Los hermanos Milei bajaron la línea de despegarse de la condena a Cristina Kirchner y relativizar el impacto de la masiva marcha con la que el peronismo copó la Plaza de Mayo.
Si bien hay voces del gobierno que sugieren que habría que decir algo, la línea de los Milei es “no hacer olas” y no hablar del tema.
En la Rosada buscaron bajarle el tono a la marcha, que tuvo al presidente como el principal apuntado. “Marchó el tren fantasma, nadie genuino”, dijeron a LPO. “Es una marcha política en la que el gobierno no tiene nada que ver, es un reclamo del kirchnerismo a la justicia”, dijeron desde el ala política del gobierno.
Es que la estrategia de los libertarios es instalar que ni el presidente ni sus subordinados operaron para meter presa a la ex presidenta. De ese modo buscan direccionar la ira del peronismo a Mauricio Macri y el Poder Judicial.
Cerca de Cristina, sin embargo, dijeron a LPO que pese a los vínculos de Macri con la Justicia, Milei quedará en la historia como el presidente que metió presa a la principal líder de la oposición.
La estrategia de los libertarios es instalar que ni el presidente ni sus subordinados operaron para meter presa a la ex presidenta. De ese modo buscan desviar la ira del peronismo a Mauricio Macri y el Poder Judicial
“Como siempre triunfan los gordos no pasa nada contra los gordos se viene”, relativizaron a LPO en el equipo de redes de Milei. Con la jerga de ese mundo virtual, celebraron que no explotó ninguna revuelta como temían en sectores del gobierno.
Ese análisis revela la preocupación que hay en el gobierno de que el kirchnerismo escale el conflicto en la calle. Por eso hubo cautela en el operativo policial durante la última semana y evitaron la represión a la que ya acostumbraron a los jubilados en las marchas de los miércoles al Congreso.
En el ministerio de Patricia Bullrich dijeron a LPO que no va a haber una réplica del gobierno tras la marcha y creen que en las próximas semanas va a bajar la espuma. “El PJ la va a dejar sola”, dijeron.
En el gobierno hay quienes creen que en octubre los puede beneficiar electoralmente la prisión de Cristina, pero no lo tienen claro. “Hay un 75% de la población que no coincide con el apoyo a Cristina Kirchner”, dijo el jefe de gabinete, Guillermo Francos, a Radio Mitre.
Todo el mundo a ras del suelo. Ella, separada del resto, se siente en el aire. Los dirigentes, abajo, apiñados con la multitud. El dispositivo es nuevo: sólo con su voz, que atraviesa las calles y los cuerpos, sin centro ni escenario. Mientras los drones recorren el cielo, la toma cenital muestra a Buenos Aires dorada por el sol de otoño a las tres de la tarde. Una escena de ciencia ficción peronista.
Todas las arterias que desembocan en la plaza están repletas. Fiesta. Organización. Promesa. Columnas y columnas de movimientos sociales y organizaciones sindicales. Hasta el gremio Guardavidas Unidos de la República Argentina avanza junto a un grupo de jubilados que adelantaron el reloj y cambiaron el recorrido para estar acá, en esta convocatoria que empezó siendo contra la proscripción eterna de la principal líder de la oposición política argentina y se transformó en un reclamo: “Cristina libre”. Fueron cientos de miles. Por eso el kiosquero de Hipólito Yrigoyen se apura a cerrar las alas de su ex puesto de diarios que hoy vende juguetes en cajitas: nunca imaginó que la convocatoria podía ser tan masiva.
La sensación de pequeña victoria es previa a este 18 de junio de 2025. Porque esta marcha, incluso antes de empezar, ya sirvió para cambiar algo. Habían intentado frenarla: un día antes de lo previsto la Justicia confirmó que le darían la prisión domiciliaria de CFK en su departamento de Constitución. Intentaron desactivar la movilización quizá porque sabían que las convocatorias tan masivas generan en la sociedad el “efecto de emulación”, el contagio de una lógica triunfal de la que nadie se quiere quedar afuera. El gobierno frenó la caminata masiva a Comodoro Py, que se transformó en una concentración multitudinaria en Plaza de Mayo. No logró frenar la organización. Ahora: ¿la organización hasta dónde?
