La interna del peronismo santafesino está al rojo vivo. Renueva tres de las 9 bancas de Diputados que la provincia pone en juego y no hay un candidato que mueva el amperímetro, se quejan en la departamental: “con suerte y viento a favor, sacamos dos diputados”.
El que picó en punta para encabezar la lista es Agustín Rossi, ex jefe de Gabinete de Alberto Fernández y compañero de fórmula presidencial de Sergio Massa. Sin embargo, gremios, intendentes y militantes peronistas reniegan por lo bajo.
En el entorno de Mirabella dicen que si el PJ no habilita la interna, juega por afuera. En el peronismo creen que tiene decidido romper y se imaginan un acuerdo secreto con Pullaro
El que salió a competirle abiertamente es el diputado del Movimiento Evita, Eduardo Toniolli. En su entorno dicen que lo avalan los desencantados con la postulación de Rossi y es un aliado de Juan Monteverde. Sin embargo, el líder de Ciudad Futura por ahora no se pronunció por la lista de octubre y se concentra en su trabajo en la Convención Constituyente.
El tercer jugador es el perottista Roberto Mirabella que también tiene que renovar su bancada y adelantó su campaña con la publicación de un libro: “La República de Santa Fe” y denuncia la falta de federalismo en los últimos gobiernos.
En el entorno de Mirabella dicen que si el PJ no habilita la interna, juega por afuera. En el peronismo creen que tiene decidido romper y se imaginan un acuerdo secreto con Pullaro, como adelantó LPO. El perottismo le dio los votos necesarios en la Legislatura para avanzar en la reforma constitucional y el ex gobernador no participó en la elección a constitucionalistas.
Omar Perotti, que hacía largos meses que no tenía una aparición pública, encabezó un plenario de su espacio: “El justicialismo perdió 5 de las últimas 6 elecciones nacionales. Seguir de la misma forma no va a dar resultados diferentes”, comenzó diciendo el ex gobernador y agrego cuestionó la idea de: “me quedo con la franquicia, sé que soy de tal agrupación y esa agrupación va a tener un cargo… eso no va más. Hay que salir del molde”.
“Decir estas cosas incomoda porque esto es exigirle a muchos que hoy se matan por un cargo, se pelean por qué lugar, tal cosa y demás. ¿Qué nuevo tenemos? ¿Qué de futuro estamos haciendo? ¿Qué le estamos planteando para adelante? que le ofrecemos a la gente”, dijeron a LPO una fuente muy cercana a Perotti.
No sería la primera vez que el ex gobernador juega en el fleje, amagando con un pie afuera pero sin dar el paso. Ahora, aseguró que no piensa ir por afuera y condiciona las maniobras de Mirabella.
La crisis IOSFA, la obra social de los militares está llegando a su punto límite. LPO reveló en exclusivo que Petri pidió 40 mil millones para mejorar la obra social de los militares pero denuncian que sólo lo usó para pagar deudas.
Desde que Petri llegó al ministerio de Defensa se plantea con cada vez más fuerza que el funcionario radical maneja de manera discrecional los recursos pero al mismo tiempo está llevando la obra social a una situación de quebranto con fuertes daños a la cobertura de militares activos y retirados.
La Nación dio cuenta del contexto dramático de muchos pacientes oncológicos que no están pudiendo recibir un medicamento o se le corta la cobertura el tratamiento. Los casos van creciendo y empiezan a viralizarse en las redes sociales.
La excusa es la deuda millonaria de la obra social que desencadenó al corte de prestaciones médicas de alto costo. Esto incluye pacientes oncológicos, los que necesitan un trasplante, afrontan patologías severas, personas con diabetes e insulinodependientes.
Este medio también plantea que la Fundación Huésped denunció que el Gobierno “no está garantizando la entrega de medicación esencial para personas con HIV” y reclamó soluciones a Petri.
En marzo, los militares que recibieron a Petri en Bahía Blanca en medio de las inundaciones no ocultaron el enojo. En medio del desastre natural, las fuerzas que estuvieron en la logística del operativo aprovecharon la presencia del ministro para cuestionarle el recorte de medicamentos.
