Milei cada vez más abajo: solo 3 de cada 10 argentinos apoyan al Gobierno
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Milei cada vez más abajo: solo 3 de cada 10 argentinos apoyan al Gobierno

 

El Monitor de Opinión Pública de la consultora Zentrix reveló un dato contundente: apenas el 30% de la ciudadanía respalda la gestión de Milei, mientras que un 60% la desaprueba y un 73% rechaza a la familia Menem, convertida en lastre para el oficialismo.


Un clima social en caída libre

El relevamiento de septiembre confirma lo que se siente en la calle: la mayoría de los argentinos percibe que su situación personal empeora y que el rumbo del país es negativo. En ese contexto, seis de cada diez rechazan la gestión de Milei, que sigue encerrado en su núcleo duro de votantes, pero sin capacidad de sumar adhesiones nuevas.

El estudio también refleja el desgaste de los nombres que el oficialismo pone en la vidriera: la familia Menem, con cargos estratégicos en el Congreso y la Casa Rosada, carga con una imagen negativa del 73%.

Karina, el eslabón débil

La figura de Karina Milei aparece cada vez más cuestionada: el 60% de los encuestados sospecha que podría estar vinculada a hechos de corrupción. Es decir, la desconfianza ya no recae solo sobre su hermano, sino que se expande al círculo íntimo del poder.

El INDEC bajo la lupa

Otro punto de fricción es la credibilidad de los datos oficiales. Dos tercios de la población (66,7%) desconfía del INDEC y afirma que la inflación real es mucho más alta de la que publican los informes. Apenas un 30% cree en las estadísticas oficiales, lo que revela la desconexión entre los números y la realidad cotidiana de las familias.

La razón no es menor: la canasta del IPC no se actualiza integralmente desde 2016, y todavía arrastra ponderaciones de la Encuesta de Gastos de los Hogares de ¡2004! Un esquema arcaico frente a los consumos actuales, donde pesan mucho más la salud, la educación privada y los servicios digitales.

La gente pide cambios

Después de la derrota en la Provincia de Buenos Aires, la encuesta de Zentrix refleja un mensaje claro: la ciudadanía exige correcciones urgentes al Gobierno.

  • El 45% reclama medidas de alivio para los sectores más castigados.
  • Otro 34% pide acuerdos políticos y cambios en la economía.
  • Solo el 20% avala que Milei siga sin modificar el rumbo.

Incluso entre sus propios votantes crece la demanda de rectificación.

Economía y corrupción, las obsesiones del pueblo

El 30% de los encuestados coloca a la situación económica como el principal problema del país, seguido por la corrupción (25%). El mensaje es directo: hay malestar por los bolsillos flacos y por la opacidad en los negocios del poder.

Las figuras políticas en la balanza

El informe también midió la imagen de dirigentes nacionales. Milei sigue polarizando: 33,8% de positiva y 59,1% de negativa. En cambio, Axel Kicillof mejora y alcanza un 42,6% de positiva, consolidándose como referente opositor. Juan Grabois (38%) y Jorge Taiana (38,9%) también muestran apoyos firmes en la base peronista.

Del otro lado, Victoria Villarruel arranca con un magro 21,4% de positiva y más de 50% de negativa, mientras que José Luis Espert y Florencio Randazzo se hunden con niveles de rechazo cercanos al 60%.

Intención de voto: el peronismo se despega

La encuesta trae otra novedad: Fuerza Patria crece al 41,5%, mientras que La Libertad Avanza queda en 35,4%. La diferencia de seis puntos a favor del peronismo consolida una tendencia tras el traspié libertario en la Provincia de Buenos Aires.

Conclusión: Milei, atrapado en su propia burbuja

Los números de Zentrix son claros: solo 3 de cada 10 argentinos apoyan al Gobierno. El resto desconfía, se siente más pobre y reclama cambios profundos. Mientras tanto, Milei y su hermana concentran sospechas y rechazo, y la herencia menemista en el oficialismo aparece más como un peso muerto que como un activo político.

En un clima de polarización creciente, el Gobierno parece cada vez más solo, con un núcleo duro que se achica y un malestar social que crece.

