Si las letras también se quemaron y nos quedamos mudxs, ahora nos toca regenerar las hojas de verduzcas expectativas, las indescifrables ramificaciones de los deseos, el tronco mocho de la responsabilidad y las raíces enterradas del porvenir.
Sobrevolaron helicópteros y teros, mientras alguien observaba cómo una nube embarazada de la más pura y divina agua celestial huía asustada hasta los desconocidos confines de un árido principatagónico del paralelo 42.
No es fácil describir el después cuando al mirar la montaña los árboles ya no están, los pájaros no cantan, la casa se esfumó por un ardiente soplido, o la angustia crece ante una flameante incertidumbre que no para de crecer…
Sin embargo, llegaron los bomberos al centro del Bolsón y los fervientes aplausos no pararon. Bomberos que supieron domar, escalar y apagar un monstruo fogueante de casi cuarenta metros de altura, y tan ancho que su cuerpo se medía en kilómetros. Y sí, después del incendio los aplausos debían continuar…
Porque después del incendio ya no hay cámaras, y la información no se expande con las miradas o los ecos de catastróficas noticias, y, ni siquiera, por los cínicos turistas apilados como en un autocine sacándole fotos a las avionetas o a la opaca tristeza que emanaba como el hollín de una abandobada chimenea de las padecientes montañas.
Después del incendio empezamos a olvidar el tóxico humo de la negligencia, empezamos a respirar los resquicios de un escándalo que se evapora con la brisa de la mañana siguiente, empezamos a dormirnos en los laureles de un desfiladero de autos que llegan como hormiguitas viajeras por una ruta 40 demasiado gastada…
Después del incendio, ¿vendrá el incendio de otro incendio? ¿Caerá granizo celeste y blanco? ¿Lloverán pingüinos? ¿Se inflará la inflación con putrefactas inflamaciones o forúnculos del alma? ¿Se abrirán las puertas del Edén para dejar filtrar las cloacas citadinas? ¿Saltarán los semáforos de alegría? ¿O seguirá todo igual antes que la nada sea lo mismo de siempre?
Columnista de LaTapa. Publicó los siguientes librillos o grillos de letras: "A temperatura dos murmúrios", "Espuma brutal" , "O lado oculto do azul"; "Playa nudista para poemas vestidos" (Biblioteca de Las Grutas, único ejemplar y única edición). También, diversos textos en diferentes espacios digitales.
Osvaldo Jaldo empezó a presionar al sector de Juan Manzur para llegar a un acuerdo electoral y evitar que el peronismo tucumano vaya dividido, como pasó en las elecciones de Santa Fe.
El gobernador de Tucumán mandó a su vice, Miguel Acevedo, a explorar un acuerdo con el sector de su predecesor. El vicegobernador se reunió con los legisladores Pablo Yedlin, Javier Noguera y Leopoldo Rodríguez, hijo del difunto intendente de La Cocha, el “Puma” Rodrígurez.
En la reunión, lejos de buscar seducirlos, Acevedo les exigió definiciones y les dejó muy claro los inconvenientes de ir por afuera, dijeron a LPO fuentes al tanto de la reunión. La mujer de Noguera es la intendenta de Tafí Viejo y arrastra una pelea por los recursos con la provinciam agudizada desde que decidió retirarse del Pacto Fiscal tucumano.
Noguera es el candidato que tiene el apoyo de Cristina Kirchner y Sergio Massa, en caso de que haya una lista por fuera del oficialismo de Jaldo.
Acevedo integró la fórmula que actualmente gobierna Tucumán como hombre de Manzur, pero con el paso de los meses tomó distancia de su antiguo jefe y ahora está completamente alineado con Jaldo. En ese rol convocó a la reunión.
La supuesta hostilidad que dejan trascender desde el sector de Manzur esconde una sutileza: Jaldo abrió un canal de diálogo, fiel a su estilo old school, para evitar la ruptura. “Si Jaldo quiere ser anti Milei todo puede ser”, admitieron a LPO en el sector de Manzur.
Jaldo envió a su vice Miguel Acevedo, a explorar un acuerdo con el sector de Manzur. El vicegobernador se reunió con los legisladores Pablo Yedlin, Javier Noguera y Leopoldo Rodríguez.
El gobernador por ahora no parece interesado en chocar con los libertarios, pero es evidente que la cada vez más fuerte apuesta por la candidatura a diputado del vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán, que incluyó la semana pasada una visita a la provincia de Karina Milei y Martín Menem, no contribuye a las mejores reclaciones.
