En el marco del aniversario de Villa Regina, mañana sábado de 16 a 20 horas se llevará a cabo la reapertura del Museo Felipe Bonoli.
Será un momento especial ya que la casa del fundador de la ciudad reabre luego de los trabajos de restauración y mantenimiento que se llevaron a cabo durante la pandemia.
La museóloga Magali Catriquir manifestó que “se invita a participar a la comunidad, a las familias, a los niños y niñas que van a poder dibujar y pintar. También habrá un inflable para que los chicos puedan disfrutar del predio con la nueva entrada habilitada por calle Florencio Sánchez, que es la original de la casa”.
“Será el momento oportuno para el reencuentro con nuestra historia y nuestros orígenes”, agregó la museóloga.
De Regina a Bahía, de una villa a la otra, Federico Harina (28) logró esta temporada con el Club Villa Mitre de Bahía Blanca el ascenso al segundo escalón del básquet profesional argentino, la Liga Argentina de Basquet (anteriormente llamada TNA) luego de obtener el segundo puesto en el Torneo Federal en el que partciparon…
La Secretaría de Obras y Servicios informa que a partir del día de la fecha se estarán colocando los divisores en calle Cipolletti y Chacabuco por lo que el carril en dirección oeste – este permanecerá cortado aproximadamente dos semanas. Difunde esta nota
Claudia Rodríguez deja caer la frase con cierta ambivalencia. Sostiene un cuaderno en la mano sin mirarlo. Uñas anaranjadas, voz honda, coqueta, así se presenta ante un público integrado por alumnxs de literatura latinoamericana, estudios de género y sexualidad, profesorxs universitarios y activistas LGBT que se acercaron a escucharla. Hoy no está en Santiago de Chile, donde vive, sino Estados Unidos, en una universidad pública de Nueva York.
Soy el profesor anfitrión aquí en Stony Brook University, esta universidad pública de Nueva York. Lxs alumnxs presentes han cursado mis materias sobre lo trans y lo queer/cuir en América Latina, han leído la obra de Claudia, hemos hablado de ella. Pero no es lo mismo hablar de ella que escucharle hablar por sí misma. Y ese es el punto: un acto de presencia. Esa presencia es política, aquí, ahora. Es político nombrarse travesti en este contexto -en la era de Trump y en tierra de Trump-. Estoy ansioso, anticipo preguntas, burocracia repentina, el problema del idioma, del cuerpo. Tengo miedo de que nos vean fumando un cigarrillo (está prohibido fumar en el campus). Tengo miedo de que no digan nada, de la indiferencia. Pero exhalo. Ya está.
– Soy poeta travesti chilena. Y monstrua resentida- continúa la invitada.
Rodríguez es la figura emergente de la escena cultural trans y travesti de su país. Su trabajo activista se enfoca en la prevención del VIH en comunidades periféricas. Y su trabajo performático, en la hipocresía patriarcal, la violencia de género, lasupuesta multiculturalidad del Estado chileno. En Santiago, a Claudia se la puede ver parada en una esquina, bajo la sombra del Cerro Santa Lucía chusmeando con una amiga, riéndose de clientes viejos o recordando la historia del activismo travesti local. También se la puede cruzar en una marcha feminista vestida de monja, de Pamela Anderson o de la Estatua de la Libertad con una pancarta: “Para las travestis reales el Estado no puede existir”. Es autora de fanzines y libros de poesía como Cuerpos para odiar y Dramas pobres. Algunos de sus textos fueron llevados al teatro, como la autobiográfica Vienen por mí que la actriz y escritora Camila Sosa Villada estrenó en Córdoba, Argentina. Es una de las voces del libro Travesti, una teoría lo suficientemente buena (Ed.Muchas Nueces), entrevistada por Marlene Wayar.
En su obra, el cuerpo travesti se monstrua (así, como verbo) a través de reconfiguraciones plásticas y peligrosas. El peligro es ese cuerpo, peligro latente pero omnipresente. “Ser travesti es ser una muñeca para los hombres que odian a las mujeres”, escribe Claudia. Estos aforismos abundan tanto en su poesía como en sus reflexiones cotidianas. Es su forma de contextualizar la memoria que bifurca y desdobla en cuerpos inertes, degollados. Cuerpos de mujeres travestis que, como ella dice, “murieron sin haber escrito ni una carta de amor”.
