Maduro exige a Bukele la liberación de más de 200 venezolanos presos en El Salvador

Maduro exige a Bukele la liberación de más de 200 venezolanos presos en El Salvador

 

La relación entre Venezuela y El Salvador entró en tensión luego que el chavismo acusara a Nayib Bukele de violar los derechos humanos de 252 venezolanos que están presos en la mega de cárcel para pandilleros en territorio salvadoreño.

El Fiscal General de Venezuela, Tarek William Saab, acusó al mandatario salvadoreño de “violador serial de los derechos humanos” y calificó las acciones contra los migrantes venezolanos deportados desde Estados Unidos como desapariciones forzadas y trata de personas.

En una rueda de prensa desde la sede del Ministerio Público en Caracas, Saab amplió la posición del ente ante la admisión de Bukele, expresada en un comunicado, de mantener detenidos arbitrariamente y en condición de desaparición forzada en un campo de concentración de ese país, a 252 venezolanos, deportados de forma ilegal desde Estados Unidos.

Trump avanza también contra migrantes legales y usa una ley de 1798 para deportar venezolanos 

El Fiscal General de Venezuela denunció que Bukele recibe un pago de siete millones de dólares por parte de Estados Unidos para mantener a los 252 venezolanos secuestrados, quienes además son víctimas de humillaciones, tratos crueles e inhumanos, algo que recordó ha sido demostrado con pruebas en vídeos difundidos por la fiscalía venezolana.

Saab denunció que “el 2 % de la población salvadoreña la tiene Bukele encarcelada, la población carcelaria del país pasó de unas 38 mil personas al inicio de la administración de él, en 2019, a un estimado de 120 mil en la actualidad, la mayoría de las cuales aún no ha sido condenados por ningún delito”.

La máxima autoridad del Ministerio Publico de Venezuela, señaló que Bukele alcanzó acuerdos con pandillas salvadoreñas para vender su modelo autoritario y de seguridad. Así como la compra de 34 nuevas propiedades por un valor cercano a los 10 millones de dólares, durante sus primeros cinco años de gobierno.

El 2 % de la población salvadoreña la tiene Bukele encarcelada, la población carcelaria del país pasó de unas 38 mil personas al inicio de la administración de él, en 2019, a un estimado de 120 mil en la actualidad, la mayoría de las cuales aún no ha sido condenados por ningún delito

Asimismo denunció que el mandatario salvadoreño junto a su familia mantienen un “entramado de corrupción nepótico, que se traduce en el uso de un cargo, ya sea en el sector público o en la empresa privada, para nombrar a familiares o amigos para determinados empleos o darles otros favores, sin importar el mérito para ocupar el cargo”.

Por su parte, Bukele confirmó la detención masiva de ciudadanos venezolanos en El Salvador y criticó al gobierno del presidente Nicolás Maduro por tener presos políticos. 

A su vez, propuso un acuerdo para la repatriación de 252 venezolanos a cambio de personas procesadas por los actos de violencia posteriores al 28 de julio en Venezuela.

 

2020: ¿La década de la infamia?
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2020: ¿La década de la infamia?

 

A lo largo de los últimos dos siglos, cuatro órdenes globales han colapsado.

Por; Lic Alejandro Marcó del Pont

El colapso del orden liberal y el ascenso de una nueva geoeconomía están en conflicto (El Tábano Economista)

Si nada cambia, la década de 2020 corre el riesgo de ser recordada como el decenio del caos del siglo XXI, o con algún término similar al que los historiadores han utilizado para referirse a la turbulenta década de 1930. Este período podría estar definido no solo por los más de siete millones de muertes causadas por la COVID-19, el aumento de la pobreza y la desigualdad a nivel global, sino también por una Ucrania desmembrada, una Gaza devastada por todo tipo de atrocidades con la anuencia —o indiferencia— internacional, y por un continente africano aquejado por crisis silenciadas, donde la inseguridad alimentaria se convierte en emblema. Cada uno de estos escenarios constituye un testimonio del violento desplazamiento desde un orden mundial basado en normas hacia otro sustentado en el poder.

A lo largo de los últimos dos siglos, cuatro órdenes globales han colapsado. Los dos primeros fueron: el sistema de equilibrio de poder tras la derrota de Napoleón a inicios del siglo XIX, y el posterior al desastroso Tratado de Versalles de 1918, concebido tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, que paradójicamente sentó las bases para la Segunda. Luego emergió la arquitectura posterior a 1945, liderada por Estados Unidos y las Naciones Unidas. Tras la disolución de la Unión Soviética en 1990, el presidente George H. W. Bush proclamó un “nuevo orden mundial”, marcando la era unipolar que hoy como cuarto orden parece desmoronarse ante nuestros ojos.

