La Municipalidad de Villa Regina, a través de las Direcciones de Cultura y de Turismo, invitan a los comercios gastronómicos de la ciudad a formar parte de GastroArte, propuesta que busca revalorizar e impulsar a los artistas musicales y emprendimientos gastronómicos.
Con este objetivo, los comercios deberán ofrecer en su menú un plato que refleje la identidad de Villa Regina, elaborado con productos regionales o bien que sea heredado de nuestra historia. El Municipio, en tanto, ofrecerá un artista local solista, dúo o DJ, sonido y promoción.
Los interesados en participar deberán comunicarse al WhatsApp 2984 904350 o al mail [email protected]. Así se le enviará más información sobre la propuesta y se coordinará fecha, horario y artista.
La iniciativa tiene como objetivo estimular la demanda en el sector gastronómico, trabajo genuino al sector cultural artístico y crear un perfil turístico- cultural que ponga en valor la identidad reginense y fomente el turismo de cercanía.
En Bolivia el ciclo neoliberal de la democracia pactada se agotó hace más de 20 años. Hoy este país experimenta el fin del neo-desarrollismo indigenista.
La victoria electoral de Rodrigo Paz Pereira, del Partido de la Democracia Cristiana, ratifica la legitimidad de los procedimientos y la participación democrática. Sin embargo, este triunfo se da en un momento histórico muy complicado y de difícil gestión no sólo para el nuevo gobierno, sino también y especialmente, para el conjunto del sistema político boliviano, incluidos los actores sociales, entre ellos los empresarios, los trabajadores urbanos y rurales y muy especialmente los actores globales: USA, China, CE, los Estados de los países vecinos, y también las redes del crimen organizado que actúan en todas partes del mundo y en todos los niveles de un poder glocal (global y local) sin excepción.
Más allá de los temas económicos de déficit y escasez de recursos naturales y financieros, un factor fundamental para el nuevo gobierno es el diverso malestar colectivo que atraviesa transversalmente a toda la sociedad y que es gestionado digitalmente por los medios de comunicación y las redes informacionales. La nueva tecno sociabilidad organiza la política en las calles y la vida cotidiana de las personas.
La gestión política ante semejante ch’enko (enredo, en quechua) nacional-global y local necesita relativizar las ideologías absolutistas de los diversos actores: sociales, étnicos nacionales y de los mismos sectores públicos.
La pregunta es: ¿se lograrán acuerdos de corto plazo que permitan al menos una gobernabilidad mínima en lo económico, en lo social y particularmente en lo ecológico?
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Durante su visita a Bolivia, en 1994, el economista paquistaní Mabub Ul Haq, quien fuera creador del enfoque de Desarrollo Humano de Naciones Unidas y asesor del primer plan quinquenal de Corea del Sur, estuvo caminando por El Alto. Allí conversó con sus habitantes. Preguntó y observó. Antes de partir, dio una conferencia y dijo que en esa ciudad había encontrado lo mismo que en los años 50 encontró en Corea del Sur y que fue el secreto de su desarrollo: habilidades, honestidad y cumplimiento de los compromisos de deuda. Para él, el desarrollo de Bolivia no estaba ni en el gas ni en sus otros recursos naturales: esos recursos eran solo un medio. El centro del desarrollo humano en el país andino estaba, en cambio, en las habilidades y compromisos de agencia de sus actores. Con actores, se refería a los sectores populares de El Alto.
En los últimos 40 años, tanto los modelos neoliberales como los neodesarrollistas, en Bolivia y prácticamente en toda Latinoamérica, se están esfumando en medio de una policrisis global multidimensional con cambios hiper acelerados en la tecnoeconomía de la información y de las redes digitales que están modificando de manera incierta la geopolítica y la geoeconomía del planeta.
