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El Sauce: el primer paso a nivel permanecerá cortado

La Secretaria de Obras y Servicios de la Municipalidad de Villa Regina informa a los vecinos de barrio El Sauce que se están desarrollando trabajos  en el primer paso a nivel por lo que el mismo permanecerá cortado hasta la tarde de hoy.

La obra consiste en la colocación de un paño de acceso de hormigón con badén lateral que evitará la acumulación de agua los días de lluvia.

Durante la semana que viene, y con la colocación de hormigón, el acceso permanecerá cerrado por tres semanas.

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    El ex canciller Jorge Taiana será el primer candidato a diputado nacional del peronismo en la provincia tras un acuerdo entre Cristina Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof, tal como anticipó LPO en exclusiva.

    En el segundo lugar irá Jimena López, del Frente Renovador. Juan Grabois amenazaba con romper y jugar por afuera pero llegó a un entendimiento para ir tercero en la lista. 

    En el cuarto lugar irá la diputada Vanesa Siley, de La Cámpora, seguida por el líder de los bancarios Sergio Palazzo. Luego siguen Teresa García, Horacio Pietragalla, Agustina Propato, Hugo Moyano hijo, Fernanda Díaz, Sebastián Galmarini, Fernanda Miño, Hugo Yasky, Marina Salzman y Nicolás Trotta.  

    De este modo, el kirchnerismo metió la mayoría, ya que tiene a 7 entre los primeros 15. Massa colocó a dos entrables (López y Galmarini) y a una tercera en el puesto 14. Kicillof, en tanto, no puso a nadie de su entorno pero había propuesto a Taiana, además de empujar un acuerdo con la CGT y la CTA, que cobraron con Moyano y Yasky.

    Pese a la propuesta del gobernador, la figura de Taiana no está asociada fuertemente a ninguna de las “tribus”, por lo que su desempeño en octubre no podrá ser ni facturado ni capitalizado por ninguno de los tres sectores.

    El peronismo decidió de esta manera guardarse a las principales figuras que estaban en danza, como las de Máximo Kirchner y Sergio Massa. Decidió, por el contrario, apostar a dirigentes neopreronistas como Itaí Hagman en la Capital y Juan Monteverde en Rosario.

     

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    El León de San Marcos: ¿un viajero chino disfrazado de símbolo veneciano?

     

    Un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity sacude la historia de Venecia: el mítico León de San Marcos, emblema de la ciudad, no sería un león veneciano sino un “inmigrante” chino que habría llegado a Europa gracias al padre de Marco Polo.

    Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable


    Un símbolo eterno, pero lleno de misterios

    Millones de turistas levantan la vista cada año en la Piazza San Marco para admirar la escultura del león alado que custodia la laguna desde lo alto de su columna. Sin embargo, ese bronce que los venecianos convirtieron en bandera de su república mercante no nació como símbolo cristiano, ni siquiera como león.

    La pieza carga cicatrices de una vida anterior: orejas recortadas, alas añadidas, cuernos eliminados. Apenas un documento de 1293 da fe de su existencia, cuando ya estaba maltrecho y en reparación. Ni el taller, ni el escultor, ni la fecha de instalación son conocidos.


    De la cuenca del Yangtsé a la Serenissima

    El arqueólogo Massimo Vidale, de la Universidad de Padua, coautor de la investigación, lo explica con prudencia: “No sabemos cuándo llegó a Venecia, ni quién la modificó”. Pero las pruebas de laboratorio son contundentes: los isótopos de plomo analizados en una restauración de 1990 revelan que el cobre utilizado procede de la cuenca del río Yangtsé, en China.

    Es decir, el bronce que hoy mira hacia la laguna veneciana no tiene origen mediterráneo, como se suponía.


    Un zhenmushou con pasaporte veneciano

    La sorpresa va más allá: el “león” podría ser en realidad un zhenmushou, criatura híbrida de la dinastía Tang (618-907 d.C.), usada como guardiana de tumbas. Hocicos leoninos, orejas puntiagudas, melenas en llamas, alas unidas al torso y hasta rasgos humanos. La nariz bulbosa del León de Venecia coincide con esas piezas orientales conservadas en museos.

    Lo que hoy se presenta como un emblema cristiano de poder habría sido alguna vez un vigilante de ultratumba en la China medieval.


    ¿Un recuerdo de familia de los Polo?

