Autor: Invitad@ Especial

  • ¿Cómo proteger los ahorros en tiempos de inflación?

     

    En un contexto de inflación persistente en Argentina, administrar los recursos familiares se convirtió en un desafío cotidiano. En una entrevista con AM Cumbre 1400, la licenciada en Economía Débora Mollón ofreció consejos prácticos para proteger el poder adquisitivo.

    La economista indicó que guardar dinero en efectivo no es una opción viable debido a la pérdida de valor. “La plata no hay que guardarla porque todavía seguimos teniendo inflación, se deteriora mes a mes, afirmó. Mollón subrayó que, aunque la inflación ha disminuido, sigue siendo alta y afecta el poder adquisitivo. Por ello, es crucial buscar alternativas que permitan al menos mantener el valor del dinero frente a la suba de precios.

    Plazos fijos: una opción para preservar el capital

    Una de las herramientas destacadas por Mollón es el plazo fijo, que actualmente ofrece tasas positivas. “Hoy hay bancos que tienen tasas arriba del 40%, con lo cual ya estamos empatados o ganamos unos puntos por encima de la inflación”, explicó. Esto convierte al plazo fijo en una alternativa atractiva para quienes buscan bajo riesgo. Sin embargo, advirtió que, en caso de una devaluación, el dinero inmovilizado por 30 días podría perder valor frente al dólar, lo que requiere una planificación cuidadosa.

    Fondos comunes de inversión: flexibilidad y rendimientos

    Para quienes buscan alternativas más flexibles, Mollón recomendó los fondos comunes de inversión de liquidez, disponibles en bancos y billeteras virtuales. “Tienen una tasa parecida al plazo fijo y lo podés rescatar de manera inmediata, no tenés que esperar los 30 días”, destacó. Estos fondos ofrecen rendimientos similares al plazo fijo, pero con la ventaja de la liquidez inmediata, lo que los hace ideales para quienes temen una suba abrupta del dólar.

    La importancia de definir objetivos y plazos

    La economista enfatizó la importancia de establecer metas claras antes de invertir. “Primero, tenés que tener bien presente cuál es el objetivo de esta inversión”, afirmó. Por ejemplo, si el ahorro está destinado a un gasto en dólares, como un viaje al exterior o la compra de herramientas que siguen el precio del dólar, lo ideal es dolarizar parte del capital. En cambio, para objetivos a largo plazo o para mantener el poder adquisitivo, los plazos fijos o fondos comunes son opciones viables.

    Mollón también abordó la inversión en acciones, pero advirtió que son más adecuadas para el largo plazo. “Si necesito la plata en tres meses y no entiendo nada del mercado de capitales, puede ser que gane, pero puede ser que pierda”, señaló. Para quienes deseen diversificar, los fondos comunes de inversión que incluyen acciones o bonos son una buena opción, ya que ofrecen una cartera administrada por profesionales, con comisiones que suelen oscilar entre el 1,5% y el 3%.El rendimiento que te muestran ya está neto de la comisión”, aclaró.

    Finalmente, Mollón instó a los ahorristas a informarse antes de invertir. “En internet podés empezar a investigar, por ejemplo, cómo comprar letras o lecades, que suelen tener tasas atractivas”, recomendó. La economista también advirtió sobre las ofertas de inversión rápidas que circulan en redes, sugiriendo prudencia. Con objetivos claros, plazos definidos y una estrategia adaptada a la moneda del gasto, los argentinos pueden proteger sus recursos en un contexto económico complejo.

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  • El juez Kreplak ordenó la detención de Furfaro, el dueño del laboratorio del fentanilo contaminado

     

     El juez Ernesto Kreplak ordenó la detención de Ariel García Furfaro, el dueño de los laboratorios HLB Pharma y Ramallo S.A  denunciados por el fentanilo contaminado que provocó casi un centenar de muertes.

    LPO anticipó el viernes que en el gobierno esperaban que el juez avanzara esta semana con detenciones por la causa que sacude al gobierno. 

    Además de ordenar una serie de allanamientos, el juez pidió las capturas de los hermanos Diego y Damián García, que junto a Furfaro llevan el control de las actividades de los laboratorios.

    Además, Kreplak también solicitó los arrestos de Nilda Furfaro, madre del empresario, que es accionista y vicepresidenta de HLB Pharma. Lo mismo pidió para el director general de ambos laboratorios, Javier Tchukran, los directores técnicos de Ramallo, Carolina Ansaldi y Víctor Boccaccio, y el director técnico de HLB, José Antonio Maiorano.

    Por último, los accionistas y autoridades del laboratorio Ramallo, su presidente Horacio Tallarico y su director suplente, Rodolfo Labrusciano.