 

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  • Soberanía digital para hackear la democracia

     

    Los datos son la panacea del marketing político. El elixir para conocer con qué propuesta (si es que la hay), se puede llegar al público objetivo. La ilusión de poder leer la mente de quien vota. ¿Pero si el objetivo fuera otro? ¿Si el objetivo no fuera la venta de un candidato sino entender las necesidades de la población, haciendo uso de la ciencia de datos? ¿Se los podría usar como una base irrefutable para crear políticas públicas más justas e inclusivas? Sí, es posible. Aunque captar los datos, interpretarlos y usarlos con reglas éticas para que su curso de acción sea el de la búsqueda de equidad y aumento de oportunidades para las personas, dependerá de desalinearse de los movimientos lobistas de las big tech y terminar con la hipervigilancia como mercancía. 

    La mayoría de los ciudadanos habitan el presente terrenal. Y habitan en lo virtual con filtros automatizados donde los datos interpretados se convierten en información con diferentes matices dependiendo del ojo que lo analice. 

    Para pensar en los usos de las nuevas tecnologías en la actividad política y el ejercicio democrático es importante comprender que no se trata de incorporar la IA porque sí a los espacios cotidianos, ni de inventar algo nuevo. Se trata de hacer uso de herramientas ya disponibles, correr el growth hacking – ese que busca lograr un crecimiento acelerado y eficiente de cualquier empresa o producto lo más rápido posible sin pensar tanto en el proceso – y empezar a desarmar ciertas narrativas solidificadas sobre el uso de las tecnologías. 

    Veamos algunas de ellas, para desmontarlas brevemente.

    La inteligencia artificial es omnipresente. Con esta narrativa se plantea la inevitabilidad del algoritmo sin corpus. Aún así, la nube es software, los datos corren en data centers y hardware, e internet circula principalmente por cables submarinos que podrían ser destruidos.

    Los algoritmos no tienen gobernanza y además hay cajas negras que impiden entender su funcionamiento. Aquí se promueve el caos, cuando la programación y automatización requiere de orden, reglas y etiquetar datos. Lo aleatorio e impredecible corrompen la automatización. 

    La tecnología no es política. Esta idea refuerza el sueño de algunos de  la creación de una IA general y autónoma, que quita  la responsabilidad de sus dueños, que al fin y al cabo son personas de carne y hueso, con objetivos políticos, de poder y mercado.

    Blockchain es la solución para la transparencia y no se puede hackear. Aunque usado principalmente con un fin monetario, donde Bitcoin y Ethereum, concentran el poder en sus nodos validadores. Y sobre ciberataques existen desde drainers a robos de credenciales. 

    Hay que desarmar las narrativas y pensar el modo en que las herramientas digitales se han mezclado con los recursos que cuentan los ciudadanos para ejercer sus derechos políticos y democráticos. Una iniciativa que va en esa línea es el proyecto Semana Democracia Viva, de Asuntos del Sur, que promueve la movilización frente a los algoritmos autoritarios. Ya hace algunos años que hay en el mundo una revolución en marcha, con distintos modos de usar las plataformas, los algoritmos y la IA en la acción política. Hay ejemplos. La Primavera Árabe en 2011, donde los manifestantes se organizaron vía Facebook en contra de la dictadura. Las milicias digitales, que consisten en la organización de bots y trolls para promover la desinformación o desestabilizar gobiernos democráticos: el caso de Brasil fue uno de los más resonantes. La elección de Sushila Karki en Nepal, utilizando la plataforma de chat Discord después de la crisis institucional de septiembre que conmovió al mundo.  

    En Argentina también hay varios ejemplos de hacktivismo e incidencia política real usando datos digitales. El redireccionamiento desde el sitio de la Universidad de Buenos Aires al subdominio https://noalveto.uba.ar/  creado vía Vibe Coding (IA), generó molestias en el oficialismo demostrando su impacto y autoritarismo. El ataque al INDEC en 2013 por parte de Anonymous Argentina o vandalismo digital (defacement)  como el que sucedió en el 2022 con sitio del municipio de Bariloche en el que el atacante dejó un mensaje contra al ex intendente Gustavo Genusso acusado por desvío de fondos. Estas son otras formas de protesta, a partir de la lectura de la realidad que hacen grupos de hackers, que no necesariamente representan una manifestación en consulta con los ciudadanos.