Aunque Estados Unidos conserva una posición dominante en los asuntos internacionales —gracias a su histórica influencia política, militar, económica y cultural—, resulta paradójico que el mundo esté siendo condicionado por una economía que representa solo el 4% de la población global, pero que consume desproporcionadamente manufacturas del mundo, con un déficit comercial de 1,2 billones de dólares repartido entre 110 de los 195 países existentes.

Los recientes acontecimientos demuestran que el cuarto orden global ya no puede ser restaurado. Lo que el asesor de la Casa Blanca, Stephen Miller, describió como la «gran relocalización» de empleos y riqueza estadounidenses corre el riesgo de convertirse, en realidad, en la gran deslocalización del poder estadounidense. Este fenómeno no es meramente económico; tiene una raíz estructural más profunda, la demografía. Largamente subestimada, esta variable es fundamental para entender los retos del mundo desarrollado. El desplazamiento masivo de personas del Sur Global al Norte Global está transformando no solo las economías, sino también las estructuras sociales. A su vez, este flujo migratorio representa una fuente crucial de mano de obra para poblaciones envejecidas y en declive.

En este contexto de transición hacia la multipolaridad, surge una tendencia significativa, no todos los países están dispuestos a participar en disputas geopolíticas globales. Las guerras en Ucrania y Palestina han revelado un número limitado de actores dispuestos a asumir riesgos reales en el escenario internacional. El triángulo formado por Washington, Moscú y Pekín ya no es estático. India, por su tamaño y ambición; Europa Occidental, por su proximidad a múltiples crisis; y otros actores como Turquía, Brasil, Arabia Saudita, Irán, Israel y los aliados de Estados Unidos en Asia Oriental, reclaman un papel más activo en la reconfiguración del tablero global.

Uno de los desafíos inmediatos es mitigar los shocks de oferta generados porel muro arancelario de Trump. La prioridad mundial parece ser mantener fluido el comercio global. Sin embargo, si China aspira a desempeñar el rol de defensora del libre comercio, deberá impulsar su consumo interno, ya que resultará insostenible para el mundo ser inundados con productos a precios bajos si no puede exportar a Estados Unidos. Para Pekín, podría ser tentador observar cómo los antiguos aliados de Washington se ven paralizados ante la guerra comercial de Trump, y destacar a China como un oasis de estabilidad, previsibilidad y modernidad.

Lo que comenzó como un ataque generalizado de Estados Unidos contra el sistema comercial internacional —aparentemente sin riesgo para su mercado de bonos— terminó por enfurecer a sus aliados europeos y asiáticos y asfixiar a muchas economías en desarrollo. Hoy, ese ataque se ha convertido en una ofensiva más focalizada contra China.

Los asesores de Trump intentaron presentar este giro como parte de un plan maestro: aislar a China desde el inicio y negociar nuevos acuerdos comerciales más favorables para Estados Unidos. En teoría, estas negociaciones ofrecerían la posibilidad de presionar a terceros países para que dejen de ser plataformas de exportación chinas. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿qué inversor apostaría grandes sumas en una fábrica estadounidense en un contexto de comercio mundial en declive y competitividad menguante?

El muro arancelario entre las dos mayores economías del mundo es insostenible. Estados Unidos depende de China para el 73% de sus teléfonos inteligentes, el 78% de sus ordenadores portátiles y el 87% de sus consolas de videojuegos.

Mientras tanto, el relato chino se construye solo: China es el socio confiable, no Estados Unidos. En las últimas semanas, tanto España como Francia han intensificado su acercamiento a Pekín. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunió con el primer ministro chino, Li Qiang, por primera vez desde su reelección en diciembre. Ambos defendieron el libre comercio y acordaron organizar una cumbre UE-China en julio. Aunque no está confirmado si Xi Jinping asistirá, el mensaje es claro: el libre comercio es para los vencedores, y Estados Unidos hoy no lo es.

Lo esencial es comprender que la actual estrategia estadounidense refleja la visión de los vencidos, no de los vencedores. Europa, incluso, se encuentra en una situación más delicada. Según datos de la UE, en 2024 las exportaciones de China a la UE superaron las importaciones del bloque en más de 300.000 millones de euros, el doble del déficit registrado cuando Trump inició la imposición de aranceles en 2018.

