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Se realizó procedimiento para retirar aves silvestres enjauladas

La Dirección de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Municipalidad de Villa Regina informa sobre el procedimiento realizado por el personal técnico de la Dirección de Fauna Silvestre dependiente de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático de Río Negro el viernes pasado.

A partir de llamados recibidos en la Dirección de Ambiente, procedió al retiro de dos aves silvestres que permanecían enjauladas en domicilios particulares. Se trata de un juvenil de águila mora y un loro barranquero que quedaron alojadas en el Centro de Cuarentena y Rehabilitación de los Guardafaunas Honorarios en General Roca para su observación.

Luego de un período de adaptación en grandes jaulas ‘voladoras’ recuperarán su musculatura y se atenderá su situación sanitaria para luego ser liberadas en su ambiente. Cabe aclarar que ambas aves provienen de entregas voluntarias de personas que comprendieron que un ave silvestre enjaulada, además de ser ilegal, no puede cumplir su ciclo natural.

La Dirección de Ambiente y Desarrollo Sustentable recuerda que las entregas voluntarias de aves silvestres no implican sanción de parte de la autoridad provincial de Fauna.

La tenencia, captura y comercialización de animales silvestres, vedados o prohibidos por la Autoridad Jurisdiccional es un delito en el marco de la Ley Nacional de Fauna, Ley N° 22421 y una infracción para la Ley Provincial N° Q2.056, la cual prevé severas multas.

Además informa a los vecinos que pueden denunciar de forma anónima situaciones de cautiverio de animales silvestres o contactarse para realizar entregas voluntarias de aves, lo que no implica sanción.

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  • La leyenda del algarrobo caminante

     

    En las vísperas del atardecer, el paisaje se tiñe de rosa. La luz viene del sol pero parece emanar desde la tierra. Los marrones del suelo se vuelven naranja, los cerros en violeta profundo. Árboles y cactus adquieren un verde oscuro y suave. Es el cambio de guardia entre los bichos del día y los de la noche, un breve traspaso en que  las lechuzas vuelan con los pájaros y el zumbido de las abejas se mezcla con el canto de las ranas. En este momento intersticial un zorro baja del monte. Serpentea por un río ya seco. Busca agua. El camino tiene apenas rasgos de humedad. Sobrevuelan dos cóndores que aparecieron hace rato. Sedientos también, quizás. El zorro llega al borde de un cráter enorme. Parece la entrada al infierno. Son infinitos escalones de tierra, perfectamente esculpidos: baja dando saltitos. El viento ruge fuerte. Un lago turquesa resplandece en la luz crepuscular. Huele acre, peligroso. Un cartel oxidado anuncia “MINA PILCIAO 16”.

    Sin otro remedio, el zorro bebe del lago. Sorbos voraces. Quema pero no tanto como la sed. Luego, busca reparo bajo el único árbol que queda: un algarrobo solitario, grueso pero enjuto. Entre las ramas se cuelga un viejo letrero, que reza: “Sin agua no hay membrillo”. Al zorro le duele la panza. Escucha como los dedos petrificados del algarrobo repiquetean contra el cartel, como el eco de una copla. Entonces una fuerte ráfaga despierta la voz del árbol, que por años descansó, esperando alguien que lo escuche. El algarrobo se aclara la garganta y empieza a contarle al zorro una leyenda. La leyenda del algarrobo que caminaba.

    Las raíces 

    ¿Cómo crece un árbol que camina? Con pequeños pasos…” 

    Pequeños pasos son los que llevaron a dos hombres al polvoriento camino una mañana hace muchos años. El sol del verano pegaba fuerte y el calor sofocaba. Eligieron un lugar al lado de un algarrobo chiquito, que apenas daba unas huellas de sombra. Sudando, los dos desplegaron una pancarta, de un extremo de la calle al otro. Se enraizaron ahí para prevenir el paso de las máquinas. Así pretendían frenar la megaminería. 

    Megaminería. Un eufemismo que dice poco y encubre mucho: una montaña que se vuelve cráter, sus entrañas destripadas y lavadas con agua y cianuro; las achuras amontonadas en pilas de roca estéril; las partes más exquisitas llevadas para las mesas de los países “desarrollados”; y el agua dulce – ya cianurada – atrapada en un “dique de colas”, una laguna contenida por una frágil membrana.