     

  • Paro en 50 contratistas de Ternium y en la UOM acusan a Rocca de jugar al desgaste

     

    Se agrava la crisis metalúrgica en la fábrica de acero más grande del país. Trabajadores de las 50 contratistas que operan en el predio de más de cien hectáreas de Ternium-Siderar en General Savio comenzaron este miércoles una huelga que, al menos, continuará este jueves.

    Como contó LPO, el reclamo por mejoras salariales y en las condiciones laborales no tuvo respuestas durante las cinco audiencias de conciliación obligatoria. Quemada esa instancia, en la delegación San Nicolás de la UOM avanzaron con medidas.

    Los trabajadores denuncian que hace un año que no les aumentan el salario que, a estas alturas, ya está por debajo de la línea de pobreza. En el gremio señalaron que la firma del Grupo Techint buscó desentenderse y les planteó que encaren negociaciones por separado con cada empresa.

    “Ya les dijimos que no. Esto solo se arregla con que Siderar, que se parapeta con estos contratistas, los deje de usar de forro y ponga la guita”, dijo el titular de UOM San Nicolás Naldo Brunelli en la asamblea post reunión con autoridades de Ternium.

     Si lo que quieren es alargarlo, esto sigue. Mañana nos juntamos acá si hay alguna cosa y, si no, que siga el baile 

    Para Brunelli, también diputado provincial del peronismo, Siderar busca llevar el conflicto a un juego de desgaste: “Si lo que quieren es alargarlo, esto sigue. Mañana nos juntamos acá si hay alguna cosa y, si no, que siga el baile”, dijo el metalúrgico frente al nutrido grupo de trabajadores contratistas.

    Este miércoles, el paro fue total en esas empresas. Según detallaron en el gremio, en las discusiones están participando el titular de Ternium, Martín Berardi, en permanente consulta con el CEO de Techint, Paolo Rocca.

    Dirigentes de la UOM señalaron a LPO que el conflicto con los contratistas es un proceso de larga data y que pide “una negociación que en Siderar no están dispuestos a dar”.

    La raíz la detectan desde la privatización de Somisa. “Lo que hizo Techint fue pasar los costos fijos a variables, que pequeños talles dentro de las más de cien hectáreas se empiecen a tercerizar. Todos esos sectores lo reemplazaron con contratistas”, dijo un dirigente metalúrgico con conocimiento de ese proceso.

    En ese marco, detallaron que Siderar, a través de la empresa Exiros que controla a sus proveedores y prestadores, viene pidiendo un reducción permanente de la producción, del orden del 3% mensual. Eso, impacta directamente en el recorte salarial a los trabajadores de esas contratistas.

    “Pero los salarios están tan deprimidos, que la gente ahora no tiene nada que perder”, señalaron en la UOM.

    Al momento, de las 50 empresas en conflicto, apenas nueve hicieron ofrecimientos que tampoco colmaron expectativas, ya que se trataron de sumas no remunerativas por única vez, sin considerar los reclamos por condiciones laborales.

    En el sector advierten que este problema es apenas una cara de la crisis del acero que amenaza con ser integral, de profundizarse el ingreso de planchones más baratos de China, a partir de la apertura de importaciones.

    “Si siguen entrando planchones más baratos de China, desaparece todo el proceso de los horno y la coquería. Quedarían los laminadores nada más con esas importaciones”, detallaron en San Nicolás sobre los sectores en crisis. 

     

  • El gobierno consiguió sostener el veto de Milei a los jubilados con la ayuda de Rovira y Vidal

     

    El Gobierno logró sostener el veto de Javier Milei al aumento de las jubilaciones gracias a la ayuda de los misioneros que reportan a Carlos Rovira y la abstención clave de María Eugenia Vidal y la entrerriana Marcela Antola, que integra el bloque de Facundo Manes pero responde al gobernador Rogelio Frigerio. 

    “Los jubilados no pueden esperar una respuesta”, dijo Vidal tres semanas atrás en Córdoba. Este miércoles su abstención fue la llave para que el oficialismo alcanzara el tercio que necesitaba para sostener el veto. 

    Luego de una jornada que pintaba catastrófica para la Rosada, tras el rechazo al veto a la ley de emergencia en discapacidad, los diputados denunciaron negociaciones espurias detrás de las cortinas. 

    El jefe político de Misiones, Carlos Rovira, fue clave para que los cuatro diputados de su provincia, Alberto Arrúa, Carlos Fernández, Yamila Ruiz y Daniel Vancsik, se abstuvieran. De ese modo se achicó el número que necesitaba el oficialismo, que con sólo 83 votos consiguió blindar el veto de Milei.

