Capitanich quiere volver al Senado y le surge un rival a Mayans

Capitanich quiere volver al Senado y le surge un rival a Mayans

 

Jorge Capitanich encabezará la boleta de senadores del frente Fuerza Patria en Chaco y y le surge un competidor a José Mayans por el control del bloque de senadores peronistas.

El tres veces gobernador chaqueño llegó a un acuerdo con Magda Ayala, la intendenta de Barranqueras con la que estaban distanciados.

“Unidos, porque entendemos que juntos podemos ponerle un límite a la crueldad del gobierno de Milei”, anunció Capitanich en el acto de lanzamiento junto a Ayala. 

Capitanich, que ya fue senador nacional desde 2001 a 2007, tiene un perfil demasiado alto y en el peronismo creen que buscará disputar poder en el bloque que preside el formoseño Mayans.

La lista de diputados nacionales, en tanto, será encabezada por el intendente de Las Garcitas, Sergio Dolce, que estará acompañado por Julieta Campo, “Juanchi” García y Luisina Lita. 

El gobernador actual, Leandro Zdero, quedó relegado ante la avanzada libertaria. El presidente de La Libertad Avanza local, Alfredo “Capi” Rodriguez, que tiene un reciente pedido de indagatoria por afiliaciones truchas, logró imponerse en el armado y puso al primer candidato a senador, Juan Cruz Godoy. 

Capi tambén puso a la primera diputada, Mercedes del Rosario Goitia, que no tiene ni siquiera redes sociales. El gobernador Leandro Zdero puso los 2 segundos de cada lista. Una de ellas es su vicegobernadora, Silvana Schneider. 

 

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    LO QUE NADIE TE CONTÓ: Los vínculos políticos que llevaron a Karen Reichardt al segundo lugar en la lista libertaria

     

    Más allá de la tapa de Playboy, quienes se esconden detrás de la flamante candidata.

    Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable

    Señalar que solo un cuerpo y una cara bonita, haber participado en películas como «Despertar de Pasiones» («excusa para mostrar carne femenina» según la crítica) o amar a los perros son fundamentos sólidos y únicos para ocupar el puesto dos en la lista libertaria de candidatos a diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires, tratándolas como razones más que suficientes, es no solo poco imaginativo, sino indica menospreciar aún más (siempre se puede) la inteligencia del electorado.

    Todos sabemos que su imagen se hizo pública cuando el fallecido conductor Raúl Portal la invitó a participar en NotiDormi. Luego participó en programas de verano, fue la tapa de Playboy y ya en Peor es nada, conducido por Jorge Guinzburg, compartió pantalla con Marixa Balli y María Fernanda Callejón. También formó parte de Brigada Cola junto a Guillermo Francella y Emilio Disi, y participó en comedias teatrales. En el medio se casó y tuvo dos hijos; renovó su imagen con Fanáticas y en 2015 atacó desde la pantalla del 9 con un programa de mascotas que resurgió, sin más cuestionamientos, con la llegada de Milei, en la TV Pública bajo el nombre de Amores Perros.

    Pero Karen Reichardt, de ella hablamos, nunca estuvo lejos de la política y el poder. Y desde Noticias La Insuperable, una vez más, te contamos lo que nadie te dice.

    ¿Otra Karina?

    Nacida el 21 de mayo de 1969 en el sur del GBA, fue registrada bajo el nombre de Karina Celia Vázquez. Celia es el nombre de su madre, de la que adoptó el apellido para saltar a la fama. Su padre, Eliseo, será su primer vínculo con la política.

    Eliseo Vázquez, el padre de Karen, fue delegado gremial de la fábrica metalúrgica Galileo de Valentín Alsina y algunos medios vinculan su accionar con un entreguismo durante la pasada Dictadura.

    De extracción peronista, fue hombre de confianza del del eterno Intendente de Lanús «Manolo» Quindimil, siendo durante años Concejal en dicha localidad, además de ser presidente de la Asociación Mutual Trabajadores Municipales.

    Con Macri

    Quien continuó los pasos de su padre en la política fue el hermano mayor de Karen, Pablo Eliseo Vázquez, abogado, y Presidente del distrito Provincia de Buenos Aires del Partido Demócrata Cristiano.

    El hermano

    También apoderado del partido, es quien firma en 2021, en representación de su partido, la constitución de la alianza electoral «Juntos», de Mauricio Macri, para las elecciones en el distrito bonaerense. Previo a eso se codeó con el Frente Renovador y buscó un puesto de Concejal en las elecciones 2013.

    En las redes sociales se lo vio crítico de la política de cuidados en la pandemia, abiertamente ProVida, y crítico del kirchnerismo.

    Ex

    Hasta hece unos años, Karen estuvo casada con el empresario Gustavo Marcos Balabanian, directivo de River Plate y del Banco Valo, presidido por Juan Nápoli, referente cercano a Milei. Balabanian también tuvo participación en Paraná Seguros y en la cadena de heladerías Persicco, a traves del grupo financiero Tutelar que preside, que en 2021 fue denunciada por empleados por falta de pagos y aportes. En esa misma línea, junto a su socio Estaban Wolf, el año pasado creo Helados Latam.

