El Intendente Marcelo Orazi y el Secretario de Obras e Infraestructura de Río Negro Alejandro Echarren recorrieron este mediodía los trabajos que se ejecutan en la calle Libertad, donde durante la tarde de hoy se comenzará con la colocación del asfalto.
En la oportunidad, el jefe comunal destacó el avance de los trabajos en estos dos meses, lo que permite prever que los plazos se cumplirán en tiempo y forma.
“Es una arteria fundamental y vertebral que atraviesa la ciudad desde la rotonda de la calle San Martín hasta el Cumelen y por ello es muy transitada. Siempre digo que es una obra troncal para Villa Regina y acá está plasmada fundamentalmente la gestión”, manifestó Orazi.
En este sentido agradeció nuevamente a la Gobernadora Arabela Carreras porque, indicó, “cuando le manifesté la necesidad de que ésta sea una obra prioritaria, no dudó en que avancemos con ello. Recordemos que es una obra delegada con aportes del Gobierno provincial”.
“El avance de obra en estos dos meses es muy importante, hoy comenzó el asfaltado así que estoy muy contento con los cambios que ya empezamos a notar, como en la iluminación”, dijo el Intendente.
Durante la recorrida, Orazi estuvo acompañado por las legisladoras Silvia Morales y Marcela Ávila, la concejal Agustina Fernández, los Secretarios de Gobierno Guillermo Carricavur, de Coordinación Ariel Oliveros y de Obras y Servicios Francisco Lucero.
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Javier Milei dio una charla de mas de una hora para
explicar en detalle por qué su gobierno no acumula reservas. Fue una inusual ventana al pensamiento presidencial, que fue soslayado por la mayoría de los medios. Pero bien mirado fue fascinante porque puso en escena una batalla íntima. Un choque entre el dogma libertario y el pragmatismo de quien gobierna.
El hilo conductor fue claro: Milei no quiere que el Banco Central compre dólares porque eso empuja el tipo de cambio y, cuando sube el dólar, suben los precios. Ese es el corazón del asunto. El problema es que su manual libertario no puede explicar ese pase inmediato del dólar al resto de los precios. Ahí nace el choque entre el dogma y el Milei que gobierna.
Ahí aparecen el Banco Central, las bandas, el «pisar» el tipo de cambio y, después, largas excursiones teóricas para justificar lo que hace el Estado que él mismo dijo que iba a destruir.
En el inicio de su charla en el evento de El Cronista de este miércoles, reconoció algo central: un superávit no es la panacea contra la inflación. Lo dijo sin rodeos, asumiendo límites que su propia escuela teórica suele negar. «Podríamos haber hecho el ajuste fiscal, poner las cuentas en orden, y podría haber habido igual una hiperinflación». Es una frase clave porque reconoce que la inflación no es en todos los casos un fenómeno monetario.
En cada tramo de su exposición, Milei fue cambiando de piel. El Milei economista arrancó la charla defendiendo su idea de que no existe un «tipo de cambio de equilibrio». Citó su propia teoría de sistemas y la incapacidad de los economistas para resolver el «vector» que determina precios relativos:
«Por lo tanto, cualquier apreciación que hagan sobre el tipo de cambio es una tontería», afirmó y bautizó como «oráculos de Delfos» a los economistas y consultoras que reclaman una devaluación o piden acumular reservas.
Cada vez que ustedes tengan a un oráculo de Delfos llamando a la devaluación, yo les preguntaría por qué quieren favorecer a un conjunto de delincuentes que no quieren competir, para empobrecer a la mayoría de los argentinos.
«Cada vez que ustedes tengan a un oráculo de Delfos llamando a la devaluación, yo les preguntaría por qué quieren favorecer a un conjunto de delincuentes que no quieren competir, para empobrecer a la mayoría de los argentinos», dijo, calcando los argumentos económicos del kirchnerismo.
Milei presidente explicó que no acumula reservas porque hacerlo obligaría al Banco Central a emitir pesos para comprar dólares, y esa emisión haría subir los precios. «Si el Banco Central sale a comprar dólares, aumenta la cantidad de dinero y eso genera inflación. Es decir, el impuesto a los pobres», explicó.
En ese gesto está la fractura: el economista puede sostener que el dólar es un precio más; el presidente sabe que, en la Argentina, es el precio madre. Por eso Milei no quiere que el Central compre reservas: porque cada dólar adicional puede generar un tipo de cambio más alto y, con él, un nuevo salto de precios. Es un razonamiento pragmático que lo obliga a hacer justo lo contrario de lo que dictan sus manuales.
El Milei economista rechaza toda intervención del Estado. El presidente, en cambio, se aferra a las bandas cambiarias para mantener controlada la volatilidad: «Las bandas están para ponerle un límite a la volatilidad», dijo. Es decir: el libertario administra el precio del dólar con las mismas herramientas que usaban los gobiernos que él acusa de «socialistas».
Ahí también aparece un punto de contacto con el kirchnerismo: la idea de que el tipo de cambio es una variable política que puede y debe ser administrada.
La explicación teórica que dio para justificarlo fue un laberinto de referencias a «vectores», «modelos de equilibrio general» y «precios relativos», con apelaciones a «lo cóncavo» y lo «convexo». Una tentativa de convertir el control en teoría. En la práctica, se trata de un dólar pisado.
Pero hubo otro punto de contacto fuerte con el kirchnerismo: Milei presidente fue muy explícito al subestimar la necesidad de acumular reservas. «Si yo tengo rollover, ¿qué es eso de tener que acumular reservas para pagar? Si los intereses los pago con equilibrio fiscal y la deuda la rolleo en el mercado, ¿de qué están hablando?».
El argumento es simple: mientras el mercado refinancie, no hace falta acumular dólares, porque no hay nada que pagar, y los intereses se cubren con superávit. Excepto, que Milei necesitó dos rescates externos de USD 20 mil millones cada uno -FMI y Tesoro – para sobrevivir al último año.
Si yo tengo rollover, ¿qué es eso de tener que acumular reservas para pagar? Si los intereses los pago con equilibrio fiscal y la deuda la rolleo en el mercado, ¿de qué están hablando?» El argumento es simple: mientras el mercado refinancie, no hace falta acumular dólares, porque no hay nada que pagar.
«Los que me están pidiendo que compre reservas me están pidiendo que arruine la vida a los argentinos. ¿Nos parece justo comprar artificialmente un seguro arruinando a los que menos tienen?», afirmó. Ese registro, de justicia social, de advertencia sobre el costo de la inflación en los pobres, la idea de un conjunto por sobre lo individual, lo acercó, una vez más, a la retórica kirchnerista
Milei puso así sobre la mesa que la acumulación de reservas garantizada por una devaluación pulveriza ingresos en pesos, por lo tanto a los asalariados. Pero tampoco ocultó que el modelo de dólar barato destruye el empleo. «Tiene un efecto distributivo, si. Bueno, discutamos eso», propuso el presidente economista. El problema es que el componente distributivo no protagoniza ninguna narrativa.
«La destrucción de empleo es parte de la reconversión productiva. Hay sectores que van a desaparecer, pero otros van a surgir», afirmó, retomando la línea neoliberal clásica.
Sobre el final lo envolvió en una reflexión casi metafísica: «Los países tienen vida infinita», dijo. Una afirmación muy discutible. La historia reciente está llena de países que dejaron de existir. Einstein decía que «Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo».
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