    Uno de los legisladores de la jurisdicción mesopotámica negó que hubieran recibido “presiones”, pero minutos antes de la votación el formoseño Fernando Carbajal reclamó a sus pares que “no sean crápulas” porque “es una forma de corrupción cambiar ATN por jubilados”.

    En efecto, los bloques opositores advirtieron, después que consiguieron la habilitación por dos tercios para debatir el rechazo al veto, que el oficialismo trabajaba para dar vuelta las voluntades de los diputados ligados a los mandatarios provinciales.

    Por eso, el radical Pablo Juliano sostuvo: “si vos venís a transfuguear tu voto acá y traicionás a los jubilados que no pueden llegar a fin de mes, no sos digno de estar sentado en estas bancas”. “No podés decir una cosa hace media hora y darte vuelta. No lo podés hacer. No hay llamado del gobierno nacional, no hay llamado del gobernador de tu provincia, no hay llamado de nadie que te tenga que dar vuelta el voto”, planteó. 

    A las 19:27, se hizo eco de esa apelación el líder de la bancada peronista, Germán Martínez, quien deslizó que “pareciera que hubo algunos que ayudaron al emplazamiento de este tema antes de tratarlo en las comisiones y están mirando para otro lado, hay otros que contribuyeron a la media sanción y ahora están mirando para otro lado y hay algunos que aprobaron con dos tercios para habilitar este tema y están mirando para otro lado”. 

    El santafecino interrumpió a Itai Hagman, compañero suyo en el bloque, para decir que “los derechos de los jubilados no pueden estar arriba de ninguna mesa de negociación de ninguna cosa que se le cante a algún diputado con algún poder de turno”. “Usan los derechos de los jubilados para negociar no sé qué prebenda para no sé quién”, lanzó.

    Además de los seis diputados que facilitaron el tercio proporcional a Milei con sus abstenciones, también colaboraron con su ausencia la macrista Silvia Lospennato, el rionegrino Agustín Domingo, vinculado a Alberto Weretilneck, y el formoseño Gerardo González, quien rompió este miércoles con el bloque libertario para migrar con Carlos D’Alessandro, Marcela Pagano y Lourdes Arrieta pero, en los hechos, está relacionado con Gildo Insfrán a través de su jefe de Gabinete, Antonio “Pomelo” Ferreira. 

    El caso más curioso terminó siendo el de la UCR. Tal como anticipó LPO, Rodrigo De Loredo aportó nueve votos a favor de los jubilados, pese a que desató una andanada de críticas en su contra cuando pretendió que lo dejaran insistir “parcialmente” contra el veto.

    El más sintético y contundente contra el cordobés fue el diputado del FIT Christian “Chipi” Castillo, que le gritó: “De Loredo, felpudeaste todo el año, ahora hay que votar a favor o en contra”.

    En efecto, De Loredo votó por la afirmativa, al igual que ocho de sus colegas de bancada pero no alcanzó para salvar el aumento de 7,2 por ciento a las jubilaciones y el bono.

    Los radicales que se alinearon con el gobierno fueron los mendocinos Lisandro Nieri y Pamela Verasay, el chaqueño Gerardo Cipolini, el entrerriano Atilio Benedetti y la cordobesa Soledad Carrizo. Se notó la ascendencia de Alfredo Cornejo, Leandro Zdero y Frigerio, aunque Carrizo también podría cargarse a la cuenta de De Loredo.

     

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    Milei, entre arias y fantasías: ópera en Casa Rosada mientras el pueblo reclama en la calle

     

    Mientras en la Cámara de Diputados se discutían los vetos más brutales de su gestión y miles de personas protestaban en la plaza del Congreso contra el ajuste en discapacidad, jubilaciones y moratoria previsional, Milei y su hermana Karina eligieron pasar la tarde escuchando ópera en el patio central de la Casa Rosada.

    Por Tomás Palazzo para Noticias La Insuperable

    Una burbuja de lujo en medio de la crisis

    Lejos de las preocupaciones de la mayoría de los argentinos, Milei parece habitar un mundo paralelo. Según informó la propia presidencia, él y su hermana Karina participaron de un espectáculo musical organizado por Casa Militar, con la presencia del maestro Pablo Boggiano, hermano del economista Miguel Boggiano, cercano al mandatario.

    La puesta en escena incluyó a la Orquesta Filarmónica del Ejército y a la Fanfarria Alto Perú de los Granaderos, que interpretaron desde arias clásicas como el Brindis de La Traviata y Nessun dorma de Turandot, hasta bandas sonoras de Hollywood como Rocky, Star Wars e Indiana Jones. Todo un collage cultural pensado para el disfrute de los hermanos Milei en el corazón de la Casa Rosada.

