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Para visitar: ‘Stand de las artes reginenses Benedicta Cipollletti’

La Dirección de Cultura de la Municipalidad de Villa Regina invita a visitar el ‘Stand de las artes reginenses Benedicta Cipolletti’ que quedará inaugurado mañana sábado a las 19 horas en el predio del Consorcio de Riego.

Este espacio, coordinado por el Museo Felipe Bonoli, continuará el domingo y se realizará durante cuatro fines de semana consecutivos.

Allí se podrá encontrar: Mi ciudad en poesía, Antología reginense, imágenes para colorear de monumentos y obras de artistas, bibliomóvil con libros de nuestra historia, rincón de lectura, referencias históricas y máquinas de escribir, exposición de obras de arte y museo móvil.

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  • ¿Por qué funciona el discurso anticomunista?

     

    En la campaña electoral de 2023, los gritos vehementes de Javier Milei denunciando el “zurdaje comunista” generaron incredulidad y hasta risas. ¿A quién le hablaba?, ¿a quién convocaba con ese discurso antiguo? pensamos muchos. Un asombro similar produjeron las declaraciones de Donald Trump, que en 2019 denunció el “Green New Deal” (la propuesta de un nuevo acuerdo ecologista) como “un Caballo de Troya para el socialismo en Estados Unidos”. Más lejano aun pudo parecer el lema “Comunismo o libertad” usado en la campaña electoral de 2021 por Isabel Díaz Ayuso, la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Y desde luego, está el caso de Jair Bolsonaro, uno de los pioneros en reavivar la tradición anticomunista. Hasta hace poco tiempo, en su dispersión y heterogeneidad estas menciones podían parecer trasnochadas o anacrónicas, dada la desaparición del horizonte del comunismo soviético. Sin embargo, esos candidatos han llegado al poder. Entonces: ¿trasnochados ellos o ingenuos nosotros?

    Estos líderes forman parte de una lista más larga de quienes, con mayor o menor vehemencia, reclaman contra la conspiración comunista, socialista o colectivista que aqueja al mundo. De la ecología a las políticas de género, de los impuestos al cuidado humanitario de inmigrantes, o la educación sexual, hoy muchas de las causas y valores de la renovación de la cultura democrática de las últimas décadas han sido tachados de comunistas, como un avance totalitario y opresor. En el caso de los sectores ultraliberales, la educación y la salud públicas –y todas las políticas redistributivas o progresivas– son consideradas nuevas formas de comunismo. Así, la gran familia de las nuevas derechas parece estar viviendo otra vez la Guerra Fría, más cerca del delirio paranoide que de algún enfrentamiento real con opciones anticapitalistas.

    ¿Anacrónico?

    El primer dato a considerar es que el anticomunismo de estos líderes no es una novedad; tiene una larga historia de persecución política y pensamiento conspirativo que atraviesa todo el siglo XX de Occidente y que se remonta incluso a décadas anteriores a la Guerra Fría, al menos hasta la Revolución Rusa de 1917. Lo mismo sucede con la historia de estas derechas: la novedad que representan tiene profundas raíces en la historia del conservadurismo y el nacionalismo de cada país y a escala global (1). Por tanto, el anticomunismo es tan antiguo como la historia de las derechas que hoy tratamos de entender. Pero esto no significa que el fenómeno actual sea la mera continuidad de ese pasado o que pueda pensarse como la simple reverberación del fascismo de entreguerras. Hay en las derechas radicales una novedad indiscutible en la manera en que disputan sus intereses bajo el juego político de la democracia liberal, al mismo tiempo que la socavan por dentro, tal como han señalado agudos observadores (2). ¿Cuál es la novedad de su anticomunismo? ¿Por qué y para qué movilizar imaginarios en apariencia old fashioned, especialmente para las jóvenes generaciones a las que se dirigen?

