Minería de árboles chaqueños para vestir a los ricos del mundo

Minería de árboles chaqueños para vestir a los ricos del mundo

 

Carlos vive hace treinta años en el Impenetrable. Su vida entera. Aquí, en el paraje Los Rosales, está todo lo que tiene. Su casa. Su campo. Su familia.  Sofía, la fotógrafa de nuestro equipo, lo convence de ser el primer modelo para una sesión de fotos poco común. 

Mientras esperamos que lleguen los suyos, recorremos el quebrachal y le preguntamos cuánto sabe sobre este árbol que nos interesa: “Sé que su madera es conocida por su dureza y que siempre se utilizó para los rieles del ferrocarril”, nos dice Carlos. 

Le contamos entonces lo que poco se sabe: que del interior de los troncos del quebracho también se extrae el tanino que usan las curtiembres. Este extracto vegetal  aporta al cuero firmeza, cuerpo y su aroma característico.  El proceso es lento, casi artesanal, pero el resultado se nota: un cuero que resiste el tiempo, mejora con los años y acepta ceras y tintes como si fueran parte de su esencia. Luego se vende a la marroquinería o a marcas de moda de alta gama en el exterior. Ese polvo rojizo que sale del monte chaqueño se exporta desde el puerto de Buenos Aires hacía unos cincuenta países.

La fotógrafa, que es de Buenos Aires, saca un par de zapatos que su padre compró en Italia. Brillan. La suela se ve de excelente calidad. Se los muestra a Carlos, que pasa los dedos por el cuero fresco y suelta con ironía: “Ideal para recorrer el monte”. Entonces llega la familia en una camioneta vieja, que estacionan sobre el terreno seco. Bajan padre, madre, abuelo, cuñado y hermana. Y después de conversar con Sofía aceptan también sumarse a las fotos. 

Usamos una silla de madera resquebrajada y la ubicamos en lo que sería el patio de su casa: monte chaqueño de suelo árido rodeados de especies nativas.  Carlos se quita las alpargatas e intenta calzarse uno de los  zapatos italianos en el pie izquierdo. Aprieta. Lo fuerza. No le entra. Su madre, Eve, busca una media fina y le dice que lo intente de nuevo. Se escuchan voces agitadas: “¡Entra, entra!”. Entonces sí, se arremanga el pantalón verde musgo y, con gracia, levanta varias veces las piernas luciendo los zapatos. Ya posa. Su familia lo mira entre risas mientras se preparan para el resto de las fotos.

“¿Quién sigue?”, dice Sofía.

***

El paraje Los Rosales está a 80 kilómetros de Resistencia, 900 de Buenos Aires y 11.000 del Piemonte italiano.  Estamos en el corazón del Gran Chaco argentino, una región que forma parte del Chaco Americano, el segundo pulmón verde más importante de Sudamérica después de la Amazonía. Este territorio se extiende por más de un millón de kilómetros cuadrados entre Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil y alberga uno de los bosques secos más grandes y diversos del planeta. Pero también es una de las regiones más amenazadas. En las últimas dos décadas, más de trece millones de hectáreas de bosque fueron arrasadas, una superficie equivalente a la de Francia y España juntas. 

Aquí crece el quebracho colorado, una especie nativa que solo vive en este bosque seco. Es un árbol de crecimiento lento que alcanza su madurez entre los veinte y cincuenta años. Su tronco es de madera dura y sostiene el verdor de la copa brindando abundante sombra. Siempre fue una especie nativa demandada por el valor de su madera, pero también por el tanino, que alimenta a grandes marcas de la industria textil. 

