Más decrementadores y nuevos semáforos sonoros

Para un tránsito ordenado y seguro, se suman segunderos en semáforos 

Durante este jueves, se procedió a la instalación y puesta en funcionamiento de más decrementadores (segunderos) en semáforos de Villa Regina.

Esta vez, el personal de la Dirección de Tránsito y Protección Civil de la Municipalidad colocó dos dispositivos en el semáforo ubicado en Avenida Cipolletti y Juan XXIII. El Intendente Marcelo Orazi y el titular del área Mario Figueroa estuvieron presentes durante la realización de los trabajos.

A ellos se sumarán la semana que viene dos en ruta nacional 22 y Pioneros para el tránsito que circula en sentido oeste-este y viceversa. Además, está prevista la adquisición de semáforos peatonales para 5 esquinas; San Martín y ruta 22 y España y ruta 22.

Se instalan chicharras sonoras en los semáforos 

Luego de 10 meses de sancionada la ordenanza que dispone la colocación de los semáforos sonoros para mayor accesibilidad, la Dirección de Tránsito y Protección Civil de la Municipalidad de Villa Regina comenzó esta semana con la instalación de las chicharras sonoras en los semáforos de la ciudad que les indica las personas con discapacidad visual el momento en el que pueden cruzar la calle de manera segura.

Los dispositivos fueron colocados en los semáforos de Avenida Mitre y O’ Higgins y Avenida Mitre y 20 de Junio. Los semáforos, conectados a un ordenador, emiten dos sonidos diferentes para indicar cuándo el semáforo está en verde y cuándo está en intermitente.

Para proceder a la instalación de las chicharras fue necesario adaptar los semáforos a la tecnología requeridas por los dispositivos sonoros. En este sentido se explicó que se requiere de controladores, accesorios, cables, puesta a tierra para garantizar su funcionamiento en forma correcta.

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  • El Senado modificó la ley de DNU para cortarle a Milei la chance de gobernar por decreto

     

    Los senadores del peronismo, el radicalismo, los bloques que responden a los gobernadores y la larretista Guadalupe Tagliaferri le dieron este jueves media sanción al proyecto que modifica la Ley de DNU. La iniciativa cosechó 56 votos por la afirmativa, 8 negativos y dos abstenciones, configurando otra paliza parlamentaria para Javier Milei.

    Ahora el proyecto podrá ser tratado en la Cámara de Diputados y, si obtuviera su sanción definitiva, el Congreso terminaría arrebatando al Presidente la herramienta para gobernar eludiendo el trámite legislativo, como intentó hacer a lo largo de su mandato.

    El expediente apunta a cambiar el articulado de la Ley 26122, que fue impulsada por Cristina Kirchner en sus tiempos como senadora y estableció desde 2006 que para rechazar un decreto hace falta la impugnación por parte de ambas cámaras, un requisito tan difícil de alcanzar que desde que asumió Milei sólo se logró ante el DNU del aumento de los fondos reservados para la SIDE.

    La oposición llegó al recinto con un dictamen unificado, después de un acuerdo tejido en la comisión de Asuntos Constitucionales, presidida por la cordobesa Alejandra Vigo. El salteño Juan Carlos Romero intentó introducirle modificaciones al proyecto en debate, con el propósito de morigerar el impacto para la Casa Rosada, pero ni siquiera consiguió el apoyo de sus compañeros de bloque, la propia Vigo y el correntino Carlos “Camau” Espínola.

    Milei consiguió aprobar el DNU del FMI con el apoyo clave de Llaryora, Jaldo y Pichetto

    Una senadora experimentada leyó esa fractura del trío que supo colaborar con los libertarios en sobradas ocasiones el saldo del destrato de Balcarce 50 y las heridas que dejaron los cierres de listas. Espínola terminó cerca del gobernador Gustavo Valdés, enfrentado en su provincia a Lisandro Almirón, el hombre de Karina Milei que salió cuarto cómodo en los comicios del domingo pasado. Vigo, en tanto, es esposa de Juan Carlos Schiaretti, candidato a diputado nacional y punto de articulación de los gobernadores del Grito Federal.

    Como sea, el proyecto votado agrega el artículo 1° bis a la Ley 26.122, donde estipula que los decretos de necesidad y urgencia “deberán versar sobre una única materia a fin de que sean tratados individualmente por el Congreso de la Nación”. El objetivo sería evitar abusos como el del DNU 70/23, rechazado por el Senado pero vigente todavía porque no lo voltearon los diputados.