    Se suele decir que el anticomunismo es un discurso anacrónico, en un mundo donde, desde la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991) el comunismo no existe más como opción política. Por esa razón, el componente antimarxista de las nuevas derechas suele ser relegado como un dato más de una retórica florida. Esta perspectiva tiende a descartar el problema, considerando como una mera estrategia discursiva al elemento ideológico que organizó buena parte del conflicto político del siglo XX. La dificultad reside en entender “comunismo” en términos geopolíticos literales, como si solo se refiriese al mundo soviético, a los partidos comunistas en Occidente o a la defensa de un modelo anticapitalista. Y tal vez ese no sea el ángulo más productivo para pensar el problema. La pregunta es, más bien, otra: ¿qué están diciendo cuando dicen “comunismo”, y qué potencial político tiene hoy volver a movilizar este término?

    Feminismo, género, diversidades sexuales, raciales o religiosas, educación sexual, cambio climático, migraciones, islamismo, redistribución del ingreso, protección de las minorías y de los sectores sociales más vulnerables… La lista de ideas, proyectos o sujetos tachados de “marxismo cultural” o “socialismo” –según las declinaciones de cada profeta– muestran, de una punta a la otra del mapa global, que “comunismo” designa hoy los valores del llamado mundo “progresista” de las últimas décadas (“woke”, en su versión despectiva). En otros términos, el anticomunismo es una declinación a la antigua del actual antiprogresismo, con la diferencia de que hoy la disputa se produce dentro del capitalismo y con variaciones muy relativas. Sin embargo, en esas variaciones relativas, que parecen marginales dentro del capitalismo, se juega la vida de millones de personas. Al apelar a la potencia simbólica del término “marxista” o “comunista”, los líderes de derecha buscan recuperar la fuerza mayor de ese combate en el Occidente liberal (de todas maneras, la evocación no es igual en todos, y de hecho algunos líderes, como Marine Le Pen o Giorgia Meloni, no recurren tanto a la batería discursiva anticomunista). En cualquier caso, todos defienden el mismo sentido antiprogresista que los vehementes antimarxistas Santiago Abascal o Javier Milei.

     

    Antiprogresismo

    El segundo dato clave –ya muy conocido– es que el antiprogresismo es hoy el centro de la batalla cultural de las nuevas derechas globales, que en cada país adquiere sus propios contornos –antiperonista y ultraliberal en Argentina, islamobófico y antimigratorio en Europa o Estados Unidos–. Esa guerra cultural de la “internacional reaccionaria” parte del supuesto de que la izquierda, a pesar de su fracaso en la construcción del socialismo, se impuso en el terreno cultural. La verdadera lucha debería apuntar, para las fuerzas conservadoras, a la hegemonía del progresismo que destruye la sociedad occidental con su pensamiento “políticamente correcto” (3). Por eso mismo, se presentan como la rebelión contra un sistema que suponen conquistado y dominado por el progresismo y la izquierda. Por muy anacrónico que parezca, el anticomunismo es coherente y está en el corazón del proyecto ideológico de las nuevas derechas.

    El anticomunismo propone respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social.

    Una mención aparte merece el combate contra el feminismo y la “ideología de género”, combate que va más allá de sus élites dirigentes. ¿Por qué el feminismo y la diversidad sexual están en el centro de la disputa y de la denuncia anticomunista sobre el “marxismo cultural”? En la actual configuración de las democracias liberales, pocas cosas –o casi ninguna– representan una amenaza real al orden social. Sin embargo, el feminismo, en su impugnación antipatriarcal (que incluye el cuestionamiento del orden heterosexual como norma), conserva un poder subversivo y antisistema que no tiene ningún otro factor del progresismo actual (independientemente de las corrientes dentro del feminismo). Así, estas derechas, que se proclaman antisistema, luchan en realidad por la preservación de un orden social blanco, masculino y colonial que sienten socavado. Tal como lo hacía el anticomunismo del pasado, que veía el orden occidental en peligro e imaginaba conspiraciones paranoicas de la Casa Blanca a la Casa Rosada, de los hippies a las guerrillas, de las minifaldas al peronismo. Es aquí, en la lucha por la preservación del sistema, donde la impugnación de “marxista” o “comunista” aplicada al feminismo encuentra todas sus resonancias pasadas.

