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ALEGATO DE MI PROPIO DESGANO

Digamos que, en un tiempo absurdo y sin sentido, ya no hay nada para contar…

 

 

Uno ni pierde ni gana ante el desgano. No me siento triste ni alegre, tampoco podría decir que estoy indiferente u ofuscado por algo o por alguien.

Estoy como distorsionado ante tanta información. El orden me apabulla mientras el caos me pierde en aquel orden…

¿Cuál orden? ¿El orden de saber quiénes somos, dónde habitamos, desde cuando o hacia que dirección nos dirigimos? 

Una nebulosa de parafernalias confunde a una realidad desgastante. Soy un cúmulo de posibilidades inconclusas. Y no necesito de la negación para ser abordado por una especie de pesimismo optimista.

Respiro y avanzo con cada letra, como si mi sangre no supiera de los golpetazos que el corazón le regala. Entre tanto, las flechas del destino se entrecruzan justo cuando la distorsión envuelve el aquí y el ahora.

Y si parece que lo que soy es lo que creo que soy, entonces me equivoco y tropiezo con mi sombra putrefacta ¿Cuántas sombras esconde el abismo de las emociones?

Estoy algo terco, más bien diría opaco. Como si estar opaco fuese la solución a un estado indefinido, en donde las palabras nadan para poder sobrevivir en el inmenso mar de la incredulidad.

No alcanzo a divisar que, en la esquina del conocimiento: hay vidrios rotos. Me corto los pies, pero no me duele, más bien brota el extraño y conocido desgano, esta vez a borbotones. Por cierto, ese mismo desgano ya no me pertenece.-

 

Pintura: Perro semihundido, Goya.

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