    Blanco, Abad, Vischi.

    Además, establece un cambio en el artículo 22 para que un decreto se considere aprobado “cuando así lo dispongan expresamente ambas Cámaras por la mayoría absoluta de los presentes, en un plazo de 90 días corridos, contados desde su publicación en el Boletín Oficial”. Tras la ley elaborada por Cristina, bastaba el voto mayoritario de una sola cámara para ratificar el decreto.

    Por último, el proyecto con media sanción deja sentado que “el rechazo del decreto por una de las Cámaras del Congreso de la Nación, o el vencimiento del plazo previsto en el artículo 22°, implicará su derogación”.

    El proyecto votado agrega el artículo 1° bis a la Ley 26.122, donde estipula que los decretos de necesidad y urgencia deberán versar sobre una única materia, evitando iniciativas como el DNU 70/23.

    La peronista riojana Florencia López reivindicó la iniciativa en debate porque repone el funcionamiento de “los pesos y contrapesos”. “Queremos reivindicar facultades que son propias del Congreso, queremos que se ejerza la división de poderes”, expresó.

    El radical Maximiliano Abad se pronunció en sentido similar. “La reforma que impulsamos es un paso esencial para normalizar la relación entre los poderes de la república, porque recupera el carácter excepcional de los DNU, tal como establece el artículo 99 de la Constitución Nacional”. También dijo: “es una anomalía jurídica que la excepción sea la regla: los DNU pasaron de ser una vía extraordinaria a convertirse en el manual de uso cotidiano”.

     

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  • Todas las caras del dólar

     

    Imitaciones de billetes de cien dólares norteamericanos con el retrato de Javier Milei circulan entre los asistentes de sus actos de campaña presidencial. El 30% del electorado argentino aprueba en ese momento la dolarización de la economía argentina. La masiva inmigración venezolana envía, a modo de remesas, dólares a sus familiares que intentan llegar a fin de mes y afrontan las penurias de una dura crisis económica. En Cuba se le escurre al gobierno socialista ofrecer garantías de bienestar a su población, a medida que una dolarización de facto avanza en la isla. En El Salvador, el gobierno de Nayib Bukele promete reemplazar la dolarización oficial impuesta en los años 2000 en el país por un nuevo proyecto monetario: la bitconización. En Ecuador, donde la economía está oficialmente dolarizada, los mercados populares son escenarios de transacciones donde se recibe, paga y guardan monedas y billetes del dólar norteamericano. En Vietnam la dolarización no es oficial pero está lo suficientemente presente en la vida cotidiana de los vietnamitas y en los modos que estos aspiran a participar en la economía global. En Zimbabue la participación en el mercado de cambios informal se convirtió en una fuente de empleo mayor que el generado por el sector público y el acceso al dólar norteamericano una oportunidad para garantizar ganancias y riquezas. En Tiflis, capital de Georgia, las protestas se generalizan por las deudas hipotecarias nominadas en dólares que se han vuelto difícil de pagar luego de la pandemia de COVID 19.

    Estas escenas de la vida pública y cotidiana de países diferentes, incluso alejados entre sí, tienen como protagonista al dólar norteamericano. Es muy sabido el rol que ha tenido para afianzar la hegemonía estadounidense desde mediados del siglo XX. Pero su conversión en una “moneda global” que circula en múltiples territorios más allá de las redes exclusivas de las élites, que desborda el comercio y las finanzas internacionales, y que se convierte en unidad de cuenta, pago o intercambio en vastas poblaciones del sur global, aún es un fenómeno que necesita ser comprendido. 

    Las múltiples vidas del dólar suelen estar por fuera del radar de la dolarización, el término acuñado para expresar el reemplazo de las monedas locales por la moneda norteamericana. Si habitualmente esas narrativas miden la dolarización desde los indicadores financieros (cantidad de cuentas bancarias nominadas en dólares, por ejemplo) el movimiento aquí propuesto es comprender cómo las dolarizaciones se convirtieron en capítulos centrales de la historia y el presente de Argentina, Venezuela, Ecuador, Cuba, Haití, El Salvador, México, Zimbabwe, Vietnam y Georgia. 

