos tierra propia. Ahí echamos al galponero al que le vendíamos: estábamos organizados.
La vida de Omar cambió radicalmente desde que se profesionalizó. Y se convirtió en un referente nacional, enviado a participar en encuentros y convenciones:
–Anduve por Chile, Bahía Blanca, Ushuaia, Calafate. Conocí historias buenas y malas. Tengo tres hijos; Gabriel es hemofílico. Lo ayudé a hacer un curso de barbería y hoy vive de eso.
Le pregunto cómo empezó, quiero saber más de su historia anterior:
–Empecé juntando huesos con mi madre en el campo. Vendí querosén, ajo, morrón, fruta. Después fui ayudante de albañil, hasta el derrumbe de 2001. Este laburo me salvó: podía haber terminado muerto o preso. Antes tirábamos de un carro, hoy tenemos triciclos. Me levanto a las 3, entro a las 6 de la mañana, salgo a la 1. Es mi vida.
Omar, que fue adicto, ahora hace docencia entre los más jóvenes:
–Los pibes entran rotos. Hablo todos los días del consumo, el alcohol, la droga. Antes me drogaba mucho. Después fui a la iglesia. Cambió mi vida. Hoy disfruto con mis hijos, mi nieto, mi casa y este trabajo.
No automatizar la desigualdad
El cuerpo de Omar es como un álbum familiar y el comienzo de una historia:
–Tengo tatuado en la espalda a mis tres hijos y mi nieto. También los nombres de mi madre y hermanas. De mi padre, nada: fue verdugo de mi familia. A los 9 años vivía en la calle. A los 10 conocí un instituto de menores. A los 16 me escapé de los maltratos. Tengo 18 hermanos, todos desperdigados. Me hice solo en la calle.
La frase de Romina Malagamba resuena en mi cabeza. Me gusta esa frase: “Historias sin datos son historias emotivas; datos sin historias automatizan la desigualdad”.
Pienso en Omar, necesito repasar algunos datos.
En junio de 2025, Fundación Avina compensó 555,18 toneladas de CO2 correspondientes a su huella de carbono 2024 mediante la compra de créditos generados por el trabajo de reciclaje en tres cooperativas de Argentina y una de Ecuador. Cada cooperativa compensó 138,8 tCO2 y recibió USD 4.164 (a razón de USD 30 por tonelada), mediante pago directo contra recibo fiscal.
Me entero que hay un montón de empresas detrás. Grandes. Vuelvo a pensar en las contradicciones. O, también, pienso, el costo del plástico reciclado es inferior. El combo costo-beneficio en pleno funcionamiento.
El Proyecto de Reciclaje Inclusivo en Argentina se enmarca en el Programa de Reciclaje Recuperadores, del cual forman parte Danone/Ecosysteme, Villavicencio y la Fundación Interamericana en articulación con la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) y otras organizaciones de base y; por otro lado, de la Plataforma Regional Latitud R, integrada por CocaCola, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), BID-LAB, Dow, Nestlé, PepsiCo y la Red Latinoamérica de Recicladores (Red Lacre).
Las otras dos cooperativas con las que trabaja Fundación Avina son Las Madreselvas y Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO).
Recolecto, recupero, reciclo información.
Suman 860 los trabajadores de RUO, que cubre los barrios de Caballito, Flores, Once, Paternal, Villa Luro y Chacarita. La Cooperativa Las Madreselvas cuenta con 591 asociados, 325 recuperadores ambientales; el Centro Verde se ubica en General Paz 98, la zona de trabajo abarca los barrios de Núñez, Belgrano y Coghlan. El cálculo mensual de toneladas recuperadas es de 550.
En otro zoom hablaré con Giselle Baiguera, coordinadora programática en economía circular inclusiva de Fundación Avina. Necesito tener el panorama general. Giselle me da conceptos clave. Los recuperadores urbanos son actores fundamentales en la reducción de la huella de carbono, ya que su trabajo evita que materiales reciclables terminen en rellenos sanitarios, donde generarían gas metano (un potente gas de efecto invernadero). Evitan más de lo que generan. Entonces, por eso se puede compensar, me explica.
El reciclaje no es siempre un negocio autofinanciable, necesita apoyo del Estado o las empresas, a través de subsidios y normativas como la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor, que aún no está vigente en Argentina (y esto debería escribirlo entre un montón de signos de admiración y de pregunta). Esta ley hace que las empresas sean responsables por los envases que ponen en el mercado. Así como un estribillo, escucho que la viabilidad del reciclaje en Argentina se ve afectada por factores como la falta de control y fiscalización, la caída del precio de los materiales y la ausencia de políticas públicas que faciliten la separación de residuos.