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¿Rabia, fiesta o promesa?
“¡Fiesta! Vengo a apoyar a la jefa. Y porque les sacaron los sandwiches a nuestros pibes.” Bryan, Centro de rehabilitación MTD General Rodríguez.
“Una mezcla, es ambivalente. Estamos felices interiormente de encontrarnos acá.” Olga, jubilada de Lanús.
“Hay una promesa, me parece que sí. Se despertó el peronismo.” Simón, columna Mostri.
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La potencia de esta convocatoria estuvo garantizada por su alcance federal, transversal, institucional, social, generacional y territorial: votantes kirchneristas, gobernadores peronistas, intendentes, movimientos sociales, gente “suelta”, por qué no arrepentidos de Milei. Y los sindicatos: la CGT y las dos CTA. La adhesión gremial presionó a Milei para evitar una movilización que, de hecho, tendría el impacto de un paro general. Sin embargo, a último momento, la CGT retiró su apoyo institucional. Dieron libertad a los gremios y no participaron de la reunión del PJ, pero al final estaban todos. Aunque en otro lugar. ¿Cuánto dice esto de la transformación del peronismo? Si las organizaciones de trabajadores ya no son la vanguardia, ¿qué otros actores traccionan para que el movimiento siga vivo?
La causa de esta movilización es novedosa. El objetivo inicial era reclamar prisión domiciliaria para CFK y denunciar el cepo al voto popular o la injusticia del resultado de un juicio parcial, o ambas a la vez. El gran objetivo detrás es pedir garantías de justicia, transparencia en los procesos, decir no a jueces aliados con el poder político. “¿Por qué no construir una verdad nueva que desmienta los apocalipsis?”, escribieron Macarena Romero y Cristian Alarcón apenas se conoció el fallo.
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¿Rabia, fiesta o promesa?
“Historia. Estuve todo el día con los ojos cargados de lágrimas.” Delfina, vecina de CABA.
“Tenemos que echar a Milei pero me preocupa que pueda venir algo peor, una Villarruel o una Bullrich. Yo no rezo pero hay gente rezando.” Sandra, activista LGBT afrodescendiente.
“Resistencia. Lucha por la democracia y justicia clara.” Facundo de FOETRA, Sindicato de las Telecomunicaciones.
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En su comunicación casi onírica, CFK apuntó a identificar cuál es el problema principal de la Argentina: el modelo económico en el que ganan unos pocos y los demás, con la ñata contra el vidrio. Hizo dos pronósticos: el modelo de Milei es insostenible, se cae; y el peronismo va a volver. Habló de organizarse. Pero cómo. Y un atisbo de respuesta está ahí, con los dirigentes abajo, mezclados entre la gente de a pie, casi obligados por las circunstancias. Massa, Axel, Grabois, el propio Máximo. Todos apretujados por las masas.
El acto termina siendo una demostración de fuerza en la calle, algo impensado hace dos semanas, algo impensado antes de la condena. Se abren preguntas. ¿Quiénes estaban hoy, cuál es su grado de representatividad? ¿Ese es el pueblo? ¿O son los argentinos sobrepolitizados, nostálgicos de la década ganada? Las mayorías, en realidad, parecen ser otras: como el señor que está esperando el colectivo mientras los demás se organizan para ir a marchar, o el que cerraba el puesto de diarios, o los mapadres de los grupos de Whatsapp que viralizaban una supuesta suspensión de clases por la marcha. ¿Qué pasa con las mayorías indiferentes? ¿Con las que sufren acostumbradas? La otra pregunta es ver si la dirigencia tiene la capacidad de organización: los gobernadores, los intendentes, los dirigentes sociales, la gente que está movilizada en la calle. Quienes sean que lideren, en este nuevo escenario solo parece que lo va a poder hacer respondiendo a Cristina y por debajo de ella.
El fallo logró reunir bajo el mismo cielo a todo el arco peronista, incluso a aquellos que hasta hace poco no dudaban en criticar a La Cámpora o en cuestionar la puja entre Cristina y Axel Kicillof.
