Luego de años de demoras, el juez federal de Neuquén, Gustavo Villanueva, aceleró el trámite de extradición de Estados Unidos contra Fred Machado, detenido en Viedma, y envió este viernes a la Corte Suprema la notificación de Cancillería para habilitar el procedimiento.
Fuentes judiciales confirmaron a LPO que ahora es el máximo tribunal el que debe confirmar la extradición, pero el trámite se completa con una autorización del Presidente, o sea de Javier Milei. El tema genera un nerviosismo inusitado en el gobierno, donde por algún motivo que se desconoce, Machado tiene fuerte influencia.
Esto quedó en evidencia de una manera muy bizarra este sábado, cuando el periodista Diego Iglesias reveló que lo llamó Patricia Bullrich, para consultarlo sobre cómo estaba el trámite de la extradición de Machado. La ministra de Seguridad confundió al periodista con el fiscal especializado de combate al narco, que se llama igual.
Otro contacto no menor es que Milei y Machado comparten abogado. Ambos son defendidos por el penalista Francisco Oneto. No es el único punto en común de la administración libertaria con Machado, que enfrenta un juicio por estafa y narcotráfico en Texas.
Un juez rionegrino y un senador nacional confirmaron a LPO que Machado habría logrado que el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, mueva sus influencias para evitar su extradición. Las dos fuentes también confirman que Machado habría contratado al ex gobernador radical de Río Negro, Horacio Massaccesi, para que haga lobby en la Corte Suprema con el mismo objetivo.
Cúneo Libarona fue abogado de Lorena Villaverde, diputada libertaria y actual pareja de Claudio Ciccarelli, el primo hermano de Machado. La causa en la que Cúneo la representó era la que tuvo que afrontar en Estados Unidos, por otra investigación de narcotráfico de la DEA que terminó con su ex marido detenido.
Las gestiones del ex mandatario rionegrino no son las de un paracaidista. Su hijo, Leandro Massaccesi, es jefe de Gabinete de Sandra Pettovello en el Ministerio de Capital Humano.
Pero, además, Cúneo Libarona fue abogado de Lorena Villaverde, diputada libertaria, candidata senadora de Karina Milei y actual pareja de Claudio Ciccarelli, el primo hermano de Machado que maneja el negocio de las arenas silíceas en 13 canteras del Alto Valle. La causa en la que Cúneo la representó era la que tuvo que afrontar en Estados Unidos, por otra investigación de narcotráfico de la DEA que terminó con su ex marido detenido.
Un diputado rionegrino recordó que hasta el 20 de agosto pasado, cuando Martín Soria pidió la palabra en la sesión de la Cámara Baja para hacer público el vínculo amoroso entre Villaverde y Ciccarelli, la causa estaba parada en el juzgado de Villanueva. Luego de la denuncia pública de Soria, el juez mandó la providencia a la Corte.
Los jueces Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti solicitaron a Villanueva que consultara, como juez natural, al Ministerio de Relaciones Exteriores si Estados Unidos seguía reclamando la extradición porque Oneto, como defensor del presunto narco, alegaba que Machado ya no estaba en la lista de la Justicia norteamericana.
El juez de Neuquén concretó la diligencia y recibió una respuesta afirmativa de Cancillería en los últimos días (Estados Unidos sí demanda su extradición). Por eso, remitió este viernes la confirmación a la Corte Suprema para que resuelva.
El máximo tribunal podría tratar el tema este martes, pero aún si dieran curso a la extradición es el Presidente quien tiene la firma final.
En Río Negro están convencidos que el video podría haber sido filtrado por el propio Machado, como una suerte de aviso al gobierno para que no le suelten la mano y eviten la extradición.
No fue casualidad que justo este viernes apareciera el video de Espert en la pileta de Machado, burlándose de las políticas de Mauricio Macri en 2019. El economista compitió en las PASO de aquel año con el sello Unite y, por aquella campaña electoral que ahora lo mortifica, solo obtuvo el 1,5 por ciento de los votos, quedando afuera de la competencia.
En Río Negro están convencidos que el video podría haber sido filtrado por el propio Machado, como una suerte de aviso al gobierno para que no le suelten la mano y eviten la extradición.
Hasta el momento, la estrategia judicial del detenido se centró en la exigencia de que se lo juzgue en Argentina por delito precedente. En las últimas horas, además, se menciona la posibilidad que Milei pueda hacerse eco de un pedido de Machado, presentado cuando lo detuvieron en 2021, para que el gobierno le conceda el reconocimiento como refugiado político.
