Dos años de Milei: promesas, contradicciones y el saldo real
El Milei de campaña vs el Milei presidente.
Por Roque Pérez para NLI

A dos años de la asunción de Milei, lo que prometió en campaña y lo que hizo en la práctica muestran un contraste cada vez más nítido: estabilización macro con fuertes costos sociales, contradicciones entre discurso y gestión, y un clima político crecientemente hostil hacia la prensa, el sindicalismo y organizaciones sociales.
Promesas vs. realidad
En la campaña de 2023, Milei prometió dolarizar, cerrar el Banco Central, eliminar impuestos, y reducir el Estado a su mínima expresión. Dos años después, ninguna de esas promesas estructurales se concretó del modo en que él las había presentado.
La dolarización quedó postergada, el Banco Central sigue operando (con cambios en su funcionamiento, pero lejos de su eliminación) y el sistema tributario continúa prácticamente intacto salvo ajustes orientados al reordenamiento fiscal. La brecha entre lo que Milei aseguraba durante la campaña y lo que su propio gobierno admite hoy es una de las marcas más visibles de sus primeros dos años.
En paralelo, el gobierno destaca la desaceleración inflacionaria respecto de 2024 y principios de 2025. Sin embargo, esa baja (si la hay realmente) se sostiene sobre ajustes muy agresivos: caída del salario real, recortes en programas sociales, eliminación de subsidios en áreas sensibles y un deterioro del consumo difícil de revertir en el corto plazo.
Autoritarismo y prensa
Otro eje central del balance es el avance de una lógica persecutoria contra periodistas, medios y voces críticas.
Gremios de prensa, organismos locales de derechos humanos y asociaciones profesionales han documentado hostigamientos, controles discrecionales, campañas de desprestigio desde cuentas oficiales y trabas al acceso a la información pública. A esto se suman insultos presidenciales en redes, habilitación simbólica para ataques digitales y el uso del aparato comunicacional estatal para estigmatizar a comunicadores críticos.
El resultado es un clima hostil hacia la prensa, en el que el propio gobierno parece entender la crítica como un ataque político y no como parte del funcionamiento democrático. Para amplios sectores del periodismo y la academia, esta dinámica configura un intento de disciplinamiento.
Contradicciones entre discurso y gestión
Milei llegó con un programa anarcocapitalista de manual: privatizaciones masivas, eliminación de organismos públicos y desregulación absoluta. En la práctica, gran parte de esas reformas chocaron con límites legales, técnicos, judiciales y políticos.
Mientras el discurso oficial insiste en un desmantelamiento del Estado, el gobierno debió negociar con organismos internacionales, administrar deuda, sostener estructuras básicas y —en algunos casos— retroceder en medidas que generaron resistencia institucional.
Lo mismo ocurrió en el plano laboral: los intentos de flexibilización y recorte de derechos generaron fortísima oposición, con movilizaciones y advertencias sobre un retroceso histórico. La confrontación fue parte del método de gestión, lo que tensionó aún más la gobernabilidad cotidiana.
Economía y política fiscal
El gobierno exhibe como logro la reducción del déficit, el reordenamiento fiscal y una baja de la inflación respecto de sus picos anteriores. También destaca un proceso de retorno parcial a mercados financieros.
Pero estos avances conviven con un panorama social deteriorado: pobreza en crecimiento, empleo formal estancado, caída del poder adquisitivo y pérdida de cobertura en áreas como salud, educación y políticas de cuidados.
La sostenibilidad del esquema fiscal depende, además, de variables externas —precios internacionales, clima político regional, la disponibilidad de financiamiento— y de la capacidad del propio gobierno para avanzar en reformas que hoy encuentran resistencias en el Congreso y en la calle.
Qué significa este segundo aniversario
A dos años de su llegada, Milei gobierna con mayor presencia legislativa que en su inicio, pero también con más polarización, más resistencia social y una institucionalidad más tensionada.
El oficialismo celebra avances económicos y el reordenamiento macro; la oposición, en cambio, advierte sobre un modelo regresivo que sacrifica cohesión social, derechos laborales, libertad de prensa y acceso a servicios esenciales.
Lo que queda claro es que el proyecto libertario original se transformó en un híbrido: radical en el discurso, pragmático y limitado en su ejecución, y fuertemente conflictivo en su vínculo con actores sociales y con la prensa.