Baiguera, sin embargo, es optimista:
–A pesar de estos desafíos, el país ha logrado avances en la organización y formalización de los recuperadores, siendo un modelo a seguir en la región.
La Santa de los cartoneros
Hay una Santa Recuperadora. Le dicen, también, la Virgen Cartonera. Fue bendecida por el Papa Francisco y está hecha de papel maché reciclado. Su santuario es un Centro Verde.
Cortejarena 3153, Parque Patricios. Entramos en el gran galpón de reciclado. Pienso en los recuperadores como artistas del residuo: esos fardos apilados, prolijos, compactados, coloridos, cuentan historias de consumo doméstico, industrial, urbano. Me siento pequeña y en peligro cuando pasa zumbando el autoelevador sin retrovisores: acá cada movimiento es cronometrado, veloz.
La escena es una cadena de montaje fordista en versión devaluada: arriba, hombres y mujeres tiran botellas blancas, verdes, papeles; abajo, otros prensan y atan fardos con precisión.
En este Centro Verde de la cooperativa El Amanecer de los Cartoneros trabajan 1.500 personas en cuatro turnos: clasifican, prensan, embolsan. Los camiones —los “cola de pato”— llegan con material recolectado por mil cartoneros de calle, que pesan sus bolsones en la balanza y cobran por transferencia cada quincena.
La cooperativa, nacida en 2001, cuenta con 4500 trabajadores y administra tres centros verdes en la Ciudad. Además de Cortejarena, están Saavedra y Barracas, que quedó reducido a cenizas tras un incendio en 2023.
Subo una escalera con Paula, coordinadora de la cinta de clasificación. Me muestra el proceso de separación. Como la cinta corre, lo que no se arroja en los grandes huecos para su posterior compactación, queda en el suelo. Camino entre las mujeres que separan los materiales y los arrojan en unos grandes huecos cuadrados, se acumulan en bolsones que otros compañeros van retirando. Plástico blanco y de colores, cartón, papel. El vidrio se rompe al caer y se levanta con una pala. Veo una ojota de plástico en buen estado.
–Si encuentran algo que les sirve -dice Paula- y no sirve para reciclar, se lo llevan.
A veces encuentran, literalmente, oro: alguna cadenita, o incluso dólares. Son contadas esas veces, milagros.
Voy por el borde y piso el descarte del descarte. Me pregunto si el fuerte olor solo lo siento yo, si los trabajadores del lugar ya se acostumbraron, como la gente que vive junto a las vías del tren se acostumbra tanto al ruido que ya no lo escucha.
Debajo, tres mujeres se ocupan de compactar los materiales ya separados en una prensa. Junto a la máquina, sobre una mesita, un equipo de música que destella luces azules.
–¿Qué es? –pregunto.
Mientras ceba mate, una de ellas comenta:
–Yo digo cartonera cuando estaba en la calle con el carrito. Ahora soy recicladora. En 2000 nos ayudó a sobrevivir.
Otra recuerda que sus padres no sabían leer ni escribir:
–Este trabajo fue nuestra escuela. Yo empecé a los 11 años con mis hermanos, cartoneando en un carro con caballos. Antes era cartonera, ahora soy recuperadora. Somos privilegiadas.
Pienso en el valor de las palabras: no se dice cartonero, se dice recuperador; no se dice basura, se dice material. Se dice RSU (Residuos Sólidos Urbanos). Se dice seco (versus mojado). Se dice recurso.
También Pochi, como muchos aquí, empezó de chico con un carro con caballos.
–Yo con mis hermanos necesitábamos juntar para vivir. Y nos corría la Policía. Solo mi papá trabajaba. Tiraba folletos con un carro. Viajábamos colgados en los camiones para venir. Primero estuve en Barracas. Cuando se incendió vine acá.
Pochi es de River y de Fiorito, como Daniel, alias Pola. Me pregunto si hay ahí una contradicción, tan asociado tenemos a Maradona con el barrio que lo vio nacer. Dice que la pelota en el barrio es todo y que juega en el equipo que armaron en la cooperativa: Los pibes de Corte (por Cortejarena). Daniel tiene ojos claros y dice como era muy rubio le pusieron Pola, de polaco. Empezó a cartonear a los 16.
