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¿CONTRASEÑA GLOBAL PARA SALIR DE LA BRUMA?

¿Cómo circular con tranquilidad o acelerar a tiempo cuando las enfermedades nos ponen un freno? ¿Cómo renovar el carnet de conducir cuando la muerte se encuentra a la vuelta de la esquina? ¿Cómo cuidarnos de otros padecimientos cuando el mensaje es unilateral hacia el código anual covid-19? O ¿Cuál es la contraseña precisa para sortear los diversos padecimientos de cada día?

Luego de estas primeras preguntas, no puedo evitar pensar en las diversas amarguras que nos tocan vivir. Cada persona tiene una realidad particular que le plantea desafíos, objetivos, problemas o caminos a seguir…

Las personas devenimos números en un mundo numérico plagado de lo binario digital que va yendo del 0 al 1 en un instante. Y podrá llegar lo cuántico para acelerar todo, y tornar la información en un rayo cada vez más rápido que nos disipa hasta vaya a saber dónde…

Sin embargo, lo cierto es que el conteo a veces nos ayuda a ordenar las ideas y los programas, y a tener un idea más clara de lo que está sucediendo, abstrayendo la singularidad a partir de la estadística. Por ejemplo:

En el planeta mueren por año debido a infarto de miocardio o corazón un promedio de 17 millones de personas al año, de cancer 9,5 millones (con una proyección al 2040 de 16 millones), de accidente cerebro-vascular unas 6 millones, en tanto que por accidentes de tránsito 1,35 millones, siendo la principal causa de muerte entre 19 y 25 años.

Con esto último podemos tener un panorama que parece haber quedado solapado por la pandemia que, hasta ahora, en casi un año y medio produjo casi 3 millones de muertes.

La diferencia entre las principales causas de muerte y la pandemia, es que ésta última es una enfermedad infecto-contagiosa, y que se requieren medidas de control social como la protección, el distanciamiento o las vacunas.

Ahora bien, si sumamos las principales causas de muerte nos da casi 35 millones de vidas por año. Este dato, abstracto y desubjetivizado, como dijimos, pero útil al fin, nos muestra algo que habitualmente no somos conscientes.

Entonces, el deber ser y el deber hacer pasan no solo por cuidarnos de una abrumadora pandemia que no parece tener fin, y que, además, sigue llevándose la vida de seres queridos. Sino que también debemos prevenir en cada uno de nosotros las principales causas de muerte.

Ni hablar si a lo anterior se le agregan catástrofes naturales como incendios, inundaciones, terremotos, etc. Es ahí que lo traumático se torna insoportable. Sin embargo, el ser humano es un organismo sociable que está al pie del cañon para la colaboración (en el mejor de los casos) como sucedió aquí en el Bolsón luego del desastroso incendio, en donde camiones de todas partes llegaron para ayudar a los damnificados.

Con esto último podemos replantearnos tanto individualmente como socialmente cuáles son nuestras fortalezas, en dónde se encuentran las oportunidades para estar mejor, cuáles son nuestras debilidades y cómo trabajarlas y aceptarlas, así como también identificar las alarmas para que no nos paralicen y así reprogramar nuestras prioridades.

A lo largo de la historia hemos estado sujetos a este tipo de situaciones traumáticas y supimos como salir de ellas. Hoy en día la crítica bruma nos impide ver el horizonte, porque nos toca hasta lo más hondo de nuestras necesidades. Algunos estudiosos nos dicen que esta pandemia va a generar más muertes por hambre y pobreza que por la propia infección

En consecuencia, pareciera que el pesimismo fuese el principal virus que nos afecta.

Sin embargo, no podemos negar la realidad que nos afecta, sino más bien afrontarla, y replantearnos qué es lo que queremos para nosotros mismos y para los demás…

Portada: instalación del artista Weiwei y Kusama

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