¿Qué voces emergerán de esta movilización? ¿Será sólo un coro de apoyo a Cristina o logrará articular otras demandas -el estado de derecho, los ajustes económicos- sin quedar eclipsadas por su figura? ¿Puede la convocatoria de hoy generar verdadero contagio político más allá de su núcleo duro? ¿Cuánto pesa realmente el reclamo institucional frente al peso simbólico de Cristina? ¿Estamos ante el germen de una oposición más sólida y propositiva? ¿Qué transformaciones deberían ocurrir para que esta energía callejera se convierta en proyecto político? ¿Acaso la presencia de Jalil -hasta había sido sólido defensor de Mieli- en la mesa de gobernadores anticipa un nuevo ordenamiento institucional, o sólo refleja cálculos coyunturales?
Al final del día, el kirchnerismo recuperó emociones pero no logró superar un discurso apegado a la nostalgia, lleno de balances. ¿Cuáles son las ideas para el futuro si es con Axel? ¿Qué país propone Grabois cuando apela a la felicidad de las infancias y la implementación de un tercer plan quinquenal? “Grabois no es el único que busca tensar los límites del peronismo -escribió Gabriela Vulcano-. El líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, y La Cámpora creen que es momento de salir de la quietud en la que quedó atrapado el partido y dar la disputa política en las calles. Por paradójico que parezca, postulan que es hora de salir del encierro.” De eso también se habló en la reunión del martes a la noche en el despacho peronista de calle Matheu: cómo volver a las calles. Pero con la calle no alcanza. La organización también requiere acuerdos institucionales, un plan, y estrategia compartida.
Los cuerpos que hoy marchan juntos merecen una nueva legibilidad, por sus alianzas: así como las feministas se movilizaron junto con las jubiladas, los estudiantes con los pediatras, los científicos con los discapacitados, los maestros con los policías. Están los que luchan. Los que lloran. Los que faltan. Como los que quedaron varados en la ruta, en colectivos que nunca pudieron llegar a la plaza por retenes policiales. Como les migrantes con miedo a ser deportados; como el colectivo travesti-trans que, blanco de las violencias del discurso oficial, recuerdan los diez años del crimen de odio contra Diana Sacayán (¡Fue travesticidio!). Como los investigadores y académicos que temen que una causa judicial falsa los termine enredando con Interpol (o con el “FBI argentino” que anunció ayer la Ministra Bullrich).
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¿Rabia, fiesta o promesa?
“Rabia. mucha rabia. Y preocupación.” Marie, coreógrafa y docente UNSAM.
“Fiesta, aunque todo el mundo está enojado.” Rata, fotógrafo de Argentina Humana.
“Promesa. Que los militantes podamos entender este momento y construir una alternativa popular.” Trinidad, Juventud Universitaria Peronista.
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El fallo express de la Corte sacudió al kirchnerismo como un rayo moral: de pronto, volvió a palpitar ese código no escrito —abrazos, mate compartido, miradas cómplices— que alguna vez se condensó en tres palabras ya repetidas hasta el desgaste, pero nunca del todo vacías. “La patria es el otro” vuelve a poner en el labio de sus participantes la idea de la solidaridad y la confraternidad. Tocó una fibra similar a la que afectó a Cristina con la muerte sorpresiva de Néstor Kirchner, aunque no se activó del todo cuando trataron de matarla.
Ni víctima ni mártir, esta vez la reacción popular parece retribuir los gestos de cuidado. No desata pasiones agresivas sino que lima las diferencias y el enojo colectivo del votante kirchnerista. Porque si el embate viene de un enemigo externo, furioso, la defensa es diferente a la que se activa ante el enojo con los propios. La política de los afectos deja sentir que el dirigente es sensible a lo cotidiano de la vida, como tener que tarjetear la compra en el súper y después no llegar a pagar la tarjeta. Es sentir que una decisión política fue tomada pensando en vos, te toca porque busca que los perdedores dejen de ser perdedores.
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¿Rabia, fiesta o promesa?
“Amor.” Verónica, que vino desde Nueva Atlantis a marchar.
“Compromiso. No queremos que Cristina vaya presa. El gobierno fascista está viniendo el país.” Esther, de Laferrere, del Movimiento Jubilados por la Liberación.
“Futuro. Se va armando lo que necesitamos, estábamos vacíos de contenido.” José, porteño y peronista.
