YONAGUNI: La «ciudad perdida» bajo el mar que asombra a la ciencia
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YONAGUNI: La «ciudad perdida» bajo el mar que asombra a la ciencia

 

Las estructuras sumergidas de Yonaguni presentan escalones y terrazas tan perfectas que científicos de todo el mundo debaten si fueron creadas por una civilización perdida o por fracturas naturales en la roca.

Basta descender unos 25 metros en las aguas cristalinas que rodean la isla japonesa de Yonaguni para encontrarse con un espectáculo que desafía nuestra comprensión arqueológica convencional. Un macizo de arenisca de unos 200 metros de largo se levanta en terrazas perfectas, con aristas rectísimas y rampas que parecen salidas de una maqueta de ciudad antigua. ¿Es una ruina de una civilización desconocida? ¿O simplemente una roca muy fotogénica?

El descubrimiento de la «Atlántida japonesa»

El hallazgo, señalan desde DW, se remonta a 1986, cuando el instructor de buceo Kihachiro Aratake exploraba la zona, situada a unos 100 kilómetros al este de Taiwán y frente a las costas de la isla japonesa de Yonaguni, en busca de nuevos paisajes para llevar a turistas.

Al acercarse, se alzaron ante él gigantescas estructuras de piedra que inmediatamente le recordaron a construcciones arqueológicas. Sorprendido, Aratake avisó a investigadores de la Universidad de Ryukyu, y así nació la leyenda de la «Atlántida japonesa».

Teorías arqueológicas: ¿restos de una civilización sumergida?

Uno de los principales defensores de la hipótesis de origen humano es Masaaki Kimura, profesor emérito de geofísica, quien ha pasado décadas estudiando el yacimiento. Kimura no duda: lo que hay bajo el mar son restos de una ciudad antigua, quizás construida por el pueblo Jōmon hace más de 10.000 años, cuando esta zona aún no estaba sumergida debido al menor nivel del mar. Sin embargo, posteriormente Kimura redujo su estimación a unos 2.000-3.000 años de antigüedad, según indica IFL Science.

«Me recordó inmediatamente a las pirámides y pensé que estaba en el antiguo Egipto», confesó el profesor en un documental citado por Süddetsche Zeitung en 2017.

Como evidencia de su origen artificial, Kimura señala haber identificado marcas de cantera en la piedra y rocas que parecen haber sido esculpidas con forma de animales. «Un ejemplo que he descrito como una esfinge submarina se parece a un rey chino o de la antigua Okinawa», declaró a National Geographic en 2007.

Para Kimura, las pruebas son dobles: por un lado, marcas en la piedra que podrían indicar trabajo de cantera y figuras talladas; por otro, la violenta actividad sísmica del área. Recuerda que en 1771 un tsunami con olas de hasta 40 metros arrasó Yonaguni, causando cerca de 12.000 muertes, según el periódico Yomiuri Shimbun. De acuerdo con Kimura, no sería impensable que un evento similar sepultara una ciudad entera bajo el mar.

Su teoría encuentra respaldo en otros expertos, como Toru Ouchi, profesor asociado de sismología en la Universidad de Kobe, quien tras bucear personalmente en el sitio afirmó: «Lo que dice el profesor Kimura no es exagerado en absoluto. Es fácil darse cuenta de que esas reliquias no fueron causadas por terremotos».

Evidencias geológicas: formaciones naturales en el fondo marino

Sin embargo, como cabría esperar, no todos están convencidos. Robert Schoch, profesor de la Universidad de Boston y geólogo, se posiciona en el otro extremo del debate. Tras su primera inmersión en el sitio, su veredicto fue contundente: «Supe que no era artificial. No es tan regular como muchos afirman, y los ángulos rectos y la simetría no cuadran en muchos lugares».

Según Schoch, las formaciones son resultado de procesos geológicos naturales. «Es geología básica y estratigrafía clásica para areniscas, que tienden a romperse a lo largo de planos y dan estos bordes muy rectos, particularmente en un área con muchas fallas y actividad tectónica», explicó a National Geographic.