Al recorrer las rutas chaqueñas, es usual ver camiones cargados de madera. Muchos se dirigen por la ruta nacional 16, camino a las localidades de Puerto Tirol y La Escondida, donde se encuentran las dos grandes industrias de procesamiento de tanino de extracto vegetal: Unitan, de capitales nacionales; Indunor, del grupo italiano Silvateam, que tiene sedes en Estados Unidos, China, Perú y Brasil. Las plantas industriales de ambas compañías ocupan una amplia porción de los pueblos del interior chaqueño, acumulando a cielo abierto toneladas de troncos de quebracho colorado que se extienden por aproximadamente quince cuadras y  muchos de ellos provienen de desmontes ilegales. 

Matías Mastrangelo, investigador del CONICET  y experto en esta ecorregión explica que el modelo económico agroindustrial no solo degrada el monte sino que también genera desmonte, dos procesos que van de la mano pero que son diferentes. “La degradación es producto de la tala – dice Mastrangelo -es decir, cortar árboles con motosierra; y la deforestación se hace con topadoras y cadenas tirando todo el monte abajo”. Luego, marca hasta donde llega el daño: “En este ecosistema ya no existen montes nativos intactos, todos presentan algún grado de degradación. Proteger y restaurar la cobertura forestal resulta fundamental, de lo contrario, los suelos se degradan y el proceso de desertificación se acelera”.

Desde 2007 en Argentina rige la Ley 26.331 de Protección de Bosques Nativos, que estipula distintos niveles de conservación.  Establece que las provincias deben definir qué bosques (montes) tienen alto valor de protección y deben conservarse, cuáles tienen valor de conservación medio y pueden aprovecharse de forma sostenible, y qué montes tienen bajo valor de conservación y pueden desmontarse para sembrar cultivos o pasturas. Para eso se definieron tres colores que funcionan como un semáforo: Las zonas rojas (Categoría I) son áreas donde está prohibido desmontar. En las zonas amarillas (Categoría II)  se permite un aprovechamiento forestal controlado, como la tala regulada con motosierra, y finalmente en las zonas verdes (Categoría III), se autoriza el cambio de uso del suelo para actividades agroindustriales, siempre con los permisos oficiales correspondientes. Sin embargo, en la provincia del Chaco, esta ley no se cumple: 

Según datos del Sistema Nacional de Monitoreo de Bosques Nativos, entre 2010 y 2023, la deforestación promedio en el Gran Chaco argentino fue de 183 mil hectáreas por año ( 1.830 km²) superficie equivalente a nueve ciudades de Buenos Aires, la que cuenta con un total de 200 km2. Riccardo “Dardo” Tiddi, físico y técnico en imágenes satelitales, trabajó durante muchos años en el Impenetrable analizando el avance de la deforestación, y asegura: «El Chaco es una minería de árboles. Esos troncos, los rollizos que se ven ingresar a las fábricas de tanino o de carbón, son como piedras que salen de la montaña». 

***

Hace días que recorremos el monte. Viajamos desde Buenos Aires hasta Resistencia, la capital provincial, y luego manejamos unas siete horas más hasta llegar al corazón del Impenetrable. En el camino pasamos por la ciudad de Castelli y recogimos a Natay. No nos conocíamos en persona, aunque habíamos hablado varias veces a la distancia. En su mochila lleva lo esencial: mucha agua, frutas y algo de comida.

Natay es guardaparque. Nos cuenta que cada vez que viaja desde su casa hasta el parque provincial donde trabaja, se cruza con desmontes que no deberían existir. Los reconoce al instante: la topadora en marcha, los troncos apilados como cadáveres. Es imposible ocultarlos. Siempre lo hace: apenas los ve, da aviso a las autoridades y a los organismos provinciales de control. También lo hace ahora cuando nos encontramos con uno cerca de Fuerte Esperanza, en el noroeste chaqueño. Es una zona de protección media donde, según la ley, se permite la tala controlada con motosierra, siempre con permisos de aprovechamiento forestal otorgados por la provincia. “Existe una normativa vigente que prohíbe el cambio de uso del suelo” nos dice Natay “pero la presión agropecuaria y la especulación inmobiliaria son tan fuertes que harían falta políticas de Estado firmes, que hoy no existen”.