    Si bien la batalla cultural antiprogresista unifica a las nuevas derechas radicales, sus diferencias no son menores, especialmente en cuestiones como la economía y el nacionalismo. Estas variaciones indican, también, que el florecimiento de fuerzas radicales de derecha debe ser explicado en función de procesos y tradiciones locales –y no meramente como una “ola global”–. Es aquí donde el anticomunismo de Milei adquiere su rasgo distintivo: no se trata de la impugnación de las agendas culturales del progresismo biempensante, sino de la destrucción de todo resabio de políticas orientadas a las grandes mayorías sociales entendidas como formas de estatismo y colectivismo. Se trata de la gestión desnuda en favor de los intereses del tecno-capitalismo concentrado internacional. Con ello, el neoliberalismo argentino –en la versión iracunda de Milei– retoma una larga tradición de nuestras derechas. Basta con evocar la última dictadura para constatar que las derechas fueron tan anticomunistas como neoliberales y autoritarias, y que su principal oponente fueron las políticas estatistas, keynesianas y redistributivas, en general asociadas al peronismo y al kirchnerismo. Desde luego, esto parece dejar a Milei lejos del proteccionismo de Trump, pero muy cerca de la defensa compartida del tecno-capitalismo. En todo caso, el anticomunismo neoliberal de Milei se alinea cómodamente con el de Bolsonaro o José Kast.

    Dentro de estas variaciones nacionales, algunos argumentos de orden geopolítico explican los tópicos anticomunistas de manera más concreta, sin los efectos anacrónicos que parecen tener en boca de líderes como Milei. El caso más claro es Trump y su batalla por la supervivencia del poder imperial estadounidense frente a China. Ello le permite, sin excesivos retorcimientos históricos, identificar su enemigo en el “comunismo oriental”. De la misma manera, su electorado de origen latino vota entusiasta la condena a la “troika de la tiranía”, tal como la llamó su Consejero de Seguridad Nacional en 2018, John Bolton, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Por la misma razón estratégica pero en sentido inverso, en Hungría Viktor Orban dejó de lado su discurso anticomunista –que asociaba la Rusia de hoy con la Unión Soviética– para pasar a una cercanía más pragmática con Vladimir Putin.

    Significante vacío

    Volvamos a nuestras preguntas de partida: ¿por qué y para qué movilizar el imaginario anticomunista? Si, una vez más, dejamos de pensar el comunismo en términos literales, surge un último elemento clave: el potencial político-simbólico del discurso anticomunista en su larga historia. Con mayor o menor pregnancia según los países, “comunista” ha funcionado también como un potente significante vacío negativo, capaz de ser llenado con los más diversos contenidos y sujetos, como un otro absoluto, peligroso y amenazante. Tanto es así que Alice Weidel, la dirigente de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), puede permitirse decir que Adolf Hitler era un “comunista”.

    La noción de significante vacío es particularmente útil para entender el peso del anticomunismo en Argentina, donde –salvo algunos momentos– no ha habido fuerzas de izquierda importantes, a diferencia de países como Brasil o Chile, donde el comunismo evoca miedos históricos bien reales. En Argentina “comunista” es, entonces, un sentido a ser llenado, que sirve para polarizar y designar un otro peligroso que pone en riesgo “nuestro” orden social y moral, nuestra comunidad. Es, por ello, un enemigo absoluto que debe ser eliminado (4). En la historia argentina, la denuncia del “peligro rojo” ha servido para generar miedos sociales y justificar la persecución de trabajadores, partidos de izquierda, peronistas y antiperonistas, mujeres, jóvenes, gays o artistas “transgresores”, cuyas prácticas, ideas o deseos parecían hacer tambalear el orden occidental y cristiano. Movilizado con fines instrumentales o con auténtica convicción ideológica, “comunista” o “marxista” ha funcionado en boca de las derechas como designación automática de un culpable de todos los males. Así, el anticomunismo finalmente propone certezas y respuestas fáciles en un mundo atravesado por miedos, incertidumbres y sentimientos de disolución social y amenaza sobre la comunidad de pertenencia. Esta potencia simbólica es la que sigue funcionando en el apelativo “comunista” aplicado en el presente. Por eso mismo, la pandemia de Covid –epítome máximo de la disolución final por venir– fue también un momento de renacimiento del anticomunismo.