Desde que Petri llegó al ministerio de Defensa se plantea con cada vez más fuerza que el funcionario radical maneja de manera discrecional los recursos pero al mismo tiempo está llevando la obra social a una situación de quebranto con fuertes daños a la cobertura de militares activos y retirados
En ese momento, LPO pudo constatar que se presentaron denuncias en los juzgados de Bahía Blanca, Lomas de Zamora y Mar del Plata. Dos de ellas (Lomas y Mar del Plata) tienen resoluciones favorables a los afiliados, una para que la obra social garantice el acompañamiento terapéutico y otra para que se le garantice los medicamentos oncológicos.
Bettina Surballe, presidenta de IOSFA.
En el caso bahiense, la denuncia del afiliado es también en reclamo de un acompañamiento terapéutico por cuatro horas diarias. Otro afiliado de Necochea hizo sentir su enojo en redes sociales porque “hace 6 meses no atiende ningún médico con IOSFA y dentista hace 5 años y el descuento sigue sin ningún servicio”.
Un importante fuente de la obra social militar reconoció a LPO que “se nos está muriendo la gente” y avisora un segundo semestre muy complejo porque “el gobierno no tiene ningún interés en resolver la crisis
“Nos piden qué pagues y hagas los 20 mil tramites del reintegro y si no tenes para pagar porque la consulta del odontólogo esta 40 mil y si te tiene que hacer algo es más, son una vergüenza. Mi hija se tiene que operar y tengo que viajar a Mar del Plata”, continuó.
El cuadro es preocupante. Un importante fuente de la obra social militar reconoció a LPO que “se nos está muriendo la gente” y avisora un segundo semestre muy complejo porque “el gobierno no tiene ningún interés en resolver la crisis”.
IOSFA tiene 550 mil afiliados y es una de las cinco obras sociales más grandes del país. Por eso, dentro de las fuerzas denuncian la intención de “meter mano en la caja” y avanzar en la privatización, como anticipó LPO en julio del año pasado.
Cabe recordar que el gobierno están evaluando disolver la obra social para volver a crear la Dirección de Bienestar de la Armada, la Dirección de Bienestar de la Fuerza Aérea y el Instituto de Obra Social del Ejército, que eran las tres obras sociales de cada una de las fuerzas y había sido unificada por Nilda Garré.
En efecto, entre los militares hablan de “una tormenta perfecta” que puede agravar la crisis e incluye el retiro de servicios a laos retirados, denuncias constantes de intento de privatización y salarios bajos que obliga a los integrantes de la fuerza a buscar un segundo trabajo.
El sol cae sobre el lomo del Paraná. La pampa litoraleña se parte en dos. Una mole de cemento cruza las aguas marrones, se levanta erecta y une dos ciudades bien distintas: Victoria y Rosario. Y al revés también. India cabalga una Honda Dax. Lleva entre las piernas la moto emblema de los noventa, el equivalente a una cupé Fuego pero con un motorcito de baja cilindrada y dos ruedas. Saluda a los operarios, pasa por cada tramo hormigonado que vio nacer. Alza la mano, se despide. Durante el tiempo que llevó la monumental obra fue la encargada de darles de comer. India se llevaba a escondidas las vituallas de las alacenas de su madre, les armaba una vianda, metía en la canasta algunas bebidas alcohólicas o cigarros sueltos (“los vicios” que entretenían a esos cuerpos trabajadores) y se las vendía a la hora del almuerzo. Con eso se hacía de una entrada en negro que reemplazaría su sueldo. Es que “El Ingeniero” no le quería pagar por sus diligencias. Y de ese menudeo India se hizo un porvenir.