    En contra de este Goliat, dos hombres con una tela finita. Pero debajo de su pequeño brote, había algo más: echaron raíces que en el subsuelo se extendieron en busca de sustento. Así se plantaron dos, pero llegaron dos más. Y dos más. Y luego cuatro más y cuatro más. Y ocho… y así multiplicándose hasta que era más que un brote. Un retoño. Y de tanto llegar, se enraizaron también. Se quedaron la noche. Después otra. Se festejó allá la Noche Buena de 2009. Después Año Nuevo. Y siguieron. Establecieron turnos y el algarrobo nunca se quedó solo. Y así empezó a crecer su hermano. Era el más inquieto del par. Uno se quedó en su lugar, vigilando el camino que llegaba al cerro. El otro iba y venía con los vientos.

    Este árbol que caminaba se convirtió en una asamblea. No fue la primera ni la única. Pero era la que más caminaba. Y cuando no estaba caminando, sus ramas se juntaban. Sentados en el suelo, abanicándose con lo que había para luchar contra el calor. Todos emparejados con el horizonte durante las deliberaciones interminables: los “de apellido” y los “sin”, los del “centro” juntos con los de la “orilla”, los de plata ensuciándose con la misma tierra y sudor que los demás. Los cerros, a lo lejos, eran lo único que los sobrepasaba.

    Entonces, cuando la policía intentó levantar el acampe el 15 de febrero de 2010, sus raíces ya estaban firmes. Al atacar a unas ramitas, se sintieron los tirones hasta en el centro de Andalgalá. Todos salieron a defender su pueblo y su tierra. 

    “Es una lección que difícilmente pueden aprender las mineras,” el algarrobo le explicó al zorro. “Toda su operación se basa en pirámides: de un CEO extranjero a un puñado de capataces hasta unos cien peones; o bien, del punto de la escombrera hasta su piso ancho. Es la única forma que ven. Pero la asamblea no era una pirámide, era un algarrobo. Era un conjunto de vecinos, ninguno más imprescindible que otro. No había una cabeza para arrancar, ni un solo algarrobo que se pudiera talar. Porque la asamblea también era una articulación de una lucha que la excedía. No hacía falta haber estado meses en el árbol, pasando la palabra en la asamblea. Muchos más salieron a la calle ese día, aunque fuera sólo para dar agua a sus vecinos o curar sus heridas. Andalgalá tenía el espíritu del algarrobal.” 

    Aquel tejido de madera hecho con raíces y sangre pudo revertir la autorización de la Mina Agua Rica (alias “MARA”). Si Agua Rica se hubiera llegado a abrir arriba en las montañas, es muy probable que el agua contaminada hubiera escapado de su laguna para correr abajo por el Río Andalgalá. Y al envenenar el pueblo, la plaza hubiera quedado vacía y el oro que dormía debajo de sus baldosas desprotegido. Así la codicia también seguía el río, una pluma de contaminación que pretendía entrelazar el Agua Rica con otro complot. El proyecto de la Mina Pilciao 16, textualmente, contemplaba la indemnización de los vecinos de Andalgalá: desarraigarlos y replantarlos en otro lado, para que el camino al oro quedaría libre de raíces.

    “¿Escuchas?” , pregunta el arbol. “¿El eco de los golpes, el redoble de los pasos?”

    El zorro, luchando contra los dolores agudos en su panza, inclina la cabeza.

    “Así empieza la leyenda del árbol que caminaba. Aquí mismo en lo que antes era la plaza de Andalgalá…” 

    El zorro echa un ojo al cartel de la Mina Pilciao 16 y se acomoda de nuevo para escuchar cómo sigue.

    El tronco

    “Al caminar, los brotes se endurecieron, pero no dejaron de andar. La asamblea era su tronco y cada caminante una ramita. Como las mías, se estiraban para el cielo. Pero también se quedaban conectados a su base…”

    Había una de las ramas, una bien alta y curtida. Cuando llegaban los extraños a Andalgalá, se los mandaban derecho para su casa, unas cuadras de donde nació la asamblea. Siempre los saludaba de la misma forma, fuera periodista, investigador, viajero, hippie o asambleísta: “Bienvenidos a Chaquiago. Ya estás en el centro del universo y yo soy Dios.” Y tomaban un vino casero de su creación bajo la sombra de otro algarrobo, el del patio del Cielo. 