Un reciente estudio del grupo Rhodium confirma una correlación clara entre el aumento de las importaciones chinas en Europa y la caída de la producción industrial europea. La combinación del exceso de capacidad industrial de China, la baja de precios y el aumento de costos energéticos en Europa —junto a los nuevos aranceles estadounidenses anunciados el 2 de abril— está provocando un desvío de exportaciones chinas y del Sudeste Asiático hacia Europa.

En conjunto, las industrias afectadas por el aumento de importaciones chinas y la caída de la producción local representan el 25% del empleo manufacturero en Europa. En un contexto global de demanda débil, desintegración de acuerdos comerciales y nuevas barreras arancelarias contra Japón, Laos, Vietnam, Indonesia, Taiwán, Tailandia, Corea del Sur y Camboya, el panorama se torna aún más complejo.

Ante esta situación, los tres gigantes del Este Asiático —Corea del Sur, China y Japón— han acordado reanudar las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio trilateral, suspendido desde 2019. Además, Xi Jinping visitará este mes Vietnam, Malasia y Camboya, países también afectados por los aranceles de Trump. El mensaje de Pekín es claroChina no solo está en el centro geográfico de Asia, sino que se postula como el nuevo eje de confianza comercial.

Frente a nuestros ojos, cada uno de los pilares del viejo orden internacional está siendo cuestionado, no solo el libre comercio se encuentra bajo presión ante el avance de los productos chinos, también lo están el Estado de derecho, los derechos humanos, la democracia, la autodeterminación de los pueblos y la cooperación multilateral. Incluso las responsabilidades humanitarias y ambientales que una vez consideramos universales están hoy en entredicho.

Como bien señala Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, el historiador Arnold Toynbee afirmaba que las civilizaciones mueren por suicidio, no por asesinato. Quizás la «liberación» impulsada por Trump del sistema que Estados Unidos ayudó a construir sea justamente ese tipo de autodestrucción anunciada sobre la que Toynbee advirtió.

Gentileza: El Tábano Economista

 

Violento ataque a Roberto Navarro en medio de la escalda de Milei contra los periodistas

Violento ataque a Roberto Navarro en medio de la escalda de Milei contra los periodistas

 

 El periodista Roberto Navarro, director de El Destape, fue víctima de una violenta agresión en la vía pública mientras transitaba por el centro porteño.

Durante el programa de la tarde de El Destape Radio informaron que una persona aún no identificada lo golpeó brutalmente en la nuca, por la espalda y sin mediar palabra.

Navarro logró trasladarse por sus propios medios a una clínica, donde fue atendido y se sometió a estudios médicos. Se encuentra fuera de peligro, aunque con signos visibles del golpe.

Por el momento no hay detenidos y la investigación quedó a cargo de la Policía de la Ciudad. Desde el entorno del periodista exigieron el esclarecimiento inmediato del hecho y repudiaron lo que calificaron como “un ataque a la libertad de expresión”.

Milei quiere dejar como legado la destrucción del periodismo 

 La agresión se da tan sólo dos días después de que Javier Milei dijera que “la gente no odia lo suficiente a estos sicarios con credencial de supuestos periodistas”.

LPO explicó que el presidente esta obstinado en que la desaparición del periodismo sea uno de los legados de su gobierno. 

 

Por pedido de la Junta Electoral, Kicillof busca cambiar los plazos al proyecto que suspende las PASO

Por pedido de la Junta Electoral, Kicillof busca cambiar los plazos al proyecto que suspende las PASO

 

El gobierno de Axel Kicillof planteará la necesidad de introducir introducir cambios al proyecto que suspende las PASO en la provincia y que ya fue aprobado en el Senado la semana pasada.

En Casa de Gobierno sostienen que la discusión por los plazos de la elección “no es un tema cerrado” y buscarán llevar a la Cámara Baja el pedido que hizo la Junta Electoral, el órgano responsable de la elección en la provincia.

A través de una carta dirigida a Verónica Magario, la Junta advierte que los plazos que fija la ley 5.109 del año 1946 para la oficialización de candidatos y boletas “son materialmente imposibles de cumplir”.

Para ese órgano, el artículo 61 de la ley electoral de la provincia establece que la lista de candidatos deberá presentarse 30 días antes de las elecciones y las boletas partidarias 20 días antes. Esto supone en la práctica que sólo habrá 10 días corridos para la verificación de un volumen de más de 10 mil candidatos.