Pocas veces la fragmentación sociopolítica y cultural ha sido tan intensa. En medio de pandemias, guerras, industrias militares crecientes y redes de inteligencia mundial asociadas a las dinámicas de la inteligencia artificial: ¿Cómo repensar la política, la democracia y el desarrollo en coyunturas nacionales fraccionadas donde la lógica amigo-enemigo tiende a reproducirse?
A lo largo de su historia, la sociedad boliviana ha creado, con dramas y fiestas, una fuerte cultura para sobrevivir en momentos difíciles y para cambiar situaciones límite en nuevas opciones de vida. Su principal recurso de autotransformación posiblemente sea un lazo social diverso y generalizado.
Hoy atravesamos un momento de inflexión histórica en el que las formas de la democracia y el desarrollo experimentados durante los últimos 40 años, parecen extinguirse. Como se preguntaba José Medina hace décadas en otros momentos duros, como lo fue el inicio de la revolución del 52: “Primero, ¿cuáles son los nuevos soportes de la nueva estructura que está sucediendo a la anterior y que ésta ya portaba en su seno desde los comienzos de su descomposición? Segundo, ¿dónde se encuentra el último fundamento de la prise de conscience que abre con el nuevo ciclo económico la fisonomía del futuro inmediato?”.
Las sociedades se transforman y se recrean en medio de relaciones de poder donde lo local y lo nacional se articulan cotidianamente con una globalización cambiante. En el caso de Bolivia, en las últimas cuatro décadas se han generado nuevas realidades, tanto bajo un neoliberalismo generalizado como bajo un neodesarrollismo estatal indigenista organizado por líderes carismáticos. Como subrayamos en la investigaciónNavegar contra el viento. América Latina en la era de la información (UNSAM, 2018) y en el libro que escribimos con Manuel Castells La nueva América Latina, se vienen produciendo cambios económicos estructurales, políticos y socioculturales remarcables, que hoy se necesitan gestionar e innovar para poder vivir mejor.
Entre esos cambios sobresale una nueva “economía extractiva informacional”. Esto permitió que la región creciera, que se distribuyeran o concentraran recursos, pero también impidió el surgimiento de nuevas opciones de desarrollo económico informacional socialmente integradas y ecologizadas. Hace siglos que los latinoamericanos estamos presos de una cultura extractivista-comercial, a menudo con consecuencias nefastas para la naturaleza.
Por otra parte, América Latina en general y Bolivia en particular ya son territorios hiper urbanizados y policéntricos. El boom inmobiliario en las principales ciudades está asociado al capital financiero y la especulación urbana. Pero también a la expansión de una economía informal urbana de comercio, contrabando, subempleo y pobreza, y organizaciones sindicales y territoriales prebendarias con una cultura y una lógica predominantemente fragmentaria que a su vez está asociada al uso creciente del consumo de redes de comunicación que no producimos pero de las cuales nos alimentamos. Hoy la política digital está en el centro de la opinión pública.
Otro cambio importante es el crecimiento y complejización de una economía global criminal que ya funciona en redes globales informacionales. Estas redes contribuyen al crecimiento de un capital financiero sin país. Tal como lo describimos en el capítulo 3 de La nueva América Latina, esta economía global criminal
Es una actividad extremadamente dinámica, multisectorial (aunque el narcotráfico aún constituye su sector básico) y altamente rentable, si no contabilizamos su enorme costo humano. Se basa en su capacidad de obviar la acción reguladora y coercitiva del Estado. Para ello, se trata de imponer una superior capacidad coercitiva y penetrar el Estado mediante corrupción e intimidación a todos los niveles. Es un sector generador de crecimiento económico volátil y de empleo efímero, al tiempo que fuente de desintegración institucional y de desmoralización social. Su dinámica es local-global y su forma reticular y basada en tecnología e información. (Calderón y Castells, 2019)
Hace siglos que los latinoamericanos estamos presos de una cultura extractivista-comercial, a menudo con consecuencias nefastas para la naturaleza.