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El derrumbe electoral de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires desató una nueva guerra intestina en el oficialismo. Santiago Caputo aprovechó la debacle para volver al lado de Milei y enterrar a los Menem y a Sebastián Pareja, señalados como los responsables del papelón.
Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable
El regreso del gurú
En el búnker de Gonnet, levantado en un descampado ventoso y sin alma alrededor, Milei buscó dar un gesto político: a su lado, paró a Santiago Caputo, que había quedado marginado en las últimas semanas por el avance del “karinismo en HD”. La foto marcó su regreso y dejó claro el pase de facturas hacia los que lo habían desplazado.
No estaba Guillermo Francos, en abierta pelea con el “Gordo Dan”, y la ausencia fue tan notoria como el nuevo protagonismo del asesor estrella. Caputo, señalan desde LPO, sostuvo que los Menem y Pareja dilapidaron el capital político de Milei al correr a los jóvenes de las listas y reemplazarlos por candidatos de la tercera edad y reciclados del kirchnerismo.
Las derrotas que pesan
El gurú buscó justificar sus dichos con números: en Bahía Blanca, LLA ganó por 15 puntos y en Quilmes perdió por 17. Según los caputistas, eso ya es un triunfo comparado con las palizas de hasta 40 puntos que se sufrieron en distritos vecinos como Berazategui, Avellaneda y Florencio Varela.
También cuestionó el operativo de fiscalización, que, según él, “ya anunciaba una catástrofe desde el fin de semana”, y la mala gestión del acuerdo con el PRO. El caso paradigmático: Junín, donde no lograron contener al intendente macrista Pablo Petrecca y terminaron terceros, regalándole al peronismo apenas la segunda victoria en 50 años en ese distrito históricamente adverso.
Los enemigos internos
Las críticas de Caputo son también un misil contra el acuerdo manejado por Cristian Ritondo y Diego Santilli, a quienes todavía no les perdona la foto con los Menem, Pareja y Karina la noche del bullying del 19 de julio. Ahora esos exmacristas que se vistieron con el buzo violeta en La Matanza se debaten entre borrarse o pedir mayor protagonismo.
Caputo, en cambio, busca monopolizar los cambios en la mesa política: exige volver al “Triángulo de Hierro” con Milei y Karina, aunque sabe que esa recreación parece imposible por la densidad de la interna.
Milei compra el discurso
Aun así, Milei compró el diagnóstico. Cree que la derrota fue producto de la mala gestión de los Menem. A Lule Menem ya había querido echarlo tras el papelón en Corrientes, donde la fuerza apenas sacó 8 puntos. A Martín Menem lo expuso en público con un destrato televisado: mientras al resto les regaló besos y abrazos, a él lo saludó con un frío apretón de manos.
Pareja, en cambio, podría sobrevivir: no por indulgencia de Caputo, sino porque maneja un bloque de 14 legisladores que pueden condicionar la gobernabilidad. De hecho, cuando Karina y su hermano abandonaron el búnker, los “parejos” celebraron a carcajadas con la banca asegurada.
La venganza que viene
“Después del sacudón del lunes, el martes ya todos tienen que hacer fila para sentarse en la mesa de Caputo”, deslizó un ladero del asesor en Gonnet. El mensaje es claro: si triunfaba el modelo de Karina y Pareja, Caputo estaba afuera del gobierno. Ahora que fracasaron, él busca revancha.
La Libertad Avanza, mientras tanto, sigue desangrándose en internas que confirman lo que desde hace tiempo venimos señalando en Noticias La Insuperable: el problema de Milei no es sólo con la oposición, sino dentro de su propia tropa.
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Como orejas gigantes de plástico acolchado o con bracitos casi invisibles, ergonómicos a los laberintos de la oreja: el paisaje urbano se llenó de caminantes enchufados, aislados, felices, habitando una vida paralela, la que sucede aislados en sus auriculares. ¿Esto es escuchar música? ¿Cómo y cuándo la escuchamos? ¿Es la música un relleno, una guarnición de sentidos, un estado de ánimo? ¿Qué significa y cómo impacta la música en nuestra vida cotidiana?
Vivimos revolcaos en un merengue. Necesidades artificiales, satisfacción instantánea, hiperinformación, comunicación acelerada, interferencia, delivery como solución, consumo, compulsión, fomo, olas de odio. La lista podría seguir y de eso se tratan nuestras vidas si nos dejamos llevar por la seducción magnética de las pantallas: el camino a la apatía, el desgano, el hueco interior y la ilusión de libertad.
