En una subasta del Estado, Eduardo Costantini se quedó con un terreno top en Las Cañitas por 21,2 millones de dólares.
El terreno está ubicado en Soldado de la Independencia al 600 y queda a pocos metros del Campo Argentino de Polo.
“A priori nos parece un terreno con una excelente ubicación y mucho potencial. Nos interesa hacer un proyecto residencial de calidad”, dijeron desde Consultatio a LPO.
El terreno, de 52 metros por 70 es una de las últimas joyas que quedan en la zona y por el código porteño permitirá construir 18.367 metros cuadrados.
La subasta fue organizada por la Agencia de Bienes del Estado (AABE), que comanda el candidato a legislador porteño y secretario de LLA en la Ciudad, Nicolás Pakgojz.
El precio base de la tasación impuesta por los libertarios fue ampliamente superado: pasó de 15,31 millones de dólares a 21, 2, un 38% más de la cifra inicial.
Para la subasta estaban inscriptas 11 empresas y hubo 5 ofertas confirmadas hasta que ninguna pudo superar la de Consultatio.
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Victoria Villarruel empezó a rearmar el elenco de colaboradores tras la renuncia de la secretaria administrativa, María Laura Izzo, e incorporó al politólogo Mario “Pato” Russo, quien fuera consultor de Javier Milei en la campaña legislativa de 2021.
Si bien el consultor y Villarruel cultivaron mutua simpatía desde la pospandemia, en los pasillos del Congreso habría llamado la atención que Russo apareciera por el palacio legislativo con más frecuencia. Hasta hace unos meses, los rumores sugerían que solían encontrarse para conversar de política en la pizzería El Cuartito pero ahora Russo orbitaría como un asesor sin cargo, estatuto que lo emparda con Santiago Caputo.
Fuentes parlamentarias dijeron a LPO que Russo sería la némesis del asesor estrella. “Es el enemigo íntimo”, abundaron.
Sin embargo, un aliado del gobierno deslizó que mucho más preocupado que el joven Caputo estaría el Presidente. Acaso el nerviosismo en Balcarce 50 se deba a que Russo se jacta de ser artífice de la fórmula presidencial triunfal en 2023: “Yo dictaminé que así fuera”, dijo en una entrevista concedida a Daniel Tognetti.
Para colmo, Russo también trabaja para Guillermo Moreno, quien no casualmente se convirtió en panelista desde que Milei asumió el gobierno. A los libertarios, según reconocen en el Senado, les causa horror esa terminal política y reaviva todos los fantasmas contra la vice.
Aunque cerca de Villarruel negaron que esté construyendo poder con alguna aspiración política, sus adversarios en la Cámara Alta observan que, además de las gestiones por la incorporación de Russo, la vice decidió echar al director de Recursos Humanos, Gonzalo Izurieta, y lo relevó por Alejandra Figini, al tiempo que desplazó al director de Publicaciones, Federico Pávito, para nombrar en su lugar a Griselda García Ortiz.
Los movimientos corresponden a una reconfiguración del esquema político en el Senado frente al asedio opositor y la esterilidad política que tuvieron las incursiones de Caputo con la estrategia para cubrir las vacantes de la Corte Suprema. “Tras la salida de Izzo, no pudo nombrar a su amigo Emilio Viramonte”, señalaron en un despacho opositor.
Villarruel y Russo solían encontrarse para conversar de política en la pizzería El Cuartito pero ahora Russo orbitaría como un asesor sin cargo, estatuto que lo emparda con Santiago Caputo.
Sin la designación del cónsul honorario de Suecia en Córdoba, la secretaría administrativa quedó vacante y asumió la responsabilidad Lucas Clerc, que responde al radicalismo. Como el manejo de los recursos pasa por ese canal, Villarruel estaría rediseñando quirúrgicamente el organigrama y empoderó a la directora de Auditoría, Iris Speroni, y el director de Seguridad, Claudio Gallardo, un militar cercano a César Milani que supo integrar la dirección de Inteligencia en el Ejército durante el mandato de Mauricio Macri.
