Ya viste las entrevistas 5×3 de cada uno de los candidatos a intendente de nuestra ciudad, donde elegimos transparentar sus «perfiles» sociales, políticos y económicos. Desde el sentimiento de “querer ser”, como conformar el equipo que llevará adelante a Regina y que medidas priorizará, hasta como activar económicamente una ciudad adormecida.
Ahora, el equipo de #LaTapa desglosó nota por nota, pregunta por pregunta y las compaginó para que puedas comparar, pensar y visualizar que es lo que querés para el futuro de tu ciudad. Así, tu voto en las elecciones del 15 de abril, vale.
#LaTapaEsTuya. La Tapa es alternativa. La Tapa es de Regina. La tapa trabaja para vos. Hacemos periodismo a consciencia. Periodismo social y ciudadano. Realmente independiente.
Tomate unos minutos, ponete cómodo y mirá el laburo que hicimos para vos.
¿EN QUÉ MOMENTO PENSASTE QUE PODÍAS SER INTENDENTE?
¿CUÁL ES EL PERFIL QUE BUSCÁS EN UNA PERSONA PARA QUE SEA PARTE DE TU EQUIPO DE TRABAJO?
¿CUÁL PENSÁS, HOY, QUE VA A SER TU MEDIDA POLÍTICA MÁS IMPORTANTE?
¿QUÉ PROYECTOS TENÉS PARA GENERAR NUEVAS OPORTUNIDADES DE TRABAJO PARA LOS JÓVENES?
¿CÓMO ES LA PLANIFICACIÓN INDUSTRIAL QUE TENÉS PENSADO DESARROLLAR?
Mañana, domingo 26 de octubre de 2025, los argentinos volverán a las urnas en una elección legislativa clave. Se renueva parte del Congreso en medio de una profunda crisis económica y social generada por las políticas de Milei, que busca sostener su mayoría legislativa para seguir avanzando en su agenda de ajuste. En esta guía detallamos qué se elige, dónde se vota y por qué esta elección puede marcar un freno o una continuidad en el rumbo actual.
Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable
Qué cargos se eligen y por qué importa
El país elegirá 127 diputados y 24 senadores nacionales, lo que equivale a la mitad de la Cámara baja y un tercio del Senado. Son números que pueden cambiar completamente el escenario político. El oficialismo libertario busca consolidar el control del Congreso para profundizar las reformas que ya afectaron a jubilados, trabajadores y sectores medios. Del otro lado, una oposición fragmentada pero en crecimiento intenta recuperar bancas que permitan poner límites institucionales a un gobierno que ha demostrado desprecio por el equilibrio de poderes.
Dónde y cuándo se vota
Los locales de votación abrirán de 8 a 18 horas en todo el país. Se vota con el DNI actualizado, y podés verificar tu mesa y escuela en el padrón electoral oficial. Quienes estén en la fila antes del cierre podrán votar. El voto es obligatorio desde los 18 hasta los 70 años, y optativo para los jóvenes de 16 y 17.
La Boleta Única de Papel: el nuevo sistema
Por primera vez, la elección se realiza con Boleta Única de Papel (BUP). Ya no habrá pilas de boletas partidarias. Cada votante recibirá una hoja con todas las listas y deberá marcar con lapicera la opción elegida. Es importante hacerlo con claridad: si se marcan dos casilleros o se raya la boleta, el voto puede ser anulado. El cambio busca mayor transparencia, aunque también se denunció que el gobierno intentó confundir al electorado con poca difusión sobre su uso y una logística deficiente, especialmente en zonas rurales.
Qué provincias renuevan senadores
Ocho distritos eligen representantes para la Cámara Alta: Ciudad de Buenos Aires, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra del Fuego. En cada una se eligen tres senadores, dos para la mayoría y uno para la minoría. Estos resultados serán decisivos para el control del Senado, hoy con equilibrio delicado entre el oficialismo y el bloque opositor.