La artista chilena fue invitada por el Instituto de Humanidades de Stony Brook University a participar del simposio Unnatural: Gender, Ideology, and the New Latin America (Antinatural: género, ideología y la nueva América Latina).
Stony Brook forma parte del sistema de universidades públicas del estado de Nueva York. Queda a dos horas en tren desde Manhattan, en un suburbio de familias tipo: blancas, burguesas. Es conocida por sus programas en ciencias exactas, por su hospital y por la escuela de medicina. Las humanidades aquí quedan relegadas a un segundo plano de importancia -y de financiamiento-. Stony Brook es una universidad popular, con aranceles accesibles; por eso muchos de sus estudiantes son hijos de inmigrantes latinoamericanos y asiáticos.
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El encuentro busca generar un diálogo sobre el impacto de la vuelta de la derecha en América Latina en la política y en el arte. Y cómo esta vuelta que no es nueva se viraliza y se siente tanto en los espacios públicos como en las relaciones interpersonales, en la intimidad.
También exponen Denilson Lopes, especialista en literatura y cine de la Universidad Federal de Río de Janeiro, y Gabriela Arguedas, filósofa feminista experta en bioética de la Universidad de Costa Rica. Todxs hablan de la coyuntura vista desde las ciencias sociales y las humanidades, y también desde la investigación académica y las experiencias personales.
Lopes, el académico carioca, se refiere al deseo de los encuentros cotidianos (inter e intra-generacionales) como un modo tenue pero poderoso de construir redes de afecto. Pone de ejemplo el cortometraje Bailão (de 2009, dirigido por Marcelo Caetano) para explicar cómo, en la sutileza de lo mundano, de los espacios entre la casa y el trabajo, residen otras posibilidades de una sociabilidad si no utópica, fugazmente luminosa, centelleante, en devenir. Pienso en la pista de baile de un bar gay cualquiera, un martes. Pienso en una conversación. Una pausa. Una mirada.
Por Skype y desde Costa Rica, Arguedas (cuyo vuelo de American Airlines se retrasó por una falla mecánica) le apunta a la denominada ideología de género. Se remonta al siglo XVIII, traza la historia filosófica, se enfoca en el neointegrismo católico y en el fundamentalismo pentecostal. Explica: estas dos formas de pensamiento no sólo rechazan los esfuerzos recientes en materia de derechos LGBT, sino que también repudian la soberanía individual, legado de la tradición intelectual de la Ilustración. Quedé impresionado no sólo por la destreza interdisciplinaria de Arguedas, sino por el trabajo político que nos queda por delante. ¿Cómo apelar a los derechos de un colectivo disidente cuando, precisamente, es el individuo quien recibe derechos dentro del sistema legal en la modernidad? ¿Cómo no caer en la quimera de la protección estatal?
Entonces, Claudia. Con las uñas anaranjadas, con su cuaderno como escudo, ¿de qué tiene que hablar? Su intervención comienza con una paradoja que es, a la vez, una reflexión sobre las expectativas culturales, académicas e institucionales y un intento por sintetizar un deseo. Hay en ese “tener que” una postura política ante la obligatoriedad discursiva, ante la aparición de una travesti en público, ante la mirada pegajosa que solicita. Nos provoca a indagar el cuerpo, el deseo y la política a través de una teorización transfeminista que se basa en un recuento de su propia trayectoria activista y poética. Tras una pausa, dice:
– Aprendí del feminismo que hay que poner el cuerpo.
Esa apuesta por un feminismo experimental -cuestiones que guían la obra de Rodríguez- nos interpela como público: ¿cuánto cuerpo hemos puesto y cuánto estamos dispuestos a dar? ¿Qué puede el cuerpo, este cuerpo mío?
La pregunta me transporta a 2015, cuando la vi por primera vez en Chile. Claudia actuaba en Cuerpos para odiar: emergía de la penumbra, se mostraba etérea pero contundente, vestida de blanco, cabello rubio quemado. Interpelaba al público:
— ¿Quieren show?
No era una pregunta retórica. ¿Qué quieren del cuerpo travesti? ¿Qué quieren que les diga?