Y también es fundamental reconocer cambios demográficos y político-culturales en una sociedad patriarcal con serios problemas de reproducción. Desde el lado de la acción colectiva, hay una nueva dinámica y ola de conflictos y protestas socioculturales asociada a la desigualdad y al malestar humano vinculados en buena medida a la dignidad y los derechos humanos en varios ámbitos, como los de género, de ética en la política, étnico-culturales, ecológicos, etcétera. Pero también sobresalen movimientos ultraconservadores con rasgos autoritarios y religiosos de mercado.
Para comprender mejor la coyuntura resulta fundamental tener una visión histórica de largo plazo, entre otras cosas, para salir de esa cárcel de ideas de larga duración, como argumentaba Fernand Braudel, que suponen una economía y una cultura política extractivista y jurídico institucional asociadas a redes clientelares y burocráticas de poder y corrupción, que es de origen colonial y es una fuerte barrera para la innovación y el desarrollo. Por ejemplo, en el caso de Bolivia, que mantiene una relación crónica con el extractivismo minero primero de plata, estaño, gas, petróleo, y ahora, del litio. Pero también es fundamental revalorizar la cultura histórica de resiliencia e innovación de las diferentes clases y estratos socioculturales y, sobre todo, la necesidad de fortalecer sistemas de comunicación entre diferentes en base a una mejor forma de convivir en un estado de lo público.
En el largo plazo resulta fundamental comprender la superposición sociocultural y la historia de las ideas y de los actos dramáticos de la sociedad boliviana. Sociedades abigarradas las denominaba Zavaleta, pensando en las sociedades latinoamericanas, y Braudel en el mediterráneo. Diferentes tipos de relaciones sociales históricas superpuestas en el presente que vienen del pasado y que cambian para reproducirse.
Desde el texto Creación de la pedagogía nacional, de Franz Tamayo, en Bolivia podemos mencionar distintos momentos en que esa superposición se expresó. A principios del siglo XX, Tamayo valora la luminosidad aimara originaria que también implica reconocer la riqueza comunitarista de las culturas guaraníes como las de la Chiquitanía (valorada por el socialismo francés como una de las primeras utopías humanistas), pasando por la trágica guerra del Chaco hasta la revolución del 52, donde estructuras sociales territoriales (comunidades campesinas) y funcionales (sindicatos) reprodujeron una estructura de poder basada en enormes logros sociopolíticos (voto universal, reforma agraria y urbana, nacionalización de las minas, con milicias armadas de más de 50.000 personas, etcétera), pero coexistieron con una estructura y una cultura de poder patrimonialista y corporativa, que se reprodujo hasta la actualidad más allá de los importantes logros socioculturales, y que hoy se redefine. Sin entender esa dinámica no se puede comprender los logros y las deficiencias políticas actuales.
Para revalorarse, la sociedad boliviana, y en general las latinoamericanas, necesitan conjugar recíprocamente estabilidad social y económica en el marco de una política constructivista de los diferentes actores que sea un puente para consensos prácticos.
En un enfoque constructivista deliberativo de la política resulta primordial lograr acuerdos procedimentales con capacidad de agencia entre actores opuestos. Se trata de consensuar en los procedimientos para resolver los conflictos y visiones fundamentales, pero no sólo anunciándolos sino también participando en su evolución temporal y sobre todo en los resultados alcanzados. Ello supone una inclusión de lo diverso, es decir un orden plural, institucionalmente conflictivo y abierto. La democracia es por definición un régimen político abierto, conflictivo e inconcluso. Hoy, dadas las tendencias empíricas de los comportamientos diversos y complejos de las sociedades, no hay capacidad por parte de ninguna de ellas de ser hegemónica. Por eso, el ejercicio del poder democrático que actúa en el mercado y en el Estado necesita reconocer su pluralismo territorial, étnico, social, etcétera. Se necesita producir una suerte de Estado de lo público que actúe a nivel global. La democracia necesita ser renovada para enfrentar la coyuntura actual y, sobre todo, la policrisis global mencionada y para ello es crucial retomar a nivel nacional la idea de la política como un sistema político-cultural de reconocimientos recíprocos.