Las bancas en juego por distrito
La provincia de Buenos Aires define el partido: elige 35 diputados nacionales y puede inclinar la balanza en Diputados. La Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe también aportan un número relevante de escaños. En las provincias más chicas se renuevan entre 2 y 5 bancas, pero su peso político no es menor: en el reparto final, cada voto cuenta para construir mayoría o freno parlamentario.
Qué se juega políticamente
No se trata sólo de una elección legislativa. Está en juego el tipo de país que seguirá después de diciembre. Milei y su bloque libertario buscan sostener el control del Congreso para profundizar el ajuste, avanzar sobre leyes laborales, el sistema previsional y los fondos destinados a educación, salud y cultura. En contrapartida, los sectores del peronismo, el progresismo y parte del radicalismo apuestan a reconstruir una oposición fuerte, capaz de impedir que el gobierno siga vulnerando derechos conquistados durante décadas de lucha social y política.
La experiencia de estos meses demuestra que el proyecto libertario, con su desprecio por el Estado y la idea de “sálvese quien pueda”, no hace otra cosa que beneficiar a los grupos concentrados y castigar a las mayorías populares. Un Congreso equilibrado puede ser el último dique institucional frente a esa avanzada.
Cómo se cuentan los votos
El escrutinio provisorio comenzará la noche del domingo, pero los resultados finales se conocerán varios días después. La Boleta Única implica nuevos procedimientos de conteo, por lo que el recuento puede demorar más que en comicios anteriores. Lo importante: no dejarse llevar por operaciones mediáticas tempranas ni lecturas triunfalistas antes del cierre oficial.
Recomendaciones para el día de la votación
Revisá tu mesa y escuela con anticipación.
Llevá DNI actualizado y una birome propia.
No saques fotos dentro del cuarto oscuro.
Si no encontrás tu nombre en el padrón, reclamá en la mesa de autoridades.
Votá informado: sabé qué lista y qué candidatos representan tus intereses.
Recordá que tu voto no sólo elige representantes: define si el Congreso seguirá siendo una escribanía del poder o un contrapeso real al autoritarismo y el ajuste.
Conclusión: un voto para poner límites
Argentina llega a estas elecciones en un contexto de inflación todavía alta, caída del salario, despidos y desmantelamiento de programas sociales. Milei promete más de lo mismo, y por eso esta jornada electoral será clave para marcar un límite democrático. Votar es más que un derecho: es una herramienta para defender lo que queda del Estado social, las políticas públicas que costaron décadas construir, y los derechos de trabajadores, jubilados, estudiantes y mujeres.
Mañana, más que nunca, se vota entre dos modelos: un país de derechos o un país de mercado.
Mucho antes del plan de convertibilidad de los años noventa impulsado por Domingo Cavallo, la Argentina vivió otro experimento monetario similar. Fue en 1899, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, cuando el país decidió fijar la paridad del peso papel con el peso oro en una proporción de 2,27 a 1. Aquella medida, conocida como la “Ley de Conversión”, fue presentada como una solución técnica para estabilizar la economía tras la crisis de la Baring Brothers y una década de gran inestabilidad.
Según la narrativa oficial, esa convertibilidad fue un éxito rotundo: generó confianza, atrajo inversiones y colocó a la Argentina entre los países emergentes más estables de comienzos del siglo XX. Pero detrás de la euforia financiera se escondía un país profundamente desigual, con una estructura económica concentrada y un sistema político cerrado que beneficiaba a unos pocos.
El proyecto de la conversión fue impulsado en un contexto de recuperación luego del colapso financiero de 1890. Carlos Pellegrini, que había asumido la presidencia tras la renuncia de Juárez Celman, logró evitar el default negociando con banqueros ingleses lo que podría considerarse el primer “blindaje” de la historia argentina. Años más tarde, ya como senador, Pellegrini rechazó las propuestas de paridad “uno a uno” y defendió una tasa de cambio más realista que no castigara a los exportadores. Finalmente, Roca adoptó su postura y fijó el valor de 2,27 pesos papel por cada peso oro, dando inicio a una etapa de estabilidad que duraría hasta 1914.