    Es entonces este gran poder performativo de la acusación de “comunista”, tan sedimentado históricamente en el mundo occidental, lo que permite que las nuevas derechas –herederas al fin y al cabo de largas tradiciones conservadoras– sigan utilizando el término para arremeter en su batalla cultural. Sin duda, la movilización antiprogresista ha logrado dar una nueva vida al “miedo rojo” para las generaciones desencantadas de nuestro tiempo.

    1. Para el caso argentino, véase: Sergio Morresi y Martín Vicente, “Rayos en un cielo encapotado: la nueva derecha como una constante irregular en Argentina”, en Pablo Semán (coord.), Está entre nosotros, Buenos Aires, Siglo XXI, 2023.
    2. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, Cómo mueren las democracias, Barcelona, Ariel, 2018; Steven Forti, Democracias en extinción, Barcelona, Akal, 2024.
    3. Pablo Stefanoni, “Las mil mesetas de la reacción: mutaciones de las extremas derechas y guerras culturales del siglo XXI”, en J. A. Sanahuja y Pablo Stefanoni (eds.), Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas, Madrid, Fundación Carolina, 2023.
    4. Ernesto Bohoslavsky y Marina Franco, Fantasmas rojos. El anticomunismo en la Argentina del siglo XX, UNSAM, 2024.

     

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  • Paliza histórica del peronismo a Milei: ganó la provincia por 14 puntos

     

    El peronismo logró este domingo un triunfo histórico en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, con una paliza de 14 puntos respecto a La Libertad Avanza de Javier Milei.

    Con el 83 por ciento de las mesas escrutadas, Fuerza Patria lograba el 46,93 por ciento de los votos contra el 33,86 por ciento de los libertarios. En tercer lugar quedó Somos con 5,41 por ciento, muy lejos de las expectativas, y cuarto el Frente de Izquierda con el 4,38 por ciento.

    La diferencia fue impactante en todos los sentidos: el peronismo ganó 6 de las 8 secciones electorales y en 99 municipios. La Libertad Avanza únicamente se impuso en la Quinta y la Sexta sección. 

    En la Primera sección, que era considerada la clave de la elección, la lista encabezada por Gabriel Katopodis se impuso por diez puntos contra Diego Valenzuela. El ministro kicillofista sumó el 47,3 por ciento contra 37,1 por ciento del periodista. En una sección que se preveía pareja, el triunfo peronista fue impactante y se logró revertir el triunfo libertario que anticipaban casi todas las encuestas. 

    En la Tercera, en el sur del Conurbano, el peronismo ratificó su fortaleza y ganó con el 53,7 por ciento de los votos contra el 28,6 por ciento de LLA. Fuerza Patria ganó en todas las localidades y en la mayoría de las grandes superó los 50 puntos, lo que hasta en una elección más pareja hubiese sido determinante. Hasta hace unos días, el cálculo más optimista del peronismo era ganar por diez puntos, pero terminó ganando por 25.

    En la Octava Sección, la ciudad de La Plata, también las encuestas daban como favorito a Francisco Adorni, pero finalmente la lista empujada por el intendente Julio Alak ganó por 6 puntos. La capital provincial suele ser un territorio muy adverso para el peronismo en las elecciones de medio término.

    La diferencia fue impactante en todos los sentidos: el peronismo ganó 6 de las 8 secciones electorales y en 99 municipios

    El peronismo también se impuso en la Segunda con 35 puntos contra casi 30 de LLA y casi 24 puntos de Hechos, el partido de los hermanos Passaglia. En la Cuarta, Fuerza Patria sacó 40 por ciento contra 30 de LLA y 20 de Somos. En la Séptima, FP ganó con el 38,2 por ciento.

    Los únicos triunfos libertarios se dieron en la Quinta, con la boleta encabezada por Guillermo Montenegro, con el 41,5 por ciento contra 37,5 del peronismo. En la Sexta, con Bahía Blanca como principal ciudad, LLA ganó con el 41,7 por ciento contra el 34 de FP.