La democracia necesita ser renovada para enfrentar la coyuntura actual y, sobre todo, la policrisis global mencionada y para ello es crucial retomar a nivel nacional la idea de la política como un sistema político-cultural de reconocimientos recíprocos.
En la coyuntura actual boliviana es posible un escenario de transición “cesarista pragmática” que suponga la gestión de conflictos e intereses asociados a lo que llamábamos hace años con Mario dos Santos y otros una “gobernabilidad sistémica”. Esto es: un consenso mínimo por parte de los diversos actores e intereses en torno al funcionamiento de las instituciones, de la estabilidad económica y sobre todo de un mínimo de equidad y estabilidad social. No para dar un salto histórico, sino para crear las condiciones para que éste se produzca más adelante. Y en este sentido parece crucial empezar a crear espacios de comunicación para que la sociedad y sus actores intelectuales estudien y debatan con realismo empírico e histórico sobre un futuro deseable y posible de una nueva sociedad digital, digna y genuina.
En la pugna de poderes globales se están perfilando nuevas formas de dominación donde los políticos y Estados poderosos, con sus diversos sistemas digitales y la competencia de las grandes empresas tecnológicas, están produciendo una nueva geopolítica y geoeconomía mundial, modificando la realidad global a nivel nacional, regional y local. Se trata de una suerte de reestructuración de poderes. Allí, el Sur del mundo, particularmente Latinoamérica -hoy relativamente fragmentada-, necesita una política constructivista regional que construya plataformas globales tecnológicas y educacionales complementarias entre países y territorios para tener un poder de voz en la nueva globalización. Quizás las políticas recientes de acuerdos entre México y Brasil caminen en ese sentido.
¿Será posible que Bolivia se desarrolle en medio de una nueva “interdependencia asimétrica” global y regional? ¿Cómo podría revincularse con la región, y particularmente con los países vecinos, para construir alianzas estratégicas y así tener una importante voz en el mundo en el contexto de una sociedad digital cambiante? ¿Será posible refundar un latinoamericanismo práctico, con capacidad de agencia, centrado en procesos de innovación informacional, ecológica y sociocultural? ¿O permaneceremos en el atraso y la nostalgia?
Un enfoque innovador del desarrollo humano o de la misma “Transformación Productiva con Equidad” que elaboró la CEPAL tendría que colocar como sujeto y objeto del desarrollo la dignidad humana asociada intrínsecamente a los derechos humanos. Y desde allí se podría repensar cómo construir una economía informacional ecologizada.
De ahí el carácter estratégico de una educación innovadora que vincule las ciencias duras con las sociales y el arte. Y analice empírica y críticamente las nuevas realidades, además de experiencias históricas a nivel global (por ejemplo, del Sudeste asiático, el caso de Malasia, el Estado de Kerala en la India o los casos de estudio de innovación local con inclusión en el sur global, como analizan los estudios de J. Shutz y R. Aracena, Fernando Peirone, o Marcelo Sili, Andres Kozel, y sobre todo las experiencias innovadoras ecológicas e informacionales que se dan en la ciudad de El Alto y en la de Santa Cruz, como en las comunidades de Charagua o Urubichá, o la de miles de migrantes que caminan creando redes complementarias territoriales nacionales y globales y comercializan por todas partes del territorio).
¿Será posible refundar un latinoamericanismo práctico, con capacidad de agencia, centrado en procesos de innovación informacional, ecológica y sociocultural?
De igual manera, es fundamental una nueva pedagogía de los diversos actores socioculturales: fortalecer las habilidades humanas para construir una capacidad de agencia que vincule metas con resultados. Los actores innovadores del futuro necesitan manejar y conjugar los códigos de modernidad con conocimientos y destrezas para participar en la vida pública con los códigos informacionales, referidos a la capacidad de comunicar, combinar, interactuar en la red y generar así nuevos significados humanos del desarrollo. La capacidad de agencia necesita expandirse como la principal fuerza de innovación social inclusiva y regional.
