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RELACIÓN PRECIO/CALIDAD

Sobre la viralización de los sueldos de funcionarios reginenses.

Voy a iniciar este texto aclarando que lo que voy a decir no va a ser de mucha empatía teniendo en cuenta el contexto nacional, provincial y local; pero si ponemos el foco en los sueldos de los políticos no solucionamos nuestros problemas. El foco de discusión tienen que ser los sueldos de los y las trabajadores. Lo que está totalmente desfasado de la realidad es el sueldo de los demás por lo que el de los representantes reginenses termina por parecer una tomada de pelo.

La discusión hay que ponerla en los sueldos miserables que ganan los trabajadores promedio. En Regina, sin pruebas pero sin dudas, el promedio de sueldo no supera las 75 lucas que es el monto medio de un empleado de comercio. Una familia tiene que juntar arriba de 100mil para no estar bajo los límites de la pobreza. Y es por eso que el contexto amerita el debate sobre los sueldos de los funcionarios porque los números son chocantes porque la gran mayoría de la población no los conoce.

Pero lo que hay que debatir, insisto, es el sueldo tuyo, el de monotributistas, docentes, hospitalarios, rurales, empleados de comercio, trabajadores informales. Esos son los sueldos que están totalmente desajustados. Ahí es donde esa planilla de sueldos que viajó por redes se convierte en una patada en la cara en un mañana de invierno a primera hora.

El sueldo promedio de los 20 funcionarios que más cobran es de 274mil pesos (restar un 20% de carga impositiva). El intendente cobra 489mil. Un concejal ronda las 200 lucas. El sueldo promedio en Regina está debajo de los 75 mil pesos (sin pruebas pero sin duda).

Lo que también debemos discutir y exigir como reginenses, es la relación precio y calidad de lxs funcionarixs que llegan al poder. Y es ahí, donde estaré de acuerdo con aquellos que opinan que los números están (también en ese sentido) algo desajustados. Que los estamos pagando caros. Y la muestra clara es que la gran mayoría no se ha formado para estar conforme a lo que el puesto demanda. No hay preparación previa. Hay oportunismo. Me gusta el concepto del paracaidista, y en política hay por demás, ahí a la espera de caer paradito como un gato.

El otro debate interesante que se desprende de esto es para qué se hace política. ¿Para qué o por qué deciden hacer política? Cuándo fue que se dejó de hacer política desde su concepción, la de ser un funcionario público. Cuándo, cómo, por qué se perdió la política como una función pública y se convirtió en un espacio donde uno quiere trabajar porque sabe que va a tener un buen sueldo, porque sabe que va a tener un sueldo por encima de cualquier actividad privada promedio.

Y acá llego al requerido (internamente) y debatido (socialmente) cobro del plus de dedicación funcional. Hacer política es justamente eso, una dedicación funcional, o al menos debería serlo o eso entendí desde chiquito. Más aún, si esos son los sueldos. Por lo que directamente debería desaparecer.

Algo más que se desprende y que es un tema que trabajamos recurrentemente en #LaTapa es la cuestión de los datos públicos. La viralización de la planilla de sueldos, no es ni un escrache ni una filtración, es un trabajo periodístico con su respectiva carga política, pero estos mismos no dejan de ser datos públicos por lo que debieran estar con acceso abierto para cualquier ciudadano.

Sin embargo, a la gente no le interesa lo que gana un funcionario, pero tiene lógica que la irrite, porque como decía, esos números son inalcanzables para el ciudadano reginense de a pie, y la relación precio/calidad no está ajustada. No se genera empleo, no hay un plan industrial, las calles veredas y luminarias no están en condiciones, los barrios periféricos están a la deriva, la inseguridad crece, no es una ciudad con accesibilidad para personas con discapacidad, no hay acceso a la tierra. Digamos que vinieron a poner “linda a Regina” y todavía no le pegaron una ducha.

El mecanismo por el cual se regula el sueldo del intendente está estipulado por Carta Orgánica (CO). El intendente es quien lleva adelante la paritaria para negociar el aumento de los sueldos de los empleados municipales. Ese aumento es el mismo que percibe el intendente y en función de su sueldo se determina el de los demás funcionarios y funcionarias.

Por ejemplo, el Presidente del CD no puede cobrar más del 75% de la dieta del intendente, los y las concejales no más del 65%,
y los y miembros del tribunal de cuentas no más del 45%.