–Hombreaba bolsones de 200 kilos (300 cuando se mojaban con la lluvia, aclara), antes de trabajar bajo techo. Estoy agradecido de tener este trabajo. Si le dieran la importancia que tiene, sería un re trabajo. A mí me salvó –agrega antes de posar para la foto con otros compañeros, con su camiseta blanca con la franja roja.
Subo por una escalera hasta una pequeña oficina donde trabajan las promotoras. Sobre una mesa se desparraman cartulinas y letras de colores. Están preparando afiches para llevar a las escuelas, donde enseñan a reciclar. Una de ellas, María, advierte:
–Cartoneros hay por todos lados, aunque la Ciudad ponga tachos para que no los haya.
Pese a sostener comedores, redes de solidaridad y campañas ambientales, la relación con el Gobierno porteño es áspera: pagos demorados, falta de aportes y ausencia de ART, dicen.
–Sin nosotros, los rellenos estarían colapsados. Pero nos dicen negros de mierda –, se queja Morena
Soledad agrega:
–El cartón está congelado en 45 pesos el kilo, un precio que cayó a la mitad en pocos meses.
Las variaciones en los precios, sabré, se dan por el tipo de cartón pero también varía según las zonas. Aquí estamos en el sur de la ciudad.
En un rincón de la pequeña oficina, hay una figura imponente del Papa Francisco que, una semana después, saldrá a las calles a presidir la marcha de recuperadores urbanos que reclaman al gobierno porteño por la quita de los transportes que trasladaban trabajadores desde el Gran Buenos Aires a la ciudad. Lo anunciaron el 1 de agosto y hay 3.500 familias afectadas. La figura del Papa saldrá junto a la gran Santa confeccionada en el taller de Barracas de papel maché reciclado y restaurada para recuperar los colores originales, símbolo del reciclado, con una inscripción en la espalda: Santa recuperadora. Tierra y trabajo.
La marcha será liderada por Sergio Sánchez, referente histórico del movimiento de cartoneros y presidente de la FACCyR.
Unos días después de mi visita a la planta en Parque Patricios, el lunes 25 de agosto, iniciará una huelga de hambre y se encadenará, con otros compañeros, en Parque Lezama, como forma de protesta, previo a la marcha cartonera del 29 de agosto.
Cuando haga mi consulta a las autoridades del Gobierno de la Ciudad, el argumento oficial será: “Respecto al financiamiento del traslado de recuperadores, la Ciudad lo revisó para adecuarlo al marco vigente y garantizar equidad, ya que antes solo beneficiaba a 4 de las 12 cooperativas”.
En tiempos de campaña no puedo evitar una lectura política de esta decisión del gobierno de Jorge Macri, que en su comunicado oficial direccionó explícitamente el recorte contra organizaciones ligadas a Juan Grabois, y que afecta a trabajadores que migran diariamente del conurbano bonaerense, jurisdicción del gobernador Axel Kicillof, a la Capital.
El 3 de septiembre, luego de la marcha cartonera, La justicia porteña le ordenó al GCBA echarse atrás con la medida. A través de su cuenta en X Jorge Macri advirtió: “La justicia quiere obligarnos a financiar nuevamente el traslado de los cartoneros de Grabois desde el conurbano. Vamos a apelar esta decisión insólita que atenta contra los intereses de los porteños. Hay cosas que antes se hacían y con nosotros no se hacen más.”
En 2013, el Papa Francisco había enviado un fuerte mensaje ecológico a los cartoneros: “Cuando ustedes reciclan, hacen dos cosas: un trabajo ecológico necesario y por otro lado, una producción que fraterniza y da dignidad a este trabajo. Ustedes son creativos en la producción, y también son creativos en el cuidado de la tierra con esta visión ecológica”.
La resistencia de los caídos
Las cooperativas ponen en el centro de la escena al principal actor, el recuperador urbano, como trabajador. Alguien con un oficio, como un plomero, un electricista o, incluso, un periodista o un escritor (¿si no estudiaste en una institución no sos?), y que además, se agrupa en un colectivo. En todo caso, la gran diferencia anidaría en que la base laboral de este colectivo es la de personas desocupadas, marginadas y arrojadas fuera del sistema. Personas que encuentran una forma precarizada de insertarse, y esa inserción es relativa. Sumado esto a la estigmatización y a la persecución de la cual son víctimas por trabajar con productos de descarte.