El kirchnerismo votó el fin de las PASO en la Legislatura pero sin los plazos que pedía Kicillof

“Este exiguo plazo perjudicaría a las agrupaciones políticas por el escaso tiempo que tendrán para resolver las observaciones sobre candidaturas y proceder a la impresión de boletas”, dice el texto.

Los diputados más cercanos a Kicillof plantearán en la sesión de este miércoles que es necesario atender el pedido de la junta. Para eso, Diputados podrá agregar al proyecto que se aprobó la semana pasada en el Senado los nuevos plazos que en el texto original había incluido el texto del Ejecutivo.

La Ley 5.109 del año 1946 determina plazos de oficialización de candidatos y boletas que son materialmente imposibles de cumplir.

El problema es que esos artículos fueron retirados por el kirchnerismo en el Senado en medio de la interna con Kicillof. Fue la propia Cristina Kirchner que informó a través de las redes que sus legisladores finalmente desistirían del proyecto de concurrencia y votarían el fin de las PASO. El día de la sesión, sus senadores y diputados dijeron que acompañarían el pedido del gobernador, pero no los nuevos plazos.

La jugada no cayó bien en el gobierno. “Lamentablemente no se trataron los plazos que era un pedido específico de la Junta Electoral que implicaban la modificación de los plazos. Es una ley del año 46 cuando había 2 millones de electores y hoy hay 15 millones”, dijo esta mañana el ministro de Gobierno, Carlos Bianco.

Ocurre que en la ley electoral actual el cierre de las alianzas debe hacerse 60 días antes de la elección, mientras que el siempre caótico cierre de listas debe realizarse 30 días antes.

El gobierno de Kicillof pedía que el cierre de alianzas pueda hacerse 80 días antes de la elección y el cierre de listas 70 días antes de la elección. Carlos Bianco argumentaba la necesidad de estos plazos en los cambios electorales que se hicieron este año, tanto a nivel nacional como provincial.

“Hay que respetar la norma vigente”, dijo Teresa García, jefa del bloque del peronismo y secretaria general del PJ nacional. “Este no es el momento para experimentar. Va a ser difícil la implementación”, agregó.

 

El papa de las periferias

 

21 de abril de 2025, en la madrugada Vaticana muere el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio, hijo de inmigrantes italianos en Argentina, sacerdote jesuita, cardenal primado de Buenos Aires. El primer papa latinoamericano cierra un papado que marcó a la Iglesia contemporánea, y mostró, una vez más, cómo la Iglesia católica perdura adaptándose al mundo y negociando maneras plurales de vivir la modernidad. 

¿Qué significó el papado de Francisco en nuestra época? ¿A quién le hablaba el papa Francisco? ¿A qué demandas dio voz? ¿Qué tensiones habitaron su papado? ¿Cómo sigue el legado? 

La sociedad a la que le habla el Papa

El primer papa latinoamericano asumió su pontificado en un momento histórico en el cual la pluralización religiosa en América Latina estaba en marcha desde hacía largo tiempo. La baja de las adhesiones al catolicismo, ya evidentes en las últimas décadas del siglo XX, se aceleró consistentemente en el siglo XXI. El número de católicos cayó alrededor de 13 puntos porcentuales en Argentina entre 2008 y 2019, según los datos de la Primera y la Segunda Encuesta de creencias y actitudes religiosas en Argentina del CONICET. En el resto de América Latina se constata una tendencia similar, según los datos de Latinobarómetro: en la última década el catolicismo en Brasil y en Colombia bajó 10 puntos porcentuales, 9 puntos porcentuales en México. Hay países en los que el catolicismo ya no es la religión mayoritaria, como Honduras y República Dominicana. El número de católicos disminuyó, y la población siguió otros caminos: algunos se convirtieron a otros credos, como los evangélicos, y otros dejaron de identificarse con cualquier religión. 

El número de personas que se declaran sin filiación religiosa, que se piensan fuera de las pertenencias a una religión, aunque crean en algo trascendente aumentó sostenidamente desde los años noventa. Estas tendencias se dan en toda América Latina, en algunos países con más fuerza que en otros. En Argentina la población sin filiación religiosa llega casi al 20%. No se trata de personas no creyentes. Es, sobre todo, una población desencantada, no sólo del catolicismo, sino de la idea misma de un creer religioso encuadrado en instituciones. La afirmación de la autonomía de los individuos es una de las características de la época, una especie de espíritu de este tiempo, que lleva a las personas a la convicción profunda de que pueden elegir su propia religión.

