Sobre la designación y la no designación de Martín Betancour como responsable del área de cultura en Villa Regina.
El intendente reginense Marcelo Orazi confirmó mediante un posteo en redes que Martin Betancour no iba a asumir el cargo de Secretario de Cultura de la ciudad, luego de corroborar la sentencia firma del Ministerio de Educación de exonerarlo de la docencia por haber incurrido en la falta de falsificación de documentación para poder ejercer la profesión.
La partida de Silvia Alvarado como secretaria de desarrollo cultural de la provincia dejó la Dirección de Cultura sin responsable a cargo, la designación de Martín Betancour quien es referente cultural y nexo con el secretario de estado de cultura de la provincia Ariel Ávalos en la región causó revuelo en la sociedad reginense, tal es así, que al igual que para la Fiesta de la Sidra, el ejecutivo reginense dio marcha atrás y desistió de la designación. En esta ocasión a diferencia de la primera mencionada, el PEM actuó un poco más rápido.
Los motivos por los cuales se dio marcha atrás a la decisión tienen que ver con la exoneración de cargos en docencia por simular la acreditación de idoneidad constituyendo una estafa dentro del Consejo Escolar Provincial de Educación (en término cotidiano, falsificar documentación). De más está decir que es acertado recular en la decisión y dejar atrás a Betancour.
Resoluciones de la Junta de Disciplina Docente
Pero, ¿por qué se incurre en un error tan grosero?
Sobre el tema comentó Ariel Oliveros secretario de coordinación de la ciudad que lo que movilizó al intendente a elegir a Betancour es el nexo directo con el Director de Cultura Ariel Ávalos, ya que Betancour es (o era) el referente cultural de la zona, “parte de su equipo” dice el mismo Betancour en un posteo. Que la decisión fue tomada en conjunto y que sonaban 3 o 4 nombres más, pero como mencioné, la línea directa con el responsable provincial de cultura marcó la diferencia.
Muchos se preguntaron en qué consiste el trabajo que realizaba Betancour como parte del equipo de Ávalos, ¿qué trabajo debía hacer como referente?Laburo de territorio: gestionar actividades, contactarse con artistas, organizar eventos, interiorizarse sobre las problemáticas culturales. En este sentido Betancour tiene sus adeptos y sus detractores.
Pero también la designación se puede pensar a la inversa, que es la otra información que manejo y en lo que respecta a política y deba descreer de lo que dice el Intendente en su comunicado, es hasta común. La designación ya estaba digitada desde provincia eligiendo a un hombre de confianza de “allá” y no de “acá” como dice su slogan. Porque cuando hablamos de territorio provincial, “acá” no es Viedma, “acá” es Regina.
De ser así el ejecutivo local se come un garrón por agachar la cabeza y aceptar, inclusive sabiendo de la situación en Educación ya que todo el sector cultural estaba al tanto de esta situación, es imposible que el ejecutivo desconozca. Doble error, por eso es tan grosero.
La sociedad expresándose en redes fue suficiente para exponer esta situación y hacer que el ejecutivo salude a Betancour mirándolo por el retrovisor. Artistas locales, el arco opositor aglomerado en el Frente de Todos y también el Concejo Local de la Mujer se expresaron al respecto, este último agregando que Betancour fue deudor alimentario entre los años 2014 y 2021, siendo que en Villa Regina mediante la Ord 43/21 ser deudor del REDAM (Registro de Deudores Alimentarios Morosos) es un limitante para ocupar cargos públicos.
Desde el ejecutivo se sabía que la deuda alimentaria había sido subsanada, por lo que no era para ellos un limitante al momento de ocupar el cargo.
El Art. 5 de esta ordenanza define cuales son los trámites y actos administrativos que no va a poder llevar adelante el deudor
a) Obtención y/o renovación de licencia de conducir. b) Obtención de permisos de todo tipo. c) Obtención de concesiones para la explotación comercial o la prestación de servicios. d) Obtención de habilitaciones comerciales y/o industriales. e) Cambio de titularidad en la habilitación de una explotación comercial y/o industrial. f) Inscripción como proveedores municipales. g) Inscripción para acceder al otorgamiento o adjudicación de terrenos o viviendas sociales. h) Designación de agentes y funcionarios municipales
En la mayoría de los casos otorga un tiempo para regularizar la situación.