Alerta spoiler. Todo lo que se acaba de contar es una escena de Debilidad Humana, el último libro de Lila Siegrist. Es una ficción ambigua, basada en hechos reales: Menem era presidente en esa década que terminó hace rato pero que es una de las pocas que tiene nombre propio y aún lo conserva. Los oros, el animal print, las hombreras, las pieles, el brushing y el jopo, la cama solar, los conjuntos deportivos de sire, el “Ritmo de la Noche” y el “Qué tendrá ese petiso” marcaron el comienzo de una era que se parió sola en 1989 pero que aún hoy no murió del todo. La cultura de masas y entretenimiento de esos años se concentra en clave clipera en la serie más vista en América Latina a través Prime: Menem, el show del presidente. Pero también vuelve como paisaje la rosca política, la guita loca, la sordidez y el lujo en Debilidad Humana. El contexto es el de una obra pública esperada y demorada a la vez: la del Puente Rosario-Victoria que unió más que dos ciudades, dos provincias, Santa Fe y Entre Ríos.
¿Qué ganamos con desempolvar esos años? ¿No reincidir? ¿No volver a caer? O al contrario: ¿La paradoja actual nos pone esa historia de frente, para reconocernos de nuevo ahí? ¿Cómo pensar la época? Aquella y esta. Algunos ganaron, muchos perdieron, todos se transformaron (como la clase media argentina) a partir de ese nuevo orden: el neoliberal. El que privatizó el Estado. El fundador de una época donde toda política se simplificó a una realpolitik y donde lo kitsch también fue una estética de gobierno.
Odiado y amado, el caudillo riojano que fue presidente dos veces se nos aparece post morten a cierta distancia (de rescate) a través de los artefactos culturales que lo traen de vuelta. Pero su imagen retorna por estos días para demostrarnos que las cañerías de la corrupción llevan casi siempre al apellido capicúa: ahora, en 2025, una empresa de seguridad vinculada a los Menem ganó una licitación del Banco Nación por casi $4.000 millones. No todo pasa. Más bien todo vuelve. Y los 90 están acá. Recién vivos.
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En Debilidad Humana, India, la protagonista, se transforma al ritmo vertiginoso y eficaz del puente. En una especie de coming of age la protagonista crece, pasa de la infancia, a la juventud y la adultez, más como un portento que como un prodigio. Con determinación y ambición, mezcla de gaucha urbana y chica salvaje, cabalga los años menemistas, hija de la rosca política de esa década que se fue amasando mucho antes.
Las fiestas de los noventa en esta novela toman la forma de carneadas como ritual masculino por excelencia donde se mezcla la violencia, la sangre, los facones y el extractivismo. Los costillares asados al fuego para cerrar tratos y acuerdos, la dueñidad de los territorios y de los cuerpos. Acá ya no se trata de la política palaciega, sino de la que se hace a la estaca en un quincho, en un casco de estancia entrerriano.
La novela de Siegrist es tan vial como fluvial y cuenta la construcción de algo que es mucho más que un puente. Con detalles técnicos, propios de ordenanzas, legislación, pliegos y licitaciones, la historia abarca la creación de todo un complejo vial compuesto de pasarelas, grandes alcantarillas, terraplenes y tramos de ruta que ocupan unos 60 kilómetros sobre el río. Pero a los movimientos de suelo que demanda la obra, se suman los de la gente del lugar, los invitados a copetines y comilonas y los muchos flujos de guita que eso genera.
Los dólares que crujen y las “balas” (cubos termosellados de billetes que no necesitaban ser contados porque garantizaban la portabilidad, el correcto almacenaje y la conservación) que simplifican el recuento. El ritual de India y su madre organizando las tandas de billetes sobre el matelasse de dos plazas: de 100, de a 10 para sumar 1.000 y luego 10.000. La faja de papel con cinta scotch. La plata iba y venía. Lo privado y lo público se abrazaban con algunos dejos de esa militancia que los personajes de la novela traen de los 70 pero que también aprendieron a moldear para dejar atrás todo lo que fuese necesario.
Un relato nunca es inocente, siempre tiene implicaciones políticas, identitarias, de orden artístico. Cuando se dice que algo está basado en hechos reales se sugiere que el espectador debe creer, de manera inocente, en que esa ficción responde o es fiel por completo a la realidad.
“En la literatura el efecto de verdad depende del lenguaje. El estilo y las formas de enunciación de un relato definen mejor que nada la realidad de una trama que intenta reconstruir el pasado”, dice Ricardo Piglia.