La Ley de Conversión creó una caja encargada de emitir billetes respaldados por reservas metálicas. Aunque al comienzo no contaba con un gran stock de oro, el país fue acumulando reservas a medida que crecían las exportaciones agropecuarias. La expansión de los ferrocarriles, financiada en gran parte con capitales británicos, trajo consigo un auge de inversiones, empleo e infraestructura. El peso argentino se convirtió en una moneda confiable, el crédito externo fluyó sin sobresaltos y los precios internos se mantuvieron estables. El respaldo metálico llegó a cubrir hasta el 70 % de la emisión, un nivel superior al de países europeos como Francia o Bélgica. Todo parecía indicar que la Argentina había encontrado el camino de la estabilidad y la modernidad económica.
Sin embargo, la otra cara de ese aparente “milagro monetario” fue una sociedad profundamente desigual. El auge agroexportador y la estabilidad monetaria beneficiaron a los grandes terratenientes y a las casas comerciales vinculadas al capital extranjero, pero excluyeron a vastos sectores de trabajadores rurales y urbanos. La estructura agraria basada en el latifundio concentró la riqueza en pocas manos mientras millones de inmigrantes europeos, atraídos por la promesa de prosperidad, se convirtieron en mano de obra barata en los puertos, los talleres y las vías del ferrocarril. El crecimiento económico fue indiscutible, pero el reparto del ingreso fue profundamente inequitativo.
Las condiciones laborales de la época eran precarias, sin derechos sociales ni mecanismos de protección. Los sindicatos apenas empezaban a organizarse y el Estado carecía de políticas redistributivas. Las huelgas obreras eran reprimidas y la participación política estaba limitada a una minoría privilegiada. La convertibilidad de 1899, presentada como un logro técnico, operó en realidad como un mecanismo de concentración de beneficios: el crédito barato, la estabilidad y la apreciación cambiaria favorecieron a los exportadores y a los sectores vinculados a las finanzas, mientras los salarios reales permanecían estancados.
Desde la mirada de la historia económica, aquella convertibilidad tuvo éxito porque cumplió su objetivo técnico: estabilizar la moneda y reducir la volatilidad. Pero si se analiza su impacto social, el panorama cambia. Los trabajadores urbanos enfrentaban el encarecimiento del costo de vida, los campesinos carecían de acceso a la tierra y el modelo dependía casi exclusivamente del mercado externo. La rigidez monetaria impidió políticas activas frente a los ciclos internacionales. Cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 interrumpió los flujos de capital y el comercio internacional, el sistema se derrumbó. No por errores internos, sino porque la economía argentina estaba atada a una dinámica mundial que no controlaba.
El paralelo con la convertibilidad de los años noventa es inevitable. En ambos casos, la Argentina apostó a un esquema de tipo de cambio fijo como sinónimo de orden y previsibilidad. En ambos, la estabilidad fue celebrada como un éxito político y económico mientras se profundizaban las asimetrías estructurales. En ambos, el final fue abrupto: la guerra en 1914, el colapso financiero en 2001. La lección parece repetirse: la estabilidad sin justicia social no construye desarrollo, apenas posterga el conflicto.
El mito del “uno a uno” de 1899, como el de los noventa, es en gran medida la historia de una élite que encontró en la disciplina monetaria la garantía de su propio bienestar. Lo que para algunos fue una “edad dorada” de prosperidad, para otros significó precarización, exclusión y desigualdad. Por eso, más que una “época de oro”, la convertibilidad de 1899 debe recordarse como un espejo donde se refleja, una y otra vez, el mismo error argentino: confundir estabilidad con justicia, y equilibrio contable con bienestar colectivo.
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