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Presentación: La basura del fracking en Vaca Muerta

El informe se presentará el 9 de junio, desde las 17:00hs, en una audiencia pública desde la Legislatura de Neuquén. 

“La basura del fracking en Vaca Muerta” evidencia la historia de contaminación e irregularidades de uno de los basureros petroleros más importantes de Argentina: Comarsa. La Izquierda Diario, el Observatorio Petrolero Sur y Taller Ecologista analizaron 1182 páginas de actas de inspección de la Subsecretaría de Ambiente de la provincia de Neuquén, el organismo de control de la actividad. Esa información fue obtenida por el diputado provincial Andres Blanco (PTS-FIT) en respuesta a dos pedidos de informes de enero de 2021.

El trabajo demuestra que Comarsa se apropió ilegalmente de tierras fiscales para acopiar en “piletas clandestinas” grandes cantidades de residuos peligrosos provenientes de la explotación mediante fracking. Además, la documentación oficial corrobora que la empresa mintió en reiteradas oportunidades sobre el volumen de los residuos acopiados y que también en la planta de Añelo Comarsa cometió graves irregularidades.

“Comarsa instaló piletas clandestinas para el acopio de residuos peligrosos, acumuló grandes cantidades de materiales contaminados en suelo sin impermeabilizar e ingresó un volumen de residuos mucho mayor que la capacidad de tratamiento declarada”, sostuvo Esteban Martine, redactor del informe por La Izquierda Diario. 

Por su parte, Cecilia Bianco, de Taller Ecologista destacó: “En varias ocasiones las inspecciones corroboraron las emisiones de humo negro y la ausencia de monitoreo en los hornos incineradores, lo que dejó expuesto, una vez más, la pésima gestión de los residuos peligrosos, poniendo en riesgo la salud de la población por afectar la calidad de aire con sustancias químicas tóxicas”.

“La propia información de Ambiente demuestra lo que distintas organizaciones y vecinas y vecinos de la ciudad venimos denunciando hace más de 7 años: El fracking genera tantos residuos que son imposibles de tratar. También quedó comprobado el desprecio que tiene Comarsa por la vida en general y que los distintos gobiernos han respaldado”, señaló Fernando Cabrera, redactor del informe por el Observatorio Petrolero Sur.

En tanto, el diputado provincial Andrés Blanco (PTS/FITU), quien aportó las actas analizadas, sostuvo: “Queda demostrada la absoluta complicidad de los sucesivos gobiernos provinciales con el accionar contaminante de Comarsa a quien le renovaron una y otra vez los permisos como Operadora de Residuos Especiales. La Municipalidad le cedió tierras a $35 el metro cuadrado, previamente ocupadas y contaminadas. El gobierno nacional continúa subsidiando a las petroleras que operan en Vaca Muerta, que son las generadoras de los residuos. Por eso decimos que el Estado es responsable junto a las empresas del desastre ambiental de los basureros petroleros”.

El informe se presentará el 9 de junio, desde las 17, en audiencia pública desde la Legislatura de Neuquén.

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    El enigma de Marat: el cuadro que esconde un crimen, un mito y un mensaje eterno

     

    A simple vista, «La muerte de Marat» parece apenas la escena congelada de un asesinato. Pero cuanto más se la observa, más se abre un pasadizo inquietante: dobleces, símbolos y silencios que Jacques-Louis David sembró como un rompecabezas para detectives del arte. Y en cada pista, una verdad más profunda sobre la Revolución Francesa… y sobre él mismo.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

    El lienzo que respira suspenso

    Hay obras que miramos. Y hay obras que nos devuelven la mirada. En esa segunda categoría vive «La muerte de Marat» (1793), el cuadro más perturbador y célebre de Jacques-Louis David. Una pintura que —como recordaría Baudelarie al ver su helado dramatismo— parece contener un alma suspendida.

    El revolucionario Jean-Paul Marat, acuchillado en su bañera por Charlotte Corday, yace quieto, casi sereno. Un cuerpo enmarcado por un vacío monumental, donde parece no haber nada… pero donde ocurre todo.