¿Podrá el gobierno de Paz Pereira y el sistema político renovado navegar contra el viento y combinar mínimos de estabilidad socioeconómica e institucional con dinámicas productivas y financieras que permitan un cierto renacimiento? ¿Podrá así crear condiciones para emprender un nuevo modo de desarrollo informacional en función de los derechos humanos y la dignidad de las personas y sus colectividades? A corto plazo, el desafío es ese: un pragmatismo negociador que permita crear condiciones para pensar y generar un modo de desarrollo humano ecologizado informacional.
En el Día Mundial de la prevención de la Hipertensión Arterial (HTA), especialistas aconsejaron fortalecer la prevención, los controles y la continuidad de los tratamientos, al advertir que además de ser el principal factor de riesgo cardiovascular, aumenta la posibilidad de contraer formas severas de coronavirus. «La hipertensión arterial es una enfermedad silenciosa, sin síntomas. Más allá de…
¿Qué fundamento tiene indignarse cuando se «vandaliza» un espacio público?¿Será por que es público y es de todxs? ¿Será que lxs enoja por que lo mantenemos todxs? ¿Será que se «rompe» algo de todxs? ¿Será que no les molesta cuando ven pintado «River campeón»?; ¿Será que no es lo mismo? ¿Será que es una forma…
*Este texto fue escrito para la presentación del libro El temblor de las ideas. Buscar una salida donde no la hay, de Diego Sztulwark, y editado por Revista Anfibia.
Presentar un libro produce temblor. Hay cierto oficio o cierta especialidad en ese acto, es casi un género. Horacio González era un experto en presentaciones. Incluso alguien dijo alguna vez que Horacio no iba a una mesa redonda, sino que era la pata de una mesa. El chiste le cabe, pero sé cómo disfrutaba de estas tertulias. Leer es reescribir. De un libro brotan otros pensamientos, ramificaciones inesperadas surgidas de las experiencias sensibles del que lee.
El temblor de las ideas (Planeta, 2025), de Diego Sztulwark, es un libro que enlaza a un artista/filósofo Franz Kafka con acontecimientos políticos argentinos. Diego leyó Kafka con intensidad, con rigor y también leyó a un conjunto de pensadores que dijeron mucho sobre él. Este es un libro coral: Kafka, la política argentina, la filosofía y un pensador emocionado. ¿Es forzada esa relación, como en algún momento dijo David Viñas? En el andar de mi lectura por momentos pensé que sí; en otros, no. Traté de escuchar, como hago con la música, y entonces lo leí como una partitura, como una musicalidad vibrante sobre la cual uno puede imaginar y querer cierta vinculación con este libro, pero no necesaria. Tal vez sea un mero capricho o, más seriamente, la encuentre emparentada con este libro. La música siempre excede la partitura, que posee un rasgo excesivamente obligatorio. Hasta los silencios se escriben. Y no sólo eso: determinan la duración del silencio.
Luego de cada capítulo o subtítulo hay una coda, una extensión del tema, pero en otra clave, como un diario de la perplejidad. Ahí Sztulwark escribe con fecha y año anotaciones sobre la actualidad política argentina, acontecimientos específicos sobre ella, opiniones, preguntas y polémicas sin que exista correspondencia necesaria con el capítulo en el que las incluye. Incluso aparecen en diversos lugares de cada capítulo. Me gustó ese procedimiento.
