Altamura, el neandertal que derrumba un dogma: la nariz mejor conservada del registro fósil cambia lo que creíamos saber
Un estudio internacional analizó por primera vez la cavidad nasal íntegra del célebre neandertal de Altamura, en el sur de Italia, y tiró abajo décadas de interpretaciones sobre la adaptación de esta especie al frío europeo. El hallazgo revela que no existían los rasgos internos “exclusivos” que muchos científicos atribuían a los neandertales, lo que obliga a revisar teorías clásicas sobre su anatomía y su evolución.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

Imagen: Saverio De Giglio/ROPI/picture alliance
Un fósil atrapado durante 170.000 años que vuelve a hablar
El neandertal de Altamura es una leyenda dentro de la paleoantropología. Descubierto en 1993 en el sistema kárstico de Lamalunga, su esqueleto —uno de los más completos que se conocen— quedó sellado por la calcita de la cueva durante más de 130.000 años. Ese encierro, que durante décadas impidió el estudio del fósil, terminó convirtiéndose en su mayor fortaleza: la conservación es tan extraordinaria que permitió un análisis sin precedentes de la cavidad nasal, esa región clave en la anatomía humana que casi nunca se preserva en el registro fósil.
Recién en 2015 un equipo italiano logró extraer material genético mediante un brazo robotizado, confirmando que el individuo pertenecía a Homo neanderthalensis y que tenía entre 130.000 y 172.000 años, colocándolo entre los más antiguos representantes de su especie.
La nariz mejor conservada del linaje humano
El nuevo estudio, publicado en PNAS y liderado por Costantino Buzi (Universidad de Perugia / IPHES-CERCA), utilizó tecnología endoscópica de alta resolución para reconstruir en 3D la anatomía interna de la nariz de Altamura. Es, literalmente, la primera cavidad nasal completa jamás registrada en un fósil humano.
Y los resultados son un golpe directo al corazón de un debate que lleva medio siglo.
Adiós al mito de las “adaptaciones internas” del neandertal
Durante décadas, buena parte de la literatura científica sostuvo que los neandertales poseían rasgos nasales internos exclusivos —las llamadas autapomorfías— como una proyección medial verticalizada o una inflamación ósea interna vinculada al clima frío. La ausencia de cavidades nasales preservadas permitía sostener estas hipótesis sin posibilidad de verificación directa.
Ese vacío se terminó.
El análisis del equipo internacional demostró que ninguno de esos rasgos existe en el fósil de Altamura. La cavidad nasal es robusta, sí, pero no presenta estructuras internas exclusivas de la especie. En otras palabras: las supuestas adaptaciones internas al frío eran interpretaciones construidas a partir de anatomía incompleta.
Una cara robusta, sí; una nariz “especial”, no
El rostro neandertal presenta el clásico prognatismo mediofacial, esa proyección hacia adelante que generó tantas especulaciones sobre su función. Pero el nuevo estudio señala que este rasgo no sería el resultado directo de necesidades respiratorias extremas.
La evidencia apunta más bien a una combinación de factores evolutivos y restricciones morfológicas que moldearon una cara distinta a la nuestra, pero totalmente funcional para los climas fríos del Pleistoceno europeo.
La paradoja histórica —un cuerpo adaptado al frío acompañado por una nariz grande, abierta y anatómicamente “extraña”— empieza a desarmarse: la bioenergética del neandertal demuestra que su nariz funcionaba perfectamente sin requerir rasgos internos especiales.

Una ventana al pasado profundo… y al futuro de la investigación
La reconstrucción tridimensional completa de la cavidad nasal de Altamura abre una nueva etapa para la paleoantropología. Por primera vez se podrá modelar con precisión cómo respiraba un neandertal, cómo se calentaba el aire en su cráneo y cómo interactuaba esa anatomía con un cuerpo robusto, de tórax amplio y extremidades compactas.
Todo gracias a un esqueleto que sigue atrapado en una cueva, pero que, gracias a la tecnología, está más vivo que nunca para la ciencia.
Un tesoro que Italia esconde a 15 metros bajo tierra
El hallazgo original de 1993 fue obra de espeleólogos que, en medio de estalactitas, estalagmitas y columnas de calcita, vieron algo insólito: un cráneo humano entero, incrustado en la roca, intacto como si el tiempo hubiera decidido conservarlo a propósito. Con el correr de los años se identificaron también huesos del mismo individuo, bautizado como “el hombre de Altamura”.
Hoy, aquel cráneo —sellado por el carbonato cálcico y protegido por la geometría imposible de la cueva— se convierte en el único portal directo a la nariz de un neandertal. Y en una pieza que obliga a reescribir capítulos enteros de nuestra evolución.




