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¡QUE SE VAYAN TODOS!

¡Já, te agarré! –o no– ¿Andas con ganas de leer algo que refuerce ese sentimiento, esa idea que te da vueltas?, ¿qué pensaste cuando leíste el título del texto?, ¿pensaste en un grupo de personas que detestan ciertos poderes?, si pensaste en eso ¿no te detuviste a pensar que en realidad la frase no dice qué o quiénes deben irse? Es preocupante, pero esas cuatro palabras: “que se vayan todos”, tienen un significado que nos remite de manera automática a una imagen determinada. Además, contiene cierta carga de ese sentimiento que conocemos como odio. Esa carga de odio que tiene esta frase y tantos otros “latiguillos”, – también ciertos discursos– se han ido instalando en la comunidad desde hace tiempo. De todas formas, el odio ha sido una herramienta bastante útil para ciertas personas y utilizado durante toda la historia de la humanidad. Se han ganado elecciones, se han ocupado puestos de poder, se han formado ideologías, dogmas, doctrinas, a través de esos discursos. Y realmente, los únicos beneficiados por esos “speeches” son los que llegan a esos lugares, mientras que el resto sigue reproduciendo y fomentando esa postura sin obtener nada a cambio, más que eliminar al enemigo de forma violenta. Porque el odio trae violencia y obstaculiza al argumento, prohibiendo el paso de todo aquello que tenga una pizca de sentido.

Una vez marcada esta cuestión, me permito concluir que estos discursos se han masificado de forma incontrolable en estos tiempos. Ello debido a los medios de comunicación, a internet, en fin, a la manipulación del pensamiento individual y colectivo. Vemos como los grandes canales, radios y redes sociales se infestan de odio, de insultos, de falta de argumentación, de datos objetivos. Llevando a formar un espiral que parece que nunca se va a acabar.

Un asunto que también es preocupante es esa idea de que “lo que se diga en las redes sociales no es peligroso porque queda ahí, no pasa a lo fáctico”. Pero considero que esas manifestaciones son ideas, son los cimientos y tarde o temprano –espero que nunca– se pueden concretar en hechos.

Ahora bien, al misántropo de turno no le interesa porqué odia, ni cuáles son los fundamentos –que las más de las veces no existen–, sólo quiere odiar y exteriorizarlo. Lo que hoy odia, mañana lo puede amar. Y lo más gracioso es que nunca se da cuenta de que entra en contradicción cuando eso sucede. Por eso puedo decir que el odio es una moda. “¿Cómo no voy a postear esto en Facebook si todo el mundo lo está haciendo?”, “tengo que pensar igual, tengo que poner lo mismo que están poniendo todos, lo que dicen los diarios, lo que dice la tele, la radio. Si no lo hago van a pensar que soy el enemigo ”.

Más gracioso aun es que cuando se reclama, por ejemplo, por la libertad, se hace con un discurso que carece de libertad en sí. Quiero decir que la libertad física por la que se reclama muchas veces, es una de las tantas manifestaciones de libertad. No olvidemos que existe la libertad intelectual, la ideológica. La que me permite reclamar por mis derechos desde una postura sin ataduras externas que no tienen sentido, que tienen carencia de argumentación, que son falacias, que me convierten en el peón del rey sin discurso al que le hago el caldo gordo, al que le hago ganar una elección y que después me deja sin libertad y sin otros tantos derechos fundamentales, pero soy feliz por derrotar al enemigo. ¡Já!

En fin, considero que esas ataduras y ese moldeado ideológico no construyen nada. Es más, contribuye a que nos odiemos entre nosotros y nunca lleguemos a lograr lo que tanto buscamos.
Gracias a no se qué o quién, nunca seguí las modas, pero a esta del odio y a sus seguidores podría decirles:

¡QUE SE VAYAN TODOS!

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    Y como tantas veces puso el dedo en la llaga del futuro nacional, pues la pretensión del gobierno de dar de baja estas disposiciones que son un norte en nuestro modelo de país, no hace sino mostrar la perversidad de un gobierno que ya, sobradas pruebas hay, nos quiere brutos e ignorantes.

    1) El 6% del PBI para educación

    Qué dice la ley:

    La Ley de Educación Nacional (Ley Nº 26.206, sancionada en 2006) establece como obligación que el gasto del Estado (nacional, provincias, Ciudad) destinado a educación no sea inferior al 6% del Producto Bruto Interno (PBI). Es más, a fines de 2023 el Ministerio de Educación presentó un proyecto de “Ley de Financiamiento Educativo” que proponía aumentar la inversión educativa de un piso del 6% para llegar al 8% del PBI hacia 2030. La idea básica de este índice: mejorar infraestructura, calidad, días efectivos de clase, inclusión, etc.

    2) La inversión progresiva en ciencia hasta llegar al 1% del PBI

    Qué dice la ley:

    La Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación prevé un aumento progresivo del presupuesto para ciencia y tecnología para que para el año 2032 alcance al 1% del PBI. Estamos hablando de un sector trascendental para el desarrollo de la nación y, que durante la gestión Milei, sufrió innumerables ataques y recortes en áreas científicas, problemas de ejecución presupuestaria, falta de recursos para proyectos, infraestructura, etc.

    3) El Fondo Nacional para Escuelas Técnicas

    Qué es:

    Hay una normativa ligada a la educación técnico-profesional que obliga al Estado Nacional a destinar un piso mínimo al Fondo Nacional para la Educación Técnico Profesional. En la Ley de Educación Técnico Profesional (Ley 26.058) se establece que ese fondo no puede ser menor al 0,2 % de los ingresos corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado del Sector Público Nacional. De producirse su eliminación, las escuelas técnicas quedarán particularmente afectadas: por maquinaria, infraestructura, capacitación docente, conexión con la industria. Dejar sin efecto o suspender este tipo de obligaciones legales debilita la previsibilidad para esas instituciones, y afecta a regiones menos favorecidas.

    4) Inversión progresiva en defensa nacional (FONDEF)

    Qué dispone la ley:

    El FONDEF es el Fondo Nacional de la Defensa, creado mediante la Ley Nº 27.565 (2020). Establece que ese fondo es de afectación específica para financiar el proceso de reequipamiento de las Fuerzas Armadas, mediante recuperación, modernización o incorporación de material. Los criterios para uso de los fondos incluyen promover la producción nacional, innovación, fomento de proveedores locales, I+D en defensa, etc.

    El debate está en marcha y, va siendo hora, hay que decidir qué modelo de país queremos.

     

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