Esas tácticas para reubicar leales en cargos jerárquicos se estaría complementando con bajas de contratos en los despachos de los senadores y altas para plantas permanentes a personal que responde a la Vicepresidenta en distintas áreas. “Hay un tridente que se armó entre Gallardo, Speroni y ahora Russo para blindar a Villarruel y, a su vez, voltean contratos de los senadores, que después se tienen que sentar con ella a discutir reincorporaciones pero se vuelve una negociación política”, comentaron.
Como sea, la cercanía de Russo con la vice y la confección del “triángulo de Villarruel”, tal como dijeron con ironía a LPO, inquieta en Casa Rosada. “Russo habla como punto de encuentro del peronismo que expresa Moreno con el nacionalismo de derecha que representa ella”, resumieron.
El piloto de Villa Regina se dio el gusto y probó una máquina de TRV6 en el Autódromo de Buenos Aires. Facu Aldrighetti realizó la semana pasada una prueba en el Circuito 8 del Autódromo de Buenos Aires, un ensayo que dejó buenas sensaciones en el piloto rionegrino pero que se dio bajo condiciones climáticas…
La Municipalidad de Villa Regina recuerda que durante este sábado 5 y domingo 6 de junio regirá en el ejido municipal el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) N° 334 del Presidente Alberto Fernández. De acuerdo a lo establecido en el mismo, la circulación estará permitida entre las 6 y las 18 horas. Difunde esta…
Esta primer pandemia de la nueva era de comunicación global además de los férreos ataques a la salud de las personas arremete con daños colaterales gravísimos, por ejemplo logró ralentizar el engranaje del capitalismo salvaje mundial, la ONU estima que podrían perderse 195 millones de puestos de trabajo durante 2020. El organismo internacional informó que 2.700…
Milei parecía todo iniciativa. La oposición un repliegue perpetuo. Pero la actual parálisis presidencial, multiplicada por su entrega al FMI, obliga a recalcular la economía de las fuerzas. La debilidad del gobierno alineó la oposición parlamentaria, la protesta social y un sindicalismo que convocó el tercer paro general. La impotencia de las mayorías nunca es simétrica con la de los poderosos. Esta última es un simple caer, como la bolsa, hacia el 0 de un excel. La impotencia de las mayorías, por el contrario, es siempre una fuerza vital impedida, es una potencia obstruida, que en la activa tensión que su obstrucción promueve, va cultivando las memorias, los saberes, las energías y las estrategias para su activación futura. Una que quiere amanecer en estas, las más oscuras semanas de la ultraderecha criolla.
Un poder que no puede
Nunca en su historia la humanidad pudo tanto. Y, sin embargo, nunca estuvo tan en riesgo como en nuestro tiempo. Potencia e impotencia como las dos caras de una moneda que hoy gira en el aire: podemos tanto que no podemos nada. Como si una desmesura de escala nos hubiera tornado desproporcionados respecto a nosotros mismos. Esa contradicción marca una época de prepotencia quebradiza y de parálisis frenética. La violencia y la imposibilidad atenazan, desde los extremos, el efectivo poder de decisión sobre nuestras vidas. Crisis climática y gobiernos neofascistas son las dos manifestaciones más elocuentes de esa contradicción: nuestro poder sobre la naturaleza es tan grande que desencadenamos poderes que amenazan destruirnos; las ultraderechas vienen a satisfacer un deseo desesperado de orden y jerarquía, y su ascenso sólo está produciendo convulsión, caos y anomia.
“Antropoceno” y “nuevas derechas” son fenómenos concurrentes de un tiempo de hiperconcentración del poder y de los recursos, ambos reunidos en un recalentamiento de la guerra a nivel global.
El marxismo hablaba de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, y el desbalance entre lo que las primeras habilitaban y lo que las segundas contenían producía las distorsiones de las que derivaban fuerzas destructivas tanto de la naturaleza como de la sociedad: la guerra como punto de llegada de este espiral de fuerzas mal canalizadas. “Antropoceno” y “nuevas derechas” son fenómenos concurrentes de un tiempo de hiperconcentración del poder y de los recursos, ambos reunidos en un recalentamiento de la guerra a nivel global. El poder sobre la naturaleza, el poder sobre la sociedad, es más grande que nunca. La impotencia que atraviesa el temple mayoritario de este tiempo no deriva de una falta de poder, sino de su concentración destructiva en cada vez menos manos. La IA instala la misma sensación de omnipotencia y vulnerabilidad: hay mucho poder, pero no es nuestro. En este contexto, poder e impotencia se entrelazan de maneras múltiples y siniestras, generando figuras rabiosas de manía y depresión.