Aquí, también, habría que agregar las confusiones sobre “revolver la basura” para comer, cartoneros que “se roban la basura” asociados a la delincuencia (Mauricio Macri dixit), una apuesta que el gobierno porteño dobla hoy en palabras de su vocera Laura Alonso en el posteo amenazador en X que se viralizó a principios de agosto: “Hasta $900 mil de multa si te gusta hurgar la basura en la Ciudad. Sí, leíste bien. La orden es clara: quien saque bolsas de los contenedores y deje todo tirado, limpia en el acto o lo paga caro”. Declaraciones en tándem con el nuevo cierre de los contenedores urbanos que impide “meterse adentro”.
En la voz oficial: “La Ciudad cuenta con más de 4.500 contenedores verdes, 21 Puntos Verdes fijos y 5 móviles para la disposición de reciclables. Los contenedores antivandálicos con tapa tipo buzón buscan mejorar la higiene.”
Los cartoneros quedan asociados con lo sucio y lo mojado que impregna el cuerpo y la ropa, mientras contribuyen con la limpieza de la ciudad y en la lucha contra el calentamiento global. En un marco de claro recrudecimiento de medidas que persiguen a los caídos del sistema, un trabajo de fiscales muestra un crecimiento de acciones del Estado tendientes a criminalizar a personas en situación de calle y no a protegerlas.
Entonces me quedo pensando en la palabra “higiene” del Ministerio a cargo, en el énfasis en la idea de ciudad limpia, en limpiar las calles de feos, pobres, sucios: ese antiguo concepto higienista del Estado. Entonces me pregunto: ¿Qué es estar dentro del sistema? ¿Y afuera? ¿De qué sistema hablamos? ¿De qué basura cero?
—¿Cuánto más vive una persona? ¿Quinientos años? Cien años están bien vividos, ya hice suficiente —dice Rosa Roisinblit mientras recorre con su mirada el living de su departamento en Congreso. Hay poco espacio en las paredes. Ahí, enmarcado, está el diploma por el doctorado Honoris Causa de la Universidad de la Patagonia. Más abajo, la declaración de Visitante Ilustre de Montevideo. En los huecos, más menciones, pinturas y fotografías. Las imágenes en blanco y negro se mezclan con las de color. En grises, la de su hija Patricia pegada a la de su yerno, José, desaparecidos durante la dictadura militar. Otra con su marido Benjamín, ya fallecido, y Patricia en brazos. Algo desgastadas, junto a su nieta mayor, Mariana Eva, y sus compañeras de Abuelas de Plaza de Mayo. Con más definición, están las de su nieto Guillermo cuando supo su verdadera identidad. A puro brillo y color, fotos de sus nietos y bisnietos.
Rosa Tarlovsky de Roisinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, cumple cien años. Hace 41 años que busca a su hija Patricia Julia Roisinblit. Encontrar a su nieto Guillermo, nacido en cautiverio, le llevó menos tiempo: dos décadas. Pero construir una relación con él, casi la misma cantidad de años: 15.
En 2016, cuando Rosa ya había cumplido 96, logró la primera condena para el ex jefe de la Fuerza Aérea y miembro de la segunda Junta Militar, Rubens Omar Graffigna. Hasta ese momento, el represor no tenía condena. Había enfrentado un solo proceso judicial por delitos de lesa humanidad, el Juicio a las Juntas en 1985 y había sido absuelto.
Rosa camina con dificultad. Tiene las piernas débiles y doloridas, por eso usa una silla de ruedas. Redujo las actividades que implican poner el cuerpo. Las redujo, no las eliminó. Este año estuvo en el Congreso para acompañar la presentación de un anteproyecto de ley que busca proteger la Memoria, la Verdad y la Justicia. A pesar del temporal llegó a La Rural para la presentación del libro de Cristina. El año pasado cantó el himno de pie en “La Patria está en peligro”, una convocatoria contra el FMI. Cada martes participa de la reunión de Comisión Directiva de Abuelas. Alguno de los nietos o nietas que trabajan en la Asociación la pasa a buscar por su departamento y la lleva hasta la sede de Virrey Cevallos. Almuerza con sus compañeras y después duerme una siesta hasta las tres de la tarde en un espacio acondicionado para ella. Se sienta al lado de Estela de Carlotto, como lo hace desde 1989 cuando dejó de ser tesorera para asumir como vicepresidenta. Ya no interviene tanto, a veces los audífonos no logran captar lo que se plantea.