    En estos contextos nacionales, por un lado, el protagonismo del dólar alcanza un rol preponderante en la economía, en la política y en la configuración de las identidades personales y colectivas. Por otro lado, este protagonismo es un lente para comprender fenómenos más amplios que han marcado el último medio siglo y configuraron las trayectorias de esos países: los procesos de descolonización, el derrumbe del bloque soviético y las transiciones postsocialistas, los procesos hiperinflacionarios y las grandes crisis sociales, la financiarización de la economía y el debilitamiento de los estados de bienestar, entre otros.     

    Desde hace al menos tres décadas nuevos paradigmas de las ciencias sociales han colaborado en la comprensión del lugar del dinero en la vida social. Mirando en detalle cómo arraigan en la vida cotidiana de las personas, cómo interactúan con marcos institucionales y culturales, cómo contribuyen a la distribución del poder y de las jerarquías sociales, los fenómenos monetarios ocupan un lugar central en los modos que las sociedades se configuran y reproducen. En un número muy importante de sociedades del sur global el dólar norteamericano no ocupa un rol de accesorio a estos procesos. Es su clave de comprensión. Esta es la hipótesis que anuda la historia y el presente de países de América Latina, África, Asia y Europa.

    En países donde las personas han atravesado el colapso de los mercados, la caída de regímenes políticos, guerras, múltiples reformas monetarias y de divisas, devaluaciones bruscas e hiperinflación, qué activos conservan valor es una pregunta vital que la dolarización viene a resolver.

    Las narrativas expertas sobre la dolarización encierran las causas y razones del reemplazo monetario en una definición estrecha sobre el rol del dinero en la vida social. Son las fallas en cumplir las funciones monetarias las que operan como causante para el reemplazo de las monedas nacionales por el dólar: las monedas “débiles” o “enfermas” por una “fuerte” o “sana”. El cierre epistemológico de narrativas en torno a las tesis del reemplazo deja de lado el conocimiento de procesos históricos, políticos, sociales, culturales, y obviamente, económicos que son contenido y continente de las dolarizaciones.

    Parafraseando al sociólogo Marcel Mauss,  con el dólar circula mucho más que una moneda “fuerte”: circula poder, signos de estatus, pertenencias sociales, memorias, imaginarios colectivos y personales. Y se producen muchas otras cosas diferentes a la lógica del reemplazo como determinadas dinámicas políticas (la puesta en juego de la autoridad política), sociales (la puesta en juego de modos de estratificación, diferenciación y desigualdad), personales (la puesta en juego de ideas de libertad, estima, autonomía, bienestar) e históricas (la puesta en juego relaciones con los legados del pasado). 

    A continuación detallo siete claves de interpretación que ilustran este modo de analizar a las dolarizaciones. Si bien elaboradas en un estudio transnacional, estas claves tienen el propósito de ampliar una conversación pública anclada ahora en visiones estrechas sobre el rol de la moneda en la sociedad y la política argentina, condición necesaria para imaginar y construir consensos sobre una economía que crezca y una sociedad que integre

     La moneda norteamericana tuvo a lo largo del tiempo múltiples usos y significados que es necesario desagregar. Cuando se usa el término dolarización a secas se suele iluminar el rol de la moneda norteamericana como moneda de reemplazo. Una de las principales hipótesis que guían a la sociología del dinero es que el dinero nunca es igual a sí mismo. Significados y usos exceden a la noción de reemplazo. La imagen del reemplazo es desperfecta con respecto a culturas monetarias que alojan significados y usos del dólar no tan evidentes y cambiantes a lo largo del tiempo.

    Las historias de exclusiones y tolerancias en contextos socialistas y postsocialistas (Cuba, Vietnam, Georgia) muestran modulaciones de los significados y usos de la moneda norteamericana muy marcadas a lo largo del tiempo. Inflexiones profundas sobre los modos en que el dólar está excluido o integrado en la vida social y política de estos países. Desde ser sinónimo de contrabando e ilegalidad a representar un estatus social acomodado y afianzamiento de una identidad personal moderna y global en Vietnam, de significar un orden político contrarrevolucionario hasta ser aceptada y tolerada por un gobierno socialista como el cubano son, entre otras, inflexiones de significados y usos que exceden la esfera económica o transaccional y marcan la trayectoria y los cambios de esas sociedades desde el prisma del lugar de la moneda norteamericana.

    Si podemos hablar de dolarizaciones en plural es por este despliegue de transformaciones, modulaciones y memorias de los usos y significados del dólar a lo largo del tiempo en cada contexto nacional. 