    La hipótesis más pintoresca conecta la historia con la familia más célebre de Venecia: los Polo. Niccolò y Maffeo, padre y tío de Marco, viajaron hacia 1265 a la corte de Kublai Kan en Khanbaliq (la actual Pekín). Allí pudieron encontrarse con la escultura.

    En una Venecia que ya había adoptado al león como símbolo, los Polo habrían tenido la “idea algo audaz” —como dice el estudio— de reconvertir al zhenmushou en un León Alado de San Marcos. Una operación de reciclaje cultural que, vista de lejos, funcionaba de maravilla.


    Entre saqueos, guerras y Napoleón

    La columna que sostiene la estatua tampoco tiene un origen tranquilo: se cree que fue saqueada en Constantinopla hacia 1261, cuando los venecianos arrasaron Bizancio.
    Más tarde, el león volvió a viajar: en 1797, tras la derrota de la República, Napoleón Bonaparte lo desmanteló y se lo llevó a París. Solo regresó en 1815, recompuesto como pudo.

    El símbolo eterno de Venecia fue, en realidad, un trotamundos de bronce, arrancado de su tierra, rebautizado como león y puesto a custodiar una ciudad que no era la suya.


    El mito continúa

    Hoy, bajo las palomas de la Piazza San Marco y los flashes de los turistas, el León sigue allí. Pero después de este hallazgo, su mirada ya no es solo la del guardián veneciano. También es la de un viajero oriental, un zhenmushou disfrazado, que cruzó mares y guerras para convertirse en el ícono de una de las ciudades más bellas del mundo.

     

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  • Todas las caras del dólar

     

    Imitaciones de billetes de cien dólares norteamericanos con el retrato de Javier Milei circulan entre los asistentes de sus actos de campaña presidencial. El 30% del electorado argentino aprueba en ese momento la dolarización de la economía argentina. La masiva inmigración venezolana envía, a modo de remesas, dólares a sus familiares que intentan llegar a fin de mes y afrontan las penurias de una dura crisis económica. En Cuba se le escurre al gobierno socialista ofrecer garantías de bienestar a su población, a medida que una dolarización de facto avanza en la isla. En El Salvador, el gobierno de Nayib Bukele promete reemplazar la dolarización oficial impuesta en los años 2000 en el país por un nuevo proyecto monetario: la bitconización. En Ecuador, donde la economía está oficialmente dolarizada, los mercados populares son escenarios de transacciones donde se recibe, paga y guardan monedas y billetes del dólar norteamericano. En Vietnam la dolarización no es oficial pero está lo suficientemente presente en la vida cotidiana de los vietnamitas y en los modos que estos aspiran a participar en la economía global. En Zimbabue la participación en el mercado de cambios informal se convirtió en una fuente de empleo mayor que el generado por el sector público y el acceso al dólar norteamericano una oportunidad para garantizar ganancias y riquezas. En Tiflis, capital de Georgia, las protestas se generalizan por las deudas hipotecarias nominadas en dólares que se han vuelto difícil de pagar luego de la pandemia de COVID 19.

    Estas escenas de la vida pública y cotidiana de países diferentes, incluso alejados entre sí, tienen como protagonista al dólar norteamericano. Es muy sabido el rol que ha tenido para afianzar la hegemonía estadounidense desde mediados del siglo XX. Pero su conversión en una “moneda global” que circula en múltiples territorios más allá de las redes exclusivas de las élites, que desborda el comercio y las finanzas internacionales, y que se convierte en unidad de cuenta, pago o intercambio en vastas poblaciones del sur global, aún es un fenómeno que necesita ser comprendido. 

    Las múltiples vidas del dólar suelen estar por fuera del radar de la dolarización, el término acuñado para expresar el reemplazo de las monedas locales por la moneda norteamericana. Si habitualmente esas narrativas miden la dolarización desde los indicadores financieros (cantidad de cuentas bancarias nominadas en dólares, por ejemplo) el movimiento aquí propuesto es comprender cómo las dolarizaciones se convirtieron en capítulos centrales de la historia y el presente de Argentina, Venezuela, Ecuador, Cuba, Haití, El Salvador, México, Zimbabwe, Vietnam y Georgia. 

    En estos contextos nacionales, por un lado, el protagonismo del dólar alcanza un rol preponderante en la economía, en la política y en la configuración de las identidades personales y colectivas. Por otro lado, este protagonismo es un lente para comprender fenómenos más amplios que han marcado el último medio siglo y configuraron las trayectorias de esos países: los procesos de descolonización, el derrumbe del bloque soviético y las transiciones postsocialistas, los procesos hiperinflacionarios y las grandes crisis sociales, la financiarización de la economía y el debilitamiento de los estados de bienestar, entre otros.     