El mes entrante hay un aumento a empleados municipales, que surge del reclamo que obedeció al acuerdo en la paritaria 2021, allí se había acordado un aumento del 46% aunque sujeto a un reajuste de acuerdo al índice inflacionario, que terminó superando el 50%.

Esa diferencia porcentual mayor al 5% la van a percibir en el mes de junio con los sueldos de mayo, como explico en el párrafo anterior, también compete a los sueldos de funcionarios, concejales y miembros del tribunal. Será un buen momento para demostrar que escucharon la demanda social, que tienen empatía con sus votantes, que entienden el reclamo de la ciudad que administran, que se ocupan del cuidado de la economía interna del municipio (que tiene un déficit mensual importante). Por decreto el intendente puede tomar esta decisión. No percibir ese aumento superior al 5% en sus haberes ni en el de los demás funcionarixs. ¿Tendrán ese gesto?

Encima ya se empezó a agitar el avispero político. Falta más de un año para las elecciones pero las movidas políticas, como esta de viralizar sueldos, ya empezaron. Los sondeos, las internas y los posicionamientos en los distintos partidos, se perciben.

A la gestión de Orazi le costó hacer pie, sin tener más frentes que el de gobernar y gestionar, siendo oficialista en la provincia y recibiendo en varias oportunidades fondos y obras de Nación (no obviamos la pandemia, que fue un gran obstáculo), ya con miras en las elecciones 2023 la oposición le empezó a mover el piso y además se ganó la interna de JSRN por darle la espalda al “brujo”, aunque de a poco se empieza arrimar a la mesa local de JSRN y es algo lógico si piensa en la reelección. Así pareciera que son demasiados los frentes como para no descuidar ninguno mientras resta 1/4 de gestión.

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    El gobernador de Salta Gustavo Sáenz anunció el inicio de la construcción de la Autopista del Valle de Lerma Papa Francisco, una obra que será financiada íntegramente con recursos provinciales y que contempla 22 kilómetros de extensión.

    El proyecto incluye siete nudos viales, tres puentes y un canal colector de 12 kilómetros destinado a mitigar los problemas de inundaciones que afectan a la zona. “Es un compromiso que asumimos y que hoy se hace realidad, a pesar del momento difícil que atraviesa el país”, afirmó el mandatario durante la presentación.

    Durante su discurso Sáenz apuntó al gobierno nacional al destacar la importancia de la palabra cumplida para hacer realidad esta demanda de décadas: “Hace más de un año firmamos un convenio con el Gobierno Nacional por obras de infraestructura que mejoran la calidad de vida de los salteños, y muchas de ellas no se iniciaron”, destacó el mandatario provincial, al tiempo que pidió a los legisladores nacionales “que dejen de lado la soberbia y que tengan grandeza pelear y lograr que se cumplan con estas obras tan importantes para los salteños”.

    En el mismo sentido Sáenz afirmó que “este gigante dormido empezó a despertar hace unos años y no va a dormir un segundo más. Acá no despertamos leones, pero tampoco hay cordero, estamos dispuestos a servir, pero no ser sirvientes, estamos para ayudar, pero no ser esclavos, estamos dispuestos a acompañar siempre que sea necesario para que nuestro país salga adelante, pero no podemos pasar en un día de héroes a villanos, héroes cuando acompañamos y villanos cuando nos traicionan y quieren que votemos en contra de los intereses del norte argentino”.

    Explicó que esta autopista, así como las otras en marcha en toda la provincia, son “hechos, no palabras vacías”. Cuando prometemos, cumplimos. Y nuestra palabra, vale”.

    Así, enumeró algunas de ellas como los tramos de la ruta nacional 51, los dos tramos de la RN 40; el arreglo y mantenimiento de las rutas nacionales 50, 16, 34 y 68, entre otras obras.

    Sáenz dijo que demandará y exigirá el cumplimiento de estas obras que “tanto nos costó conseguir” y pidió a los diez legisladores nacionales por Salta que acompañen este planteo.

    La obra de la autopista

    La iniciativa busca mejorar la conectividad y la seguridad vial en uno de los corredores más transitados de la provincia, que une a los municipios del Valle de Lerma con la capital salteña. Desde el Gobierno destacaron que se trata de una obra estratégica para la integración regional y un ejemplo de federalismo aplicado a la infraestructura.

