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SOCORRISTAS EN RED NO ENTRA EN CUARENTENA

Socorristas en Red es una red de activistas feministas que se viene organizando desde el año 2012 para dar información y acompañar a mujeres y personas con capacidad de gestar en su decisión de abortar para que lo hagan de manera segura, acompañada y cuidada. La Red forma parte de la campaña por el derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y como red viene activando en distintas geografías por la legalización de la práctica del aborto.

En este artículo nos comparten sus desafíos en esta cuarentena, las estrategias implementadas, los obstáculos, los lazos y redes de fortalecimiento, datos actuales y un poco de historia contextualizada.

Desafíos en cuarentena

Los desafíos que tenemos durante el aislamiento son, tal como lo plantea nuestra compañera Andrea Gonzalez en el informe sobre acompañamientos de interrupciones legales del embarazo editado en mayo en contexto pandemia, las barreras estructurales y sistemáticas que se multiplican y pueden contribuir a que muchas personas pierdan el acceso a los servicios de salud esenciales, es política de socorristas en red exigir y acompañar el reclamo para que se garanticen.

Nuestras estrategias no entran en cuarentena, el socorrismo tampoco, por el contrario redoblamos estrategias y seguimos armando redes de cuidado. Nos preguntamos cómo sostener acompañamientos en territorios que se presentan hostiles con múltiples trabas y obstáculos para garantizar la interrupción legal del embarazo. Con situaciones de maltrato, violencia, mujeres arrojadas a la clandestinidad sin respuestas, con vueltas, mujeres a quienes se las culpa de no registrar el contexto de pandemia.

No pasa en Villa Regina pero en otras ciudades de nuestra provincia esto está sucediendo. Frente a eso las preguntas que nos hacemos es como sostener acompañamientos  en una región cercada por los cordones sanitarios pero también cercada con anterioridad por el odio antiderecho y el desprecio por la vida de las mujeres.

Como desarrollar  el acto de acompañar amorosamente tragando la  rabia que nos producen  las malas prácticas en salud, nos respondemos a eso con mas acompañamiento  también hacia el interior de nuestras grupas. Trabajando con las afectaciones que se producen en este contexto, ayudando a las mujeres a visibilizar esas violencias y a denunciarlas. También estamos informando a las mujeres acerca de las denuncias al 0800-2223444 del Programa Nacional de Salud Sexual, en caso de que las interrupciones no se garanticen.

Con esto no buscamos sentidos punitivos, por el contrario defendemos como premisa que no contarán con nuestro silencio  para sostener su impunidad.

Las socorristas estamos realizando los talleres por videollamadas. Es tan importante para nosotras el encuentro, el cara a cara, las miradas, el sostenernos, que decidimos continuar los talleres por videollamadas Lo que implica poner en juego estrategias de seguridad, de confidencialidad y confianza en modos de hacernos presentes y reconocernos mutuamente en este contexto.

Fortalecer los vínculos con el sector de salud y construir nuevos en aquellos territorios donde aun no estaban. Poniendo a disposición saberes y estrategias que hemos construido a lo largo de todo este tiempo acompañando. Extender los horarios de atención telefónica llevando adelante  procesos de mayor  implicación y afectación en esas llamadas que duran más tiempo, que tienen mayor carga de angustia, que muchas veces el momento de atender esas llamadas es vivenciado como un momento de absoluta urgencia en este contexto de encierro donde parece no haber solución, donde parece no haber opciones.

Lazos, redes y la articulación con el sistema de salud

Con relación a las interrupciones legales del embarazo principios de este mes de mayo publicamos un informe donde analizamos puntualmente lo sucedido con las derivaciones de las interrupciones legales a lo largo de estos 5 años de acompañamiento que están sistematizados y pusimos foco en lo sucedido en el 2019. 

En cinco años registramos 1.508 a derivaciones, vale recordar que este acceso no estuvo exento de obstáculos que pese a la existencia del protocolo de atención integral para personas con derecho a la interrupción legal del embarazo del Ministerio de Salud que está vigente desde abril del 2015, a su vez actualizado el año pasado, se han presentado algunas barreras.