    Le gustaba recitar a Atalhualpa Yupanqui: “Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás.” Fue instruido como sociólogo, y en sus 75 años, tenía acumuladas dos detenciones y un sinfín de causas, culpa de su lucha. Subía los senderos inclinados de los montes sin esfuerzo, mientras contaba, bromeaba y aún cantaba. Siempre llevaban a los recién llegados a caminar: “Tenés que caminar por la tierra… Tenés que dejarte pinchar por nuestras plantas. Sólo así se entiende nuestra lucha.” 

    Irse por los montes no es la única manera en que caminaba El Algarrobo. También daban dos vueltas a la plaza una vez por semana. Al atardecer, cada sábado, las ramitas se acercaban. De a poco se trenzaban y empezaban a caminar. A su ritmo, bailando con tambores. Las ramitas del Algarrobo caminaban para ver; también para ser vistas. Al caminar, uno se despertaba y también podía despertar a los demás. 

    Otra ramita, una periodista de Andalgalá, se despertó así, caminando. Cuando llegó la Mina Bajo la Alumbrera a fines de los 90, nadie sabía cuestionarla. Era la primera mina a cielo abierto en el país. Lo que antes era llamado “montaña” se empezó a nombrar como reserva de cobre, oro y molibdeno. Este giro retórico sin embargo, no advertía que estos minerales no se encontraban físicamente aislados, sino entrelazados, mezclados con la tierra y las rocas. Para resolver ese problema se ingenió la tecnología de open pit: dinamitar la montaña y separar sus componentes con una sopa tóxica. 

    Las ramitas veían como cada día un avión salía lleno de lingotes de oro, sobrevolando Andalgalá. Mientras tanto, las regalías prometidas no aparecían. No hubo derrame de la riqueza; lo único que empezó a derramarse fue el contenido del mineroducto, que escupía “barro”: una mezcla de minerales, agua y cianuro. El río, que daba vida al pueblo más cercano, empezó a quitarla: primero llegaron los dolores estomacales, diarrea y vómitos; después la muerte de sus animales; luego el cáncer; hasta que sólo se quedaron los fantasmas. Entonces empezaron a salir los ambientalistas locos. Así los llamaban. Protestaban en contra de la mina que ya estaba – La Alumbrera – y las que podían llegar a instalarse en el futuro: Agua Rica, Pilciao 16, entre muchas más. 

    “La ramita en cuestión no participaba al principio. Era una estudiante de secundaria en ese momento – cuenta el árbol – pero un día, el algarrobo caminante circulaba y ella lo vio.”

    Sonaban los tambores, pero no del alegre vaivén de una caminata, sino un tan tan bien mecánico y seco. Desde un costado, ella miraba pasar el desfile patrio. De repente, una oleada de movimiento espontáneo le llamó la atención. Los ambientalistas locos corrían entre los que marchaban, saltando y gritando. En vez de rechazo, ella sentía un tirón. Las ramitas le extendían sus manos y ella se las agarró. Ni siquiera fue una decisión consciente. Se metió y caminó con los loquitos por primera vez. 

    Después nunca dejó de caminar. Aunque se fue lejos de su tronco para estudiar, ella seguía participando. No podía cerrar los ojos una vez abiertos. Al caminar, la ramita había visto no sólo el presente, también un hilo fibroso que entrelazaba sus memorias. Una raíz que se estiraba hacia el agua. El río era muy importante para ella. No era solo el agua que servía para tomar o regar. Tenía un valor mucho más profundo. En su infancia jugaba ahí y se refrescaba en los días calurosos del verano. Después, con los años, se convirtió en su lugar para meditar. Al dejar los dedos de los pies congelarse en el agua y estudiar cómo la luz jugaba en la corriente, podía pensar y sentir de otra forma. Entonces solo faltaba atar sus recuerdos con la necesidad de defender los cerros, donde nacen los ríos. 

