DEMOCRACIA EN DEUDA
Sin duda el 24 de marzo de 1976 comenzó uno de los períodos más tristes y macabros de nuestra historia. Aquel día la democracia quedaba trunca, una vez más, pero esta vez las consecuencias iban a ser todavía más trágicas que cualquier golpe de Estado anterior. Aún hoy nuestra sociedad acarrea cargas de aquellos años.
La historia es conocida, persecución ideológica, secuestros, torturas, asesinatos, robo de bebes y todo lo que implicó el terrorismo de Estado. Con semejante accionar, cuesta creer como hay quiénes aún hoy justifican la dictadura cívico-militar. El facilismo de abonar a la teoría de los dos demonios demuestra que la posverdad no es algo tan reciente, o simplemente que la inoculación ideológica fue muy eficiente. Pero no vale la pena detenerse en aquellos que niegan lo innegable, sería más valioso preguntarse ¿qué deudas mantiene nuestra democracia desde su restauración?
Para comenzar, es posible afirmar que la deuda social es la más grande de todas. La dictadura se encargó de instalar un sistema económico pensado en favorecer los intereses de un pequeño sector de la sociedad, la oligarquía terrateniente principalmente, aquella misma que insultó a Raúl Alfonsín en la Rural. La inmensa exclusión y marginación social fueron resultado de ese modelo. El mismo modelo que se mantuvo hasta el 2001 y que el gobierno de Mauricio Macri ha vuelto a instalar, el neoliberalismo. No hemos podido, como sociedad, reconocer las características de un modelo económico que hunde en la miseria a las clases populares y concentra las riquezas en pocas manos argentinas y extranjeras.
Por otro lado, la institucionalidad también está en deuda. Uno de los pilares del contrato social es la justicia, pero ¿quién cree en la justicia en este país? Jueces y fiscales corruptos, que encubren atentados, desvían o inventan causas según su conveniencia. Ese poder, el menos democrático de los poderes republicanos, es visto ante los ojos de la sociedad como un nido de corruptos privilegiados, corporativistas, que llevan vidas lujosas y hasta se niegan a abonar un impuesto. Son contados los miembros del Poder Judicial que hoy son reconocidos y respetados por la sociedad que paga sus abultados sueldos.
Por último, pero no menos importante, la clase política. Los dirigentes políticos han sabido perpetuarse en el poder, aferrados a esa adictiva teta del Estado. Pero eso no es lo más preocupante, sino el hecho de que han conseguido desprestigiar a la política, herramienta fundamental para el bienestar general. Han convertido a la política en una mala palabra para gran parte de la ciudadanía, favoreciendo sus propios intereses por sobre los del pueblo. Muchos se llenaron de plata mal habida, como si las fortunas que cobran no les alcanzaran. Otros se han callado para mantener su “kiosquito”. Por supuesto, hay casos excepcionales, pero la casta política en complicidad con los oligopolios, saben manejar los hilos para que esos dirigentes siempre corran de atrás.
Para finalizar vale destacar que todavía en estos días se está juzgando a aquellos cómplices civiles del terror militar, como los empresarios de Ford condenados el año pasado.
También enorgullece la recuperación de 128 nietos, gracias a la incansable labor de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Pero eso no alcanza, es vital para el desarrollo de una verdadera democracia que nos hagamos cargo de nuestro rol como ciudadanos, que le saquemos provecho a ese pedacito de poder que nos da la democracia, no sólo a través del voto, sino de la activa participación política, del debate público, del análisis profundo y crítico de la realidad. Es importante involucrarse, para no dejar que otros piensen y elijan por nosotros.
Foto portada: http://alasbarricadas.org/noticias/