    Desde hace al menos tres décadas nuevos paradigmas de las ciencias sociales han colaborado en la comprensión del lugar del dinero en la vida social. Mirando en detalle cómo arraigan en la vida cotidiana de las personas, cómo interactúan con marcos institucionales y culturales, cómo contribuyen a la distribución del poder y de las jerarquías sociales, los fenómenos monetarios ocupan un lugar central en los modos que las sociedades se configuran y reproducen. En un número muy importante de sociedades del sur global el dólar norteamericano no ocupa un rol de accesorio a estos procesos. Es su clave de comprensión. Esta es la hipótesis que anuda la historia y el presente de países de América Latina, África, Asia y Europa.

    En países donde las personas han atravesado el colapso de los mercados, la caída de regímenes políticos, guerras, múltiples reformas monetarias y de divisas, devaluaciones bruscas e hiperinflación, qué activos conservan valor es una pregunta vital que la dolarización viene a resolver.

    Las narrativas expertas sobre la dolarización encierran las causas y razones del reemplazo monetario en una definición estrecha sobre el rol del dinero en la vida social. Son las fallas en cumplir las funciones monetarias las que operan como causante para el reemplazo de las monedas nacionales por el dólar: las monedas “débiles” o “enfermas” por una “fuerte” o “sana”. El cierre epistemológico de narrativas en torno a las tesis del reemplazo deja de lado el conocimiento de procesos históricos, políticos, sociales, culturales, y obviamente, económicos que son contenido y continente de las dolarizaciones.

    Parafraseando al sociólogo Marcel Mauss,  con el dólar circula mucho más que una moneda “fuerte”: circula poder, signos de estatus, pertenencias sociales, memorias, imaginarios colectivos y personales. Y se producen muchas otras cosas diferentes a la lógica del reemplazo como determinadas dinámicas políticas (la puesta en juego de la autoridad política), sociales (la puesta en juego de modos de estratificación, diferenciación y desigualdad), personales (la puesta en juego de ideas de libertad, estima, autonomía, bienestar) e históricas (la puesta en juego relaciones con los legados del pasado). 

    A continuación detallo siete claves de interpretación que ilustran este modo de analizar a las dolarizaciones. Si bien elaboradas en un estudio transnacional, estas claves tienen el propósito de ampliar una conversación pública anclada ahora en visiones estrechas sobre el rol de la moneda en la sociedad y la política argentina, condición necesaria para imaginar y construir consensos sobre una economía que crezca y una sociedad que integre

     La moneda norteamericana tuvo a lo largo del tiempo múltiples usos y significados que es necesario desagregar. Cuando se usa el término dolarización a secas se suele iluminar el rol de la moneda norteamericana como moneda de reemplazo. Una de las principales hipótesis que guían a la sociología del dinero es que el dinero nunca es igual a sí mismo. Significados y usos exceden a la noción de reemplazo. La imagen del reemplazo es desperfecta con respecto a culturas monetarias que alojan significados y usos del dólar no tan evidentes y cambiantes a lo largo del tiempo.

    Las historias de exclusiones y tolerancias en contextos socialistas y postsocialistas (Cuba, Vietnam, Georgia) muestran modulaciones de los significados y usos de la moneda norteamericana muy marcadas a lo largo del tiempo. Inflexiones profundas sobre los modos en que el dólar está excluido o integrado en la vida social y política de estos países. Desde ser sinónimo de contrabando e ilegalidad a representar un estatus social acomodado y afianzamiento de una identidad personal moderna y global en Vietnam, de significar un orden político contrarrevolucionario hasta ser aceptada y tolerada por un gobierno socialista como el cubano son, entre otras, inflexiones de significados y usos que exceden la esfera económica o transaccional y marcan la trayectoria y los cambios de esas sociedades desde el prisma del lugar de la moneda norteamericana.

    Si podemos hablar de dolarizaciones en plural es por este despliegue de transformaciones, modulaciones y memorias de los usos y significados del dólar a lo largo del tiempo en cada contexto nacional. 