En un artículo para Spiegel Online, el geólogo y buceador profesional Wolf Wichmann concuerda con esta visión tras analizar el sitio en múltiples ocasiones, señalando que las superficies y paredes de las terrazas siguen patrones naturales de erosión: «Las superficies y paredes de las terrazas discurren a lo largo de las zonas débiles predeterminadas de la roca: las juntas de las capas de la roca sedimentaria y la red de fracturas que discurre perpendicular a estas».

Wichmann explica que fenómenos como «canales de oleaje, agujeros arremolinados en la roca, recubrimientos de corteza endurecidos, así como agujeros fresados por erizos de mar y conchas», son claramente identificables como formaciones naturales.

Uno de los argumentos más fuertes contra la teoría de la civilización perdida tiene que ver con la cronología. Como esboza IFL Science, si el monumento fuera artificial, tendría que haberse construido antes de quedar sumergido, lo que nos remontaría a más de 12.000 años atrás. Esto lo situaría antes que cualquier otra civilización sofisticada conocida, incluso anterior a Göbekli Tepe, desafiando nuestra comprensión actual del desarrollo de las sociedades humanas complejas.

Por otra parte, el consenso científico actual sostiene que las grandes construcciones monumentales surgieron después del desarrollo de la agricultura (hace unos 12.000 años), que posibilitó los excedentes alimentarios, las estructuras de poder centralizadas y la especialización del trabajo. Si se demostrara que Yonaguni es artificial, «sería necesario reescribir por completo la historia», como apunta NDTV.

Por tanto, no hay que apresurarse a concluir que tal estructura fue creada artificialmente, especialmente si se considera que algunos entusiastas han ido más allá, vinculando el monumento –una hipótesis que carece de respaldo científico sólido– con el legendario continente perdido de Lemuria (también conocida como el continente de Mu y similar a la Atlántida) en el Pacífico, una civilización avanzada que quedó sumergida bajo las olas a causa de un gran cataclismo.

En última instancia, como asegura el científico japonés Takayuki Ogata, también de la Universidad de Ryukyu, todo indica que se trata de una formación natural, sobre todo teniendo en cuenta las formaciones rocosas similares de los alrededores, así como el hecho de que la estructura está unida a un macizo rocoso mayor, lo que sugiere que las capas bien definidas del yacimiento se han formado gradualmente debido a su ubicación en una zona propensa a los terremotos.

Más allá del debate, lo que sí es cierto sin lugar a dudas es que el monumento Yonaguni se ha convertido en un destino popular para buceadores aventureros, aunque no está exento de riesgos debido a las fuertes corrientes de la zona. Además de su interés arqueológico y geológico, el sitio alberga una rica biodiversidad, incluyendo tiburones martillo que frecuentan estas aguas.

Entre tanto, los lugares dentro del monumento han recibido nombres evocadores como «Triangle Pool» o «Waterway», amplificando la narrativa misteriosa que envuelve estas formaciones submarinas. Como describe poéticamente Süddeutsche Zeitung, «si Ariel, la sirenita, asomara de repente por detrás de las piedras, no sería ninguna sorpresa».

 

Mundos imposibles
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Mundos imposibles

 

La narrativa de los extremismos que invade tanto a estados nacionales como al espacio digital se aleja del relato precursor que por décadas explotaron con éxito las nuevas derechas.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Desde hace tiempo se ha naturalizado el uso del término relato para caracterizar el discurso político que pretende imponer como sentido común una explicación más o menos sesgada de la realidad socio-económica-cultural presente y deseable a futuro. Se trataría de una construcción discursiva estructuralmente eficaz para afianzar el poder u, oponiéndole otra, aspirar a ejercerlo.

Todo relato político comparte criterios básicos de la narrativa de ficción. Destaca el de verosimilitud, pero no es el único: factores estéticos, tipologías e intentos por generar un anclaje coherente para un contexto determinado intervienen en la dinámica constructiva. Así, entonces, podría hablarse de mundos posibles de diseño con cimientos ideológicos.

La coyuntura determinaría qué es y qué no es posible en la narrativa que configura el relato. Cada mundo posible tiene sus coordenadas de espacio-tiempo, sus protagonistas y antagonistas, sus personificaciones y sus raccontos. Al género dramático le debe el planteamiento de conflictos que, por lo general, suelen presentarse como medulares en la escena pública mediática a través del diálogo áspero o el monólogo seductor.