El acelerador roto
Expresión fiel de este tiempo extraño, Milei y su gobierno parecían sacudirnos de la modorra de impotencia exasperante en que nos había dejado la gestión de Alberto Fernández. La fascinación que generó el primer año de Milei era la fascinación ante el retorno impensado, como en un contragolpe, de la “política como herramienta de transformación de la realidad”, ese mandato que supo ser el gran valor del kirchnerismo en los primeros años del siglo y que fuera traicionado por el propio kirchnerismo en su último paso por la gestión. Con Milei asistimos a la recuperación de la política por vía de una exasperación de la antipolítica, y esa paradoja generó un desconcierto y una efervescencia que nos mantuvieron en vilo y hechizadxs todo el primer año de este gobierno. La estrategia implacable de acelerar en toda curva, de duplicar toda apuesta, de permanente provocación y de fuga hacia adelante aunque no hubiera norte claro, reinstaló, de la mano de un gobierno que decía entregarlo todo al mercado, la idea de la eficacia y el primado de lo político, la certeza de un decisionismo con tintes mesiánicos, que era todo lo que había faltado en el gobierno anterior. Parecía que podía llevarse todo por delante, que nada se resistía a su audacia y que ninguna bala le hacía mella.
Hoy, cuando la invulnerabilidad del gobierno es cuestionada desde todos los frentes, se deja ver que esa audacia inagotable no brotaba sino de la fuente límpida de su debilidad, y que la aceleración como política era menos un plan a largo plazo que el permanente aplazamiento de un cortoplacismo sin norte. La agenda se convirtió en espuma hipnótica y la velocidad era sólo el modo de mantenerla en estado de espuma permanente. Sí: atribuimos demasiado rápidamente al gesto aceleracionista la fortaleza de la iniciativa y la capacidad de hacer, sin atender a la impotencia que se escondía detrás del gesto, y que comandaba sus movimientos más histriónicos y frenéticos. La crisis del aceleracionismo libertario le llega con la velocidad justiciera de su propia lógica: “lo mismo, pero más rápido” era, también, chocarla antes de tiempo.
Rebeldía resignada
La emergencia de las nuevas derechas se maceró en un clima social que combina de manera confusa y explosiva sentimientos contradictorios. Por un lado, hay una certeza de que las cosas van mal, de que la historia no puede seguir así, y el hartazgo con lo dado alienta transformaciones y prepara estallidos sordos. Hay, en este sentido, un humor arisco y rebelde que lo impregna todo, una ansiedad y fastidio que da el tono a la violencia que circula entre nuestros nervios y las redes. Por el otro lado, hay una resignación ante la ausencia de perspectivas de transformación real, y nadie cree que realmente pueda cambiar algo de fondo. Cunde, en este sentido, un agobio cínico que impide ver en las perspectivas de cambio más que una máscara de lo mismo y una simple renovación de temporada del discurso de un amo que ya no es puesto en cuestión verdaderamente.
La crisis del aceleracionismo libertario le llega con la velocidad justiciera de su propia lógica: “lo mismo, pero más rápido” era, también, chocarla antes de tiempo.
La combinación de ambas tonalidades afectivas en un mismo sentimiento de época viene generando formaciones de compromiso aberrantes: formas enrarecidas y deseos distorsionados que la ultraderecha supo capitalizar como nadie. La figura del “outsider” y del “antisistema” representado por magnates o títeres de magnates ultrarricos, es la figura de compromiso perfecta entre ambos lados del pathos presente. Si Mark Fisher captó muy bien un lado de la ecuación con su “realismo capitalista”, y los efectos de impotencia y depresión que éste implicaba, le faltó sin embargo capturar la dimensión revulsiva y vibrante que comenzaba a movilizarse el mismo año en que publica su libro, 2016: el “realismo capitalista” del neoliberalismo zombie fue mutando a este capitalismo punk en el que toda la furia sin sentido es puesta a trabajar para el sostenimiento de estructuras insostenibles de reproducción social. Así entendemos también lo que “la rebeldía se volvió de derechas” significaba: nada menos que identificar a la rebeldía con la movilización violenta de las fuerzas de la resignación, transformar a la revuelta en un momento activo de la adhesión afectiva con lo dado. El resentimiento neofascista es el producto de estas fuerzas oscuras que componen nuestro tiempo, y que habilitan la extraña alianza entre ultrarricos y ultraprecarizados en un proyecto que enlaza pulsiones antisistema y consolidación de un deep establishment recargado: todo tiene que revolucionarse para que todo siga igual –pero acelerado, intensificado.