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Hoy miércoles 18 de junio los primeros estruendos se escucharon a las 11.18 am. Quienes vivimos cerca de la Playa de Mayo sentimos en el cuerpo cuándo se viene una movilización grande, peronista. Los helicópteros sobrevuelan en círculos sobre nuestros barrios, llegan ecos de la calle, el bombo y el humo, la pompa de alguna pirotecnia, los vientos de la hinchada activan un territorio acústico único, tenso, expectante. El gesto de la protesta social a la vez que intenta transformar la vida es, como toda performance, un desplazamiento incierto, un deambular, un roce de cuerpos e imaginarios, rabias e ilusiones.
Quienes vivimos cerca de la Plaza de Mayo desde los años kirchneristas, precisamente a la vuelta de la sede central de La Cámpora en CABA, luego de aquellas marchas o festivales en la plaza escuchábamos cómo, al volver a guardar los trapos, las columnas se quedaban en la esquina en una especie de zapada honesta, con bombos y trompetas dale que dale las canciones de Estelares pero con la letra cambiada. Esta semana, desde que se conoció el fallo contra CFK, por el barrio de la Rosada y más allá, cruzando 9 de julio, se volvió a escuchar el cancionero kirchnerista, incluso a capela. Se reactivaba aquel paisaje, como del pibe a las 11 de la noche cantando la marcha en solitario a todo pulmón por la bicisenda: lo que parecía una tímida resurrección de la militancia resultó un entrenamiento de gargantas para hoy.
Las marchas en Argentina llevan años despertando la misma paradoja: multitudes que inundan las calles con consignas furiosas o esperanzadas, pero cuyo eco parece diluirse en el corto plazo sin dejar huellas concretas. ¿Son realmente estériles estas movilizaciones? Por un lado, es difícil ignorar cómo muchas de estas protestas -ya sean los piquetes contra el ajuste, las columnas sindicales o las mareas humanas del 8M- terminan convertidas en rituales que se agotan en sí mismos. El ritual de la queja social que los políticos escuchan pero no atienden, el guión previsible de la cacerola que suena fuerte y luego se guarda hasta la próxima crisis. Basta ver cómo algunas marchas masivas no logran torcer ni un solo artículo de una ley, ni modificar un fallo judicial, ni destrabar una negociación salarial. El sistema parece haber desarrollado anticuerpos contra la presión callejera.
Sin embargo, sería un error reducir su impacto a la mera inmediatez. Las movilizaciones en Argentina operan en otro registro -más sutil pero no menos potente-. Son termómetros que marcan la fiebre social cuando las instituciones fallan, escenarios donde se reconfiguran las alianzas políticas y sobre todo, máquinas de producir símbolos que luego recorrerán un camino más largo. ¿O acaso el “Que se vayan todos” del 2001 no terminó reencarnando, años después, en fórmulas políticas concretas? La calle no legisla, pero a veces prepara el terreno para que otros lo hagan. El verdadero problema quizás no sea la esterilidad de las marchas, sino la sordera de quienes deberían convertirlas en acciones. Después de todo, en un país donde la representación política muestra grietas profundas, la plaza sigue siendo el último lenguaje que les queda a los que ya no creen en los discursos.
Los trabajadores de Molinos iniciaron este miércoles un paro por tiempo indeterminado en rechazo al plan de cesantías que lleva adelante esta importante alimenticia de la familia Pérez Companc. A modo de represalia, en la mañana del jueves, la empresa despidió a otros cuatro trabajadores.
“Se trata, como lo denunciamos ante el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, de un plan de cesantías y precarización laboral de la empresa que ahora se termina concretando con estos ilegales despidos”, afirmó a LPO un dirigente del Sindicato de los Trabajadores de Industrias Alimenticias (SITA).
“Todo comenzó anoche cuando cuatro trabajadores estaban entrando a cumplir el turno noche y dos se preparaban para volver a su casa luego de terminar su jornada en el turno de la tarde. Los seis fueron citados a la oficina de Recursos Humanos y allí, frente a una escribana, les notificaron que estaban despedidos”, completó el dirigente.
Los despidos se dan pocas horas antes de la cuarta audiencia convocada por el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, ante la denuncia del sindicato por el proceso de despidos planificado.
