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Turismo: ¡Se viene otro finde cargado de actividades!

La Dirección de Turismo de la Municipalidad de Villa Regina comparte las actividades planificadas para este fin de semana:

*Tardes Dulces:  Continuamos la semana de la Dulzura con la pastelería y panificación artesanal de emprendedores locales. Este viernes 9 nos acompaña Paola Pavian con panificación y repostería vegana.

El sábado 10 Rosi Arrieta con chocolatería, alfajores y conitos de dulce de leche artesanales y el domingo 11 será el turno de Muñoz Alicia.

Durante los tres días a partir de las 14 y hasta las 18 horas.

 *Caminatas Recreativas: Salimos de de caminata guiada el viernes 9 y sábado 10 a las 15 horas. El punto de encuentro será la Oficina de Turismo. Con la inscripción te llevás un cafecito gratis a elección para la vuelta. Actividad gratuita con cupo limitado y protocolo COVID- 19.

*GastroArte en RuGliano: junto a la Dirección de Cultura los invitamos a ser parte de la propuesta que une a nuestros artistas locales y lo mejor de la gastronomía regional. Este fin de semana es el turno de RuGliano quienes se sumaron a la propuesta con un almuerzo el domingo 11 de Lasagna italiana acompañada de tabla de fiambres, pan casero, y variados postres que incluyen conservas y tartas de manzana. La música estará a cargo de los artistas Alexis y Pablo.

Reservas al 2984 865960

*Feria ReEmprender: La Plaza de los Inmigrantes se vuelve a vestir de Feria el domingo 11 con un nuevo horario de invierno a partir de las 14 horas. Nos acompañan artesanos y emprendedores locales de variados rubros.

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    La Renga ridiculiza a Milei en el escenario

     

    La tensión entre La Renga y Milei volvió a escalar este fin de semana en Luján. Durante el Dama’s Day Volumen 4 —encuentro regional de motos y autos clásicos— un enano disfrazado del mandatario apareció en escena mientras sonaba Panic show, la canción que Milei usa como himno político pese al rechazo explícito de la banda. El público ovacionó la burla y dejó en claro de qué lado está.

    Por Carlos Alberto Resurgián para Noticias La Insuperable

    Un show y un mensaje directo, sin metáforas

    En el predio del Wyndham Garden Luján, sobre la Ruta 6, el público esperaba simplemente un show de rock y motores roncando. Pero cuando sonaron los primeros acordes de Panic show, la sorpresa explotó: un persona de baja talla disfrazada de Milei —campera de cuero, máscara, gestos exagerados— irrumpió en el escenario para arengar a la multitud.

    La respuesta fue inmediata: aplausos, risas, una ovación. Una forma de decir basta a la apropiación política del tema que La Renga repudia desde el día uno. La banda, fiel a su estilo, eligió esta vez responder con ironía escénica, cargada de sentido político y cultural.


    La canción que Milei convirtió en propaganda sin permiso

    El conflicto no es nuevo. Desde que inició su carrera electoral, Milei adoptó Panic show como pieza central de sus actos. La usó, la repitió, la hizo banda sonora de su personaje público.
    El problema: nunca tuvo autorización.

    Los músicos fueron claros una y otra vez: Panic show es una obra artística, no un jingle político. Y mucho menos quieren que sea un símbolo del actual gobierno. La negativa siempre fue tajante, pública y sostenida.


    “El tema es nuestro, él se lo robó como se está robando todo el país”

    En días recientes, el bajista Gabriel “Tete” Iglesias volvió a fijar postura sin rodeos. En una entrevista, rechazó directamente el uso de la canción por parte de Milei y lo comparó con lo que considera un saqueo generalizado del país. Su frase fue clara y demoledora:
    El tema es nuestro, él se lo robó como se está robando todo el país.

    Iglesias explicó que el uso ha sido sistemático, constante, y siempre sin permiso. Tanto, que la banda incluso decidió sacar Panic show de algunos setlists para evitar que se siga asociando a la imagen del gobierno.


    Agotaron las vías legales, pero la impunidad sigue

    El bajista también reveló que La Renga hizo todo lo que permite la ley para frenar la apropiación política de su obra:
    Hicimos todo lo que legalmente se puede hacer para que no use nuestra canción para llevar adelante sus ideas, porque lamentablemente están muy del otro lado.

