En el marco de los controles de prevención vial realizados por la Direccion de Tránsito Municipal en conjunto con la BMA (Brigada Motorizada de Apoyo) y la comisaria 5ta de la ciudad, se constataron diferentes infracciones de tránsito.
Se retuvieron 16 vehículos por alcoholemia superior a 0,50 gs de alcohol en sangre. La más alta fue de 2,67 gs. Se labraron 65 infracciones por diferentes faltas y se realizon 54 constataciones con alometro, que arrojaron una medición inferior a 0,50 gramos de alcohol en sangre.
Se trabajó en conjunto con dos Unidades dependientes de la Policía de Río Negro, con el objetivo de prevenir siniestros viales por consumo de bebidas alcohólicas a la hora de conducir un vehículo en el ejido urbano.
Se solicita a la comunidad que evite el consumo de alcohol si van a conducir y que se respeten estrictamente las normas de tránsito.
Lloré cuatro veces con La maravillosa. Leí este libro como si su autora me hablara, como si en un viaje largo al sur me contara la historia, mientras vamos sorteando la infinita largura del camino, la pampa húmeda llorada por su historia y la de todos los hijos mal queridos del mundo, la meseta patagónica y el dolor más crudo del desierto conocido, el borde de la cordillera, abismal aunque hermoso, la condena de la geografía insular sobre el niño o la niña atrapados en la montaña materna.
Esta novela consigue algo muy difícil, hacernos soportables el infierno de un desquicio que vuelve, como la voz materna que se fragua en el dolor del hijo, como esa ruptura del pacto humano de la existencia misma de la especie, donde lo biológico se impone como una cárcel: serás el rehén de quien te parió, cuya moral no le permitirá arrepentirse de su maternidad, la reproducirá y la volverá a sacar lustrosa para conseguir el perdón del hijo, el amor del hijo, la piedad del hijo, el agradecimiento, porque soy tu madre. Ese soy tu madre es condena y en este libro es exilio, es ruptura y es reconstrucción lejos del nido carcelario que se fungió como mandato social y modo de salvación de su creador, creadora en este caso.
La autora se mueve, es una desplazada temprana. La niña que observa cómo el volumen —en todo sentido de volumen— de Sandra, la madre recreada en la estepa previa a la cordillera austral, aumenta con el tiempo y con la crueldad, mueve los ojos, siempre dispuestos a ver, vivaces ojos de pájaro que planea el mundo sin permitirle al mundo que la toque. Esa mirada es inaugural en la novela, novela tramposa como la madre, porque engaña desde su mención novela para ocultar su matriz crónica visceral. Las mañas de la Maravillosa mutan en Erika Halvorsen volviéndose virtud de un modo misterioso.
La mirada se desplaza para crear el paisaje emocional que marcará la historia hasta el final, sin darnos respiro, sin permitirnos la pausa de la literatura emocional fememina-feminista, el acostumbramiento a un modo lírico contemporáneo que ha cundido en la última década hasta lograr la saturación. La mirada de Halvorsen, mirada amplia, de cóndor rey, es un refugio para ella y logra sacarla de las entrañas de su memoria para volverla no testimonio victimizante, no llorería latinoamericana, sino inteligencia salvaje; he allí la clave de todo lo que nos ocurrirá junto a ella a lo largo de esta crónica descomunal: una vida, la suya, seis vidas de hijos, hermanos, un padre, una madre imposible de asir, de abrazar, de querer.
Es la mentira entonces la que da inicio a la historia. La mentira de la forastera que llega al pueblo perdido, al pueblo minero, con los críos de sus primeros años en la gran ciudad y ya seducido el vikingo que le dará dos hijos más. En el camino se deshará de uno, y fundará el mito, la mentira que llevará la sordidez de su propia humanidad al delirio de un pasado lleno de lujo y de glam. El cuarto hijo tiene un origen especial, un origen que la hará a ella sospechosa de una aventura mayor, la escena estelar de una vida que se dejó atrás: ella, que en su documento se llama Rosa aunque elija el Sandra para ser única entre todas las pueblerinas, ella, la única, es Rosa. Rosa, la maravillosa. Porque fue su amante, la de Sandro, porque fue con él con quien engendró al cuarto de sus hijos, porque fue Sandro, el gitano, el que la sedujo y compuso ese disco, todo ese disco, pensando en ella, en su cuerpo, en su boca, en su sabor.
Sandra, Rosa, la maravillosa, se hizo a sí misma mostra. Una mostra antes de las mostras que ahora están de moda, porque ni Moria Casán existía cuando esta mostra se inventó. Aunque la Casan pudo haber inspirado su invención, porque el vikingo se calentaba con la Casán, y ella lo sabía. Se calentaba con ese tipo de mujerona, la guitarra argentina de los setenta, la que inspiró las caderas siliconadas de nuestras traviarcas, la que hizo el cuerpo de Lohana así de voluptuoso. La maravillosa se fundió con el hierro y los metales bajos de un pasado prostibular que diluyó en el oro de una invención: ella fue la mejor, ella fue la que entraba sin pagar por la puerta grande de Mau Mau con su mascota atada a un lazo, una leona cachorra que la enaltecía como la domadora de hombres que supo ser. Y ese apellido patricio que su padre, el que la abandonó a los cinco años, le dejó: era la hija única de uno de los hijos de Pedro Vicente Nolasco del Corazón de Jesús Ibáñez Anchorena.