    La asamblea caminaba para estrechar ese vínculo entre memoria vital y lucha por el territorio. Hicieron charlas, panfletos, recitales, teatro en la calle, murales y más. Poco después de la primera represión nació la radio comunitaria. Para romper el cerco mediático, los vecinos empezaban a tirar semillas, a través de las transmisiones aéreas. Hacían varios programas semanales desde el predio de la asamblea, custodiado por el mismísimo árbol-hermano que ya daba más sombra que en su infancia.

    También sembraron semillas caminando. Los que antes eran brotes ya llegaron a ser ramas, que se preocupaban por los próximos brotes. Uno de ellos arreaba a un grupo de sus estudiantes al lado del río. Guiaba pero también dejaba que tocaran y jugaran. Pasaban el día caminando los cerros con expertos en historia, plantas, y aves. Así, los chicos nutrían sus propias raíces. 

    “Porque no puedes proteger lo que no conoces – explicó el algarrobo al zorro – si el caminar te hace despertar, el despertar después te hace seguir caminando. Escuché desapercibido cuando la ramita alta y curtida les contó a sus invitados la diferencia entre caminar y esperar:

    _No uso la palabra esperanza. La odio. Es de la religión eso de esperar, esperar un milagro. Esperar para que uno haga algo por vos, el gobernador, los políticos, Dios. Nunca me pasó un milagro, ¿a vos? Te morís esperando un milagro… no, no, esperar no. Hay que caminar…” 

    Muchos eran los que elegían caminar. Aunque el número de asistentes en la plaza fluctuaba según la gravedad del momento, los defensores de los cerros caminaban por todos lados. Estaban en las escuelas, en la cancha, en las juntadas de amigos y en la iglesia. Siempre estaban para dar una mano el uno al otro, si era apoyar a uno que perdió el trabajo o si había que encontrar una mascota perdida. Para muchos, la cosa más linda de la lucha eran las ramitas que habían conocido caminando juntos. 

    Ahora algo llama la atención al hocico del zorro. Algo en una corriente del viento, un cambio tan leve que no puede discernir qué promete. Se queda atento, tanto a la brisa como al cuento.

    Las hojas

    “Las historias no siempre son de alegría, unión y éxito- dice el árbol –  lo que da dimensión a los cerros, mientras uno camina entre ellos, también son las sombras. Y la asamblea, que caminó tantos años, también pasaba a veces por la oscuridad. Incluso, a veces son las mismas hojas que tapan la luz para las demás.”

    Las corporaciones sí sabían cómo esperar. Si encontraban trabas en un proyecto, hacían crecer su capital en otro lado del mundo, esperando que los caminantes se cansaran. Siempre volvían después para intentar otra vez. Y así fue en Andalgalá: a pesar de que la autorización de Agua Rica se había quitado en 2010 y que el Concejo Deliberante había prohibido la megaminería en la cuenca del río en 2016, encontraba un punto débil institucional y lo presionaba. En el medio de la noche el 28 de diciembre de 2020, la Corte Suprema de Catamarca declaró inconstitucional la prohibición y a las pocas horas de la madrugada empezaron a subir las máquinas al cerro. A diferencia del acampe de 2009, en el que pudieron prevenir y evitar la subida, esta vez el algarrobo caminante llegó tarde. Aunque la respuesta fue multitudinaria, las máquinas ya habían ocupado el territorio y todo se volvió más difícil. Así la pueblada que vino después expresó la desesperación y enojo. En la caminata número 584, incendiaron la sede de la empresa minera.

    “Las llamas son bien complicadas, – murmura el algarrobo – tendría que encontrar un árbol mucho más sabio que yo para que le diga que puede ser un bien. Capaz que le diría que hacen revivir al bosque… Destruir para renacer. Pero nadie se quiere quemar, nadie…”

    Quizás fueron infiltrados. O jóvenes enojados. O un acto de Dios. Quedaron muchas versiones. Lo cierto es que el poder sabía manejar el incendio. A pesar de tener cientos de policías cerca, dejaron que las llamas consumieran casi todo. Y después se tomó licencia para reprimir. Empezaron los allanamientos y las detenciones de asambleístas, sin pruebas. Lo que más lastimaba, además de los golpes, era tener que esperar. Esperar en la casa para la posible llegada de las pisadas de la policía. Esperar la notificación del celular de otro compañero detenido. Esperar en la celda para una liberación qué tal vez no venía. Y después de 14 días así, seguir esperando la resolución de las causas interminables. 