    La sociología del dinero enseña que las monedas no son entidades “autopropulsoras”, sino que las condiciones de posibilidad de sus usos están asociadas a complejos procesos de aprendizaje, que muchas de las veces damos por supuestos o naturalizamos. Son estos procesos los que vinculan las dinámicas macroeconómicas y políticas y la generalización de una moneda. Este modelo ejemplar de análisis nos lleva siempre a mirar cómo la expansión de una moneda no se reduce a un decreto, ley estatal o condiciones macroeconómicas determinadas sino corresponde reconstruir el proceso que podemos llamar de “familiarización monetaria”. “El dólar nuestro” cubano, el dola haitiano  o la “moneda fraccionada” ecuatoriana son procesos de familiarización (o endogenización) y apropiación del dólar que no entran en la noción de reemplazo. 

    Cuando se utiliza el término “moneda global”, se hace hincapié en el papel que ha desempeñado el dólar en el sistema monetario internacional  Nuestra perspectiva es un intento de arrojar luz sobre los aspectos inexplorados de las “monedas globales”, es decir, lo que ocurre cuando se convierten en monedas familiares fuera de sus fronteras nacionales que las emiten.

    El paisaje monetario dolarizado no se comprende a partir de una dicotomía fija entre monedas blandas/duras, como las narrativas del reemplazo presuponen, sino diferenciando y estableciendo una jerarquía entre las monedas que asume cada una de estas figuras.

    En Zimbabue, por ejemplo, la disparidad en la estima entre diferentes “tipos” de dólares superó una dialéctica nítida de “dureza”/“blandura”. Estos diferentes tipos de dólares cumplían diferentes sets de funciones dinerarias en coyunturas precisas y, por lo tanto, solo podían convertirse entre sí con dificultad o no convertirse en absoluto.

    En Ecuador, la moneda fraccionaria fue un recurso estratégico para que el sucre, la antigua moneda nacional, cediera espacio al dólar norteamericano y así poder anclar las prácticas monetarias de los ecuatorianos (particularmente de los sectores populares) en la nueva moneda oficial. Las dolarizaciones son plurales también porque expresan espacios no homogéneos e incompletos que, como en el caso de Ecuador, demandan de una versión débil de la moneda norteamericana para los intercambios cotidianos. 

     Las dolarizaciones podemos reconstruirlas como puestas a prueba de la pretensión del Estado de ordenar a la sociedad sobre una jerarquía monetaria capaz de preservar el valor en la economía.  Los procesos de descolonización (Zimbabwe, Vietnam, Haití) o de crisis y salida del régimen soviético (Georgia, Cuba) son momentos desafiantes para rearmar una autoridad política capaz de imponer una jerarquía monetaria. Los órdenes monetarios dolarizados informales que se erigen contra esas pretensiones enlazan a la sociedad contra el Estado, eludiendo sus regulaciones e imposiciones. Esto se puede observar en la indisciplina haitiana frente al intento del Estado de prohibir el dólar haitiano o la configuración en Zimbabue y en Argentina del mercado de cambio informal como una institución clave de la economía. 

    Las dolarizaciones formales muchas veces son legalizaciones o estatizaciones de órdenes monetarios ya aceptados socialmente, como fue el caso de Argentina en la década del 90’ o El Salvador en los 2000. El primero bajo el impacto de una gran hiperinflación que generalizó la moneda norteamericana como unidad de cuenta e intercambio, el segundo bajo el impacto de una migración masiva a los Estados Unidos que convirtió a las remesas en dólares en la principal fuente de ingresos de la economía salvadoreña. Apoyados sobre esos órdenes monetarios dolarizados ya aceptados socialmente, estos gobiernos construyeron la autoridad política del Estado, anteriormente debilitada o amenazada.

    La perspectiva del reemplazo invisibiliza las dolarizaciones como narrativas políticas. En estos contextos el dólar es protagonista de las grandes controversias públicas donde se dirimen, cuestionan y edifican proyectos de poder. En Zimbabue, a medida que continuaba la dolarización, el régimen intentó respaldar al fallido dólar zimbabuense apelando a la “historia patriótica” y sus “entrelazamientos con narrativas de nación, raza y lucha”, presentándose como bajo ataque de sanciones extranjeras, “indisciplina” financiera doméstica y financiamiento occidental de la oposición. 