Frenamos a unos metros de las topadoras. Natay camina confiada hacia donde están. Con amabilidad les pregunta a los changos si saben de quién es el campo y si son tierras del Estado o privadas. Casi nunca lo saben. Los desmontes los suelen hacer trabajadores jornaleros no registrados, con salarios bajos. Aquí la necesidad de trabajo es grande, y las reglas del mercado las imponen los productores forestales, las tanineras y el sector agropecuario.

En algunas zonas del Impenetrable se permite la tala de árboles, pero sólo bajo ciertos criterios. Si se realiza de manera legal, el productor debe contar con un permiso de aprovechamiento forestal otorgado por la Dirección Provincial de Bosques. Para obtenerlo, se exige contratar a un ingeniero forestal independiente que elabore un inventario detallado y determine cuántas especies nativas pueden extraerse del monte. Luego, la Dirección revisa el informe y, si todo está en regla, emite la autorización.

En los papeles, el procedimiento parece riguroso; en la práctica, el control es débil. Con frecuencia se tala más de lo permitido, y se sobrepasa la capacidad del bosque para regenerarse. El productor forestal paga a la Dirección Provincial de Bosques ciertos derechos de uso y se queda con la madera, que luego vende a distintas empresas, entre ellas las tanineras.

En este caso no hubo aprovechamiento alguno. Dos topadoras atadas con una cadena arrasaron aproximadamente 3.000 hectáreas. 

Seguimos viaje. Natay permanece atenta al teléfono, esperando una respuesta a su denuncia. Mientras tanto nos cuenta que el problema no es sólo la posesión de la tierra. Los camiones que transportan la madera deben circular con una guía autorizada que especifica qué especies cargan, cuántas toneladas trasladan, de dónde salen y hacia dónde se dirigen. Ese control debería ser realizado por personal estatal en distintos puestos de la ruta, pero muchas veces no alcanza el personal, no hay supervisión suficiente o los camiones esquivan los controles.

El Impenetrable es un territorio demasiado extenso para fiscalizar. Abarca una superficie equivalente a doscientas veces  la Ciudad de Buenos Aires. Hay trabajadores honestos, pero falta personal y también persiste una fuerte corrupción del Estado provincial chaqueño

La causa judicial conocida como “La mafia del desmonte”, presentada por la Asociación de Argentina de Abogados Ambientalistas, le permitió a Matías Mastrángelo acceder a 120 mil guías forestales donde se revela que en los últimos años, gran parte de la madera se transporta sin la documentación correspondiente. Muchas de esas guías también están “infladas”: declaran volúmenes mayores a los que pueden extraerse de las zonas habilitadas para la tala. Rastrear el recorrido del quebracho, desde su tala en el monte chaqueño hasta la producción del extracto de tanino vegetal en las plantas tanineras y su exportación a distintos países del mundo requiere unir fuerzas y tejer redes con distintos actores que, desde hace años, investigan, denuncian y promueven buenas prácticas  ambientales.

***

Para reconstruir cómo el tanino se utiliza en la confección de camperas, zapatos, billeteras, sombreros, zapatillas o tapizados de autos de alta gama, recurrimos al equipo holandés  SOMO: Centro de Investigación sobre Empresas Multinacionales, quienes investigan los impactos y los factores que propician el poder corporativo injustificado . Ellos siguieron la ruta del tanino y señalaron que el polvo rojizo llega al puerto del Río de la Plata para luego distribuirse a distintos países, donde conecta curtiembres con marroquineras que abastecen a grandes compañías y marcas internacionales. Marcas como Timberland, CAT, Dr. Martens, Wolverine o incluso la línea de ropa de cuero de H&M, por ejemplo, fueron producidas por Golden Chang Shoes, una empresa de calzado con sede en Bangladesh. En 2024, esta compañía compró productos para el curtido y acabado del cuero elaborados con tanino de quebracho a la empresa estadounidense Tannin Corporation, que a su vez adquirió el tanino a la firma argentina Unitan. En su sitio web, Tannin Corporation se presenta como una “línea de productos sostenibles a nivel mundial”.