Si bien sabemos que el cargo de Director cultural es político y se define por muchas variables que a veces no implican primordialmente la capacidad e idoneidad de la persona para dicha responsabilidad, nos atrevemos a pensar, ¿por qué no?, en que el cargo se ocupe mediante un concurso o al menos bajo la demanda del ejecutivo de una presentación de un plan de gestión, que en este caso cuenta con menos de dos años hasta las nuevas elecciones municipales del 2023. Un plan que debiera adaptarse a políticas culturales de Estado que corten transversalmente las distintas gestiones. Ok, ¿es demasiado? Bueno. Que por lo menos tenga un plan de gestión y trabajo cultural a seguir.
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Con la decisión tomada y la búsqueda de nuevos perfiles desde el ejecutivo, ahora la cuestión es otra y la pelota la tienen en provincia: ¿Betancour va a retomar su cargo provincial habiendo incurrido en una estafa al concejo provincial escolar?.
Mañana jueves 17, de 10:30hs a 12:00hs, en el Salón Comunitario del Barrio Santa Rita, se realizarán inscripciones para castración. La semana entrante, se comunicarán con cada uno de los anotados, para coordinar día y horario del turno. #ReginaResponde#OraziIntendente#VillaRegina#Castración Difunde esta nota
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Pablo Enrique Penchaszadeh no llama al jefe científico de la expedición marina más viral de la historia argentina por su nombre completo. Le dice, simplemente, Dani. Enseguida agrega: Daniel Lauretta, con doble t, bien pronunciada. Porque es evidente que, además de mucho cariño, le tiene un profundo respeto y todo el tiempo resalta su capacidad de “leadership”.
Pablo tiene 81 años, aunque no los aparenta. Sonríe en todas las fotos y siempre usa boinas o gorras, por debajo de las que escapa su pelo blanco. Está, junto a un equipo de investigadores del CONICET, a bordo del R/V Falkor (too), un buque de investigación oceanográfica del Instituto Schmidt Ocean que recorre el cañón submarino de Mar del Plata. Cuando le preguntan cómo llegó a la expedición Talud Continental IV, su relato comienza en 1960, cuando tenía 16 años:
—Ingresé a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA a estudiar Biología, que era mi pasión desde chico. Siempre me gustaron los animalitos, iba a pescar, me gustaba el mar.
“Los animalitos”, dice Pablo, que es doctor en Ciencias Biológicas y dirigió las tesis doctorales de once de los treinta científicos que participan de la exploración. Aunque no es ese el único motivo por el que está en el barco.
Sus logros son muchos y variopintos: fue becario de la UNESCO para estudiar en Dinamarca; trabajó como investigador asociado en el Instituto Interuniversitario de Biología Marina de Mar del Plata; durante la última dictadura cívico-militar se exilió en Caracas, Venezuela, donde siguió dando clases e investigando; escribió alrededor de 200 artículos científicos; formó parte del Comité Editorial de la revista de divulgación Ciencia HOY; y compiló el libro Exactas exiliada con historias de científicos que, como él, debieron irse del país después del golpe.
—Los chicos no duermen. Yo tampoco. Muchas veces hay mar de fondo y el barco parece una cascarita de nuez en el océano —dice, preocupado, desde una de las salas-laboratorio del Falkor, donde una docena de personas estudia con microscopios los animales extraídos a más de dos mil metros de profundidad.
En 2009, Pablo fue el jefe científico de una expedición del CONICET a bordo del buque ARA Puerto Deseado, que hasta ese año había sido utilizado por la Armada Argentina. La embarcación era apenas más chica que el Falkor, pero usaba redes de pesca para recolectar especímenes del lecho marino. Esta misión precedió a Talud Continental I, II y III, las experiencias previas a la que hoy se transmite en vivo por YouTube. Todas las expediciones fueron necesarias para reunir suficiente información para publicar más de 60 papers y así presentar el proyecto al Instituto Schmidt Ocean, una institución privada sin fines de lucro que promueve la investigación, el descubrimiento y el conocimiento oceanográfico.
—Nunca se nos hubiera ocurrido poder acceder a un barco que permitiera hacer lo que estamos haciendo en este momento. Es raro mirar directamente, con los ojos de un robot, cosas que están a 3 mil metros de profundidad —reflexiona Pablo, y se sorprende igual que cientos de miles de personas que miran las transmisiones. El vehículo operado de forma remota al que hace referencia se llama (ROV) SuBastian. Al igual que el nombre del barco (Falkor) y de los botes salvavidas (Atreyu y Auryn), todos hacen referencia a La historia sin fin.
