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Las Milicias Digitales de la Ultraderecha: El Nuevo Terreno de la Violencia Paraestatal

En los últimos años, la política y la tecnología han convergido de formas inquietantes, particularmente con el auge de las milicias digitales de la ultraderecha. Estos grupos, que inicialmente operaban en el entorno virtual, han extendido sus tácticas hacia la vida real, convirtiendo las amenazas en línea en agresiones físicas. Aunque este fenómeno no es nuevo, el acceso al poder estatal por parte de movimientos ultraderechistas ha facilitado un incremento preocupante en la violencia organizada, con un fuerte componente digital.

Un Nuevo Escenario de Violencia

El artículo de Revista Crisis expone cómo estos grupos no solo operan como simples trolls en redes sociales, sino que sus acciones están cada vez más coordinadas con sectores del poder. Desde la llegada de La Libertad Avanza al gobierno en Argentina, los ataques digitales contra opositores han escalado y se han profesionalizado. A través de cuentas en redes sociales como Twitter, estas milicias divulgan información personal y sensible de sus objetivos, una práctica conocida como doxeo, que busca intimidar y silenciar a quienes se atreven a criticar al gobierno o a sus aliados.

Este doxeo no es el único método utilizado. Las milicias digitales han adoptado tácticas como el swatting, una modalidad que consiste en engañar a servicios de emergencia para que respondan a incidentes falsos en los domicilios de sus víctimas. Estas prácticas, originadas en la cultura de internet en Estados Unidos, han encontrado un terreno fértil en Argentina, donde la polarización política y la falta de regulación efectiva de las plataformas digitales permiten que estas agresiones proliferen.

La Caza de Opositores Digitales

Uno de los casos más notorios que menciona el artículo es el de la cuenta @Antiponzista, que se convirtió en objeto de una cacería organizada por los ultraderechistas después de revelar conexiones entre influyentes tuiteros y el gobierno de Javier Milei. El caso de Juan Pablo Carreira, un alto funcionario en el área de comunicación digital, y el geneticista Daniel Parisini, alias «Gordo Dan», ilustran cómo estas figuras, desde posiciones de poder, no solo incitan a la violencia digital, sino que participan activamente en la coordinación de las agresiones.

A través de sus redes, estas milicias no solo exponen los datos personales de sus oponentes, sino que también organizan ataques físicos. En el caso de @Antiponzista, las amenazas comenzaron en línea, pero rápidamente escalaron a acciones fuera del ámbito digital, como la entrega de objetos repugnantes a su domicilio y la publicación de anuncios falsos que incitaban a extraños a acercarse a su hogar.

Tecnología y Poder: La Militarización del Espacio Digital

Lo que diferencia a estas milicias digitales de otros movimientos radicales en la historia es el uso sofisticado de la tecnología para amplificar su impacto. Las plataformas como Twitter, Facebook y grupos en aplicaciones de mensajería instantánea se han convertido en trincheras donde se libran batallas diarias por la hegemonía del discurso político. Grupos como KFC (Kiosco, Falopa y Coquita), liderados por figuras como Federico Javier Gorga, han sabido aprovechar las dinámicas virales y los mecanismos de difusión masiva que ofrecen estas plataformas.

La convergencia entre estos grupos radicalizados y sectores del Estado es alarmante. Según la investigación de Revista Crisis, los lazos entre las milicias digitales y altos funcionarios del gobierno no son accidentales. Las investigaciones revelan que muchos de estos tuiteros y agitadores han sido absorbidos por el aparato estatal, utilizando su acceso al poder para coordinar ataques y proteger a sus aliados.

Respuestas y Autodefensa Digital

Este fenómeno plantea preguntas urgentes sobre la regulación de las plataformas digitales y la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos en un entorno donde la violencia no conoce fronteras entre lo digital y lo físico. Mientras que en otros países se han tomado medidas para regular el comportamiento en línea, en Argentina el Poder Judicial parece rezagado, incapaz de abordar la magnitud de los ataques paraestatales.