    También impulsará el turismo y el comercio, no sólo el ya instalado, sino nuevos emprendimientos como hotelería, colegios y clubes. “Los salteños del Valle de Lerma y del Valle Calchaquí vamos a estar todos un poco más cerca y con mejor calidad de vida”, añadió en este sentido el gobernador.

    Los trabajos de construcción tendrán una duración de 36 meses. Incluirá siete nudos viales y tres puentes sobre los ríos Pulares y Rosario, y en la zona de Los Vallistos sobre las vías del ferrocarril.

    Es una obra pensada para los próximos 50 años y estará preparada para que circulen hasta 40.000 vehículos diarios. Tendrá iluminación LED de última generación y cruces a distinto nivel para garantizar la continuidad de las rutas provinciales.

    “Esto es lo que intento desde que tengo el honor de conducir los destinos de los salteños: que, en toda la Provincia, con criterio federal, todos estemos más cerca y que las obras que aportan calidad de vida; desde el agua, las cloacas, las rutas, sean puentes que nos conecten, porque bajo la sombra del poncho que nos legara el General Martín Güemes, somos todos familia, somos todos hermanos y estamos orgullosos de ser salteños”  

     

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  • Valdés ganó en Corrientes y los libertarios están cuartos

     

    El gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, logró un triunfo arrollador en su provincia con la candidatura de su hermano Juan Pablo Valdés. Los libertarios quedaron en cuarto lugar con menos del 10% de los votos.

    LPO había adelantado un sondeo de la consultora Integrarnos que daba a Valdés ganador en primera vuelta y a los libertarios en cuarto lugar.

    Valdés no sólo logró la continuidad de su gobierno de la mano de su hermano, sino que además esta elección le sirvió para liquidar la disputa con Ricardo Colombi hacia el interior del radicalismo.

    Colombi supo ser el mandamás del radicalismo en Corrientes. Luego lo sucedió Valdés y como suele ocurrir con estas cosas se pelearon. Desde entonces se disputan la conducción del radicalismo.

    Encuesta: Valdés muy cerca de ganar Corrientes en primera vuelta y los libertarios están cuartos

    Con el 11% escrutado, los hermanos Valdés superaban el 52% de los votos, una victoria mucho más amplia de la esperada con la que se aseguran el triunfo en primera vuelta.

    En segundo lugar se ubica por el momento el frente Limpiar Corrientes, que lleva al kirchnerista Martín Ascúa, con 20 puntos. Tercero Colombi con 16 puntos. Y más atrás La Libertad Avanza con el diputado Lisandro Almirón que conseguía apenas 10 puntos.

    El peronismo no hizo una buena elección. Apostó por un kirchnerista puro que contó con un fuerte respaldo de Cristina Kirchner y eso no trajo buenos resultados. La estrategia del peronismo era respaldar por abajo a Colombi para quitarle votos a Valdés. Un mal plan.

    La elección tiene un impacto sobre el grupo de gobernadores. El jujeño Carlos Sadir salió a felicitar a los Valdés. “Este triunfo que demuestra que la voluntad de los argentinos es ser representados por quienes conocen y defienden al interior del país”, dijo.

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    Lo mismo hizo el gobernador de Chubut, Nacho Torres. “Desde Chubut celebramos este respaldo y renovamos nuestro compromiso de seguir trabajando juntos por una Argentina más justa, hermanada y verdaderamente federal”, dijo.

    Fue una elección en la que se cortó la racha de ausentismo que se venía registrando en otras provincias. La Junta Electoral informó que votó más del 70% del padrón.

    “Nos llega información además que indica que fue superior al 72,4%. Esto nos pone muy contentos porque el correntino se acercó a votar”, dijo el titular del organismo, Gustavo Sánchez Mariño.

    Pasadas las 18, apenas habían cerrado los centros de votación, los libertarios aseguraron en un comunicado que durante la jornada electoral “se observaron irregularidades típicas de la vieja política que intentan evitar el inevitable fin de un largo ciclo hegemónico”. Fue un texto derrotista que ya presagiaba un mal resultado.