    La otra cara: reclamos en la calle

    Mientras tanto, en las inmediaciones del Congreso, cientos de personas se movilizaban para repudiar los vetos del gobierno en temas tan sensibles como la Ley de Emergencia en Discapacidad, la actualización de jubilaciones y la moratoria previsional. Organizaciones sociales y de personas con discapacidad denunciaron que el plan económico de Milei implica dejar a los sectores más vulnerables a la intemperie.

    Entre la ópera y la realidad

    El contraste no pudo ser más elocuente: mientras en Diputados se debatía el rechazo al veto presidencial en discapacidad y se exponía el aislamiento político del oficialismo, Milei prefería refugiarse en los acordes de Turandot.

    La postal de un presidente absorto en un recital privado, mientras afuera crece la pobreza y el malestar social, refleja la lógica de un gobierno que se ensimisma en gestos de vanidad mientras se profundiza la crisis.

    La familia Milei, protagonista central

    No pasó inadvertido que la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, volvió a ser figura central del evento, confirmando que el núcleo de poder más cerrado del gobierno sigue orbitando alrededor de los hermanos. La dirección musical a cargo de Pablo Boggiano, hermano de un asesor económico afín a Milei, también mostró la trama de amistades y relaciones personales que se filtran en cada actividad oficial.

    Entre Rocky y Star Wars, pero sin futuro para la gente

    Mientras sonaban los temas de Rocky o Star Wars en la Casa Rosada, afuera la verdadera banda sonora era la de los reclamos sociales contra un ajuste despiadado. Milei, sin embargo, parece convencido de que puede gobernar a golpe de fantasía épica y aislarse de la realidad.

    En el país real, la gente exige respuestas frente a los vetos y decretos que arrasan derechos. En el mundo de Milei, en cambio, basta con una orquesta para silenciar los gritos que llegan desde la calle.

     

  • La leyenda del algarrobo caminante

     

    En las vísperas del atardecer, el paisaje se tiñe de rosa. La luz viene del sol pero parece emanar desde la tierra. Los marrones del suelo se vuelven naranja, los cerros en violeta profundo. Árboles y cactus adquieren un verde oscuro y suave. Es el cambio de guardia entre los bichos del día y los de la noche, un breve traspaso en que  las lechuzas vuelan con los pájaros y el zumbido de las abejas se mezcla con el canto de las ranas. En este momento intersticial un zorro baja del monte. Serpentea por un río ya seco. Busca agua. El camino tiene apenas rasgos de humedad. Sobrevuelan dos cóndores que aparecieron hace rato. Sedientos también, quizás. El zorro llega al borde de un cráter enorme. Parece la entrada al infierno. Son infinitos escalones de tierra, perfectamente esculpidos: baja dando saltitos. El viento ruge fuerte. Un lago turquesa resplandece en la luz crepuscular. Huele acre, peligroso. Un cartel oxidado anuncia “MINA PILCIAO 16”.

    Sin otro remedio, el zorro bebe del lago. Sorbos voraces. Quema pero no tanto como la sed. Luego, busca reparo bajo el único árbol que queda: un algarrobo solitario, grueso pero enjuto. Entre las ramas se cuelga un viejo letrero, que reza: “Sin agua no hay membrillo”. Al zorro le duele la panza. Escucha como los dedos petrificados del algarrobo repiquetean contra el cartel, como el eco de una copla. Entonces una fuerte ráfaga despierta la voz del árbol, que por años descansó, esperando alguien que lo escuche. El algarrobo se aclara la garganta y empieza a contarle al zorro una leyenda. La leyenda del algarrobo que caminaba.

    Las raíces 

    ¿Cómo crece un árbol que camina? Con pequeños pasos…” 

    Pequeños pasos son los que llevaron a dos hombres al polvoriento camino una mañana hace muchos años. El sol del verano pegaba fuerte y el calor sofocaba. Eligieron un lugar al lado de un algarrobo chiquito, que apenas daba unas huellas de sombra. Sudando, los dos desplegaron una pancarta, de un extremo de la calle al otro. Se enraizaron ahí para prevenir el paso de las máquinas. Así pretendían frenar la megaminería. 

    Megaminería. Un eufemismo que dice poco y encubre mucho: una montaña que se vuelve cráter, sus entrañas destripadas y lavadas con agua y cianuro; las achuras amontonadas en pilas de roca estéril; las partes más exquisitas llevadas para las mesas de los países “desarrollados”; y el agua dulce – ya cianurada – atrapada en un “dique de colas”, una laguna contenida por una frágil membrana.

