No sos vos, es el peso

No sos vos, es el peso

 

Una niña entra en un dormitorio durante la hora de la siesta. La persiana está baja. A pesar de eso, algo de luz se cuela en la habitación. Un hombre duerme en una cama de dos plazas, ronca fuerte. 

—Pa, ¿me das un peso?

Mientras le pregunta, le toca el hombro para despertarlo. El hombre se asusta, pregunta qué pasa. Ella repite:

—¿Me das un peso?.

—Sí, sí. En el bolsillo de mi pantalón está la billetera. Sacá de ahí. 

La nena saca un billete azul con la cara de un hombre de bigotes frondosos de un lado y la imagen del Congreso argentino del otro. 

Es enero de 1992. Cada dólar vale un peso.

***

Una mujer toma el celular, abre TikTok. Aparece un video de Rosalía tomando mate. “Es como comerse un campo”, dice después de beber un sorbo. La mujer sonríe mirando la pantalla,  luego abre el buscador de la aplicación y tipea “dólar”. El algoritmo le devuelve una colección de videos de personas vaticinando a cuánto cerrará el dólar en 2025; cuánto espacio ocupa un millón de dólares en billetes de 100; la comparación entre un fajo de diez mil dólares y cinco millones de pesos a un tipo de cambio de 500 pesos (el video fue publicado el 13 de julio de 2023). 

Es diciembre de 2025 y cada dólar vale 1.460 pesos.

***

En el medio no sólo pasaron casi 34 años, pasó 196.043% de inflación acumulada. 

Ciento-noventa-y-seis-mil-cuarenta-y-tres por ciento. Lo repito porque no lo puedo creer. Le pedí el cálculo a Juan Manuel Telechea, que tuvo que reconstruir el dato, entre otras cosas, porque las cifras del Indec entre 2007 y 2016 no son confiables, así que hay que empalmar series estadísticas. Un número que sólo pueden estimar economistas que se dedican a estudiar (y escribir sobre) el tema, como Juan. 

Tremendo. No me puedo recuperar de la impresión que me provoca el dato, sobre todo porque las fechas elegidas no son al azar. El 1 de enero de 1992, el peso reemplazó al austral como moneda de curso legal en la Argentina. Esto quiere decir que, en sus 34 años de historia, el peso lleva acumulada una inflación de casi 200.000%, mientras que el dólar acumula alrededor de 2.500% en sus 225 años. 

Podría seguir haciendo comparaciones que nos rompan la cabeza. Es imposible no pensar cómo hicimos —y cómo hacemos— para vivir en este mar de incertidumbre. ¿Cuánto cuestan las cosas? ¿Cuánto vale nuestro trabajo? ¿Cuánto podemos comprar con lo que ganamos? ¿Cuánto cuesta vivir? Demoledor.

Sin dudas, estos demenciales niveles de inflación son los que cimentan la falta de confianza en nuestra moneda. La historia nos demuestra una y otra vez que hay una abrumadora probabilidad de que, si en lugar de apostar al dólar apostábamos al peso, hubiésemos perdido como en la guerra. Así que si sos de las personas que ahorran en dólares, no te preocupes: no sos vos, es el peso. 

Y esta generalización no es una conclusión de una charla de café o de sobremesa de un domingo familiar: estas intuiciones empezaron a ser medidas por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), que este año empezó a publicar el Índice de Confianza en la Moneda (ICM). En la última medición, encontraron que un 41% de las personas encuestadas no cree que el Gobierno pueda estabilizar el peso vs. un 36% que confía en que sí. El 23% restante no está convencido, pero le dejan el beneficio de la duda.

Para decirlo fácil y sin vueltas: la mayoría de la gente piensa que el peso es una criatura indomable. 

El estudio de la UNSAM también dice que usamos el peso para las transacciones cotidianas, como comprar y vender o poner precios, pero nos quedamos en dólares cuando tenemos que “ahorrar” o expresar precios que necesitamos resguardar de las recurrentes crisis argentinas. 