    “Escuché tantas historias relatadas bajo mis ramas – le cuenta el algarrobo al zorro – de triunfos, alegrías, nuevos lazos y aprendizajes; pero también de mentiras, celos, contiendas, y de violencia. Una de esas casi me quebró.”.

    Estaban bañadas en el sol de la tarde, cuando de repente pasó una sombra. Y brotaban palabras, viscosas como el bitumen, que después salían a chorro, imposibles de contener. La ramita contó sobre algo que le pasó mientras militaba. Alguien allí había abusado sexualmente de ella. Una herida de hacía años, tantos que era otra la asamblea, otros tiempos también. Pero la cicatriz todavía dolía. Filtraban las palabras que en su momento no se pudieron decir. Nunca hizo una denuncia, según ella le pidieron que no la hiciera.

    Desde su perspectiva, priorizaron la reputación de la asamblea por sobre una discusión por violencia de género. ¿Pero cómo se podía defender la tierra y aceptar el abuso? Entonces la unión no era la misma cosa que la coherencia y la coherencia podía ser sacrificada para la unión. Y si no se puede debatir esa contradicción abiertamente, las violencias pueden quedarse adentro también.

    “Las historias importan – dice el árbol – no por una verdad absoluta, sino por cómo se cuenta y a quienes… Lloramos todos ese día, lágrimas de savia.”

    Las semillas

    Un árbol que camina a veces tiene que buscar distancia – dice el árbol al zorro –  al alejarse, me han contado, todo se achica menos las montañas…”

    Todo bicho tiene plaga. Al fin y al cabo, la vida es una marcha de seres que alegremente se comen uno al otro. Pero caminar no es marchar. Se puede reducir la velocidad. Pensar. Hablar. Y las asambleas se han demostrado capaces de asumir el diálogo: trabajando sobre las diferencias, encontrando la fuerza en el conflicto. Porque si no, el costo es altísimo. Tu plaza puede convertirse en mina. 

    Entonces, cuando el enemigo externo es tan grande hay que cuidar cada ramita, especialmente las más vulnerables. Cada raíz ayuda a que la lucha quede anclada a la tierra. Las corporaciones no son buenas estudiantes de lo vital; aun cuando cavan profundo encuentran un límite. Se puede talar un algarrobo, se puede separar un árbol caminante de sus piernas. Pero no hay forma de sacar sus semillas. Acurrucadas en la tierra, saben exactamente la hora en que deben salir.

    El algarrobo nota que el zorrito está perdiendo su batalla. El agua le ha hecho daño. Lo tapa con sus ramitas para que no tenga que mirar más al Pilciao 16, por lo menos. Le dice: 

    “Había una investigadora que buscó reparo así como vos en mi cobijo. Pasó mucho tiempo acá pensando. Y un día me hizo una confidencia. Me contó: ‘solo pasé 6 semanas aquí en Andalgalá, pero fue también una vida. Compartí caminatas, comida, vino y fuego con personas que amo mucho. Formaba rutinas, caminatas y trotes en los cerros, lugares preferidos para comprar. Probé el mejor dulce de membrillo del mundo. Sentí el amor, por la tierra, por las personas y también el desamor, enojo y tristeza. Me encontraba yendo a la orilla del río mil veces para buscar consuelo y claridad. Ahí sentada, mirando a sus remolinos, pensé en la facilidad irrisoria que tenemos para echar raíces. Y la increíble dificultad después de arrancarlas. Me sentía un injerto yanqui en Andalgalá, como los membrillos en los troncos de pera…’ La investigadora hizo una pausa y después concluyó: ‘Y aunque uno va lejos, las raíces tiran…’” 