    En contra de este Goliat, dos hombres con una tela finita. Pero debajo de su pequeño brote, había algo más: echaron raíces que en el subsuelo se extendieron en busca de sustento. Así se plantaron dos, pero llegaron dos más. Y dos más. Y luego cuatro más y cuatro más. Y ocho… y así multiplicándose hasta que era más que un brote. Un retoño. Y de tanto llegar, se enraizaron también. Se quedaron la noche. Después otra. Se festejó allá la Noche Buena de 2009. Después Año Nuevo. Y siguieron. Establecieron turnos y el algarrobo nunca se quedó solo. Y así empezó a crecer su hermano. Era el más inquieto del par. Uno se quedó en su lugar, vigilando el camino que llegaba al cerro. El otro iba y venía con los vientos.

    Este árbol que caminaba se convirtió en una asamblea. No fue la primera ni la única. Pero era la que más caminaba. Y cuando no estaba caminando, sus ramas se juntaban. Sentados en el suelo, abanicándose con lo que había para luchar contra el calor. Todos emparejados con el horizonte durante las deliberaciones interminables: los “de apellido” y los “sin”, los del “centro” juntos con los de la “orilla”, los de plata ensuciándose con la misma tierra y sudor que los demás. Los cerros, a lo lejos, eran lo único que los sobrepasaba.

    Entonces, cuando la policía intentó levantar el acampe el 15 de febrero de 2010, sus raíces ya estaban firmes. Al atacar a unas ramitas, se sintieron los tirones hasta en el centro de Andalgalá. Todos salieron a defender su pueblo y su tierra. 

    “Es una lección que difícilmente pueden aprender las mineras,” el algarrobo le explicó al zorro. “Toda su operación se basa en pirámides: de un CEO extranjero a un puñado de capataces hasta unos cien peones; o bien, del punto de la escombrera hasta su piso ancho. Es la única forma que ven. Pero la asamblea no era una pirámide, era un algarrobo. Era un conjunto de vecinos, ninguno más imprescindible que otro. No había una cabeza para arrancar, ni un solo algarrobo que se pudiera talar. Porque la asamblea también era una articulación de una lucha que la excedía. No hacía falta haber estado meses en el árbol, pasando la palabra en la asamblea. Muchos más salieron a la calle ese día, aunque fuera sólo para dar agua a sus vecinos o curar sus heridas. Andalgalá tenía el espíritu del algarrobal.” 

    Aquel tejido de madera hecho con raíces y sangre pudo revertir la autorización de la Mina Agua Rica (alias “MARA”). Si Agua Rica se hubiera llegado a abrir arriba en las montañas, es muy probable que el agua contaminada hubiera escapado de su laguna para correr abajo por el Río Andalgalá. Y al envenenar el pueblo, la plaza hubiera quedado vacía y el oro que dormía debajo de sus baldosas desprotegido. Así la codicia también seguía el río, una pluma de contaminación que pretendía entrelazar el Agua Rica con otro complot. El proyecto de la Mina Pilciao 16, textualmente, contemplaba la indemnización de los vecinos de Andalgalá: desarraigarlos y replantarlos en otro lado, para que el camino al oro quedaría libre de raíces.

    “¿Escuchas?” , pregunta el arbol. “¿El eco de los golpes, el redoble de los pasos?”

    El zorro, luchando contra los dolores agudos en su panza, inclina la cabeza.

    “Así empieza la leyenda del árbol que caminaba. Aquí mismo en lo que antes era la plaza de Andalgalá…” 

    El zorro echa un ojo al cartel de la Mina Pilciao 16 y se acomoda de nuevo para escuchar cómo sigue.

    El tronco

    “Al caminar, los brotes se endurecieron, pero no dejaron de andar. La asamblea era su tronco y cada caminante una ramita. Como las mías, se estiraban para el cielo. Pero también se quedaban conectados a su base…”

    Había una de las ramas, una bien alta y curtida. Cuando llegaban los extraños a Andalgalá, se los mandaban derecho para su casa, unas cuadras de donde nació la asamblea. Siempre los saludaba de la misma forma, fuera periodista, investigador, viajero, hippie o asambleísta: “Bienvenidos a Chaquiago. Ya estás en el centro del universo y yo soy Dios.” Y tomaban un vino casero de su creación bajo la sombra de otro algarrobo, el del patio del Cielo. 

    Le gustaba recitar a Atalhualpa Yupanqui: “Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás.” Fue instruido como sociólogo, y en sus 75 años, tenía acumuladas dos detenciones y un sinfín de causas, culpa de su lucha. Subía los senderos inclinados de los montes sin esfuerzo, mientras contaba, bromeaba y aún cantaba. Siempre llevaban a los recién llegados a caminar: “Tenés que caminar por la tierra… Tenés que dejarte pinchar por nuestras plantas. Sólo así se entiende nuestra lucha.” 