    Pero nada cambió. Ni intimaciones, ni advertencias, ni negativas expresas. El gobierno sigue utilizando la canción como si fuera de dominio público.


    “Si te dicen que no y lo seguís usando…”

    El mánager de la banda, Gabriel “Gordo Gaby” Goncalves, amplió el reclamo, apuntando directamente al comportamiento del mandatario. Su síntesis desnuda la raíz del conflicto:
    Si te dicen que no y lo seguís usando, habla de la impunidad para hacer lo que querés sin importarte nada.

    La frase disparó fuerte: no solo habla del uso indebido de un tema musical, sino del clima político general que La Renga —como tantas otras expresiones culturales— no deja pasar.


    La Renga, el rock y una postura coherente

    A diferencia de muchos artistas que prefieren el silencio ante la apropiación de su obra, La Renga eligió el camino inverso: marcar un límite, denunciar lo que consideran un atropello y sostener su autonomía política y cultural.

    Lo de Luján no fue un chiste liviano. Fue un gesto. Un mensaje. Un recordatorio de que la música no es mercancía electoral y de que el rock —cuando quiere— sigue siendo un vehículo de resistencia simbólica.

     

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    Crónica, literatura de no ficción, no ficción creativa, performance, biodrama, pódcast documental, periodismo performático: formas anfibias que tienen en común la rigurosidad en la investigación periodística y el trabajo con una misma materialidad, lo real. Estas formas incluyen, aunque a veces solapadas, dos componentes que habitualmente se suelen pensar solo ligados al mundo del arte: la creatividad y la imaginación.

    ¿Qué podrían aportar las herramientas del arte, incluso de la ficción, para relatar una época, un acontecimiento, un conflicto? Desde la posmodernidad hasta hoy, lo real dejó de ser un lugar seguro para transformarse en un nodo de interpretaciones; tantas como sujetos que interpretan.

    La realidad como construcción discursiva

    En su conferencia “Laboratorio de no ficción creativa para directores de medios de América Latina”, la maestra Cristina Rivera Garza abordó este tema. Dijo que en las narrativas de no ficción creativa hay un trabajo de intervención, de implicación, y no de rescate.

    Eso hacemos en el Laboratorio de Periodismo Performático (LPP): nos comprometimos con los archivos, con los testimonios, intervinimos el espacio, los materiales. Los resignificamos y agrupamos para producir metáfora, para producir sentido.

    Rivera Garza señaló también que el borde entre ficción y no ficción es cada vez más delgado. Echó por tierra ese paradigma según el cual por un lado estaría la ficción “pura” –vinculada al campo de la literatura y de la imaginación– y, por otro, la realidad como algo que está allí afuera, objetivamente descriptible y medible.

    Esa división tajante entre la realidad vinculada con la historia –o el periodismo– y la ficción, con la literatura, cada una con su esfera bien delimitada, ya no funciona.

    En su lugar, propone aceptar la idea de que la realidad es una realidad-ficción que, en su forma constitutiva, en su estructura, tiene una gramática y una semiótica propias. Piensa la realidad como construcción teórico-discursiva.

    Si vivimos una realidad que es resultado de cómo producimos signos y significados, entonces la disociación entre ficción y no ficción es muy difícil de sostener. El campo del psicoanálisis lacaniano también sumó sus argumentos al distinguir la realidad –lo que un sujeto percibe y entiende– de Lo Real –lo que no se puede simbolizar, lo que no se puede aprehender ni entender, comprender, conceptualizar, decir, nombrar, representar–. Lo vinculó a la sexualidad, a lo horroroso, a la muerte, al vacío, al delirio, al trauma. El periodismo performático apunta también a los intersticios donde se aloja Lo Real, a bordear lo traumático, lo inenarrable, a hacer el intento de bordear aquello que no se puede nombrar, a asomarse a mirar al cráter del volcán, como dice Cristian Alarcón.

    El lenguaje del arte ante lo indecible

    ¿Cómo narrar el genocidio del pueblo mapuche? Sobre eso trabajó Sebastián Hacher en su obra Inakayal vuelve.