Los chaqueños contratados para talar el quebracho colorado, muy probablemente  no  han escuchado de estas marcas de ropa, ni lo fundamental que es el tanino para la industria internacional de la moda. 

En Sudamérica, la principal compradora del tanino de quebracho colorado es la curtiembre y suelera mexicana Suelas Wyny. En su página de internet ostenta un catálogo de cueros de varios colores y una fábrica “omnipotente”, destacando que es la más grande de la región. Suelas Wyny abastece a K.H. Exports, una de las mayores exportadoras de cuero de la India, donde trabajan hasta 11 millones de personas. Entre sus clientes se encuentran Coach, Cole Haan, Michael Kors, Tory Burch y Prada, Ralph Lauren, H&M y Genesco. 

La agroindustria y las tanineras tienen el poder suficiente para presionar al gobierno y habilitar los permisos especiales que desembocan en mayor deforestación. En los papeles se habla de “aprovechamiento forestal”, incluso cuando la madera proviene de desmontes ilegales y se comercializa de todos modos. Desmienten estudios científicos, tanto nacionales como internacionales. No respetan la ley y contribuyen a invisibilizar un ecosistema tan importante como el Gran Chaco Argentino, para así avanzar y sostener negocios concentrados que afectan a los más pobres: según datos del INDEC, el Chaco tiene un índice de pobreza cercano al 80 %. Algunos de los científicos consultados para esta investigación señalan que, mientras no se refuercen las leyes en la Unión Europea, principal compradora de materias primas del sur, la deforestación seguirá profundizándose.

***

Adela se coloca una campera de cuero de la marca española Massimo Dutti. Está frente al único quebracho colorado que queda en medio de un desmonte, en la ciudad de Castelli, puerta del Impenetrable, donde la protección del monte es baja por ley. Recuesta su cabeza sobre el tronco y posa. En medio de la sesión, comentamos que ninguna de nosotras podría costear una prenda de esa marca, que sabemos utiliza tanino extraído del monte chaqueño para su confección.

Adela es Qom y militante por los derechos indígenas. Vive aquí desde siempre con su marido y sus dos hijos. Aunque su rol social es muy activo, frente a la cámara se muestra algo rígida. La ayudamos diciéndole que es normal, que siempre es difícil posar para una foto. Luego de caminar entre el desmonte y probar varias tomas, la fotógrafa finalmente obtiene la imagen que buscaba para esta crónica.

Más tarde, nos acompaña hasta la maderera de Ramón, quien también vive en la ciudad. Él nos dice: “Hasta hace 15 años esto era solamente monte. Es increíble cómo avanzaron las topadoras”. Para las madereras que trabajan de forma sustentable y en pequeña escala, convivir con las grandes industrias tanineras es cada vez más difícil. “Nosotros solo llevamos lo que necesitamos, no acopiamos como lo hacen esas industrias.”, asegura Ramón.

Muchas de las maderas que compran las tanineras provienen de desmontes ilegales. Hace algunos años, la Dirección Provincial de Bosques creó una autorización especial que permite comercializar los árboles derribados por las topadoras como consecuencia de una “limpieza” ilegal del suelo.

Gonzalo Riaño, presidente del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (IIFA) de la provincia, explica en una entrevista online que, cuando detectan un desmonte ilegal, realizan el allanamiento y secuestran las topadoras. “Si no se retira rápido la madera que queda en el monte, corre el riesgo de incendiarse – dice Riaño – por eso permitimos su venta mediante autorizaciones especiales, porque dejarla abandonada genera un daño ambiental mayor. Es por esta razón que muchas veces se firman convenios para darle un buen uso, y las tanineras la compran”.