“Ese proceso, que comenzó el 26 de mayo, fue dejando a la planta con dotaciones de trabajadores y trabajadoras que están por debajo de la cantidad mínima en cada una de las máquinas, lo que genera situaciones de riesgo para la salud de las y los operarios. No sólo están despidiendo ilegalmente, están ejecutando un proceso de desindicalizacion, imponiendo la precarización laboral para producir, afectando la salud y la seguridad del resto de las y los trabajadores”, agregó a LPO un trabajador de la empresa.
El intendente de Yerba Buena, Pablo Macchiarola, estuvo cinco días varado sin poder salir de Israel, donde participaba de una gira con otros alcaldes de Latinoamérica al momento de estallar la guerra con Irán.
Macchiarola, hombre de extrema confianza del radical con peluca Mariano Campero, había llegado el lunes 9 a Tel Aviv, invitado por la Embajada de Israel a una gira por ese país junto a otros intendentes latinoamericanos en el marco del programa internacional “Proyectos Municipales para la Seguridad Pública y el Desarrollo Local”.
Apenas iniciada la ofensiva contra Teherán, el gobierno de Benjamín Netanyahu anunció el cierre del espacio aéreo israelí de forma indefinida, lo que provocó que la comitiva que integraba el intendente tucumano quede varada a las afueras de Tel Aviv, epicentro de la ofensiva iraní.
Medios locales habían realizado consultas a funcionarios locales que mantenían un fuerte hermetismo. No obstante, con el paso de los días y la incertidumbre sobre los plazos para la salida, en el municipio admitieron la situación.
El hecho tardó en conocerse en Yerba Buena. De hecho, en su cuenta de X Macchiarola no había informado de su viaje y solo se conocía de la licencia que se había tomado hasta el 23.
Medios locales habían realizado consultas a funcionarios locales que mantenían un fuerte hermetismo. No obstante, con el paso de los días y la incertidumbre sobre los plazos para la salida, en el municipio admitieron la situación.
“Nos agarró esto de manera inesperada. Tuvimos que bajar al refugio. Fueron momentos de angustia, de no saber cómo manejar esta situación”, dijo Macchiarola a La Gaceta, tras lograr salir en las últimas horas hacia Jordania, vía terrestre.
Ahí, Macchiarola coincidió con los diputados Damián Arabia y Maximiliano Ferraro, que también estuvieron cinco días varados en Israel en medio del conflicto bélico. Se espera que la comitiva haga una escala en Etiopía para luego volar hacia Argentina.
Macchiarola es uno de los intendentes del radicalismo que se posiciona cercano al gobierno de Milei. Alineado a Mariano Campero, participó de actividades como las que el diputado nacional organizó a principios de año en la Rural con Patricia Bullrich, Federico Sturzenegger y Luis Petri.
El peronismo logró concretar una importante movilización que desbordó la Plaza de Mayo para pedir la liberación de Cristina Kirchner. Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich fueron los más insultados en una movilización que pese a la alta tensión política, transcurrió sin incidentes.
El tamaño de la movilización, una de las más importantes del mandato de Milei junto con la que se realizó en defensa de las universidades públicas, abre interrogantes sobre el rol que tendrá a partir de ahora en la interna peronista Cristina Kirchner, que tras el fallo de la Corte Suprema aparece empoderada y ya empezó a diseñar las listas de la provincia.
Un dato no menor fue que Axel Kicillof entró a la Plaza cuando estaba terminando de transmitirse el mensaje grabado de Cristina. Llegó rodeado de los intendentes de su espacio y se mantuvo a prudente distancia de La Cámpora.
La ausencia orgánica de la CGT y la mayoría gobernadores peronistas, es otro dato de la jornada. Sin su acompañamiento, el kirchnerismo igual logró desbordar la plaza.
En el gobierno prevaleció la prudencia y cierta parálisis. Los hermanos Milei bajaron la orden de no opinar y le pidieron a Santiago Caputo que opere en los medios amigos que la Casa Rosada no tuvo nada que ver con la condena a Cristina.
“No se si es lo mejor quedarse callado, donde puedan ellos van a hacer daño” comentó preocupado a LPO un funcionario importante del Gobierno.
El tamaño de la movilización, una de las más importantes del mandato de Milei, abre interrogantes sobre el rol que tendrá a partir de ahora Cristina Kirchner en la interna peronista.
“Si son fachos de verdad que la vengan a buscar”, sostenía una pancarta firmada por La Poderosa, que daba la bienvenida a Plaza de Mayo. El vallado de Casa Rosada llegaba hasta la Pirámide de Mayo, ocupando un tercio de la plaza, y fueron pocos los que lograron quedar cerca del escenario.
No había nada para ver, pero todos intentaron ubicarse lo más adelante posible. El peronismo una vez más rompió el molde y concretó un acto orwelliano, con gente congregada para escuchar un audio sin imagen de su líder presa.
“Vamos que llegamos”, arengaba un hombre con pechera azul, empujando para llegar al vallado. “Este es el Cabildo”, le explicaba un joven de rastas a otro enfundado en una remera con la frase “La Costa con Cristina”.
“Hoy empieza la resistencia“, dijo el locutor del acto. Los organizadores hablaron primero de 500 mil personas y luego subieron la cifra a un millón. Desde la Ciudad dividieron esa cifra por 20.
El presidente fue el centro de las críticas: “Traigan el gorila de Milei para que vea”, “Bullrich basura” y el hit del verano 2018 fueron lo más cantado junto al “Vamos a volver”.
En efecto, el nuevo relato del kirchnerismo es emparentar la detención de Cristina con la proscripción a Perón y desde ahí iniciar una “resistencia” que debería concluir con el regreso del peronismo al poder, para indultar a Cristina y “decapitar” a la Corte Suprema y buena parte de la justicia federal.
“Además de apoyar a Cristina también vinimos por nosotros mismos. Con esta Justicia no están garantizados nuestros derechos. Si a Cristina le hicieron lo que le hicieron, ¿qué nos va a pasar a los demás?”, se preguntó Marisa de 56 años y vecina de Berazategui. “Si nos quedamos en casa y no nos hacemos escuchar, la cosa no va a cambiar”, dijo.
Queremos a la morocha libre, vamos a volver.
Decenas de puestos de hamburguesas y choripanes desafiaban el protocolo antipiquetes que, sin policías a la vista, quedó suspendido de facto. También proliferó la venta de souvenirs: una remera con la imagen de un Diego Maradona cosecha 1987 llamaba a defender a los jubilados al lado de pañuelos blancos con la leyenda “La Patria no se vende” en negro.
“Queremos a la morocha libre, vamos a volver”, se ilusionaba Hilda de Pompeya, de 72 años. Muy cerca suyo dos jóvenes saltaban la baranda de Avenida de Mayo para fotografiarse con un vampiro con el rostro de Patricia Bullrich.
“Espero que haya unidad”, reclamaba Lautaro de 33 años con una bandera LGTB colgada de la cintura. “Macri corrupto y ladrón, devolvé la guita, preso ya”, exigía un cartel con letras naranjas sobre cartón corrugado.
“El peronismo tiene que perder el miedo. Cristina se inmola por muchos que se quedan escondidos debajo de la cama. Los jueces se tienen que dar cuenta de que no tenemos miedo y estamos dispuestos a morir por los derechos adquiridos”, dijo Estela de 63 años. A su lado pasaba un hombre con la leyenda “Cristina es pueblo” pintada en su cabeza pelada.
Tal vez previendo un mediodía más frío, un hombre se paseó entre la multitud vendiendo petacas de café al cognac y también licor de dulce de leche. A pocos metros, en Bolívar y Diagonal Sur, se cruzaron columnas de La Cámpora y las del Movimiento Evita que llegaban por Hipólito Yrigoyen, pero lejos de las acusaciones de traición, convivieron en paz.
El dirigente político dejó sus impresiones de la marcha en apoyo de Cristina.
Juan Grabois se hizo presente hoy en la Plaza de Mayo en la marcha en apoyo a Cristina Kirchner. Allí, frente a los medios, dejó sus impresiones sobre la situación que estaba atravesando el país y puntualizó en la figura de Patricia Bullrich.
«Tiene una perversión con la sangre y con la violencia», aseguró Grabois, «le gusta lastimar. Lo disfruta. Y por eso es el perro guardián ideal para cualquier régimen antipopular».