Es nuestro interés pensar y revisar que estas barreras de acceso han podido sortearse en mayor o menor medida, nos hemos encontrado con personal de salud que se compromete a garantizar derechos, que lo hace activamente creando lazos hacia el interior del sistema de salud y hacia el exterior estableciendo lazos con socorristas. Desde allí pensamos que las articulaciones que pudimos establecer tienen que ver con el fuerte trabajo territorial que cada grupa hace en su espacio, trabajo sostenido en el tiempo, trabajo que toma un tenor político pero a la vez pedagógico y que está situado a la condición y el contexto.

Puntualmente en Villa Regina venimos articulando con el comité de ILE que se creó en el Hospital, trabajando  en manera conjunta, tejiendo verdaderas redes y lazos  de confianza mutua de articulación genuina y siempre poniendo el foco tanto les profesionales como las socorristas. El poder hacer esos acompañamientos  que garanticen derechos que sean seguros y que puedan correr al aborto del sentido de la clandestinidad, el sufrimiento, el sentido negativo y poder ponerlo en el plano de la garantía de derechos para poder darle otros sentidos.

Entender que a pesar que el marco legislativo en Argentina establece que hay causales  de interrupción legal sucede que en muchos lugares de dificulta el acceso a la práctica, a veces hay discriminación y violencia, se vulnera el derecho y se las expone a riesgo. Eso es algo que pasa que sigue pasando, pero sobre lo que venimos trabajando sostenidamente para evitar que siga sucediendo

Por un proyecto estructural que excede la legalidad

Socorristas trabajamos y abogamos por un proyecto de ley que escuche a las mujeres, que represente  los deseos y las necesidades de las mujeres. Abogamos y trabajamos activamente como parte de la campaña  para que el aborto sea legal, seguro y gratuito  pero también ponemos nuestros esfuerzos, nuestra amorosidad, nuestra política  y nuestra pedagogía en conseguir correr el horizonte de lo posible así como nos han enseñado nuestras maestras poder pensar más allá, saber que los derechos se conquistan y que la ley no nos va a limitar en nuestras  posibilidades de conquistar los derechos en primera persona, colectivamente, amorosamente y de manera feminista en ese sentido abogamos por un aborto legal, seguro y gratuito, pero que sobre todo sea libre y feminista.

Estrategia de sistematización y producción de conocimiento

Estrategia fundamental es la sistematización de nuestros acompañamientos porque entendemos que nuestro activismo también tiene que ver con producir conocimiento, saberes, estadísticas que acompañen nuestros reclamos para la legalización y la despenalización, y que también sea información que pueda estar a disposición de los circuitos con quienes queremos construir vínculos y lazos. Como por ejemplo el sector de salud y sectores docentes porque nos parece que es un modo de pelear por la despenalización a nivel social.

Génesis y contexto…

Actualmente Socorristas en Red está conformada por un total de 54 colectivas en todo el país. Nosotras consideramos que nos podemos insertar en una genealogía y en una historicidad en estos 15 años de campaña nacional por el derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, porque de hecho cuando las compañeras de la colectiva feminista La Revuelta de Neuquén toman la decisión y asumen como dice nuestra compañera Ruth el deseo arriesgado de proyectar una necesidad y un acompañamiento a abortos, lo hacen en el marco de ciertas condiciones.

En principio, la presencia por el reclamo del aborto legal en los encuentros nacionales de mujeres específicamente a partir de lo que pasó en el encuentro del 2001. También por la existencia desde el año 2005 de dicha campaña nacional como un aspecto que es fundante para esta demanda y para que efectivamente pueda darse en el imaginario la posibilidad de pensar redes de acompañamiento.

La publicación del libro “Todo lo que querés que saber sobre cómo hacerse un aborto con pastillas”  de lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto que es del año 2010 y también el escenario abierto de un conjunto de leyes garantistas y avances legislativos que hicieron que en nuestro país; el escenario de alguna manera habilitara y haga posible la materialización de modos de hacer activismo, modos de hacer políticas feministas que tomaran el vacío o ausencia del Estado y pudiesen ofrecer a las mujeres posibilidades de resolver situaciones como lo es la del aborto pero no resolverla de cualquier manera sino teniendo como horizonte resolverlo de manera cuidada, segura, amorosa y feminista.

