PROYECTO SQUATTERS: OCUPAR EL ESPACIO PÚBLICO QUE FUE COLONIZADO POR EL MARKETING
Los squatters versión criolla del movimiento contracultural europeo, son un colectivo interdisciplinario que recorren las calles buscando marquesinas publicitarias para transformar los mensajes corporativos, disputando sentido desde 2018. Se unen también a organizaciones sociales para intervenir en los debates públicos, desde la Ley de Humedales al etiquetado frontal y la soberanía alimentaria.
Proyecto Squatters es una herramienta para ocupar el espacio público que fue colonizado por el marketing corporativo. Un movimiento contrapublicitario. Una estrategia de comunicación alternativa, explica su fundador, Julián Pellegrini. “El hilo conductor son las injusticias de un sistema de opresión que se expresa desde las cuestiones de género, de minorías, todo lo vinculado al campo, la alimentación, a la soberanía alimentaria”, señala el fundador.
Un grupo de jóvenes comenzaba a recorrer las calles de CABA en 2008 con el fin de intervenir publicidades en la vía pública, con algunas pinturas, pegamento y algunos papeles estaban listos para encontrar la publicidad original. Recrearon la versión squatters europea en una versión criolla, autogestiva, comunitaria y contestataria, motivados por la necesidad de convertir la poderosa herramienta comunicacional que representa la publicidad.
“En estos movimientos de contra publicidad utilizamos la creatividad, la estrategia de comunicación persuasiva, pero con una mirada social con enfoque en derechos humanos”, explica Pellegrini quien volcó todos sus conocimientos en bellas artes, comunicación, publicidad y psicología en algo colectivo, que fuera herramienta de resignificación, de disputa de sentido, resignificar los mensajes.
Lo que comenzó tímidamente como un blog, terminó convirtiéndose en acción directa en las calles, en talleres en escuelas y campañas en las redes sociales. De a poco se convirtió en una fuerza de contagio que llegó a las universidades, a los movimientos sociales, a algunas organizaciones sin fines de lucro, con el fin de replicar en cualquier parte del país.
Hay quienes lo llaman “artivismo”, una disciplina que combina el arte con el activismo. Las convocatorias son abiertas, sin distinción de formación académica o partido político. El objetivo es transformar el paisaje urbano, los mensajes corporativos y en definitiva, ocupar el espacio público que fue colonizado por el marketing para que vuelva a estar al servicio del interés común.
Tomar dimensión de los alcances de aquello que vemos permanentemente en las calles es realmente un ejercicio. Ocupar el espacio público para poner a circular otro discurso, de eso se trata también la actitud contrapublicitaria de los integrantes de este proyecto. Mensajes que no sean exclusivamente aquellos que nos prometen felicidad por consumir tal producto.
“La contrapublicidad sirve para dar respuesta comunitaria frente al monólogo del poder, el de las empresas, el de las corporaciones políticas, que permanentemente están diciendo cómo pensar la realidad. Es una manera de cuestionar lo que nos dicen y de resignificar aquellos mensajes que consumimos permanentemente tanto en el espacio público como en las redes sociales”, señala Pellegrini.
Coca Cola, YPF, Barrick Gold, Burguer King, Mc Donalds son sólo algunas de las firmas elegidas por el colectivo para transformar el mensaje publicitario. Con creativos giros semióticos logran que la puesta en escena de las empresas mute al tiempo que invita a sumarse y replicar la acción en las marquesinas publicitarias de cada ciudad contra el greenwashin, (mensajes engañosos para mostrar a la marcha a favor de políticas ambientales) o el pinkwashing (mensajes engañosos para mostrar a la marcha a favor de políticas de género) y cualquier otra práctica que atente contra el pensamiento crítico.
Con ese objetivo, las redes sociales cobran vital importancia para lograr viralizar las acciones.Un ejemplo de esta estrategia fueron las acciones conjuntas con organizaciones sociales y colectivos que trabajan por la soberanía alimentaria, durante 2021, de cara al debate y posterior sanción de la Ley de Etiquetado Frontal. Squatters articuló con nutricionistas activistas como Ignacio Porras, también con el abogado Marcos Filardi y la periodista Soledad Barrutti, quienes venían motorizando la sanción de la ley.
“Hicimos varias acciones pero una particularmente muy linda donde participaron ilustradores como Sergio Langer, que era dibujar a todas las mascotas de las marcas pero como si fueran villanos: el tigre de Kellogs, el huevo de kinder, el conejo de Nesquick, el oso de Bimbo, el payaso de Mc Donalds y el título era “ultraprocesados por malnutrir y engañar a las infancias”, detalla Pellegrini.
Lo que destaca de la acción conjunta por la Ley de Etiquetado es la masividad que logró la campaña. Una de las estrategias fue la de imprimir los sellos octogonales (desde agosto pasado ya instrumentados por ley) con el fin de pegarlos sobre los productos que deberían llevar esas advertencias sobre excesos en grasas, azúcares o sodio, cuando la ley estuviese en marcha. “Fue potente porque se difundió y se masificó lo autogestivo, cada uno que quería descargaba las etiquetas y las pegaba”, agrega.
¿Cuál es la búsqueda de Proyecto Squatters? Las intervenciones no apuntan contra las empresas, al menos no directamente. La intención está puesta en el receptor de ese mensaje. La búsqueda es “modificar algo en la percepción de quien está expuesto a esos estímulos permanentemente”, explica Pellegrini, porque el interés de este colectivo radica en “el efecto en las audiencias, cuando eso se replica en la calle o en internet”. En definitiva, no importa tanto que la empresa deje de vender sino que la gente deje de consumir.
Fuente
Agencia Tierra Viva