    Irse por los montes no es la única manera en que caminaba El Algarrobo. También daban dos vueltas a la plaza una vez por semana. Al atardecer, cada sábado, las ramitas se acercaban. De a poco se trenzaban y empezaban a caminar. A su ritmo, bailando con tambores. Las ramitas del Algarrobo caminaban para ver; también para ser vistas. Al caminar, uno se despertaba y también podía despertar a los demás. 

    Otra ramita, una periodista de Andalgalá, se despertó así, caminando. Cuando llegó la Mina Bajo la Alumbrera a fines de los 90, nadie sabía cuestionarla. Era la primera mina a cielo abierto en el país. Lo que antes era llamado “montaña” se empezó a nombrar como reserva de cobre, oro y molibdeno. Este giro retórico sin embargo, no advertía que estos minerales no se encontraban físicamente aislados, sino entrelazados, mezclados con la tierra y las rocas. Para resolver ese problema se ingenió la tecnología de open pit: dinamitar la montaña y separar sus componentes con una sopa tóxica. 

    Las ramitas veían como cada día un avión salía lleno de lingotes de oro, sobrevolando Andalgalá. Mientras tanto, las regalías prometidas no aparecían. No hubo derrame de la riqueza; lo único que empezó a derramarse fue el contenido del mineroducto, que escupía “barro”: una mezcla de minerales, agua y cianuro. El río, que daba vida al pueblo más cercano, empezó a quitarla: primero llegaron los dolores estomacales, diarrea y vómitos; después la muerte de sus animales; luego el cáncer; hasta que sólo se quedaron los fantasmas. Entonces empezaron a salir los ambientalistas locos. Así los llamaban. Protestaban en contra de la mina que ya estaba – La Alumbrera – y las que podían llegar a instalarse en el futuro: Agua Rica, Pilciao 16, entre muchas más. 

    “La ramita en cuestión no participaba al principio. Era una estudiante de secundaria en ese momento – cuenta el árbol – pero un día, el algarrobo caminante circulaba y ella lo vio.”

    Sonaban los tambores, pero no del alegre vaivén de una caminata, sino un tan tan bien mecánico y seco. Desde un costado, ella miraba pasar el desfile patrio. De repente, una oleada de movimiento espontáneo le llamó la atención. Los ambientalistas locos corrían entre los que marchaban, saltando y gritando. En vez de rechazo, ella sentía un tirón. Las ramitas le extendían sus manos y ella se las agarró. Ni siquiera fue una decisión consciente. Se metió y caminó con los loquitos por primera vez. 

    Después nunca dejó de caminar. Aunque se fue lejos de su tronco para estudiar, ella seguía participando. No podía cerrar los ojos una vez abiertos. Al caminar, la ramita había visto no sólo el presente, también un hilo fibroso que entrelazaba sus memorias. Una raíz que se estiraba hacia el agua. El río era muy importante para ella. No era solo el agua que servía para tomar o regar. Tenía un valor mucho más profundo. En su infancia jugaba ahí y se refrescaba en los días calurosos del verano. Después, con los años, se convirtió en su lugar para meditar. Al dejar los dedos de los pies congelarse en el agua y estudiar cómo la luz jugaba en la corriente, podía pensar y sentir de otra forma. Entonces solo faltaba atar sus recuerdos con la necesidad de defender los cerros, donde nacen los ríos. 

    La asamblea caminaba para estrechar ese vínculo entre memoria vital y lucha por el territorio. Hicieron charlas, panfletos, recitales, teatro en la calle, murales y más. Poco después de la primera represión nació la radio comunitaria. Para romper el cerco mediático, los vecinos empezaban a tirar semillas, a través de las transmisiones aéreas. Hacían varios programas semanales desde el predio de la asamblea, custodiado por el mismísimo árbol-hermano que ya daba más sombra que en su infancia.

    También sembraron semillas caminando. Los que antes eran brotes ya llegaron a ser ramas, que se preocupaban por los próximos brotes. Uno de ellos arreaba a un grupo de sus estudiantes al lado del río. Guiaba pero también dejaba que tocaran y jugaran. Pasaban el día caminando los cerros con expertos en historia, plantas, y aves. Así, los chicos nutrían sus propias raíces. 