Hay quien elige quedarse en el catolicismo, hay quien prefiere alinearse con las iglesias evangélicas, y hay quienes se piensan por fuera de toda estructura religiosa. Pero encontramos también, dentro del catolicismo, una amplia población de fieles alejados de la práctica, que sólo van a misa en ocasiones especiales, y que no tienen contacto con sacerdotes y religiosas. Aunque se consideren católicos por tradición familiar, siguen los preceptos de la Iglesia según las elecciones personales. 

El primer Papa latinoamericano asumió su pontificado en un momento histórico en el cual la pluralización religiosa en América Latina estaba en marcha desde hacía largo tiempo.

La autonomía es ley, y las reglas de las instituciones religiosas se filtran desde el prisma de las decisiones personales. A esta sociedad transformada le habla Francisco: una sociedad marcada históricamente por el catolicismo, en la que las personas se piensan de manera autónoma, y recurren a los símbolos católicos orientados por sus necesidades. 

Francisco logró encantar a este mundo hecho de católicos alejados, ateos y agnósticos comprometidos, judíos humanistas, que en Argentina, por ejemplo, llegan a ser casi el 60% de la población. El Papa argentino logró que sectores que no se identificaban con la Iglesia pasaran a simpatizar con el catolicismo en su versión humanista y abierta. Francisco fue el Papa de los salidos de la religión, quien supo leer las creencias de una sociedad en transformación, y se animó a interpelarlas desde la cátedra de Pedro. Fue ésta una posición osada, inspirada probablemente en la tradición periférica y plebeya de la iglesia argentina de la que es hijo. Francisco elige el camino de la apertura, y retomando la tradición de la Iglesia que se expande y conquista, propone una Iglesia “en salida”, que dialoga con el mundo contemporáneo y se deja atravesar por él. 

El concepto de periferia ocupa un lugar central en el papado de Francisco: él, que proviene del “fin del mundo”, encarna esa idea y la extiende a su práctica pastoral. En la administración de la institución eclesiástica propone ir hacia las periferias geográficas, nombrando nuevos obispos en América Latina, Asia y África. En términos pastorales, empuja una política abierta hacia las periferias existenciales: los rotos, los abandonados, los que sufren. Su mirada sobre los modos de vida lo lleva también hacia las periferias de lo que el dogma considera aceptable: bregó por una mayor inserción de las mujeres, a quienes llegó a nombrar al mando de dicasterios, y por la comunidad LGBTIQ, con sus constantes llamados a la inclusión. 

En un mundo girado a la derecha, la voz del Papa argentino gritó los peligros de la deriva autoritaria, reivindicó derechos universales, se hizo embajador del diálogo. Francisco se convirtió en una de las escasísimas voces que levantaron el humanismo en un mundo cada vez más tecnocrático y excluyente y desigual. La crítica a la desigualdad y el ataque al medio ambiente por el avance indiscriminado de la tecnología y el mercado constituyeron de hecho dos de los pilares de su prédica. A través del concepto de “casa común”, propuesto en la encíclica Laudato Sí de 2015, Francisco llama al cuidado del ambiente y al desarrollo de una espiritualidad que tenga en cuenta la ecología. El reconocimiento del cambio climático y la urgente necesidad de enfocar los problemas ecológicos son el centro del documento. La temática de la desigualdad aparece en el centro de la encíclica Fratelli Tutti, de 2020. Francisco retoma allí el concepto de fraternidad, tema católico por excelencia. Un mundo cerrado, marcado por el consumo y el descarte, el conflicto y el miedo, que olvida a los pobres, sólo puede redimirse construyendo otro abierto, organizado sobre la amistad social, los derechos de los pueblos, los intercambios enriquecedores, el reconocimiento del otro, y el diálogo político que integre y reúna. 

Francisco elige el camino de la apertura y propone una Iglesia “en salida”, que dialoga con el mundo contemporáneo y se deja atravesar por él.

Francisco estableció así un diálogo con la sociedad salida de la religión, y propuso también un posible camino de salvación. Un camino que privilegió el humanismo abierto a la dogmática árida, y que logró concitar voluntades amplias dentro y fuera de la Iglesia. Fue una figura carismática que puso en el centro de su discurso al ser humano en su versión colectiva. La utopía del pensamiento del Papa argentino mostró un camino de salvación: no ya en una vida supraterrena, sino en este mundo, a través de una construcción fraterna y ecológica. Una sociedad posible para seres humanos modernos, que dudan, son pecaminosos, incompletos, violentos, y aún así pueden aspirar a un horizonte más fraterno. En un mundo sobregirado a la derecha, Francisco brilló como uno de los únicos líderes que llevaron las banderas de un humanismo posible. 