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  • La leyenda del algarrobo caminante

     

    En las vísperas del atardecer, el paisaje se tiñe de rosa. La luz viene del sol pero parece emanar desde la tierra. Los marrones del suelo se vuelven naranja, los cerros en violeta profundo. Árboles y cactus adquieren un verde oscuro y suave. Es el cambio de guardia entre los bichos del día y los de la noche, un breve traspaso en que  las lechuzas vuelan con los pájaros y el zumbido de las abejas se mezcla con el canto de las ranas. En este momento intersticial un zorro baja del monte. Serpentea por un río ya seco. Busca agua. El camino tiene apenas rasgos de humedad. Sobrevuelan dos cóndores que aparecieron hace rato. Sedientos también, quizás. El zorro llega al borde de un cráter enorme. Parece la entrada al infierno. Son infinitos escalones de tierra, perfectamente esculpidos: baja dando saltitos. El viento ruge fuerte. Un lago turquesa resplandece en la luz crepuscular. Huele acre, peligroso. Un cartel oxidado anuncia “MINA PILCIAO 16”.

    Sin otro remedio, el zorro bebe del lago. Sorbos voraces. Quema pero no tanto como la sed. Luego, busca reparo bajo el único árbol que queda: un algarrobo solitario, grueso pero enjuto. Entre las ramas se cuelga un viejo letrero, que reza: “Sin agua no hay membrillo”. Al zorro le duele la panza. Escucha como los dedos petrificados del algarrobo repiquetean contra el cartel, como el eco de una copla. Entonces una fuerte ráfaga despierta la voz del árbol, que por años descansó, esperando alguien que lo escuche. El algarrobo se aclara la garganta y empieza a contarle al zorro una leyenda. La leyenda del algarrobo que caminaba.

    Las raíces 

    ¿Cómo crece un árbol que camina? Con pequeños pasos…” 

    Pequeños pasos son los que llevaron a dos hombres al polvoriento camino una mañana hace muchos años. El sol del verano pegaba fuerte y el calor sofocaba. Eligieron un lugar al lado de un algarrobo chiquito, que apenas daba unas huellas de sombra. Sudando, los dos desplegaron una pancarta, de un extremo de la calle al otro. Se enraizaron ahí para prevenir el paso de las máquinas. Así pretendían frenar la megaminería. 

    Megaminería. Un eufemismo que dice poco y encubre mucho: una montaña que se vuelve cráter, sus entrañas destripadas y lavadas con agua y cianuro; las achuras amontonadas en pilas de roca estéril; las partes más exquisitas llevadas para las mesas de los países “desarrollados”; y el agua dulce – ya cianurada – atrapada en un “dique de colas”, una laguna contenida por una frágil membrana.

    En contra de este Goliat, dos hombres con una tela finita. Pero debajo de su pequeño brote, había algo más: echaron raíces que en el subsuelo se extendieron en busca de sustento. Así se plantaron dos, pero llegaron dos más. Y dos más. Y luego cuatro más y cuatro más. Y ocho… y así multiplicándose hasta que era más que un brote. Un retoño. Y de tanto llegar, se enraizaron también. Se quedaron la noche. Después otra. Se festejó allá la Noche Buena de 2009. Después Año Nuevo. Y siguieron. Establecieron turnos y el algarrobo nunca se quedó solo. Y así empezó a crecer su hermano. Era el más inquieto del par. Uno se quedó en su lugar, vigilando el camino que llegaba al cerro. El otro iba y venía con los vientos.

    Este árbol que caminaba se convirtió en una asamblea. No fue la primera ni la única. Pero era la que más caminaba. Y cuando no estaba caminando, sus ramas se juntaban. Sentados en el suelo, abanicándose con lo que había para luchar contra el calor. Todos emparejados con el horizonte durante las deliberaciones interminables: los “de apellido” y los “sin”, los del “centro” juntos con los de la “orilla”, los de plata ensuciándose con la misma tierra y sudor que los demás. Los cerros, a lo lejos, eran lo único que los sobrepasaba.

    Entonces, cuando la policía intentó levantar el acampe el 15 de febrero de 2010, sus raíces ya estaban firmes. Al atacar a unas ramitas, se sintieron los tirones hasta en el centro de Andalgalá. Todos salieron a defender su pueblo y su tierra. 