    Con él tuvo a sus dos hijos: Martina Zoe y Juan Marcos Balabanian.

     

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  • Una denuncia por coimas apunta a la mano derecha de Pareja: “Todo lo que tocás en La Libertad Avanza sale pus”

     

    En medio del escándalo de coimas en la Andis, otra denuncia por pedido de retornos impacta de lleno en el entramado de poder de Karina Milei.

    Ahora, en Berisso el concejal Daniel Del Curto, acusó que fue corrido de la coordinación local de La Libertad Avanza (LLA) por no ser parte de un circuito de coimas que involucra al corazón del armado de Sebastián Pareja.

    “Todo lo que tocás en Libertad Avanza, sale pus. Lo digo yo, que estuve adentro y me la jugué por ellos”, dijo Del Curto a LPO al revelar que el senador Carlos “Charlie” Curestis, mano derecha de Pareja, le reclamó un retorno por un giro de Nación a la Municipalidad de Berisso.

    El concejal denunció que se bajaron 68 millones a través de la Subsecretaría de Integración Socio Urbana a cargo de Pareja, para terminar algunas obras que tenían más del 50% de avance y que él estuvo al frente de los trámites con el intendente local, el peronista Fabián Cagliardi.

    “El intendente mucho no creía. Pero le llegan los 68 millones y quedó agradecido. A las dos semanas voy al Senado y Curestis me dice: ‘che, el tema de los 68 palos, quiero imaginar que agarraste un 10 por lo menos'”, dijo Del Curto.

     No sirvo para recaudar para la corona y me echaron a la mierda 

    Ante ese planteo de Curestis, el concejal hoy escindido de LLA, relató: “Yo le dijo ‘estás loco vos, yo no estoy en esa, eso es coima. Y me dice ‘no, pero no podés ser tan boludo de no sacarle nada. Entonces no servís”.

    “No sé si me lo dijo para sacarme mentira-verdad o si se tiró el lance, pero en un momento me dice ‘tendrías que haberle sacado el 10, son 6.8 palos, 3.4 para cada uno. No creo, con lo que gana, que se quiera ensuciar por esa plata, pero con los audios que están saliendo”, dijo Del Curto, que estimó que se trata de una mecánica que se repite “en varios municipios de la provincia”.

    Poco después de ese episodio, Del Curto dijo que fue citado por el actual coordinador en Berisso, Fabián Lagorio, que le comunicó su desplazamiento. También fue corrida la titular del Pami que respondía a él, Nora Aguirre.

    Nuevos audios de Spagnuolo confirman que Pettovello estaba al tanto del caso de coimas

    “Primero pensé que era muy raro, porque veníamos trabajando muy bien. Pero enseguida empecé a atar cabos: no sirvo para recaudar para la corona y me echaron a la mierda”, dijo Del Curto.

    El concejal que ahora tiene el monobloque de Unión y Libertad sostuvo que el malestar con los manejos del armado de Pareja comenzaron cuando al frente del Anses local pusieron a Leila Vallejos, una joven de 22 años sin experiencia previa, oriunda de Florencio Varela e hija del concejal de ese distrito, Diego Vallejos.

    “Es una chica que no tiene ni idea. Lo que pasa es que es amiga de Curestis. Ellos se manejan así, es muy desprolijo”; dijo Del Curto que también fustigó al nuevo titular del Pami local, Pablo Swar: “Fue peronista, del PRO, ahora es libertario y jefe de Pami, un cachivache”.

     En un momento Curestis me dice ‘tendrías que haberle sacado el 10, son 6.8 palos, 3.4 para cada uno 

    “Hablan mucho de la casta y la casta son ellos”, agregó. También acuso al director de Relaciones con los municipios y actual cabeza de lista libertaria en la Cuarta, Gonzalo Cabezas, por haber prometido 100 millones al municipio que nunca llegaron.

    “Cagliardi preguntó si era en serio, le dijimos que sí, llenó la planilla, contento. Pero pasaron los meses y quedaron sin efecto las ayudas. La cara la puse yo, pero cuando me fui a quejar me dijeron ‘si no te gusta, correte, renunciá’, te corrían con eso”, dijo Del Curto.

    Una diputada libertaria acusó a Pareja por corrupción en el PAMI: “Me pidieron un millón”

    Poco después de ser corrido de su rol de coordinador, Del Curto denunció haber recibido graves amenazas: “Me dejaron cuatro balas en mi auto. Hace cuatro meses hice la denuncia a la DDI, puse a disposición mi celular para que vean que me llamaban cada media hora diciendo que me van a matar, que saben dónde vivo”.

    El concejal asoció directamente ese mensaje a su desvinculación de LLA: “Yo les decía la verdad y a ellos les duele. Para andar bien con ellos, tenés que ser un alcahuete arrastrado sin dignidad y predispuesto a meterte en cualquier hecho de corrupción política. Como no soy así, se pudrió todo”, dijo. 

     

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  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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