El Papa que vino del fin del mundo y su legado

El primer Papa latinoamericano desplegó una acción pastoral y política que puede ser leída desde varios puntos de vista. Francisco es plural, es complejo y fue encarnando, a lo largo de su papado, expectativas de sectores diversos. 

El 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido papa, en la catedral se juntó una multitud nutrida, formada por alumnos de colegios católicos de Barrio Norte, fieles de las parroquias de la diócesis de Buenos Aires, jóvenes con uniformes de Acción Católica y Scouts. En ese momento el recién electo Jorge Bergoglio era aclamado especialmente por un núcleo católico porteño, de clases medias y altas. Desde ese centro el orgullo por la elección de un Papa argentino se fue ampliando, y la pastoral socialmente inclusiva  del arzobispo de Buenos Aires salió a la luz: en las barriadas populares también querían a ese cura que había sabido recorrerlas y celebrar misa en Plaza Constitución para los excluidos. 

Es que Jorge Mario Bergoglio, entonces cardenal de Buenos Aires, era reconocido como  un conservador que construyó su imagen a partir del desarrollo de una pastoral ligada al sentir popular y que consolidó su figura en base a diálogos políticos intra y extra-eclesiásticos. Siempre interesado en la política argentina, Bergoglio fue una figura significativa cuyos alineamientos políticos estuvieron anclados, mientras era arzobispo de Buenos Aires, en el ala más conservadora del peronismo. Los sectores más progresistas del catolicismo desconfiaban profundamente de él, sospechado de no  haber  acompañado a los sacerdotes que tenía a cargo en la época de la dictadura, mientras era superior provincial de los jesuitas. 

A través del concepto de “casa común”, Francisco llama al cuidado del ambiente y al desarrollo de una espiritualidad que tenga en cuenta la ecología.

Cuando los primeros gestos de Francisco lo mostraban visitando a los migrantes en la isla de Lampedusa en el medio del Mediterráneo, lavando los pies de jóvenes delincuentes en una cárcel de las afueras de Roma, dialogando con fieles adolescentes sobre la diversidad sexual la perspectiva empezó a cambiar. Y el desconcierto con el que los católicos progresistas miraban a ese viejo desconocido se fue transformando en admiración, a medida que los alineamientos políticos locales de Bergoglio arzobispo se distanciaron de las políticas impulsadas como Sumo Pontífice.

Las renovaciones en los espacios religiosos raramente se anuncian como rupturas absolutas con el pasado: las religiones en eso no se parecen a utopías futuristas. Los cambios suelen reivindicar, para legitimarse, tradiciones verdaderas olvidadas. Francisco no sólo no rompe con el discurso de la Iglesia, sino que se apoya en la mirada de la Iglesia católica sobre la pobreza y los obreros. 

Desde el principio del pontificado los inmigrantes, los pobres, los desamparados se ubicaron en el centro de sus preocupaciones. Sin duda la cuestión social fue una de sus máximas preocupaciones y la bandera de su pontificado, retomando tanto las formulaciones históricas de la Iglesia respecto de la pobreza, como el ejercicio de la pastoral de los más necesitados que desarrolló en la diócesis de Buenos Aires en sus tiempos de obispo. Sus viejas preocupaciones se reubicaron a escala global, una perspectiva cara a la Iglesia católica, que sostiene una larga tradición de preocupación por la pobreza y la cuestión social. Esta perspectiva ha sido plasmada en encíclicas como Rerum Novarum (1891) y Quadragessimo anno (1931), dedicadas a la cuestión obrera, o Laborem Exercens (1981), que critica al liberalismo y al capitalismo. En el contexto internacional la figura de Francisco, alineado con las posiciones sociales de la Iglesia, aparecía progresista: la preocupación por temáticas como la desigualdad y la cuestión ambiental mostraron su diálogo con el mundo moderno. 

Contrastando con el papado de Benedicto XVI, que buscó consolidar al catolicismo de raíz, y hablaba para el interior de la Iglesia, el papado de Francisco se volcó hacia afuera. Asumió el desafío de hablar a una sociedad cada vez más diversa y fragmentada. Retomando el discurso histórico de la Iglesia sobre la pobreza y la exclusión, lo reformuló, otorgándole un carácter innovador. ¿Cuán hondo han calado en el Vaticano las posiciones de Francisco en defensa de una sociedad menos desigual, más justa y más respetuosa de los derechos humanos? El papado de Francisco fue transformador pero no exento de conflictos, y con su desaparición se ha perdido una voz de legitimidad única.  La Iglesia decidirá cómo tramita la tensión entre la identidad y la apertura.  