Pienso: ¿cuándo empezó esta bendita costumbre nacional de refugiarnos en una moneda emitida por otro país? Quiero encontrar algún paper que lo haya estudiado seriamente. Lo encuentro en la página del Banco Central. Resulta que correr al dólar para aplacar el vendaval de la inflación arrancó en 1975, con el Rodrigazo, cuya velocidad descomunal de aumento de los precios hizo saltar la dolarización de las carteras de inversión del 34% entre 1964-1974, al 65% entre el 1975 y 1988. 

Pero el aumento desenfrenado de los precios no es sólo un problema de la economía. La inflación también es una variable de la política. La conclusión de esta tragedia nacional es obvia: la culpa es de los políticos. Desde 1983, ningún gobierno consiguió construir una estabilidad duradera del peso. Ni siquiera Carlos Menem, que durante casi una década mantuvo la ilusión del uno a uno a costa de incubar el 2001. Gracias, capo, dejá. Mejor ni ayudes.

Así que es justo decir que los argentinos creemos más en el dólar que en los políticos. Alguien se va a enojar con esta frase, y la verdad es que no me importa. Pero voy a repasar: Alfonsín se fue antes de que se terminara su mandato en medio de un bardo astronómico; Ménem intentó con la convertibilidad a costa de destruir la economía real; De la Rúa, bueh, para que repetir lo de 2001; los cinco presidentes en una semana nos legaron el default y la pesificación asimétrica; Kirchner recuperó la economía post colapso pero dejó en gateras el aumento de los precios que empezó a acelerarse después; CFK decidió sostener la actividad económica a costa de tolerar más inflación (y desmantelar el sistema estadístico oficial para no hablar del asunto); a Macri se le disparó el dólar y todo se fue al carajo; Alberto quedó atrapado entre una pandemia, una guerra y una lucha política interna descomunal y la inflación llegó a 1020% en su mandato. 

Me van a disculpar la impertinencia, pero el dólar es lo más estable que tenemos. 

Igual, paren. Vuelvo a leer el informe y hay un dato central que estoy pasando por alto. La confianza/desconfianza en el peso es también una cuestión de clase, porque las personas más favorecidas son las que más se abrazan al billete verde. Compran dólares, arman canutos, los guardan en el colchón o en la caja de seguridad y no reinvierten en la economía real. Esa creación de valor de la economía argentina está agazapada en los márgenes del sistema financiero argentino, esperando por un próximo viaje o una compra al contado de alguna cosa cara, como un auto o un inmueble. Qué espectacular sería si esa capacidad de ahorro nacional se convirtiese en inversión que financie el crecimiento de nuestra economía, ¿no? Al final, hay una manera de mirar al mercado financiero con buenos ojos y no únicamente como un reducto de timba de cryptobros que quieren ser millonarios en dos minutos. En fin, lo dejo como deseo en el arbolito de Navidad.

Cuando estaba punteando algunas ideas para escribir esta nota tiré el tema en la redacción del Buenos Aires Herald. Como sospechaba, la mayoría de mis compañeros valoran el dólar por la “estabilidad” que tiene. “¿Les molestaría que deje de existir el peso?”, les pregunté. La cosa se dividió: algunos dijeron que valoraban la estabilidad y otros que no querían perder soberanía. 

—Una moneda estable es lo que quisiera. Pero no quiero que sea de otro país porque perdés soberanía. O sea a costa de qué conseguís la estabilidad.

—La contrapregunta de eso sería cuánta estabilidad te cuesta esa soberanía. 

Yo soy de las que piensan que tener una moneda nacional es fundamental como instrumento de política económica. Y también creo que el sistema político argentino tiene que entender que hay una demanda legítima de la sociedad de vivir con más tranquilidad. Si me preguntan a mí, el que mejor entendió esto hasta ahora es Javier Milei. Su programa económico paga costos altísimos a nivel social y no acumula reservas (lo cual en nuestra historia nos demostró que es un gran problema), así que tengo muchas críticas a sus decisiones, pero sí le reconozco el acierto del diagnóstico.