    “Porque no puedes proteger lo que no conoces – explicó el algarrobo al zorro – si el caminar te hace despertar, el despertar después te hace seguir caminando. Escuché desapercibido cuando la ramita alta y curtida les contó a sus invitados la diferencia entre caminar y esperar:

    _No uso la palabra esperanza. La odio. Es de la religión eso de esperar, esperar un milagro. Esperar para que uno haga algo por vos, el gobernador, los políticos, Dios. Nunca me pasó un milagro, ¿a vos? Te morís esperando un milagro… no, no, esperar no. Hay que caminar…” 

    Muchos eran los que elegían caminar. Aunque el número de asistentes en la plaza fluctuaba según la gravedad del momento, los defensores de los cerros caminaban por todos lados. Estaban en las escuelas, en la cancha, en las juntadas de amigos y en la iglesia. Siempre estaban para dar una mano el uno al otro, si era apoyar a uno que perdió el trabajo o si había que encontrar una mascota perdida. Para muchos, la cosa más linda de la lucha eran las ramitas que habían conocido caminando juntos. 

    Ahora algo llama la atención al hocico del zorro. Algo en una corriente del viento, un cambio tan leve que no puede discernir qué promete. Se queda atento, tanto a la brisa como al cuento.

    Las hojas

    “Las historias no siempre son de alegría, unión y éxito- dice el árbol –  lo que da dimensión a los cerros, mientras uno camina entre ellos, también son las sombras. Y la asamblea, que caminó tantos años, también pasaba a veces por la oscuridad. Incluso, a veces son las mismas hojas que tapan la luz para las demás.”

    Las corporaciones sí sabían cómo esperar. Si encontraban trabas en un proyecto, hacían crecer su capital en otro lado del mundo, esperando que los caminantes se cansaran. Siempre volvían después para intentar otra vez. Y así fue en Andalgalá: a pesar de que la autorización de Agua Rica se había quitado en 2010 y que el Concejo Deliberante había prohibido la megaminería en la cuenca del río en 2016, encontraba un punto débil institucional y lo presionaba. En el medio de la noche el 28 de diciembre de 2020, la Corte Suprema de Catamarca declaró inconstitucional la prohibición y a las pocas horas de la madrugada empezaron a subir las máquinas al cerro. A diferencia del acampe de 2009, en el que pudieron prevenir y evitar la subida, esta vez el algarrobo caminante llegó tarde. Aunque la respuesta fue multitudinaria, las máquinas ya habían ocupado el territorio y todo se volvió más difícil. Así la pueblada que vino después expresó la desesperación y enojo. En la caminata número 584, incendiaron la sede de la empresa minera.

    “Las llamas son bien complicadas, – murmura el algarrobo – tendría que encontrar un árbol mucho más sabio que yo para que le diga que puede ser un bien. Capaz que le diría que hacen revivir al bosque… Destruir para renacer. Pero nadie se quiere quemar, nadie…”

    Quizás fueron infiltrados. O jóvenes enojados. O un acto de Dios. Quedaron muchas versiones. Lo cierto es que el poder sabía manejar el incendio. A pesar de tener cientos de policías cerca, dejaron que las llamas consumieran casi todo. Y después se tomó licencia para reprimir. Empezaron los allanamientos y las detenciones de asambleístas, sin pruebas. Lo que más lastimaba, además de los golpes, era tener que esperar. Esperar en la casa para la posible llegada de las pisadas de la policía. Esperar la notificación del celular de otro compañero detenido. Esperar en la celda para una liberación qué tal vez no venía. Y después de 14 días así, seguir esperando la resolución de las causas interminables. 

    “Escuché tantas historias relatadas bajo mis ramas – le cuenta el algarrobo al zorro – de triunfos, alegrías, nuevos lazos y aprendizajes; pero también de mentiras, celos, contiendas, y de violencia. Una de esas casi me quebró.”.

    Estaban bañadas en el sol de la tarde, cuando de repente pasó una sombra. Y brotaban palabras, viscosas como el bitumen, que después salían a chorro, imposibles de contener. La ramita contó sobre algo que le pasó mientras militaba. Alguien allí había abusado sexualmente de ella. Una herida de hacía años, tantos que era otra la asamblea, otros tiempos también. Pero la cicatriz todavía dolía. Filtraban las palabras que en su momento no se pudieron decir. Nunca hizo una denuncia, según ella le pidieron que no la hiciera.

    Desde su perspectiva, priorizaron la reputación de la asamblea por sobre una discusión por violencia de género. ¿Pero cómo se podía defender la tierra y aceptar el abuso? Entonces la unión no era la misma cosa que la coherencia y la coherencia podía ser sacrificada para la unión. Y si no se puede debatir esa contradicción abiertamente, las violencias pueden quedarse adentro también.

    “Las historias importan – dice el árbol – no por una verdad absoluta, sino por cómo se cuenta y a quienes… Lloramos todos ese día, lágrimas de savia.”

