EL MERCADO NEGRO DE LOS VIRUS
-¿Qué más quieres saber todavía? – preguntó el guardián. Eres insaciable. -Todos tienden a la ley -dijo el hombre-. ¿ Cómo es que durante tantos años excepto yo he pedido que se deje entrar? El guardián se da cuenta de que el fin del hombre está cerca y, para hacerse entender por esos oídos que ya casi no funcionan, se le acerca y le ruge: – A nadie se le había permitido el acceso por aquí, porque esta entrada estaba destinada exclusivamente para ti. Ahora voy y la cierro.
Franz Kafka, Ante la ley
¿A cuánto cotiza un par de medias, un celular new generation o un paquete de arroz en el mercado negro?
Todos sabemos lo que es un mercado “negro”, pero nos cuesta verlo porque entre sus indómitos claroscuros los productos van escabulléndose entre las manos del mejor postor.
Pero esas mismas manos se contaminaron con un virus que nos dijeron que fue hecho en China como tantas otras cosas…
¿Y si alguien anda comprando virus en el mercado negro de los virus? ¿Para qué lo haría? O ¿Para quién lo haría?
Hay entramados comerciales tan profundos, complejos y camuflados que ni siquiera cualquier teoría conspirativa podría comprarlos o venderlos.
El tiempo pasa y el valor de hoy no es el mismo que el de ayer. Era preciso buscar el contra-producto del producto que pasó de moda.
¿Será la vacuna? ¿Será un medicamento? ¿Será una mágica sopapa que destape los caños del estreñimiento económico? ¿Será ese big data bien pulido por el afilador que pasó chiflando con su bicicleta a las once de la mañana por la casa de nuestros mejores sueños de control social?
Y si antes los burritos pasaban las drogas dentro de sus cuerpos, ahora los cuerpos transportan virus que se ofrecen al por mayor, y con el plus de distribuirse y reproducirse como ningún otro producto…
Ya no hay una vigilancia con armas de fuego, basta un revolver de termómetro que nos apunta en la frente para que nuestras entrañas hablen de esas prohibidas temperaturas, y así, sí, y así se podrá develar el secreto de un opaco mercado donde los virus prosperan…
En consecuencia, cuidado con sacar a la luz esa oscura venta de virus, o aún más, atreverse a juntarse en manada a comer un asadito, porque, ¿quién querría venderlos, comprarlos o aceptarlos como un glamoroso regalo? O incluso, ¿quién desearía transportarlos sin saberlo hacia el tenebroso sitio del regateo, la coima, el guiño y la fiebre?
Llegamos a esbozar un resquicio intuitivo de que, no es el color lo que importa en los escandalosos periplos del mercado. Sino, en definitiva, es la muerte el centro del meollo entre lo que se da y lo que se recibe, mientras se viste de luto cuando sostiene con calma su guadaña, pudiendo esperar sigilosamente el momento justo donde los precios, y las expectativas ascienden por las rojas alfombras de la ambición y el poder desmedido, para concluir en un obtuso final con la suficiente potencia de la última palabra.