Vuelvo al informe de la UNSAM. “A medida que disminuye la confianza social en la moneda, también se debilita la confianza en el futuro del país, es mayor el pesimismo respecto del bienestar de las nuevas generaciones y cae la expectativa del progreso material propio”, dice casi al final. Lo dicho: hay una dimensión política de la inflación. 

Keynes decía que “la importancia del dinero surge esencialmente de que es un eslabón entre el presente y el futuro”. Me gusta esa frase porque me hace pensar que la política es ese eslabón que nos permite proyectar. La política es un ejercicio de imaginación, así que mientras podamos imaginar alternativas, la salida siempre es posible. En el fondo soy una optimista tóxica. 

Para cerrar este texto rarísimo, una última cosa. La niña de la primera escena soy yo y eso que conté es mi primer recuerdo relacionado con el dinero. Y la mujer del celular también soy yo, intentando pensar cómo escribir de una forma más amena algo tan técnico como un índice económico. La decisión fue escribir como persona, no como periodista. En definitiva, siento que estamos todos en la misma: intentando sobrevivir a pesar del maremoto. Nos deseo mucha suerte. 

La entrada No sos vos, es el peso se publicó primero en Revista Anfibia.

 

Difunde esta nota

Publicaciones Similares

  • Denuncian que Lavagna modificó el índice de actividad para que no revele que la economía está en recesión

     

    El Indec que conduce Marco Lavagna quedó en el centro de una nueva polémica por una sugestiva corrección de los datos del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) para evitar que la economía entre en recesión técnica.

    El organismo difundió este martes el EMAE y reveló que en septiembre la actividad económica tuvo un incremento de 0,5% en comparación con agosto, un dato mucho mejor que el estimado por las consultoras privadas que preveían una caída de entre 0,1% y 0,3%.

    La sorpresiva suba de septiembre llamó la atención de los analistas, pero mucho más impactó la corrección al alza de los datos de los dos meses previos con lo que el gobierno logró que el tercer trimestre termine en terreno positivo. 

    Julio había terminado con un negativo del 0,1% y agosto con una suba del 0,3%. Sin ninguna explicación, el Indec informó ahora que en julio la actividad creció 0,1% y en agosto 0,7%.

    Harto del Indec de Lavagna, el peronismo lanza su propio índice de inflación

    Los analistas y las consultoras privadas anticipaban una leve baja en septiembre que sumada a los datos de julio y agosto concretaban un tercer trimestre en rojo. Como el segundo trimestre también estuvo en baja, la economía hubiera caído en recesión técnica.

    El gobierno logró evitar ese título negativo pese que el tercer trimestre fue el más afectado por la inestabilidad económica consecuencia de las elecciones. Es decir que el «riesgo kuka» que agitó el gobierno no golpeó en la actividad, al menos según el Indec.

    La sorpresiva suba de septiembre llamó la atención de los analistas, pero mucho más impactó la corrección al alza de los datos de los dos meses previos sin ninguna explicación del Indec

    Esta llamativa corrección del EMAE se suma a las dudas que existen sobre los índices de inflación y pobreza ya que Lavagna se resiste a actualizar los indicadores que se utilizan. Todas las mediciones privadas que utilizan las canastas actualizadas arrojan cifras más altas a las que informa el organismo que conduce el ex massista.

    Las nuevas metodologías están listas desde hace tiempo para aplicarse pero Lavagna no quiso aplicarlas en el año electoral por temor a un salto en los índices. En agosto pasado, el Indec se sacudió por las renuncias de los encargados de medir la inflación y la pobreza.