La maravilla de esta novela es su personaje siniestro, una verdad nacida en la mentira, una verdad hecha de la memoria de la hija menor. No veo en las primeras huellas de su venta la mención explícita a que esto es una historia real, pero deberían sopesarlo, autora y editorial, para darle a su existencia el sentido total que merece una novela de no ficción. La maravilla es también el ritmo que nos acercará no solo a Erika Halvorsen —crecida en la estepa, venida a la capital—, sino a quien quedó condenada a sostener la madeja familiar hasta hoy.
La autora sobrevive a la soledad, a la madre que pinta esa habitación de rojo carmesí, que pinta los muebles de algarrobo con el mismo rojo sangre, a los ojos pintarrajeados de la maldad. Lo hace a la expectativa de que un día la mate, los mate. Pero al mismo tiempo es cuidada por sus dos hermanos mayores, sometidos al trato de los entenados, de los criados de las estancias por la propia madre, una a cargo del hogar, el otro a cargo del campo. Cuando los padres se van de vacaciones a vivir la vida bohemia y glamorosa de la gran ciudad, ellos se quedan solos, a cargo de esos adolescentes, de 15 y 13, en medio de la inmensidad. Y así sobreviven a un incendio. Porque Erika es la bebé y sus pañales de tela se prenden fuego secados en la chimenea. Los padres llegan de las vacaciones y se enteran allí de la tragedia que no fue. Los hermanos están seguros: su madre los prefería muertos.
La adolescencia de la narradora es el primer escalón de la libertad. La anorexia y la depresión la harán caer, su cuerpo caerá. El diagnóstico la llevará a donde la madre debió siempre estar: un loquero. Pero ese salir en una ambulancia del pueblo perdido es crucial. Es el cuerpo y su malestar lo que la hará libre, de a poco, en el camino que viene a hacer a la ciudad donde el mito monstruoso se concibió. Y a medida que ese proceso lento y persistente ocurre, uno no puede creer que a pesar de la condición perversa de esa madre poderosa, la narradora siga en el lazo, los hermanos sigan en el lazo, ya aventurados a encontrar la verdad, como paso ineludible para la liberación. El deseo de una madre suficientemente buena es lo que nos ata a la cordura, por eso hasta la más pérfida de las madres tiene, posee, goza de impunidad. No hay en este mundo un lazo más poderoso e imposible de desarmar: no hay refugio posible para la larga mano de mamá.
Si dije al comienzo que lloré cuatro veces con este libro, mentí. Porque al avanzar se me volvió un hábito volver a llorar, ya no como un acontecimiento especial, sino como parte del proceso que es atravesar la historia siendo uno el que está allí. Quienes han sido víctimas de maltrato infantil, quienes han querido que mamá se muriera, que desapareciera de la faz de la tierra, quienes han sentido que no podían quererlas pero lo han logrado, se refugian en esta novela como en lo alto del árbol al que escapaban para que no los pudieran encontrar. Esto significa según las estadísticas mundiales que en esta tremenda vindicación de Erika Halvorsen se puede refugiar buena parte de la humanidad. 400 millones de niños aterrados es la última cifra que divulgó Unicef. Erika sobrevivió escondiéndose silenciosa de las garras de esa mamá. No estando disponible para saciar su crueldad. En brazos de sus hermanos y de su padre. En brazos de sus amigos de la ciudad, de sus amigos, sobre todo y también.
En esta venganza pública y maravillosa no hay titubeos ni dudas porque la autora cuenta con un ejército de niños, sus seis hermanos, aunque uno ya no esté. Son todos los miembros de ese clan los que deciden ajusticiar a la madre para poder quererla. Son todos y cada uno de ellos los que escriben la historia a través de Erika. Y son todos los que se preocupan por la madre cuando la madre comienza a decaer y necesita atención. Todos, pero sobre todo Erika, que no descansa pensando cómo protegerla de su decadencia, pero también cómo proteger a los demás para que nadie quede otra vez a expensas de la mostra y su monstruosidad. La menor de los hijos de Sandra ha nacido con una misión. Y esa misión comienza a culminar esta noche, aquí, en Artlab, el templo que nosotros mismos elegimos como si fuera nuestra Mau Mau, donde bailamos los viernes, donde nos refugiamos cada vez que podemos. Las sincronías salvajes se imponen cuando la verdad emerge: es así. Y entonces resulta ser que ya muerta y enterrada, la inmensa Rosa, la maravillosa, el día en que su historia se convierte en un hito literario —que debería ser el destino de este libro si la crítica existiera más allá de los clichés— cumple años. Porque ella, como Erika, era de libra, signo de aire y cardinal. Feliz cumpleaños, Maravillosa, es mucho lo que has dejado. Tus cinco hijos sobrevivientes, tus nietos, tu memoria de creadora infinita, de exacerbada, de descomunal. Te merecés esta novela. Lo has escrito todo también vos.