—No me gusta estar callada y no decir nada, estoy medio sorda y a veces digo algo y meto la pata. Estela me dice: ´Tu presencia es muy importante´. Este es mi lugar en el mundo y quiero que no me olviden —desea Rosita, en voz alta.
La silla de ruedas está plegada al lado de un arcón donde guarda recuerdos, fotos y cartas. Los domingos lee La Nación. Se reserva para el lunes el suplemento Ideas. Una pila de libros, una agenda, una lapicera, fragmentos de diarios y revistas de crucigramas están al costado de la mesa. Rosa conversa sentada a la mesa, el mantel color crema con flores azules le cubre las piernas. Es friolenta y por eso apoya sobre el regazo una botellita de plástico que usa como si fuera una bolsa de agua caliente. Mantiene una firme rutina intelectual. Si olvida alguna palabra específica, espera varios segundos, levanta la vista y hurga en su memoria.
—¿Cómo se llama..? —mueve las manos—. Es una palabra muy sencilla —agrega mientras la define. La palabra aparece y Rosa retoma su conversación plagada de detalles, fechas y nombres.
A Rosa le gusta estar informada. Mira C5N y está al tanto de la actualidad política. Hace poco terminó de leer las casi 600 páginas de Sinceramente, el libro de Cristina Kirchner.
—En la presentación del libro me saludó Alberto, el próximo presidente —dice pícara y levanta las cejas por arriba del marco de los lentes dorados.
Los anteojos le combinan con los aros chiquitos en forma de flor. Viste un conjunto de pulóver y campera con el mismo estampado de rayas irregulares, negras, blancas y marrones. Arriba una chalina de lana colorida, que va mezclando colores cálidos con una reducida línea azul. Ninguno de esos colores compite con sus labios pintados de rojo. Durante la entrevista Rosa se mirará en un espejo redondo con pie de carey que quedó sobre la mesa.
—Sí, soy coqueta, me gusta arreglarme —admite y se acomoda el cabello–. Voy a la peluquería todos los sábados, me lavan la cabeza y me peinan. A veces me hacen las manos, sino me las hace Ana, la mujer que me cuida.
Sus dedos son finos. Lleva un anillo con una piedra verde.
***
Rosa se recibió de partera en la Escuela de Obstetricia de Rosario. Cuando terminó la educación básica, en 1934, un médico amigo de su familia ofreció hospedarla en su casa para que estudiara esa carrera en la ciudad santafesina. Los Tarlovsky vivían en Moisés Ville, Santa Fe, la primera colonia judía de Argentina, fundada en 1889 por un grupo de familias que huían de las persecuciones zaristas en Rusia.
—A mí no me gustaba estudiar eso pero preferí ser partera antes que no ser nada —cuenta—. ¿Qué le puede gustar a uno ver colas de mujeres? La edad que yo tenía… Era muy joven, apenas rondaba los 20 años.
Después de recibirse, Rosa fue Partera Jefa de la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario. Trabajó ahí tres años. Al tiempo viajó a Buenos Aires y consiguió trabajo en un sanatorio donde pidió quedarse a vivir. Rosa arma su línea de tiempos en el living de su departamento, que está colmado de plantas. Al lado de la ventana, una hilera de potus buscan el sol.
—Me gustan muchísimo las plantas. Mi marido antes de ser contador, estudió floricultura en los Estados Unidos —cuenta.
Benjamín era un laborioso del amor. El 21 de cada mes, pensaba un regalo para celebrar el aniversario del noviazgo, el 21 de octubre de 1949. También le escribía poemas. Se conocieron el Club Hebraica, adonde Rosa iba a hacer gimnasia. Ella ya tenía 28 años y trabajaba como partera. A la salida de la confitería de Córdoba y Maipú, la pareja caminaba unas cuadras hasta la Plaza San Martín. Elegían un asiento en un lugar oscuro y se besaban. Cuando las luces de la plaza los molestaban, el novio le tiraba piedritas y las rompía.
Cuando Rosa quedó embarazada de Patricia, la consideraron una “primípara añosa”, una primeriza con treinta y dos años que, además, ya había sufrido un aborto espontáneo a los cinco meses de gestación. Por indicación del médico, Rosa pasó nueve meses en cama hasta que parió a su única hija, por cesárea.
—La cosa es que nació y ésta es la beba que se llevaron durante la dictadura —recuerda Rosa mientras toma una foto de Patriciade su agenda.
Durante la niñez de Patricia, Benjamín y Rosa se organizaban para cuidarla. Si ella tenía guardia, él trabaja desde su casa. Cuando terminó el secundario, Patricia empezó a cursar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Ingresó al área de Sanidad de Montoneros, el grupo armado de jóvenes peronistas. En aquel tiempo Rosa no sabía que iba a quedarse sola. Benjamín Roisinblit falleció en 1972 de un cáncer de estómago. Faltaban seis años para que la única hija del matrimonio fuera desaparecida por las Fuerzas de Seguridad.
—¿Se ve que es linda? —pregunta Rosa mientras señala la pared y mira la foto de su hija—. Era linda, usted la ve y se ve que es linda. La cosa es que yo me casé, señorita, y tuve una hija… y se la llevaron. Y yo, desde ese día, no paré.
***
El 6 de octubre de 1978, un grupo de tareas de la Fuerza Aérea secuestró a José Manuel Pérez Rojo, de 25 años, mientras trabajaba en su cotillón de Martínez. Luego fueron a buscar a su esposa, Patricia, al departamento en el que vivían, en Palermo. Tenía 26 años y un embarazo de ocho meses. Esperaban a un varón al que llamarían Rodolfo. Se llevaron también a su hija Mariana Eva Pérez, que entonces tenía quince meses. Al anochecer, el grupo autodenominado “Coordinación Federal” llevó a la beba a la casa de su abuela paterna, Argentina Rojo de Pérez. Como allí no había nadie, la dejaron en la casa de la hermana de Argentina, en Olivos. Desde uno de los autos, Patricia gritó: “Por favor, recíbanme a la nena que nos secuestran. ¡Estoy embarazada y me llevan…!”. José, con las manos atadas, pedía lo mismo.
Los autos en los que trasladaban a José y Patricia aceleraron con destino desconocido. Mariana Eva se quedó con su primo Marcelo Rubén Moreyra hasta que pudieron encontrar a su abuela paterna. Más tarde le avisaron a Rosa. Fue hasta el departamento de su hija, les habían robado y destrozado la casa.
A los diez días, Rosa recibió un llamado de su hija en el que le decía que la estaban tratando bien. Pocos días después, atendió el segundo. Uno de los secuestradores le transmitió un mensaje: Patricia pedía que controlara las vacunas de Mariana. Rosa entendió que era una señal de su hija para avisarle que estaba viva. Esperó en su departamento una nueva comunicación pero el teléfono no volvió a sonar.
—Yo estaba tan confusa, estaba tan sola, estaba completamente sola —recuerda Rosa.
Luego de recorrer comisarías, juzgados y cárceles para obtener alguna información, se contactó con el rabino estadounidense Marshall Meyer que trabajaba en la Congregación Bet El de Capital Federal. Él le dió el dato de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Llegó al edificio, subió hasta el primer piso y se encontró con Alfredo Galleti, quien también tenía una hija desaparecida y era uno de los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels). La invitó a que fuera a su casa al día siguiente a una reunión con otras mujeres que buscaban a sus nietos. Rosa llegó llorando, desesperada por encontrar a su hija.
—Yo fui, no sabía si este hombre era un tipo puesto por la dictadura o si era leal. Ahí me encontré con dos o tres mujeres y me asocié con ellas hasta el día de hoy —sonríe Rosa al recordar a Chicha Mariani y Estela de Carlotto.
Se sumó a las reuniones que se hacían en lugares diferentes para no ser detenidas: en estaciones de ferrocarril o en confiterías donde simulaban algún cumpleaños. Asumió como vicepresidenta en 1989, cuando Estela de Carlotto dejó el cargo para reemplazar a Chicha Mariani como autoridad máxima. Durante años viajó a Ginebra para participar de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Recorrió el país y el mundo difundiendo el trabajo de las Abuelas.
***
—Para ser Abuela de Plaza de Mayo no se exige que cada una sea una profesional o una gran sabionda. Mi hija no va a volver, pero la vida me devolvió un nieto —dice.
En la mesa redonda del departamento de Congreso también está la foto de Mariana, la beba a la que dejaron en la casa de la consuegra de Rosa. Hay otra de Guillermo a los 21 años. Rosa dice que, como partera, sabía que el embarazo de su hija era viable. Luego de aquellas dos llamadas, alguien le contó que Patricia había parido en la ESMA.
