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o³ – Oposición de la Oposición al Oficialismo

El poder aglutina. Es una máxima que sin dudas rige la realidad y la política. El poder define un lugar, todos y todas buscando un espacio. Estar cerca de lo que les permitiría el acceso a aquello que quieren (un empleo, dinero, privilegio, visibilidad). En general esto sucede con los oficialismos, se rodean de gente convencida de lo que proponen y también de aduladores y oportunistas que vienen en el combo.

Al igual que existe la aglutinación por la positiva, también hay personas que se aglutinan “en contra de”. Algunas veces por convicción, otras por conveniencia, pero lo que está claro es que la posición que predomina es la oposición a quien ejerce el poder y que ostenta aquello a lo que el individuo o conjunto “aspira”.

Esta última situación vista en infinidad de momentos de nuestra historia (recientemente la Alianza, Frente de Todos, Cambiemos) no se verifica en el presente. Nuestro país se encuentra sumergido en una degradación y disputa política que no escapa de la cuestión social. El “jugar a perder” (ya sea por falta de apoyo, trabajo a reglamento y/o raspar al compañero/a) se ha convertido en la práctica habitual de quienes no detentan el poder pero quieren alcanzarlo dañando a quienes piensan más o menos parecido.

Las enseñanzas del presente

Si llegaste hasta acá leyendo es probable que hayas estado pensando en el affaire Cristina Fernández de Kirchner – Áxel Kicillof, pero el punto es más amplio y abarca a todo el espectro ideológico. En 2023 y contra todo pronóstico, Mauricio Macri destruyó la candidatura de su alfil natural, Horacio Rodríguez Larreta, hasta consumar su derrota (la de Rodríguez Larreta y la de Macri mismo).

Es interesante detenerse en este ejemplo. Macri ha acabado con las aspiraciones políticas primero de María Eugenia Vidal y luego de Larreta. Personas de su riñón o que al menos lograron construir junto con él una fuerza política que llegó a conducir tres de los gobiernos más poderosos de Argentina (nación, ciudad y provincia de Buenos Aires). Terminado su gobierno sólo le quedó la Ciudad de Buenos Aires. Cuando la lógica decía que Rodríguez Larreta o una opción del “centro” sucedería al gobierno de Alberto Fernández, Macri primero apoyó la candidatura de Bullrich en detrimento de la de Rodríguez Larreta y luego la de Milei por sobre Bullrich para que el primero derrote a Massa.

Este desmembramiento planificado de personas que podían hacerle “sombra” en su propio espacio político llevó a prácticamente la disolución de su fuerza política. De la posibilidad de un gobierno que lo reivindicara o incluso de “albertizar” a Larreta o Bullrich dejándolos sin el control legislativo, pasó a la posibilidad cierta de perder su bastión electoral o la migración de dirigentes y gobernantes del PRO/Cambiemos hacia un mejor clima que da el resguardo del poder nacional. Hoy el PRO sólo se sostiene por dirigentes que mantienen la marca pugnando por mejores lugares con la Libertad Avanza.

Del otro lado de la oposición de la oposición de la oposición no hay mejores novedades. Cristina no parece haber aprendido de los errores de Macri y ha puesto en jaque a quien en los papeles es garante de continuidad en su ideología y (hasta ahora) quien la reivindica y defiende en público. En una posición de fragilidad, con la posibilidad de proscripción por el proyecto de Ficha Limpia y de la posibilidad de firmeza de su condena ante un revés de la Corte Suprema de Justicia, ha ocupado el último año en pulsear con el gobernador de la provincia de Buenos Aires para saber quién manda en su espacio. Algo que a la luz de la historia parecería irrelevante ante la posibilidad cierta de un fracaso y consecuencias que podrían sí ser históricos. La expresión “ha ocupado” surge de la imposibilidad de pensar que una conducción tan verticalista omita que sus cuadros friccionan al principal exponente de su fuerza.

Está claro que no se agota aquí la cantidad de ejemplos que se podrían dar y que esto va de arriba hacia abajo, siendo incluso las operaciones más crueles a medida que se va a las bases produciendo heridas muy difíciles de cerrar.

“Si dios es con nosotros, quién está con ellos”

Puede que haya personas que tienen la convicción del salvador. Que piensan que las y los suyos son los mejores para llevar la tarea adelante, lo que “hay que hacer”. ¿No es acaso el pensamiento de la mayoría de quienes hacen política con algo de responsabilidad y convicción?

Creer que sólo la facción a la que represento es la mejor para llevar adelante una tarea es lo que nos ha traído hasta acá tanto en términos partidarios como de país. Sólo sirve para eventualmente ganar alguna elección pero no para construir futuros promisorios o al menos que sean estables. Esto le cabe a toda la clase política, desde Cristina a Milei, desde Massa a Grabois, desde Del Caño a Bullrich.

Escribe: Gonzalo Bon

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