A partir de las 19,30 horas de hoy se desarrollará el acto en el que se entregarán los certificados a quienes en diciembre pasado realizaron el curso de embalado de fruta organizado por la Oficina de Empleo de la Municipalidad de Villa Regina.
En total fueron 123 las personas que se capacitaron aunque, en el marco del protocolo establecido por COVID-19, esta tarde se llevará a cabo la primera entrega, la cual se completará mañana jueves.
En el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas (26 de junio), la Municipalidad de Villa Regina recuerda que la ciudad cuenta con ‘Puerta a la Vida’, un espacio de abordaje integral de las adicciones. Se trata de un lugar donde toma contacto la familia…
Un hallazgo arqueológico frente a la costa egipcia podría cambiar todo lo que se sabe sobre la última reina ptolemaica.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable
Miembros de un equipo de buceo retirando arena de un piso pulido en el mar Mediterráneo.
Un equipo internacional de arqueólogos, liderado por la dominicana Kathleen Martínez y el oceanógrafo Robert Ballard, anunció este sábado el descubrimiento de un puerto sumergido frente al templo de Taposiris Magna, en Egipto. Según los expertos, este hallazgo podría ser fundamental para localizar la tumba perdida de Cleopatra VII.
Estructuras bajo el mar
El puerto se encuentra a unos 12 metros de profundidad y conserva estructuras que incluyen columnas, anclas, ánforas y un piso pulido. “Estas evidencias muestran que la zona fue un importante centro comercial y religioso durante la época ptolemaica”, explicó Martínez en una conferencia.
Además, se descubrió un túnel de 1.300 metros que conecta el templo con el mar, lo que refuerza la hipótesis de que Cleopatra y Marco Antonio podrían haber sido enterrados en esta área para evitar la detección romana.
Relevancia histórica y turística
El Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto destacó la importancia de este descubrimiento para comprender la magnitud histórica de Taposiris Magna y señaló que los hallazgos podrían atraer a arqueólogos y turistas de todo el mundo.
El documental Cleopatra’s Final Secret, que se estrenará el 25 de septiembre en National Geographic, detallará todos los avances de la investigación.
“Estamos ante un hallazgo que podría reescribir la historia de Cleopatra”, aseguró Robert Ballard, recordando que hasta ahora la ubicación de su tumba era uno de los mayores misterios de la antigüedad.
El descubrimiento ha generado expectativa global, ya que no solo se trata de un puerto antiguo, sino de una posible pista directa hacia los restos de la reina que marcó el final del Egipto faraónico.
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Mucho antes del plan de convertibilidad de los años noventa impulsado por Domingo Cavallo, la Argentina vivió otro experimento monetario similar. Fue en 1899, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, cuando el país decidió fijar la paridad del peso papel con el peso oro en una proporción de 2,27 a 1. Aquella medida, conocida como la “Ley de Conversión”, fue presentada como una solución técnica para estabilizar la economía tras la crisis de la Baring Brothers y una década de gran inestabilidad.
Según la narrativa oficial, esa convertibilidad fue un éxito rotundo: generó confianza, atrajo inversiones y colocó a la Argentina entre los países emergentes más estables de comienzos del siglo XX. Pero detrás de la euforia financiera se escondía un país profundamente desigual, con una estructura económica concentrada y un sistema político cerrado que beneficiaba a unos pocos.
El proyecto de la conversión fue impulsado en un contexto de recuperación luego del colapso financiero de 1890. Carlos Pellegrini, que había asumido la presidencia tras la renuncia de Juárez Celman, logró evitar el default negociando con banqueros ingleses lo que podría considerarse el primer “blindaje” de la historia argentina. Años más tarde, ya como senador, Pellegrini rechazó las propuestas de paridad “uno a uno” y defendió una tasa de cambio más realista que no castigara a los exportadores. Finalmente, Roca adoptó su postura y fijó el valor de 2,27 pesos papel por cada peso oro, dando inicio a una etapa de estabilidad que duraría hasta 1914.
La Ley de Conversión creó una caja encargada de emitir billetes respaldados por reservas metálicas. Aunque al comienzo no contaba con un gran stock de oro, el país fue acumulando reservas a medida que crecían las exportaciones agropecuarias. La expansión de los ferrocarriles, financiada en gran parte con capitales británicos, trajo consigo un auge de inversiones, empleo e infraestructura. El peso argentino se convirtió en una moneda confiable, el crédito externo fluyó sin sobresaltos y los precios internos se mantuvieron estables. El respaldo metálico llegó a cubrir hasta el 70 % de la emisión, un nivel superior al de países europeos como Francia o Bélgica. Todo parecía indicar que la Argentina había encontrado el camino de la estabilidad y la modernidad económica.
Sin embargo, la otra cara de ese aparente “milagro monetario” fue una sociedad profundamente desigual. El auge agroexportador y la estabilidad monetaria beneficiaron a los grandes terratenientes y a las casas comerciales vinculadas al capital extranjero, pero excluyeron a vastos sectores de trabajadores rurales y urbanos. La estructura agraria basada en el latifundio concentró la riqueza en pocas manos mientras millones de inmigrantes europeos, atraídos por la promesa de prosperidad, se convirtieron en mano de obra barata en los puertos, los talleres y las vías del ferrocarril. El crecimiento económico fue indiscutible, pero el reparto del ingreso fue profundamente inequitativo.
Las condiciones laborales de la época eran precarias, sin derechos sociales ni mecanismos de protección. Los sindicatos apenas empezaban a organizarse y el Estado carecía de políticas redistributivas. Las huelgas obreras eran reprimidas y la participación política estaba limitada a una minoría privilegiada. La convertibilidad de 1899, presentada como un logro técnico, operó en realidad como un mecanismo de concentración de beneficios: el crédito barato, la estabilidad y la apreciación cambiaria favorecieron a los exportadores y a los sectores vinculados a las finanzas, mientras los salarios reales permanecían estancados.
Desde la mirada de la historia económica, aquella convertibilidad tuvo éxito porque cumplió su objetivo técnico: estabilizar la moneda y reducir la volatilidad. Pero si se analiza su impacto social, el panorama cambia. Los trabajadores urbanos enfrentaban el encarecimiento del costo de vida, los campesinos carecían de acceso a la tierra y el modelo dependía casi exclusivamente del mercado externo. La rigidez monetaria impidió políticas activas frente a los ciclos internacionales. Cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 interrumpió los flujos de capital y el comercio internacional, el sistema se derrumbó. No por errores internos, sino porque la economía argentina estaba atada a una dinámica mundial que no controlaba.
El paralelo con la convertibilidad de los años noventa es inevitable. En ambos casos, la Argentina apostó a un esquema de tipo de cambio fijo como sinónimo de orden y previsibilidad. En ambos, la estabilidad fue celebrada como un éxito político y económico mientras se profundizaban las asimetrías estructurales. En ambos, el final fue abrupto: la guerra en 1914, el colapso financiero en 2001. La lección parece repetirse: la estabilidad sin justicia social no construye desarrollo, apenas posterga el conflicto.
El mito del “uno a uno” de 1899, como el de los noventa, es en gran medida la historia de una élite que encontró en la disciplina monetaria la garantía de su propio bienestar. Lo que para algunos fue una “edad dorada” de prosperidad, para otros significó precarización, exclusión y desigualdad. Por eso, más que una “época de oro”, la convertibilidad de 1899 debe recordarse como un espejo donde se refleja, una y otra vez, el mismo error argentino: confundir estabilidad con justicia, y equilibrio contable con bienestar colectivo.
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