En este libro nos topamos con Kafka, con ensayos sobre Kafka y un diario personal sobre la perplejidad en la que estamos entrampados en estos tiempos. Hay tres movimientos. Pongamos un acorde: Ya nada es. Millones acariciaron el látigo y aquí estamos. Ese acorde tiene que ser un acorde en modo menor. Lánguido, melancólico, triste también pero, cuidado, porque siempre tiene bellísimas melodías y muy atrapantes. ¿Nos quedamos ahí? No. El temblor tiene la potencia de refutación política, dice Diego, restituye las vidas, los cuerpos, el movimiento. Para eso hay que rastrear palabras y horizontes que hoy no están en la política, pero la paradoja es que le pertenecen. Hoy empobrecen lo terrible, el horror. Entonces debemos rastrear palabras perdidas y omitidas, e inventar. Pongamos otro acorde en modo mayor: exultante, auspicioso.
Ahí podemos comenzar a conversar, aun teniendo que padecer la imposibilidad: imposibilidad de actuar sin criterios transformadores (revolucionarios, dice Sztulwark), imposibilidad de actuar sin ellos e imposibilidad de dejar de actuar.
En el libro hay muchísimos pensadores que reflexionan a partir de Kafka, teorías, pensamientos admirables, filosóficos y políticos que rompen, que hacen crujir el mundo. En la música, también. Pero Sztulwark dice: “Cuando la derecha escenifica este romper todo, activa la destrucción del pacto social plagado de mediaciones y regulaciones de las que quiere prescindir”. De los autores que él nombra también van a prescindir.
Hay un artilugio en la música que permite armar un acorde de tal modo que esté en mayor, pero es menor, y a la inversa. Una forma de engaño al oído. Recuerdo haberme pasado horas escuchando la 5ta sinfonía de Malher para poder percibir en qué modo estaba. Es un artilugio propio del postromanticismo en la música. Malher lo usa con maestría. Esos acordes indefinidos tensan, sólo agucemos el oído. En ese diario de la perplejidad, Sztulwark lo hace: comienza con el intento de asesinato a Cristina Fernández de Kircher, pasa por el 2001, la pandemia, la batalla cultural planteada por Agustín Laje y otros seres oscuros, la irradiación que produjeron en los jóvenes “porque la derecha se ofreció como una competencia y como una alternativa” y “la extrema derecha disuelve la política en la cultura y la cultura en la comunicación”. Disolver la lengua, los cuerpos, las ideas de lo que llamaron el marxismo cultural, disolver los feminismos, los ecologismos, los derechos humanos, los indigenismos, los agrupamientos sindicales, movimientos piqueteros y muchos otros que señalaban una sociedad dispuesta a la conquista de reclamos y derechos. La tarea de esta derecha era y es destruirlos. Todos ellos son enemigos, son el lastre que hay que desintegrar. Una derecha 2.0, como la llama Gilbert.
Sztulwark analiza esta derecha con mucha precisión: cómo son, qué quieren, de dónde vienen, cómo se anticiparon en gobiernos anteriores en Argentina con promesas no cumplidas. Hay que descifrar eso. Laje y otros, creo que Nicolás Márquez también, saben que la derecha no tiene intelectuales y se lanzan a la batalla cultural. Comunicación, tecnología, cultura y política son temas problemáticos tanto para la derecha como para los progresismos.
Permítanme decirlo: en el regreso a la democracia no debatimos con suficiente hondura lo que fuimos durante la dictadura cívico militar. Sé que es complejo y requeriría un extenso debate. Nos acogimos a estrategias políticas algo sumisas que me agobiaron siempre. Entonces, creo que hay que caminar por otros lugares, llaves artísticas, políticas y, sobre todo, imaginación. Si esa búsqueda está, no podemos hablar de derrota. Es otro sendero, es un camino fructífero.
La lectura de este libro coincidió con procedimientos técnicos que se realizan sobre lo registrado en la grabación de un disco. Estaba entre la constante escucha de las mezclas que me iban llegando (la mezcla es homologable al montaje en el cine) y la lectura de este libro, que es un conjunto de voces políticas. Una sinfonía.