    Porque detrás de esa calma engañosa, David escondió un sistema completo de duplicaciones: dos plumas, dos cartas, dos mujeres fantasma, dos firmas, dos fechas.
    Un mundo doble, como si cada objeto llevara su sombra acusadora.


    Las dos manos: entre la vida y la muerte

    La primera pista está donde menos lo esperamos: las manos.

    La derecha, la de escribir, cuelga inerte como la del Cristo de Caravaggio o la figura devastada de la Piedad de Miguel Ángel.
    La izquierda, rígida por la muerte, aprieta una carta teñida de sangre.

    Una sostiene una vida que se escapa.
    La otra se aferra al engaño que lo mató.

    Entre ambas, David instala un péndulo: Marat no está vivo ni muerto… está en tránsito.


    Las dos plumas: ¿el arma verdadera?

    David no coloca una pluma. Coloca dos.
    Una en la mano de Marat, aún húmeda de tinta.
    Otra, en la caja que funciona como escritorio improvisado.

    La segunda apunta directamente al pecho herido del periodista.
    David deja flotando otra pregunta:
    ¿Lo mató Corday o lo mataron sus palabras?
    En plena Revolución, la pluma podía cortar más hondo que un cuchillo.


    Las dos cartas: dos voces, dos fantasmas

    Las cartas abren el núcleo dramático del cuadro.

    En la que sostiene Marat, David reproduce la manipulación de Corday:
    “Basta con que yo sea muy infeliz para tener derecho a tu amabilidad.”

    Bajo esa misiva traicionera, la nota que el propio Marat escribía antes de morir: una promesa de ayuda a una mujer pobre, primera aparición del papel moneda revolucionario en la pintura occidental.

    Dos cartas, dos mujeres:
    Corday, la asesina.
    La viuda desamparada que Marat buscaba socorrer.

    Dos fuerzas femeninas en disputa, como en las antiguas alegorías del vicio y la virtud. Pero ahora, con la República como tablero.


    Dos firmas: el artista también se vuelve sospechoso

    Todo cuadro termina con una firma, pero David deja dos.

    Una es la de Corday, reconstruida por él mismo al copiar su carta.
    La otra es la suya, tallada como si fuera piedra:
    “A Marat, David.”

    No firma el cuadro.
    Firma la escena del crimen.

    Como Caravaggio, que escribió su nombre en la sangre de San Juan Bautista, David se inserta en el asesinato —no para confesarlo, sino para declararse heredero político de Marat.


    Dos fechas: el tiempo desgarrado

    Debajo de la firma aparece la última duplicación:
    Qué año es, ¿1793 o “el Año Dos” de la Revolución?

    David superpone ambos tiempos y borra parcialmente el calendario cristiano.
    El tiempo viejo se disuelve.
    El tiempo revolucionario empuja desde abajo.

    Como Botticelli en su «Natividad mística», David inscribe la hora de una revelación… pero aquí no hay ángeles ni apocalipsis: hay República.


    El gran truco: convertir un asesinato en mito

    La suma de duplicidades no confunde: construye.

    David transforma el baño humilde en un altar laico.
    El cuerpo enfermo, en un mártir.
    El crimen, en una liturgia revolucionaria.

    Y al mismo tiempo, se inmortaliza junto a él.
    Porque si Marat es el Cristo de la Revolución, David es su evangelista.


    El frío que queda en el aire

    Por eso “La muerte de Marat” sigue perturbando, más de dos siglos después.
    Porque no muestra solo a un hombre asesinado.
    Nos muestra cómo se fabrica un mito, cómo se manipula una escena, cómo un artista puede transformar un instante sangriento en un símbolo eterno.

    Baudelaire lo dijo con algo de espanto:
    “En el aire frío de esta habitación… un alma se cierne.”

    Y sigue ahí.
    Esperando que volvamos a mirar.

     

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