La inquietud de una alumna me devuelve a Stony Brook. Le pide recomendaciones para seguir pensando la intersección entre la literatura escrita por mujeres y la violencia epistémica. “No te podría decir. No soy mujer, soy travesti”, responde la chilena. Y arroja un ejemplo de su política feminista: hablar desde ese cuerpo encarnado, ese lugar específico. Dejar de pensar en universalizaciones para figurar desde su ontología (si me permiten la verborragia, Claudia propone una ontopoética travesti).
La jornada termina. Los alumnos se dispersan (y me confesarán después que fue el evento más comentado del año académico). Nos quedamos Claudia y yo para la cena celebratoria (de rigor). “¿Querés ostras?”, le digo, y me imagino en aquella escena inicial de Una excursión a los indios Ranqueles, cuando Mansilla se jacta de su colonialismo gustatorio, de sus ostras y de su tortilla de huevos de avestruz. Viene el camarero —un inmigrante salvadoreño—, y toma nuestro pedido:
– Quiero la carne —dice Claudia—. Pero cruda.
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Como somos amigas (la Claudia me mujerea mucho), después del evento nos escapamos del pueblito de Stony Brook. Ella se queda a pasar unos días en mi departamento en Brooklyn. No tenemos mucho planeado, pero en algún momento ella pide:
– Quiero ir adonde la Marilyn sacó su fotografía.
No me lo tiene que explicar. Conozco la imagen de Marilyn Monroe en The Seven Year Itch. La referencia no es gratuita. En su poemario del 2016, Dramas pobres, Rodríguez escribió: “A veces me parezco a la Marilyn. Cuando tomo el cigarro y miro fijamente al pasado; me vuelvo a levantar, a sentirme travesti y minotaura”. Y en Cuerpos para odiar, Rodríguez protagonizó a La Marilyn. Es que Monroe es una suerte de sombra para ella, una figura trágica, modelo imperfecto de una femineidad mediatizada, decadente, monstruosa.
Aquella foto histórica se tomó en la esquina de la calle 52 y Lexington Avenue. Vamos. Pero no hay nada material para reconocer aquella escena, ni una placa ni flores ni olor a Chanel Nº 5. Hay que ir como si fuera un ritual solo para iniciadas, como si la búsqueda de ese espacio, cual soplo de viento fortuito, tuviese que ser también fugaz, tentativa.
De vuelta a mi casa, Claudia sube al Facebook la foto que le saqué. El álbum se titula: “Una travesti pobre en Nueva York”.
El sábado vamos al Central Park. Es el primer día soleado de la primavera de Nueva York. El pasto todavía está mojado, frío, pero igual nos sentamos a ver los cuerpos que, en su transitar líquido, poliforme, reflejan el ansia del encuentro.
Más tarde vamos a sacarnos otra foto, esta vez con la Estatua de la Libertad, aquella mujer tan sola. Tan travesti. Caminamos hacia la última punta de Manhattan, donde el mar Atlántico chapea contra un muelle que en el siglo XIX servía como batería militar y antes como mercado de esclavos. Entonces divisamos una masa humana que, frente a la bolsa de valores, se aferra al Toro (de bronce) de Wall Street, el Charging Bull. Nos dejamos llevar por el bullicio. Hay familias de turistas que se sacan una foto, mejor dicho, que se turnan para sacarse la misma foto. Varias manos encima de los cuernos lustrosos, sonrisitas. Claudia señala con la mirada: “Quiero con el poto”. Obvio. Con el poto del Toro de Wall Street. Se para al lado y, providencialmente, una pareja de argentinos me pregunta:
– ¿Querés que les saque la foto con las bolas?
– No. Con el poto.
Nos miran. Claro, para ellos el poto no significa nada; o quizás entienden, por el contexto, que poto es culo, ano, orto, pero igual nos miran desconcertados con el desdén del falogocentrismo y el gesto irónico de la travesti.
“Podría ser la portada de mi siguiente libro”, sugiere Claudia. Nos reímos. Y sí, ¿por qué no? Necesitamos una potopolítica, propongo. Potopolítica: liberación del ano, política marica-travesti-torta de los (malos) usos del cuerpo, expresión del deseo antinatural, legado del pecado nefando.
En realidad, Rodríguez lleva rato pensando en la lógica anal, en el precioso ano del hombre, como señala uno de sus poemas:
Una loca dijo:
Ser travesti es ser degenerada como los hombres,
estar dispuesta a todo pero en secreto, para que no
duden del hombre, para que no se diga del hombre
que le gusta por el poto. La lengua en su poto y los
dedos de una travesti.
