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Cruella: blanco sobre negro

En menos de diez minutos, Cruella -artefactonto a niveles dementes- prueba ser científicamente mala. Cine acomodaticio, obsceno, de lenguaje prefabricado, hecho para un mundo en el que ofrecen “campamentos virtuales para toda la familia”, para un mundo en el que la rebeldía y lo extraordinario son reprimidos a diario -también desde los diarios- en aras de “defender la diversidad”. Un mundo en el que los niños son abollados impunemente, también mediante estas películas abominables, estos insultos a la inteligencia, estos intentos de pasar por punks.

Corte, cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento. Y así y así y así. Lenguaje prefabricado, adaptado a “los tiempos”, comandado por un director que ya tenía antecedentes pésimos e inanes como Lars y la chica real. A veces la cámara se detiene un poco para que se diga alguna obviedad sobre filiación robada a Star Wars y al manual de psicología más básico. Y a veces hay música y caminatas para copiar a Velvet Goldmine (todo degradado, claro). Y copias a El diablo viste a la moda y a Zoolander; así “toda la familia” tiene algo de qué agarrarse, no sea cosa que Largo y el Tío Cosa se quejen, o Dedos o Morticia. Emma Thompson acierta mayormente los tonos de su personaje, y también Mark Strong: ambos parecen actuar en otra película distinta a la que se entrega absurdamente el resto del elenco; o quizás Thompson y Strong sean los que estén mal y el resto bien, si total esto es un detrito de todo, también de modos actorales. Con frecuencia hartante hay obscenidad para mostrar todas las canciones -ya usadas muchas veces antes y mejor- que se les ocurrió comprar -y son muchas y muy caras- y embaucar a unos cuantos. Y a veces hay digitalitis en modo de módicas dosis (los dálmatas) o en modo diarrea (los murciélagos), o en modo de explicación del twist final (hay varios twists y nada de dicha en movimiento). Y hay explicaciones laterales con flashbacks concebidos en lo más profundo de los infiernos explicativos. Los dálmatas son malvados pero salvados…  por favor, hay que ser mercenario para decirle que sí a cada uno de los vientos (los pedos) que hacen así de fétido a este cine. Hay que justificar a los villanos de siempre: bueno, dale, hagamos Maléfica y también Cruella, unos mamotretos colorinches psicologistas para que las marcas que ya están probadas y explotadas y extenuadas tengan una sobrevida. Ah, mirá vos, Maléfica era mala porque tal cosa. Ah, che, Cruella era mala porque tal otra. Copado, dale, hagamos que vaya al lugar del trauma, creo que eso no se hizo nunca. ¿Y si hacen cine? ¿Y si prueban con que les guste el cine antes de meterse en él? Parece que Cruella es buena porque es inusual y oscura para Disney. ¿No vieron La bella durmiente? ¿No vieron Fantasía? Y en todo caso ¿no vieron Velvet Goldmine? ¿Y Sunset Boulevard? Vean cine y no este artefactonto. Bah, hagan lo que quieran, yo me voy a patear tachos de basura.

publicado en hipercritico.com por Javier Portafouz

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