    “Es una lección que difícilmente pueden aprender las mineras,” el algarrobo le explicó al zorro. “Toda su operación se basa en pirámides: de un CEO extranjero a un puñado de capataces hasta unos cien peones; o bien, del punto de la escombrera hasta su piso ancho. Es la única forma que ven. Pero la asamblea no era una pirámide, era un algarrobo. Era un conjunto de vecinos, ninguno más imprescindible que otro. No había una cabeza para arrancar, ni un solo algarrobo que se pudiera talar. Porque la asamblea también era una articulación de una lucha que la excedía. No hacía falta haber estado meses en el árbol, pasando la palabra en la asamblea. Muchos más salieron a la calle ese día, aunque fuera sólo para dar agua a sus vecinos o curar sus heridas. Andalgalá tenía el espíritu del algarrobal.” 

    Aquel tejido de madera hecho con raíces y sangre pudo revertir la autorización de la Mina Agua Rica (alias “MARA”). Si Agua Rica se hubiera llegado a abrir arriba en las montañas, es muy probable que el agua contaminada hubiera escapado de su laguna para correr abajo por el Río Andalgalá. Y al envenenar el pueblo, la plaza hubiera quedado vacía y el oro que dormía debajo de sus baldosas desprotegido. Así la codicia también seguía el río, una pluma de contaminación que pretendía entrelazar el Agua Rica con otro complot. El proyecto de la Mina Pilciao 16, textualmente, contemplaba la indemnización de los vecinos de Andalgalá: desarraigarlos y replantarlos en otro lado, para que el camino al oro quedaría libre de raíces.

    “¿Escuchas?” , pregunta el arbol. “¿El eco de los golpes, el redoble de los pasos?”

    El zorro, luchando contra los dolores agudos en su panza, inclina la cabeza.

    “Así empieza la leyenda del árbol que caminaba. Aquí mismo en lo que antes era la plaza de Andalgalá…” 

    El zorro echa un ojo al cartel de la Mina Pilciao 16 y se acomoda de nuevo para escuchar cómo sigue.

    El tronco

    “Al caminar, los brotes se endurecieron, pero no dejaron de andar. La asamblea era su tronco y cada caminante una ramita. Como las mías, se estiraban para el cielo. Pero también se quedaban conectados a su base…”

    Había una de las ramas, una bien alta y curtida. Cuando llegaban los extraños a Andalgalá, se los mandaban derecho para su casa, unas cuadras de donde nació la asamblea. Siempre los saludaba de la misma forma, fuera periodista, investigador, viajero, hippie o asambleísta: “Bienvenidos a Chaquiago. Ya estás en el centro del universo y yo soy Dios.” Y tomaban un vino casero de su creación bajo la sombra de otro algarrobo, el del patio del Cielo. 

    Le gustaba recitar a Atalhualpa Yupanqui: “Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás.” Fue instruido como sociólogo, y en sus 75 años, tenía acumuladas dos detenciones y un sinfín de causas, culpa de su lucha. Subía los senderos inclinados de los montes sin esfuerzo, mientras contaba, bromeaba y aún cantaba. Siempre llevaban a los recién llegados a caminar: “Tenés que caminar por la tierra… Tenés que dejarte pinchar por nuestras plantas. Sólo así se entiende nuestra lucha.” 

    Irse por los montes no es la única manera en que caminaba El Algarrobo. También daban dos vueltas a la plaza una vez por semana. Al atardecer, cada sábado, las ramitas se acercaban. De a poco se trenzaban y empezaban a caminar. A su ritmo, bailando con tambores. Las ramitas del Algarrobo caminaban para ver; también para ser vistas. Al caminar, uno se despertaba y también podía despertar a los demás. 

    Otra ramita, una periodista de Andalgalá, se despertó así, caminando. Cuando llegó la Mina Bajo la Alumbrera a fines de los 90, nadie sabía cuestionarla. Era la primera mina a cielo abierto en el país. Lo que antes era llamado “montaña” se empezó a nombrar como reserva de cobre, oro y molibdeno. Este giro retórico sin embargo, no advertía que estos minerales no se encontraban físicamente aislados, sino entrelazados, mezclados con la tierra y las rocas. Para resolver ese problema se ingenió la tecnología de open pit: dinamitar la montaña y separar sus componentes con una sopa tóxica. 

    Las ramitas veían como cada día un avión salía lleno de lingotes de oro, sobrevolando Andalgalá. Mientras tanto, las regalías prometidas no aparecían. No hubo derrame de la riqueza; lo único que empezó a derramarse fue el contenido del mineroducto, que escupía “barro”: una mezcla de minerales, agua y cianuro. El río, que daba vida al pueblo más cercano, empezó a quitarla: primero llegaron los dolores estomacales, diarrea y vómitos; después la muerte de sus animales; luego el cáncer; hasta que sólo se quedaron los fantasmas. Entonces empezaron a salir los ambientalistas locos. Así los llamaban. Protestaban en contra de la mina que ya estaba – La Alumbrera – y las que podían llegar a instalarse en el futuro: Agua Rica, Pilciao 16, entre muchas más. 

    “La ramita en cuestión no participaba al principio. Era una estudiante de secundaria en ese momento – cuenta el árbol – pero un día, el algarrobo caminante circulaba y ella lo vio.”

    Sonaban los tambores, pero no del alegre vaivén de una caminata, sino un tan tan bien mecánico y seco. Desde un costado, ella miraba pasar el desfile patrio. De repente, una oleada de movimiento espontáneo le llamó la atención. Los ambientalistas locos corrían entre los que marchaban, saltando y gritando. En vez de rechazo, ella sentía un tirón. Las ramitas le extendían sus manos y ella se las agarró. Ni siquiera fue una decisión consciente. Se metió y caminó con los loquitos por primera vez. 

    Después nunca dejó de caminar. Aunque se fue lejos de su tronco para estudiar, ella seguía participando. No podía cerrar los ojos una vez abiertos. Al caminar, la ramita había visto no sólo el presente, también un hilo fibroso que entrelazaba sus memorias. Una raíz que se estiraba hacia el agua. El río era muy importante para ella. No era solo el agua que servía para tomar o regar. Tenía un valor mucho más profundo. En su infancia jugaba ahí y se refrescaba en los días calurosos del verano. Después, con los años, se convirtió en su lugar para meditar. Al dejar los dedos de los pies congelarse en el agua y estudiar cómo la luz jugaba en la corriente, podía pensar y sentir de otra forma. Entonces solo faltaba atar sus recuerdos con la necesidad de defender los cerros, donde nacen los ríos. 

    La asamblea caminaba para estrechar ese vínculo entre memoria vital y lucha por el territorio. Hicieron charlas, panfletos, recitales, teatro en la calle, murales y más. Poco después de la primera represión nació la radio comunitaria. Para romper el cerco mediático, los vecinos empezaban a tirar semillas, a través de las transmisiones aéreas. Hacían varios programas semanales desde el predio de la asamblea, custodiado por el mismísimo árbol-hermano que ya daba más sombra que en su infancia.

    También sembraron semillas caminando. Los que antes eran brotes ya llegaron a ser ramas, que se preocupaban por los próximos brotes. Uno de ellos arreaba a un grupo de sus estudiantes al lado del río. Guiaba pero también dejaba que tocaran y jugaran. Pasaban el día caminando los cerros con expertos en historia, plantas, y aves. Así, los chicos nutrían sus propias raíces. 

    “Porque no puedes proteger lo que no conoces – explicó el algarrobo al zorro – si el caminar te hace despertar, el despertar después te hace seguir caminando. Escuché desapercibido cuando la ramita alta y curtida les contó a sus invitados la diferencia entre caminar y esperar:

    _No uso la palabra esperanza. La odio. Es de la religión eso de esperar, esperar un milagro. Esperar para que uno haga algo por vos, el gobernador, los políticos, Dios. Nunca me pasó un milagro, ¿a vos? Te morís esperando un milagro… no, no, esperar no. Hay que caminar…” 

    Muchos eran los que elegían caminar. Aunque el número de asistentes en la plaza fluctuaba según la gravedad del momento, los defensores de los cerros caminaban por todos lados. Estaban en las escuelas, en la cancha, en las juntadas de amigos y en la iglesia. Siempre estaban para dar una mano el uno al otro, si era apoyar a uno que perdió el trabajo o si había que encontrar una mascota perdida. Para muchos, la cosa más linda de la lucha eran las ramitas que habían conocido caminando juntos. 

    Ahora algo llama la atención al hocico del zorro. Algo en una corriente del viento, un cambio tan leve que no puede discernir qué promete. Se queda atento, tanto a la brisa como al cuento.

    Las hojas

    “Las historias no siempre son de alegría, unión y éxito- dice el árbol –  lo que da dimensión a los cerros, mientras uno camina entre ellos, también son las sombras. Y la asamblea, que caminó tantos años, también pasaba a veces por la oscuridad. Incluso, a veces son las mismas hojas que tapan la luz para las demás.”

    Las corporaciones sí sabían cómo esperar. Si encontraban trabas en un proyecto, hacían crecer su capital en otro lado del mundo, esperando que los caminantes se cansaran. Siempre volvían después para intentar otra vez. Y así fue en Andalgalá: a pesar de que la autorización de Agua Rica se había quitado en 2010 y que el Concejo Deliberante había prohibido la megaminería en la cuenca del río en 2016, encontraba un punto débil institucional y lo presionaba. En el medio de la noche el 28 de diciembre de 2020, la Corte Suprema de Catamarca declaró inconstitucional la prohibición y a las pocas horas de la madrugada empezaron a subir las máquinas al cerro. A diferencia del acampe de 2009, en el que pudieron prevenir y evitar la subida, esta vez el algarrobo caminante llegó tarde. Aunque la respuesta fue multitudinaria, las máquinas ya habían ocupado el territorio y todo se volvió más difícil. Así la pueblada que vino después expresó la desesperación y enojo. En la caminata número 584, incendiaron la sede de la empresa minera.

    “Las llamas son bien complicadas, – murmura el algarrobo – tendría que encontrar un árbol mucho más sabio que yo para que le diga que puede ser un bien. Capaz que le diría que hacen revivir al bosque… Destruir para renacer. Pero nadie se quiere quemar, nadie…”

    Quizás fueron infiltrados. O jóvenes enojados. O un acto de Dios. Quedaron muchas versiones. Lo cierto es que el poder sabía manejar el incendio. A pesar de tener cientos de policías cerca, dejaron que las llamas consumieran casi todo. Y después se tomó licencia para reprimir. Empezaron los allanamientos y las detenciones de asambleístas, sin pruebas. Lo que más lastimaba, además de los golpes, era tener que esperar. Esperar en la casa para la posible llegada de las pisadas de la policía. Esperar la notificación del celular de otro compañero detenido. Esperar en la celda para una liberación qué tal vez no venía. Y después de 14 días así, seguir esperando la resolución de las causas interminables. 

    “Escuché tantas historias relatadas bajo mis ramas – le cuenta el algarrobo al zorro – de triunfos, alegrías, nuevos lazos y aprendizajes; pero también de mentiras, celos, contiendas, y de violencia. Una de esas casi me quebró.”.

    Estaban bañadas en el sol de la tarde, cuando de repente pasó una sombra. Y brotaban palabras, viscosas como el bitumen, que después salían a chorro, imposibles de contener. La ramita contó sobre algo que le pasó mientras militaba. Alguien allí había abusado sexualmente de ella. Una herida de hacía años, tantos que era otra la asamblea, otros tiempos también. Pero la cicatriz todavía dolía. Filtraban las palabras que en su momento no se pudieron decir. Nunca hizo una denuncia, según ella le pidieron que no la hiciera.

    Desde su perspectiva, priorizaron la reputación de la asamblea por sobre una discusión por violencia de género. ¿Pero cómo se podía defender la tierra y aceptar el abuso? Entonces la unión no era la misma cosa que la coherencia y la coherencia podía ser sacrificada para la unión. Y si no se puede debatir esa contradicción abiertamente, las violencias pueden quedarse adentro también.

    “Las historias importan – dice el árbol – no por una verdad absoluta, sino por cómo se cuenta y a quienes… Lloramos todos ese día, lágrimas de savia.”

    Las semillas

    Un árbol que camina a veces tiene que buscar distancia – dice el árbol al zorro –  al alejarse, me han contado, todo se achica menos las montañas…”

    Todo bicho tiene plaga. Al fin y al cabo, la vida es una marcha de seres que alegremente se comen uno al otro. Pero caminar no es marchar. Se puede reducir la velocidad. Pensar. Hablar. Y las asambleas se han demostrado capaces de asumir el diálogo: trabajando sobre las diferencias, encontrando la fuerza en el conflicto. Porque si no, el costo es altísimo. Tu plaza puede convertirse en mina. 