El robot pesa 3.200 kilos, más que una camioneta. Está conectado al Falkor mediante un cable umbilical fuerte y flexible que le provee electricidad. Además, le permite enviar las imágenes del fondo marino a la sala de control, una habitación con paredes cubiertas de pantallas y escritorios con computadoras. Allí se encuentran las dos personas encargadas de hacer las maniobras subacuáticas: una es la que desplaza la nave y otra responsable de los movimientos del brazo mecánico, conocido en redes sociales como “la garra”. Los conductores de SuBastian son personal especializado del Instituto, pero los científicos del CONICET determinan su rumbo, qué especies deben ser recolectadas y hacia dónde apuntar la cámara.
A Pablo le da pena que este evento canónico se esté usando por algunos “para ningunear a la ciencia”. No lo dice, pero probablemente esté pensando en los tweets de influencers y medios libertarios, como el Gordo Dan o La Derecha Diario, que tildan a la expedición de “operación psicológica ambientalista diseñada para bloquear la explotación de los recursos naturales”. Con “recursos naturales” se refieren al petróleo y a un debate que se dio con fuerza en 2022 donde grupos ambientalistas efectivamente buscaban frenar la exploración offshore en Mar del Plata. No hay que olvidar que Guillermo Montenegro, intendente de General Pueyrredón —y hoy candidato a senador bonaerense por La Libertad Avanza—, presentó un recurso de amparo que acompañaba el reclamo.
A favor o en contra de la exploración de pozos petroleros en el Mar Argentino, el objetivo de este viaje es otro. Las y los investigadores buscan estudiar el impacto humano en un hábitat marino poco explorado, además de la biodiversidad de la zona y temas como la reproducción y biogeografía de especies profundas, el ADN ambiental, el carbono azul y la dinámica de los sedimentos.
—Al Instituto lo que más le interesa es la divulgación científica, por eso está el streaming —explica, desde el buque, Gregorio Bigatti, doctor en Ciencias Biológicas e investigador principal de CONICET en el Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR).
Gregorio confiesa que, en un comienzo y por falta de costumbre, al equipo le incomodaba la idea de tener que compartir en vivo toda esta experiencia. Pero cuando vieron que el canal de YouTube no superaba las 200 vistas por transmisión se les encendió su veta competitiva. Pensaron en llamar a abuelas, tíos y amigos para que se conectaran a la transmisión y así romper sus pequeños records. No hizo falta. Un solo tweet del periodista y streamer Marcos Aramburu viralizó la expedición entera. “Es lejos la mejor transmisión de streaming de la historia”, escribió.
Pero el éxito posterior es de las y los investigadores que se sintieron cada vez más cómodos con su rol de locutores submarinos. Nadia Cerino, por ejemplo, es una bióloga marina especialista en corales que se convirtió en una de las comentaristas preferidas de la audiencia. En el chat de YouTube personas preguntan por ella, esperan que llegue su turno (el nocturno), le agradecen la pasión con la que comparte su conocimiento y la apodaron “Coralina”: ese es el nombre de su nueva cuenta de Instagram.
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En los streamings que hacía, hasta el momento, el canal del Schmidt Ocean se hablaba en voz baja y con una seriedad de ciencia. “Nosotros no duramos ni 20 minutos haciendo eso. Esto parece una cancha de fútbol”, cuenta Gregorio sobre la naturalidad con la que se hicieron cargo de la tarea. Efectivamente, el chat de las transmisiones no se detiene nunca; ellos son los jugadores y miles de personas alientan desde la tribuna. “Aguante los científicos argentinos, el Mar Argentino, el Papa argentino y el Diego”, agita uno. Mientras algunas transmisiones superan el millón de visualizaciones y en los chats se lee “aguante el Conicet” y “aguante las universidades públicas”, 4.148 empleos en ciencia fueron recortados entre diciembre de 2023 y marzo de 2025, según datos del grupo Economía Política Ciencia. El 42,2 por ciento de ese subtotal eran trabajadores del CONICET.
Ignacio Chiesa está sentado de espaldas a uno de los portillos del barco, tiene los auriculares puestos y charla con Alejandro Bercovich en Radio con Vos sobre la importancia de esta expedición. Es investigador del CONICET y trabaja con crustáceos anfípodos marinos, unos bichitos semi transparentes que se enroscan sobre sí mismos con patas y antenas diminutas. Cuenta que está viviendo un cuento de hadas, pero que la situación de la ciencia en Argentina es compleja y ahí su voz se quiebra. Se emociona cuando dice, por partes y como puede: “Ganamos este concurso internacional porque se invirtió mucha guita en nuestra formación”.