    Cómo muere una leyenda

    El final del zorrito es también el cierre de esta leyenda, la del algarrobo caminante. Como cualquier mito tiene una relación medio retorcida con la verdad. La Mina Pilciao 16 todavía no llegó a instalarse, ni la de Agua Rica (alias MARA). Pero Bajo de la Alumbrera , todo el desastre que produjo y las luchas que resistieron. Ese algarrobal es real. Todas sus ramas y personas, cientos de personas que defienden la tierra, siguen bien plantadas en Andalgalá hasta el día de hoy. Pero si llega a instalarse la mina, la leyenda anticipa la siguiente conclusión:

    Mientras el algarrobo termina la historia, los últimos respiros traquetean el pecho del zorrito. La pequeña luz que lleva adentro chisporrotea. Cierra los ojos y hace saber su última voluntad, que no es tanto un deseo, sino una eventualidad inevitable que sólo pide que apure a cumplirse: que todos los ríos vuelvan a su cauce

    No es que la llama del zorro se apague, no. La chispa sale de su cuerpo y entra a la tierra. Ahí no se queda quieto. Al contrario, se empieza a quemar abajo y crecer. Toca a los vestigios de los árboles cortados, cuyas ramas fueron talladas mucho tiempo atrás, pero cuyas raíces quedaron inamovibles en el suelo. Reciben el mensaje y también lo transmiten: ha llegado la hora. 

    Se prende fuego uno por uno, inmolaciones en concierto que tiene el efecto paradójico de largar las gotas de agua que han tenido resguardado por años. El agua empieza a calarse, a filtrarse para arriba, tiñendo el polvo marrón con una mancha lodosa. Y cuando el incendio llega al corazón de las montañas (las que siguen de pie), el agua acurrucada en grandes reservas en sus fisuras y grietas empieza a hervir. Como una olla tapada, los cerros no aguantan la creciente presión del agua que quiere salir a toda costa. Irrumpe con fuerza, con los gritos contenidos de miles de seres. Tumba por la cara de la montaña como un llanto, llevando puestas las instalaciones de las minas y borrando sus caminos.

    Al llegar a lo que antes era Andalgalá, no entra por donde fue desviado hace todo esos años para esquivar el centro, no. Va a su cauce de antes, con la alegría salvaje de un ser liberado. Así, llena el open pit, que antes era el Pilciao 16, que antes era (y, con suerte, todavía es cuando leas esto) la plaza de Andalgalá. Las cascadas de agua, el viento, los remolinos de tierra, todos se unen en una caminata primordial.

    La entrada La leyenda del algarrobo caminante se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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  • Amalia Granata enfureció con LPO porque casi se queda libre por faltas en la Reforma Constituyente

     

     La convencional y diputada Amalia Granata atacó a La Política Online en la sesión de este jueves en el pleno donde se discute la reforma de la Constitución provincial. La legisladora le pidió al presidente de la Asamblea, Felipe Michlig, que retire a los fotógrafos del recinto porque les filtran a LPO las conversaciones por wasap.

    Lo curioso es que La Política Online no publicó ninguna conversación privada del wasap de Granata. Lo que le molestó es que este medio haya publicado que la mediática quedó al borde de la destitución porque faltó en dos oportunidades, cuando se llega a la tercera ausencia, se revisa la continuidad del convencional, señala el reglamento. 

     El último faltazo fue el viernes 15 de agosto que era feriado puente y Granata puso el grito en el cielo porque los convencionales decidieron trabajar. Ese día justificó su faltazo porque no conseguía niñera, contó a LPO una constituyente que recibió el mensaje por wasap.

    “Ya pasó que se filtraron conversaciones privadas que tuvimos en Parlamentaria que después las leímos en la Política Online. No quiero que se filtre en La Política Online porque hace 9 horas no me moví de la banca, no almorcé, solo me levanté para hacer pis al baño”, aclaró la convencional: “no me rompan las bolas”, gritó.

     [Fracasó el plan de Amalia Granata para acercarse a Pullaro y bajó su candidatura a diputada

    El presidente de la Asamblea, Felipe Michlig, le pidió que señale cuál era el fotógrafo porque el reportero oficial estaba en la otra punta del recinto: “si hay un fotógrafo acreditado de un medio, no lo podemos controlar señora”, respondió Michlig aclarando lo obvio. 