Texto leído por Cristian Alarcón en la presentación de La Maravillosa en Artlab.
La salida de Ernesto Camilo Manuel Cordero Fabbri de la Oficina Anticorrupción profundiza la crisis que gira en torno a las presuntas coimas del 3% para Karina en la ANDIS. El funcionario, ya señalado en una investigación de Noticias La Insuperable por su vínculo con Miguel Ángel Calvete, presentó su renuncia en medio de un clima que huele cada vez más a encubrimiento, armas, listas manuscritas y negocios turbios con fondos destinados a personas con discapacidad.
Por Roque Pérez para Noticias La Insuperable
Un renunciante que ya venía manchado
La renuncia de Cordero Fabbri no cayó del cielo. Hace apenas unos días, Noticias La Insuperable expuso su nombre dentro de la lista manuscrita que manejaba Miguel Ángel Calvete, acusado de ser el operador central del denominado “choreo a los discapacitados” que dejaba un 3% para Karina. Con ese dato, Rodolfo Tailhade encendió todas las alarmas: el funcionario aparecía no solo en la lista de recaudadores sino también como abogado personal de Calvete en la causa donde este último terminó condenado por facilitación de la prostitución.
Esa doble condición —funcionario de la Oficina Anticorrupción y defensor del jefe del entramado— ya era, de por sí, un escándalo institucional.
La OA, la lista del “Tuco” y un cargo imposible de sostener
Según expuso Tailhade, la lista incautada a Calvete incluía nombre, apellido y rol de Cordero Fabbri, que desde 2014 integraba un área clave de la OA: Coordinador de Admisión y Derivación de Denuncias. El mismo que debía recibir denuncias de corrupción aparecía, según la investigación, vinculado a quienes las cometían.
Como si esto fuera poco, su declaración jurada de 2021 consignaba ingresos patrimoniales en 1969, casi veinte años antes de haber nacido. Un registro absurdo, pero asentado oficialmente.
Mientras tanto, ni Alejandro Melik (titular de la OA) ni Mariano Cúneo Libarona (Justicia) movieron un dedo. Cordero Fabbri siguió en su cargo como si nada.
Hasta hoy.
Finalmente, la renuncia
En las últimas horas se confirmó que Camilo Cordero Fabbri dejó su puesto en la OA. Según trascendió, presentó su renuncia luego de que se multiplicaran los pedidos de explicaciones por su rol en el caso. El funcionario representaba jurídicamente a Calvete en la causa donde el operador recibió una pena de cuatro años de prisión por explotación de la prostitución ajena.
La presión mediática, política y judicial hizo imposible sostenerlo. La renuncia, sin embargo, no aclara nada: solo muestra que el gobierno intenta despegarse del escándalo cuando el agua ya llegó al cuello.
El caso ANDIS aprieta: Picardi avanza
El fiscal Franco Picardi investiga a Calvete, al ex titular de la ANDIS Diego Spagnuolo y a otros 14 implicados por integrar una organización que direccionaba las compras de las Prestaciones e Insumos de Alto Costo y Baja Incidencia (PACBI), un área especialmente sensible porque maneja tratamientos quirúrgicos complejos y medicamentos biológicos para enfermedades raras.
Es decir: plata para las personas con discapacidad.
La acusación es clara: una estructura aceitada que recaudaba retornos, direccionaba compras y filtraba negocios para unos pocos. Y que, según las revelaciones ya conocidas, dejaba un 3% para Karina.
La caída de un engranaje no desarma la máquina
La renuncia de Cordero Fabbri puede leerse como un intento desesperado de Milei por despegarse de uno de los capítulos más oscuros de su gestión. Pero la estructura denunciada por Tailhade no depende de una sola persona: involucra funcionarios, operadores, abogados, ex directores y relaciones que vienen de años.
Como ya había mostrado Noticias La Insuperable, Calvete movía su red con total impunidad. Que uno de sus defensores fuera funcionario clave de la OA no fue un accidente, sino parte del mismo entramado.
La pregunta que queda flotando
Si un funcionario de la Oficina Anticorrupción aparece en listas de recaudación ilegal, tiene un patrimonio inexplicable, porta un arsenal de armas y oficia de abogado de quien lideraba el “choreo” en la ANDIS…
¿Quién controla a los que supuestamente controlan?
En un gobierno donde Milei grita que lucha contra la casta, lo que surge aquí no es épica libertaria sino una trama de complicidades, favores cruzados y silencios funcionales.
La renuncia de Cordero Fabbri no cierra el caso: lo agranda.
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