Durante esta misma semana, otra de las investigadoras que se dedica a trabajar con caracoles que contienen un veneno utilizado en anestésicos para pacientes oncológicos vio desde arriba del barco cómo su beca doctoral se terminaba y no era renovada. Según explican sus compañeros, la investigación de la biodiversidad marina no entra dentro de los temas estratégicos para este gobierno. En el chat de YouTube, los usuarios le pedían su cuenta bancaria para hacer una “vaquita” y cubrirle la beca.
Esa es la gran paradoja de este momento. El entusiasmo popular y los descubrimientos maravillosos que ha generado la expedición ocurre al mismo tiempo que avanza el desmantelamiento del sistema científico argentino. Es como una variante de la famosa escena de Mejor Imposible donde el personaje de Greg Kinnear intenta consolar a Jack Nicholson, que le contesta angustiado: “Yo me estoy ahogando y tú me describes el agua”.
Para Gregorio Bigatti esto es un problema grave. “La posibilidad de hacer esto viene de la inversión que se hizo en los últimos 40 o 50 años en nuestro país, pero con el material que estamos recolectando acá tenemos por lo menos para 10 años más”. Pablo Penchaszadeh, su maestro, quien vio de primera mano la fuga de cerebros en el país, dice que se trata de una cadena muy fina que se puede romper con facilidad.
Cuando habla, Pablo lo hace a través de máximas. “La ciencia es colectiva o no es”, “si la ciencia no es divertida no es ciencia”, “a los barcos del CONICET suben todos”. No se cansa de resaltar el lugar de los investigadores en estos viajes. Cuando se obtuvo el buque Puerto Preciado para recorrer el cañón submarino de Mar del Plata en 2009 invitó a participar a especialistas de distintas instituciones que trabajan con el mar, algo que se repite en esta oportunidad.
Aunque hoy resulta más habitual ver viajes al espacio que al fondo del mar y solo se conoce alrededor del 5 por ciento de los océanos, el enamoramiento de Pablo y el equipo hace desear que exista cada vez más divulgación sobre la vida bajo el agua. Desde niños que preguntan por el chat qué estudiar para tener ese trabajo, hasta adultos que se plantean faltar al suyo para seguir mirando la transmisión.
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—Y entonces, ¿por qué estás pintando en el barco?
Pablo se acomoda en la silla y se dispone a explicar. La historia dice así: para poder abordar el RV Falkor Too el equipo científico debía someterse a una prueba de supervivencia en el mar, que implicaba saltar de un trampolín de 3 metros, mover balsas y resistir horas en el agua. A sus 81 años, Pablo estaba seguro de que no lo lograría y su médico le confirmó la intuición. No podía subir al barco porque no podía pasar el examen físico. El duelo fue duro, porque se trataba de una oportunidad única. En esta expedición iban a tener disponible una tecnología de punta nunca antes utilizada en la región y muchos de sus discípulos iban a formar parte.
Pero Daniel Lauretta, Dani, el jefe científico, encontró una cláusula en el contrato: el Schmidt Ocean impulsaba la participación de artistas en estos viajes de investigación. Y ahí lo presentaron a Pablo como candidato, porque hace más de sesenta años que dedica su tiempo libre a la pintura, una pasión que sostuvo a la par de su vida académica, primero en talleres de artistas locales, y luego en su casa de Venezuela.
En una primera instancia lo rechazaron y eligieron a otra persona. Otra vez el duelo, otra vez no poder creer que se iba a perder la oportunidad. Pero finalmente, un mes antes de embarcar, y sin explicaciones, recibió un segundo mail: “Felicitaciones, te elegimos para ser artista a bordo”. Y, como dice él, la felicidad fue total. Ahora sus óleos se desparraman en uno de los escritorios blancos del buque, junto a papel de diario, pinceles y potecitos con líquidos de colores.
Pablo está cumpliendo un sueño por el que trabajó toda su vida. Apoyado en una silla, con las manos juntas sobre su boca, mira las pantallas. Contempla con una actitud de admiración hacia esas imágenes y hacia el trabajo de sus colegas. Dice que no puede creer lo que ve y el orgullo se le desborda. Enseguida se ofrece a compartir unas fotos, que no son simplemente fotos, sino “fotos increíbles” de las cosas que a él le gustaron. Y luego concluye: