Durante el fin de semana, se disputó en el polideportivo Cumelen la tercera fecha del campeonato de Futsal organizado por la Dirección de Deportes de la Municipalidad de Villa Regina.
El 18 de diciembre de 2024, Camilo —alto, 40 años, mestizo— se levantó a las 6 de la mañana, tomó café, masticó hojas de coca y se conectó por Zoom a una reunión con inversionistas internacionales interesados en ayudar a la conservación ecológica de la Reserva de Biosfera del Chocó Andino Ecuatoriano. A las 8 terminó su llamada. Caminó los 10 minutos a pie que separan su casa del centro de San José de Mashpi, un caserío de cuarenta familias dentro de la Reserva. Al llegar, ya lo esperaban don Gabriel, el presidente de la comunidad; Paula, la joven presidenta de la asociación de turismo; el representante del Ministerio de Turismo de la provincia de Pichincha; y dos trabajadores del Mashpi Lodge, un hotel que opera en la zona. Camilo y yo – que llegué con él – representábamos Pambiliño, el bosque-escuela que fundó y sobre la cual yo ahora investigo.
Lo que se había planeado como una reunión de cuatro horas para mapear las zonas de potencial turístico alrededor del río Mashpi se convirtió en una caminata cuesta arriba de doce horas desde donde desemboca el río hasta su nacimiento. Caminamos por un tramo de carretera de lodo y divisamos restos de basura a las orillas del río, evidencia de turistas no supervisados. Seguimos el camino de lodo, acercándonos más a la zona de la montaña con bosque primario, donde nace el río. Al llegar a la cumbre, don Gabriel y Paula contaron historias de cómo los aguaceros se llevaron un pedazo de la única vía de la zona. Camilo propuso como medida preventiva sembrar más árboles. Por mucho tiempo algunos de los habitantes del pueblo se han quejado de que los aguaceros también arrastran todos los químicos que se usan en los monocultivos de palmito y piscinas de truchas que operan cerca del río. Si bien su agua es cristalina —azul, casi transparente—, la gente de la zona sabe que del río ya no se puede beber.
El objetivo de la caminata era que el representante del Ministerio de Turismo pudiera conocer el estado de las infraestructuras para turistas alrededor del sendero rivereño. Gradas y casitas de madera instaladas por el mismo ministerio hace algunos años para que los turistas tuvieran un lugar donde dejar sus pertenencias y sentarse en la sombra entre nado y nado. Camilo y la gente del pueblo esperaban mostrarle que hacen falta recursos financieros para arreglarlas.
—La humedad acabó con la madera de estas casas rapidito— dijo don Gabriel.
También se propuso instalar señalética para que los turistas no dejen basura, ni pesquen ilegalmente o usen repelente al entrar al río.
—Eso mata a los pescaditos— dijo Camilo.
Según los líderes de la comunidad, el flujo de turistas aumentaría si se arreglaba la infraestructura.
En la noche volvimos agotados y hambrientos por el recorrido. Camilo me dijo que no creía que la visita del funcionario estatal sirviera de mucho. Reuniones y caminatas como estas las hacen cada dos o tres meses y al final la inversión pública es casi nula. Sin embargo, Camilo sigue asistiendo. Cuando le pregunté por qué, me dijo que quiere seguir apoyando a la comunidad.
—Si la comunidad quiere desarrollar turismo, se debe coordinar este tipo de reuniones.
Su motivación también era la esperanza de que un día San José de Mashpi se convirtiera en un ejemplo para otros pueblos dentro de la Reserva. Esperaba que, en un futuro, la gente del pueblo pudiera ver el turismo y la agricultura sostenible como alternativas para no depender de la minería y de los monocultivos de cacao y palmito, controlados por terratenientes de la zona.
***
Cuando llegó al pueblo de San José Mashpi en 2009, Camilo tenía 24 años, una maestría en sociología ambiental por terminar y la convicción de que en el bosque podría aprender tanto o más que entre libros. No llegó por accidente. Ya entonces militaba contra la Ley de Minería propuesta por el gobierno de Rafael Correa, que buscaba expandir las zonas mineras sin tener en cuenta que eso significaba un riesgo a largo plazo para las comunidades campesinas del territorio. Peleaba contra esta ley desde el “Frente por la Defensa del Chocó Andino”, una alianza entre campesinos y capitalinos, sobre todo estudiantes universitarios, que buscaba concientizar a la población quiteña sobre los riesgos de la megaminería en uno de los territorios más biodiversos del planeta, donde además nacen las fuentes de agua que abastecen a la capital.
A partir de su militancia con el Frente, Camilo entendió que la lucha no debía ser sólo ideológica, sino también práctica. Cuando su prima le contó que había lotes en venta en el Chocó, empeñó los pocos ahorros que tenía como estudiante, le pidió dinero prestado a su madre abogada y junto a su hermano, también militante universitario, compraron 13 hectáreas. El terreno estaba entonces descuidado, sin nada sembrado. Había pertenecido alguna vez al fundador del pueblo, que lo puso en venta después de que se viera obligado a buscar trabajo asalariado en medio de una crisis económica.
Al llegar, lo primero que hizo Camilo fue levantar una modesta casa. La construyó de balsa, madera local, ligera y resistente a la humedad. Con la ayuda de algunos vecinos del pueblo que sabían de carpintería, empezó a poner las primeras tablas.
Mientras se construía la casa, Camilo durmió a la intemperie con una carpa. Me contó que ese tiempo solitario fue donde más aprendió a apreciar la fuerza del bosque: los sonidos de los animales nocturnos y noches estrelladas que en la capital quedan ocultas tras el resplandor de las luces artificiales. En la quietud, entendió que el bosque no es un lugar vacío sino un tejido vivo. Cada crujido en la hojarasca, cada canto lejano le recordaba que estaba habitando un territorio compartido. Su intuición de que el bosque era un gran maestro se reivindicaba más mientras los días pasaban.
Así fue como Camilo estableció la misión de su proyecto: su finca no sería solo un lugar para producir alimentos, también sería un lugar donde otros pudieran aprender, como él, la importancia, singularidad y riqueza del bosque del Chocó Andino. Llamó a su finca Pambiliño, porque lo único que se podía ver en el horizonte en ese entonces eran las hectáreas de siembras de pambiles de palmito – palmas pequeñas con follaje ancho y tronco esbelto – y parcelas divididas por tierras infértiles de color café con casi nada de pasto verde, resultado del uso de pesticidas para monocultivo y pastizales de ganadería.
—Pambiliño se creó como un lugar para aprender a tener una forma diferente de relacionarnos con la naturaleza, con los bosques, con el agua, con la biodiversidad—me explicó Camilo.
La educación, según él, es una herramienta importante para demostrar que los territorios rurales no deben ser solo vistos como territorios de extracción.
Al año siguiente, gracias a sus contactos con la universidad, Camilo acogió a su primer grupo de estudiantes universitarios extranjeros. Ellos se hospedarían en Pambiliño para poder realizar sus investigaciones sobre especies endémicas de la zona: serpientes verrugosas y ranas cristal en peligro de extinción. A los estudiantes también les interesaba entender el modo en que Camilo fue reintroduciendo en su finca plantas nativas como la cúrcuma aromática o las orquídeas, gracias a técnicas agroforestales que ayudaban a que el suelo se regenere de manera saludable sin necesidad de agroquímicos.
Si bien durante meses el aporte económico de los estudiantes extranjeros ayudó a mantener económicamente la finca, Camilo sintió que su proyecto debía también servir a la comunidad local. Reconocía que la falta de recursos estatales en la zona dejaba vacíos profundos en servicios básicos como la educación.
La única escuela del pueblo — un espacio al lado del río, en el corazón del centro, construida de manera artesanal por los primeros pobladores del pueblo — estaba sostenida por docentes contratados por el Estado que rotaban constantemente y necesitaba de recursos que pudieran apoyar y sostener su labor. Camilo comenzó entonces a abrir las puertas de Pambiliño no solo a los investigadores extranjeros, sino también a los niños del pueblo y a sus padres, agricultores que trabajaban para los finqueros de monocultivos.
Empezó ofreciendo actividades educativas como caminatas pedagógicas a los alumnos de la escuela de entre cinco y doce años, para que pudieran tener contacto directo con el bosque y pudieran apreciar mejor el lugar que habitan. Para los agricultores de la zona, Camilo impulsó junto con la comunidad talleres de agroforestería. A diferencia de los monocultivos tradicionales, este modelo integra árboles, cultivos y animales en un solo sistema, lo que reduce la dependencia de agroquímicos y permite que la tierra se regenere de manera natural y aumente su resiliencia.
Para continuar con su vínculo con la comunidad local, en el 2017 Camilo anexó Pambiliño a la Red de Bosques Escuelas del Chocó Andino. La Red coordina educación ambiental con escuelas estatales en toda la reserva. Muchos de los proyectos educativos que fomenta la Red, como talleres para identificar especies nativas del bosque, avistamiento de aves y visitas a ríos y quebradas, se parecían a los proyectos que Camilo quería implementar en Pambiliño. En lugar de depender exclusivamente del lenguaje verbal o escrito, la metodología de bosque-escuela busca prácticas al aire libre que fomenten un conocimiento corporal: se aprende a través del moverse y sentir el bosque.
Mientras los grandes hacendados de la zona continuaban dependiendo de monocultivos, Camilo esperaba que Pambiliño pudiera ser una muestra de cómo se podían generar ingresos de manera sustentable sin degradar la tierra a través de la educación, el turismo ecológico y proyectos de conservación.
***
Mashpi se encuentra en la intersección de las ecorregiones del Chocó: bosques tropicales y nublados que van desde Panamá, pasan por Colombia y terminan en Ecuador, en los Andes tropicales, donde montañas altas colindan con el Amazonas. Gracias a esta posición geográfica, la región del Chocó Andino genera diversos microclimas que explican la abundante biodiversidad del lugar.
Ernesto —setenta y siete, afroecuatoriano, de sonrisa amplia— llegó a Mashpi caminando hace casi 25 años. En ese entonces en Masphi había un bosque primario, del cual ahora queda poco debido al paso de la empresa maderera que operaba en la zona. Dice que vino porque un amigo que trabajaba para un finquero en el pueblo aledaño le avisó que había terrenos baldíos por el monte:
—Ahí por arriba o por abajo.
A Ernesto le gustó por abajo, junto al río. Llegó en medio de una neblina que no lo dejaba mirar más allá de la punta de su nariz y en medio de una lluvia torrencial que lo embarraba hasta las rodillas. La neblina y el lodo típicos de la zona:
—El río era fuerte, tocaba esperar a que pasara una balsa.—cuenta Ernesto —Yo sufrí bastante. Eran siete horas de camino desde la vía y tres o cuatro días sin escampar. Las botas se me acababan, tocaba venir a veces con pie descalzo. Mis pies estaban hechos pedazos. Nos aguantábamos sin salir de acá hasta que las lluvias pararan…
Pero Mashpi no era una tierra baldía. Dicen los historiadores que esa tierra estaba habitada por los yumbos, indígenas especializados en la agricultura y el comercio de sal, maní, algodón y concha spondilus del litoral. De los ancestrales yumbos de Calacalí se han encontrado tramos arqueológicos de sus caminos nombrados culumcos, por donde transitaban para llevar sus mercancías al centro inca en el Quitus.
—Cuando llegué no había luz, no había camino —me cuenta Ernesto—. Todo era pura jungla. Jungla espesa, no se podía ni ver ni de dónde salía el sol. Me acuerdo de que había muchos animales, muchísimos. Se los escuchaba en la noche. Y no sabías si era el puma de monte o si era otra cosa. Era una cosa que daba miedo.
Hoy, para llegar al pueblo hay que tomar tres buses desde la capital o emprender un viaje de tres horas en carro particular. Cuando llueve, el lodo bloquea el paso a todo vehículo que no sea un 4×4 y obliga a continuar a pie, por un suelo espeso y rojizo, teñido por minerales como cobre y oro, que se encuentran en la zona.
A principios de los 2000, el gobierno instaló una hidroeléctrica al lado de Mashpi. Mucha gente del pueblo, incluyendo a Ernesto, decidió irse a trabajar a la construcción de la hidroeléctrica. El trabajo asalariado prometía una estabilidad económica que la agricultura no. Con la oportunidad laboral llegó una nueva ola de habitantes de todas partes del país contratados por la compañía. Cuando la hidroeléctrica se acabó de construir, la gente del pueblo y los nuevos migrantes se quedaron sin empleo. Muchos decidieron quedarse, algunos volvieron a la agricultura, otros tuvieron que emigrar de nuevo.
Pero los monocultivos e hidroeléctricas no serían los únicos proyectos mercantilistas en la zona. En el 2015 se fundó el hotel Mashpi Lodge, y con él se cambió la relación que los fundadores del pueblo tenían con el bosque y la tierra. La tierra, que antes servía solo como sustento directo para alimentar a las familias, fue progresivamente expropiada o comprada por el Lodge bajo el discurso de la conservación, transformando el sustento campesino en “naturaleza protegida” para el turismo y la inversión verde.
Este hotel de lujo, con paredes de vidrio y acceso exclusivo a sus huéspedes, fue reconocido por los World Travel Awards como uno de los mejores destinos turísticos del país. El Lodge atrae principalmente a visitantes extranjeros dispuestos a pagar tarifas que superan los mil dólares por noche. Mientras tanto, mucha gente de la zona, sobre todo jóvenes, trabaja allí como guías, cocineros o guardabosques, por lo que el Lodge es respetado como una fuente de empleo con ingresos estables, algo que la agricultura por sí sola no puede sostener. Construido en lo que llegarían a ser 2500 hectáreas de reserva privada, fue diseñado por Roque Sevilla, un exalcalde de Quito que se autodenomina un “emprendedor ambientalista”. Según su publicidad online, el Lodge nació con un doble propósito: promover el turismo de alto nivel y generar ingresos que contribuyan a la conservación del bosque.
Al igual que Pambiliño, el hotel trabaja con la comunidad para promover el turismo. Pero hay una diferencia sustancial: el hotel promueve un tipo de turismo inaccesible para la mayoría, tanto por sus altas tarifas como por su forma en la que opera, comprando grandes hectáreas de terreno dentro del pueblo, donde se albergan puntos de gran importancia para la biodiversidad y el turismo como la cascada de El Niño. Este es el hábitat predilecto de la emblemática rana del Chocó Andino – un tipo de rana de cristal con piel translúcida que permite ver sus órganos internos – indicadora importante de la salud del ecosistema forestal y una de las mayores atracciones turísticas del bosque.
El hecho de que Mashpi se encuentre entre y dentro de reservas privadas y áreas de conservación reconocidas por el Estado hace difícil determinar quién es responsable de hacer cumplir las leyes de conservación ambiental. Al final, ni el Estado ni los actores con reservas privadas como el Lodge logran asegurar una conservación ambiental que también garantice fuentes económicas sostenibles y sustentables para la comunidad. La mayoría de la gente del pueblo sigue viviendo de lo que logra sembrar, o es asalariada por industrias mineras o agrícolas que operan en la zona.
Al comparar cómo era el Mashpi del que me cuenta Ernesto con el Mashpi que es ahora, me imagino que por este lodo ha ido y venido mucha gente. Gente que se ha apropiado de la tierra y luego ha migrado por la necesidad económica. Gente que llegó a trabajar en los monocultivos, pero no tenía interés en quedarse. Gente que le vendió su lote al Mashpi Lodge y que, al intentar regresar, se encontró con que la tierra se había encarecido, ya sea porque el área fue declarada Reserva o porque otros ya la habían ocupado, y terminó teniendo que conformarse con cualquier terreno disponible en el centro poblado, como le ocurrió a Ernesto.
Mientras estas desigualdades conviven dentro del territorio, en las afueras hay otras tensiones. En una Consulta Popular del 2023, el 68% de la población de la provincia de Pichincha votó para que se prohibieran nuevas concesiones mineras en todo el Chocó Andino. Sin embargo, según reportes nacionales, cerca de estos ríos aún existen 25 concesiones mineras de alto impacto. Organizaciones ambientalistas exigen que las autoridades estatales tomen el control para frenar las actividades mineras – sobre todo en los ríos Laguna, Malimpia y San Vicente, que atraviesan las vecindades de Mashpi, y donde se albergan especies críticamente amenazadas o en peligro de extinción, como el oso de anteojos y el colibrí de pecho negro. El Gobierno, en cambio, no da respuestas claras de cómo se regularán las mineras existentes.
***
Tras la crisis económica del 2015, un finquero monocultivador de palmito de la zona decidió vender parte de sus tierras en Mashpi. Camilo, como Ernesto, invitó a amigos y conocidos a comprar el terreno para recrear proyectos similares al de Pambiliño. Así, cinco fincas ecológicas denominadas SER (Sendero Ecológico de la Restauración) fueron creadas en los años. Como Camilo, los recién llegados también buscaban formas alternativas de vida y acercarse más a la naturaleza. Junto a Pambiliño, el SER enfoca su labor en la restauración de la tierra, conservación de especies nativas de árboles como el sande, el chanul y el copal y educación ambiental a través del turismo comunitario, guiando a visitantes por la zona restaurada que se encuentra dentro del sendero. Según Camilo, tanto el SER como Pambiliño han generado beneficios económicos concretos para el pueblo, demostrando que es posible sostener un ingreso estable sin recurrir a la destrucción de la tierra. Sin embargo, negociar su visión de una vida sostenible con los finqueros dedicados al monocultivo y con las autoridades estatales no siempre resulta sencillo.
A pesar de que la Constitución de 2008 reconoce la conservación privada como un derecho, Camilo señala que, sin recursos, sin caminos y sin políticas públicas efectivas, la conservación de la naturaleza sigue siendo, en la práctica, un privilegio inaccesible para muchos.
—El Estado hace muy poco para que se fortalezca el manejo sostenible de la tierra. La conservación es un derecho, pero no hay mecanismos que apoyen esos derechos. ¡Es terrible!… Hay invasiones, no hay guardaparques establecidos por cada kilómetro cuadrado ni nada de eso. Entonces, imagínate, ¿cómo el Estado espera que una sola persona cuide de un área del tamaño de la microcuenca Mashpi? ¡Es absurdo!
Considera que, ante la ausencia de acciones estatales concretas, el cuidado del territorio desde el territorio se vuelve fundamental.
—Pambiliño persiste desde este frente —me dice Camilo.
Un ejemplo concreto de esta autogestión es el proyecto “Soy Mi Territorio”. El programa, iniciado por el SER y Pambiliño, se creó para que los niños no solo de Mashpi, sino también de pueblos de su alrededor, vinieran a las reservas a aprender cómo proteger el hábitat del mono capuchino y la pava de monte, especies críticamente amenazadas, que son clave para entender la importancia de conservar los microclimas que solo se dan en la Reserva del Chocó. Durante los talleres, los niños hicieron máscaras de monos y de pavas, recorrieron los senderos de las reservas, identificaron plantas que sirven de alimento a estas especies y participaron en avistamientos. Al final, sabían cómo reaccionar si se cruzaban con una pava o un mono: dejarlos tranquilos, no alimentarlos y avisar a un guardabosques para que el encuentro quedara registrado en la base de datos. Según Camilo, esta preparación comunitaria es clave no solo para proteger a la fauna, sino también para generar datos que respalden futuras aplicaciones a fondos internacionales de conservación:
—Seguimos buscando fondos para continuar con este proyecto. Solo nos alcanzó para la primera fase, pero ahora queremos hacer un segundo taller para que los niños identifiquen también especies acuáticas y puedan aprender de la importancia de cuidar el río…
Financiado por el CriticalEcosystemPartnershipFund (CEPF), este proyecto parte de una iniciativa más grande que incluye la restauración de parcelas a algunos moradores de la zona para que puedan transicionar de monocultivos de palmito y ganadería a modelos agroforestales. La expectativa es doble: que las familias locales encuentren medios de vida sostenibles y que la comunidad aprenda a interactuar mejor con las especies de fauna amenazadas.
El respaldo financiero de instituciones extranjeras como el CEPF, frente al vacío que deja el Estado, despertó en los pobladores un mayor interés por las propuestas de conservación impulsadas por Pambiliño y el SER. Cada vez más, sobre todo entre los jóvenes, surge la búsqueda de formas alternativas de generar recursos. Por ejemplo, Flor, madre soltera de treinta años y dueña de la tienda del centro poblado, decidió unirse a la asociación de turismo comunitario para formarse en la gestión de visitantes y contribuir a que el río se mantenga limpio y libre de pesca ilegal.
Cuando llegué por primera vez en 2016, era apenas una visitante más, parte de un retiro grupal. No conocía la historia de Mashpi ni la de Pambiliño. No sabía de las tensiones que se habían plantado allí desde que la conservación se volvió un tema importante para tratar entre los moradores. En 2018, el declaratorio oficial del Chocó Andino como Reserva de la Biosfera de la UNESCO intensificó el debate. Ahora que llegué como estudiante a hacer etnografía, entendí que Pambiliño funciona en medio de estas tensiones. Por un lado, es un bosque-escuela dedicada a la conservación. Por otro, una organización que busca fondos y alianzas para ofrecer alternativas económicas ante los monocultivos y la minería.
***
Es domingo 19 de diciembre de 2024, son las ocho de la mañana. Mientras terminamos el café, Camilo me invita a asistir a la asamblea del pueblo que se dará en la tarde para que yo entienda mejor su relación con la comunidad. Ximena – quiteña de ojos azules, esposa de Camilo, residente de Mashpi desde el 2013 – se une a nuestra conversación. Me cuenta que ella es parte del comité ejecutivo que coordina la asamblea de hoy. Mientras yo limpio los trastes, Ximena me dice:
—Es difícil coordinar todo esto.
Sentado desde la mesa del desayuno, Camilo responde:
—La comunidad me acogió desde que llegué. Nos ayudamos mutuamente, pero ahora que generamos más recursos, los líderes antiguos nos ven con recelo, creen que les vamos a sacar los bienes comunes, como han hecho otros
Ximena, que para entonces me estaba ayudando a secar los trastes, agrega:
—Son estilos de vida distintos…Pero yo tengo un lote ahí en el centro poblado, también. Yo también soy parte de la comunidad y participo en las mingas.
Parándose de su silla, para dar a entender que la conversación estaba a punto de terminar, Camilo explica:
—Yo entiendo por qué tienen recelo. A la gente de la comunidad se les ha desposeído de sus tierras y creen que nosotros vamos a hacer lo mismo. Pero nosotros solo queremos vivir tranquilos y ayudar a mejorar la situación como se pueda
El resto de la mañana Ximena y yo preparamos el almuerzo para sus dos hijos y seguimos conversando sobre su llegada a Mashpi y sobre los problemas políticos del país. A las cuatro de la tarde Ximena y yo salimos de la casa para preparar el lugar donde la asamblea se llevará a cabo. Manejamos cinco minutos y llegamos a una cabaña en el centro poblado con piso de baldosas. En sus paredes se encontraban carteles de las especies de colibríes endémicos, gallos de la peña, tigrillos, anfibios y ranas que habitan el Chocó Andino y también de las 450 especies de plantas alimenticias no convencionales que se encuentran en la región.
La preparación de la asamblea incluye montar una sábana blanca que nos servirá para proyectar la agenda del día y arreglar las sillas y mesas de madera para que la gente se pueda sentar.
Son ya las cinco de la tarde. Hora establecida para dar inicio. Llega don Gabriel, el presidente de la comunidad que también es guardabosques y trabaja para el Mashpi Lodge. Al tener este doble rol, debe lidiar muchas veces como intermediario en la disputa de la comunidad con el hotel por lugares claves para el desarrollo de turismo comunitario. En la asamblea este sería un tema por tratar. Cuando entra Don Gabriel, el aire se torna más cargado. El corto cruce de miradas entre don Gabriel y Ximena y su breve saludo cordial me dan a entender que no hay una relación cercana entre ellos. Mientras tanto, los demás asistentes llegan y toman sus asientos.
Son ya las cinco y media, la lluvia golpea el techo de zinc y don Gabriel tiene que alzar su voz para poder formalmente iniciar la sesión.
Don Gabriel detalla el orden del día: 1) Legalización de Mashpi como cooperativa municipal (modelo de gestión donde la gente del pueblo puede volverse socio parcial con propiedad conjunta dentro de un municipio); 2) Entrega de planimétricos a los habitantes que no tienen lotes a su nombre para que puedan legalizarlos; 3) Acceso a la cascada de El Niño dentro de la reserva administrada por el Mashpi Lodge.
Antes de hablar sobre la legalización de la cooperativa municipal, Ximena propone resolver un asunto pendiente:
—El dinero recolectado en las mingas debe estar en una cuenta de banco a nombre de la cooperativa o a nombre del tesorero electo. No hemos podido avanzar con la legalización porque don Gabriel quiere trabajar solo.
Ximena y don Gabriel discuten. Ella insiste en la necesidad de transparencia y propone que los fondos recaudados por las mingas del pueblo se muevan de la cuenta de don Gabriel a la cuenta del tesorero electo. La discusión se interrumpe brevemente con preguntas del público: ¿Y en qué se usó la plata?
La disputa entre Ximena y don Gabriel dominó la reunión, hasta que Gerardo, uno de los líderes jóvenes de la comunidad, 21 años, cabello largo, y estatura mediana, levanta su mano para poder tomar la palabra:
—Señores, ¡Ya basta! Nos hemos pasado discutiendo esto casi una hora y no se ha resuelto nada. Yo propongo hacer una votación y que la asamblea decida dónde se queda la plata.
La gente lo aplaude. Gerardo pasa al frente, agarra una bolsa de plástico. Otra de las asistentes reparte papel y lápices para que la gente pueda escribir su voto. Gerardo camina con la bolsa y recoge los votos. Empieza el conteo. Con 31 votos a favor, la asamblea vota para que la plata sea administrada en una cuenta a nombre del tesorero electo.
Con la tensión acumulada, los siguientes puntos de la asamblea son discutidos apresuradamente. Camilo, promotor del proyecto que gestiona las nuevas escrituras a los habitantes que no tienen lotes a su nombre, pasa al frente. Invita a Mireya —alta, morena, de cabello rizado, en sus treintas y geógrafa local— a que también tome la palabra. Ella fue contratada con plata de una organización extranjera para que entregara los planimétricos que hizo en la comunidad. Como ha vivido en la Reserva toda su vida, conoce bien el terreno.
Mientras Mireya reparte las escrituras gestionadas, Camilo explica a los presentes que este proyecto es parte de uno más amplio que a largo plazo busca diseñar un “Plan de Vida para Mashpi”, donde los primeros fundadores y los nuevos finqueros trabajen en conjunto para crear proyectos sustentables y económicos que beneficien a toda la comunidad. Más tarde, Camilo me contaría que el proyecto incluye legalizar los lotes catalogados como “baldíos” y regularizar el precio de los terrenos en la zona para que la gente tenga un mejor acceso a su compra y venta.
Al finalizar la intervención de Camilo, una vecina se queja: no tiene dinero, también quiere su propio lote. Tiene cinco hijos y su esposo, sin consultarle, vendió el terreno que les pertenecía. La señora debe formar parte del 83% de la población de esta parroquia que no tiene satisfechas sus necesidades básicas. Ximena le pide a la señora que se quede al final de la asamblea para que puedan ver alternativas. La reunión debe continuar.
Ya son las 7 de la tarde y aún está pendiente el último punto de la agenda. Ximena invita al representante del Mashpi Lodge a que inicie su intervención. El representante se levanta de su asiento. Él no es de la comunidad, es de la capital y solo viene a Mashpi cuando le toca trabajar en el Lodge. Dice que el Lodge está dispuesto a hacer un acuerdo provisional con la comunidad para dar acceso a la cascada de El Niño que se encuentra dentro de la reserva privada:
—Les ofrecemos este acuerdo para julio. Les entrego el primer borrador. Revísenlo y podemos agendar una mesa de trabajo. En enero podemos tener todo listo.
Todos saben que “reagendar” significa esperar meses (1). Nadie quiere entrar en otra discusión. Los niños están llorando; la lluvia no ha parado. Ximena, que tiene intuición de madre, puede sentir la fatiga de los presentes y sabe que los niños no van a dejar de llorar hasta ser alimentados. Con prisa, agradece al representante por venir e interviene:
—Con esto concluimos la asamblea. Quedan temas pendientes. Alguna gente no ha pagado aún la minga. Los que faltan por pagar, por favor, acérquense a hablar con el tesorero. Ahora vamos a servirnos unas empanadas y morocho que el ejecutivo les ha preparado con el dinerito recaudado de las mingas. En la siguiente reunión organizamos los agasajos de fin de año. Por favor, hagan fila para servirse el morocho.
Rápidamente la gente se levanta. Hace frío y aún caen un par de gotas. Al terminar, Gerardo, el joven líder de la comunidad, se ofrece a caminar conmigo hasta Pambiliño, donde me hospedo. En el camino me comenta con frustración:
—Los antiguos líderes no dan paso a que los nuevos nos hagamos cargo.
***
Es viernes, 20 de diciembre; es mi último día durante esta visita de campo. Camilo me ofrece desayuno. Mientras comemos, su teléfono no deja de vibrar. Intranquilo, lo mira. Le pregunto a qué se debe su cara de preocupación. Él me cuenta que, desde la asamblea, la gente del pueblo no ha dejado de discutir en el grupo de WhatsApp.
—Mira todos estos mensajes, la gente aún pregunta qué va a pasar con la señora que se quedó sin lote, y aún siguen las peleas sobre lo que va a pasar con la cuenta bancaria y con la cascada.
Me quedo en silencio y noto en Camilo una genuina angustia por el hecho de saber que en el pueblo persisten desconfianzas. Cuando pregunto qué le preocupa más, Camilo me cuenta que él se siente parte de la comunidad y tiene la responsabilidad de hacer algo para que las cosas mejoren. A pesar de que la conservación ecológica sigue siendo un reto en medio de las tensiones sociales, la falta de recursos y la constante e intensa competencia por el uso de la tierra.
—Pero al menos intentamos —me dice Camilo—. Al menos sabemos que estamos aquí: Reexistiendo.
*Para resguardar la seguridad de las personas involucradas, los nombres utilizados en esta crónica son pseudónimos
(1) Mientras edito esta crónica en septiembre, aún la comunidad no tiene acceso a la cascada de El Niño.
Pasaron años para que el pedido de quienes utilizan el skatepark se oiga.Chicos y chicas (riders) de la ciudad como también quienes nos visitan de ciudades vecinas llevan años practicando en el skatepark de la ciudad ubicado en la Av 9 de Julio. Desde la Dirección de Cultura, se pidió la colaboración y el asesoramiento para…
Pacha Mama o Madre Tierra son expresiones comúnmente utilizadas para mencionar al planeta Tierra en distintos países, término que expresa la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el planeta en el que todos convivimos. Para lograr un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes…
Durante el fin de semana, se disputó en el polideportivo Cumelen un torneo de vóley masculino mayores organizado por la Escuela Municipal de Voley. La competencia contó con la presencia de equipos locales, de Huergo y de Godoy. Las posiciones fueron las siguientes: 1º Karasuno 2º Costa Sur 3º Círculo Italiano 4º Cumelen Sub 20…
El pastor dice que el día que aterrizó fue a ver al Presidente. Habla en inglés y casi ninguna de las cuarenta mil personas que escuchan a sus pies lo entiende. Dice que le regaló una Biblia. Cuando el traductor, parado a su lado —los dos detrás de un imponente atril negro con una cruz dorada en el centro del escenario— repite sus palabras en español, el estadio de Vélez estalla en aplausos y vítores.
El clamor dura un instante y luego la multitud vuelve a escuchar en silenciosa reverencia al pastor evangélico estadounidense Franklin Graham, principal orador del Festival de la Esperanza. No parecen pesarle los 73 años. El cuerpo erguido y firme. Campera de cuero negra con detalles marrones sobre un sweater azul oscuro, una camisa blanca y una corbata azul con detalles blancos. El peinado blanco elegante y los ojos azules. Le lleva media cabeza al traductor, que tiene la misma ropa negra y la raya del peinado blanco del mismo lado. Es como un homúnculo. Siguen hablando. Uno repite en español lo que el otro dice en inglés. Que Milei iba al colegio católico, como católico que era, pero no conocía nada de lo que la Biblia decía. Que no sabía nada de Moisés, de Abraham, pero demostró que estaba leyendo. Disfrutamos la charla con el presidente, dice Graham y repite el traductor.
El pastor Franklin Graham, que también es consejero espiritual de Donald Trump, visitó al Milei en Balcarce 50 el martes 4 de noviembre. Es la primera vez que un presidente argentino recibe en Casa Rosada a un líder evangélico de esta talla.
Ahora en Vélez, después de hablar de Milei, el pastor habla de sexo. Advierte a su público que el adulterio es un pecado. Sigue él y sigue el traductor en español: “Déjenme decir algo sobre el sexo, Dios creó el sexo, quiere que lo uses y que lo disfrutes. Pero solamente dentro de una relación matrimonial entre un hombre y una mujer. No dos hombres, no dos mujeres. Un hombre y una mujer en una relación matrimonial”.
Franklin Graham sonríe, hablando amigablemente del castigo. Sigue él y sigue el traductor: “Tal vez haya muchos acá que estén siendo culpables de pecados sexuales, pero quiero decirte que Dios esta noche te puede perdonar. Hay algunos de ustedes esta noche que son culpables de haber abortado. Tal vez, de muchos abortos. Pero estoy acá para decirte que podés ser perdonado esta noche. Dios te ama y te quiere perdonar, pero tenés que venir a él con fe. Tenés que estar dispuesto a arrepentirte, a apartarte de tus pecados. En ir a otras direcciones. Si aceptás a Cristo, no podés volver a tu casa a una vida de pecado”.
Mientras Franklin Graham y su traductor dicen estas palabras, la noche del 8 de noviembre, a algunos kilómetros de ahí, dos íconos gay tocan en paralelo: Marilina Bertoldi, abiertamente declarada lesbiana, en el Estadio Malvinas Argentinas y Dua Lipa, la estrella pop británica, en River. Tini Stoessel presenta su show en un Tecnópolis agotado. Y ahí la gente la escucha cantar: “Tengo una gata, la llevo al telo, se le quita lo santa cuando la agarra del pelo, y si yo pudiera le hago gemelos”.
Franklin Graham no sabe nada de ellas. Aquí cantaron Michel W. Smith, Charity Gayle, el rapero puertoriqueño Redimi2 y la banda local Rescate. El pastor dice que le gustó mucho la música y dice qué noche más maravillosa. Y recuerda su última vez en Buenos Aires: 1991, en el estadio de River, junto a su padre Billy Graham, que era entonces el evangelista más escuchado en todo el mundo. El pastor no lo dice pero hoy, 35 años después, la Argentina es otra. Hace cuatro días hicieron rezar al presidente y los ministros en Casa Rosada, hace dos semanas líderes evangelistas ganaron seis bancas en el Congreso y hoy, saben, están conquistando los corazones y las calles como nunca.
***
Franklin Graham es hijo mayor de Billy Graham, un pastor evangélico nacido en una granja lechera en Carolina del Norte que en los 60 llegó a tener una popularidad comparable a la de Kennedy. Un predicador de un carisma indiscutido que organizó cruzadas de evangelización a nivel mundial y que, además de llevar la palabra de Dios, también estaba muy preocupado por el avance del comunismo. Según él, la solución era regresar a Cristo. Billy supo utilizar las herramientas comunicacionales de su época a su favor: radio, televisión y prensa gráfica.
Vino al país en dos oportunidades: en 1962 llenó un Luna Park y en 1991 llenó tres River. En ese segundo viaje lo acompañó su hijo, que hoy retoma su legado de prédica y administra Samaritan’s Purse, una ONG que brinda asistencia ante desastres naturales y conflictos bélicos. También la Billy Graham Evangelistic Association (BGEA), con la que continúa el espíritu de su padre de predicar en los cinco continentes y llevar la palabra de Cristo a cuanta gente pueda. Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales especialista en evangelismo, conoce a fondo a ambas figuras: “Franklin tiene un poco ese lugar en Estados Unidos. Acá es un interlocutor secundario si se quiere. Es una persona de cierto peso, pero está siempre el problema de la transmisión del carisma. No estoy seguro de que Franklin sea igual a la figura del padre”. Carbonelli entiende a ambas ONGs como empresas que Franklin intenta capitalizar para perpetuar el movimiento. Según datos del New Yorker, ambas organizaciones están valuadas en alrededor de setecientos sesenta y cinco millones de dólares.
Desde 2016, Franklin Graham se mostró públicamente como aliado de Trump. Es su consejero espiritual, ora por él y por su gestión. En 2024, durante la Convención Republicana de Milwaukee, Franklin participó como orador. Dos días antes, el actual Presidente de Estados Unidos había sido objeto de un intento de magnicidio en plena campaña electoral.
—Es un honor que Donald Trump me haya pedido orar por él hoy —dijo Graham ese día—. Tuvo una experiencia cercana a la muerte, no hay dudas. Pero Dios salvó su vida. Cuando se levantó de esa plataforma, lo hizo con su brazo en alto, demostrándole a América su férrea voluntad por luchar por ellos en esta nación. Si Dios le concede ser el 47° Presidente de Estados Unidos, no hay dudas de que hará grande a América otra vez.
A principios del 2025, Graham se refirió a la situación legal del aborto en su país y, si bien para el predicador aún falta para que Estados Unidos llegue a la “edad de oro”, reconoció a Trump por haber nombrado a los jueces de la Corte Suprema que derogaron el fallo Roe vs. Wade, que garantizaba el derecho constitucional al aborto. Desde el 2022, cada Estado puede regular de manera estricta o prohibir de plano el aborto en su territorio.
A lo largo de los años y de la organización de estas cruzadas, que anualmente continúa Franklin Graham bajo el paraguas de su fundación, no siempre encontró buena recepción entre la política local o los movimientos sociales. En 2020 tenía planeada una gira por Alemania y un miembro del parlamento, Sven Lehmann, elevó una carta abierta pidiendo que no se le dé espacio a Graham para realizar el evento por ser un “predicador de odio”. En 2022 realizó una gira por varias ciudades de Europa, entre ellas Liverpool, en donde se realizó una marcha a favor de los derechos LGTBIQ+ y en contra de la prédica de Graham, que sostiene que la homosexualidad es una “abominación” y llama a hacer terapias de conversión. Acaso porque tantas veces no fue bienvenido, resaltó lo bien tratado que se sintió en Argentina.
***
Todavía es de día, el cielo está cubierto de nubes. Aún falta un rato para que Franklin Graham haga su prédica. Antonia y Dora, cuñadas y jubiladas, están sentadas en dos sillas del campo, con una pechera amarilla que tiene escrito a mano “I. E. A. Mi redentor vive”. Llegaron hasta Vélez en micro, con su congregación, desde Rafael Calzada. Antonia era católica y su vecina, que ahora también es su pastora, fue la llave de entrada al evangelismo.
—Tuve un problema de salud muy grave —dice mientras se agarra una pierna—. Y viste que cuando pasa eso vas al curandero, vas a cualquier lado. Y mi vecina me empezó a decir que vaya a la iglesia a la que iba ella. Yo le peleaba, era re católica, le re peleaba. Y fui. Conocí otra forma y mi pierna sanó.
Antonia y Dora no tienen tan en claro quién es Franklin Graham, más bien lo conocen a través del padre y porque la iglesia a la que va Antonia las invitó. Sin embargo, están entusiasmadas por el evento.
Antonia formó parte del Plan Vida, aquel proyecto que inició con las Manzaneras de Chiche Duhalde en 1994. Dora explica que Antonia no pudo trabajar formalmente porque tuvo que criar a diez hijos.
—Y ahora tengo veintisiete nietos y cuatro bisnietos —dice sonriendo.
Dora se dedicó toda su vida al rubro de marroquinería y actualmente atiende un puesto los fines de semana en la Feria de Mataderos.
—Con este gobierno está muy difícil, hay mucha necesidad y no hay ayuda. Este señor no está preparado para ser presidente, te das cuenta por como trata a los jubilados, a las personas con discapacidad.
—Ella quiere que se vaya Milei —dice Antonia.
Las plateas están llenas y de ellas cuelgan trapos cristianos: sobre blanco, Jesús te ama Laferrere. Sobre una bandera argentina, Avivamiento Centenario. Una chica, sentada en una silla del campo, pincha una milanesa con un cuchillo y la deposita en un pan cortado en dos mitades para hacerse un sanguche. Un niño pequeño que no llega a los dos años, parado pero con cierta inestabilidad, se agarra de la silla en la que está sentada una señora que sostiene un mate. Otro niño entra corriendo al estadio al grito de “soy libre”: en algunos minutos comenzará el FestiKids con un despliegue de danza y canciones cristianas para los más pequeños. El momento empieza con una que sabemos todos: Baby Shark, estridente, alegre y pegadiza, es coreada y festejada por el público.
Damián es parte de una iglesia evangélica de Almirante Brown, periodista y prensa del evento:
—Muchas veces hacemos el laburo del Estado —asegura—. En estos tiempos de crisis venimos a traerle a la gente un mensaje de esperanza. Hay una crisis espiritual muy grande y la gente necesita esto. Pero también necesita cosas materiales y también se las proveemos.
Un hombre que ronda la edad de Cristo está sentado junto a su hijo. El niño tiene una Biblia colorida con ilustraciones, y su padre una remera negra que dice Grupo de adicciones, rescatadores de Dios.
—Tengo un tiro en la panza, tengo puñaladas —cuenta—. Robaba y me drogaba mucho. Mis hijos lloraban todas las noches, me peleaba con mi familia. Cuando me bajaba la droga, lloraba. Le pedía a Dios que me ayude. Hace un año cambié mi vida. Trabajo con mi congregación en un grupo de rescate de adicciones, como pasé por eso los ayudo. Perdí a muchos amigos en la calle, algunos están muertos y otros están presos. Solo no pude salir, salí gracias a Dios y me dejé de drogar. Mis hijos ya no lloran.
Mientras su papá cuenta esto, su hijo mira al frente y juega con una Biblia.
Una pastora de una pequeña iglesia de La Plata coincide en que tiene que atender problemas muy distintos: necesidades médicas y alimenticias, además de espirituales. Hace poco empezaron a visitar a un adolescente que tiene VIH y es huérfano. Habla poco, lo están conociendo y entendiendo cómo pueden abordar el caso. Se involucraron porque una ONG les pidió su ayuda.
Una mujer de pelo rubio atado en un rodete alto se seca las lágrimas mientras ocurre la alabanza musical, un momento dedicado a la conexión con Dios en la que se toca música y se cantan canciones que le hablan y se rinden ante él. Tiene un tapado color salmón claro y una pollera larga, estampada. Forma parte de la iglesia El estanque de Siloé, en La Plata. Es gitana, vino en micro con Alejandro, su pastor, que es criollo.
—Así nos dicen a los que no somos gitanos, criollos —explica Alejandro—. Yo me crié en un barrio de La Plata donde vivían muchos gitanos, que todavía no vivían en casas sino en carpas. Jugaba al fútbol con ellos, incluso asistí a festividades donde sacrificaban animales. A los 18 conocí a Dios y me convertí. A los 22 empecé a ser pastor de mi iglesia, durante muchos años no vino ninguno. En 2001 murió un gitano del barrio en un accidente de auto y empezaron a venir de a poco. Ahora, el 80 por ciento de los que vienen son gitanos.
***
En las primeras filas del campo está sentado Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero, hombre fuerte de La Libertad Avanza. Uno de los tantos dirigentes políticos que se acerca al evangelismo. Pero hay muchos más que están haciendo la misma conexión desde el otro lado. Después de la elección del 26 de octubre, el espacio de representación evangélico consiguió seis bancas en el Congreso. Al Senado se sumarán Nadia Márquez por Neuquén, referente de la iglesia Jesús es rey y Vilma Bedia por Jujuy, también pastora. A Diputados ingresan Maira Frías por Chubut, referente de Nacidos para gobernar (una organización que impulsa el crecimiento de dirigentes evangélicos), Miguel Rodríguez por Tierra del Fuego, Mónica Becerra por San Luis, defensora de la vida desde la concepción, Andrea Vera por Buenos Aires, que se define como cristiana, y Soledad Mondaca por Neuquén. ¿Nace un bloque evangélico en el Congreso?
El evangelismo es más laxo que otras religiones respecto a las figuras de autoridad o de liderazgo: un pastor no necesariamente necesita estudiar teología u ordenarse en una congregación, son otros valores los que determinan su posición: la conexión con las personas, la transmisión de las enseñanzas bíblicas y el carisma, junto con un comportamiento coherente con las ideas que se transmiten. El lado B es el funcionamiento, definido por Carbonelli, como de “electrones sueltos”. Este tipo de eventos, como el Festival de la Esperanza, funcionan como espacios de mancomunación y alineamiento entre pastores y fieles. Sin embargo, la figura del pastor no termina estando tan lejos de la figura del emprendedor, actualmente extendida sobre la sociedad argentina: ambos trabajos requieren de una cuota de adaptabilidad, creatividad y conexión; saber aprovechar las oportunidades, tender puentes con el Estado para conseguir alimentos, remedios, permisos. Implica saber negociar y también saber vender: una idea, un producto, un servicio, donde prima que lo importante no es que vengas, sino que vuelvas.
La religión y la política fueron siempre ámbitos profundamente imbricados. Pero hoy las posiciones y el peso de los actores del campo religioso están cambiando. En el mundo y en la Argentina. La muerte del Papa Francisco y un León XIV de presencia anodina parecen haberle quitado fuerza a la Iglesia Católica. En nuestro país, pocos dirigentes se asumen o posicionan abiertamente católicos como modo de diferenciarse: Juan Grabois y, quizás, en menor medida, Cristina Fernández de Kirchner. Que nadie se sorprenda. El ascenso de un líder político inorgánico, mesiánico y extraño como Javier Milei, que dejó de cara a la dirigencia política tradicional argentina, va de la mano con el crecimiento y el arraigo profundo de la iglesia evangélica, que logra interpelar, retener y dialogar con el contexto de maneras evidentemente más eficaces.
El evangelismo es un movimiento amplio y heterogéneo. No hay una identificación automática entre evangelismo y derecha. Sin embargo, fue el gobierno de Milei el que les hizo lugar y les otorgó, por ejemplo, la personería jurídica a partir de un decreto en julio de este año. Un reclamo histórico del movimiento evangélico hacia el Estado.
El cielo está oscureciendo, está por terminar la alabanza y en breve sube Franklin a predicar. Hay una pequeña multitud amuchada a los costados. Gente de seguridad, de organización y de la comitiva de BGEA. Uno de ellos dice:
—La política sabe que la calle hoy la tienen los evangélicos, no los católicos.
Está por hablar su pastor. Y el hombre, que es uno más, que puede ser cualquiera, mira satisfecho a algún punto fijo perdido entre la gente.
La Dirección de Deportes de la Municipalidad de Villa Regina informa que el 24 de octubre se realizará en el polideportivo Cumelen una clínica de Newcom a cargo del profesor Jony Ahumada. La misma tendrá un costo de $1000 por persona. Los interesados en participar pueden comunicarse a los teléfonos 299-4220453 o 2984-692829. Difunde esta…
Difunde esta nota
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.