***
Si tuviera que nombrar qué nos une a Claudia y a mí diría: el deseo. La forma del deseo, de pensar el deseo, de buscar en sus contornos un territorio propio-compartido a partir del cual nos sentimos cómplices en nuestros respectivos proyectos (de vida, artísticos, políticos, cotidianos). Tenemos, por así decirlo, un trasfondo común a pesar de las muchas cosas que nos diferencian. Y de ese trasfondo surge la necesidad no solo de pensar el cuerpo (individual, colectivo) en estos tiempos de fascismo, sino de poner en práctica la consigna que aprendimos (las dos) de Perlongher: “Lo que queremos es que nos deseen”.
No me sorprende, entonces, cuando Claudia me pregunta: “¿Dónde está el deseo?”.
Salimos del MoMA y vamos a tomar el subte hacia Brooklyn. Seis de la tarde, Midtown. Zona de negocios, de bancos, de trámites pero no del deseo, o por lo menos, del tipo de deseo que queremos ver. “Quizás -me dice- el deseo tiene horario.” Pero en la ciudad que nunca duerme los horarios son flexibles. El deseo también. “Mira que todos andan del mismo color azul marino. ¿Cuál es el color del deseo?” Tal vez tiene en mente una naturaleza muerta de Cézanne, las imperfecciones que se dejan ver en la forma, en el toque, imperfecciones que enmascaran los píxeles de la reproducción digital. Es la búsqueda lo que se deja ver en persona, la búsqueda de la expresión, que es otra manera de decir: el deseo.
Durante el simposio, Lopes había sugerido que el arte puede ser un lugar de encuentros. No lo entendí, y quizás todavía sigo sin entenderlo. Igual, pienso, el arte no escenifica encuentros. El arte es el encuentro. Como el encuentro también es arte.
Por ejemplo: estábamos sentadas en un salón del MoMA. Hablábamos de la muestra fotográfica de Lee Friedlander “Letters from the People” (Cartas del pueblo). Claudia pregunta: “¿Por qué no hay nada en español?”. Miro. “Hay todo un mundo ausente aquí”, dice. Otro pueblo, quizá. Las fotos son de números y letras, graffitis, signos sacados de contexto, combinados para crear otro contexto —un ensamble-. Tiene razón, pienso, pero el fotógrafo busca algo también. Quizás no sabe leer los códigos subterráneos. De repente escucho: “Can you move?”. Nos miramos. Me doy vuelta. “Can you move?”, de nuevo. Es una chica de veintitantos años, rubia, europea. Se interrumpe nuestro encuentro con otro inesperado. “Quiere que nos quitemos de la banca”, le digo a Claudia. Nos pide dejarle el asiento para poder sacarse una foto. Nos corremos un poco. Saca una selfie, nosotras de periferia.
En alguna foto de Instagram estarán nuestras miradas de reojo reflejadas en los retratos de Friedlander, miradas que sirven de trasfondo para el registro fotográfico de una turista europea en el MoMA. Se me ocurre: cuando nos desplazamos se generan otras posibilidades de encuentros, otras constelaciones afectivas y corporales, a pesar de la relación de poder evidente. Luego Claudia me dice: “No hay que buscar hablar desde el centro. La periferia debe nombrar la periferia”. Sonrío. Sí, desde ahí, desde la periferia se pone el cuerpo.
Me sacude la claridad de su pensamiento. Es que había pensado al proponer el simposio, confieso, que serían mis alumnxs y no yo el sujeto de la irrupción de Claudia en el escenario cotidiano. Yo, como sujeto indígena, nunca me he imaginado céntrico en este país genocida. Pero me doy cuenta que mi propio transitar centro-periférico, mi deseo marica, mi piel, mi ciudadanía sexual, dependen precisamente de discursos encarnados, entrelazados, de tensión epistémica. Mejor dicho: me doy cuenta porque ahora lo siento en mi propio cuerpo, junto a Claudia, travesti monstruosa, cuando nos dejamos llevar por el arte del encuentro. No puedo dejar de imaginar, así, que nuestros cuerpos, en un eco luminoso, marcan no sólo coordenadas de pertenencia o de exclusión sino también, y sobretodo, zonas de deseo siempre en movimiento.
Donald Trump y el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, se reunieron en la Casa Blanca para reforzar lazos y abordar una agenda de temas comunes cargada como la estabilidad de Medio Oriente y especialmente la situación en la Franja de Gaza y el cese al fuego entre Israel y Hamas.
Pero hay un tema más subterráneo que formó parte de la bilateral y está relacionado con Venezuela. La escalada por el despliegue militar en la Caribe y la supuesta inminencia de un ataque no es del agrado de la monarquía saudí.
Un importante funcionario que siguió de cerca la reunión confirmó a LPO que Bin Salman le sugirió a Trump que negocie la salida de Nicolás Maduro pero que sea a través de un cambio dentro régimen y que quien quede liderando se encuadre con más con Estados Unidos que con China o Irán.
«Lo que quieren es que de los 100 mil barriles de crudo diarios, 80 vayan a Estados Unidos y 20 a China. Es que el año que viene podría haber sobre inventarios de crudo y eso a los árabes no les gusta. Imaginate si a esos inventarios, le agregas Venezuela», detalla.
En ese sentido, esta fuente apunta que los saudíes les conviene que Venezuela sigue en 100 mil barriles para que no se les desestabilicen los presiones internacionales.
Un importante funcionario que siguió de cerca la reunión confirmó a LPO que Bin Salman le sugirió a Trump que negocie la salida de Nicolás Maduro pero que sea a través de un cambio dentro régimen y que quien quede liderando se encuadre con más con Estados Unidos que con China o Irán
Como ocurre con Qatar, Arabia Saudita quiere cumplir el rol de mediación en la crisis con Venezuela. No es casual que ambos países del golfo también estan incursionado en la organización de eventos deportivos. En el caso de Qatar viene de ser sede del mundial de 2022, tendrá por los próximos 5 años el mundial Sub-17 y tiene altas chances de alojar la final de la «Finalissima» entre la Argentina de Lionel Messi y España.
Por su parte, Arabia Saudita viene de regalarle al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, un avión privado como agradecimiento al mundial de 2034 que se realizará en ese país. Justamente, Infantino participó de la reunión en la Casa Blanca.
Lo que quieren es que de los 100 mil barriles de crudo diarios, 80 vayan a Estados Unidos y 20 a China. Es que el año que viene podría haber sobre inventarios de crudo y eso a los árabes no les gusta. Imaginate si a esos inventarios, le agregas Venezuela
Volviendo a Venezuela, el New York Times publicó que Nicolás Maduro ofreció su salida a cambio de «dos o tres años de transición» pero fue rechazado por Trump. La Casa Blanca lo negó pero el líder republicano confirmó que hay canales de diálogo abierto.
Lo que frena a Estados Unidos de invadir Venezuela en nombre del combate al narcotráfico es que no confía en que la oposición venezolana pueda administrar la situación y lo obligaría a dejar instalados miles de soldados estadounidenses.
El punto es que el chavismo, aún sin Maduro, tiene el control de las Fuerzas Armadas y sin el poder militar es muy difícil gobernar. Esto abre las chances de una salida negociada con figuras del régimen como el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, la vicepresidenta Delcy Rodríguez o el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez.
El Gobierno busca recomponer reservas vía mercado voluntario de deuda.El mercado, en cambio, exige primero señales claras sobre reservas y pagos. La paradoja mantiene al riesgo país estacionado.
Es cierto que el S&P Merval rebotó este miércoles tanto en pesos como en dólares, pero la plaza sigue marcada por la volatilidad y la cautela. El panel líder avanzó 0,5% en pesos, mientras que su contraparte en dólares subió 0,6% hasta 2.013,97 puntos, por la baja de la cotización del contado con liquidación.
Los bonos soberanos también operaron al alza, pero sensiblemente moderada. El Global 2035 encabezó las subas con un avance del 0,7%, seguido por el Global 2030 0,5%, mientras que el Bonar 2038 retrocedió 0,1%. La cautela se expresó nítidamente en el riesgo país, que permaneció en 640 puntos básicos.
Lo cierto es que hoy Argentina rinde menos que países como Turquía, El Salvador, Nigeria, Angola o Egipto. Para que la deuda argentina opere como la de emisores con calificación B, los títulos cortos deberían subir alrededor de 29,5% y los largos entre 37% y 41%. Y si la comparación fuera con emisores BB, los cortes cortos requerirían alzas del orden del 39% y los largos entre 57% y 64%, según cálculos de la consultora Facimex. Esas cifras muestran cuánto tendría que comprimirse el spread para que los inversores recuperen confianza.