La pregunta que se impone: ¿cómo se sale de este círculo de rebeldía y resignación en que nos han paralizado las nuevas derechas?
Insensatez y resentimientos
“Adolescencia”, la exitosa serie inglesa, suscitó una saturación tan grande de comentarios y discusiones, una necesidad tan masiva de hablar de ella, que podemos considerarla síntoma de algo que desborda su tema más explícito. Más allá del tópico de las “masculinidades”, la explosión de comentarios se puede interpretar también como efecto del modo tan sugerente en que expresa este clima de época, más general, de fuerzas impedidas y de acciones fallidas. El relato entrelaza la impotencia de los padres para entender, la de los adolescentes para relacionarse, y la de ambas generaciones para comunicarse, manteniendo en el centro vacío que imanta y reúne estas formas de impotencia contemporánea al asesinato como signo mayor de aquellas imposibilidades, es decir, como actuación violenta y convulsiva de la imposibilidad de actuar.
El “realismo capitalista” del neoliberalismo zombie fue mutando a este capitalismo punk en el que toda la furia sin sentido es puesta a trabajar para sostener estructuras insostenibles de reproducción social.
Las distintas fracturas tematizadas en la serie redundan en la pregunta por el quiebre entre deseo y acción como signo de nuestra época. El asesinato, como pasaje al acto más que como acto, funciona como revés perfecto de la impotencia y su manifestación más precisa. El pasaje al acto, en cuanto acción estrepitosa suscitada por una fractura simbólica, expresa bien lo que ofrece el neofascismo como compensación por la imposibilidad de actuar que produce y reproduce a cada paso: la violencia de la acción es proporcional a su incapacidad de cambiar nada. O mejor: el deseo reaccionario de no cambiar nada en un contexto que no da para más, se ve instrumentado a través de la movilización neofascista de violencias que garanticen agitación en medio de la inmovilidad, y que a través de la agitación consoliden la impotencia.
El gobierno de Milei fue, en su primer año, un gran pasaje al acto colectivo (el famoso “salto al vacío”), en el que la ausencia de mediación rigió una violencia que permitió descargar toda la impotencia que nuestra sociedad había acumulado a lo largo de años de frustración económica y política. Las nuevas derechas en general vienen siendo ese pasaje al acto en el que sociedades desarticuladas descargan su resentimiento en un espasmo de furia. No debería sorprender que una tal política, sostenida en tan frágiles supuestos, agote su potencia tras la expresión violenta de su propia impotencia. Una vez desplegada, no sobreviene un cambio en el campo simbólico, sino la angustia y la frustración, incrementadas. Y la necesidad de entender, es decir, de poner algún límite.
Milei, el limitado
Hay un impasse en el aceleracionismo neofascista. El reordenamiento imperial está quebrando la “internacional reaccionaria” según viejos y nuevos clivajes coloniales. Esa fragmentación está teniendo un alto costo para los neofascismos bananeros como el nuestro, al que de pronto se le recuerda que la internacional neoconservadora, esa que se reúne periódicamente en la ahora famosa CPAC, no era una coalición o alianza política ni un frente ultraconservador, sino la aceleración del coloniaje, la fuga hacia delante de un imperio en crisis. Por eso se viene produciendo esta extraña paradoja de que el triunfo de Trump en vez significar el apuntalamiento del gobierno de Milei implicó el inicio su desmadre: de la ingeniería del caos al caos de su ingeniería, puntualmente desde la asunción de Trump. El rosario de errores no forzados inicia apenas tres días después de su toma de poder, con el discurso de Milei en Davos del 23 de enero. Desde entonces hasta esta semana negra no paró de derrapar, y si hasta hace poco parecía que ante la aceleración las curvas se le enderezaban mágicamente, ahora no hay curva que no se coma.