La entrada El papa de las periferias se publicó primero en Revista Anfibia.

 

¿Y ahora quién cuidará el barrio?

 

—El Papa me escribió una carta. Dicen que llegará en un rato.

Se lo dije a Norma, una santiagueña poderosa que hace 27 años trabaja en mi casa y siempre ha cuidado de mi hijo y de mí.

Esa noche yo había salido y había vuelto tarde. Era viernes. Los jueves eran sagrados en aquella época, hace unos diez años cuando aún uno era un animal party. 

—¿Qué Papa? —preguntó Normita, sin creérselo. 

—¿Qué Papa va a ser? Francisco —dije. 

—¿Y desde cuándo el Papa le escribe al diablo?

Contestó Norma y dio un portazo porque ya no podría subir a la terraza, su dominio, a la espera del envío vaticano.

La carta llegó enseguida. El timbre sonó y ella bajó refunfuñando como de costumbre, sin acreditarlo. Subió pero se demoró en la cocina. La trajo en una bandeja de acero inoxidable —a falta de platería— dando al asunto una trascendencia inusitada. El objeto despedía un aura de encíclica, de coro, de incienso y mirra. Era un sobre importante, con un sello lacrado en el centro. 

Al abrirla había una tarjeta blanca de alto gramaje escrita con una letra que parecían mil hormigas trasladando mil guijarros. Imaginé a Francisco en aquella tarea del siglo XIX, cuando la correspondencia era lo que forjaba los vínculos de los hombres, escribiéndole a gente común, de su puño y letra, para compartir un parecer, para abrir un diálogo. Y me sentí extraño, responsable, visto desde algún lugar remoto en mi lecho de pecador, con resaca, fuera de lugar para una experiencia de ese tipo. Luego supe que eran cientos quienes podían recibir un texto de él, buscando un contacto con el mundo que no quería se le perdiera por su trascendencia hacia el poder eclesial.

En la carta Francisco era amable y generoso. “Señor Alarcón, he leído con gusto su libro Si me querés, quereme transa. Allí me encontré con ese territorio que ha sido mi casa y me sentí cerca de esas vidas de personas a las que he conocido”, decía al comienzo. Se refería al libro que yo había escrito después de seis años de etnografía sobre los clanes narcos del Bajo Flores y sus batallas sangrientas para controlar el negocio. Se lo había llevado de regalo el ex rector de la UNSAM, Carlos Ruta. Bergolio había nacido, vivido y crecido en Flores. Y uno de sus mejores amigos era el padre Rodolfo Ricciardelli, un cura siempre comprometido con la opción por los pobres. Ricciardelli vivió desde el 72 y hasta el 13 de julio del 2008 en la villa que ahora lleva su nombre. Al día siguiente de su muerte, llorada por todo el barrio, el entonces Arzobispo de Buenos Aires ofició la misa para despedirlo en la parroquia Santa María Madre del Pueblo. 

Supe que era una carta papal después de perder un par de días en adivinar el mensaje que había llegado vía mail del Episcopado. “Señor Alarcón, el P. Francisco desea hacerle llegar una misiva”. Fui averiguando si se trataba de alguno de los curas villeros con los que había trabajado en mis notas. ¿Era el padre Paco? ¿Era el padre Pepe? ¿Quién más de los sacerdotes del tercer mundo que habían copado cada parroquia del arzobispado de Buenos Aires y buena parte del Conurbano podía escribirme? ¿Por qué no me habían llamado directamente? Hasta que mi ex novio —un converso total al catolicismo de la era Francisco— me dijo: ¡estúpida, si es el Episcopado y dice P. Francisco es el Papa!

No pude soportarlo. Esa misma noche me fui de juerga.

Dos cosas me sorprendieron de la carta. Primero el Papa decía: “Sigo sus crónicas desde los años noventa en Página/12”. Entonces yo escribía cada domingo en el diario que más castigó a Bergoglio a través de la pluma de Horacio Verbitsky. Allí me tocaba investigar la vida en pleno neoliberalismo rampante, sus consecuencias en la calle, los modos perversos de aquel capitalismo predador, el costado más cruel de la pizza con champán menemista. Francisco no sabía que yo había querido ser cura de niño, poco después de mi comunión en la Iglesia del barrio Don Bosco en Cipolletti, tierra salesiana la del Alto Valle. Quizás la militancia socialista de los abuelos en Chile y ese paso por la iglesia donde se compartía el pan con los más pobres era lo que me llevaba a un desbordante compromiso social desde el diario donde aprendería a escribir y a investigar.

