Cómo entender mejor a nuestra familia canina: ¿qué dice un especialista?
Nuestra familia canina, con quienes convivimos cotidianamente, nos llenan de dudas al momento de tener comportamientos que no entendemos. O que, quizás, entendemos mal.
Sus reacciones, sus estados de ánimo, suelen confundirnos y no sabemos cómo responder. Por eso, porque son parte de nuestra familia y compañía que más queremos, es que en esta edición especial de El Diario de Vanesa, tomamos contacto con un especialista.
Se trata de Gustavo Estrada, a quien conocemos a través de las redes sociales (especialmente por medio de su cuenta de Instagram: elprofesorcanino)
Aquí les dejo el diálogo al que gentilmente accedió para esta publicación especial en Alerta Digital:
Hola Gustavo, contanos un poco sobre vos: ¿de dónde sos, qué edad tenés y cómo comenzó esta pasión por la educación canina?
Mi nombre es Gustavo Estrada, soy educador canino y vivo en Santiago de Chile. Tengo 44 años y me dedico profesionalmente a este trabajo desde 2011. Todo empezó cuando llevé a entrenar a un perrito que tenía. En el proceso, me involucré tanto que terminé rindiendo el examen final de la formación que cursaba la persona que lo entrenaba. Eso me llevó a iniciar un programa de formación tipo «sombra», donde acompañás a un profesional en su práctica diaria. A los cuatro o cinco meses ya estaba tomando mis primeros clientes y desde entonces no he parado.
El año pasado publiqué un libro autobiográfico titulado Lo que Nunca Te Abandona, donde narro cómo llegué a esta profesión, las experiencias que me marcaron, y cierro el relato en 2024. Es un testimonio muy personal de lo que significa para mí este camino, y cómo la educación canina me transformó como persona.
¿Cómo podemos identificar a un perro reactivo? ¿Qué conductas presenta?
Un perro reactivo no es un perro malo, ni agresivo necesariamente. Es un perro que tiene una respuesta emocional muy intensa frente a ciertos estímulos: puede ser otro perro, una persona, una bicicleta, un sonido. La reacción puede incluir ladridos, tirones de correa, embestidas o intentos de morder.
Lo importante es entender que no se trata de una “mala conducta” en sí, sino de una respuesta emocional desbordada y desadaptativa. El perro no está eligiendo comportarse así, lo que pasa es que no tiene las herramientas emocionales para lidiar con lo que percibe como una amenaza.
En la mayoría de los casos, la reactividad tiene origen en el miedo: miedo por experiencias negativas pasadas, por genética o por una socialización deficiente en etapas tempranas. El perro interpreta el mundo como un lugar inseguro, y reacciona con intensidad. Por eso es crucial no castigar esas conductas, sino entenderlas y abordarlas desde la raíz.
¿En qué momento una familia debería acudir a tus servicios?
Idealmente, antes de que el perro llegue al hogar. Sé que suena raro, pero muchas veces los problemas que surgen más adelante tienen que ver con una falta de información al principio. Si el tutor se forma antes de recibir al perro, puede prevenir muchísimos conflictos.
Ahora bien, la realidad es otra. La mayoría de las familias me contactan cuando ya están desbordadas. Por ejemplo, cuando el perro mordió a alguien, provocó una lesión o ya tienen una denuncia por ruidos o comportamiento peligroso.
Yo siempre recomiendo pedir ayuda al primer signo de incomodidad: si el perro ladra de forma descontrolada, si tira de la correa, si parece estresado ante ciertas situaciones. Ese momento de duda o confusión ya es un buen motivo para consultar. Cuanto antes se actúe, mejor es el pronóstico.
¿Cómo es el proceso de trabajo? ¿La familia tiene un rol activo?
La familia no solo tiene un rol activo, es protagonista. Yo trabajo con un modelo que busca formar tutores expertos en la reactividad de sus propios perros. No creo en los programas donde el profesional entrena al perro en soledad y luego se lo devuelve al tutor como si fuera un objeto reparado.
El objetivo es que el tutor entienda profundamente a su perro: que sepa leer sus señales, identificar los detonantes, trabajar con herramientas concretas. Cuando el tutor se transforma en un agente activo, el cambio es mucho más duradero y sólido.
Por eso no promovemos procesos que se hacen fuera del entorno familiar. No trabajamos con hospedajes ni paseadores que “corrigen” al perro. Preferimos que el cambio ocurra dentro de casa, con quienes conviven con el perro cada día.
¿Existen razas más propensas a la reactividad?
Sí y no. Es cierto que algunas razas, por su genética, pueden tener ciertas predisposiciones. Los perros de guardia, por ejemplo, o algunos terriers, tienen cerebros más veloces y son más reactivos al entorno. Pero reducirlo todo a la raza es un error.
La genética influye, claro, pero no es lo más determinante. Yo lo explico así: es un 60 % ambiente y un 40 % genética. Es decir, las experiencias del perro, su socialización, el manejo que se hace en el hogar y la calidad de vida que lleva pesan más que su raza.