La habían llevado pocos días antes de dar a luz, 15 de noviembre de 1978, desde la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA), una casa quinta que funcionó como centro clandestino de detención en Morón. En la ESMA, Patricia estuvo atada a la pata de un escritorio, con los ojos vendados. Su marido estaba en el mismo lugar, torturado. Sólo una vez, en todo su secuestro, la llevaron al patio para que mirase el sol. Amalia Larralde, una de las detenidas, contó que vió salir a Patricia del sótano de la Escuela de Mecánica con su bebé en brazos.
—Mariana lo buscó y Mariana lo encontró —dice Rosa en referencia a Guillermo, ese bebé que nació en la ESMA y al que habían decidio llamar Rodolfo.
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Mariana Eva trabajaba el área de Investigaciones de Abuelas. En abril de 2000 recibió un llamado anónimo con datos sobre el hijo de una estudiante de Medicina. La denunciante le habló de Francisco Gómez, y lo describió como un hombre que manejaba armas y documentos falsos, y que tenía conocimiento de los vuelos de la muerte. También le contó que lo había visto llegar a su casa con un bebé en brazos. Como la mujer tenía una hija de pocos meses, le pidió que también amamantara al recién nacido, supuesto hijo extramatrimonial de un militar. Un día, borracho, el apropiador confesó que ese nene era hijo de una desaparecida. La mujer le pasó los datos de Guillermo a Mariana, que salió a buscarlo.
Mariana llegó al patio de comidas frente a la plaza de San Miguel donde trabajaba Guillermo y pidió hablar con él. Le dijo que estaba ocupado. Mariana tomó un papel y escribió: Mi nombre es Mariana Pérez, soy hija de desaparecidos, estoy buscando a mi hermano y es muy posible que seas vos. Se la entregó guardada en un libro de Abuelas. Guillermo leyó la nota de inmediato.
—Yo nací otro día, no soy tu hermano… A menos que esto sea falso —contestó Guillermo mientras le mostraba su documento.
Esa misma tarde, Guillermo se acercó a la sede de Abuelas. Le extrajeron sangre y la enviaron a Seattle, Estados Unidos, para hacer un cotejo de ADN. El 2 de junio del 2000, Rosa estaba en Boston. Le habían entregado un Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Massachussets, cuando recibió el llamado de la genetista Mary Claire King que le confirmó que Guillermo era su nieto.
—Había risas, llantos, gritos, de todo. Yo también lloraba —cuenta Rosa, en su departamento, al tiempo que levanta las cejas. Deja pasar unos segundo, baja la voz y la mirada—. Y después tuve muchos problemas con él. Me dió mucho mucho trabajo conseguir tener una buena relación.
—Cuando yo aparezco tenía 21 años y un montón de problemas como para asumir mi historia. Yo no buscaba mi identidad. Para mí fue muy complicado. Tratamos de acercarnos, chocábamos, volvíamos, nunca dejamos de hablarnos, incluso enojados. Para colmo ella era querellante contra mis apropiadores —explica Guillermo Pérez Roisinblit en la oficina del anexo de la Cámara de Senadores donde trabaja.
Los primeros años del vínculo fueron difíciles. Rosa recuerda llamados plagados de reproches, aunque resalta que Guillermo jamás le cortó el teléfono.
—No me llames, no quiero hablar con vos —le decía Guillermo a Rosa.
Un día su abuela le retrucó:
—Decime una cosa, esa persona a la que vos llamás mamá, ¿es mi hija?
Para Rosa ese fue un quiebre en la relación.
—Yo terca como una mula, llamaba y llamaba. Si él ya sabía que era mi nieto, él sabía que esa mujer no era mi hija. Ahí él empezó a cambiar —cuenta Rosa—. Era un chico muy bien educado, los milicos les enseñaban bien, pero no me aceptaba.
—Yo no era ese nieto que esperaban —admite Guillermo—. Yo quería que no me hablara más. Alguna que otra vez nos hemos gritado pero jamás le falté el respeto —agrega.
Lamenta esos años.
—Con la baba perdimos muchísimo tiempo.
Finalmente, las llamadas telefónicas se convirtieron en un juego.
—Bueno, te dejo porque mañana me tengo que levantar temprano para ir a ver a mi abuela.