Frente a esta situación, es crucial que los ciudadanos y los colectivos vulnerables adopten estrategias de autodefensa digital. La investigación de Revista Crisis sugiere que conocer los métodos y actores involucrados en estas redes es el primer paso para resistir sus embates. La formación en seguridad digital, el uso de herramientas para proteger la privacidad y la creación de redes solidarias de apoyo son medidas indispensables para frenar el avance de estas milicias.

¿Te interesó el artículo? Aquí podes ver más sobre el tema:

Pleito estratégico contra la participación pública

Crisis: las milicias digitales de la ultraderecha

El extremo Sur de la Patagonia: Las milicias digitales de Milei

Chequeado: “Milicias digitales”: qué se sabe sobre la causa en la que la Justicia brasileña investiga al argentino Fernando Cerimedo

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    A 40 años de que las aguas devoraron un pueblo entero en Buenos Aires

     

    El 10 de noviembre de 1985, Villa Epecuén desapareció bajo el agua. Cuatro décadas después, entre ruinas blancas de sal y árboles petrificados, el antiguo balneario resurge como símbolo de memoria, resiliencia y de un país que sabe volver a empezar, aun cuando todo parece perdido.

    Por Leticia Graciani Fainel para Noticias La Insuperable

    Las aguas que no perdonan

    A orillas de la laguna Epecuén, en el partido de Adolfo Alsina, la villa turística más próspera del sudoeste bonaerense se hundió en una madrugada que los vecinos jamás olvidarán. El terraplén que la protegía cedió tras días de lluvias intensas y, en cuestión de horas, un muro de agua rompió las defensas, cubriendo por completo el pueblo.

    Villa Epecuén fue durante décadas un destino de salud y descanso, famosa por las propiedades curativas de sus aguas saladas, comparables con las del Mar Muerto. Miles de visitantes llegaban cada verano atraídos por sus hoteles, balnearios y el rumor de las olas mansas. Hasta que el 10 de noviembre de 1985, el sueño quedó bajo diez metros de agua.


    Un silencio mineral

    Las imágenes posteriores parecen salidas de una película posapocalíptica: techos apenas visibles, postes doblados, árboles cubiertos de costras blancas. El agua, cargada de sal, fue carcomiendo lo que quedaba del pueblo, disolviendo paredes y pintando todo de un tono fantasmal. Durante más de dos décadas, Epecuén permaneció sumergido.

    Cuando el nivel comenzó a bajar, lentamente, las ruinas emergieron del espejo salado. Entonces aparecieron las calles torcidas, las fachadas erosionadas, los restos del matadero diseñado por el arquitecto Francisco Salamone, y los recuerdos suspendidos en un paisaje que parecía petrificado en el tiempo.


    De tragedia a patrimonio

    Hoy, Villa Epecuén se convirtió en un sitio histórico y turístico de otro tipo. Las ruinas son visitadas por miles de personas cada año, atraídas por su atmósfera surrealista y su historia. Allí se filmaron documentales, videoclips, campañas fotográficas y hasta carreras de motocross sobre los restos del pasado.

    El único habitante permanente durante años fue Pablo Novak, quien decidió volver a vivir entre las ruinas y transformarse en guardián de la memoria colectiva. Novak se convirtió en un símbolo de resistencia: “Este es mi lugar, aunque esté destruido”, repite cada vez que algún visitante lo encuentra entre los cimientos del antiguo hotel donde creció. Novak falleció a inicios del año pasado a los 93 años.


    Memorias de un país que resurge

    A cuarenta años de aquella catástrofe, el eco de Epecuén sigue resonando en las entrañas de la provincia. Es un recordatorio de cómo el abandono estatal, la falta de planificación y el desprecio por la naturaleza pueden borrar de un plumazo un pueblo entero. Pero también, una muestra de la persistencia de las comunidades del interior, que reconstruyen su identidad incluso cuando las aguas arrasan con todo.

    La villa no volvió a ser lo que fue, pero su historia quedó escrita en la sal y en la memoria de quienes vivieron para contarla. Entre las ruinas y el silencio, Villa Epecuén sigue siendo un espejo: el reflejo de un país que, aunque se hunda, siempre busca la manera de salir a flote.

     

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