Grupas en Rio Negro y Neuquén

En algunas situaciones hay más de una grupa por provincia como es el caso de Rio Negro y Neuquén. Por ejemplo en Neuquén hay cuatro: Revuelta Colectiva Feminista en la capital, la grupa de Los Lagos en San Martín y Junín, la grupa de Villa La Angostura y Zapala. En el caso de Rio Negro somos siete: Viedma, Rio Colorado, Villa Regina, en Fiske hay dos (Mal Educadas y Revuelta Fiske) en Catriel y Comarca Andina que nuclea activistas de El Bolsón, Lago Puelo y el Paralelo 42.

Datos

  • De 2014 a 2019: A nivel nacional se encontraron en los talleres con un total de 38.116 mujeres y personas con capacidad de gestar. Acompañaron un total de 31.936 abortos y derivamos de ese total 1.508 interrupciones al sistema de salud.
  • En el 2018 Socorristas en Red acompañó un total de 7.280 abortos, derivando 301 al sistema de salud.
  • En el 2019 acompañaron 12.575 abortos derivando 802 acompañamientos al sistema de salud.
  • Durante la pandemia se han acompañado 3.832 mujeres y tres varones trans a abortar. En Rio Negro un total de 138 y en Neuquén un total de 329.
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  • Un cordobés en el fuego de Nepal

     

    Fotos: Juan Data

    Logré salir de Katmandú la tarde del jueves 11 de septiembre. El aeropuerto – de instalaciones antiguas, sin túneles ni mangas para los aviones – estaba particularmente abarrotado de gente intentando irse: hacía tres días que los vuelos habían sido cancelados, y algunos pasajeros llevaban este tiempo durmiendo ahí. Los militares habían cerrado las instalaciones y puesto barricadas cuando empezaron los rumores de que los manifestantes tomarían también el aeropuerto. El parlamento ya ardía. Yo había estado dos días antes en el centro de la ciudad. Lo había visto todo. 

    Llevaba quince días en Nepal. Estaba intentando hacer un video documental sobre un tema muy distinto: es un país donde conviven el budismo y el hinduismo, dos mundos religiosos muy diferentes pero que convergen y han dado lugar a la aparición del budismo nepalí, casi una religión propia, muy mezclada con la vida cotidiana. Hay templos en cada esquina y la gente profesa y vive una vida muy tranquila y respetuosa. Es un país muy seguro. Esos principios, extrañamente se hicieron sentir incluso cuando explotó la protesta, con toda su violencia. 

    La mañana del lunes 8 estaba en el barrio de Tamel, donde se encuentran la mayoría de los hoteles y comercios. Yo mismo me hospedaba ahí. Al principio todo transcurría como un día normal. Quería registrar el festival kumari, una de las pocas veces en que la niña diosa de Nepal sale de su palacio y se la puede ver. Estaba grabando en la calle esperando ese momento y de pronto me di cuenta: alguno cerró la puerta, otro bajó la persiana, y en un rato habían cerrado todos los negocios de golpe. La gente hablaba por los teléfonos con cara de preocupación. El movimiento se volvió diferente. Le pregunté a una persona, que no hablaba mucho inglés, y me dijo: the protest, the protest. Ahí entré a Google y vi las noticias y me enteré de todo. En ese momento ya empezaban los enfrentamientos en el Parlamento. 

    Era inimaginable lo que ocurriría después. No daba la sensación de que fuera a pasar a mayores, pero volví al hotel frustrado porque la niña kumari nunca salió y tenía la sensación de que no iba a poder hacer mi registro. Ahí vi en las noticias que el conflicto había empeorado: después del mediodía y la tarde empezaron a circular los primeros videos de los enfrentamientos y la represión. A la noche se confirmó el dato de 19 manifestantes muertos y más de 300 heridos. Decidí salir a la calle al amanecer, la historia que iba a contar de Nepal era otra. 

    Las calles del barrio de Tamel estaban vacías. Las persianas de los negocios bajas. No parecía la misma ciudad que yo había visto durante los últimos quince días. Me hizo acordar a la pandemia. Pero había una diferencia: la señal de protesta era prender fuego en las esquinas, y en muchos lugares habían quedado fogatas o brasas, con o sin gente alrededor. Caminé en soledad hasta una de las pocas avenidas anchas de Katmandú, donde ya se veían grupos grandes de gente que avanzaban encolumnados en una dirección clara: el Parlamento. Ahí vi también a los primeros policías, llegando a la plaza Durban, que es la principal de la ciudad. Me metí entre la multitud, como uno más de ellos.