    Karina expone a Milei y lo hace ir a un búnker vacío

    El contundente resultado provocó un desconcierto total en el concierto nacional, donde los pocos voceros intentaron lecturas estrambóticas para tratar de explicar el resultado. Javier Milei se dirigió al búnker de La Plata en un gesto de respaldo a Karina, pero no estaba claro que fuera a hablar. Su mensaje era muy esperado en el mercado donde se esperaba un golpe de timón en el gobierno y si desplazará a los responsables políticos de la derrota: Sebastián Pareja y los Menem.

    El resultado de este domingo deja también algunas ideas sobre las candidaturas a gobernador en 2027. Por el lado del peronismo, parecen haberse posicionado claramente Gabriel Katopodis y Julio Alak, que lograron triunfos muy difíciles en sus secciones dando vuelta todo lo que anticipaban las encuestas hasta hace dos semanas.

    Entre los libertarios, la dura derrota en la Primera dejó fuera de camino a Diego Valenzuela, que como anticipó LPO esperaba ganar para saltar al Ministerio de Seguridad y de ahí construir su candidatura a gobernador. Quien sí parece haber quedado en carrera para la gobernación es el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, que logró un sólido triunfo en la Quinta y también fue parte del armado en la Sexta, las únicas donde ganó LLA.

    Noticia en desarrollo

     

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    CARRIÓ: «Milei ha visto mucha pornografía infantil»

     

    La exdiputada y líder de la Coalición Cívica, Elisa “Lilita” Carrió, lanzó este miércoles una serie de explosivas acusaciones contra Milei y su hermana Karina Milei, secretaria general de la Presidencia. En una entrevista televisiva, apuntó directamente contra la cúpula del poder libertario, vinculándolos a manejos turbios de fondos, corrupción en el sistema de salud y hasta a prácticas perversas en la forma de ejercer el poder.


    “Ha visto mucha pornografía infantil”

    Carrió no dejó lugar a interpretaciones: “Ha visto mucha pornografía infantil”, disparó sobre Milei, al describir lo que ella definió como una “cuestión perversa” en su modo de gobernar. La frase, dura y frontal, sacudió al arco político y mediático.

    La exlegisladora profundizó al señalar que Karina Milei sería la “cajera” de los negocios oscuros del oficialismo, inseparable del poder de su hermano: “Karina es el personaje más oscuro, y su codicia y forma de ejercer el poder son inescindibles de Milei. No me digan que Karina acumula y recauda dinero y que su hermano no está. Karina Milei es Javier”.


    Una trama de corrupción con la salud y las criptomonedas

    En el mismo reportaje, Carrió denunció que detrás de la gestión de La Libertad Avanza existe “una trama de corrupción mucho más amplia” que estaría dejando sin atención médica a miles de argentinos. Señaló además la conexión con negocios vinculados a las criptomonedas, que operarían como engranaje paralelo del esquema financiero libertario.

    “Están dejando a todo el país sin atención médica”, alertó, responsabilizando a la dupla Milei–Karina por la situación.


    Del menemismo al presente: el espejo de los ‘90

    Fiel a su estilo de trazar paralelismos históricos, Carrió comparó el actual gobierno con los años de Carlos Menem: “La matriz de corrupción menemista es muy parecida a esta. Tienen mucho componente menemista”.

    Y lanzó un dardo que también incomodó a varios sectores de la oposición: “Acá, sea Milei o Cristina, están votando peronismo”.


    Dardos contra Guillermo Francos

    Las críticas también alcanzaron al jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Carrió lo definió como un “cínico del poder” y “sofista de la vieja democracia griega”, con la capacidad de “defender lo indefendible”.

    Recordó además su paso por la gestión de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, subrayando que Francos es un hábil sobreviviente de todos los climas políticos.


    Una voz que vuelve a incomodar

    Las declaraciones de Carrió irrumpen en un contexto en el que las denuncias por corrupción empiezan a acumularse alrededor del gobierno libertario, con causas abiertas y peritajes en curso sobre funcionarios cercanos a Karina Milei.

    Lilita, que nunca dejó de marcarle la cancha a los distintos gobiernos desde el retorno de la democracia, volvió a poner en primer plano el costado más oscuro de Milei y su círculo íntimo.

     

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