    Estos ejemplos muestran otras formas de conversación y acción política, promoviendo el shock a través de plataformas centralizadas. Muestran, también,  que no logran sostenerse en el tiempo. Además, permiten planificar el contraataque de la ultraderecha, con censura y nuevas formas de monitoreo online como lo hacen las big tech o empresas como Logically, que usando IA observa potenciales sublevaciones desde el ámbito virtual.

    El hacktivismo es un hecho real y también lo son los modos de censura y ataque de la ultraderecha. Saltar a una siguiente fase de una democracia que utilice y aproveche las herramientas del mundo digital y la IA a favor de una gestión justa y que respete los derechos de la ciudadanía, implica salir del hedonismo, rasgar las cajas de resonancia y promover la pluralidad para generar nuevas conversaciones. 
    Es imprescindible apoyar a la soberanía digital con desarrollo regional, inversión en hardware propio, la promoción de políticas públicas de interoperabilidad y portabilidad de la identidad digital, haciendo uso de servicios descentralizados. Gestionar libremente la privacidad, y la comprensión de la cibercriminalidad.

    La entrada Soberanía digital para hackear la democracia se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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    Al final era una mesita

     

    Milei y su Gobierno inauguraron la “mesa federal”, pero al parecer solo cupieron tres gobernadores en la gran cita que prometía reconstruir la relación con las provincias.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable

    El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, junto a los ministros Lisandro Catalán (Interior) y Luis “Toto” Caputo (Economía), celebraron este jueves la inauguración de la flamante mesa federal, un espacio pensado para dialogar con gobernadores y limar asperezas tras el veto a la ley de reparto de ATN. Sin embargo, la reunión fue más bien un té de tres, con la presencia de Leandro Zdero (Chaco), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Rogelio Frigerio (Entre Ríos). Sí, solo tres.

    Inicialmente, Catalán tenía planeado recibirlos por separado, en una suerte de “mesita individual” con cada mandatario, pero Francos decidió unificar todo en una sola reunión, dando inicio formal a la mesa. El Salón de los Escudos fue testigo de este encuentro, que más que una gran cumbre federal, pareció una sobremesa con amigos de confianza.

    Estrategia minimalista de diálogo

    El Gobierno insiste en que la mesa federal servirá para escuchar los reclamos personalizados de cada provincia. La idea de reuniones individualizadas busca evitar “convocatorias masivas” y, según fuentes oficiales, permitir un análisis profundo de cada jurisdicción. El detalle es que, hasta ahora, solo algunos gobernadores aliados se animaron a participar.

    Zdero, por ejemplo, tuvo su primera reunión con Catalán y luego asistió al cónclave central. A pesar de su aparente relegamiento de la mesa nacional, mantiene influencia gracias al sostén de Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, que sigue asegurando su rol en la política interior.

    Pocos pero ruidosos

    Los tres mandatarios presentes tienen alianzas electorales con La Libertad Avanza, pero muchos otros gobernadores mantienen distancia, desconfiados del Gobierno tras meses de reclamos por fondos y obras públicas pendientes. Algunos incluso se acercaron al kirchnerismo, como los oficialismos de Tucumán y Catamarca, dejando en evidencia que la “gran mesa federal” podría quedarse chica.

    El próximo viernes será un buen termómetro: seis gobernadores del espacio Provincias Unidas exhibirán su unidad en la Exposición Rural de Río Cuarto, buscando consolidar su perfil político frente al oficialismo de Milei, que, con esta mesa, intenta recomponer vínculos antes de las elecciones de octubre.

    ¿Y el resto?

    Aunque la mesa federal promete “escuchar y atender reclamos personalizados”, la presencia de solo tres gobernadores deja en claro que por ahora se trata más de una foto que de un verdadero diálogo nacional. La Casa Rosada apuesta a que la estrategia funcione con reuniones individuales, pero los tiempos apremian y las provincias esperan hechos más concretos que reuniones para la foto.

    Mientras tanto, el resto de los mandatarios observa con escepticismo y, seguramente, piensa que la gran mesa federal es en realidad una mesita de café.

     

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