    Yo había hablado con muchos nepalíes que mencionaban el tema de la corrupción, pero no parecía algo a punto de explotar. Y menos que fuera a explotar con los jóvenes a la cabeza. Porque ningún joven me había hablado de esto. El primer choque fue cuando llegamos a una esquina donde había un grupo de unas doscientas personas prendiendo fuego un muñeco en un palo con la cara del primer ministro, K. P. Sharma Oli. El ánimo estaba realmente caldeado. La actitud de la policía era extraña: estaban ahí, pero no intervenían. Esa quietud era consecuencia del revuelo que generaron las diecinueve muertes del día anterior. Pero en el Parlamento fue distinto. 

    Antes, frente a la fogata donde quemaban el muñeco del primer ministro había un puente, un paso peatonal en el que la gente se amontonaba para mirar lo que pasaba. De un momento a otro empezaron a caminar.

    —¿Qué están haciendo? —le pregunté, en inglés, a uno.

    We are going to fight.

    Decidí seguirlo. Ya éramos alrededor de trescientas personas. Fue una caminata muy tensa, de media hora; una suerte de procesión. En algunos puntos del trayecto había grupos de policías. Todavía no se producía ningún enfrentamiento, pero se notaba la bronca. Entre los manifestantes, había algunos más enardecidos que insultaban a las fuerzas de seguridad y se les querían ir encima, mientras que otros los contenían. Ahí estaba algo de ese budismo nepalí. No iban a hacer destrozos ni catarsis porque sí: tenían un objetivo claro y hacia allí iban. Cruzamos cinco puntos de la ciudad donde había esos grupos de policías quietos, con sus escudos alzados, como a la espera. 

    Cuando llegamos al Parlamento, que ocupaba toda una manzana en el barrio de New Baneshwar el ambiente se sentía como una zona de guerra. Todo lo que podía prenderse fuego estaba en llamas. A lo lejos se escuchaban disparos. Una enorme columna de humo negro venía de un auto incendiado  en la puerta del frente del edificio legislativo, y dificultaba la visibilidad de la escena. 

    Me animé a registrar y empecé a filmar y sacar fotos. 

    El parlamento tiene tres entradas: una al frente —la principal— y dos a los costados. En los laterales, los manifestantes más pacíficos. Eran los sectores más dialoguistas. En la principal, otro grupo de manifestantes iba al choque. Era evidente que querían entrar al edificio. Allí no había diálogo. Había piedras, gases lacrimógenos y balazos. Hasta que llegó el punto de quiebre de toda protesta: la policía empezó a retroceder. Había muchísimos manifestantes y muy poca policía para contenerlos. Rodee el edificio hasta una de las entradas laterales para intentar tener un testimonio de los que estaban más tranquilos. En el frente y en los costados rompían las paredes con caños y arietes. Ahí los propios manifestantes me pidieron que no los filmara. Otro me dijo que se estaba por poner peligroso y me relegué al lateral del edificio. Desde allí pude escuchar un alarido de alegría, como si alguien hubiera hecho un gol y cientos de personas lo estuvieran gritando. Los manifestantes ya corrían dentro de la explanada frontal del  Parlamento. Entraban al edificio por el frente y por uno de los costados, todo al mismo tiempo. 

    Unos minutos antes había renunciado el primer ministro.

    La versión que circulaba, mientras yo estaba ahí, era que Sharma Oli se había ido a Dubai. Después se dijo que estaba resguardado en un cuartel militar al norte de la ciudad, desde donde mandó, al otro día, un comunicado.

    El parlamento estaba vacío cuando entraron los manifestantes.  Al rato salieron a las corridas con papeles oficiales, con cuadros, con sillas. Festejaban y exhibían las butacas de los legisladores como si fueran trofeos. 142 de los 275 escaños del Parlamento los ocupaban legisladores de la Alianza de Izquierda, sostenida por los cuatro partidos principales del país: el Partido Rastriya Swatantra, el Partido Jana Tamajbadi, y dos ramas del Partido Comunista, una maoista y otra marxista leninista, que es la que lideraba Sharma Oli. 