El gobierno de Milei fue, en su primer año, un gran pasaje al acto colectivo.
Hay un impasse, hay una nueva fragilidad del gobierno que obliga a aprovechar este momento, y que compromete nuestra responsabilidad ante esta ventana de fragilidad, esta disfunción del acelerador libertario. La debilidad del gobierno alineó las fuerzas de la oposición parlamentaria, la protesta social y la agenda sindical, en una semana que acaso sea la más oscura para Milei desde su llegada al poder. El parlamento parecía definitivamente domado por el gobierno, y después del fracaso del pliego de los jueces de la semana pasada en la cámara alta, esta semana la cámara de diputados, más sojuzgada aún, le aprueba una comisión para investigar el criptogate. La protesta social se viene articulando en torno a la lucha de los jubiladxs de una manera que logró integrar distintas luchas y a la vez poner en cuestión el show represivo-punitivista del gobierno. El sindicalismo, que dormía el sueño de los (in)justos, convoca el tercer paro general al gobierno de Milei, y aunque “general” suene irónico en un país con casi la mitad de lxs trabajadores en la informalidad, expresa el grado de debilidad oficial, y ayuda a articular una semana de duros reveses al gobierno, en un mismo golpe contra los libertarios al poder.
Milei es lo ilimitado, lo desorbitado, lo desmesurado del capital desencadenado y sin freno ni contención. “Ponerle límites a Milei” equivale a negarlo, a anularlo, pues su esencia es canalizar esa carencia de límites de un neoliberalismo en crisis que acelera para demorar su muerte. Un Milei con límites es el fin de Milei, aunque su persona siga estando al frente del ejecutivo.
A la intemperie
Hoy la sensación es la de un suspenso tenso entre dos impotencias: el gobierno parece haber estropeado su máquina, sin haber perdido su poder, y la oposición parece estar despertando, sin tomar el toro por las astas. Pero ya fue sugerido: la intemperie es letal para el poder, mientras que para la resistencia es su hábitat natural, donde se cultivan sus memorias y se gestan sus estrategias.
La unidad que necesitamos no es sólo la unidad del peronismo. Necesitamos, en mil dimensiones, restaurar los puentes rotos entre deseo y acción, desplegar el músculo de una imaginación política renovada, sin la que no habrá unidad ni proyección del campo popular. Pero sin la unidad del peronismo, la rearticulación más amplia del campo popular se vuelve una ilusión. El peronismo es hoy la única herramienta electoral viable para derrotar al mileísmo en las urnas. Su interna, esta vez, no se da mientras son gobierno, pero esperemos que no sea tan dañina para el pueblo como lo fue la anterior. Y está claro que el poder para zanjar esta interna se concentra en una sola persona. No será la historia la que defina el lugar de Cristina en sus páginas, sino las decisiones que ella misma tome en estas semanas.
Milei es lo ilimitado, lo desorbitado, lo desmesurado del capital desencadenado y sin freno ni contención. “Ponerle límites a Milei” equivale a negarlo, a anularlo.
Queda pendiente la pregunta por las relaciones entre el movimiento popular que abra un futuro distinto y la tradición peronista, un movimiento anclado, en su imaginario y sus propuestas, en una sociedad industrial que este siglo XXI está dejando cada vez más atrás. Sin embargo, no hay dudas de que hoy se necesitan mutuamente. Mientras el peronismo resuelve su interna, por arriba, un movimiento social multiforme dirime, por abajo, la primera línea del enfrentamiento con la ultraderecha. Universitarixs, diversidades, mujeres, jubiladxs, hinchas. Sus rostros son conocidos y cercanos, y sus acciones refutan el clima de impotencia, diseñando múltiples articulaciones de deseo y acción en un contexto de violencia creciente. Por supuesto que ese movimiento múltiple ve en el peronismo una herramienta clave para articular políticamente su lucha. Pero sabe que la mejor manera de fortalecer esa herramienta es desbordarla por todos lados, en la acción, en el deseo, en la imaginación.