¿Por qué le pedimos más verosímil a la ficción que a la realidad? ¿Por qué insistimos en adentrarnos en los mecanismos que alguien utiliza para contar una historia?
El tercer capítulo de la serie de Winograd comienza con una leyenda entrecortada por una mala transmisión o una falla de la cinta VHS: “Los invitamos a desprenderse de todo dedo acusador y a ahorrarse análisis tales como: ‘Esto pasó en otra fecha’. ‘Esa persona no era así’, ‘Eso no fue lo que pasó’. Recuerde que usted está viendo una ficción”.
Buscar la realidad en la ficción es una exigencia desmedida que ningún artista merece que le reclamen. ¿Si una obra está basada en hechos reales cómo debe ser juzgada? ¿Qué se le pide? ¿Veracidad total o imaginación pura?
Winograd no quería hacer una serie solemne ni juzgar a los personajes. La idea no era bajar línea sino más bien situarse en el punto de vista de los protagonistas para darle verosimilitud. “No los teníamos que amar, no los teníamos que odiar”, dijo el director y buscó hacer de la serie un viaje inmersivo a los noventa para quien la viera. No hubo ninguna intención de hacer un análisis político y aunque hay un relevamiento de voces testimoniales como plafón, tampoco la idea fue mostrar una investigación sobre los noventa. Por eso quien la enciende esperando un documento que dé cuenta del cambio en la historia nacional se queda con las ganas.
La banda sonora nos devuelve de golpe a la fiesta de nuestros propios 15 años, al viaje de egresados a Bariloche o al Bar Mitzvá de la compañera de colegio. Todo brilla, pero no todo es oro. El lujo es vulgaridad, como cantaron Los Redondos. Se ofaltea el estallido que en la serie (seguro habrá segunda temporada) no termina de llegar. Esa explosión que toda olla a presión anticipa cuando se sacude para ponerle fin a la cocción. Es la época del aguante pero también del reviente. Todo se rompe en algún momento. Todo se quebró. Y así estamos hoy: todos un poco más rotos.
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Siegrist, que es artista visual, poeta y trabajó en políticas culturales públicas, pone a operar los lenguajes que conoce por su recorrido profesional y laboral: la historia del arte, la gestión política y administrativa, la poesía y el manejo natural de la flora y fauna litoraleña.
María Moreno, quién realizó una lectura atenta y acompañamiento del libro, escribe en la contratapa: “El estilo de Siegrist es materialista, fierrero, experto en autopartes y en gestiones administrativas pero también en bañados pantanosos, arroyos que se consideran ríos y criaturas terrestres, saberes como esos que Walsh utilizaba para describir una dársena como si fuera un personaje o dejaba caer, en medio de una negociación entre adversarios, ‘a la pastora le falta un bracito’”.
La escritura cruza tecnicidad y lirismo como si fuesen una misma cosa. Y ante la pregunta sobre realidad/ficción, Siegrist clama: “Viva la imaginación al poder. Viva salir a inventar nuevos lenguajes”. Aguante la ficción, carajo.
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Unos nacen sabiendo que van a heredar. Se pasan toda una vida esperando un patrimonio palpable. Amasan una paciencia eterna pero en ese letargo postergan la acción. Lo opuesto a India que era una factotum: un cuerpo joven, hormonalmente inquieto, operativo y ejecutante.
La plata que India supo acumular no era producto de una herencia. Como el puente, fue una construcción instrumentada, ceremoniosa y otro poco changarina. Si en algunas familias hablar de plata es algo prohibido y escatológico, en la de India a la guita se la traficaba a la luz del día y a toda hora. Pero para ella nunca había. La veía, la contaba, la sacaba de las entrañas de una caja fuerte cada vez que “El Ingeniero” tenía que poner en funcionamiento el engranaje financiero de la rosca política. Era la encargada de llevar los fajos en la motito. Y aunque “El Ingeniero” le tenía confianza se resistía a pagarle por el trabajo. Insistía en que ella no necesitaba cobrar: “¿Para qué darle plata si vivía en la casa con ellos?”. Un miserable profesional.
India era la buena piba y al mismo tiempo el cero al as. La nada o la nadie. El flanco débil de una familia poderosa. La infravalorada a la que le tenían piedad. La que querían por descarte. La menor de tres hermanos que no se le parecían en nada. La que no estudió pero que tampoco se casó para que la mantengan. La mandadera, pero no la secretaria. La bastarda pero gauchita. La que provenía de un linaje fantasmal: hija biológica de un padre ausente que no era “El Ingeniero” y según la niñera sería un tipo importante que tuvo un amorío con su madre cuando militaba en La Rioja en el 75 junto al Padre Enrique Angelelli.
India no tenía vocación ni novio. El día que se terminó el puente lo cruzó con un único objetivo: no volver nunca más a Victoria. Dejar atrás la infancia, los baños vestida en el arroyo en la adolescencia, esa familia, el pueblo entrerriano de colinas en altura pero con mente lo suficientemente chata.
Lo hizo como siempre montada a su Honda Dax y la guita propia. Uno por uno vio crecer los billetes que en esos años eran equivalentes. La convertibilidad al palo: un peso era lo mismo que un dólar. Los sacó de la caja de zapatillas Topper tenis, otro signo de la época, y se fue para siempre. La sobreviviente y al mismo tiempo, la desertora. Una auténtica hija de los 90. ¿El fin de la historia? Al menos, un punto y aparte, en su propia historia.
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A India le dicen la “Turquita” en un guiño al “Turco” Carlos Menem, dos veces presidente de la República Argentina, quién sería su padre biológico. La expertis de la hija bastarda es un poco anfibia, se mueve a la perfección entre las cualidades más conocidas de los dos hijos legítimos del caudillo riojano: fierrera y tuerca como Carlitos Junior, calculadora y engranaje de confianza cual Zulemita.
De chica la conmovía el brillo de los autos nuevos y los olores sintéticos. Le parecía que un auto era un signo de libertad total. Era una sibarita de circuitos y mecánica, y prestaba atención a marcas, modelos, diseños y colores. La Honda Dax era su único órgano de excitación.
Para Beatriz Vignoli “India es una antiheroína muy realista. Encarna un tipo social que existió, pero del que la literatura argentina y el imaginario social hasta ahora no daba cuenta”.
A la protagonista de esta novela podríamos leerla como una expresión de la elaboración literaria de un tipo de mirada feminista.
India aparece subalternizada, en los márgenes del poder, pero tejiendo alianzas con quienes, como ella, también son oprimidos. Un personaje femenino subordinado en la sociedad y en los propios feminismos.
Se cifra en ella el arquetipo de muchas mujeres nacidas y criadas en los ductos de una clase media alta aspiracional devenida en las últimas décadas en “nuevos ricos”. Chicas jóvenes sin amor ni proyecto, utilizadas por sus padres en la misma medida en que eran completamente invisibilizadas. Nadando en la opulencia pero sin lugar (ni permiso) para administrarla. De afuera, vistas como niñas burguesas. Pero puertas adentro son sólo niñas ricas que sienten tristeza.
A ellas, a esa generación de Indias, también les supo hablar Carlos Menem allá por el año 1989 para llegar a la presidencia. En plena campaña electoral, en un acto multitudinario donde llenó la cancha de River, el riojano dijo: “Voy a gobernar para los niños pobres que tienen hambre y para los niños ricos que tienen tristeza”. La frase, dicha al comienzo de todo, puede ser una buena brújula para entender a esa generación fallida que también fue la de los noventa. ¿Hijos de quienes? ¿Desafiliados de todo?
La serie de Winograd traza un arco temporal que va desde la muerte de Carlitos Junior en 1995, antes de la reelección de su papá, hacia atrás: el “Menemóvil” para ganarle primero la interna a Antonio Cafiero y luego al radical Eduardo Angeloz. El primer episodio se cifra en esa despedida del cuerpo joven del hijo que fue en parte sacrificado para seguir la carrera política.
En la novela de Siegrist, el arco temporal abre con los años 90 y termina en las puertas de la pandemia. Esta vez, en la Casa Rosada, frente a otro presidente de igual signo político que aquel pero sin el mismo carisma, y está obligado a comprar bolsas de óbito en cantidad para una nación.
India toma nota, como siempre, hace lo que mejor le sale: registrar. En silencio, con mirada sagaz, apunta. Como si acaso quien escribe recordara en nombre de todos los demás.
La interna radical estalló en el norte del conurbano, donde el sector alineado al ex vicegobernador Daniel Salvador y su hijo, el ex diputado Sebastián Salvador, decidió bajarse de Somos Buenos Aires.
En San Fernando, los Salvador anunciaron que se van del frente de centro al rechazar que los peronistas Julio Zamora y Gustavo Aguilera encabecen las boletas seccional y local, respectivamente.
En tanto, impulsaron un documento de varios comités de distrito en el que cuestionan que la ex diputada nacional Josefina Mendoza sea la radical que secunda a Zamora en la lista, considerando que no es oriunda de la Primera sección.
“La trampa en esta elección es que compiten dos peronismos. Uno escondido en Somos Buenos Aires, encabezado por Julio Zamora y sus aliados, los viejos barones del conurbano, representado en San Fernando por Aguilera. Por el otro, el kirchnerismo con Massa, representado localmente por Andreotti”, señaló la UCR San Fernando que preside Sebastián Salvador, al fundamental su salida.
En lo relativo a la Primera sección, el malestar es por la radical elegida para secundar a Zamora. Josefina Mendoza fue presidenta de la UCR La Matanza y, tras ser asesora de Facundo Manes, recaló en el armado de Evolución.
— Sebastián Salvador (@SebaSalvadorOk) July 21, 2025
“No reside ni tiene vínculo alguno con nuestro territorio”, acusaron. Y agregaron: “Forma parte de una agrupación radical (Evolución) que, de los 24 distritos de la sección, solo ha ganado uno en nuestra última interna partidaria”.
Sin embargo, dirigentes radicales de algunos de los comité firmantes de ese comunicado promovido por los Salvador salieron a ratificar su pertenencia a Somos Buenos Aires y, en algunos casos, a desmarcarse del contenido de ese documento.
En Morón, por caso, desde el sector alineado a Rolando Moretto confirmaron a LPO que el radicalismo local integra Somos Buenos Aires y que, incluso, lleva a la segunda candidata a concejal.
En Ituzaingó, en tanto, señalaron a LPO que también están participando de Somos Buenos Aires y que, a nivel local, el comité de distrito está representado por Valeria Romero, que va como candidata a concejal en segundo lugar.
Ahí, el documento seccional promovido por Salvador menciona entre los firmantes a la dirigente Nadia Porro como presidenta del comité. Ese hecho, motivó a la conducción de la UCR Ituzaingó a sacar un comunicado de desmentida.
“El Comité de Ituzaingó, por intermedio de su presidente Gustavo Olivera, aclara que no es firmante del documento “Comunicado Primera Sección Electoral” elaborado por personas que, como mínimo, demuestran ignorancia”, acusaron.
Y agregaron: “En Ituzaingó, la conducción está legítimamente en manos de quien triunfó democráticamente sobre las demás listas. En cambio, la persona que intenta falsear su representación es la misma que presentó una denuncia falsa para obtener una ventaja electoral”.
La movida política en La Plata no pasó desapercibida: Francisco Adorni, hermano del vocero presidencial Manuel Adorni, fue puesto al frente de la lista de La Libertad Avanza para las próximas elecciones provinciales. Una jugada que confirma que, más allá de los discursos, la política argentina de la derecha sigue siendo un terreno para los apellidos y las redes familiares.
Por Roque Pérez para Noticias La Insuperable
En un contexto donde Libertad Avanza se presenta como el espacio que lucha contra la vieja política, la elección de Francisco Adorni para encabezar la lista en La Plata resulta, cuando menos, contradictoria. La decisión fue tomada por Karina Milei para frenar a la candidata Carolina Piparo, mostrando que la consolidación de poder prima sobre la renovación.
Una carrera política meteórica y muy familiar
Francisco Adorni llegó al gobierno con cargos técnicos pero fue escalando rápido: comenzó como asesor en el Ministerio de Defensa, luego fue presidente del Instituto de Ayuda Financiera para el Pago de Retiros y Pensiones Militares (IAFPRPM), y actualmente tiene un lugar en la Secretaría General de la Presidencia.
Este recorrido, que parece acelerado para alguien sin un perfil público propio, no es casualidad: su ascenso está estrechamente vinculado a la influencia directa de su hermano en la Casa Rosada, y que su candidatura es parte de un armado político familiar que se repite una y otra vez.
A pesar de que en un principio la nómina iba a estar encabezada por Juan Esteban Osaba, dirigente platense cercano a Sebastián Pareja, uno de los principales armadores del espacio en la provincia, se tomó la decisión de que asuma la coordinación general de la campaña bonaerense y lo reemplazo el «bro» de Adorni.
El FMI aprobó la primera revisión del acuerdo con Argentina y autorizó un desembolso de 2.000 millones de dólares, mientras el candidato a embajador Martín Lamelas no se priva de mostrar su costado más colonialista. Más que una cuestión económica, el hecho revela la profunda subordinación política que sigue marcando el rumbo del país.
Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable
El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio luz verde a la primera revisión del polémico acuerdo con Argentina y autorizó el desembolso de 2.000 millones de dólares. Un gesto que, en principio, podría leerse como un voto de confianza a la gestión económica local, aunque para ser sinceros, parece más un “sí, hagan lo que puedan, pero con nosotros mirando de cerca”. Una compleja maraña política, internacional y hasta simbólica, que no sorprende a nadie.
Este desembolso llega en un momento de alta tensión diplomática, donde no solo las cifras económicas importan, sino el poder geopolítico que conlleva la dependencia financiera. El FMI no es un mero organismo técnico: es una pieza clave del engranaje global que condiciona decisiones internas en los países deudores. En este sentido, la aprobación de la revisión confirma que Argentina continúa alineándose a una agenda dictada por intereses externos, con la consecuente pérdida de soberanía en las políticas públicas, como ya hemos analizado en Noticias La Insuperable.
Pero la trama adquiere un cariz aún más preocupante con las recientes declaraciones del postulante a embajador argentino, Martín Lamelas. Sus palabras, que no escapan a un tono colonialista, reflejan un pensamiento que ve a Argentina no como un actor soberano, sino como una mera colonia financiera, dependiente y subordinada a los dictados del norte global. ¿Quién iba a imaginarlo?
Lamelas sostuvo que la “estabilidad y confianza” en la Argentina solo serán posibles a partir del compromiso “firme” con los mandatos del FMI, planteando un claro alineamiento ideológico que reverbera con las lógicas neocoloniales, tal como denunció recientemente el medio La Jornada Económica. Más allá de la diplomacia, estas declaraciones consolidan un relato que subordina el futuro económico y político argentino a la tutela de organismos internacionales, como si la voluntad nacional fuera un detalle prescindible.
Esta combinación de un desembolso millonario con la nominación de un embajador de perfil colonialista no es casualidad. Se trata de una señal política que reafirma quién manda y quién obedece en esta relación desigual. Mientras la dirigencia oficialista celebra el ingreso de fondos como una “victoria” y un “respaldo internacional”, la sociedad argentina enfrenta una nueva etapa de ajuste, condicionada y vigilada por un FMI que ya no solo controla las finanzas, sino también las narrativas políticas.
La gran pregunta es: ¿qué margen queda para un proyecto económico soberano, independiente y verdaderamente nacional, cuando las decisiones estratégicas están dictadas desde Washington y sostenidas por figuras que legitiman una visión colonial? La aprobación de la revisión y el desembolso parecen consolidar un modelo que profundiza la dependencia y limita la autonomía.
En definitiva, más que un simple movimiento financiero, este episodio expone la tensión central del presente argentino: la lucha entre soberanía y colonialismo disfrazado de “asistencia técnica”. Y mientras tanto, los 2.000 millones ingresan, con el FMI y Lamelas como custodios, marcando el pulso político de lo que vendrá. No es para nada sorprendente, pero vale la pena recordarlo.