    En Cuba, por su parte, el dólar se visualizaba como la moneda enemiga y su exclusión del espacio monetario nacional era un pilar del proyecto político socialista al mismo tiempo que un modo de organizar el acceso al bienestar con base en la moneda nacional, también como expresión de soberanía. El gobierno de Fidel Castro logró, al menos temporalmente, desactivar el poder corrosivo del dólar poniéndolo al servicio del orden social, aunque la dolarización parcial de 1993 representó un desafío a la reproducción de este orden. 

    Cuando el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela lograba controlar el aumento de la cotización de la moneda estadounidense la significaban solamente como una unidad monetaria, al contrario en los momentos en que ocurrían alzas abruptas de la cotización de la moneda estadounidense la significaban como un instrumento político usado por sus enemigos internacionales y nacionales.

     El acceso y la distribución de la riqueza no es indiferente a los circuitos diferenciados entre monedas. En El Salvador, la rápida afluencia de dólares de remesas estadounidenses que caracterizó los años que van desde la década de los 2000 a principios de 2020 creó una microclase receptora de remesas que permitió a algunos salvadoreños experimentar una sensación de movilidad económica, eclipsando lo que era imaginable a través de la configuración monetaria limitada a nivel nacional del colón. 

    Aunque la creación del CUC (peso cubano convertible) respondía al objetivo de mantener la política de centralización y redistribución, amenazada por las dificultades que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética, las esferas de transacciones monetarias resultantes pusieron de relieve el desarrollo de una economía de mercado en ciertos sectores, así como el desarrollo de las desigualdades en la sociedad cubana.

    Los casos de Zimbabue, Venezuela y Argentina iluminan cómo los mercados de cambio formales e informales, además de las cambiantes regulaciones estatales para acceder a las divisas, son dispositivos centrales en los procesos de diferenciación social en estos países.

    El estudio de Vietnam ayuda a comprender cómo la dolarización no era solo una estrategia racional para preservar el valor, sino una herramienta poderosa de autoconstrucción y una afirmación de pertenencia individual a la economía globalizadora. La entrada de Vietnam en la economía capitalista global señalaba, mediante la visibilidad del dólar estadounidense, la forma que adoptaba el dinero como signo de lo global. Caricaturas, cuentos cortos y programas de televisión utilizaban el símbolo del dólar estadounidense para indexar la fuerza desestabilizadora pero deseada de la globalización en la sociedad vietnamita. Al sostener, manejar e incluso esconder dólares, las personas desafiaban los límites entre lo nacional y lo global que la moneda emitida por el estado pretendía erigir.  En Zimbabue las estimas de sí, personales y colectivas, están relacionadas a la idea de nación a través del dinero. La pérdida de estima del dinero estatal trajo desconfianza en la nación. Al final de la era multimonetaria fue el grado en que muchos zimbabuenses habían perdido la confianza en la moneda, precisamente, por ser zimbabuense. La no fungibilidad de todos los medios pecuniarios zimbabuenses emitidos por el Estado, con sus contrapartes regionales o globales, era profunda tanto a nivel conceptual como emocional.

    En El Salvador el ex presidente Francisco Flores prometía más dinero y riqueza para los salvadoreños si todos cambiaban a dólares estadounidenses. Estas ilusiones, vinculadas a la dolarización, generaron la impresión de desarrollo, mientras que los medios de subsistencia de las familias se veían progresivamente amenazados. La dolarización llegó inicialmente envuelta en promesas y deseos que se consideraba que el colón no podía cumplir. La dolarización continúa en El Salvador, pero ahora compite con dramáticas afirmaciones proyectadas al futuro asociadas con el Bitcoin y la insatisfacción generalizada entre los salvadoreños de promesas no cumplidas en más de dos décadas que, de hecho, han profundizado la desigualdad económica. 

    Los estudiosos del orden monetario internacional indagan frecuentemente sobre la estabilidad o el declive del dólar como moneda global dominante. Este interrogante se hace cada vez más permanente a medida que el ascenso del poder económico y comercial de China se convierte en una clara amenaza para la posición hegemónica de Estados Unidos. 

    Estamos lejos de predecir el futuro del dólar norteamericano, estamos mejor preparados para abrir la caja de herramientas que ayude a comprender cómo una moneda global (hoy el dólar, mañana puede ser otra) condiciona y transforma la vida pública y cotidiana de millones de personas en el mundo.

    Estas herramientas sacan a la luz dinámicas y procesos opacados por las narrativas del reemplazo que son cruciales comprender para imaginar una moneda capaz de garantizar una economía vigorosa y una sociedad integrada.

    La entrada Todas las caras del dólar se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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