    Entonces, cuando el enemigo externo es tan grande hay que cuidar cada ramita, especialmente las más vulnerables. Cada raíz ayuda a que la lucha quede anclada a la tierra. Las corporaciones no son buenas estudiantes de lo vital; aun cuando cavan profundo encuentran un límite. Se puede talar un algarrobo, se puede separar un árbol caminante de sus piernas. Pero no hay forma de sacar sus semillas. Acurrucadas en la tierra, saben exactamente la hora en que deben salir.

    El algarrobo nota que el zorrito está perdiendo su batalla. El agua le ha hecho daño. Lo tapa con sus ramitas para que no tenga que mirar más al Pilciao 16, por lo menos. Le dice: 

    “Había una investigadora que buscó reparo así como vos en mi cobijo. Pasó mucho tiempo acá pensando. Y un día me hizo una confidencia. Me contó: ‘solo pasé 6 semanas aquí en Andalgalá, pero fue también una vida. Compartí caminatas, comida, vino y fuego con personas que amo mucho. Formaba rutinas, caminatas y trotes en los cerros, lugares preferidos para comprar. Probé el mejor dulce de membrillo del mundo. Sentí el amor, por la tierra, por las personas y también el desamor, enojo y tristeza. Me encontraba yendo a la orilla del río mil veces para buscar consuelo y claridad. Ahí sentada, mirando a sus remolinos, pensé en la facilidad irrisoria que tenemos para echar raíces. Y la increíble dificultad después de arrancarlas. Me sentía un injerto yanqui en Andalgalá, como los membrillos en los troncos de pera…’ La investigadora hizo una pausa y después concluyó: ‘Y aunque uno va lejos, las raíces tiran…’” 

    Cómo muere una leyenda

    El final del zorrito es también el cierre de esta leyenda, la del algarrobo caminante. Como cualquier mito tiene una relación medio retorcida con la verdad. La Mina Pilciao 16 todavía no llegó a instalarse, ni la de Agua Rica (alias MARA). Pero Bajo de la Alumbrera , todo el desastre que produjo y las luchas que resistieron. Ese algarrobal es real. Todas sus ramas y personas, cientos de personas que defienden la tierra, siguen bien plantadas en Andalgalá hasta el día de hoy. Pero si llega a instalarse la mina, la leyenda anticipa la siguiente conclusión:

    Mientras el algarrobo termina la historia, los últimos respiros traquetean el pecho del zorrito. La pequeña luz que lleva adentro chisporrotea. Cierra los ojos y hace saber su última voluntad, que no es tanto un deseo, sino una eventualidad inevitable que sólo pide que apure a cumplirse: que todos los ríos vuelvan a su cauce

    No es que la llama del zorro se apague, no. La chispa sale de su cuerpo y entra a la tierra. Ahí no se queda quieto. Al contrario, se empieza a quemar abajo y crecer. Toca a los vestigios de los árboles cortados, cuyas ramas fueron talladas mucho tiempo atrás, pero cuyas raíces quedaron inamovibles en el suelo. Reciben el mensaje y también lo transmiten: ha llegado la hora. 

    Se prende fuego uno por uno, inmolaciones en concierto que tiene el efecto paradójico de largar las gotas de agua que han tenido resguardado por años. El agua empieza a calarse, a filtrarse para arriba, tiñendo el polvo marrón con una mancha lodosa. Y cuando el incendio llega al corazón de las montañas (las que siguen de pie), el agua acurrucada en grandes reservas en sus fisuras y grietas empieza a hervir. Como una olla tapada, los cerros no aguantan la creciente presión del agua que quiere salir a toda costa. Irrumpe con fuerza, con los gritos contenidos de miles de seres. Tumba por la cara de la montaña como un llanto, llevando puestas las instalaciones de las minas y borrando sus caminos.

    Al llegar a lo que antes era Andalgalá, no entra por donde fue desviado hace todo esos años para esquivar el centro, no. Va a su cauce de antes, con la alegría salvaje de un ser liberado. Así, llena el open pit, que antes era el Pilciao 16, que antes era (y, con suerte, todavía es cuando leas esto) la plaza de Andalgalá. Las cascadas de agua, el viento, los remolinos de tierra, todos se unen en una caminata primordial.

    La entrada La leyenda del algarrobo caminante se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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