    La sociología del dinero enseña que las monedas no son entidades “autopropulsoras”, sino que las condiciones de posibilidad de sus usos están asociadas a complejos procesos de aprendizaje, que muchas de las veces damos por supuestos o naturalizamos. Son estos procesos los que vinculan las dinámicas macroeconómicas y políticas y la generalización de una moneda. Este modelo ejemplar de análisis nos lleva siempre a mirar cómo la expansión de una moneda no se reduce a un decreto, ley estatal o condiciones macroeconómicas determinadas sino corresponde reconstruir el proceso que podemos llamar de “familiarización monetaria”. “El dólar nuestro” cubano, el dola haitiano  o la “moneda fraccionada” ecuatoriana son procesos de familiarización (o endogenización) y apropiación del dólar que no entran en la noción de reemplazo. 

    Cuando se utiliza el término “moneda global”, se hace hincapié en el papel que ha desempeñado el dólar en el sistema monetario internacional  Nuestra perspectiva es un intento de arrojar luz sobre los aspectos inexplorados de las “monedas globales”, es decir, lo que ocurre cuando se convierten en monedas familiares fuera de sus fronteras nacionales que las emiten.

    El paisaje monetario dolarizado no se comprende a partir de una dicotomía fija entre monedas blandas/duras, como las narrativas del reemplazo presuponen, sino diferenciando y estableciendo una jerarquía entre las monedas que asume cada una de estas figuras.

    En Zimbabue, por ejemplo, la disparidad en la estima entre diferentes “tipos” de dólares superó una dialéctica nítida de “dureza”/“blandura”. Estos diferentes tipos de dólares cumplían diferentes sets de funciones dinerarias en coyunturas precisas y, por lo tanto, solo podían convertirse entre sí con dificultad o no convertirse en absoluto.

    En Ecuador, la moneda fraccionaria fue un recurso estratégico para que el sucre, la antigua moneda nacional, cediera espacio al dólar norteamericano y así poder anclar las prácticas monetarias de los ecuatorianos (particularmente de los sectores populares) en la nueva moneda oficial. Las dolarizaciones son plurales también porque expresan espacios no homogéneos e incompletos que, como en el caso de Ecuador, demandan de una versión débil de la moneda norteamericana para los intercambios cotidianos. 

     Las dolarizaciones podemos reconstruirlas como puestas a prueba de la pretensión del Estado de ordenar a la sociedad sobre una jerarquía monetaria capaz de preservar el valor en la economía.  Los procesos de descolonización (Zimbabwe, Vietnam, Haití) o de crisis y salida del régimen soviético (Georgia, Cuba) son momentos desafiantes para rearmar una autoridad política capaz de imponer una jerarquía monetaria. Los órdenes monetarios dolarizados informales que se erigen contra esas pretensiones enlazan a la sociedad contra el Estado, eludiendo sus regulaciones e imposiciones. Esto se puede observar en la indisciplina haitiana frente al intento del Estado de prohibir el dólar haitiano o la configuración en Zimbabue y en Argentina del mercado de cambio informal como una institución clave de la economía. 

    Las dolarizaciones formales muchas veces son legalizaciones o estatizaciones de órdenes monetarios ya aceptados socialmente, como fue el caso de Argentina en la década del 90’ o El Salvador en los 2000. El primero bajo el impacto de una gran hiperinflación que generalizó la moneda norteamericana como unidad de cuenta e intercambio, el segundo bajo el impacto de una migración masiva a los Estados Unidos que convirtió a las remesas en dólares en la principal fuente de ingresos de la economía salvadoreña. Apoyados sobre esos órdenes monetarios dolarizados ya aceptados socialmente, estos gobiernos construyeron la autoridad política del Estado, anteriormente debilitada o amenazada.

    La perspectiva del reemplazo invisibiliza las dolarizaciones como narrativas políticas. En estos contextos el dólar es protagonista de las grandes controversias públicas donde se dirimen, cuestionan y edifican proyectos de poder. En Zimbabue, a medida que continuaba la dolarización, el régimen intentó respaldar al fallido dólar zimbabuense apelando a la “historia patriótica” y sus “entrelazamientos con narrativas de nación, raza y lucha”, presentándose como bajo ataque de sanciones extranjeras, “indisciplina” financiera doméstica y financiamiento occidental de la oposición. 

    En Cuba, por su parte, el dólar se visualizaba como la moneda enemiga y su exclusión del espacio monetario nacional era un pilar del proyecto político socialista al mismo tiempo que un modo de organizar el acceso al bienestar con base en la moneda nacional, también como expresión de soberanía. El gobierno de Fidel Castro logró, al menos temporalmente, desactivar el poder corrosivo del dólar poniéndolo al servicio del orden social, aunque la dolarización parcial de 1993 representó un desafío a la reproducción de este orden. 