Los datos oficiales de la Dirección de Bosques del Chaco – el organismo que entrega los permisos – registran que en 2019 se otorgaron 38 autorizaciones especiales que cubrían unas 6.700 hectáreas. Entre 2020 y 2024, la cifra se disparó a 365 permisos: diez veces más.

Las tanineras consumen aproximadamente 200.000 toneladas de quebracho colorado cada año. En el marco de la causa llamada “La mafia del desmonte”, el Ministerio Público Fiscal reveló que hay 40.000 toneladas de desmonte ilegal habilitado por autorizaciones especiales y otras 40.000 toneladas de tierras fiscales, sin control de guías de transporte forestal. El investigador Mastrángelo sostiene así que las 80.000 toneladas, que representan un 40% del desmonte para tanino, son de desmonte realizado en forma ilegal. 

No obstante, las tanineras – la argentina y la italiana – declaran públicamente que el tanino que exportan a más de cincuenta países se obtiene de forma sustentable y no de árboles provenientes de zonas donde la tala está prohibida. Tras varios pedidos de entrevista, ambas empresas respondieron por correo electrónico solicitando que enviáramos las preguntas por escrito.

Aseguraron contar con un plan de reforestación, aunque no proporcionaron datos concretos sobre su implementación. Al momento de describir su política ambiental en el monte chaqueño, Ariel López Mato, presidente de la taninera UNITAN  la mayor exportadora del país, respondió en el mail:  “No conocemos ninguna petrolera que devuelva el petróleo a la tierra ni ninguna empresa automotriz o de computadoras o celulares que devuelva los minerales a la tierra”.

En esa comparación, las tanineras dejan al desnudo su lógica minera de uso del bosque nativo: la de un recurso que extraen en el presente, sin preocuparse por reponerlo para que haya en el futuro, porque cuando pronto se agote ya se habrán ido a otra parte.

*From European Runway to Rainforest Ruin: The Chaco Crisis, investigación apoyada por Journalismfund Europe https://www.journalismfund.eu/  organización sin ánimo de lucro fundada en 1998 en Bruselas para fortalecer la democracia apoyando el periodismo de investigación transfronterizo, conectando donantes y periodistas sin comprometer su independencia. 

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    Lo peor de todo fue la competencia que tuvieron ese año. Un joven profesor de la Universidad de Columbia llamado George Gallup predijo el resultado de la elección con un mínimo margen de error. Fue el nacimiento de las encuestas de opinión basadas en muestras representativas e inferencias estadísticas. Y ya nada sería igual: no solo antes de cada votación, sino casi para cada decisión de gobierno los sondeos de opinión comenzaron a ascultar lo que la gente quería. Los políticos y los medios aprendieron a leer y necesitaron de esos números como si fueran las entrañas de una sociedad. Se transformaron en una brújula imprescindible. 

    Pero en los últimos años, el oráculo empezó a fallar. Los errores comenzaron a multiplicarse: Trump, el Brexit y —más cerca— la irrupción de Milei en la Argentina, las recientes elecciones en Bolivia y las de la provincia de Buenos Aires, hace un mes y medio. Cada elección repite el mismo ritual: titulares que explican por qué “las encuestas volvieron a fallar.” Ya no sorprende el error: sorprende que sigamos creyendo en ellas. 

    La IA generativa, ¿cómo podría ayudarnos a resolver el problema de las encuestas cada vez menos contestadas?

    Es que casi un siglo después de los tiempos de Gallup, ¿quién tiene todavía un teléfono fijo en su casa? ¿Quién responde a un número desconocido cuando suena el celular? ¿Y quién dedica el tiempo que dura el cuestionario de una encuesta que hace una voz automatizada del otro lado de la línea? 