    El malestar que se había acumulado durante el último tiempo era porque muchos de los líderes de esos partidos y sus familias vivían una vida de lujos y riqueza, mientras el resto del país la pasaba mal. Había circulado un video sobre los Nepo-Babys, hijos e hijas de los principales dirigentes ostentando ropa, relojes, autos y viajes increíbles. Por eso, la semana anterior a las protestas Sharma Oli había prohibido el uso de 26 redes sociales en el país, entre las que se contaban Facebook, Instagram y TikTok. El lunes, después del primer día de protestas, levantó la prohibición, pero ya era demasiado tarde. 

    Después de arrasar el edificio, los manifestantes se dispersaron con distintos objetivos. Seguí a un grupo que se dirigía a la jefatura de Policía. Unos minutos después toda la policía de Nepal corría para salvarse; huían mientras los manifestantes prendían fuego la sede policial y saqueaban las armas. Los vi saliendo de la comisaría con ametralladoras, escudos y chalecos. Por primera vez sentí miedo. Había en ellos, igual, una extraña calma. Como si tuvieran muy claro lo que querían hacer. No se supo después de alguien que hubiera usado las armas. Una vez que pudieron tomarse esta suerte de revancha frenaron. Muchos levantaban escudos de la policía en señal de victoria.

    Decidí que había visto suficiente, ya entrada la tarde, y empecé a regresar. Pasé por la puerta del canal de televisión oficial. También tomado. Volví caminando solo hacia el barrio de Tamel, por calles cada vez más vacías a medida que me alejaba del centro de las protestas. Podía ver en las redes las noticias que desde Katmandú recorrieron el mundo: el incendio de las residencias privadas de los funcionarios, los presos escapando de las cárceles, la muerte de la esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal: ya eran al menos 25 víctimas.

    Llegué de vuelta al hotel y llamé a mis padres para avisarles que estaba bien. Y que tenía hacía rato un pasaje de avión a Taipei que debía salir, supuestamente, al día siguiente. Empecé a ordenar mi cabeza. A ver lo que había registrado y pensar qué iba a hacer. Porque hasta el momento lo que se sabía es que habían prendido fuego la ciudad, que no había primer ministro, no había policía. Y no sabía si iba a poder salir del país. 

    Esa noche subí un reel explicando lo que estaba pasando y fui a dormir agotado. La noche de Nepal es la mañana de Argentina. Cuando me desperté el reel había circulado un montón y había un montón de medios queriendo hablar conmigo. En Nepal viven solo ocho argentinos, y casi no había turistas porque estábamos en temporada baja. 

    Cuando salí a la calle, el Ejército había tomado el control de la seguridad nacional. Por suerte el barrio de Tamel –la mayoría son hoteles– estaba bastante tranquilo. Si el día anterior parecía pandemia, este parecía otra cosa, con vehículos militares patrullando la ciudad. Toque de queda. Todo cerrado. El único movimiento fue la celebración de Inda Jatra, en honor a un dios hindú en el que se hace una procesión, se exhiben máscaras y figuras talladas. Eso te da la pauta de la importancia que tiene ahí la religión. Salieron, hicieron su ritual y volvieron al toque de queda. Y el ejército respetó esto. No prohibió a la gente hacerlo. 

    En la calle ya no había taxis y la gente del hotel me consiguió un auto privado que me llevó al aeropuerto. Pasé por varios puestos de control y barricadas. Varias aerolíneas habían suspendido sus servicios. Algunas estaban retomando. Mi vuelo de Air Asia, increíblemente, estaba en horario. 

    Mientras dejé Nepal, el país vivió una elección inédita en el mundo. 

    La organización cívica Hami Nepal reunió cien mil participantes en un servidor de Discord y organizó una elección para proponer una salida al conflicto. Eligieron a Sushila Kakri, una mujer de 73 años, activista contra la corrupción y ex presidenta del Tribunal Suprema para guiar una transición de seis meses hacia un reordenamiento institucional. Hami Nepal llevó la propuesta a los militares, que aceptaron su nombramiento al frente de un gobierno interino que funcionará sin la cámara de representantes. 

    El domingo, desde Taiwán, subí a Youtube un video de lo que pude registrar en esas cuarenta y ocho horas históricas. Ahora, el futuro es una incógnita.

    La entrada Un cordobés en el fuego de Nepal se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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