     

    Difunde esta nota
  • Lo positivo de estos acontecimientos es poder identificarnos

    Si de algo sirve un hecho movilizador es saber que a partir de ahí la identificación de los comunes es el resultado más esperanzador de una civilización. Platicar, debatir y decidir de espalda a los comunes es un acto muy lejano a la democracia. Peor aún, si quienes están ahí fueron definidos en su representación…

    Difunde esta nota
  • Orazi analizó avance de proyectos de obras con Ana Marks

    El Intendente Marcelo Orazi recibió este jueves a la Coordinadora de la Subsecretaría de Relaciones Municipales de la Secretaría de Municipios del Ministerio del Interior para la Patagonia Norte Argentina Ana Marks. Durante el encuentro el jefe comunal puso en conocimiento de la funcionaria nacional los proyectos elevados por el Ejecutivo al Gobierno Nacional en…

    Difunde esta nota
  • Massa pone un pie en Córdoba con la mira en la negociación con Llaryora

     

    El Frente Renovador logró conformarse como partido en Córdoba, un trámite que le da al espacio liderado por Sergio Massa la herramienta legal que le permitirá a cientos de dirigentes del peronismo desplazados por el «partido cordobés» de Martín Llaryora tener un vehículo para competir o negociar en 2027; lógica que también se aplica a la lectura provincial.

    Aunque no hay una intención de Massa de limar a Llaryora -con quien tiene una larga relación de amistad y sociedad política-, los delegados cordobeses son críticos del Gobierno provincial y dicen que «el Frente Renovador llegará con potencia negociadora ante un proyecto político que se está quedando sin ideas y bastante corto de votos», en alusión a la gestión Llaryora.

    Del Frente Renovador no forma parte Natalia de la Sota; quien sí tuvo el apoyo explícito del espacio en la última elección. «Ni enojados ni empleados», dice Agustín González, el intendente de Cruz Alta, al expresar cuál es la relación con la diputada nacional. El Frente Renovador en Córdoba está presidido por Tania Kyshakevich, concejala de Deán Funes, ex legisladora y delasotista de la primera hora. González es el 2.

    Ante la discusión que se viene en el peronismo nacional, la franquicia del Frente Renovador también aspira a ser la principal pata cordobesa del proyecto presidencial de la oposición, con una eventual candidatura de Axel Kicillof. El bonaerense no tiene nada en Córdoba. En ese marco, el FR cordobés mantiene la lógica del anclaje nacional.

    Los referentes del massismo cordobés 

    Javier Taborda, Tania Kyshakevych y Agustín González

    En los hechos, el sello también funcionará como ambulancia de los heridos a tres bandas que dejó la última elección: el kirchnerismo perdió una banca y está en proceso de retirada; el proyecto Provincias Unidas tiró a la banquina a cientos de dirigentes peronistas y De la Sota no terminó que concretar su ruptura con Llaryora.

    El principal poder de daño del Frente Renovador está en cientos de localidades del interior cordobés donde el Gobierno provincial apuesta -al menos por ahora- al status quo: que siga gobernador quien gobierna. Esa fórmula choca cuando se aplica el criterio a los intendentes radicales socios de Provincias Unidas: el referente peronista le quiere ganar, y si no está el sello del PJ provincial, el Frente Renovador aparece como un vehículo.

    Aunque el foco del FR no será la gestión Llaryora -«se equivoca solo», critican al gobernador los massistas por lo bajo-, barajan como posibilidad de conflicto que Llaryora prefiera confrontar en 2027, para que el FR se lleve la marca K. «Quizá no ganemos; pero si no estamos, podemos hacer perder», dicen respecto de la ingeniería electoral 2027.

     

    Difunde esta nota
  • COVID-19: Regina adhiere a la nueva Resolución de Salud

    La Municipalidad de Villa Regina adhiere a la Resolución N° 4463 del Ministerio de Salud de Río Negro y establece nuevas medidas sanitarias hasta el 25 de junio. El detalle: CIRCULACIÓN La restricción a Ia circulación de las personas seguirá siendo entre las 20 y las 6 del día siguiente. Quedan exceptuadas de Ia medida:…

    Difunde esta nota