| |

ENTREVISTAS LTA 5X3- CONCEJO DELIBERANTE

Desde #latapa queremos poner en discusión y revalorizar la importancia de un Concejo Deliberante competente, eficaz, pro-activo y profesional. Es por eso que les consultamos a los candidatos, teniendo en cuenta funcionalidad, cantidad de ediles, proyección, pluralidad, etc:
¿Cómo sería su Concejo Deliberante ideal?

Difunde esta nota

Publicaciones Similares

  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

    Difunde esta nota
  • | |

    AGUSTINA GARCÍA SE CONSOLIDÓ EN EL CIRCUITO REGIONAL

    Este año hizo su aparición en el plano del tenis regional la joven deportista que entrena en Círculo Italiano de Villa Regina Agustina García, en base a mucha competencia y buenas actuaciones se consolidó en el puesto 2 de la región patagónica, y ya es top 30 en el ranking nacional. En este contenido nos…

    Difunde esta nota
  • ¡Así festejaremos los 97 años de Regina!

    Villa Regina se prepara para disfrutar de los 97 años de su fundación. Y para un festejo largamente esperado se ha diagramado una grilla de actividades que contempla espectáculos artísticos, deporte, gastronomía, música y, por supuesto, el homenaje a nuestros primeros pobladores. Esta mañana, el Intendente Marcelo Orazi encabezó la conferencia de prensa en la…

    Difunde esta nota
  • Hoy 18 de marzo, a partir de las 10 hs, llega a Villa Regina “Elegí pescado, #ElegiRioNegro”

    Con esta iniciativa del Ministerio de Producción y Agroindustria, se podrán conseguir pescados y mariscos de alta calidad a precios promocionales. Estará instalado en el paseo ferial, frente a la plaza de los próceres y quienes se acerquen, podrán adquirir pez gallo, merluza, cazuela, hamburguesas, langostinos y mejillones. El principal objetivo de la campaña, es…

    Difunde esta nota
  • |

    Más reflejo que respaldo: las razones detrás del posible 35 % de Milei

     

    Aunque el Gobierno libertario podría alcanzar un resultado superior al 35 % en las elecciones de hoy, eso no implicaría ni aprobación de su gestión ni adhesión real a su política económica. Lo que se juega es un entramado de factores políticos, mediáticos y emocionales que exceden por completo al desempeño de un gobierno hundido en la recesión, la corrupción interna y el desgaste social. Muy lejos, además, de aquel 56 % del balotaje que ya parece un recuerdo remoto.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable

    NOTICIAS ARGENTINAS BAIRES OCTUBRE 26: El presidente Javier Milei votó en una sede de la UTN del barrio porteño de Almagro, en medio de un fuerte operativo de seguridad con custodios y miembros de la Policía Federal y sin realizar declaraciones a la prensa. El mandatario arribó minutos antes de las 11 junto a su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. En la puerta del establecimiento saludó a sus seguidores que se acercaron al lugar y luego debió esperar más de cinco minutos para poder votar ya que tenía tres personas por delante. FOTO: DANIEL VIDES/ NA.

    1. El voto antiperonista, el salvavidas de siempre

    El llamado “voto antiperonista” —una franja estructural del electorado que ronda el 35 %— se mantiene como refugio para quienes priorizan evitar cualquier regreso del kirchnerismo antes que evaluar la gestión actual. Es un voto más motivado por el rechazo que por la convicción, y hoy Milei es el beneficiario circunstancial de ese reflejo político.


    2. El botín de la derecha tradicional

    Con el PRO desarticulado y la UCR sin norte, los votantes huérfanos de Macri y Bullrich encontraron en Milei un sustituto funcional. No por afinidad ideológica plena, sino porque el resto de la oposición no logró construir liderazgo ni discurso consistente. Así, el Gobierno hereda un electorado prestado, más por falta de alternativas que por mérito propio.


    3. Polarización fabricada

    El oficialismo insiste en su libreto: “nosotros o el caos”. Esa polarización binaria, amplificada por los medios concentrados, disfraza la crisis como combate épico y transforma cualquier crítica en una amenaza al orden. De ese modo, parte del electorado termina votando con miedo más que con esperanza.


    4. El miedo económico como herramienta de control

    El temor a una nueva disparada del dólar, a una hiperinflación o a una recesión aún más profunda funciona como mecanismo disciplinador. El mensaje instalado es simple: “si se debilita el Gobierno, todo puede empeorar”.
    No es apoyo: es resignación. Y la resignación también vota.


    5. El blindaje mediático

    Mientras la economía real se derrumba, el blindaje de los grandes medios mantiene a flote la imagen de Milei con el relato del “presidente valiente que se anima a hacer lo que nadie hizo”.
    La gestión se disfraza de gesta moral y el ajuste, de acto heroico. En los titulares, el hambre se convierte en “orden fiscal”.


    6. El espejismo internacional

    El guiño de figuras como Trump, Bolsonaro o Bukele suma estética, no votos reales. Pero contribuye a consolidar una narrativa de “liderazgo global” que seduce a los sectores más ideologizados de la base libertaria.
    Es marketing geopolítico para consumo interno, nada más.


    7. Oposición dispersa, resultado inflado

    El peronismo llega dividido y sin relato unificador. Esa fragmentación multiplica el peso relativo del oficialismo, aun cuando su caudal real de votos sea menor al del año pasado.
    Por eso, un 35 % en este contexto no equivale al 56 % del balotaje, sino que refleja un piso consolidado, no un crecimiento.


    8. La “mística del sacrificio”

    El Gobierno logró instalar la idea de que “esto duele, pero es necesario”, apelando a un discurso de redención colectiva. Parte de la sociedad tolera el ajuste como si fuera un tránsito hacia un futuro mejor, postergando la evaluación del fracaso presente.


    9. El voto joven y digital, entre la bronca y la confusión

    El oficialismo mantiene ventaja en redes sociales, donde la política se reduce a slogans y memes. Allí el desencanto se confunde con rebeldía, y muchos jóvenes canalizan su enojo votando por quien promete “dinamitar todo”.
    Pero la bronca no siempre entiende de economía.


    10. Entre el miedo y la inercia

    El eventual 35 % de Milei no sería un voto de confianza, sino el resultado de una conjunción de miedos, rechazos, cansancio y manipulación mediática.
    Es un voto de defensa más que de esperanza, y aunque pueda otorgar sobrevida al oficialismo, no alcanza para recomponer la legitimidad política perdida.


    Conclusión:

    Si Milei logra un resultado “aceptable”, será por la inercia del voto antiperonista, el pánico económico y la fragmentación opositora, no por una validación de sus políticas.
    El supuesto “respaldo popular” se desdibuja frente a una realidad económica devastadora y una sociedad exhausta.
    El 35 % podrá darle aire al Gobierno, pero el 56 % del balotaje ya pertenece al pasado: la distancia entre ambos números es la medida exacta del desencanto argentino.

     

    Difunde esta nota
  • |

    «EL CÓNDOR», IDEAL PARA VISITAR EN OTOÑO

    A sólo 30 kilómetros de Viedma, El Cóndor ofrece extensas playas donde relajarse y disfrutar en contacto estrecho con la naturaleza. Una ruta escénica de mar y acantilados conduce a este lugar ideal para realizar aviturismo y descubrir las 200 fascinantes especies de aves que embellecen los cielos de la región. Durante todo el año…

    Difunde esta nota

Deja una respuesta