    Felipe Michlig, presidente de la Convención Reformadora

    “Si algo que ustedes controlan muy bien es a la prensa”, dijo la periodista de espectáculos y agregó que “lo que se filtró a LPO es una nota paga de una conversación mía en un grupo de parlamentaria”. No controlo la prensa, la prensa es libre, contestó Michilg y Granata cerró a los gritos: “hay un límite, tómenlo como una amenaza o como quieran”.

    Fuentes del bloque que hablan habitualmente con LPO admitió que el enojo de Granata era con las filtraciones que sufría de su bloque sin recordar que en el grupo de Parlamentaria participan todos los espacios legislativos. 

    Es que como le sucedió en su primer mandato donde se le fueron los seis diputados que entraron con ella, en el año y medio del segundo período ya se le fueron tres legisladores y podrían fugarse dos más cansados de los maltratos, contó una fuente legislativa que está al tanto de lo que sucede en Somos Vida y Familia.

     

      

     

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    Pasaportes fallados: la impericia libertaria deja al descubierto la fragilidad del Estado recortado

     

    La falla en miles de pasaportes argentinos, confirmada por el propio Gobierno, vuelve a poner bajo la lupa la impericia de Milei y su idea de un Estado reducido a su mínima expresión, incapaz de garantizar los controles más elementales.

    Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable

    Un papelón internacional

    La noticia explotó a partir de reportes de controles migratorios en el exterior, donde máquinas de lectura alertaron sobre anomalías invisibles al ojo humano en pasaportes argentinos. La falla está relacionada con una tinta negra de seguridad provista por una empresa alemana que abastece al país hace más de diez años.

    La diferencia esta vez no estuvo en el proveedor, sino en la ausencia de mecanismos de control interno que permitan detectar los problemas antes de que los documentos lleguen al público. Un Estado presente y con controles sólidos hubiera identificado la irregularidad antes de que sean entregados.

    Pasaportes en revisión

    El RENAPER confirmó que los documentos afectados corresponden a la serie AAL, dentro de los rangos numéricos:

    • AAL314778 a AAL346228
    • AAL400000 a AAL607599
    • AAL616000 a AAL620088

    En total, el universo comprometido supera los 300 mil pasaportes, aunque se estima que los defectuosos reales son entre 5.000 y 6.000. El problema: el propio RENAPER no puede precisar cuáles son los fallados, obligando a revisar uno por uno.

    Ciudadanos en el medio

    Miles de personas que tramitaron su documento en los últimos meses quedaron atrapadas en la incertidumbre. La situación ya provocó devoluciones masivas de pasaportes en consulados argentinos, especialmente en San Pablo, Brasil, y podría repetirse en otros destinos.

    En lugar de garantizar certezas, el Gobierno se limitó a pedir que todos los pasaportes dentro de esos rangos sean presentados en consulados o en el RENAPER. Si el documento está en regla, será devuelto; si presenta la falla, se imprimirá uno nuevo “sin costo”.

    La fragilidad del modelo Milei

    Más allá de los tecnicismos, lo que se desnuda es el trasfondo político: un Estado desguazado por la motosierra de Milei no puede garantizar ni los documentos de identidad. No se trata de un error aislado, sino de la consecuencia lógica de un gobierno que desprecia la estructura pública, recorta personal y reduce áreas de control consideradas “gasto”.

    El pasaporte es, quizás, la máxima carta de presentación internacional de un país. Que hoy esté en duda su validez habla de una fragilidad institucional y operativa alarmante.

    Un problema que no se esfuma

    Aunque el Gobierno insiste en que la situación productiva “se encuentra resuelta” desde hace semanas, lo cierto es que los afectados siguen peregrinando entre oficinas y consulados. Y mientras Milei repite su mantra del “Estado mínimo”, la realidad vuelve a demostrar que sin controles estatales, los errores se multiplican y los ciudadanos quedan desprotegidos.

     

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  • Robo de caja de luminaria en el Loteo Verzzini

    Hace pocos minutos se reportó un robo en la Calle San Lorenzo y R. Cereghetti. Se sustrajo una caja completa de luz con térmica, disyuntor, contactor, como así también el medidor, cables y la jabalina de Edersa. Debido a este hurto se ven afectadas 4 manzanas del Loteo Verzzini. En estos momentos se está realizando…

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