¿Y ahora qué?

La condena a Cristina produjo un sismo en la política argentina y sobretodo en el espectro político a su alrededor.

El reivindicado “vamos a volver” plantea un horizonte hacia donde dirigirse. La pregunta ahora es ¿cómo se volvería? Difícil pensar en si mejores o peores como en la última experiencia kirchnerista sino en algo más material y pragmático, ¿qué hacer para volver?

La condena a Cristina movilizó a una parte de la militancia desencantada, que no es poco pero no resulta suficiente para lograr convencer a un electorado que mira de reojo. Si se discutió hasta el cansancio sobre “el techo de Cristina” imaginemos lo que puede llegar a ser “el techo” de Máximo Kirchner y/o Mayra Mendoza a quienes se intenta instalar como sus sucesores.

Lo más natural habría sido que Axel Kicillof se sume al aparato construido por La Cámpora y otros sectores k para disputar lo que viene. Sin embargo desde 2021 han comenzado las internas más o menos visibles y operaciones entre ambos bandos. La experiencia hasta aquí no parece haber generado sabiduría. Hacer mella sobre el dispositivo político más potente interna y externamente y/o desconocer a un gobierno del que sos parte, no pareciera haber llevado a buen puerto a los sectores cristinistas o a la misma Cristina.

Hay sectores que parecieran esbozar los famosos acuerdos programáticos sólo para discutir puestos ya que ninguno trabaja seriamente en puntos de coincidencia que pueden tener con otros actores. Más aún, en un momento donde los personalismos han llegado a su cenit producto de diversos factores, no pareciera la salida más inteligente tapar posibles candidatos para diluir su poder de fuego interno.

Esto nos lleva a otro tema, pensar que el peronismo hoy es mayoría en el país es lo mismo que creer como bosteros que somos la mitad más uno. Una cosa es envalentonar a los propios y vender tu posición hacia afuera y otra creer que el indeciso te va a votar porque sos más peronista. Este error es muy extendido y podemos observar cómo gran parte de la dirigencia está más preocupada en disputar el PJ que en pensar una estrategia para conquista a quienes alguna vez fueron sus votantes (ni siquiera hablamos de los anti o indecisos).

El próximo mes probablemente defina el futuro del espacio llamado “nacional y popular”, cómo se muevan los actores sentarán las bases para la disputa electoral de este año y para lo que viene. Pensar en soluciones mágicas y/o candidaturas inviables sólo es posible ante la definición de que este modelo de gobierno nacional “se va a caer”. Se parece más a la lectura de extremos de “cuando peor, mejor” y sólo podrían ser votables en un escenario de tierra arrasada que no sería lo mejor para nuestro Pueblo. Tampoco pareciera que sea la política que se daría un partido y/o líder de masas.

Con Cristina sin poder realizar actos, viajar por el país o amagar con su candidatura, sólo queda el llano en donde deberían pensar quién puede reivindicar el legado de su figura ganando (la única forma de hacerlo).

Por Gonzalo Bon(@gonzalobon_)
Militante, papá, trabajador judicial, integrante de @sitrajur y @ctanacional. Docente.

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    ROCA–RUNCIMAN: El pacto que entregó la economía nacional al Imperio Británico

     

    En 1933, mientras el mundo se sacudía por la crisis y Argentina intentaba sostener su economía agroexportadora, el gobierno conservador de la llamada Década Infame firmó el Pacto Roca–Runciman: un acuerdo que dejó al país arrodillado frente a los intereses británicos y consolidó una dependencia económica que duraría décadas. Fue presentado como una “solución”, pero terminó siendo un símbolo de subordinación colonial en plena era de pactos secretos, fraudes patrióticos y negocios turbios entre políticos criollos y los frigoríficos británicos.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

    Un país en crisis y un acuerdo a medida del imperio

    Tras el derrumbe del comercio mundial por la crisis de 1929, el Reino Unido decidió publicar sus “preferencias imperiales”: un sistema para privilegiar a sus colonias en el intercambio comercial. Argentina no era colonia, pero dependía de vender carne a Londres.
    El gobierno de Agustín P. Justo envió entonces a su vicepresidente, Julio A. Roca (h), a negociar con los británicos. Del otro lado estaba Walter Runciman, presidente del Board of Trade británico.

    El resultado fue un contrato bilateral desequilibrado que entregaba ventajas a los frigoríficos británicos, garantizaba su control absoluto del comercio cárnico y sometía al Estado argentino a condiciones humillantes.


    La famosa frase que marcó a fuego la entrega

    En medio de esas negociaciones, Roca declaró que «la Argentina es, en lo comercial, una parte integrante del Imperio Británico».
    La frase —registrada por la prensa de la época y señalada por Cornejo Linares en su análisis histórico— se convirtió en la marca indeleble del pacto como símbolo de sumisión(1).


    ¿Qué decía realmente el Pacto Roca–Runciman?

    Detrás de los formalismos diplomáticos, el acuerdo establecía medidas que hoy serían inadmisibles para cualquier país que aspire a la soberanía económica:

    1. Cuotas de carne y favoritismo explícito

    Argentina solo podía exportar a Gran Bretaña un 85% del cupo preexistente, mientras que el resto quedaba bajo control directo de los frigoríficos británicos(2).

    2. La CADE y los ferrocarriles: beneficios sin control nacional

    El pacto aseguraba la continuidad de los privilegios de los ferrocarriles británicos y permitía ajustes tarifarios que perjudicaban al comercio interior.

    3. Exenciones impositivas y garantías extraordinarias

    Los capitales británicos obtenían beneficios fiscales y operativos, mientras el Estado argentino asumía obligaciones sin recibir contrapartidas equivalentes.

    4. Un control total sobre la cadena cárnica

    Los frigoríficos británicos quedaron con el 90% del negocio de la exportación de carne.
    El resto del mercado siguió en manos de un pequeño grupo local asociado al poder conservador.


    La reacción nacional: del escándalo a la resistencia

    El pacto generó un repudio inmediato.
    El senador Lisandro de la Torre encabezó la denuncia parlamentaria más famosa de la época, demostrando cómo el acuerdo favorecía a los frigoríficos extranjeros a costa del interés nacional(3).
    Su investigación derivó en el escándalo de las carnes y en el asesinato del senador Enzo Bordabehere en pleno recinto, un episodio que retrata hasta qué punto el poder económico estaba dispuesto a defender sus privilegios.


    La sombra larga del pacto

    Aunque algunos defensores lo justificaron como una medida “pragmática” en tiempos de crisis, el Pacto Roca–Runciman selló un modelo de dependencia y consolidó la hegemonía británica sobre la economía argentina durante buena parte del siglo XX.

    Esa estructura recién comenzó a resquebrajarse con las políticas de industrialización por sustitución de importaciones y la consolidación de un Estado planificador a partir del peronismo, que rompió la lógica colonial que el pacto había cristalizado.


    Un espejo histórico para el presente

    Recordar el Pacto Roca–Runciman no es un ejercicio académico: es revisar el adn de los modelos de entrega, los alineamientos automáticos y las subordinaciones externas que, cada cierto tiempo, vuelven a aparecer disfrazadas de modernización o “necesidad económica”.

    Referencias

    1) Cornejo Linares, R. Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas, análisis del período 1930–1933.

      2) Rouquié, Alain. Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina; capítulo sobre acuerdos comerciales en la Década Infame.

      3) Cámara de Senadores, Debates Parlamentarios de 1933–1935: Intervención de Lisandro de la Torre en la Comisión Investigadora de Carnes.

       

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