Frases como “no es la raza, es la crianza” o “todo es genético” son simplificaciones peligrosas. En realidad, es una mezcla compleja. Por eso los educadores caninos trabajamos sobre el entorno y el vínculo: ahí es donde más impacto podemos generar.
¿Tenemos los humanos responsabilidad en las actitudes de nuestras mascotas? ¿Somos su reflejo?
Sí, absolutamente. Y no es una creencia, es un hecho comprobado por la ciencia. Hay estudios que demuestran correlaciones muy significativas entre el perfil emocional del tutor y el comportamiento del perro.
Por ejemplo, tutores con dificultades para regular sus emociones tienden a tener perros con conductas reactivas o agresivas. No es una relación causa-efecto directa, pero sí hay una influencia fuerte.
En mi experiencia, los perros absorben muchísimo de nuestro estado emocional. Si vivimos con estrés, ansiedad o desorganización, eso se transmite. Por eso digo que rehabilitar a un perro muchas veces implica también revisar nuestras propias emociones y modos de relación.
Un tutor informado y emocionalmente equilibrado puede ser la diferencia entre un perro desbordado y uno que logra regularse.
¿Cómo debemos actuar ante una situación reactiva?
Primero: salir de la situación. No quedarse ahí esperando que pase. Si tu perro reacciona con ladridos, tironeos o intenta morder, es porque ya está desbordado emocionalmente. En ese momento, lo más útil es tomar distancia y moverse a otro lugar.
Segundo: buscar ayuda. No basta con apagar el incendio; hay que entender por qué se encendió. Muchos tutores creen que si saben “resolver” una pelea ya está todo bien, pero no. Lo ideal es prevenir que esa pelea ocurra.
Y eso solo se logra con formación, con guía, con compromiso. Ya sea formándote como tutor experto, participando en sesiones con un educador o incluso investigando por tu cuenta. Pero no dejarlo pasar. Cuanto más se repiten las conductas reactivas, más se afianzan.

¿Un perro reactivo es un perro agresivo?
No, y esta es una confusión muy común. La reactividad es una respuesta emocional intensa y muchas veces desorganizada frente a un estímulo. La agresión, en cambio, es un acto intencional de hacer daño.
Hay perros reactivos que pueden morder, sí, pero muchas veces esas mordidas no buscan lastimar: son marcajes o señales de advertencia. Y también existe agresión pura, como la predatoria, que no tiene nada que ver con reactividad.
Entonces, no todo perro reactivo es agresivo, y no toda agresión es producto de la reactividad. Son fenómenos distintos y hay que abordarlos con herramientas diferentes.
¿En cuánto tiempo se logran ver resultados?
Depende del modelo de intervención. Hay profesionales que prometen resultados en una sola sesión y eso es engañoso. Un perro que viene con una carga emocional fuerte no puede “curarse” en 30 minutos.
En el otro extremo, hay procesos muy lentos que pueden tardar años.
Nosotros trabajamos con un modelo intermedio y sostenible: si el tutor se forma activamente, puede lograr entre un 85 % y un 95 % de mejora en cuatro meses. Lo tenemos medido, hacemos evaluaciones sistemáticas al cierre de cada ciclo.
Los resultados son reales, sólidos y duraderos. Pero requieren compromiso y participación. No hay atajos.
¿Cuáles son los casos más comunes y los más complejos que atendés?
El 90 % de mis consultas tienen que ver con reactividad. Perros que ladran a otros perros, que embisten, que pinzan a personas o bicicletas, que no toleran ciertos estímulos.
Lo más complejo han sido los casos en los que se recomendó la eutanasia por agresión severa. Perros que pasaron por varios profesionales y llegaron a mí como “última opción”.
Paradójicamente, con esos casos hemos tenido algunos de los mejores resultados. No porque haya una fórmula mágica, sino porque formamos al tutor en profundidad y trabajamos desde la raíz del problema.
¿Qué pasa si no se logra socializar a un perro a tiempo?
Cuando un perro no es socializado correctamente durante sus periodos sensibles, queda con déficits importantes. Eso puede predisponer a la reactividad más adelante.
Lo importante es no resignarse. Siempre hay algo que se puede hacer. Se pueden diseñar planes de exposición progresiva, enriquecimiento ambiental o resocialización.
Cuanto antes se aborde el problema, mejor. Un perro mal socializado no está condenado. Con acompañamiento adecuado, puede aprender a relacionarse de forma más equilibrada.
Para terminar, ¿podrías darnos algunos tips y contarnos cómo contactarte?
Claro. El primer tip es: no esperes a que el problema explote. Si ves señales de estrés, incomodidad o miedo en tu perro, buscá ayuda. No hace falta esperar a que muerda.
El segundo es una campaña que promovemos activamente: no delegues la rehabilitación en otras personas. Nadie va a cuidar y entender a tu perro mejor que vos. Formate, aprendé, hacete responsable del proceso.
Y para contactarme, pueden encontrarme en redes sociales como @elprofesorcanino o a través de mi página web, donde también pueden acceder a nuestros programas de formación para tutores.
¡Muchas gracias Gustavo!
Espero que les haya permitido incorporar más conocimientos sobre nuestra familia canina y ¡será hasta la próxima!
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