“Recuerdo especialmente una sobre las niñas prostituidas en la Avenida Amancio Alcorta. Aún la uso a veces para mis homilías”, decía Francisco. 

Esta mañana un amigo me envía esa crónica. La leo y me entristece leerla. Cito sólo un diálogo con una de las niñas que pude entrevistar entonces: 

“Camila bien lo sabe. Cuando habla del tema no lo rodea, no lo esquiva, apenas lo menciona, rápido, con las palabras que aunque no haya estado presa suenan con acento de tumba. 

—Decatánvenimo de Pontevedra. Mi mamámishermanosomoquince.

—¿Por qué empezaron?

—Para tener plata. Pero empezaron otras, a mí no me gustaba.

—¿Por qué?

—Tenía miedo. De los viejos. Que te peguen. Que te maten. Algunos son como vos, otros son más viejos.

—¿Cuánto cobran?

—Cinco pesos.

—¿Para qué usan la plata?

—Nos metemos en Zavaleta a fumar. Allá nos quedamos todo lo que podemos, hasta que perdés la cuenta de lo que fumaste.

—Tus amigos también fuman paco.

—No tengo amigos, tengo hermanos y primos, amigos hay cuando tenés droga y plata.

—¿Tus hermanos dónde están?

—Están por ahí… Mi mamá en la casa. Pero nunca vamos. Un día al año, ponele. Dormimos en la calle, con cartones y frazadas.

—¿Cómo es un día tuyo?

—Cuando me levanto el desayuno, pido comida, si tengo plata me voy a Zavaleta. Puedo pasarme una semana fumando.

—¿Cómo consiguen la plata?

—Es siempre igual. Antes yo no quería. Me parecía que estaba mal. Pero después no me di cuenta y empecé. Pasan muchos autos. Nos llevan arriba y hacen lo que los viejos quieren. Haz eso y tardarás un poco, depende de cuánto tarde el viejo.

—¿Antes qué hacías?

—Vendíamos medias y guantes con mi mamá. En el tren. Ganaba plata. Ella la guardaba y las cosas eran para mi casa”.

De historias como esa hablaba Francisco en sus misas.

Luego el Papa me decía que había leído el comentario sobre el libro escrito por María Moreno en la contratapa. “Si la ve a María por favor pregúntele si aún conserva el ejemplar de un libro de Constancio C. Vigil que yo le regalé en el año 54”. Yo no sabía que Bergoglio a los 18 años había trabajado en un laboratorio bioquímico a cargo de la madre de María. Cuando llamé a María para decirle “tenemos que ir a Roma a conocer al Papa” me sacó carpiendo. Era el momento más álgido de la lucha feminista por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. No estaba para andar una arrastrándose en el Vaticano. 

No sé si fue por eso o por mi desidia o por pudor que no contesté nunca la carta bendita. Quedó atesorada en un rincón de mi estudio, tan atesorada que ahora debería dar vuelta cajones y cajones para encontrarla. Debe estar entera por ese material papal del que está hecha. La recuerdo textual por su caligrafía, por el modo sencillo de su escritura. La recuerdo gracias al pedido de mis compañeros de Anfibia que me insisten como tantas otras veces: tenés que escribirlo.Aunque me lo piden nunca lo hago; prefiero estar atrás de los textos. Ahora lo hago convencido de que este que nos toca sin Papa argentino es un momento político crucial. Estos días de ceremonias vaticanas, la inminente designación del próximo jefe de la iglesia católica, los relatos y análisis que se acumulan a cada minuto pintan un mundo en el que la excepcionalidad argentina jugó a nivel universal y dejó marca. La época nos trae males de una profundidad mayor que los que retraté en mis crónicas marginales de los noventa. Durante las últimas semanas apenas me asomo a los territorios por las entrevistas de un podcast que comenzamos a grabar. Ahora no escribo. Ahora escucho. Y todo queda grabado. La tragedia social que hierve en los barrios supera varias veces lo que me tocó reportar hace más de dos décadas. Ese es el mundo que perdió a este Papa. Y habrá que ver si el próximo querrá decirlo, denunciarlo, combatirlo.

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