En Argentina, por ejemplo, se habló mucho del llamado relato K, narrativa que se debilitó al no poder adecuarse al cambio de contexto ni a la dinámica comunicacional de la segunda década del siglo. El relato de la nueva derecha se impuso con las ventajas de no ser expuesto mediáticamente como tal, la evolución sostenida de antagonistas, personificaciones del antagonismo y un marco internacional propicio.

Las nuevas derechas, de conservadoras a neoliberales y de rancias a extremas –sin excluir a las netamente autocráticas- de occidente dan la impresión de haber convenido,  tácitamente o no, integrarse en un frente común discursivo en el que no afloran disidencias ni quiebres desde hace décadas y que, según parece, facilitó el imperio de un relato con fuerza de ley narrativa.

Así, en poco menos de medio siglo, los mundos posibles de las derechas tendieron a unificarse hasta convertirse en una suerte de folletín planetario cuyas únicas e ínfimas diferencias regionales se explicaban por algunas pinceladas de color local del relato. Cientos de entregas propusieron la epopeya de la libertad hasta redondear una cosmovisión basada en mitos de laboratorio retórico.

Las llamadas organizaciones de la sociedad civil, ONG, fundaciones y think tanks, le imprimieron una pátina libresca al folletín. Con fachada de neutralidad, estas usinas introdujeron el relato en sectores académicos y profesionales. Creció el voluntariado, que apuntó a estratos menos jerarquizados de la educación, la cultura y el trabajo.

Las personificaciones fueron definiendo protagonistas y antagonistas, héroes y villanos, que coparon progresivamente todos los ámbitos de producción material y simbólica a través de la narrativa de las nuevas derechas. El proyecto educativo neoliberal fue un largo capítulo del relato: el ataque a los sistemas estatales no dio tregua por años.

Desde mediados de la década del ochenta hasta los primeros años de nuestro siglo el estilo de esta narrativa evolucionó sin renunciar a la apariencia de racionalidad. Perduraba todavía la exaltación de la democracia en ligazón virtuosa con capitalismo. Libertad, mercado, competencia, calidad, eficiencia, liderazgo, equipo, gestión, emprendedurismo, transparencia y otras palabras del mundo neoliberal se incorporan al léxico de la cotidianeidad con sentido positivo. Estatal, público, solidario, gratuito y cualquier vocablo que remita a la búsqueda del bien social común se inscriben en la esfera de lo negativo. Se evita el uso de la palabra igualdad y se incorpora equidad.

Aunque el relato avanza hacia la hegemonía, hasta la primera década del XXI aún perviven narrativas alternas y resistencia crítica. Aunque el vocabulario de las nuevas derechas ya ha permeado el del progresismo y la academia y, por otro lado, las prácticas neoliberales se multiplican en las administraciones estatales –incluso en las menos pensadas-, todavía se denuncia la impostura como patraña del neoliberalismo, cabeza visible del conglomerado neo-derechista.

En este periodo la oposición discursiva es menos abstracta que a posteriori. Aparecen investigaciones que denuncian la precarización del trabajo, la deshumanización que disimulan las organizaciones en pos del beneficio desmesurado y la creciente pérdida de derechos. Se publican, por ejemplo, los libros Cabeza de turco (1985), investigación del periodista alemán Walraff;  La McDonaldización de la sociedad (1993), del sociólogo norteamericano George Ritzer, y Alta rotación (2009), de la argentina Laura Meradi.

El vertiginoso desarrollo de las TIC le da otros bríos a la narrativa de las nuevas derechas, sobre todo en la segunda década del siglo y, con gran fuerza, en lo que va de la tercera. Al tiempo que la finanza internacional se consolida con una automatización operativa plena y los mega-millonarios multiplican sus fortunas, el bigdata se nutre de los Ingenieros del caos (Guliano da Empoli, 2020) y el relato se reestructura.

La rama de la derecha que se autodefine como civilizada, paciente y en lo formal democrática, demuestra que es posible alzarse con el poder a través del antes esquivo voto popular. Vale el ejemplo de Argentina 2015. Sin embargo, declina su punto de vista narrativo, las formas y la retórica en favor de los llamados populismos de derecha o, lisa y llanamente, extremas derechas. Da la impresión de que la fachada de los buenos modales republicanos ya no sería necesaria ni eficaz.

