Martín Menem y Gabriel Bornoroni no pudieron evitarle a la Casa Rosada que Luis Toto Caputo quedara atrapado en la lista de funcionarios que la oposición pidió interpelar. Fuentes parlamentarias dijeron a LPO que el jefe de bloque libertario le reprochó a uno de los aliados que el ministro de Economía hubiera quedado incorporado en la nómina, en medio de la tortuosa negociación con el FMI.
Una vez consumada la caída por 131 a 96 en la votación, Bornoroni encaró sin vueltas a un diputado aliado y se quejó. “Bueno, este es mi rol, Gabriel, pero yo te prometí que sacaba a Adorni, Karina y Javier Milei y así fue, te juro que lo de Toto no lo sabía”, se excusó el interlocutor.
Desde el oficialismo no respondieron a las consultas sobre la frustración que Bornoroni manifestó.
Un diputado del bloque de Miguel Pichetto comentó que “Menem puso todo el foco en sacar a Karina Milei del medio pero se le escapó Toto”. Como informó LPO, en los pasillos del Congreso circulaba antes que arrancara la sesión donde el peronismo y las bancadas del centro aplastaron al oficialismo que la hermana del Presidente era “la variable de ajuste” para que salieran los expedientes de la comisión investigadora, las interpelaciones y el pedido de informes al Ejecutivo.
De hecho, la negociación involucró al peronismo, que aceptó que se quitara el nombre de Karina para que pudiera sancionarse la resolución para crear la comisión investigadora sobre el criptogate.
En rigor, Toto Caputo figuraba en los planes de UP y la izquierda como uno de los miembros del gabinete de Milei que debía brindar explicaciones por la estafa de Libra, al igual que el propio Jefe de Estado. El articulador de los consensos para definir la lista terminó siendo el pichettista Oscar Agost Carreño, que balanceó los intereses de las distintas fuerzas políticas para que la sesión terminara con otra tremenda derrota del gobierno.
Menem puso todo el foco en sacar a Karina Milei del medio pero se le escapó Toto.
Uno de los radicales que responden a Facundo Manes contó a LPO que la inclusión de Caputo entre los afectados se decidió en el pasillo detrás del recinto. “Nadie se acordó de Toto”, deslizó.
Los libertarios habrían caído en la cuenta recién cuando se leyeron los nombres con las modificaciones introducidas antes de la votación. Por eso, el riojano y el cordobés no pudieron evitarle el mal trago a Caputo, un ministro al que le cuesta hablar en público y al que más de un legislador vio empalidecer cuando tuvo que asistir a la Bicameral de la Deuda Externa en 2018, durante el gobierno de Mauricio Macri.
“¿Qué es ser un hombre para vos?”. En una habitación enorme y algo oscura, con ventanas esmeriladas o directamente opacas, tres computadoras de escritorio encendidas y un metegol tirado en un rincón, una mujer joven y un adolescente están sentados frente a frente. En el medio, una mesa grisácea, un vaso de cartón con chocolate caliente que pronto volará de un manotazo y un sandwich que apenas tendrá un mordisco. La cámara no deja de girar en círculos. Están siendo observados por un sistema de videovigilancia y, si todo se pone demasiado tenso, los policías pueden entrar. La perito Briony Ariston (interpretada por Erin Doherty) sostiene la pregunta con diferentes enfoques: quiere saber cuánto y qué comprende Jamie Miller (Owen Cooper) sobre el femicidio que cometió. No espera una respuesta concreta o argumentada: intenta descifrar cómo la masculinidad, ese cúmulo de ideas y mandatos, afecta a Jamie.
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El efecto de percepción que genera Adolescence, la serie que estrenó Netflix el 13 de marzo y de la que todos hablan, es atrapante y es posible explicar algo del por qué. El principio constructivo es el del plano secuencia. Esto significa que cada capítulo se desarrolla con una continuidad espacial y temporal donde la cámara filma lo que sucede sin cortes. Lo atractivo está dado así por desplazamientos acrobáticos (drones, grúas, pasillos, escaleras) que acompañan distintas situaciones de tensión creciente y diferentes puntos de vista. Estos movimientos nos hacen pensar en los laberintos o los videojuegos en primera persona. Desde el Doom hasta el GTA, estos juegos son bases de la educación del carácter masculino: sirven para conectarse en red de manera simultánea y, desde una imitación cada vez más mimética de la realidad, enfrentarse y “asesinar” a otros jugadores. Lo magistral en esta serie es que, además, esos planos secuencia están situados en momentos particulares y explosivos que colaboran con un relato elíptico. El paso del tiempo y su omisión narrativa son fundamentales para dejar al espectador unir cabos entre los sucesos y sus protagonistas.
