Una condena a Cristina puede ser un triunfo de los poderosos de siempre, de los odiadores de turno; quizás no saben (lo bueno es que no lo saben) que también, puede ser un despertador.
Por Ariel Fernández para Noticias La Insuperable
No conocí a Néstor y no conozco a Cristina, pero estoy seguro que si algún día me la encuentro, posiblemente llore y me asalte un impulso que me llevará a abrazarla y a susurrarle con ternura un sentido gracias.
Si esto pasara, incluso al escribirlo, soy consciente que mucha gente que quiero, que valoro y que es importante en mi vida me saltará a la yugular con el grito de “se robaron todo” o “fundieron el país”. En tal caso imagino que esbozaré una sonrisa y me guardaré el contraataque que podría propinar. Quizás por amor, por respeto o simplemente por honor a mis convicciones y a la “pesada herencia” que me legó la década ganada, guardaré silencio y asentiré mientras le apoyo la mano y busco abrazarlo.
Para explicarme debo retroceder unos 21 años. En ese momento yo tenía veinte años, un trabajo precario, dos o tres libros, muchas fotocopias y dos sentimientos que no conjugaban bien: la esperanza de cambiar el mundo (sí, el mundo en cada rincón) y el escepticismo de que la política era una mierda. Por entonces racionaba mi tiempo libre entre el estudio y el reparto de hojas que de manera rústica planteaban decirle No al ALCA, a la vez que me juntaba con compañeros/as para dar talleres, armar ciclos de cine y juntar ropa y comida para quienes más necesitaban.
Después de un tiempo, me enfrento a dos acontecimientos que me rompieron la cabeza. Por un lado el discurso de Néstor en la cumbre de las Américas y la elocución hacia Bush, por otro la reactivación de los juicios por lesa humanidad acompañada de la reivindicación de los Derechos Humanos. Fue justo en ese momento cuando empecé a creer y a pensar que la política servía y que era lo único que nos podía salvar. A partir de ahí una avalancha imparable: YPF, Asignación Universal, Matrimonio Igualitario, Identidad de género, Encuentro, Incaa, desaparición de las AFJP, Arsat, blanqueo de empleadas domésticas, Ley de medios, capacitación docente gratuita para todo el país, recuperación del salario real, paritarias libres, fútbol para todos, Atucha, revisión de la historia, reavivar y sostener el reclamo por Malvinas, ampliación de la cantidad de personas mayores que acceden a la jubilación, creación de Universidades Públicas, ESI, retenciones móviles, Aerolíneas Argentinas, Banco de datos genéticos, ENARD, Papel prensa, voto joven…y siguió el aluvión casi sin respiro.
Así y todo, mientras intentaba mantener un pensamiento crítico, observaba cómo los medios hablaban de otra cosa, y esas cosas hacían que me critiquen quienes cada vez estaban mejor. Hoy muchos me dicen que ahora hay que pagar la fiesta. Raro que utilicen la palabra fiesta, ya que a cualquiera le gusta, y más aun si nos remitimos a la acepcióni que tenía la fiesta en la Grecia Antigua.
Hoy irrumpe en la escena política un actor fundamental: el dinero. Aunque siempre está presente en un sistema capitalista, ahora es la posibilidad que encontramos para determinar lo bueno o lo malo. Al ver dinero nos desesperamos y decimos que es nuestro, que nos roban, a pesar de haber pasado hambre y saber que la única manera que tenemos de hacernos con semejante cifra es ganando el Quini 6.
Pero ahí está la bronca, la furia que también me atraviesa pero que intento correr del camino para ver mejor. Aquí es donde podría hablar de los Paraná Papers o cualquiera de los dichos de Milei, pero creo que también es correr el eje de lo importante, porque nosotros somos importantes y el otro es (debería) ser importante. Por eso, quizás sólo por eso, me molesta más la alegría de muchos por la pérdida de trabajo de un trabajador, del cierre de una fábrica o el lugar de tal o cual periodista. Porque las políticas de los noventa nos arruinaron, y no el Turco con su exotismo, como ahora tampoco será obra del look o los gritos desencajados del presidente, sino el retorno a un ajuste feroz que se enmarca, como siempre, en las políticas que se ejecutan.
Desde el 10 de diciembre de 2023 entramos en una situación especial, compleja y no menos que peligrosa.
De la gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se puede criticar las formas (hoy se presentan como insignificantes), errores estratégicos e incluso algunas decisiones. Sin embargo, más allá de las políticas implementadas en pos de un crecimiento más equitativo, el gran mérito de esos doce años es el retorno de la política al centro de la escena social.
Hoy gran parte del electorado que votó a Cambiemos antes y a Milei ahora, festeja la detención de cualquier persona que los medios (de manera justificada o no) encuentren relacionada con el gobierno anterior. Otros, s
e arrepienten porque el salario no alcanza, las fábricas cierran y no se van a poder ir de vacaciones, pero el efecto es el peor posible, entonces vociferan que son todos iguales, que se tienen que ir todos.
El que se vayan todos fue el grito desesperado que sintetizaba la desesperanza con las políticas desde el arribo de la democracia hasta el estallido del año 2001. Debemos estar alertas, y ser conscientes que la política siempre va a ser el instrumento para transformar la realidad, la individual pero principalmente la colectiva Lo ideal es que cada representante de nuestra democracia encarne los valores morales que consideramos esenciales para una sociedad mejor, pero nunca se debe dejar de pensar y reconocer lo esencial de los cambios sociales y culturales más significativos.
A lo largo de la historia, desde Yrygoyen pasando por Illia y Perón, la palabra corrupción atraviesa cualquier gestión, dejando de lado las políticas implementadas y los resultados que estas conllevan, para (con facilidad) dejar de lado las ideas.
Una condena a Cristina puede ser un triunfo de los poderosos de siempre, de los odiadores de turno; quizás no saben (lo bueno es que no lo saben) que también, puede ser un despertador.
Yo voy a seguir agradeciendo, renegando de lo que creo despreciable, pero siempre convencido de la política, de que tarde o temprano el amor va a vencer al odio y que siempre, la Patria va a ser el otro.