En la última década se intensifica la anti-política a la par de los cuestionamientos al sistema democrático y sus instituciones. La cada vez menos numerosa participación del electorado es uno de los datos clave para validar que el relato se vaya tornando más y más violento a medida que se nutre de infinidad de micro-relatos satélite de la ingeniería caótica que circulan sin cesar por redes sociales: noticias falsas o sesgadas, golpes bajos o apelaciones al odio, la envidia y la indignación.

El estilo formal de registro culto se abandona de manera definitiva. Se abandona también la aspiración a llegar hasta las audiencias amplias con el fin de privilegiar a las minorías nítidas, bien definidas y evangelizadas, convencidas acríticamente, ávidas por participar con agresividad en el éter y sufragar sin titubeos en los comicios.

Así como los líderes ultraderechistas desafían los límites republicanos y del buen gusto, la narrativa apuesta a convertir en posibles los mundos que hasta ayer nomás se consideraban imposibles. El desprecio por preservar el criterio de verosimilitud da la sensación de relacionarse directamente con el objetivo de sacarle el jugo a las minorías nítidas: el nuevo contrato ficcional semeja al del cuento maravilloso con sus lectores o la escucha de los infantes.

Pertinaces independientes e indecisos poco parecen importar. Preservar el favor de las minorías convencidas que no reclaman coherencia argumental ni solidez argumentativa sería, de acuerdo con el relato actual, la Meca de las extremas derechas que ostentan el apoyo de mega millonarios como oráculos o estrellas de entremeses en los que denuestan impuestos y gasto público al tiempo que -con intención de escándalo y posterior chance de negación indignada- coquetean con neofascismos.

Plantear la nueva utopía largoplacista de grandeza con bienestar desde lo macabro de un presente caótico e incivilizado por elección es uno de los núcleos de esta narrativa que de norte a sur encabezan politiqueros de la anti-política con el aplauso de epígonos esperpénticos.

La irrupción de la inteligencia artificial, repentina e inquietante, ha creado un ambiente de pensamiento cuasi mágico en el que puede hablarse tanto de una inmortalidad que espera a la vuelta de la esquina como de un robot omnipotente. Caldo de cultivo, sin duda, para que los extremismos de derecha desplieguen su universo narrativo en clave ciberespacial.

Ya tenemos IA, pero nos falta la máquina del tiempo. Tal vez sí la tengan en el relato ultra -para un solo uso-, en sus mundos imposibles de acción verosímil única: trasladarnos en masa hasta las precariedades del Holoceno.


 

Los que dicen que vienen a cambiar la política le pagan a la gente para que vaya a sus actos
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Los que dicen que vienen a cambiar la política le pagan a la gente para que vaya a sus actos

 

Ante las cámaras de TN manifestantes aseguraron promesas de pago por ir a ver a Milei.

En el acto de cierre de campaña del candidato a legislador porteño de La Libertad Avanza (LLA), Manuel Adorni, la cosa estuvo cargada de escándalos. Personas que estaban con remeras violetas partidarias de LLA denunciaron que les habían prometido un pago de $25.000 por asistir, pero que no se lo cumplieron.

Además, otro hombre que tenía puesta la remera violeta partidaria en el acto dijo a TN que había sido contratado para hacer seguridad, pero tampoco se le pagó; lo que sí dijo que ocurrió fue que la organización del evento le retuvo su documento de identidad.

«Nos quieren dar 20 lucas. Vinimos acá por 25, vinimos a hacer el viaje y ahora dicen que nos quieren dar 20 lucas. 10 encima nos querían dar. Están re volados estos», dijo un hombre visiblemente enojado. «Están re volados. ¿Por qué nos quieren dar 20 lucas?», insistió, en la declaración en la que aseguró que su denuncia era contra «la gente de Milei».

 

MARCHA DE JUBILADOS: Bajar la inflación a costa de una fuerte represión
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MARCHA DE JUBILADOS: Bajar la inflación a costa de una fuerte represión

 

El gobierno «festeja» un índice altísimo mientras reprime a jubilados que no tienen para comer.

Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable

Mientras el INDEC daba a conocer el índice IPC de abril, que arrojaba un 2,8%, mas bajo que el de marzo pero lejos aún de lo que había prometido Milei para estos meses, en la vereda de enfrente, las «fuerzas» de Bullrich volvieron a reprimir a los que ponen su hambre para mantener un número que, desde el gobierno, tienen la caradurez de festejar.

Nuevamente, como cada miércoles, un grupo de jubilados fue atacado por el personal de la Policía Federal y Prefectura en el marco de la tradicional marcha que se realiza los miércoles al Congreso. Además, el padre Paco Olveira también fue agredido, tal como ocurrió el pasado 7 de mayo.

Olveira terminó en el suelo producto del enfrentamiento con los policías, que también reprimieron y demoraron a otros manifestantes durante la movilización que los jubilados llevan a cabo los miércoles en reclamo de un aumento en el haber jubilatorio. El personal policial buscó aplicar el protocolo antipiquetes, que dispuso el Ministerio de Seguridad a cargo de Patricia Bullrich, para evitar que se interrumpa el tránsito en el cruce de las avenidas Rivadavia y Callao.

 

A los 89 años, falleció José “Pepe” Mujica, símbolo mundial de la ética política y la austeridad
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A los 89 años, falleció José “Pepe” Mujica, símbolo mundial de la ética política y la austeridad

 

Su muerte cierra una era en América Latina. Mujica no solo gobernó Uruguay: lo habitó con coherencia, humildad y una rebeldía que nunca se apagó.

Por Alejandro Marcó del Pont vía EnOrsai

José “Pepe” Mujica falleció este martes 13 de mayo de 2025 en su chacra de Montevideo, a los 89 años, tras una larga batalla contra el cáncer de esófago que se había extendido al hígado.  En enero, había decidido abandonar los tratamientos médicos y afrontar el final con la misma dignidad con la que vivió: “El guerrero tiene derecho a su descanso. Hasta aquí llegué”, dijo entonces. 

Su partida deja un vacío difícil de llenar.  Mujica no fue un político más: fue un símbolo viviente de la coherencia entre el decir y el hacer, un referente moral en un continente plagado por el cinismo y corrupción la corrupción de la derecha conservadora.  Desde su juventud como guerrillero tupamaro, pasando por los casi 15 años de prisión —muchos de ellos en condiciones inhumanas durante la dictadura uruguaya—, hasta su llegada a la presidencia entre 2010 y 2015, su vida fue una lección de resistencia, humildad y compromiso con los más vulnerables. 

Durante su mandato, impulsó políticas progresistas que marcaron un hito en la región: legalizó el matrimonio igualitario, el aborto y la marihuana, y promovió programas sociales como el Plan Juntos para viviendas y la creación de la Universidad Tecnológica.  Pero más allá de las leyes, su legado reside en su estilo de vida austero y su discurso en favor de la igualdad y la ética en la política. 

Mujica vivía en su modesta granja, conducía un viejo Volkswagen Beetle y donaba la mayor parte de su salario presidencial a organizaciones benéficas.  Su rechazo a los lujos del poder y su cercanía con la gente lo convirtieron en una figura entrañable y respetada a nivel mundial.  Su esposa, Lucía Topolansky, también exguerrillera y senadora, fue su compañera inseparable en la vida y en la lucha política. 

La noticia de su fallecimiento ha generado numerosas muestras de duelo y respeto en las redes sociales y entre líderes mundiales.  El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, lo recordó como alguien que vivió y creyó en un mundo mejor, calificándolo de figura «eterna». 

Pepe Mujica fue más que un presidente: fue un ejemplo de que es posible hacer política con honestidad, humildad y compromiso social.  Su legado perdurará en las generaciones que buscan un mundo más justo y solidario.

Descansa en paz, Pepe.

 

El largo plazo
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El largo plazo

 

En tiempos de inmediatez y miras cortas como el que se vive todavía las promesas a futuro lejano funcionan para predisponernos a sufrir con optimismo la agonía de la espera.