El primer capítulo muestra un operativo policial espectacular para capturar a Jamie, un adolescente de 13 años, que duerme en su habitación. Es la madrugada inmediatamente posterior a la noche del femicidio.
Este episodio termina con un giro reflexivo sobre la violencia con una maestría técnica comparable a la de otros cineastas que se destacaron en ese asunto: Michael Haneke en Caché (2005), cuando con una cámara de video sobre la fachada de una casa nos hace preguntarnos sobre la naturaleza de esa imagen y su veracidad; y Gus Van Sant en Elephant (2003), cuando para contar la masacre de Columbine elige filmar a los adolescentes perpetradores con planos que recorren los pasillos de la escuela secundaria, como si se tratara de un videojuego en primera persona. Mediado por la pantalla de una computadora, vemos el asesinato de Katie registrado por una cámara de seguridad. Allí es posible preguntarse junto con Eddie Miller (Stephem Graham), el padre del acusado en la ficción y guionista de la serie en la realidad, si lo que estamos viendo es verdad. El hombre queda atónito: las imágenes le muestran a su hijo asesinando a puñaladas a una compañera de escuela. Como espectadores también nos sorprendemos con este nuevo giro de la cámara y su reencuadre. Por un instante, desconfiamos de las imágenes.
En el segundo capítulo, a los tres días del crimen, dos policías buscan pistas en la escuela donde estudiaban víctima y victimario. Este episodio empieza con las fotos de Katie en el frente de la escuela y termina con un vuelo hasta el lugar del crimen, donde también hay flores y fotografías. En primer plano se ve el rostro de Eddie que, conmovido, sigue intentando comprender la violencia.
En el tercer capítulo, siete días después del crimen, Briony Ariston entrevista a Jamie en un centro intermedio entre el reformatorio y la cárcel. Es el episodio de la pregunta clave: “¿Qué es ser un hombre para vos?”. Al abandonar la sala, Briony confirma que fue su última visita. El cuarto y último capítulo, trece meses después del crimen, Eddie se desplaza entre la casa familiar y una ferretería, para finalizar en la habitación de Jamie, el mismo lugar donde comenzó la historia.
La continuidad de los espacios colabora con una trama que se vincula también con las responsabilidades: la violencia no está escindida de la manera que tenemos de vincularnos y habitar los espacios, está latente en todos esos lugares y se puede manifestar en cualquier momento. En una sala de interrogatorio, en el patio de la escuela o en el estacionamiento de una ferretería de una cadena comercial. De manera similar, la continuidad espacial ayuda a percibir la proximidad de los vínculos familiares, escolares y las amistades. Esto muestra que todos forman parte de la misma comunidad involucrada.
Esa forma de construir el espacio narrativo permite ver el rostro de Eddie cuando desnudan y requisan a su hijo en la comisaría, cuando reconoce el lugar del crimen al final del segundo capítulo o cuando se enfrenta a su camioneta vandalizada (para complejizar más la trama, con una inscripción en aerosol que remite a la pedofilia, lo que nos hace preguntarnos a quién está destinado el insulto). ¿Hay algo peor para “un hombre” que le “toquen” a su familia o a su camioneta?
Eddie es un hombre común que, por imposición, se va desarmando. Se despoja progresivamente de un mundo que le resultaba seguro y sostenido. Y este proceso se da con arrebatos de violencia que podrían pensarse desde la incapacidad de expresar los sentimientos que impone la norma de la masculinidad. Esos ataques de furia indican también que la sociedad en la que viven estos varones es la misma: la de la burla, el acoso como práctica sistemática y la demostración de poder por medio de la fuerza y la violencia. Lo interesante de la serie es que además permite ver la fragilidad de Eddie en numerosas situaciones emotivas.