El vicegobernador de Tucumán, Miguel Acevedo.
El propio gobernador se encargó de hacer declaraciones en busca de evitar la fractura. “Quien quiera participar en la interna, seguramente se anotará, quien quiera ir por afuera, es dueño de hacerlo”, dijo Jaldo en los últimos días. Luego mandó un mensaje para sugerir que debería haber un frente que reúna a todo el peronismo, sin listas por afuera.
“¿Ustedes se acuerdan de las elecciones internas que me ha tocado participar a mí? Una interna muy dura, contra el gobierno de la provincia de Tucumán, contra el aparato, también contra el gobierno de Alberto Fernández, incluida Cristina Fernández de Kirchner, el gobierno nacional, pero yo no fui por afuera, yo fui por dentro del PJ, porque yo no quería debilitar a mi partido, yo quería aportar a mi partido”, dijo el gobernador.
Luego fue más duro. “Yo tenía diferencias con los otros espacios que estaban dentro de mi partido, pero nunca saqué los pies del plato, fui por dentro del partido. Así que por ahí aquellos que se hacen los guapitos en la prensa, yo los invito a que vayan a la interna, como fue Osvaldo Jaldo”, dijo.
Yo tenía diferencias con los otros espacios que estaban dentro de mi partido, pero nunca saqué los pies del plato, fui por dentro del partido. Así que por ahí aquellos que se hacen los guapitos en la prensa, yo los invito a que vayan a la interna, como fue Osvaldo Jaldo.
En otros sectores del peronismo tucumano también parece imponerse la idea de evitar una confrontación. La intendenta de San Miguel, Rosanna Chahla, le dijo a Acevedo que no va a pedir candidatos y que se va a concentrar en la gestión.
El propio Manzur deslizó que no es su intención armar lista contra Jaldo y lo disculpó con una frase hecha: “Es muy difícil gobernar esta provincia”.
Escribe Maxi Cayón Y dicen por ahí que muchas veces lo más viejo es mejor y hay temas que no pasan de moda. Por eso la “vieja escuela es cool” y estos tracks reflejan los inicios del hip hop con un estilo y ritmos muy alejados de la nueva camada de “rappers”. Respetemos las canas,…
Mientras exige transparencia y ficha limpia para otros, la candidata PRO carga con un historial opaco de favores estatales, irregularidades documentales y contrataciones directas a empresas de su entorno familiar.
Por Walter Onorato y Guillermo Carlos Delgado Jordan
La candidata bendecida por Mauricio Macri para encabezar la lista en la Ciudad de Buenos Aires, Silvia Lospennato, no solo carece de domicilio en el distrito que pretende representar, sino que arrastra un largo historial de contratos millonarios adjudicados a empresas dirigidas por su esposo y su cuñada. La bandera de la ética, cuando es sostenida por manos tan sucias, no solo es un acto de cinismo: es un insulto a la inteligencia colectiva.
Silvia Gabriela Lospennato tiene algo de camaleónica y mucho de contradictoria. Su carrera política, alimentada a base de acomodos estratégicos y lealtades convenientes, está teñida por un patrón tan repetido como revelador: estar siempre en el lugar donde el poder ofrece sombra, visibilidad y contratos. Hoy, ungida por Mauricio Macri como la candidata del PRO para las elecciones legislativas de mayo en la Ciudad de Buenos Aires, se alza con fuerza discursiva bajo la consigna de la “ficha limpia”. Pero basta un repaso mínimo por su trayectoria para notar que es precisamente lo que no tiene.
En 2015, Lospennato fue electa diputada por la provincia de Buenos Aires. Y no fue la primera vez que intentó colarse en el Congreso desde ese territorio. Ya en 2009 figuraba en las listas de Francisco de Narváez, tras haberse desempeñado como funcionaria del gobernador Daniel Scioli. Su migración al macrismo se dio en simultáneo con la de su jefe político de entonces, Emilio Monzó, y fue, desde un inicio, un pase sin escrúpulos ni convicciones claras. Hoy, de repente, es candidata en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué cambió? Nada. Ni siquiera su domicilio.