    ¿Cómo narrar un femicidio y lo horroroso de un cuerpo mutilado? De eso se ocuparon María Eugenia Cerutti y Alejandro Marinelli en Con toda la muerte al aire.

    ¿Cómo abordar el trauma infantil? Sobre eso pensaron Rocío Inmensidades y Ana Larriel en Micropolítica de la supervivencia gorda y también Cristian Alarcón junto con Lorena Vega en Testosterona. 

    ¿Cómo denunciar un ecocidio en lenguaje performático? Eso logró Blanca Lewin con Puchuncaví, el humo en el cuerpo.

    Ahí donde las palabras encuentran su límite para narrar, para decir lo indecible, aparecen el arte, la metáfora y la poesía. De esta reflexión nace el provocador eslogan –¡que indignó a muchos!– de la convocatoria a la primera edición del LPP: “La palabra ya no tiene el poder”.

    El periodismo performático como arte contemporáneo

    Para entender mejor esta transformación es necesario mirar hacia atrás. Desde Aristóteles y la antigua Grecia, el teatro fue concebido como representación, una presentación que existió y puede volver a presentarse en el espacio escénico. La mímesis: una imitación.

    Durante siglos todas las expresiones artísticas fueron eso, una imitación de la realidad. Recién a mitad del siglo XX, con las transformaciones que propuso el arte contemporáneo, esos límites entre ficción y “realidad”, entre ficción y no ficción, se volvieron más difusos.

    En el mundo de la pintura, Cézanne –llamado el padre del impresionismo– fue el primero en alejarse del realismo y en evidenciar la pincelada. Lo siguió el cubismo, que deconstruyó la figura para mostrarla en sus múltiples posibilidades y puntos de vista, tal como lo hizo Picasso. Duchamp dio un paso más y creó su famoso mingitorio. Más acá en el tiempo, Maurizio Cattelan alborotó el mundo con la obra El comediante, una banana pegada en la pared con una cinta.

    Al iniciar ese proceso de autonomía, las vanguardias del siglo XX dejaron en evidencia sus mecanismos de construcción, funcionamiento, engranajes: así expusieron su semiótica. Quedaron atrás las reglas heredadas del arte clásico que permitían determinar claramente qué era una obra de arte y qué no. Ya no importaron las normas de la composición, de tratamiento de color o uso de la perspectiva: era la hora del acto, de la provocación, de la performance.

    Con la danza contemporánea pasó lo mismo: se desligó de sus vínculos con la pintura –la danza como pintura en movimiento– y con la literatura –ya no aspiraba a narrar una historia– y se convirtió en puro movimiento.

    Merce Cunningham, en su trabajo junto con el músico John Cage, fue uno de los que propuso que la base de la danza es el movimiento, lo siguieron artistas como Martha Graham, Mary Wigman y más tarde Pina Bausch.

    En las artes dramáticas, este proceso de autonomía siguió caminos diversos pero convergentes. El teatro del absurdo, surgido tras la Segunda Guerra Mundial con Samuel Beckett, Eugène Ionesco y Harold Pinter, rompió con la lógica narrativa tradicional: ya no importaba construir argumentos coherentes o personajes psicológicamente verosímiles. Sus procedimientos incluían diálogos y acciones aparentemente inconexos. La puesta en escena –silencios prolongados, objetos extraños, atmósferas opresivas– se volvía tan significante como las palabras.

    El teatro brechtiano desarrolló otros procedimientos de ruptura: el “efecto de distanciamiento” destruía sistemáticamente la ilusión teatral. Brecht hacía que los actores se dirigieran directamente al público, interrumpía la acción con canciones y carteles explicativos, dejaba las luces del teatro encendidas y exponía la maquinaria escénica. Su objetivo era que el espectador no se perdiera en la emoción, sino que mantuviera una distancia crítica para reflexionar sobre los problemas sociales.

    Más tarde, el teatro posdramático –término acuñado por Hans-Thies Lehmann– radicalizó esta autonomía al liberarse completamente de la estructura dramática tradicional. Sus procedimientos privilegian la experiencia sensorial: fragmentos de texto no narrativos, paisajes sonoros, movimientos corporales abstractos, instalaciones escénicas y la disolución de los límites entre actores y espectadores. Ya no se trata de representar una historia, sino de crear una experiencia.