    Cuando el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela lograba controlar el aumento de la cotización de la moneda estadounidense la significaban solamente como una unidad monetaria, al contrario en los momentos en que ocurrían alzas abruptas de la cotización de la moneda estadounidense la significaban como un instrumento político usado por sus enemigos internacionales y nacionales.

     El acceso y la distribución de la riqueza no es indiferente a los circuitos diferenciados entre monedas. En El Salvador, la rápida afluencia de dólares de remesas estadounidenses que caracterizó los años que van desde la década de los 2000 a principios de 2020 creó una microclase receptora de remesas que permitió a algunos salvadoreños experimentar una sensación de movilidad económica, eclipsando lo que era imaginable a través de la configuración monetaria limitada a nivel nacional del colón. 

    Aunque la creación del CUC (peso cubano convertible) respondía al objetivo de mantener la política de centralización y redistribución, amenazada por las dificultades que siguieron al derrumbe de la Unión Soviética, las esferas de transacciones monetarias resultantes pusieron de relieve el desarrollo de una economía de mercado en ciertos sectores, así como el desarrollo de las desigualdades en la sociedad cubana.

    Los casos de Zimbabue, Venezuela y Argentina iluminan cómo los mercados de cambio formales e informales, además de las cambiantes regulaciones estatales para acceder a las divisas, son dispositivos centrales en los procesos de diferenciación social en estos países.

    El estudio de Vietnam ayuda a comprender cómo la dolarización no era solo una estrategia racional para preservar el valor, sino una herramienta poderosa de autoconstrucción y una afirmación de pertenencia individual a la economía globalizadora. La entrada de Vietnam en la economía capitalista global señalaba, mediante la visibilidad del dólar estadounidense, la forma que adoptaba el dinero como signo de lo global. Caricaturas, cuentos cortos y programas de televisión utilizaban el símbolo del dólar estadounidense para indexar la fuerza desestabilizadora pero deseada de la globalización en la sociedad vietnamita. Al sostener, manejar e incluso esconder dólares, las personas desafiaban los límites entre lo nacional y lo global que la moneda emitida por el estado pretendía erigir.  En Zimbabue las estimas de sí, personales y colectivas, están relacionadas a la idea de nación a través del dinero. La pérdida de estima del dinero estatal trajo desconfianza en la nación. Al final de la era multimonetaria fue el grado en que muchos zimbabuenses habían perdido la confianza en la moneda, precisamente, por ser zimbabuense. La no fungibilidad de todos los medios pecuniarios zimbabuenses emitidos por el Estado, con sus contrapartes regionales o globales, era profunda tanto a nivel conceptual como emocional.

    En El Salvador el ex presidente Francisco Flores prometía más dinero y riqueza para los salvadoreños si todos cambiaban a dólares estadounidenses. Estas ilusiones, vinculadas a la dolarización, generaron la impresión de desarrollo, mientras que los medios de subsistencia de las familias se veían progresivamente amenazados. La dolarización llegó inicialmente envuelta en promesas y deseos que se consideraba que el colón no podía cumplir. La dolarización continúa en El Salvador, pero ahora compite con dramáticas afirmaciones proyectadas al futuro asociadas con el Bitcoin y la insatisfacción generalizada entre los salvadoreños de promesas no cumplidas en más de dos décadas que, de hecho, han profundizado la desigualdad económica. 

    Los estudiosos del orden monetario internacional indagan frecuentemente sobre la estabilidad o el declive del dólar como moneda global dominante. Este interrogante se hace cada vez más permanente a medida que el ascenso del poder económico y comercial de China se convierte en una clara amenaza para la posición hegemónica de Estados Unidos. 

    Estamos lejos de predecir el futuro del dólar norteamericano, estamos mejor preparados para abrir la caja de herramientas que ayude a comprender cómo una moneda global (hoy el dólar, mañana puede ser otra) condiciona y transforma la vida pública y cotidiana de millones de personas en el mundo.

    Estas herramientas sacan a la luz dinámicas y procesos opacados por las narrativas del reemplazo que son cruciales comprender para imaginar una moneda capaz de garantizar una economía vigorosa y una sociedad integrada.

    La entrada Todas las caras del dólar se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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