Por Silvina Belén para Noticias la Insuperable ·

Di Benedetto –en un breve testamento escrito poco antes de su muerte–
afirmó que sus libros fueron escritos para las generaciones futuras.
Cuán profética fue esa modesta jactancia, solo el tiempo lo dirá.
– J.M. Coetzee

A don Diego de Zama se le fue la vida esperando. El personaje de Antonio Di Benedetto tenía un cierto optimismo meritocrático que lo mantuvo ilusionado por años, pero que irremediablemente se diluyó en la frustración. Zama, en el siglo XVIII, cayó en la misma trampa que arruinó a muchos otros hombres a finales del XX y lo que va del XXI.

El autoengaño, la mayor parte de las veces montado en el optimismo irreflexivo, es un mecanismo que las nuevas derechas y los extremismos en auge han sabido explotar para colonizar estados nacionales con la legitimidad del voto que antaño, cuando eran en apariencia menos virulentos, les resultaba esquivo.

La ciudadanía contemporánea, reducida a la mínima expresión política, parece un remedo del don Diego de Di Benedetto. El malogrado personaje terminó en la absoluta degradación espiritual y material: “Zama tarda demasiado en visualizar la trampa en que ha caído. Él cree formar parte de un orden de cosas, cree que sus estudios, sumados al hecho de ser blanco, le hacen merecedor de un lugar, pero este se muestra una y otra vez inexistente.”[1].

Tener optimismo sin el más mínimo indicio para una real esperanza, diría Terry Eagleton, termina en desastre, como  señala Ana Grynbaum: “La Corona aplaza hasta el infinito el pago del trabajo de los funcionarios medios y por falta de dinero Zama conoce el hambre y pierde hasta la pieza en que se hospeda. Así se expresa la realidad de su no lugar en el mundo.”.

«Zama es la gran novela americana». J.M. Coetzee

La burocracia colonial que trituró a Zama, como también resalta Grynbaum, parece haberse maquillado pero no cambiado. Igual que él, muchos funcionarios medios –terceras o cuartas líneas, como suele llamárselos- experimentan, si no miseria, destrato, escarnio y humillación públicas. Más abajo ni hablar.

Las clases medias que alguna vez, como en Argentina, se consideraron pujantes, languidecen acorraladas. Se debaten en el disimulo, en la falsa esperanza, en el apoyo a todo lo que las perjudica. Se reducen en número, coquetean con una austeridad que en verdad es cuasi miseria. Esperan que les llegue el turno, que la copa derrame.

El oasis del largo plazo es siempre, según derechas extremas de distinta laya, la tierra prometida aunque, claro, ya sea un lugar común la sentencia de su odiado Keynes: “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Para el corto y mediano existen tropos que se repiten de acuerdo con alguna moda optimista de consultoría: “brotes verdes”, “segundo semestre”, “luz al final de túnel” y otras que igualmente se olvidan tras decepción o debacle.

“Estamos mal pero vamos bien”, decía el ahora prócer riojano para ufanarse por haber construido en oropel un largo plazo de ensueño. Alguien de esos pagos, mucho antes, viajó en galerón y con los bríos de invulnerabilidad de quien supone tendrá un espléndido mañana. Borges, implacable, escribió el poema El General Quiroga va en coche al muere.

Ese futuro lugar soñado de prosperidad, bienestar general y hegemonía en el concierto mundial suele estar ligado a las llamadas retropías, no lugares pretéritos evocados como edad dorada de un país que nunca la tuvo, como la imaginaria Argentina potencia de finales del siglo XIX y principios del XX que jamás existió como paraíso de la opulencia común.

Y si don Diego de Zama es el personaje que representa a los que esperan con ilusión vana su no lugar, Don Juan es el que con su cínico latiguillo pinta mejor a los nuevos politiqueros ultras. El repetido “Tan largo me lo fiáis” de Tenorio ante las amenazas de un postrer castigo a sus fechorías es la frase que, seguramente, entre risas burlonas, profieren frente a sus privados los nuevos autócratas del largoplacismo zanahoria de burro.

Antonio Di Benedetto dedicó su novela Zama “A las víctimas de la espera”.


[1] https://www.lissardigrynbaum.org/post/ana-grynbaum-zama-y-la-trampa-de-la-meritocracia