La sociedad de los algoritmos, las plataformas y las aplicaciones determina la manera de relacionarnos con nuestro entorno, incluida la música. ¿Cómo escuchamos música? A diferencia de las prácticas analógicas del siglo XX, la música hoy funciona como ambiente, como fondo. Nos encanta concebirla como la banda sonora de nuestras vidas, como si fuéramos personajes de una serie. Las plataformas de streaming proponen la fragmentación infinita: singles sueltos, desprendidos de un contexto, playlists que ordenan nuestra atención, y la invitación implícita a delegar en el algoritmo la decisión de qué escuchar.
Siempre fue agradable llevar el sonido con uno. Allí están, nítidos en la memoria, algunos dispositivos que fascinaron a los aficionados de gorra: la spika en la cancha primero, el radiograbador a pilas después, ícono de la era hip hop. Pero entre todos esos adelantos tecnológicos, ninguno resultó tan revolucionario como el Walkman de Sony. Con él llegó la verdadera portabilidad del sonido. La experiencia de escucha ya no se daba en un medio colectivo, sino que se volvía una cápsula individual, una burbuja de sentidos, una realidad dentro de la realidad. Caminar por la calle con auriculares se parecía a protagonizar un videoclip, una coreografía urbana donde la percepción se veía intervenida por la música. El Walkman también provocó la transformación de los auriculares, con diseños livianos y compactos. Una evolución que llega hasta el día de hoy con una variedad infinita, dispositivos que cada vez se integran más al cuerpo, con sofisticados sistemas de cancelación de ruido, colores y variadas formas que buscan, además, transformarse en un accesorio, como un collar, una gorra o un aro, y decir algo sobre quien los usa (y los luce).
El Discman, el formato MP3 y el iPod profundizaron esa tendencia hacia la escucha individual y portátil. Sin embargo, todavía persistía la experiencia hogareña, en solitario o en grupo, donde alguien se tomaba el tiempo de poner un disco de principio a fin. El álbum, más allá de ser un producto estandarizado de la industria cultural, se convirtió en un envase conceptual: una narrativa cerrada donde diseño, sonido y secuencia proponen un orden y un sentido.
“Cuando era chica escuchaba música por horas junto a mis hermanas. Era una forma de viaje. […] Poníamos un disco y otro. Había que turnarse para darle vuelta. […] Cuanto más quieta, mejor. […] Escuchar sin hacer nada útil. Ni siquiera bailar. Entregar la cabeza y el cuerpo al sonido, es decir, a un movimiento que no manejo yo. […] Desparejarse del mundo un rato. Y luego aterrizar”, escribió Fernanda García Lao en un posteo reciente en Facebook.
Con la llegada del streaming a nivel masivo, esa lógica pareció derrumbarse. La sobreoferta ilimitada, sumada a la inmediatez de las pantallas, redujo la escucha a fragmentos de baja fidelidad. En ese proceso, el vinilo reapareció como símbolo de resistencia: por su sonido cálido y expansivo, pero también por el ritual que exige. Poner un disco demanda tiempo, espacio y disposición. No se trata de inmediatez, sino de pausa, casi lo opuesto al frenesí contemporáneo.
Esa tensión revela una paradoja: en la era de la abundancia musical, resulta cada vez más difícil escuchar. La saturación de opciones vuelve arduo lo que antes era sencillo: elegir un disco, ponerlo a girar, dejarse llevar. Quienes vivieron esa práctica en el siglo XX pueden sentir nostalgia, mientras que las generaciones más jóvenes, criadas en la fragmentación digital, descubren en ella una curiosidad por lo tangible, lo lento, lo ritual.
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En Buenos Aires existe desde hace años una pequeña pero persistente escena dedicada a la escucha. Un proyecto pionero, enfocado principalmente en presentaciones en vivo, es el festival Escuchar [Sonidos visuales]: un espacio del Museo Moderno creado en 1998 que se convirtió en referencia por su labor de experimentación, investigación y promoción sonora. Su edición 2025 tendrá lugar el 29 y 30 de octubre. A su modo, el ciclo Parlantes Halofónicos que lleva tiempo explorando otra dimensión de la experiencia: escuchar discos en la oscuridad con la tecnología holofónica ideada en los años ochenta por Hugo Zuccarelli. Hoy se presenta en el Auditorio Espacio Cendas.