    Quizás el problema no sea solo técnico, sino de época. Vivimos en un mundo donde los ciudadanos nos convertimos en usuarios digitales, expuestos a más de veinte mil estímulos publicitarios diarios. Invadir a alguien por teléfono o en la calle para preguntarle qué piensa ya no parece una práctica científica, sino una intromisión. Buscamos respuestas en un espacio donde ya nadie responde. Y sin embargo, seguimos intentando. 

    Las encuestas tal como las conocíamos están desnorteadas. Es un fenómeno que se aceleró exponencialmente en el último tiempo. Las consultoras de opinión pública suman nuevas estrategias para generar predicciones electorales confiables: desde estudios de redes sociales hasta el manejo estadístico de grandes volúmenes de datos disponibles. 

    Si estamos atravesados por los avances de la inteligencia artificial generativa, ¿por qué no explorar cómo podría ayudarnos a resolver el problema de las encuestas cada vez menos contestadas? Como sucede para todos los temas, ya la ciencia ficción imaginó algo así: en 1955 Isaac Asimov publicó el cuento “Sufragio universal” en el que una computadora hiper potente con nombre de vacuna, la Multivac, podía predecir el resultado de las elecciones al contar con los datos disponibles del universo de electores. Solo era necesario entonces un único elector, el elector promedio, para agregar el “factor humano”, es decir, los sentimientos, a lo que la Multivac ya sabía. Una vez más, el futuro ya llegó. Pero no idéntico. 

    A ese futuro se asoma AugurIA: un método que utiliza la inteligencia artificial para predecir elecciones a partir de la creación de agentes sintéticos. Hace dieciocho meses desde la consultora MethodoPatricio Hernández es el CEO y Agustín Gosende el Director de Investigaciones no tradicionales, ambos coautores de esta nota- comenzó a experimentarlo, mientras buscaba entender los comportamientos humanos. 

    ¿Qué es un agente sintético? Una IA capaz de reflexionar, razonar y responder como una persona.

    En mayo de 2024, un paper de la Universidad de Stanford (“Simulating Human Behavior with AI Agents”) describió algo muy parecido: modelos capaces de replicar el comportamiento humano con precisión inédita. El estudio mostró que los agentes podían imitar hábitos, reacciones y decisiones con una consistencia que antes solo atribuíamos a los humanos. Leerlo generó en Methodo una mezcla de alivio y vértigo: otros estaban experimentando algo similar desde otro camino. Por ahora, los de Methodo serían los únicos estudios que utilizan agentes sintéticos para predecir elecciones: AugurIA es experimentación e innovación. 

    ¿Y qué es exactamente un agente sintético? Inteligencias digitales capaces de reflexionar, razonar y responder como personas. Podría decirse que es un espejo que no copia la superficie, sino el movimiento. Un modelo de inteligencia artificial que no solo analiza datos: los habita. Se alimenta de conversaciones, emociones, microdecisiones. Aprende de las contradicciones humanas. No reemplaza a nadie: nos reproduce. Y al hacerlo, devuelve algo inquietante: una versión de nosotros mismos a veces más coherente que la original. 

    Para la elección de este domingo 26 de octubre, Methodo cuenta con 1600 agentes sintéticos que representan a electores de toda la Provincia de Buenos Aires. De estos agentes se sabe el nombre, el género, su edad, la dirección en donde vive, con quién y en qué tipo de vivienda, la cantidad de años que estudió, de qué trabaja, cuánto gana, su nivel socioeconómico, su religión, cómo son sus consumos, su capacidad de ahorro, qué noticias le llegan, cómo utiliza las redes sociales, qué votó en elecciones pasadas, su ideología y la seguridad con que decide su voto.  