Este disco se llama Fuera de Lugar, pero no es el retiro de ninguna batalla. Este disco es una batalla en sí mismo. El procedimiento político con el que trato para pensar la música, su errancia y la relación conflictiva y llena de tensiones entre el pasado y el presente. Ese es el modo que encontré para estar en la música, en la historia y en la política y algunas otras cosas que me he ido inventando a lo largo de los años. En Ante la ley, de Kafka, la puerta está abierta, pero está el centinela. Primero aparece la frustración, segundo la espera mientras aparece la pregunta: qué hacer ante la puerta abierta y el centinela que la custodia. Imposibilidad y espera.
La trampa es no saber de qué se te acusa. Pero se te condena. La ley impera, pero no sabemos qué es. Produce ignorancia y culpa, entonces esperamos. Es insoportable esperar porque, al esperar, no percibimos que son los artificios del poder los que lo producen. La derecha actúa de tal modo que provoca una adhesión inmediata al orden de las cosas tanto en los sujetos como en el ámbito social. Sólo de un fondo oscuro puede surgir la idea de que alguien sabe de antemano el secreto de todas las cosas e impide buscar otro camino en el que habite la fuerza de obrar en el lenguaje. “La trampa, la ignorancia y la culpa están en la base de los artificios del poder” y los entrampados son los que asumen su condición sin asombro. Ojalá los entrampados tuvieran conciencia de la fugacidad y fragilidad de los entrampadores. El canto tiene que cantar sabiendo eso. En realidad, eso es lo único que hay que cantar. Diego dice que la fragilidad en Kafka da señal de una vitalidad superior. A mí me da la sensación de una embriaguez ante un abismo. Poder salirse del dispositivo.
Para comprender estos paralelismos un tanto arbitrarios que estoy haciendo con la música debemos saber que estamos en un dispositivo tonal, es decir un centro. De esas claves se puede ir a otra clave, se puede modular e ir hacia otro lado, pero siempre dentro de la tonalidad fijada y, por más vueltas armónicas que demos, la tonalidad sigue siendo la ley. Ese es el texto sagrado y de ahí no nos movemos. Sin embargo, en las músicas como las de la Grecia antigua y las indígenas no existe la tonalidad. Esas ideas antiguas y preciosas se buscaron en otras composiciones como las de Gyorgy Ligeti. Todo a partir de una búsqueda desesperada de Arnold Schönberg, quien inventó el atonalismo pero fracasó. La tonalidad es una convención histórica de occidente. Los que salen de ahí provocan un tembladeral bellísimo, como los acordes erráticos que buscó Gerardo Gandini. Construyen una música vibrante y el oído se abre dispuesto a lo inesperado e insospechado. Eso le exijo a la política. Con la lengua que posee hoy, nunca la escucharemos. Yo tampoco la poseo, por supuesto, porque no es individual, es una construcción colectiva de la cual sólo sabemos que es un enigma. ¿Puede oírse? Desde que asumió Milei, en algunas marchas puede. Por ahora la mayoría pensamos que está, como señala Diego, por debajo del umbral auditivo de la política. ¿De los últimos 20 años? Creo que no. Que es excesivo sostener eso. Siempre queda algo por oír, no siempre hubo sordera absoluta. Ha habido notas de paso para ir de un lugar a otro. Yo quiero saber qué se oye al otro lado de la frontera, como diría Horacio González en Fusilamientos. Muerte en primera persona.
Conversar es hacer temblar lo que está fijo en este país y nos ha producido, dice Diego: un impacto político y existencial. Kafka es un artista. Diego afirma que es alguien que hace temblar el sistema rígido y normativo de este tiempo y de todos los tiempos. Y dice: Kafka es un estratega. No son palabras de la política. Es poesía, es arte y, por lo tanto, sí es política porque esas palabras atraviesan cada día de nuestras vidas y logran que las revisemos constantemente o nos juntemos para pensarlas. Muchas veces percibimos que la política no anclará nunca en esos mundos que son lo único que importa. Tal vez la ausencia de esas palabras, el retiro de ciertas lecturas, la ignorancia también le impidan a estos tiempos construir lo que repare esta intemperie, esta demolición, diría Diego.