Seguir la trayectoria de Eddie tiene la ventaja de entrar a la pregunta sobre la paternidad de manera directa. ¿Cómo paternar y asumir la responsabilidad de educar varones en este mundo digital donde se impone un machismo acérrimo que busca ir contra el feminismo, como si estos fueran términos equitativos de una supuesta lucha, y no lógicas de pensamiento que buscan cuestionar o no el poder tal como está dado? ¿Cómo permitir el trazado de otros modos de subjetividad en un mundo controlado por varones blancos millonarios que, acompañados por el poder político, imponen lo que se puede ver en las redes sociales? ¿Cómo construir, reflexionar y debatir social y colectivamente sobre modelos de masculinidad que no operen en base a la adquisición fácil del dinero, el culto del cuerpo trabajado en el gimnasio (y no en el deporte colectivo) y la objetivación de las mujeres?
Eddie llora por su hijo, quizás por no haberlo escuchado a tiempo. Ese dolor, que en la intimidad se manifiesta como llanto y en público como ira, es índice de una vulnerabilidad que a los varones no nos enseñan habitualmente a elaborar.
“¿Qué es ser un hombre para vos?”
Cualquiera que se enfrente a esa pregunta tendrá un río de imágenes disponibles para construir un modelo propio de hombría. El problema es estar inmerso en una sociedad cuyas fuerzas conservadoras tienden a volver a los moldes de antaño, plagados de mandatos y fundamentos vinculados a la fuerza, la no vulnerabilidad o a la idea de ser proveedor. Si ser un hombre fuera tan sólo cumplir con determinados rituales, tener determinadas características emocionales y una esencia biológica indiscutible, la cuestión estaría cerrada y no existiría la posibilidad de pensarse por fuera de estos parámetros. Pero no hay una respuesta del todo individual ni del todo universal a esta pregunta. ¿Qué se supone que es ser un hombre según los códigos de la masculinidad hegemónica?
Para Jamie, ser un buen jugador de fútbol hubiera sido una buena respuesta. Su padre se frustraba al ver lo malo que era su hijo en la cancha, incluso en el arco. Miraba para otro lado, tenía que soportar las burlas de los otros padres. Jamie tampoco tuvo buena suerte con el boxeo.
No es que haya una causalidad entre la frustración deportiva y el crimen, pero sí parece haber una conexión entre la desmotivación del padre, la falta de comunicación con su hijo, tal vez el cansancio de la exigencia laboral y el hermetismo paulatino que genera un mundo hiperconectado a las redes sociales y la violencia. Padre e hijo parecen alejarse confundidos por no saber cómo responder a la exigencia de los rituales de que los hombres deberían hacer. Eddie fue un niño violentado por su propio padre que se propuso no repetir la historia con su propia descendencia. ¿Cómo es posible, entonces, que su hijo, criado de manera amorosa, haya cometido un femicidio? ¿En qué fallaron? ¿Qué faltó?
De manera paralela, la serie muestra la faceta paternal de Luke Baskombe (Ashley Walters), uno de los policías que lidera la investigación. Esa paternidad (que no había sido deseada) se enfrenta a un golpe de conciencia cuando es su propio hijo, también adolescente, quien le pide hablar en privado. Cuando están solos en una oficina de la escuela, el chico le explica los códigos y el significado de los emojis de Instagram que quizás lo ayudarían a entender el móvil del femicidio. Le muestra un posteo en donde se ve el emoji de píldora roja que significa “ver la realidad” y le explica el significado de los colores de los corazones que aparecen allí. Lo que subyace es el llamado a la manosfera: una red de sitios web, posteos y redes sociales que promueven la misoginia, el giro de extrema derecha y la oposición al feminismo. El hijo de Luke también explica la regla del 80/20, una teoría adoptada por estas comunidades de varones, que postula que el ochenta por ciento de las mujeres se interesan sólo en el veinte por ciento de los hombres. De manera abiertamente misógina, estos grupos culpan a las mujeres de su “fracaso sexual” y justifican el uso de la violencia hacia ellas. En el posteo que el hijo de Luke menciona, Katie llamó incel (la denominación inglesa que se traduciría por “célibe involuntario”) a Jamie, lo que resultaría una afrenta importantísima para alguien que sostiene ese modelo tradicional y agresivo de masculinidad.
