La historia de un petrolero que pasó a trabajar en el vino: «el petróleo separa a familias»
Daniel González, propietario de la bodega Juan de Ferraína en el Valle Medio de Río Negro, compartió en AM Cumbre 1400 su fascinante transición desde una larga carrera en la industria petrolera hacia la producción vitivinícola. Comenzó a trabajar a los 18 años en yacimientos de Santa Cruz, como El Cóndor, y recorrió Argentina, Bolivia, Brasil y Chile.
“Empecé a los dieciocho y diecinueve años a trabajar en el campo, en el primer yacimiento muy reconocido que era El Cóndor, en la puntita del mapa de Santa Cruz”, relató González, destacando una trayectoria marcada por el aprendizaje y la exigencia. Hijo de un trabajador petrolero, González creció en un entorno donde el petróleo era un modo de vida.
Su padre, amigo de Felipe Sapag, lo introdujo en esta industria en los años 70. A lo largo de su carrera, González se formó con profesionales extranjeros y nacionales, aprovechando una “muy buena escuela” en servicios petroleros. “Hace 30 años atrás, había una muy buena escuela en lo que era servicios petroleros. Yo tuve esa suerte de haber trabajado con esa gente que incluso venía de afuera del país”, afirmó, destacando la rigurosidad de los cursos en Comodoro Rivadavia y Neuquén.
El costo personal del petróleo
La vida de petrolero, aunque rentable, tuvo un alto costo personal. González reconoció las ausencias que la industria impone: “El petróleo separa a familias”, dijo, citando a un amigo extranjero. A pesar de casarse con la industria por su estabilidad económica, siempre buscó superarse, estudiando para obtener el título de técnico en petróleo y gas. “Me recibí técnico en petróleo y gas en Comodoro Rivadavia. Era una tarea de dos años de estudio, viajar constantemente los fines de semana”, comentó, subrayando su compromiso con la superación personal.
A los 54 años, González decidió jubilarse y emprender un nuevo camino. Su preparación para dejar el petróleo incluyó proyectos previos, como una fábrica de embutidos en Maipú, Mendoza, llamada Embutidos Río Minero. Sin embargo, la pandemia complicó este emprendimiento, llevándolo a enfocarse en la producción de vinos, un hobby que se convirtió en pasión. “Ahí mismo enganché con la elaboración de vinos que empezó como un hobby”, explicó, marcando el inicio de su proyecto vitivinícola en Fernández Oro y, posteriormente, en Choele Choel.
La bodega Juan de Ferraína lleva un nombre cargado de historia familiar. Inspirado en su abuelo, quien murió en un arreo en la Pampa de Ferraína en 1955, González realizó una travesía en 2015 para rendirle homenaje, colocando una cruz en el lugar. “Colocamos una cruz y en el mismo lugar donde hace unos tres años, dos años también falleció otra familia nuestra”, relató, conectando el nombre del vino con su arraigo familiar y el trabajo de los crianceros del norte neuquino.
Un proyecto con éxito instantáneo
El proyecto vitivinícola de González ha dado frutos rápidamente. Con una producción de 3.000 a 4.000 botellas al año en una bodega boutique, su Malbec de reserva obtuvo una doble medalla de oro en un concurso en Mendoza, compitiendo contra 19 países. “Fuimos premiados con una doble medalla de oro y con 95 puntos el vino Malbec de reserva que teníamos nosotros guardados”, celebró. La bodega, ubicada en Choele Choel, se encuentra en construcción para recibir turismo en el futuro.
González invita a conocer su bodega a través de Instagram y ofrece envíos a todo el país. “Pueden contactarnos por la página del Instagram que es Juan de Ferraína. Tenemos una muy buena logística entrega de productos en el puerta a puerta”, señaló. Su historia refleja una transformación exitosa, del “sangre negra” del petróleo a la pasión por el vino, consolidando al Valle Medio como un “diamante en bruto” para el turismo y la producción vitivinícola.
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