    Las semillas

    Un árbol que camina a veces tiene que buscar distancia – dice el árbol al zorro –  al alejarse, me han contado, todo se achica menos las montañas…”

    Todo bicho tiene plaga. Al fin y al cabo, la vida es una marcha de seres que alegremente se comen uno al otro. Pero caminar no es marchar. Se puede reducir la velocidad. Pensar. Hablar. Y las asambleas se han demostrado capaces de asumir el diálogo: trabajando sobre las diferencias, encontrando la fuerza en el conflicto. Porque si no, el costo es altísimo. Tu plaza puede convertirse en mina. 

    Entonces, cuando el enemigo externo es tan grande hay que cuidar cada ramita, especialmente las más vulnerables. Cada raíz ayuda a que la lucha quede anclada a la tierra. Las corporaciones no son buenas estudiantes de lo vital; aun cuando cavan profundo encuentran un límite. Se puede talar un algarrobo, se puede separar un árbol caminante de sus piernas. Pero no hay forma de sacar sus semillas. Acurrucadas en la tierra, saben exactamente la hora en que deben salir.

    El algarrobo nota que el zorrito está perdiendo su batalla. El agua le ha hecho daño. Lo tapa con sus ramitas para que no tenga que mirar más al Pilciao 16, por lo menos. Le dice: 

    “Había una investigadora que buscó reparo así como vos en mi cobijo. Pasó mucho tiempo acá pensando. Y un día me hizo una confidencia. Me contó: ‘solo pasé 6 semanas aquí en Andalgalá, pero fue también una vida. Compartí caminatas, comida, vino y fuego con personas que amo mucho. Formaba rutinas, caminatas y trotes en los cerros, lugares preferidos para comprar. Probé el mejor dulce de membrillo del mundo. Sentí el amor, por la tierra, por las personas y también el desamor, enojo y tristeza. Me encontraba yendo a la orilla del río mil veces para buscar consuelo y claridad. Ahí sentada, mirando a sus remolinos, pensé en la facilidad irrisoria que tenemos para echar raíces. Y la increíble dificultad después de arrancarlas. Me sentía un injerto yanqui en Andalgalá, como los membrillos en los troncos de pera…’ La investigadora hizo una pausa y después concluyó: ‘Y aunque uno va lejos, las raíces tiran…’” 

    Cómo muere una leyenda

    El final del zorrito es también el cierre de esta leyenda, la del algarrobo caminante. Como cualquier mito tiene una relación medio retorcida con la verdad. La Mina Pilciao 16 todavía no llegó a instalarse, ni la de Agua Rica (alias MARA). Pero Bajo de la Alumbrera , todo el desastre que produjo y las luchas que resistieron. Ese algarrobal es real. Todas sus ramas y personas, cientos de personas que defienden la tierra, siguen bien plantadas en Andalgalá hasta el día de hoy. Pero si llega a instalarse la mina, la leyenda anticipa la siguiente conclusión:

    Mientras el algarrobo termina la historia, los últimos respiros traquetean el pecho del zorrito. La pequeña luz que lleva adentro chisporrotea. Cierra los ojos y hace saber su última voluntad, que no es tanto un deseo, sino una eventualidad inevitable que sólo pide que apure a cumplirse: que todos los ríos vuelvan a su cauce

    No es que la llama del zorro se apague, no. La chispa sale de su cuerpo y entra a la tierra. Ahí no se queda quieto. Al contrario, se empieza a quemar abajo y crecer. Toca a los vestigios de los árboles cortados, cuyas ramas fueron talladas mucho tiempo atrás, pero cuyas raíces quedaron inamovibles en el suelo. Reciben el mensaje y también lo transmiten: ha llegado la hora. 

    Se prende fuego uno por uno, inmolaciones en concierto que tiene el efecto paradójico de largar las gotas de agua que han tenido resguardado por años. El agua empieza a calarse, a filtrarse para arriba, tiñendo el polvo marrón con una mancha lodosa. Y cuando el incendio llega al corazón de las montañas (las que siguen de pie), el agua acurrucada en grandes reservas en sus fisuras y grietas empieza a hervir. Como una olla tapada, los cerros no aguantan la creciente presión del agua que quiere salir a toda costa. Irrumpe con fuerza, con los gritos contenidos de miles de seres. Tumba por la cara de la montaña como un llanto, llevando puestas las instalaciones de las minas y borrando sus caminos.

    Al llegar a lo que antes era Andalgalá, no entra por donde fue desviado hace todo esos años para esquivar el centro, no. Va a su cauce de antes, con la alegría salvaje de un ser liberado. Así, llena el open pit, que antes era el Pilciao 16, que antes era (y, con suerte, todavía es cuando leas esto) la plaza de Andalgalá. Las cascadas de agua, el viento, los remolinos de tierra, todos se unen en una caminata primordial.

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