Algo de esa lógica de la comunidad de la manosfera se puede veren el cuarto capítulo, en el personaje del trabajador de la ferretería que se acerca a Eddie para manifestarle su apoyo y su creencia de que Jamie es inocente. No sólo por lo que dice (le propone armar un grupo: “Seríamos muchos”) sino por su lenguaje corporal.
La confusión de Luke durante la charla con su hijo muestra la clara brecha generacional. Todo un mundo paralelo con códigos que los adultos desconocen y que se arman en torno al culto a cierto tipo de masculinidad y, por ende, a cierto tipo de argumentación del odio.
Este padre se da cuenta de ese abismo entre los dos. Abandona su trabajo por un rato y lo invita a comer unas papas fritas antes de volver a casa.
“¡Te acaba de golpear una chica, idiota!” se escucha en el patio de la escuela secundaria. La sensación es caótica, la cámara gira en 360 grados mientras se arma un grupo alrededor de la trifulca que intenta registrar la escena con los celulares. Jade, la amiga de Katie (la adolescente asesinada), empujó y tiró al suelo a uno de los posibles cómplices del femicidio. ¿Es posible contener o acompañar a estos niños que viven en un mundo cuya violencia de alternancia entre la virtualidad y la realidad parece haberse ido de las manos incluso de los adultos? Esa pregunta me surge al ver las escenas de la escuela donde los chicos se escapan, corren y esquivan a las autoridades. ¿Cómo crecer en un mundo manejado por los likes y el registro constante de cada experiencia? ¿Cómo tramitar la ira? ¿Cómo frenar la viralización de la intimidad?
La serie no se propone dar pistas sobre los modos de acción, pero sí evidencia los puntos de quiebre donde estas cuestiones se vuelven problemáticas. Esa obsesión de los adolescentes varones por ciertos modos de considerar la masculinidad (desde una posición de superioridad) estalla en el pánico a ser llamado incel, esa supuesta afrenta de Katie que parece haber marcado a fuego a Jamie y colaborado con el motivo del crimen. Esto lleva a preguntarse sobre el acompañamiento de los adultos y las instituciones frente al entendimiento de los adolescentes de todo aquello que tiene que ver con los cambios físicos, los acercamientos sexuales y los ritmos que constituyen una ética amatoria. Educación Sexual Integral. ¿Nos suena?
El problema de la iniciación sexual no es nuevo como problema en nuestras sociedades occidentales. Lo que sí es nuevo es el acceso ilimitado a la información, que no se puede procesar de manera independiente. Ni siquiera los adultos sabemos cómo irnos a dormir sin el scroleo de imágenes que poblarán nuestro inconsciente y, por ende, nuestros sueños. En muchos casos la cuestión no es la prohibición o el control del acceso, se trata de la moderación, de calmar la compulsividad.
¿Se tratará de acompañar? ¿Cómo? ¿Con qué herramientas? Pienso en la escucha lenta, el acompañamiento sensible y la reflexión compartida. Y también pienso si estos podrían ser los puntos clave del armado de esquemas de cuidado que no son los pilares de lo que se asocia a ser un hombre. El cuidado vinculado a la masculinidad no es algo que nos enseñaron. Nuestros padres son los que no nos permiten llorar y, en general, dan el ejemplo con el silencio, antes que con la palabra. Como cuando Jamie llama por teléfono al suyo, le desea feliz cumpleaños y le cuenta que va a declararse culpable. Eddie simplemente deja de hablar.
“Debería haberlo hecho mejor” dice este padre al final de la serie,antes de abrazar al oso de Jamie en su habitación. La sensación de vacío colma un último primer plano cerrado, así, muy cerca de Eddie. Y nosotros también quisiéramos que lo que pasó sólo hubiera sido un mal sueño.
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La diputada republicana María Elvira Salazar solicitó públicamente al secretario del Tesoro de los Estados Unidos Scott Bessent, que le pida al FMI apoyo para el plan económico con un primer desembolso amplio del 75% del monto total porque el gobierno libertario lo necesita de manera “desesperada”.