    Así, el teatro logró su autonomía no solo del texto dramático, sino también de la obligación de representar, de narrar, de explicar. Se concentró en generar experiencias, sensaciones, reflexiones a través de la materialidad escénica: el espacio, el tiempo, los cuerpos, los objetos, la luz, el sonido.

    Si la danza se liberó de la literatura y de la pintura para ser puro movimiento, si la pintura se liberó de las reglas para ser pura abstracción, si el teatro se liberó del texto dramático para ser teatro posdramático, ¿de qué se libera el periodismo para ser periodismo performático?

    Con estas referencias como faro, en el Laboratorio de Periodismo Performático intentamos acercarnos a un tema, a la historia y al foco. Las materialidades con las que trabajamos son testimonios, fuentes, archivos históricos, archivos afectivos, abordadas con los lenguajes del arte: espacio, tiempo, música, luz, movimiento, poesía, metáfora. Construimos narrativas

    que trascienden la palabra escrita, dispositivos escénicos que se despliegan en un espacio tiempo donde la clave estaba en el encuentro de los cuerpos, en el estar ahí presentes.

    Unas palabras sobre la imaginación acuerpada

    La performance es, en esencia, un género anfibio: habita entre las artes plásticas y las artes vivas, entre el espacio teatral y el espacio público, entre el arte y el activismo. Quizá el LPP se aloje allí entre el “cierre periodístico” y la “apertura performática”. Retomando a Rivera Garza podríamos pensar que el LPP le permite al oficio del periodismo recuperar la imaginación que la ficción había legitimado solo para sí misma y que es un rasgo intrínseco de todo ejercicio de escritura y lectura.

    En su segunda edición en Argentina, coordinada por Cristian Alarcón y Lorena Vega, el LPP tomó una forma más escénica y habilitó al periodista a descubrir un nuevo modo de poner el cuerpo, en muchos casos lo invitó a implicarse ahora como performer. En todos los casos debió encontrar modos para que los protagonistas de las historias tomaran la palabra en escena, inventar formas de incorporar los datos y descubrir otro modo de producir sentido y belleza con lo real.

    La irrepetibilidad de la performance callejera, atada a la coyuntura, resultaba difícil para un trabajo de largo aliento. Seguramente, la impronta de Lorena Vega y su trayectoria en el campo del biodrama con Imprenteros alentó a investigadores y periodistas a subirse al escenario. Eric Román Montenegro, varón trans, ciego de nacimiento, da testimonio de su transición a través de un dispositivo musical y un texto que construyó junto con la periodista Ivanna Soto, quien lo guía en escena durante la ejecución de la performance Yo elijo mi

    nombre. La socióloga Eleonor Faur y la artista Ana Minujin, madre e hija, entrevistaron a otras duplas de madres e hijas para la performance La revolución y algo rico para el postre, y les propusieron una consigna: que se enseñaran algo la una a la otra: un juego de palmas y manos, una canción. Apareció así otro componente clave de las artes vivas: el juego. En

    Pena y pachanga, las y los protagonistas de historias migrantes narraban en escena sus propias historias a medida que se desarrollaba una fiesta de salsa.

    Históricamente, la performance intentó escapar al concepto de representación. Allí donde el teatro propone representación, volver a presentar unos acontecimientos, repetir una historia escrita por un dramaturgo para que un grupo de actores la represente en el espacio escénico, la performance prefiere el acto mismo, la acción directa. En su versión más purista se define como única e irrepetible, como puro acontecimiento, como puro acto. En ese sentido el LPP es un dispositivo narrativo dinámico, que está vivo y muta. Cada historia y cada obra encuentra su propia forma de ser narrada.

    El LPP recupera la imaginación y se libera de tener que promulgar verdades. Convoca a la pregunta, a la conversación. Va al encuentro del otro. Se implica en la presencia física, en un espacio-tiempo colectivo. Subvierte la idea del autor solitario. Asume un compromiso ético. Produce conocimiento. Trabaja con el lenguaje para producir belleza con lo real.

    La entrada El laboratorio imposible se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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