    Si una encuesta para la provincia de Buenos Aires usualmente contacta a una muestra de entre 800 y 1000 personas, con una tasa de no respuesta cada vez más alta, aquí tenemos a 1600 agentes sintéticos que responden pacientemente a todo lo que nos animemos a preguntarles y que son una muestra representativa de la totalidad de lo votantes. La información se genera a partir de múltiples datos disponibles, como los del INDEC, la Encuesta Permanente de Hogares y otras fuentes de información pública, además de estudios de consumo de medios y de redes sociales, estudios cuantitativos y cualitativos, noticias de lo que sucede en el país que van alimentando a AugrIA. 

    El laboratorio de Methodo no se parece a un lugar mágico. Son computadoras encendidas, pantallas llenas de gráficos, conversaciones transcritas, simulaciones que se ejecutan en silencio. Y, sin embargo, ahí ocurre algo que antes parecía imposible: los datos empiezan a comportarse como personas. A veces, cuando las simulaciones corren, alguna de las quince personas del equipo se queda mirando las pantallas en silencio. En una, un agente “habla” sobre una medida económica hipotética. En otra, un agente “siente” que esa medida amenaza su bienestar. Ambos son algoritmos, pero el intercambio parece humano: una conversación que nadie pronunció, pero que podría suceder mañana. 

    Si una encuesta para la provincia de Buenos Aires contacta a una muestra de entre 800 y 1000 personas, aquí tenemos a 1600 agentes sintéticos que responden a todo.

    AugurIA se probó primero en un terreno desafiante: el consumo. Se realizaron entrevistas a personas que estaban por tomar decisiones de compra. Primero, una entrevista en profundidad para construir al agente sintético; luego, otra entrevista noventa días después, cuando la compra ya se había concretado. El resultado fue desconcertante: el 78% de los entrevistados acertó sobre lo que haría con su consumo; los agentes sintéticos anticiparon el 84%. Una versión digital del yo supo mejor lo que haría el yo de carne y hueso. Somos mucho más predecibles de lo que nos gusta reconocer. 

    Después buscamos ir más allá: experimentar con AugurIA en la provincia de Buenos Aires durante las últimas elecciones legislativas. En septiembre, se registraba una diferencia de dieciocho puntos entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza. Era un número sorprendente: se alejaba radicalmente del consenso de las encuestadoras de la opinión pública. Decidimos no hacerlo público: el método seguía en etapa experimental y preferimos mantener la cautela. Finalmente, la distancia en la elección fue de 14 puntos. Podíamos seguir afinando. 

    Al comenzar a medir la elección de octubre, la brecha se redujo a seis puntos. Luego estalló el escándalo del candidato José Luis Espert por sus vínculos con el narcotráfico y la distancia volvió a ampliarse: los agentes mostraban ahora una diferencia de más de diez puntos. Ese episodio alteró el tablero. Días después, Espert renunció a su candidatura y fue reemplazado por Diego Santilli, quien encabezará la boleta única (que se utilizará por primera vez) pero no figura en ella, porque las boletas ya estaban impresas. En este país vertiginoso, se suman los acuerdos con Estados Unidos, el subibaja de los mercados, novedades sobre el caso Libra y una larga lista de sorpresas preelectorales que se van cargando a AugurIA para que haga sus predicciones. 

    Los agentes sintéticos son una versión digital del yo que suelen saber qué hacer mejor que el yo de carne y hueso.  

    Cómo afectarán estas noticias a la percepción del electorado es algo que Methodo aún sigue modelando y que probablemente siga estudiando hasta horas previas a la elección. Para la provincia de Buenos Aires, las estimaciones dan una victoria de Fuerza Patria por sobre La Libertad Avanza de entre 5 y 9 puntos, dependiendo del nivel de participación: cuando la simulación estima una participación del 62%, como en la última elección en la Provincia, los números dan entre 8 y 9 puntos de diferencia, pero cuando la participación se acerca al 70%, la diferencia se reduce a 5 ó 6 puntos.  