—Ah ¿si?, ¿tenés una abuela? —le contesta ella
—Si, tengo una abuela casi centenaria —le informa él.
—Aaaaaaah, mira vos —responde Rosa mientras simula sorpresa.
***
Los apropiadores de Guillermo, el ex personal civil de inteligencia Francisco Gómez y su esposa Teodora Jofré, fueron condenados en abril del 2005. El juez federal Jorge Ballestero dictó una pena de diez años de prisión para el médico Magnacco, que asistió a Patricia en el parto, siete años y medio para Gómez y tres años y un mes a su ex esposa.
En el año 2016, Mariana le dió impulso a una causa iniciada por su abuela en 1979 para que se juzgue el ex integrante de la junta militar entre 1979-1981 y ex jefe de la Fuerza Aérea, Omar Domingo Rubens Graffigna, el ex encargado de la RIBA, Luis Tomás Trillo, y el apropiador Francisco Gómez, por privación ilegal de la libertad y tormentos.
—Yoestaba todos los días, era lejos para ir, era un sacrificio.Ya era nonagenaria —afirma Rosa y recuerda su declaración testimonial ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de San Martín, el 4 de mayo de 2016.
El 8 de septiembre de 2016, el TOF 5 de San Martín condenó a Omar Graffigna y a Luis Trillo a 25 años de prisión. Gómez obtuvo una condena de 12 años de cárcel.
Un día, mientras estaba en su oficina de Abuelas junto a Estela, antes de ir a la sala de Audiencias, Rosa se paró y miró el retrato de Patricia que cuelga de la pared:
—Ay, hijita, ¿porque me hiciste esto?
Mientras conversa en su departamento, Rosa toma el café sin azúcar que le preparó Ana, la empleada. Se ofusca cuando es consultada por su legado.
—No soy tan importante para dejar ese tipo de cosas. No sé porque están esperando eso de mí. ¿Tengo que hacer un discurso cada vez que me ve gente? —se pregunta Rosa, que ya encontró a 130 nietos—. Yo ya voy por los 100 años. ¿Cuántos más voy a vivir? Ahora la gente joven tiene que participar. Tienen que hacerse cargo de la amplitud de esa palabra: participar.
La Municipalidad de Villa Regina recuerda que durante este sábado 5 y domingo 6 de junio regirá en el ejido municipal el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) N° 334 del Presidente Alberto Fernández. De acuerdo a lo establecido en el mismo, la circulación estará permitida entre las 6 y las 18 horas. Difunde esta…
ESCRIBE MARIANA HERRERO EVANS A través de los siglos la mujer fue adquiriendo derechos que no tenía, así empezó a ir a la Universidad, a votar, a casarse con quién eligiera, a llevar pantalones en público, a usar bikini, a tener propiedades, a tener la patria potestad de sus hijos, a no tener hijos, a…
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Un comentario
La tirantez política partidaria tiene varias consecuencias, esta destrucción es una. Si algo me enseñó la lucha por mis derechos es que pisoteando lo de les otres no se consigue más que replicar la violencia patriarcal a la que somos sometides todes. Violencia x violencia y seguimos alimentando al patriarcado voraz que se come a nuestras pibas. En cuánto al descargo de la agrupación DYCI, coincido conque no es su responsabilidad, pero creo que hubo una gran falta de criterio que espero sea por inexperiencia más que por una venganza partidaria. Arte es arte, aún cuando no nos representa. Borrarlo es un atropello, otro más al que somos sometidas las compañeras. El gran desafío para los nuevos espacios de visibilidad será lograr un respeto mutuo y construir a partir de nuestras capacidades sin opacar las de les demás.
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La tirantez política partidaria tiene varias consecuencias, esta destrucción es una. Si algo me enseñó la lucha por mis derechos es que pisoteando lo de les otres no se consigue más que replicar la violencia patriarcal a la que somos sometides todes. Violencia x violencia y seguimos alimentando al patriarcado voraz que se come a nuestras pibas. En cuánto al descargo de la agrupación DYCI, coincido conque no es su responsabilidad, pero creo que hubo una gran falta de criterio que espero sea por inexperiencia más que por una venganza partidaria. Arte es arte, aún cuando no nos representa. Borrarlo es un atropello, otro más al que somos sometidas las compañeras. El gran desafío para los nuevos espacios de visibilidad será lograr un respeto mutuo y construir a partir de nuestras capacidades sin opacar las de les demás.