La congresista cubana-estadounidense y nexo de Trump con la comunidad latina publicó en su cuenta de X que “gracias a Javier Milei, Argentina por fin está rompiendo con décadas de FRACASOS SOCIALISTAS. Por eso le estoy pidiendo al FMI un acuerdo que apoye el rumbo firme y correcto que ha tomado el país”.
En la carta presentada a Beseent, Salazar dice que “para superar la crisis económica e implementar los cambios necesarios para reactivar la economía argentina, el FMI debe intervenir y ayudar a enderezar el rumbo”. “Un acuerdo de al menos 20.000 millones de dólares con un desembolso inicial del 75% (15.000 millones de dólares) es lo que se necesita para estabilizar la economía y ayudar a Argentina a superar esta crisis”, agregó.
“Sin duda, el retorno de la inversión será enorme para el mundo libre. Por favor, utilicen su voz e influencia en el FMI para asegurar que se concrete un acuerdo de esta magnitud. Argentina puede ser un milagro económico y un ejemplo para el resto del mundo si logramos ayudarla a superar esta etapa crítica”, continuó Salazar.
El texto sigue: “Si Argentina logra superar su crisis económica, toda Latinoamérica se beneficiará. Latinoamérica necesita desesperadamente un ejemplo a seguir, y Argentina es la referencia moral y política que puede mostrar a sus vecinos el camino a seguir”.
Un acuerdo de al menos 20.000 millones de dólares con un desembolso inicial del 75% (15.000 millones de dólares) es lo que se necesita para estabilizar la economía y ayudar a Argentina a superar esta crisis
Además, concluye, “todo el mundo libre se beneficiará, ya que la gente de todo el planeta comprenderá que la libertad y el capitalismo son el camino a la prosperidad, no el socialismo. Por eso es crucial que ayudemos al presidente Milei ahora”.
Periodista y popular conductora de TV, Salazar es representante del estado de Florida en Washington. Desde su banca lidera campañas en contra de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua y mira de reojo a otros presidentes y líderes de la centroizquierda latinoamericana, como Cristina Kirchner, Gustavo Petro o Lula da Silva.
Salazar mantiene el perfil alto y desembozado que desplegó como entrevistadora. Nacida en la Pequeña Habana de Miami de padres cubanos que huyeron del régimen de Castro en busca de una vida mejor en los Estados Unidos, Salazar ha estado al frente de las protestas sin precedentes que estallaron contra el actual gobierno cubano en Sur de la Florida.
Periodista y popular conductora de TV, Salazar es representante del estado de Florida en Washington. Desde su banca lidera campañas en contra de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua y mira de reojo a otros presidentes y líderes de la centroizquierda latinoamericana, como Cristina Kirchner, Gustavo Petro o Lula da Silva.
Como parte del equipo del equipo de Marco Rubio, es una crítica acérrima del socialismo y cree que los sistemas socialistas fallidos han traído miseria, opresión y exilio a los países de los que muchos de sus electores han huido.
En abril de 2023, cuando la nombraron presidenta del subcomité de las Américas en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, anticipó su línea intransigente. “¡Los tiranos de América Latina tendrán en mí a su peor pesadilla!”, avisó la congresista republicana de origen cubano.
En una entrevista con LPO anticipó sutilmente su simpatía electoral en la Argentina. “No quiero involucrarme en los asuntos internos de otro país. Lo único que diría es que mantengan la democracia, y que el capitalismo y la economía de mercado son la vía. La vía no es vivir del Estado”, opinó. Respecto a la ex vicepresidente Cristina Kirchner, dijo que “la propia Justicia argentina se ha encargado de decir lo que es: una ladrona”.
El pedido de Salazar al FMI no es nuevo. Tras participar de la asunción de Javier Milei, mandó dos cartas pidiendo clemencia para el gobierno de Milei. En ese momento, le escribió a la entonces Secretaria del Departamento del Tesoro, Janet Yellen, y a la Directora del FMI Kristalina Georgieva en un pedido que también hizo Marco Rubio en un viaje cuando era Senador.