    Estas predicciones no contemplan entrevistas en profundidad, lo cual permitiría un nivel de precisión mayor, como sucedió con la experimentación sobre el consumo. Más que anticipar el resultado electoral, lo que se busca comprender es cómo se puede utilizar la inteligencia artificial para suplantar las limitaciones de las encuestas, cómo una secuencia de eventos puede reconfigurar emocionalmente a un proceso político y cómo se puede perfeccionar la herramienta en el futuro haciendo una combinación de técnicas cuantitativas y cualitativas, que incluya entrevistas.   

    ***

    Durante siglos, los humanos intentamos anticipar lo que todavía no había ocurrido. Los romanos miraban el cielo: el vuelo de los pájaros era una señal de victoria o desastre. Los griegos consultaban oráculos, los chinos observaban el movimiento de las estrellas. Cada época tuvo su forma de leer el futuro. La nuestra —al menos hasta ahora— fue la encuesta. 

    Pero las encuestas siempre tuvieron limitaciones: en la década del ’60 del siglo pasado Elizabeth Noelle-Neumann advertía sobre cómo por miedo al aislamiento social la gente prefería no dar una opinión contraria a la mayoría y cómo esto generaba una “espiral de silencio” difícil de capturar. En su famosa conferencia “La opinión pública no existe”, Pierre Bourdieu afirmaba que las encuestas generaban la sensación de que existía una opinión, que no era más que la agregación estadística de opiniones preguntadas con un sentido político determinado, asumiendo que todas las personas tienen algo para decir y que todas las opiniones valen lo mismo. Algo similar a la idea de la “borrachera democrática” de Alain Minc, que decía que los gobiernos quedaban cada vez más atrapados por la tiranía de las encuestas de opinión tratando de bailar al ritmo de los contestadores de encuestas.

    ¿Y si los problemas que desvelaban a estos intelectuales se disipan? Ya no más personas que esconden lo que piensan o que deciden no responder, ya no más un grupo de preguntas reducido a un cuestionario administrado a pocos casos, ya no más muestras representativas sino el mapa que imaginaba Borges de la misma escala del territorio.

    Más que anticipar el resultado electoral, se busca comprender cómo una secuencia de eventos puede reconfigurar emocionalmente un proceso político.   

    Pero la inteligencia artificial también tiene sus límites: “no puede pensar porque no se le pone la piel de gallina”, dice Byung-Chul Han. Le falta la vibración analógica, la emoción que los datos no pueden medir. Es ese “factor humano” que necesitaba la computadora de Asimov para ser infalible. Y supone riesgos: ¿si además de las encuestas ya tampoco son necesarias las elecciones? ¿Qué futuro le espera a la democracia atravesada por la inteligencia artificial?

    El desafío no está en producir certezas matemáticas ni mapas inservibles, sino en acercarse a las emociones que mueven nuestras decisiones. En cada simulación, detrás de cada número, la búsqueda es por leer la tensión, la duda, el deseo o el miedo que empuja a una persona a elegir. Entender el sufrimiento, la emoción y la belleza de lo humano. Porque toda predicción, si no incluye compasión, es apenas estadística. En un mundo saturado de ruido, escuchar es el acto más radical de todos.

    Mirar el comportamiento humano desde los datos implica una forma nueva de poder: la de comprender sin pedir permiso. ¿Hasta dónde puede llegar la observación antes de volverse vigilancia? La diferencia está en la intención. La predicción siempre fue una forma de poder. Lo sabían los oráculos, lo aprendieron los encuestadores y hoy lo intuyen los programadores. Quien puede anticipar el comportamiento ajeno tiene, de algún modo, la capacidad de performar la realidad. Pero también una responsabilidad: no usar la inteligencia artificial como herramienta de control, sino de comprensión. 

    Este domingo los argentinos volvemos a las urnas. En un país que nos tiene acostumbrados a la imprevisibilidad, tal vez esté naciendo un instrumento que entienda mejor que nosotros mismos qué es lo que queremos y hacia dónde vamos.

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