ESTAFA CRIPTO: Los secretos de Karina
Mientras Javier Milei la expone sin pudor como parte del selecto grupo que sabía del levantamiento del cepo, Karina enfrenta una mediación judicial por la estafa de la cripto $LIBRA. La hermana presidencial está en el ojo de la tormenta por uso de información privilegiada y maniobras fraudulentas.
Por Walter Onorato

El escándalo de la criptoestafa de $LIBRA se entrelaza peligrosamente con la revelación del propio presidente Javier Milei sobre quiénes sabían del levantamiento del cepo antes de que el Banco Central vendiera USD 400 millones. Karina Milei, ya imputada en el caso cripto, fue mencionada por su hermano como una de las pocas personas con información privilegiada, una confesión que la acerca a un posible delito penal y expone la estructura de poder familiar que gobierna la Argentina. ¿Es Karina la “Jefa” o el chivo expiatorio?
Javier Milei, en su creciente verborragia de presidente mediático antes que institucional, acaba de exponer sin filtros a su hermana Karina Milei en un torbellino judicial que conecta, como un rompecabezas macabro, las prácticas más cuestionables de su gobierno: uso de información privilegiada, operaciones financieras ruinosas para el Estado y participación directa en una estafa con criptomonedas.
En una extensa entrevista con Alejandro Fantino, el presidente dijo, sin titubeos, que “básicamente los que sabíamos que salíamos del cepo éramos Toto, Kari y yo”. Una frase que, en otro contexto, podría parecer insignificante. Pero aquí no. Porque el viernes anterior a ese anuncio, el Banco Central vendió USD 398 millones a $1097,5 por unidad. Al día siguiente, con la flotación del dólar, la cotización se disparó a $1250. Resultado: una ganancia de más de $60 mil millones para quienes, casualmente, compraron justo antes de la explosión. ¿Quiénes lo sabían? Según el propio Milei: él, Karina y Luis “Toto” Caputo.
No fue un periodista el que expuso el hecho. Fue el mismo presidente, enamorado de sus propias palabras, el que incriminó —de forma directa e irrefutable— a su círculo más íntimo. Y entre ellos, Karina, la “Jefa”, como la llama con veneración mesiánica, vuelve a ocupar el centro de la escena. Solo que esta vez no es por su poder en las sombras, sino por estar al borde de una imputación por delitos económicos graves.
La confesión no pasó desapercibida. El abogado Leonardo Martínez Herrero, ya denunciante en la causa por la venta de dólares a precio vil, advirtió la maniobra: “Quienes compraron el 11 de abril obtuvieron un beneficio de USD 48 millones en un día”. Malversación de caudales públicos y defraudación contra la administración pública son los cargos que ya figuran en el expediente que tramita el juez Ariel Lijo. Una denuncia que podría ampliarse si se comprueba que hubo uso de información privilegiada, delito tipificado en el artículo 307 del Código Penal con penas de hasta seis años de prisión.
Pero como si eso no bastara, el escándalo tiene una segunda arista aún más espinosa para Karina Milei. La misma semana que su hermano la incrimina en la operación cambiaria, se confirma que ella —junto al propio presidente y el vocero presidencial Manuel Adorni— ha sido citada a una “audiencia prejudicial” por el caso de la cripto $LIBRA. Una criptomoneda promocionada desde canales oficiales y redes presidenciales, cuyo desplome generó una avalancha de demandas por daños y perjuicios.
El abogado Nicolás Oszust, que representa a unos 25 damnificados, calcula un perjuicio directo de USD 4,5 millones. Y ya está en marcha la primera instancia legal: una mediación obligatoria el próximo 15 de mayo vía Zoom. Si no hay acuerdo, la demanda civil millonaria será inminente. En paralelo, el fiscal Eduardo Taiano ordenó levantar el secreto fiscal y bancario de todos los implicados, incluyendo a los hermanos Milei.
La situación judicial de Karina Milei es doblemente crítica: mientras en la causa de $LIBRA ya está imputada por estafa, ahora aparece mencionada como cómplice necesaria en una operación que benefició a especuladores con acceso a información privilegiada. Un cóctel explosivo que exhibe el verdadero rostro del poder libertario: uno donde la transparencia brilla por su ausencia, donde los negocios personales se confunden con el rol institucional, y donde la impunidad parece ser la norma.
El libertarismo, ese monstruo ideológico que Milei vende como una cruzada moral contra “la casta”, revela ahora su propia casta, mucho más peligrosa por su opacidad y su falta de controles. ¿A quién responde Karina Milei? ¿Quién controla a la “Jefa”? Nadie. Su cargo como secretaria general de la Presidencia, sin antecedentes en la función pública, le otorga un blindaje institucional inédito. Pero ese blindaje ahora tiene grietas.
La decisión de vender reservas a un precio subvaluado justo antes de levantar el cepo se parece demasiado a un dólar futuro a la inversa. Una operación que, en tiempos del gobierno anterior, fue utilizada por el propio Milei como bandera para denunciar corrupción. Hoy, ejecuta una jugada aún más escandalosa, sin ninguna explicación racional, y con consecuencias judiciales directas para su entorno.
Lo más inquietante no es solo el hecho en sí, sino la liviandad con la que el presidente lo admite. En un país devastado por la inflación, la pobreza y el desmantelamiento del Estado, Milei festeja con su equipo económico —el mismo que está denunciado en Comodoro Py— como si fueran un grupo de brokers celebrando el cierre de Wall Street. Todo mientras los jubilados ven licuados sus haberes, los docentes universitarios luchan por un salario digno y los científicos huyen del país.
¿Este es el nuevo contrato social que propone el libertarismo? ¿Una Argentina gobernada por algoritmos financieros, criptomonedas fallidas y decretazos nocturnos? ¿Un país donde el presidente expone a su hermana y al mismo tiempo la protege con una estructura institucional pensada para blindarla judicialmente?
La historia dirá si Karina Milei es una víctima de la incontinencia verbal de su hermano o una pieza central en una arquitectura de poder construida sobre la impunidad y la especulación. Pero lo que ya está claro es que el discurso de la “libertad” se desvanece cuando la justicia llama a la puerta. Y esta vez, lo hace en simultáneo por dos causas explosivas que podrían marcar un antes y un después en el gobierno más mediático y menos republicano de la historia argentina reciente.