Leandro Santoro lo dijo sin medias tintas: “Silvia Lospennato no está empadronada en CABA y no va a votar el 18 de mayo”. Así, la pretendida representante de los porteños ni siquiera tiene arraigo legal en el distrito. Y esto no es un tecnicismo menor, sino una violación explícita de la normativa electoral, que exige al menos dos años de residencia en el distrito de postulación. Esta no es la primera vez que Lospennato juega con domicilios falsos para colarse en una lista: en 2009, la Justicia ya le había bajado el pulgar cuando quiso presentarse en Buenos Aires sin acreditar adecuadamente su residencia. Lo más bochornoso: como “prueba” presentó una escritura a nombre de su marido —Fernando Lucas Depalma— y de su cuñada, Anabella, de un inmueble en Francisco Álvarez, en el que ni ella figuraba.
Ese mismo esposo, hoy prolijamente oculto de sus declaraciones y actos públicos, es el eje de otro de los grandes escándalos que rodean a Lospennato. Fernando Lucas Depalma es director de la Editorial Hammurabi, una empresa que desde hace años factura millones en contratos directos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En un país donde miles de editoriales independientes se disputan las migajas de la cultura, Hammurabi goza de la exclusividad de negocios con el Estado porteño sin pasar por licitaciones abiertas ni procesos competitivos.
En 2024, por ejemplo, el Consejo de la Magistratura de la Ciudad firmó la Contratación Directa N° 2-0012-CDI24 con Hammurabi S.R.L., por un total superior a los 9 millones y medio de pesos. ¿El objeto? Adquisición de material bibliográfico. En paralelo, la Dirección General de Administración de CABA contrató a Hammurabi Digital SH —también dirigida por Depalma y su hermana— para una suscripción anual exclusiva. El patrón se repite: contrataciones directas, montos elevados, favoritismo escandaloso.
Pero la cosa no queda ahí. Anabella Depalma, la cuñada de Lospennato, también forma parte del equipo editorial y, desde 2022, integra la planta contratada de la Secretaría Legal y Técnica del Gobierno porteño. El círculo se cierra con eficiencia: editorial proveedora del Estado, directores familiares de la candidata y su cuñada colocada estratégicamente dentro del mismo aparato que les compra. ¿Lobbies institucionalizados o corrupción estructural? No hace falta ser malicioso para encontrar la respuesta.
Todo este andamiaje es cuidadosamente silenciado por la diputada del PRO, quien ha hecho un esfuerzo quirúrgico por mantener alejada su vida privada de su actividad pública. El motivo es evidente: su esposo y su cuñada son engranajes clave en un mecanismo aceitado de negocios con el Estado que se repite año tras año. Y mientras la editorial Hammurabi se vuelve una suerte de ministerio paralelo del saber jurídico, con contratos que se renuevan sin competencia, Lospennato pontifica en los medios sobre la necesidad de “transparencia” y “ética pública”.
La farsa no solo indigna por su cinismo, sino porque se presenta envuelta en el celofán de la moral republicana. ¿Ficha limpia? ¿Dónde empieza y dónde termina el concepto? ¿Alcanza con no tener una condena penal para ser considerado íntegro? ¿Y qué pasa con quienes hacen del Estado una caja registradora privada a través de familiares y amigos? La ley podrá no alcanzarla, pero la ética política la aplasta.
La doble moral de Lospennato también se evidencia en sus vaivenes ideológicos. Años atrás, fue funcionaria de Daniel Scioli. Luego migró sin rubores al universo macrista. Hoy, se erige como “la candidata de Macri” para recuperar protagonismo en un PRO desgastado y acorralado por sus propias internas. Pero nada de eso importa si la caja sigue funcionando, si los contratos siguen firmándose, si los vínculos con el Estado no se cortan. Esa es, al fin de cuentas, la verdadera boleta de Lospennato: una lista de contrataciones públicas con apellidos familiares.
¿Quién puede hablar de “ficha limpia” cuando ha construido su carrera sobre domicilios falsos, acomodos, y una maquinaria de negocios en la que el Estado es cliente obligado? ¿Cómo se atreve una candidata a exigir ética en la política mientras sus lazos más íntimos se enriquecen gracias al partido que la postula y a la gestión que dice representar?
Silvia Lospennato es mucho más que una contradicción: es el emblema de una clase política que simula decencia mientras factura, que declama transparencia mientras reparte contratos, que ondea banderas morales con las manos embarradas. Y si eso no mancha su ficha, el problema no es el currículum de la candidata, sino el sistema que la habilita.
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