El mercado no se mueve porque espera una noticia clave: el pago de enero por USD 4.300 millones a bonistas privados. El riesgo país, lejos de desplomarse, sigue firme en la zona de los 650 puntos.
Mercedes D’Alessandro definió el estado de situación como la trampa argentina. Estabilidad aparente para los mercados que convive con erosión de salarios y vaciamiento de reservas. El argumento es que el carry trade y la búsqueda de ganancias en pesos dolarizadas alimentan la ilusión de orden financiero mientras las reservas reales se vacían.
El talón de Aquiles es el stock de reservas del Banco Central. Medidas por la metodología del FMI, las reservas netas presentan números críticos, y varias consultoras advierten que, si se descuentan pasivos y swaps activados, la posición neta quedaría muy ajustada o negativa.
Entre los operadores suena fuerte la idea de una recompra de Globales «al estilo Colombia», operaciones rápidas, que permitan comprimir el riesgo sin sacar reservas del BCRA de forma inmediata.
«Creemos que para que se mantenga el tono alcista, el gobierno deberá activar un catalizador significativo, muy probablemente un programa de recompra. El cronograma es incierto, pero el programa de Colombia se ejecutó en menos de diez días, y los funcionarios insinuaron que el financiamiento (no las reservas) cubrirá los vencimientos de enero, reforzando esta expectativa», detallaron desde Ancap Grupo Financiero.
Lo concreto es que el mercado busca pruebas, no promesas. La expectativa esta puesta en que el Gobierno logre una recompra relámpago para que los bonos piquen al alza.
Desde la academia crítica, Mercedes D’Alessandro definió el estado de situación como la trampa argentina, en un seminario organizado por el Jain Institute este martes. Estabilidad aparente para los mercados que convive con erosión de salarios y vaciamiento de reservas. El argumento es que el carry trade y la búsqueda de ganancias en pesos dolarizadas alimentan la ilusión de orden financiero mientras las reservas reales se vacían, y que el relato de «éxito» que recitan organismos internacionales suele ocultar ese costo social.
Esa lectura ayuda a entender por qué recompras de deuda o maniobras técnicas pueden calmar parches del mercado sin resolver la fragilidad estructural.
Mientras tanto, la estabilidad parcial que se observa en el frente cambiario está siendo empujada por la deuda corporativa. Colocaciones de ONs en dólares y emisiones de la Ciudad y provincias ofrecen dólares al mercado. Ese flujo ayuda a contener la tensión sobre la liquidez, pero no sustituye reservas propias ni mejora la insolvencia de la economía.
Hay un grupo importante de grandes perdedores: Los bonos Dollar-linked, legislación local, quedaron planchados o con rendimientos negativos en el año frente a alternativas hard-dollar bajo ley estadounidense.
Volviendo al desempeño de los bonos, durante el gobierno de Milei hubo apuesta perdedoras y ganadoras. Los Globales largos en dólares bajo ley de Nueva York fueron los grandes beneficiados del «rally» 2024-2025 por compresión de spreads: tras el desplome del riesgo país a mínimos de 2025 y episodios de euforia post-electoral, estos tramos lideraron la recuperación de precios.
En cambio los BONCER, ajustados a la inflación, que en la primera mitad de 2024 llegaron a ganarle cómodamente a devaluación, mutaron a un desempeño mixto a medida que cambió el «trade» local.
El BOPREAL ofrece en el mercado secundario tasas muy atractivas y, por momentos, paridades altas para su plazo, convirtiéndose en «caballo de batalla» dolarizado a corto y mediano plazo.
Pero hay un grupo importante de grandes perdedores: Los bonos Dollar-linked, legislación local, quedaron planchados o con rendimientos negativos en el año frente a alternativas hard-dollar bajo ley estadounidense.
En Villa Regina la basura domiciliaria se junta con camiones recolectores y se lleva al basural ubicado en la barda norte o al centro de transferencia en parque industrial. Los «recuperadores informales» realizan una clasificación rápida (pero incompleta) y el residuo restante es acumulado e incinerado, acción causante de las nubes tóxicas que se perciben…
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