Tuvimos otros momentos en donde la sensibilidad política pudo generar respuestas colectivas. Tema que nunca terminará de ser pensado una y otra vez. Sólo puedo decir que hubo momentos de enorme felicidad. Prefiero hablar así y no de derrota. “Es infinita, nunca terminará esa riqueza abandonada”, dice el poeta Edgard Bailey. Por eso me parece una extraordinaria audacia haber recalado en Kafka para acompañar esa búsqueda. Fue una audacia feliz porque para evitar la trampa tenemos que elevar al mundo. Creo que es Carlos Correas quien pone atención en la palabra elevar.
¿Es una actividad emancipatoria? Kafka teme no tener las fuerzas suficientes para vencer a la institución. No poseer esas fuerzas o dudar si las tendrá es desesperante, te lleva a pensar que no hay salida, pero al mismo tiempo necesita que la haya. “El héroe en Kafka es el sujeto sujetado por una triple imposibilidad: imposibilidad de encontrar respuestas, imposibilidad de dejar de buscar respuesta e imposibilidad de dejar de preguntar”. Una relación enigmática con el mundo, tanto como los acordes erráticos en la música. Recuerdo una clase de Gandini sobre procedimientos para componer. ¿Pongo un mi mayor, adónde voy? No lo sé, pero sigo, no lo encuentro, pero no puedo dejar de preguntarme adónde voy. Es desesperante, pero todo ese enigma culmina en La ciudad ausente, la novela de Ricardo Piglia, y la ópera de Gandini con libreto de Piglia.
¿Quiero señalar una esperanza? No. Quiero señalar que la imposibilidad no puede impedir llevarnos a una acción emancipatoria. Si no lo es nos volverá a entrampar. Kafka dice: no quiero libertad, quiero una salida. Ya el deseo de la salida habilita la posibilidad de encontrarla. Siendo sincera, no me gusta la palabra esperanza, me resulta demasiado religiosa, tanto como la tonalidad en la música que es un cerrojo. Prefiero hablar de las fuerzas irreprimibles del deseo de buscar colectivamente. Decía Horacio González: una comunidad es un síntoma de libertad, no una forma obligatoria de convivencia. Y allí está también León Rozitchner con su idea del materialismo ensoñado. El sueño es lo que liga el pensamiento al cuidado de los cuerpos. Pienso que donde no hay ensoñación, hay cadáveres.
Buscar tiene que ser un diálogo poderosísimo y tenso entre los restos y el presente altamente tecnologizado y un mundo que nos condena y encierra en una lengua mortuoria.
Musicalidad vibrante. Coda
La tecnología existe desde hace muchas décadas. Surge de la guerra donde se mata y se muere. Hoy el procedimiento es el mismo: se mata y se muere, la tecnología va directo hacia los cuerpos. En el caso de la música va directo al oído y a cualquier narración que quieras hacer. Spotify es un monopolio narrativo, es el más claro ejemplo del robo de la palabra. Ahí todo es aleatorio. Las plataformas digitales son las que hablan disolviendo tu habla. Habría que hacer una historia de la escucha y de la voz que va del grito de guerra liberador a la voz de mando militar. La tecnología anestesia, te brinda cuadrículas encerrando la experiencia sensible y estética.
Así que, Diego, sólo quiero decirte que tengo tantos gritos adentro de mi alma que rechazaré siempre la condena de este mundo bélico, tecnológico y cruel, aunque no pueda conjurarlo. Prefiero seguir siendo una mujer atravesada por preguntas, por un no saber, por un desconcierto vital, dispuesta a dar las vueltas necesarias con el fin de abrir, no cerrar. Prefiero habitar las tensiones de la imposibilidad.
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