En ese mismo mapa, la novedad es Audiófilo. El ciclo, que sucede en Artlab desde marzo —espacio porteño dedicado al cruce entre arte y tecnología— propone algo tan simple como radical: reunirse para escuchar discos completos en alta fidelidad, en silencio, en compañía. La lógica se invierte frente al paradigma del streaming: ya no llevamos la música en el bolsillo, sino que trasladamos el cuerpo hasta el lugar donde la experiencia cobra sentido.
Ese desplazamiento transforma todo. La escucha deja de ser individual y encapsulada para convertirse en colectiva. Un grupo de desconocidos se reúne en una sala, sigue las tensiones y climas de un álbum, comparte un mismo pulso. Lo importante ya no es la portabilidad, sino el anclaje: estar presente. Y en un tiempo que promueve la dispersión, detenerse a escuchar un disco completo de principio a fin se convierte en un acto de rebeldía.
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El distintivo de este ciclo está en el Hi-Fi. La alta fidelidad no es solo un estándar técnico, sino estético: se trata de reproducir el sonido lo más fiel posible a lo registrado en estudio, con su rango dinámico intacto, con matices y frecuencias que se pierden en la compresión digital de un archivo mp3 o de Spotify. Escuchar en Hi-Fi es recordar que el oído humano percibe más de lo que los algoritmos nos devuelven.
Para eso, Audiófilo cuenta con un secreto de época: cuatro parlantes Altec A7, “The Voice of the Theatre”, diseñados en los años cuarenta y célebres por haber definido el estándar acústico en las salas de cine y teatro durante décadas. Artlab actualiza esa historia restaurando sus componentes y fabricando sus cajas acústicas en madera vista trabajada por ebanistas de audio, según planos originales. Este sistema de audio de colección está instalado en un contexto acustizado a medida con la mayor precisión. Cada frecuencia se expande con una presencia física imposible de replicar en auriculares (de todos los tipos) y equipos hogareños. Escuchar un álbum en los Altec A7 es devolverle al sonido la escala que perdió en la miniaturización contemporánea. Donde hoy se sacrifica profundidad para ganar portabilidad y acceso inmediato al magma digital, estos parlantes restituyen el carácter tridimensional y corpóreo del sonido.
La especificidad de los equipos de audio y la adecuación de la sala ubican a Artlab en sintonía con un interés global por reivindicar el sonido como experiencia cultural. No es casual que hayan surgido espacios comparables en los últimos años: Public Records en Nueva York con su The Sound Room, Brilliant Corners en Londres, las sesiones de Classic Album Sundays, y el soundsystem móvil Despacio, creado por James Murphy y 2ManyDJs. A este mapa global se suman los célebres listening bars japoneses como Bridge, SheLTeR o Ginza Music Bar, referencias que reinterpretan los tradicionales jazz kissa en clave audiofilia contemporánea. Roca HiFi en Ciudad de México, The Kissaten en Lisboa, y Bambino en París, son otros ejemplos.
Volviendo al plano local, más allá de la técnica, lo que ocurre en Audiófilo es también una ceremonia. Cada sesión tiene un presentador diferente (periodista, músico, audiófilo) que introduce la obra ——en octubre se ofrecen Disintegration, de The Cure, Getz/Gilberto, de Joao Gilberto y Stan Getz, Abbey Road, de The Beatles y Locura, de Virus entre otros— y luego, un silencio expectante envuelve la sala. Nadie revisa su celular, nadie adelanta tracks. No hay multitasking posible. La música se convierte en el único centro de atención. Depende la sesión, hay temas que sugieren recostarse en sillones y pufs, y otras, más rítmicas, que las personas deciden escuchar de pie
Ese ritual condensa una paradoja de la época: mientras todo a nuestro alrededor se fragmenta, se acelera o se vuelve producto, Audiófilo propone una práctica lenta, profunda, compartida. Una comunidad efímera se arma alrededor de un disco y, al cabo de una hora, sale transformada.
Más allá del entretenimiento cultural, cada una de las propuestas de escucha mencionadas —Escuchar [Sonidos visuales], Parlantes Halofónicos y Audiófilo— funcionan como una invitación para reflexionar sobre cómo habitamos el tiempo. Hay una intención de correr a la música del destino de ambiente/fondo al que la vida contemporánea la destina y colocarla en el centro, detenerse a escuchar con atención y dar lugar a la capacidad transformadora del sonido.
Quizás allí, en esa resistencia mínima pero persistente, resida la verdadera importancia de estos espacios: recordar que escuchar es una forma de conocer el mundo, y en tiempos de ruido y distracción permanente, es posible aguzar el oído para concretar un acto de libertad.