ÚLTIMA ENCUESTA: ¡Hola, que tal! Cristina vuelve al centro del ring, Milei se desinfla y Espert queda siete puntos abajo
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ÚLTIMA ENCUESTA: ¡Hola, que tal! Cristina vuelve al centro del ring, Milei se desinfla y Espert queda siete puntos abajo

 

Una encuesta de la consultora Circuitos revela que la ex presidenta lidera la intención de voto en la provincia de Buenos Aires. Mientras la figura de Javier Milei se desploma, crecen el desencanto social y el clamor por un liderazgo conocido.

Por Osvaldo Peralta

En plena tormenta económica y política, el mapa electoral bonaerense muestra señales de un giro dramático: Cristina Fernández de Kirchner encabeza las preferencias en el principal distrito del país, mientras Javier Milei pierde apoyo a una velocidad que alarma incluso a sus aliados.

¿Quién dijo que el ciclo del kirchnerismo estaba agotado? ¿No era que la casta había sido derrotada? ¿Y dónde quedó la revolución libertaria que prometía devolverle a los argentinos la dignidad perdida? La realidad, esa piedra dura que no se disuelve con discursos ni memes de redes sociales, vuelve a poner a Cristina en la delantera y deja al presidente Milei en una pendiente que ya parece más un tobogán que una curva.

Un estudio reciente de la consultora Circuitos, que no es ni militante ni panfletaria, muestra que Cristina Kirchner lidera la intención de voto en la provincia de Buenos Aires con el 35,2%. A siete puntos —una distancia nada despreciable en este contexto de ebullición social— aparece José Luis Espert, con el 28,5%, muy por encima de un Diego Santilli que apenas araña los 13 puntos. El mensaje es contundente: en medio de una crisis multidimensional que hace crujir el tejido social, el electorado bonaerense empieza a mirar para atrás, hacia lo conocido, hacia lo que alguna vez garantizó algo parecido a la estabilidad.

Pero esto no es solo un fenómeno de nombres propios. Es también —y sobre todo— una crisis de sentido del mileísmo. Porque mientras Cristina sube, Milei cae. Y no poco. Su imagen positiva perforó el piso de los 40 puntos, ubicándose en un escuálido 39,3%, mientras que el rechazo creció hasta alcanzar los 44 puntos. No se trata de una percepción aislada: el derrumbe del relato libertario comienza a manifestarse en el humor social, donde más del 56% de la población se reconoce entre la «preocupación e incertidumbre» y el «pesimismo y enojo». Solo un 37,8% todavía conserva algún atisbo de «optimismo y esperanza».

¿Qué pasó con el león rugiente que prometía incendiar la casta y dolarizar la esperanza? ¿Dónde quedó el outsider que juraba patear el tablero, poner al Estado de rodillas y liberar a las fuerzas del mercado? Lo que pasó, y pasa, es que Milei no logró ser ni la solución ni el caos deseado. Fue otra cosa: una especie de vacío vestido de espectáculo, con motosierra pero sin proyecto, con épica pero sin resultados.

No sorprende, entonces, que en un escenario con PRO y libertarios por separado, el peronismo se imponga con un 33,8% de intención de voto, casi seis puntos por encima de La Libertad Avanza (28%). Incluso en un escenario de oposición unificada entre el PRO y los libertarios, esa hipotética alianza suma un 41,3%, apenas ocho puntos por encima del peronismo. ¿El dato? Esa brecha podría evaporarse con una sola aparición pública de Cristina, porque donde la ex presidenta pisa, el debate político tiembla.

Y esto ocurre en la provincia de Buenos Aires, el corazón electoral de la Argentina. Un distrito que Milei desprecia discursivamente pero que no puede ignorar si pretende alguna continuidad política. Un territorio donde se concentra la mayor densidad de pobres, trabajadores informales, jubilados y jóvenes precarizados. Justo los sectores más golpeados por el ajuste brutal que, bajo el rótulo de «sinceramiento», está asfixiando a la sociedad. El mismo ajuste que un 45,6% de los encuestados ya rechaza abiertamente, frente a apenas un 37,7% que todavía lo apoya.

Lo que esta encuesta desnuda, en definitiva, no es solo un cambio de clima electoral. Es el fracaso de una narrativa. Milei llegó con una motosierra y una calculadora, convencido de que con Excel se podía gobernar un país herido. Subestimó el poder de la memoria colectiva, el arraigo cultural, la experiencia social. Pensó que la Argentina era una hoja en blanco cuando en realidad es un palimpsesto lleno de historias, cicatrices y aprendizajes.

Y mientras él juega con criptomonedas, teorías económicas de manual y discursos de TikTok, la realidad cotidiana de los argentinos se vuelve más insoportable. Suben los precios, se pulverizan los ingresos, se degradan los servicios, se desmantelan políticas públicas y se destruyen los pocos puentes que aún conectaban al Estado con la sociedad. En ese contexto, no debería sorprender que la figura de Cristina vuelva a brillar. No como mesías, sino como símbolo de otra etapa, con sus luces y sombras, pero con un Estado que existía, un gobierno que gobernaba, y un futuro que no parecía tan negro.

¿Es esto una predicción de regreso triunfal? No necesariamente. Pero sí es una señal clara: el experimento Milei no solo está en crisis, está siendo activamente rechazado por amplios sectores de la sociedad. Y el peronismo —ese muerto al que velaron mil veces y siempre resucita— vuelve a mostrar que tiene con qué. Ideas, estructura, figuras, y ahora también, intención de voto.

La política argentina es una montaña rusa, y aún falta mucho para 2025. Pero si algo deja en claro esta encuesta, es que el electorado bonaerense no está dispuesto a seguir esperando milagros del mercado. Quiere certezas, no promesas rotas. Y en ese clima, Cristina vuelve a ser una opción. Para muchos, la única.

 

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